5 de septiembre de 2024
Alarma de las izquierdas en España ante el batacazo de Die Linke en Alemania y el auge de los iliberales de Wagenknecht
Las fuentes de varias formaciones deslizan una cierta preocupación con que cale en Europa un fenómeno como el de Alianza Sahra Wagenknecht, pero descartan que en España se pueda dar un escenario propicio.
Publico Samuel Martínez @samumartinezr
Mucha parte del foco en este arranque del curso político lo ha acaparado Alemania. Este domingo, la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) se imponía en las elecciones para el lander de Turingia y obtenía una segunda posición en Sajonia. Pero no es la única sorpresa que deparó la jornada. Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) irrumpió en el tablero político alemán con un tercer puesto en ambos territorios.
Se trata de una formación que se escindió de La Izquierda (Die Linke) y cuyos postulados han abierto un gran debate en el país germano y en toda Europa al presentar compatibilidades con la extrema derecha, por ejemplo, en materia migratoria. Entre las izquierdas españolas existe un cierto nivel de alarma, aunque no temor.
Ninguna de las voces de los distintos partidos políticos consultadas consideran que en España se dé el caldo de cultivo específico para que una fuerza como BSW, que podría enmarcarse en lo que se conoce como izquierda iliberal y que ha fundamentado parte de su campaña electoral en un discurso muy crítico con la inmigración, pudiera obtener un éxito electoral comparable al de Alemania. De todas formas, sí transmiten una cierta preocupación por el caso alemán y deslizan la importancia de conectar con los problemas de la ciudadanía y ofrecer soluciones para no dar lugar a derivas de ese tipo. Es algo de lo que ha adolecido La Izquierda, que se ha topado con un portazo de unas dimensiones muy considerables del electorado.
Fuentes de Sumar tachan de "inquietante" para la izquierda alemana que haya penetrado de lleno en el tablero político una formación que "criminaliza a la población migrante, estigmatiza al colectivo LGTBI, compra el discurso antivacunas y ha tenido numerosas declaraciones ambivalentes con el régimen de Putin y su invasión de Ucrania".
Y en este punto, surge una pregunta: ¿podría irrumpir con fuerza un partido como Alianza Sahra Wagenknecht en el escenario español? El interrogante es especialmente pertinente en un momento en el que las encuestas dan muy malos números a los dos principales partidos de izquierdas españoles. El último sondeo que ha publicado el diario El País da a los de Yolanda Díaz un 6,1% en intención de voto y a Podemos, un 2,7% en unas eventuales elecciones generales.
En cambio, una opción como Se Acabó La Fiesta, liderada por Alvise Pérez, que defiende postulados antiinmigratorios y antifeministas, escala hasta el 4,7%. Vox se mantiene por encima del 10%.
A la pregunta, las fuentes de Sumar responden de forma muy clara: "No existe un electorado [en España] para una formación que mezcle valores de extrema derecha y de izquierda", en referencia a un caso como el de BSW, que el socio minoritario del Gobierno español considera "un caso particular" de Alemania no extrapolable.
"La única seguridad y solidaridad social", completan en conversación con Público, "pasa por no hacer distinción de etnia, identidad u orientación sexual, ni de país de origen" e insisten en lo perverso de "enfrentar al último con el penúltimo". Ya en la rueda de prensa de este lunes, Lara Hernández y Elisabeth Duval —secretarias de Organización y Comunicación de Sumar, respectivamente— han remarcado la importancia de que la izquierda, en ninguna de sus formas, caiga en la tentación de adoptar marcos de la derecha o de la extrema derecha.
En cualquier caso, desde el partido de Yolanda Díaz sí reconocen que los buenos resultados de Wagenknecht son un "síntoma" de que "las fuerzas progresistas alemanas no están sabiendo dar soluciones a los problemas de inseguridad económica y apatía política de la ciudadanía alemana". Sí lo habría conseguido la líder de BSW, aunque por un camino que no comparten en absoluto en las filas de Sumar: "No es la solución y no nos reconocemos en su propuesta".
Desde un punto de vista general, el líder de Izquierda Unida (IU), Antonio Maíllo, en declaraciones para este medio, enfatiza la importancia de que la izquierda "no rehúya ningún debate" y de que atienda "las condiciones materiales de la clase trabajadora con recuperación de un sentido común en nuestras posiciones políticas, combatiendo todas las desigualdades, también las de origen o género".
Da una gran relevancia, por otra parte, a la "unidad" de las izquierdas y apunta que fue precisamente "la fragmentación y la desunión de las izquierdas" en el siglo XX una de las causas, entre otras tantas, del ascenso del nazismo. Traza, por ello, un paralelismo con los buenos resultados de AfD.
Podemos no sitúa a Wagenknecht en la izquierdaEn Podemos avisan: "El resultado electoral [en Turingia y Sajonia] es preocupante porque demuestra que no solo hay una ola reaccionaria que está sacudiendo toda Europa, sino que ese discurso está permeando y contaminado a todos los partidos". Por ejemplo, en la Alianza de Wagenknecht, formación que, en cualquier caso, los morados no consideran de izquierdas: "Una formación racista nunca puede ser de izquierdas". Tiene "muchos puntos en común", completan, "con la extrema derecha".
La formación que lidera Ione Belarra pone el acento, por otra parte, en la preocupante línea discursiva que, siempre según su punto de vista, estarían adoptando los dos partidos españoles mayoritarios —PP y PSOE— que "copian la línea política racista de Vox". Tanto Podemos, como Sumar han sido muy duros con el giro en el posicionamiento de Pedro Sánchez en lo referente al "retorno" de migrantes.
ERC también rechaza a WagenknechtEs una postura muy similar a la que mantienen en Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Una voz autorizada del partido ve con estupor el escenario alemán, especialmente la victoria de la ultraderecha de AfD en Turingia, pero también la irrupción en el escenario político germano de Wagenknecht, a la que tampoco consideran parte de la izquierda porque "no se enmarca en lo que podríamos considerar un discurso de izquierdas".
En cuanto a los posicionamientos antiinmigración que han obtenido tanto rédito electoral en Turingia y Sajonia, los republicanos catalanes apuntan que se trata "de un pasito más de la guerra cultural del imperio de la mentira", instaurado por parte de "fuerzas terriblemente reaccionarias con palancas para interpelar a la clase trabajadora". Sobre todo, a través de las redes sociales. "Buscan", completan desde ERC, "fomentar lo peor del ser humano para intentar destruir la sociedad tal y como la conocemos".
Algo más indulgentes se muestran en el Bloque Nacionalista Galego (BNG), que como el resto de formaciones critican especialmente los posicionamientos antiinmigración de Wagenknecht, pero reconocen que la formación tiene "luces y sombras". Esas luces son "algunos posicionamientos de izquierdas abandonados por las otras fuerzas políticas", tales como "el antimilitarismo o el rechazo a la OTAN". También destacan que Wagenknecht haya "vuelto a situar la política económica y social en el centro del debate político".
Se trata de una formación que se escindió de La Izquierda (Die Linke) y cuyos postulados han abierto un gran debate en el país germano y en toda Europa al presentar compatibilidades con la extrema derecha, por ejemplo, en materia migratoria. Entre las izquierdas españolas existe un cierto nivel de alarma, aunque no temor.
Ninguna de las voces de los distintos partidos políticos consultadas consideran que en España se dé el caldo de cultivo específico para que una fuerza como BSW, que podría enmarcarse en lo que se conoce como izquierda iliberal y que ha fundamentado parte de su campaña electoral en un discurso muy crítico con la inmigración, pudiera obtener un éxito electoral comparable al de Alemania. De todas formas, sí transmiten una cierta preocupación por el caso alemán y deslizan la importancia de conectar con los problemas de la ciudadanía y ofrecer soluciones para no dar lugar a derivas de ese tipo. Es algo de lo que ha adolecido La Izquierda, que se ha topado con un portazo de unas dimensiones muy considerables del electorado.
Fuentes de Sumar tachan de "inquietante" para la izquierda alemana que haya penetrado de lleno en el tablero político una formación que "criminaliza a la población migrante, estigmatiza al colectivo LGTBI, compra el discurso antivacunas y ha tenido numerosas declaraciones ambivalentes con el régimen de Putin y su invasión de Ucrania".
Y en este punto, surge una pregunta: ¿podría irrumpir con fuerza un partido como Alianza Sahra Wagenknecht en el escenario español? El interrogante es especialmente pertinente en un momento en el que las encuestas dan muy malos números a los dos principales partidos de izquierdas españoles. El último sondeo que ha publicado el diario El País da a los de Yolanda Díaz un 6,1% en intención de voto y a Podemos, un 2,7% en unas eventuales elecciones generales.
En cambio, una opción como Se Acabó La Fiesta, liderada por Alvise Pérez, que defiende postulados antiinmigratorios y antifeministas, escala hasta el 4,7%. Vox se mantiene por encima del 10%.
