27 de junio de 2024
BOLIVIA: Fallida insurrección militar
La imagen de los militares entrando por la fuerza al Palacio Quemado recorrieron el mundo y sembraron confusión en Bolivia. El frustrado putsch de una facción del Ejército, en medio del rechazo nacional e internacional, se da en el marco de la erosión de la gestión de Luis Arce producto, en gran medida, de las guerras intestinas en el Movimiento al Socialismo (MAS). Pese a su rápido fracaso, la rebelión militar tendrá consecuencias políticas.
Nueva sociedad Pablo Stefanoni
Imagen: Nueva sociedad
Los tanques en la Plaza Murillo terminaron siendo una especie de farsa que podría haber derivado en tragedia, en un clima político crecientemente deteriorado por las disputas en el interior del Movimiento al Socialismo (MAS), hoy fracturado en dos alas: evistas y arcistas. En la tarde del miércoles 26 de junio el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga -quien había sido destituido el martes en la noche pero se negaba a reconocer la decisión presidencial- ocupó esa emblemática plaza con tanquetas. Utilizó incluso una de ellas para abrir por la fuerza la puerta del Palacio Quemado (Nota CENAE: La actual sede de gobierno, donde se gobierna, valga la redundancia, donde quedan las oficinas del Ejecutivo y del Presidente de la República está en la calle Potosí, pequeño detalle significativo, así, la tanqueta derrumbó la puerta equivocada), es decir, en otro sitio, la antigua sede del gobierno hoy compartida con la aledaña Casa Grande del Pueblo. La confusión sobre las intenciones y las estrategias en juego reinó durante casi toda la asonada, mientras varios ministros colocaban muebles para evitar el ingreso de los uniformados.
La tensión había ido escalando luego de que el general Zúñiga se refiriera a la imposibilidad del ex-presidente Evo Morales de volver a presentarse a las elecciones presidenciales (Nota CENAE: ¿Acaso verdadero objetivo del 'intento golpista') y respondiera a varias de sus acusaciones tildándolo de «mitómano». En una entrevista con el programa local No Mentirás del 24 de junio, el jefe castrense dijo que «legalmente Evo Morales está inhabilitado. La CPE [Constitución Política del Estado] dice que no puede ser más de dos gestiones, y el señor fue reelegido. El Ejército y las Fuerzas Armadas tienen la misión de hacer respetar y cumplir la CPE. Ese señor no puede volver a ser presidente de este país».
Zúñiga se refería a un polémico fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que, en una sentencia sobre otra cuestión, incluyó una forzada interpretación de la Constitución de 2009 que dejaría afuera de la carrera presidencial al tres veces presidente. La Constitución señala que solo son posibles dos mandatos consecutivos, pero el tribunal «interpretó» que son dos en total -consecutivos o no-, lo que fue presentado por Morales como un intento de proscripción política por parte de la «derecha endógena», en el marco de lo que denominó un «plan negro» para sacarlo del juego político, orquestado, según él, por los ministros de Justicia, Iván Lima, y de Gobierno, Eduardo del Castillo.
Las declaraciones amenazantes de Zúñiga, nombrado comandante del Ejército a fines de 2022 por el presidente Luis Arce Catacora, enervaron al ex-presidente y al evismo, que comenzó a hablar de un «autogolpe» en ciernes. «El tipo de amenazas hechas por el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga, nunca se dieron en democracia. Si no son desautorizadas por el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas [Luis Arce] se comprobará que lo que en verdad están organizando es un autogolpe», denunció Morales en su cuenta de X, desde donde critica a diario al gobierno de Arce, al que considera un traidor al llamado «Proceso de cambio».
Pero no fue solo el ex-presidente. Las amenazas de Zúñiga violaban los reglamentos militares y la Constitución, lo que explica la decisión de Arce de destituirlo. Pero esto fue considerado por el jefe militar como una expresión de «desprecio» pese a su lealtad al presidente. El miércoles, 26 de junio, según informó el diario El Deber, fue citado para ser relevado formalmente, pero llegó a la Plaza Murillo con blindados y soldados encapuchados. Y el país asistió a un general actuando como «movimiento social», lo que en los hechos constituye un golpe de Estado, increpando cara a cara al presidente Arce tras ingresar por la fuerza al Palacio Quemado, mientras los colaboradores del presidente le gritaban golpista y le exigían a gritos que retirara a los uniformados.