A la pregunta, las fuentes de Sumar responden de forma muy clara: "No existe un electorado [en España] para una formación que mezcle valores de extrema derecha y de izquierda", en referencia a un caso como el de BSW, que el socio minoritario del Gobierno español considera "un caso particular" de Alemania no extrapolable.
"La única seguridad y solidaridad social", completan en conversación con Público, "pasa por no hacer distinción de etnia, identidad u orientación sexual, ni de país de origen" e insisten en lo perverso de "enfrentar al último con el penúltimo". Ya en la rueda de prensa de este lunes, Lara Hernández y Elisabeth Duval —secretarias de Organización y Comunicación de Sumar, respectivamente— han remarcado la importancia de que la izquierda, en ninguna de sus formas, caiga en la tentación de adoptar marcos de la derecha o de la extrema derecha.
En cualquier caso, desde el partido de Yolanda Díaz sí reconocen que los buenos resultados de Wagenknecht son un "síntoma" de que "las fuerzas progresistas alemanas no están sabiendo dar soluciones a los problemas de inseguridad económica y apatía política de la ciudadanía alemana". Sí lo habría conseguido la líder de BSW, aunque por un camino que no comparten en absoluto en las filas de Sumar: "No es la solución y no nos reconocemos en su propuesta".
Desde un punto de vista general, el líder de Izquierda Unida (IU), Antonio Maíllo, en declaraciones para este medio, enfatiza la importancia de que la izquierda "no rehúya ningún debate" y de que atienda "las condiciones materiales de la clase trabajadora con recuperación de un sentido común en nuestras posiciones políticas, combatiendo todas las desigualdades, también las de origen o género".
Da una gran relevancia, por otra parte, a la "unidad" de las izquierdas y apunta que fue precisamente "la fragmentación y la desunión de las izquierdas" en el siglo XX una de las causas, entre otras tantas, del ascenso del nazismo. Traza, por ello, un paralelismo con los buenos resultados de AfD.
Podemos no sitúa a Wagenknecht en la izquierdaEn Podemos avisan: "El resultado electoral [en Turingia y Sajonia] es preocupante porque demuestra que no solo hay una ola reaccionaria que está sacudiendo toda Europa, sino que ese discurso está permeando y contaminado a todos los partidos". Por ejemplo, en la Alianza de Wagenknecht, formación que, en cualquier caso, los morados no consideran de izquierdas: "Una formación racista nunca puede ser de izquierdas". Tiene "muchos puntos en común", completan, "con la extrema derecha".
La formación que lidera Ione Belarra pone el acento, por otra parte, en la preocupante línea discursiva que, siempre según su punto de vista, estarían adoptando los dos partidos españoles mayoritarios —PP y PSOE— que "copian la línea política racista de Vox". Tanto Podemos, como Sumar han sido muy duros con el giro en el posicionamiento de Pedro Sánchez en lo referente al "retorno" de migrantes.
ERC también rechaza a WagenknechtEs una postura muy similar a la que mantienen en Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Una voz autorizada del partido ve con estupor el escenario alemán, especialmente la victoria de la ultraderecha de AfD en Turingia, pero también la irrupción en el escenario político germano de Wagenknecht, a la que tampoco consideran parte de la izquierda porque "no se enmarca en lo que podríamos considerar un discurso de izquierdas".
En cuanto a los posicionamientos antiinmigración que han obtenido tanto rédito electoral en Turingia y Sajonia, los republicanos catalanes apuntan que se trata "de un pasito más de la guerra cultural del imperio de la mentira", instaurado por parte de "fuerzas terriblemente reaccionarias con palancas para interpelar a la clase trabajadora". Sobre todo, a través de las redes sociales. "Buscan", completan desde ERC, "fomentar lo peor del ser humano para intentar destruir la sociedad tal y como la conocemos".
Algo más indulgentes se muestran en el Bloque Nacionalista Galego (BNG), que como el resto de formaciones critican especialmente los posicionamientos antiinmigración de Wagenknecht, pero reconocen que la formación tiene "luces y sombras". Esas luces son "algunos posicionamientos de izquierdas abandonados por las otras fuerzas políticas", tales como "el antimilitarismo o el rechazo a la OTAN". También destacan que Wagenknecht haya "vuelto a situar la política económica y social en el centro del debate político".
Notas de Andrés Pierantoni: Porque, si bien el enfoque de Narbona es un excelente Exocet en la línea de flotación de la cultura "postmo" y del pensamiento "woken" (cuando habla de "consignas identitarias elaboradas en departamentos universitarios" le faltó agregar "financiados por la CIA", como se demuestra con el analisis sobre la cultura "woken") sigue definiendo, sin embargo, como "nueva izquierda" un pensamiento que corroe los cimientos de la cultura y luchas populares, propiciando insolidaridad y desunión.
He oído decir que el Ché hablaba de 3 "estadios de realización", por así llamarlos, del ser humano:
- ser "hombre", fuera de un concepto de género (honestidad, lealtad, coraje)
- ser revolucionario (sentir cualquier injusticia en cualquier parte del mundo como si fuera en carne propia) y
- ser comunista (organización, disciplina, cero individualismo, desprendimiento).
Una cultura de la "nueva izquierda" que destruya al "hombre" y al "revolucionario" puede tener (y, de hecho, los tiene) los mismos efectos que la de la "nueva derecha" ("pobreza, desigualdad y pérdida de libertades y derechos") o incluso peores porque, al apelar al "globalismo", apunta a un "supra-gobierno global" controlable y visible sólo para el "1%".
De allí al tema de la guerra e incluso de una guerra permanente, como mecanismo funcional al proyecto de una humanidad totalmente alienada, el paso es corto.
Lógicamente, este tipo de mensajes crea resquemores en amplios sectores sociales.
Por lo tanto, hay que hacer potable la estrategia externa: de allí la "oferta electoral" de la Kamala es clara en tal sentido: "uds. nos dejan manos libres con Rusia, Medio Oriente, Taiwán, etc. y, a cambio, les devolvemos un pedacito del "Estado de Bienestar" (que volverían a quitar al día siguiente, de lograr sus objetivos, como hicieron cuando se produjo el "desmerengamiento" de la URSS).
De allí la verdadera "nueva izquierda" es la que recupera, si bien con algunos elementos nuevos, las viejas banderas de la justicia social, como está ocurriendo en Alemania con el fenómeno Sahra Wagenknecht y su novísimo partido 👇
He oído decir que el Ché hablaba de 3 "estadios de realización", por así llamarlos, del ser humano:
- ser "hombre", fuera de un concepto de género (honestidad, lealtad, coraje)
- ser revolucionario (sentir cualquier injusticia en cualquier parte del mundo como si fuera en carne propia) y
- ser comunista (organización, disciplina, cero individualismo, desprendimiento).
Una cultura de la "nueva izquierda" que destruya al "hombre" y al "revolucionario" puede tener (y, de hecho, los tiene) los mismos efectos que la de la "nueva derecha" ("pobreza, desigualdad y pérdida de libertades y derechos") o incluso peores porque, al apelar al "globalismo", apunta a un "supra-gobierno global" controlable y visible sólo para el "1%".
De allí al tema de la guerra e incluso de una guerra permanente, como mecanismo funcional al proyecto de una humanidad totalmente alienada, el paso es corto.
Lógicamente, este tipo de mensajes crea resquemores en amplios sectores sociales.
Por lo tanto, hay que hacer potable la estrategia externa: de allí la "oferta electoral" de la Kamala es clara en tal sentido: "uds. nos dejan manos libres con Rusia, Medio Oriente, Taiwán, etc. y, a cambio, les devolvemos un pedacito del "Estado de Bienestar" (que volverían a quitar al día siguiente, de lograr sus objetivos, como hicieron cuando se produjo el "desmerengamiento" de la URSS).
De allí la verdadera "nueva izquierda" es la que recupera, si bien con algunos elementos nuevos, las viejas banderas de la justicia social, como está ocurriendo en Alemania con el fenómeno Sahra Wagenknecht y su novísimo partido 👇
¿QUIÉN TIENE MIEDO A SAHRA WAGENKNECHT?
La "izquierdista conservadora" de Alemania que redefinió el populismo
Thomas Fazi
Pocos habrían predicho que Alemania –conocida desde hace mucho tiempo por tener la política más aburrida del continente– se convertiría en el epicentro de la nueva revuelta populista de Europa, y mucho menos de una que provendría tanto de la derecha como de la izquierda. Y, sin embargo, eso es exactamente lo que está sucediendo. En las recientes elecciones europeas, como se esperaba, el populista de derecha Alternativa para Alemania (AfD) superó por primera vez al SPD de centroizquierda, convirtiéndose en el segundo partido más grande del país después de la alianza de centroderecha CDU/CSU.
Mientras tanto, los dos partidos principales obtuvieron menos del 45% de los votos, frente al 70% hace apenas 20 años. Fue el mayor colapso de la corriente política alemana desde la reunificación. La verdadera sorpresa, sin embargo, fue el impresionante desempeño de un nuevo partido populista de izquierda lanzado unos meses antes por el ícono de la izquierda radical alemana: la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW). En total, el partido obtuvo el 6,2% de los votos; pero, al igual que AfD en elecciones anteriores, obtuvo resultados mucho mejores en el este del país, con cifras de dos dígitos en todos estos estados, pero sólo el 5% en el oeste. Más que nada, las elecciones revelaron que la Alemania posterior a la reunificación sigue profundamente dividida a lo largo de su antigua frontera: mientras que los alemanes occidentales también están dando señales de una creciente insatisfacción con la actual coalición SPD-Verdes-FDP, pero permanecen dentro de las fronteras políticas, los alemanes orientales se están rebelando. contra su propio establishment político.
Así pues, con elecciones estatales que se celebrarán en tres estados del este el próximo mes (en Sajonia y Turingia este fin de semana, y en Brandeburgo el 22 de septiembre), no es de extrañar que el centro alemán se esté preparando para el colapso. Pero si bien es una conclusión inevitable que el AfD obtendrá avances masivos, con el partido liderando las encuestas en dos de los tres estados, la verdadera sorpresa puede ser una vez más el nuevo partido de Sahra Wagenknecht, que actualmente obtiene entre el 11% y el 19% en las encuestas. Por ahora, Wagenknecht ha descartado formar gobiernos de coalición regionales con el AfD, así como con cualquier partido que apoye las entregas de armas a Ucrania (lo que significa la mayoría de los partidos tradicionales). Pero su mera presencia en las urnas erosionará aún más el apoyo a la coalición gobernante y hará muy difícil, si no imposible, que esta última forme gobiernos de coalición centristas a nivel estatal. El fenómeno Wagenknecht es fascinante (y único) por varias razones. No sólo ha logrado establecer a BSW como una de las principales fuerzas políticas del país en cuestión de meses, sino que también se presenta con una plataforma única en el panorama político occidental, al menos entre los partidos electoralmente relevantes. Aunque Wagenknecht tiende a evitar enmarcar a su partido en términos cansados de izquierda-derecha, su plataforma puede describirse mejor como de izquierda conservadora.
En resumen, esto significa que mezcla demandas que anteriormente estarían asociadas con la izquierda socialista-laborista (políticas gubernamentales intervencionistas y redistributivas para regular las fuerzas del mercado capitalista, pensiones y salarios mínimos más altos, generosas políticas de bienestar y seguridad social, impuestos sobre la riqueza) con posiciones que hoy se caracterizarían como culturalmente conservadoras: ante todo, un reconocimiento de la importancia de preservar y promover las tradiciones, la estabilidad, la seguridad y el sentido de comunidad. Esto implica inevitablemente políticas de inmigración más restrictivas y un rechazo del dogma multiculturalista, en el que las minorías se niegan a reconocer la superioridad de las reglas comunes, amenazando la cohesión social. Como dice el texto fundacional del partido: “La inmigración y la convivencia de diferentes culturas pueden ser enriquecedoras. Sin embargo, esto sólo se aplica mientras la afluencia se limite a un nivel que no abrume a nuestro país y su infraestructura, y mientras la integración se promueva activamente y sea exitosa”. Cómo se ve esto en la práctica quedó claro en 2015, cuando Wagenknecht criticó duramente la decisión de la entonces canciller Angela Merkel de dejar entrar a cientos de miles de solicitantes de asilo, invocando el mantra “¡Wir schaffen das!” (“¡Podemos hacer esto!”). Un año más tarde, tras una serie de ataques terroristas perpetrados por inmigrantes, Wagenknecht emitió un comunicado que decía: “La acogida e integración de un gran número de refugiados e inmigrantes está asociada a problemas considerables y es más difícil que el frívolo 'Podemos hacerlo'. ¡de!' Merkel”.
Más recientemente, tras un ataque mortal con cuchillo en Mannheim, Wagenknecht volvió a atacar las políticas de inmigración del gobierno: “Básicamente, también financiamos la radicalización [del atacante migrante]. Vivía a costa nuestra, del dinero de los ciudadanos”. Su enfoque en los beneficios aquí es crucial. Para Wagenknecht, la promoción de la cohesión social, incluida la restricción de los flujos de inmigración, no sólo debe verse como un fin positivo en sí mismo, por ejemplo por razones de seguridad pública, sino también como una condición previa para la aplicación de políticas económicamente redistributivas. la democracia misma. Sólo una comunidad política definida por una identidad colectiva –un demos– es capaz de comprometerse con un discurso democrático y un proceso de toma de decisiones relacionado, y de generar los vínculos emocionales y de solidaridad necesarios para legitimar y sostener políticas redistributivas entre clases y/o regiones. En pocas palabras, si no hay demos, no puede haber democracia efectiva, y mucho menos socialdemocracia. Por supuesto, lo contrario también es cierto: la cohesión social necesaria para sostener al demos sólo puede florecer en un contexto en el que el Estado interviene para frenar los efectos socialmente destructivos del capitalismo desenfrenado (incluido el impulso hacia el libre flujo de mano de obra). En otras palabras, no hay contradicción entre ser económicamente de izquierdas y culturalmente conservador, dice Wagenknecht; más bien, las dos cosas van de la mano. Ninguno de los dos es un concepto particularmente nuevo, añade: ésta era básicamente la plataforma (ganadora) de la mayoría de los partidos socialistas y socialdemócratas europeos de la vieja escuela.
Esta es también la razón por la que Wagenknecht pone gran énfasis en la importancia de la soberanía nacional y es muy crítico con la Unión Europea: no sólo porque la UE es fundamentalmente antidemocrática y propensa a la captura oligárquica, sino porque no puede ser de otra manera, dado que hoy en día el Estado-nación sigue siendo la principal fuente de identidad colectiva y del sentido de pertenencia de las personas y, por tanto, la única institución territorial (o al menos la más grande) a través de la cual es posible organizar la democracia y lograr el equilibrio social. Como expresó: “El llamado a 'el fin del Estado-nación' es, en última instancia, un llamado a 'el fin de la democracia y el Estado de bienestar'”. En resumen, Sahra Wagenknecht es todo menos una típica izquierdista occidental.
Ahora bien, esto tiene que ver en parte con el hecho de que nació al otro lado del Telón de Acero, en la antigua Alemania Oriental, en 1969. Se interesó por la filosofía y la economía marxistas cuando era adolescente, pero el fin de la RDA socialista en 1989 fue, según su biógrafo Christian Schneider, "el momento en el que nació el político Wagenknecht". Lo experimentó como un "horror único": como muchos alemanes orientales, creía en un socialismo reformado, no en abrazar el camino capitalista de Alemania Occidental. Ese mismo año se unió al Partido Comunista de Alemania Oriental, poco antes de la caída del Muro de Berlín, y luego, después de la reunificación, se convirtió en una de las principales figuras del sucesor del partido, el Partido del Socialismo Democrático (PDS). Ya entonces destacaba por ser más radical y conservadora que sus pares comunistas. "Había ahora una joven que deseaba desesperadamente volver a los viejos tiempos" de la RDA, como dijo un ex líder del PDS.
Cuando, en 2007, el PDS se fusionó con un SPD dividido para formar Die Linke (La Izquierda), Wagenknecht emergió rápidamente como una de las voces principales del partido y el rostro de la izquierda radical de Alemania. El apoyo a Die Linke se disparó hasta el 12% de los votos en las elecciones al Bundestag de 2009, y se mantuvo cerca de esa cifra durante casi una década. Wagenknecht también se convirtió en una figura clave en el parlamento alemán, ocupando el cargo de copresidente parlamentario de su partido de 2015 a 2019 y como líder de la oposición (contra la gran coalición de la canciller Angela Merkel) hasta 2017. Fue allí donde se ganó una reputación por su poderosa retórica y capacidad para desafiar las narrativas políticas tradicionales. Su relación con Die Linke, sin embargo, se volvió cada vez más tensa con el paso de los años: mientras el partido estaba atrapado por el tipo de "neoliberalismo progresista" que ha infectado, en un grado u otro, a todos los partidos de izquierda occidentales, Wagenknecht se mantuvo fiel a su raíces socialistas de la vieja escuela. Sus opiniones sobre la inmigración y otras cuestiones, que antes no habrían sido motivo de controversia en los círculos socialistas, se estaban convirtiendo rápidamente en un anatema en la izquierda. Finalmente, en noviembre de 2019, Wagenknecht anunció su dimisión como líder parlamentario, alegando agotamiento. Dos años más tarde, en las elecciones federales, Die Linke obtuvo menos del 5% de los votos y perdió casi la mitad de sus escaños: el peor resultado de su historia. Para Wagenknecht esto no fue una sorpresa.
En un libro ampliamente discutido publicado el mismo año, Die Selbstgerechten (“Autojusticia”), Wagenknecht explicó las razones de su creciente alienación de la izquierda dominante. “Izquierda”, sostiene, solía ser sinónimo de mejorar las vidas de la gente común y corriente obligada a mantenerse a sí misma a través de su (a menudo agotador) trabajo; Sin embargo, el movimiento progresista actual ha llegado a estar dominado por lo que Wagenknecht llama la “izquierda del estilo de vida”, cuyos miembros “ya no sitúan los problemas sociales y político-económicos en el centro de la política de izquierda. En lugar de tales preocupaciones, promueven preguntas sobre el estilo de vida, los hábitos de consumo y las actitudes morales”. Señala además que, lejos de ser liberales, los izquierdistas actuales tienden a ser cruelmente autoritarios. Para Wagenknecht, el tono autoritario de este nuevo movimiento quedó claro durante la pandemia. A diferencia de prácticamente todos sus colegas (y de la mayor parte de la izquierda alemana), Wagenknecht se convirtió en una dura crítica de los “bloqueos interminables” del gobierno y del programa coercitivo de vacunación masiva (se negó a vacunarse). Desde la invasión rusa de Ucrania, Wagenknecht también se ha convertido en el crítico más acérrimo del apoyo militar de Alemania a Ucrania y del régimen de sanciones. Esto aumentó su enemistad con Die Linke, que votó a favor de sanciones económicas contra Rusia. En ese momento, su división se volvió inevitable y, finalmente, a finales del año pasado, Wagenknecht anunció el lanzamiento de su nuevo partido. La elección llevó al desmantelamiento de Die Linke, que se vio obligada a disolver su facción parlamentaria y prácticamente ha desaparecido del mapa político, obteniendo sólo el 2,7% de los votos en las elecciones europeas de junio.
Desde el lanzamiento de BSW, Wagenknecht ha situado la cuestión de la distensión con Rusia en el centro de la plataforma de su partido. En varias ocasiones, ha destacado cómo la subordinación de Alemania a la estrategia de guerra por poderes de Estados Unidos y la OTAN en Ucrania y la negativa a entablar negociaciones diplomáticas con Rusia son contraproducentes tanto desde el punto de vista económico como geopolítico. No sólo el embargo de petróleo y gas contra Rusia es la principal razón del colapso de la economía alemana, sino que el gobierno, dijo ante el Bundestag, "está jugando negligentemente con la seguridad y, en el peor de los casos, con las vidas de millones de personas en Alemania". Más recientemente, condenó enérgicamente el plan del gobierno de desplegar misiles estadounidenses de largo alcance en territorio alemán y, quizás de manera más dramática, cuestionó la historia que rodea al ataque Nord Stream. De hecho, tras las recientes revelaciones sobre el posible encubrimiento de la participación ucraniana por parte del gobierno alemán, pidió una investigación pública, diciendo que "si las autoridades alemanas hubieran sabido de antemano sobre el plan para atacar Nord Stream 1 y 2, habríamos tenido el escándalo del siglo en la política alemana". Es importante señalar que Wagenknecht ve la oposición a la guerra por poderes contra Rusia como parte de una remodelación mucho más profunda de la estrategia geopolítica de Alemania. Su objetivo, como escribió Wolfgang Streeck, es "liberarlo del control geoestratégico de Estados Unidos, guiado por los intereses de supervivencia nacional alemanes en lugar de Nibelungentreue, o la lealtad al reclamo estadounidense de dominación política global". Esto implica necesariamente el restablecimiento de relaciones políticas y económicas de largo plazo con Rusia, lo que potencialmente podría sentar las bases de una nueva arquitectura de seguridad euroasiática, e incluso de una comunidad euroasiática de estados y economías.
Por otra parte, Wagenknecht criticó las políticas “verdes” y de afirmación de género del gobierno, argumentando que “el suministro de energía de Alemania no puede actualmente garantizarse únicamente con energías renovables” y votó en contra de un proyecto de ley aprobado por el parlamento alemán a principios de este año para facilitar el cambio legal de género. “Su ley convierte a padres e hijos en conejillos de indias de una ideología que sólo beneficia al lobby farmacéutico”, afirmó. Si esto parece sencillo es porque lo es. Pero en conjunto, la economía izquierdista de la vieja escuela de Wagenknecht, su política exterior pro paz y anti-OTAN y su perspectiva cultural conservadora están resonando entre los votantes. Y como resultado, ahora se encuentra en la mira tanto del establishment como de sus competidores populistas. De hecho, en la derecha en particular, la crítica común que se le dirige es que, al alejar a los votantes del AfD, está debilitando y dividiendo el frente populista de Alemania.
Sin embargo, la evidencia de esto es algo inestable. En cambio, las encuestas de opinión muestran que el surgimiento del BSW no parece haber afectado demasiado a AfD, que sigue manteniendo una cuota de voto del 30% en varios estados del este de Alemania y del 20% a nivel nacional. De hecho, según un estudio reciente de la Fundación Hans Böckler, el BSW está atrayendo a votantes principalmente del centro y la izquierda (Die Linke y el SPD) más que del AfD. La agenda económica incondicionalmente izquierdista del BSW, que lo pone en desacuerdo con la política económica neoliberal del AfD, parece ser clave en este caso: el estudio muestra que el BSW atrae apoyo principalmente de grupos socialmente marginados y de bajos ingresos (tradicionalmente, el grupo) objetivo clásico de los partidos socialdemócratas. Esto también explica por qué disfruta de un apoyo mucho más fuerte en Alemania Oriental, que tiene un PIB per cápita y salarios significativamente más bajos, y tasas de desempleo y pobreza más altas que Alemania Occidental. Esto sugiere que la agenda conservadora de izquierda de Wagenknecht está llenando un espacio político previamente vacante, atrayendo a los votantes alemanes que están desilusionados con la política dominante e incluso muy críticos con la inmigración, pero que todavía se sienten incómodos votando por un partido que tiene innegablemente rasgos xenófobos o racistas.
BSW, por otro lado, representa una opción “no extremista” mucho más aceptable para estos potenciales votantes populistas. Esto se ve confirmado aún más por el hecho de que a pesar de su postura dura sobre la inmigración, el BSW parece estar ganando un número superior al promedio de votantes de origen migrante, un grupo demográfico que tradicionalmente vota por partidos de centro izquierda. En resumen, la evidencia sugiere que Wagenknecht en realidad está ampliando el frente populista en lugar de simplemente expulsar al grupo populista existente.
Es esto, junto con el hecho de que Wagenknecht se encuentra entre los tres políticos más populares de Alemania, lo que explica por qué el establishment decidió atacar. En las últimas semanas, los medios de comunicación han lanzado una campaña implacable contra Wagenknecht y la BSW, como era de esperar, centrada en acusaciones de que ella es una "propagandista rusa" o "Vladimir Putinova", como la llamó un artículo. Aún más desesperadamente, algunos han tratado de pintar a Wagenknecht, un comunista literal, como un "extremista de extrema derecha". Esta misma semana, Politico, propiedad del titán de los medios alemanes Axel Springer, preguntó sin ironía: "¿Está la superestrella en ascenso de Alemania tan de izquierda que es de extrema derecha?". La respuesta, por supuesto, es aburrido nein. Y sin duda, los resultados de este fin de semana plantearán una pregunta mucho más interesante: con las elecciones generales programadas para el próximo año, ¿Ha encontrado Alemania finalmente un político capaz de romper su muro ideológico?
Mientras tanto, los dos partidos principales obtuvieron menos del 45% de los votos, frente al 70% hace apenas 20 años. Fue el mayor colapso de la corriente política alemana desde la reunificación. La verdadera sorpresa, sin embargo, fue el impresionante desempeño de un nuevo partido populista de izquierda lanzado unos meses antes por el ícono de la izquierda radical alemana: la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW). En total, el partido obtuvo el 6,2% de los votos; pero, al igual que AfD en elecciones anteriores, obtuvo resultados mucho mejores en el este del país, con cifras de dos dígitos en todos estos estados, pero sólo el 5% en el oeste. Más que nada, las elecciones revelaron que la Alemania posterior a la reunificación sigue profundamente dividida a lo largo de su antigua frontera: mientras que los alemanes occidentales también están dando señales de una creciente insatisfacción con la actual coalición SPD-Verdes-FDP, pero permanecen dentro de las fronteras políticas, los alemanes orientales se están rebelando. contra su propio establishment político.
Así pues, con elecciones estatales que se celebrarán en tres estados del este el próximo mes (en Sajonia y Turingia este fin de semana, y en Brandeburgo el 22 de septiembre), no es de extrañar que el centro alemán se esté preparando para el colapso. Pero si bien es una conclusión inevitable que el AfD obtendrá avances masivos, con el partido liderando las encuestas en dos de los tres estados, la verdadera sorpresa puede ser una vez más el nuevo partido de Sahra Wagenknecht, que actualmente obtiene entre el 11% y el 19% en las encuestas. Por ahora, Wagenknecht ha descartado formar gobiernos de coalición regionales con el AfD, así como con cualquier partido que apoye las entregas de armas a Ucrania (lo que significa la mayoría de los partidos tradicionales). Pero su mera presencia en las urnas erosionará aún más el apoyo a la coalición gobernante y hará muy difícil, si no imposible, que esta última forme gobiernos de coalición centristas a nivel estatal. El fenómeno Wagenknecht es fascinante (y único) por varias razones. No sólo ha logrado establecer a BSW como una de las principales fuerzas políticas del país en cuestión de meses, sino que también se presenta con una plataforma única en el panorama político occidental, al menos entre los partidos electoralmente relevantes. Aunque Wagenknecht tiende a evitar enmarcar a su partido en términos cansados de izquierda-derecha, su plataforma puede describirse mejor como de izquierda conservadora.
En resumen, esto significa que mezcla demandas que anteriormente estarían asociadas con la izquierda socialista-laborista (políticas gubernamentales intervencionistas y redistributivas para regular las fuerzas del mercado capitalista, pensiones y salarios mínimos más altos, generosas políticas de bienestar y seguridad social, impuestos sobre la riqueza) con posiciones que hoy se caracterizarían como culturalmente conservadoras: ante todo, un reconocimiento de la importancia de preservar y promover las tradiciones, la estabilidad, la seguridad y el sentido de comunidad. Esto implica inevitablemente políticas de inmigración más restrictivas y un rechazo del dogma multiculturalista, en el que las minorías se niegan a reconocer la superioridad de las reglas comunes, amenazando la cohesión social. Como dice el texto fundacional del partido: “La inmigración y la convivencia de diferentes culturas pueden ser enriquecedoras. Sin embargo, esto sólo se aplica mientras la afluencia se limite a un nivel que no abrume a nuestro país y su infraestructura, y mientras la integración se promueva activamente y sea exitosa”. Cómo se ve esto en la práctica quedó claro en 2015, cuando Wagenknecht criticó duramente la decisión de la entonces canciller Angela Merkel de dejar entrar a cientos de miles de solicitantes de asilo, invocando el mantra “¡Wir schaffen das!” (“¡Podemos hacer esto!”). Un año más tarde, tras una serie de ataques terroristas perpetrados por inmigrantes, Wagenknecht emitió un comunicado que decía: “La acogida e integración de un gran número de refugiados e inmigrantes está asociada a problemas considerables y es más difícil que el frívolo 'Podemos hacerlo'. ¡de!' Merkel”.
Más recientemente, tras un ataque mortal con cuchillo en Mannheim, Wagenknecht volvió a atacar las políticas de inmigración del gobierno: “Básicamente, también financiamos la radicalización [del atacante migrante]. Vivía a costa nuestra, del dinero de los ciudadanos”. Su enfoque en los beneficios aquí es crucial. Para Wagenknecht, la promoción de la cohesión social, incluida la restricción de los flujos de inmigración, no sólo debe verse como un fin positivo en sí mismo, por ejemplo por razones de seguridad pública, sino también como una condición previa para la aplicación de políticas económicamente redistributivas. la democracia misma. Sólo una comunidad política definida por una identidad colectiva –un demos– es capaz de comprometerse con un discurso democrático y un proceso de toma de decisiones relacionado, y de generar los vínculos emocionales y de solidaridad necesarios para legitimar y sostener políticas redistributivas entre clases y/o regiones. En pocas palabras, si no hay demos, no puede haber democracia efectiva, y mucho menos socialdemocracia. Por supuesto, lo contrario también es cierto: la cohesión social necesaria para sostener al demos sólo puede florecer en un contexto en el que el Estado interviene para frenar los efectos socialmente destructivos del capitalismo desenfrenado (incluido el impulso hacia el libre flujo de mano de obra). En otras palabras, no hay contradicción entre ser económicamente de izquierdas y culturalmente conservador, dice Wagenknecht; más bien, las dos cosas van de la mano. Ninguno de los dos es un concepto particularmente nuevo, añade: ésta era básicamente la plataforma (ganadora) de la mayoría de los partidos socialistas y socialdemócratas europeos de la vieja escuela.
Esta es también la razón por la que Wagenknecht pone gran énfasis en la importancia de la soberanía nacional y es muy crítico con la Unión Europea: no sólo porque la UE es fundamentalmente antidemocrática y propensa a la captura oligárquica, sino porque no puede ser de otra manera, dado que hoy en día el Estado-nación sigue siendo la principal fuente de identidad colectiva y del sentido de pertenencia de las personas y, por tanto, la única institución territorial (o al menos la más grande) a través de la cual es posible organizar la democracia y lograr el equilibrio social. Como expresó: “El llamado a 'el fin del Estado-nación' es, en última instancia, un llamado a 'el fin de la democracia y el Estado de bienestar'”. En resumen, Sahra Wagenknecht es todo menos una típica izquierdista occidental.
Ahora bien, esto tiene que ver en parte con el hecho de que nació al otro lado del Telón de Acero, en la antigua Alemania Oriental, en 1969. Se interesó por la filosofía y la economía marxistas cuando era adolescente, pero el fin de la RDA socialista en 1989 fue, según su biógrafo Christian Schneider, "el momento en el que nació el político Wagenknecht". Lo experimentó como un "horror único": como muchos alemanes orientales, creía en un socialismo reformado, no en abrazar el camino capitalista de Alemania Occidental. Ese mismo año se unió al Partido Comunista de Alemania Oriental, poco antes de la caída del Muro de Berlín, y luego, después de la reunificación, se convirtió en una de las principales figuras del sucesor del partido, el Partido del Socialismo Democrático (PDS). Ya entonces destacaba por ser más radical y conservadora que sus pares comunistas. "Había ahora una joven que deseaba desesperadamente volver a los viejos tiempos" de la RDA, como dijo un ex líder del PDS.
Cuando, en 2007, el PDS se fusionó con un SPD dividido para formar Die Linke (La Izquierda), Wagenknecht emergió rápidamente como una de las voces principales del partido y el rostro de la izquierda radical de Alemania. El apoyo a Die Linke se disparó hasta el 12% de los votos en las elecciones al Bundestag de 2009, y se mantuvo cerca de esa cifra durante casi una década. Wagenknecht también se convirtió en una figura clave en el parlamento alemán, ocupando el cargo de copresidente parlamentario de su partido de 2015 a 2019 y como líder de la oposición (contra la gran coalición de la canciller Angela Merkel) hasta 2017. Fue allí donde se ganó una reputación por su poderosa retórica y capacidad para desafiar las narrativas políticas tradicionales. Su relación con Die Linke, sin embargo, se volvió cada vez más tensa con el paso de los años: mientras el partido estaba atrapado por el tipo de "neoliberalismo progresista" que ha infectado, en un grado u otro, a todos los partidos de izquierda occidentales, Wagenknecht se mantuvo fiel a su raíces socialistas de la vieja escuela. Sus opiniones sobre la inmigración y otras cuestiones, que antes no habrían sido motivo de controversia en los círculos socialistas, se estaban convirtiendo rápidamente en un anatema en la izquierda. Finalmente, en noviembre de 2019, Wagenknecht anunció su dimisión como líder parlamentario, alegando agotamiento. Dos años más tarde, en las elecciones federales, Die Linke obtuvo menos del 5% de los votos y perdió casi la mitad de sus escaños: el peor resultado de su historia. Para Wagenknecht esto no fue una sorpresa.
En un libro ampliamente discutido publicado el mismo año, Die Selbstgerechten (“Autojusticia”), Wagenknecht explicó las razones de su creciente alienación de la izquierda dominante. “Izquierda”, sostiene, solía ser sinónimo de mejorar las vidas de la gente común y corriente obligada a mantenerse a sí misma a través de su (a menudo agotador) trabajo; Sin embargo, el movimiento progresista actual ha llegado a estar dominado por lo que Wagenknecht llama la “izquierda del estilo de vida”, cuyos miembros “ya no sitúan los problemas sociales y político-económicos en el centro de la política de izquierda. En lugar de tales preocupaciones, promueven preguntas sobre el estilo de vida, los hábitos de consumo y las actitudes morales”. Señala además que, lejos de ser liberales, los izquierdistas actuales tienden a ser cruelmente autoritarios. Para Wagenknecht, el tono autoritario de este nuevo movimiento quedó claro durante la pandemia. A diferencia de prácticamente todos sus colegas (y de la mayor parte de la izquierda alemana), Wagenknecht se convirtió en una dura crítica de los “bloqueos interminables” del gobierno y del programa coercitivo de vacunación masiva (se negó a vacunarse). Desde la invasión rusa de Ucrania, Wagenknecht también se ha convertido en el crítico más acérrimo del apoyo militar de Alemania a Ucrania y del régimen de sanciones. Esto aumentó su enemistad con Die Linke, que votó a favor de sanciones económicas contra Rusia. En ese momento, su división se volvió inevitable y, finalmente, a finales del año pasado, Wagenknecht anunció el lanzamiento de su nuevo partido. La elección llevó al desmantelamiento de Die Linke, que se vio obligada a disolver su facción parlamentaria y prácticamente ha desaparecido del mapa político, obteniendo sólo el 2,7% de los votos en las elecciones europeas de junio.
Desde el lanzamiento de BSW, Wagenknecht ha situado la cuestión de la distensión con Rusia en el centro de la plataforma de su partido. En varias ocasiones, ha destacado cómo la subordinación de Alemania a la estrategia de guerra por poderes de Estados Unidos y la OTAN en Ucrania y la negativa a entablar negociaciones diplomáticas con Rusia son contraproducentes tanto desde el punto de vista económico como geopolítico. No sólo el embargo de petróleo y gas contra Rusia es la principal razón del colapso de la economía alemana, sino que el gobierno, dijo ante el Bundestag, "está jugando negligentemente con la seguridad y, en el peor de los casos, con las vidas de millones de personas en Alemania". Más recientemente, condenó enérgicamente el plan del gobierno de desplegar misiles estadounidenses de largo alcance en territorio alemán y, quizás de manera más dramática, cuestionó la historia que rodea al ataque Nord Stream. De hecho, tras las recientes revelaciones sobre el posible encubrimiento de la participación ucraniana por parte del gobierno alemán, pidió una investigación pública, diciendo que "si las autoridades alemanas hubieran sabido de antemano sobre el plan para atacar Nord Stream 1 y 2, habríamos tenido el escándalo del siglo en la política alemana". Es importante señalar que Wagenknecht ve la oposición a la guerra por poderes contra Rusia como parte de una remodelación mucho más profunda de la estrategia geopolítica de Alemania. Su objetivo, como escribió Wolfgang Streeck, es "liberarlo del control geoestratégico de Estados Unidos, guiado por los intereses de supervivencia nacional alemanes en lugar de Nibelungentreue, o la lealtad al reclamo estadounidense de dominación política global". Esto implica necesariamente el restablecimiento de relaciones políticas y económicas de largo plazo con Rusia, lo que potencialmente podría sentar las bases de una nueva arquitectura de seguridad euroasiática, e incluso de una comunidad euroasiática de estados y economías.
Por otra parte, Wagenknecht criticó las políticas “verdes” y de afirmación de género del gobierno, argumentando que “el suministro de energía de Alemania no puede actualmente garantizarse únicamente con energías renovables” y votó en contra de un proyecto de ley aprobado por el parlamento alemán a principios de este año para facilitar el cambio legal de género. “Su ley convierte a padres e hijos en conejillos de indias de una ideología que sólo beneficia al lobby farmacéutico”, afirmó. Si esto parece sencillo es porque lo es. Pero en conjunto, la economía izquierdista de la vieja escuela de Wagenknecht, su política exterior pro paz y anti-OTAN y su perspectiva cultural conservadora están resonando entre los votantes. Y como resultado, ahora se encuentra en la mira tanto del establishment como de sus competidores populistas. De hecho, en la derecha en particular, la crítica común que se le dirige es que, al alejar a los votantes del AfD, está debilitando y dividiendo el frente populista de Alemania.
Sin embargo, la evidencia de esto es algo inestable. En cambio, las encuestas de opinión muestran que el surgimiento del BSW no parece haber afectado demasiado a AfD, que sigue manteniendo una cuota de voto del 30% en varios estados del este de Alemania y del 20% a nivel nacional. De hecho, según un estudio reciente de la Fundación Hans Böckler, el BSW está atrayendo a votantes principalmente del centro y la izquierda (Die Linke y el SPD) más que del AfD. La agenda económica incondicionalmente izquierdista del BSW, que lo pone en desacuerdo con la política económica neoliberal del AfD, parece ser clave en este caso: el estudio muestra que el BSW atrae apoyo principalmente de grupos socialmente marginados y de bajos ingresos (tradicionalmente, el grupo) objetivo clásico de los partidos socialdemócratas. Esto también explica por qué disfruta de un apoyo mucho más fuerte en Alemania Oriental, que tiene un PIB per cápita y salarios significativamente más bajos, y tasas de desempleo y pobreza más altas que Alemania Occidental. Esto sugiere que la agenda conservadora de izquierda de Wagenknecht está llenando un espacio político previamente vacante, atrayendo a los votantes alemanes que están desilusionados con la política dominante e incluso muy críticos con la inmigración, pero que todavía se sienten incómodos votando por un partido que tiene innegablemente rasgos xenófobos o racistas.
BSW, por otro lado, representa una opción “no extremista” mucho más aceptable para estos potenciales votantes populistas. Esto se ve confirmado aún más por el hecho de que a pesar de su postura dura sobre la inmigración, el BSW parece estar ganando un número superior al promedio de votantes de origen migrante, un grupo demográfico que tradicionalmente vota por partidos de centro izquierda. En resumen, la evidencia sugiere que Wagenknecht en realidad está ampliando el frente populista en lugar de simplemente expulsar al grupo populista existente.
Es esto, junto con el hecho de que Wagenknecht se encuentra entre los tres políticos más populares de Alemania, lo que explica por qué el establishment decidió atacar. En las últimas semanas, los medios de comunicación han lanzado una campaña implacable contra Wagenknecht y la BSW, como era de esperar, centrada en acusaciones de que ella es una "propagandista rusa" o "Vladimir Putinova", como la llamó un artículo. Aún más desesperadamente, algunos han tratado de pintar a Wagenknecht, un comunista literal, como un "extremista de extrema derecha". Esta misma semana, Politico, propiedad del titán de los medios alemanes Axel Springer, preguntó sin ironía: "¿Está la superestrella en ascenso de Alemania tan de izquierda que es de extrema derecha?". La respuesta, por supuesto, es aburrido nein. Y sin duda, los resultados de este fin de semana plantearán una pregunta mucho más interesante: con las elecciones generales programadas para el próximo año, ¿Ha encontrado Alemania finalmente un político capaz de romper su muro ideológico?
Sahra Wagenknecht ha conseguido irritar tanto a la derecha como a la decadente ex izquierda “woke”, a los que deja en evidencia. La felicito por ello.
@ciudadfutura |
El nuevo fenómeno de la izquierda alemana “se la compara con Rosa Luxemburgo y es muy cercana ideológicamente a ella”
Por Dick Emanuelsson
SAHRA WAGENKNECHT es la mujer de 55 años que fue contra la corriente, no sólo en los más recientes años, sino ya en 1989, cuando se unió al Partido de Unidad Socialista (SED) de la RDA, apenas unos meses antes de la caída del Muro. Ella creía que valía la pena preservar la RDA y el socialismo, no aniquilarlo, lo que fue el resultado de la “fusión” forzosa de los dos estados alemanes.
Por Dick Emanuelsson
SAHRA WAGENKNECHT es la mujer de 55 años que fue contra la corriente, no sólo en los más recientes años, sino ya en 1989, cuando se unió al Partido de Unidad Socialista (SED) de la RDA, apenas unos meses antes de la caída del Muro. Ella creía que valía la pena preservar la RDA y el socialismo, no aniquilarlo, lo que fue el resultado de la “fusión” forzosa de los dos estados alemanes.
Pero también demuestra que el servilismo del gobierno de coalición alemán a los intereses del imperialismo estadounidense en nombre de la “democracia occidental” respecto a Ucrania e Israel está destruyendo la hegemonía del capital alemán y el nivel de vida de sus ciudadanos más pobres.
7 de septiembre de 2024
En Alemania se percibe un fuerte olor a una verdadera crisis política que podría conducir a la caída del gobierno de Olaf Scholz.
El comité de coalición de los partidos gubernamentales previsto para el miércoles no se celebrará. Después de las elecciones regionales del este, que fueron desastrosas para el SPD, los Verdes y el FDP, los partidos no se hablarán entre sí. Las relaciones entre los partidos de la coalición no eran muy buenas de todos modos, pero ahora se está desarrollando la situación de que la coalición ya no existe. Eso significa que no hay gobierno. |
La economía alemana se desploma: ¡la crisis industrial es mucho peor de lo que predijeron los expertos!
La producción industrial alemana cayó más drásticamente de lo previsto en julio, principalmente debido a una desaceleración en el sector automovilístico. Esta caída ha aumentado los temores de que la mayor economía de Europa pueda volver a contraerse en el tercer trimestre. Según la oficina federal de estadística, la producción cayó un 2,4% en comparación con el mes anterior, muy por encima del descenso del 0,3% previsto por los analistas encuestados por Reuters. ¡¡¡Toma eso Putin!!! DDgeopolitics |
8 de septiembre de 2024
10 de septiembre de 2024
11 de septiembre de 2024
Donald Tusk expuso tres puntos sólidos sobre la decisión de Alemania de restablecer los controles fronterizos
Andrés Korybko
Estas medidas inhibirán el libre movimiento de personas y bienes hacia y desde la mayor economía de la UE, los recientes éxitos electorales de la AfD han conmocionado al establishment y lo han obligado a implementar una política más estricta hacia la inmigración ilegal, y la frontera oriental de Polonia es más segura que nunca.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, es conocido por sus políticas pro-alemanas, de las que los lectores pueden aprender más aquí , por lo que sorprendió que arremetiera contra su decisión de restablecer temporalmente los controles fronterizos con todos sus vecinos. Predijo que esto resultará en la “suspensión de facto de Schengen a tan gran escala” y evaluó que “es la situación política interna en Alemania la que está provocando estas medidas más estrictas, y no nuestra política hacia la inmigración ilegal en nuestras fronteras”.
Tiene razón en los tres puntos: estas medidas inhibirán la libre circulación de personas y bienes hacia y desde la mayor economía de la UE; los recientes éxitos electorales de la AfD han conmocionado al establishment y lo han obligado a implementar una política más estricta contra la inmigración ilegal; y la frontera oriental de Polonia es más segura que nunca. Este último punto es sin duda conocido por el gobierno alemán después de que Tusk invitara a ese país a asumir el control parcial de la frontera oriental de Polonia mientras hablaba junto a Scholz a principios de julio.
Esto siguió a su pacto de “ Schengen militar ” de principios de año, que permite que las armas y tropas alemanas transiten libremente a través de Polonia hasta la nueva base de Berlín en Lituania . Entre estos avances, Polonia reforzó su seguridad fronteriza de maneras que van mucho más allá de detener a los migrantes como parte de la política de Estados Unidos de presionar a Rusia. Aunque esto empeoró las tensiones de la Nueva Guerra Fría , tuvo el efecto de reducir a la mitad los cruces ilegales de inmigrantes desde Bielorrusia en tres semanas, a menos de 2.000.
Objetivamente hablando, la crisis migratoria de Alemania ya tiene casi una década y es el resultado directo de la política de su élite liberal-globalista de alentar la “migración de reemplazo” desde el Sur Global, no de la supuesta frontera superporosa de Polonia con Bielorrusia. Tusk también ha subordinado integralmente a Polonia a Alemania, lo que se explicó en el análisis al que se hizo referencia en la introducción, por lo que Alemania no se está volviendo contra su representante polaco y castigándolo públicamente por desobediencia.
Aunque algunos sospechan que los últimos informes sobre la complicidad polaca en el ataque terrorista a Nord Stream influyeron en los cálculos de Alemania, estas últimas medidas perjudican a las personas y a las empresas de ambos lados de la frontera, no al gobierno polaco (ni en su totalidad ni en parte). En todo caso, le dieron a Tusk un pretexto para finalmente enfrentarse a Alemania antes de las elecciones presidenciales del año próximo en un intento de disipar la acusación del líder de la oposición Jaroslaw Kaczynski de finales del año pasado de que es " un agente alemán ".
Pero, por mucho que se queje, es poco probable que Tusk retire temporalmente a Polonia del “espacio militar Schengen” y, por lo tanto, impida la libre circulación de armas y tropas alemanas hacia y desde su nueva base en Lituania, como Alemania acaba de impedir la libre circulación de personas y bienes hacia y desde Polonia. Sería una respuesta simétrica adecuada, pero Polonia sería acusada de “obstaculizar el esfuerzo bélico occidental” contra Rusia, algo que no se atreverá a hacer.
Volviendo al verdadero motivo de todo esto, Tusk tenía razón al insinuar que los recientes éxitos electorales de la AfD son los responsables de esta política, que está siendo implementada por las élites alemanas por desesperación, considerando las consecuencias económicas y políticas de largo alcance. La conclusión es que el establishment realmente teme el crecimiento de este grupo en el futuro próximo y, por lo tanto, está dispuesto a arriesgarse a debilitar la unidad europea y su nueva hegemonía sobre Polonia con tal de permanecer en el poder .
Tiene razón en los tres puntos: estas medidas inhibirán la libre circulación de personas y bienes hacia y desde la mayor economía de la UE; los recientes éxitos electorales de la AfD han conmocionado al establishment y lo han obligado a implementar una política más estricta contra la inmigración ilegal; y la frontera oriental de Polonia es más segura que nunca. Este último punto es sin duda conocido por el gobierno alemán después de que Tusk invitara a ese país a asumir el control parcial de la frontera oriental de Polonia mientras hablaba junto a Scholz a principios de julio.
Esto siguió a su pacto de “ Schengen militar ” de principios de año, que permite que las armas y tropas alemanas transiten libremente a través de Polonia hasta la nueva base de Berlín en Lituania . Entre estos avances, Polonia reforzó su seguridad fronteriza de maneras que van mucho más allá de detener a los migrantes como parte de la política de Estados Unidos de presionar a Rusia. Aunque esto empeoró las tensiones de la Nueva Guerra Fría , tuvo el efecto de reducir a la mitad los cruces ilegales de inmigrantes desde Bielorrusia en tres semanas, a menos de 2.000.
Objetivamente hablando, la crisis migratoria de Alemania ya tiene casi una década y es el resultado directo de la política de su élite liberal-globalista de alentar la “migración de reemplazo” desde el Sur Global, no de la supuesta frontera superporosa de Polonia con Bielorrusia. Tusk también ha subordinado integralmente a Polonia a Alemania, lo que se explicó en el análisis al que se hizo referencia en la introducción, por lo que Alemania no se está volviendo contra su representante polaco y castigándolo públicamente por desobediencia.
Aunque algunos sospechan que los últimos informes sobre la complicidad polaca en el ataque terrorista a Nord Stream influyeron en los cálculos de Alemania, estas últimas medidas perjudican a las personas y a las empresas de ambos lados de la frontera, no al gobierno polaco (ni en su totalidad ni en parte). En todo caso, le dieron a Tusk un pretexto para finalmente enfrentarse a Alemania antes de las elecciones presidenciales del año próximo en un intento de disipar la acusación del líder de la oposición Jaroslaw Kaczynski de finales del año pasado de que es " un agente alemán ".
Pero, por mucho que se queje, es poco probable que Tusk retire temporalmente a Polonia del “espacio militar Schengen” y, por lo tanto, impida la libre circulación de armas y tropas alemanas hacia y desde su nueva base en Lituania, como Alemania acaba de impedir la libre circulación de personas y bienes hacia y desde Polonia. Sería una respuesta simétrica adecuada, pero Polonia sería acusada de “obstaculizar el esfuerzo bélico occidental” contra Rusia, algo que no se atreverá a hacer.
Volviendo al verdadero motivo de todo esto, Tusk tenía razón al insinuar que los recientes éxitos electorales de la AfD son los responsables de esta política, que está siendo implementada por las élites alemanas por desesperación, considerando las consecuencias económicas y políticas de largo alcance. La conclusión es que el establishment realmente teme el crecimiento de este grupo en el futuro próximo y, por lo tanto, está dispuesto a arriesgarse a debilitar la unidad europea y su nueva hegemonía sobre Polonia con tal de permanecer en el poder .
¿Es posible un rescate? ¿Los dos partidos de izquierda se dañarán o se complementarán? ¿Es posible, por separado o por partida doble, reavivar la lucha contra los millonarios y multimillonarios en Alemania y fuera de ella, contra los generales hambrientos de guerra, los fabricantes y los políticos corruptos, y promover un nuevo pensamiento y, sobre todo, una nueva acción en dirección a un sistema social sin especulación codiciosa, sin más explotación de los pobres y hambrientos y, sobre todo, sin más guerra ni amenaza de guerra?
24 de septiembre de 2024
El territorio del Lince
lunes, 23 de septiembre de 2024
En tiempos de crisis y guerras...
En Alemania sigue la tendencia: el neofascismo crece, al igual que la izquierda alternativa. Aunque el establecimiento local y mundial, léase occidental, está respirando aliviado momentáneamente por la pírrica victoria de los socialdemócratas en las elecciones de este domingo en Brandeburgo, no es esto lo que hay que tener en cuenta. Para nada.
Los socialdemócratas han ganado con el 30'9% frente a los neonazis de Aternativa para Alemania (29'2%). Lo curioso es que los cristianodemócratas (12'5%) han votado a los socialdemócratas. Estos han aumentado su porcentaje en un 4'7% respecto a las anteriores elecciones, curiosamente casi lo mismo que han perdido los cristianodemócratas (3'5%).
No es esta la resistencia que hay que tener en cuenta, porque no lo es como no lo fue en Francia, sino la de la izquierda alternativa que representa la Alianza Sahra Wagenknecht (13'5%) y que barre, otra vez, a los Verdes y a Die Linke. Se ha reproducido, aún a mayor escala, lo de Turingia y Sajonia donde estas dos formaciones "progres", belicosas e insípidas, desaparecieron de hecho.
Aparte de la inmigración, el caballo de batalla reaccionario de toda Europa, la AxA ha abordado otras cuestiones sociales que son inexistentes para un gobierno que solo ha tenido como preocupación el apoyo a los neonazis del país 404, antes conocido como Ucrania. Pero aquí la AxA se ha encontrado con un enemigo: la ASW.
La ASW ha centrado su discurso en dos cuestiones centrales para la mayoría de la población: los salarios de miseria, la precariedad laboral, la sanidad, los despidos en masa que se avecinan, las pensiones y la crítica a la postura del gobierno y de la OTAN con la guerra contra Rusia. No es casualidad que este discurso, repetido tanto en Turingia como en Sajonia y ahora en Brandeburgo, haya atraído a mucha gente. El mérito de la ASW es que ha sacado estas cuestiones del debate reaccionario, siempre acogidas de forma tangencial, incluso por los "progres", y las ha convertido en centrales.
Die Linke ha entrado de forma clara en su etapa de disolución (ha sacado el 3%, tenían el 10'7%). Ya no tiene futuro como formación política. Los Verdes, los fanáticos y belicistas verdes, todavía resistirán en el oeste de Alemania porque los niñatos de las ciudades siguen con su discurso floreado sin sustancia, pero con mucho menos poder. No en vano son quienes con más fuerza han criticado a la ASW. Aunque les ha salido el tiro por la culata (4'5% ahora cuando tenían el 10'8%).
La gente está viendo que en tiempos de crisis y de guerras hay que optar, no valen los incoloros ni los insípidos. Porque la cosa está que arde, literalmente.
Hoy el estercolero mediático recoge esto, que ya era sabido y que se ocultó deliberadamente. Dice: "Próximo shock en la industria automotriz: el principal proveedor de automóviles del mundo cierra todas sus instalaciones". No había que asustar más de lo debido, por eso se recoge ahora. Como esto otro, también de hoy: el banco central de Alemania, el Bundesbank, ha dicho que "en medio de la crisis de la industria automovilística la caída del sector manufacturero se ha vuelto a profundizar, destruyendo cualquier esperanza de una rápida recuperación. Es probable que estas cifras alarmantes intensifiquen el debate en curso en Alemania sobre el riesgo de desindustrialización y lo que el gobierno debería hacer al respecto”.
Aparte de suicidarse, como está haciendo tras las elecciones de Turingia, Sajonia y la de ayer, el gobierno (socialdemócratas, verdes y liberales) solo puede hacer una cosa: volver a relacionarse con Rusia. Pero por su sumisión y vasallaje a EEUU no lo hará. Luego solo queda aceptar el dolor. Y consolarse con cosas como la de ayer.
La enfermiza actitud con el apoyo a los neonazis del país 404 ha hecho que el "Made in Germany" sea un hechizo roto. Hoy ya no supone nada. Alemania está técnicamente en recesión y solo un cambio radical de postura geopolítica puede salvar al país. La economía colapsa porque todos los recursos van al país 404. Y ahora se ven las consecuencias.
No es solo lo que publica el estercolero, sino la realidad. Volkswagen anunció el 3 de septiembre que planea cerrar plantas en Alemania por primera vez en sus 87 años de historia. El 11 dijo que rescindiría varios convenios colectivos, incluido el que garantiza el empleo en sus plantas y que excluía los despidos hasta 2029.
Volkswagen ha sido la primera, la van a seguir Mercedes Benz, BMW y Opel. Son 30.000 los trabajadores de estas industrias los amenazados de despido en estos momentos. Mercedes y BMW ya preparan reestructuraciones de plantilla.
Y como era previsible tras la decisión de la Unión Europea de sancionar al simpático abadejo, pez de la familia del bacalao, que se importa desde Rusia y que es la base de una popular comida alemana, ha quebrado ya la primera industria naviera del país.
Alemania no ha tenido ningún empacho en armar a los neonazis del país 404 y ahora está cogiendo los resultados. Por la derecha y por la izquierda. Porque, curiosamente, también los neonazis de la AxA son críticos con este envío de armas, aunque sueñan con fanfarrias hitlerianas.
Son tiempos de crisis y de guerras, por lo que las posiciones de los incoloros e insípidos "progres" no tienen cabida. O se está con el poder o contra él.
Por cierto, ¿sabíais que Alemania también suministra el 29'7% de las armas que recibe el IV Reich sionista, antes conocido como Israel?
El Lince
lunes, 23 de septiembre de 2024
En tiempos de crisis y guerras...
En Alemania sigue la tendencia: el neofascismo crece, al igual que la izquierda alternativa. Aunque el establecimiento local y mundial, léase occidental, está respirando aliviado momentáneamente por la pírrica victoria de los socialdemócratas en las elecciones de este domingo en Brandeburgo, no es esto lo que hay que tener en cuenta. Para nada.
Los socialdemócratas han ganado con el 30'9% frente a los neonazis de Aternativa para Alemania (29'2%). Lo curioso es que los cristianodemócratas (12'5%) han votado a los socialdemócratas. Estos han aumentado su porcentaje en un 4'7% respecto a las anteriores elecciones, curiosamente casi lo mismo que han perdido los cristianodemócratas (3'5%).
No es esta la resistencia que hay que tener en cuenta, porque no lo es como no lo fue en Francia, sino la de la izquierda alternativa que representa la Alianza Sahra Wagenknecht (13'5%) y que barre, otra vez, a los Verdes y a Die Linke. Se ha reproducido, aún a mayor escala, lo de Turingia y Sajonia donde estas dos formaciones "progres", belicosas e insípidas, desaparecieron de hecho.
Aparte de la inmigración, el caballo de batalla reaccionario de toda Europa, la AxA ha abordado otras cuestiones sociales que son inexistentes para un gobierno que solo ha tenido como preocupación el apoyo a los neonazis del país 404, antes conocido como Ucrania. Pero aquí la AxA se ha encontrado con un enemigo: la ASW.
La ASW ha centrado su discurso en dos cuestiones centrales para la mayoría de la población: los salarios de miseria, la precariedad laboral, la sanidad, los despidos en masa que se avecinan, las pensiones y la crítica a la postura del gobierno y de la OTAN con la guerra contra Rusia. No es casualidad que este discurso, repetido tanto en Turingia como en Sajonia y ahora en Brandeburgo, haya atraído a mucha gente. El mérito de la ASW es que ha sacado estas cuestiones del debate reaccionario, siempre acogidas de forma tangencial, incluso por los "progres", y las ha convertido en centrales.
Die Linke ha entrado de forma clara en su etapa de disolución (ha sacado el 3%, tenían el 10'7%). Ya no tiene futuro como formación política. Los Verdes, los fanáticos y belicistas verdes, todavía resistirán en el oeste de Alemania porque los niñatos de las ciudades siguen con su discurso floreado sin sustancia, pero con mucho menos poder. No en vano son quienes con más fuerza han criticado a la ASW. Aunque les ha salido el tiro por la culata (4'5% ahora cuando tenían el 10'8%).
La gente está viendo que en tiempos de crisis y de guerras hay que optar, no valen los incoloros ni los insípidos. Porque la cosa está que arde, literalmente.
Hoy el estercolero mediático recoge esto, que ya era sabido y que se ocultó deliberadamente. Dice: "Próximo shock en la industria automotriz: el principal proveedor de automóviles del mundo cierra todas sus instalaciones". No había que asustar más de lo debido, por eso se recoge ahora. Como esto otro, también de hoy: el banco central de Alemania, el Bundesbank, ha dicho que "en medio de la crisis de la industria automovilística la caída del sector manufacturero se ha vuelto a profundizar, destruyendo cualquier esperanza de una rápida recuperación. Es probable que estas cifras alarmantes intensifiquen el debate en curso en Alemania sobre el riesgo de desindustrialización y lo que el gobierno debería hacer al respecto”.
Aparte de suicidarse, como está haciendo tras las elecciones de Turingia, Sajonia y la de ayer, el gobierno (socialdemócratas, verdes y liberales) solo puede hacer una cosa: volver a relacionarse con Rusia. Pero por su sumisión y vasallaje a EEUU no lo hará. Luego solo queda aceptar el dolor. Y consolarse con cosas como la de ayer.
La enfermiza actitud con el apoyo a los neonazis del país 404 ha hecho que el "Made in Germany" sea un hechizo roto. Hoy ya no supone nada. Alemania está técnicamente en recesión y solo un cambio radical de postura geopolítica puede salvar al país. La economía colapsa porque todos los recursos van al país 404. Y ahora se ven las consecuencias.
No es solo lo que publica el estercolero, sino la realidad. Volkswagen anunció el 3 de septiembre que planea cerrar plantas en Alemania por primera vez en sus 87 años de historia. El 11 dijo que rescindiría varios convenios colectivos, incluido el que garantiza el empleo en sus plantas y que excluía los despidos hasta 2029.
Volkswagen ha sido la primera, la van a seguir Mercedes Benz, BMW y Opel. Son 30.000 los trabajadores de estas industrias los amenazados de despido en estos momentos. Mercedes y BMW ya preparan reestructuraciones de plantilla.
Y como era previsible tras la decisión de la Unión Europea de sancionar al simpático abadejo, pez de la familia del bacalao, que se importa desde Rusia y que es la base de una popular comida alemana, ha quebrado ya la primera industria naviera del país.
Alemania no ha tenido ningún empacho en armar a los neonazis del país 404 y ahora está cogiendo los resultados. Por la derecha y por la izquierda. Porque, curiosamente, también los neonazis de la AxA son críticos con este envío de armas, aunque sueñan con fanfarrias hitlerianas.
Son tiempos de crisis y de guerras, por lo que las posiciones de los incoloros e insípidos "progres" no tienen cabida. O se está con el poder o contra él.
Por cierto, ¿sabíais que Alemania también suministra el 29'7% de las armas que recibe el IV Reich sionista, antes conocido como Israel?
El Lince