El aislamiento de Zúñiga, sin apoyo político ni social, explica posiblemente su intento de darle un contenido político a su rebelión: dijo que iba a liberar a «presos políticos» como la ex-presidenta Jeanine Áñez y el ex-gobernador de Santa Cruz Fernando Camacho y que iba a restaurar la democracia. «Una elite se ha hecho cargo del país, vándalos que han destruido al país», arengó a las puertas de su vehículo blindado, frente al Palacio Quemado y el Parlamento. Su argumento de que «las Fuerzas Armadas pretenden reestructurar la democracia, [para] que sea una verdadera democracia, no de unos dueños que ya están 30 y 40 años en el poder» cayó en saco roto. La reacción interna y externa fue contundente. Hasta opositores actualmente en prisión como Áñez y Camacho condenaron la acción militar. También lo hicieron los ex-presidentes Carlos D. Mesa y Jorge «Tuto» Quiroga. Fuera del país, mandatarios de diverso signo ideológico -salvo el argentino Javier Milei, que lo dejó en manos de su canciller- llamaron a defender las instituciones y condenaron a los sublevados.
Entretanto, organizaciones matrices como la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) o la Central Obrera Boliviana (COB), al igual que Evo Morales, que sigue siendo el líder de los sindicatos de cultivadores de coca del Chapare en Cochabamba (tiene allí sus oficinas y su emprendimiento de piscicultura), convocaron a la huelga general, el bloqueo de caminos y una gran marcha hacia La Paz.
Arce, por su lado, dio un breve discurso, llamando también a la movilización, en medio de conatos de enfrentamientos en la Plaza Murillo, donde los manifestantes eran expulsados con gases lacrimógenos. Y se dispuso a nombrar un nuevo mando militar en las tres fuerzas.
Sin rebelión en los cuarteles militares ni policiales, la cuerda de Zúñiga para mantener el levantamiento y lograr quedarse en su puesto por la fuerza se iba acabando. Involucrado en al menos un caso de desvío de fondos -del pago del bono Juancito Pinto, en manos de militares- durante el gobierno de Evo Morales, y sin un gran desempeño en su carrera, este militar era considerado muy cercano a Arce y parece haber reaccionado de manera impulsiva. Su retirada de la Plaza Murillo se pareció a una desbandada, con manifestantes persiguiendo a los soldados rezagados.
Tras ser detenido, junto al vicealmirante Juan Arnez, ex-comandante de la Armada, Zúñiga dijo que había actuado por orden del presidente: «El presidente [Arce] me dijo la 'situación está muy jodida, es necesario preparar algo para levantar mi popularidad'». Eso dejó una granada activada para los próximos días. La idea de un autogolpe stricto sensu parece desmentida por el propio hilo de los acontecimientos -¿cuál era exactamente el plan?-, que se parecen más a una sucesión de hechos descarrilados en el marco de una fuerte erosión de la institucionalidad -y de la gestión del oficialismo-, producto en gran medida del enfrentamiento en el interior del MAS.
Luego de su vuelta al poder en diciembre de 2020 de la mano de Luis Arce, el candidato elegido por Morales desde su exilio en Argentina, las relaciones entre el ex-presidente y su ministro de economía durante más de una década se desgastaron rápidamente y terminaron en una disputa abierta por el poder. Arce, quien al parecer se había comprometido a no competir por la reelección en 2025, decidió luego que sí buscará un segundo mandato; y Evo Morales, que intentó una reelección tras otra, sin reparar en la letra y el espíritu de la nueva Carta Magna, considera que fue destituido por un golpe de Estado en 2019 y que tiene el derecho de competir nuevamente por la presidencia. Esa disputa tiene paralizada a la Asamblea Legislativa, en un contexto económico que hoy tiene poco que ver con los años del auge económico pre-2019.
La escasez de dólares y combustibles deja ver un agotamiento del modelo aplicado desde 2006, cuando Evo Morales fue elegido como el primer presidente indígena de Bolivia y, en medio de una espectacular épica política, dio inicio a la «Revolución democrática y cultural», que en el plano económico desplegó un «populismo prudente» muy pendiente de no aumentar el déficit fiscal y acumular reservas de divisas récord en el Banco Central.
El propio Arce reconoció hace poco que la situación del diésel era «patética» y ordenó la militarización del sistema de provisión de combustibles, con el objetivo de evitar el contrabando a los países vecinos de diésel subsidiado por el Estado boliviano. La crisis económica afecta muy especialmente a Arce, quien, sin gran carisma, construyó su legitimidad como el ministro del «milagro económico». En el plano político, la pinza entre el Poder Ejecutivo y el Judicial ha debilitado al Poder Legislativo, cuya mayoría se divide también en arcistas y evistas, y cada bando acusa al otro de «hacerle el juego a la derecha». También se han prolongado los mandatos de las autoridades judiciales, lo que es denunciado a diario por los evistas.
El presidente del senado, Andrónico Rodríguez, un sindicalista cocalero formado por Evo Morales como una suerte de sucesor, tuiteó tras el repliegue de los militares: «De magistrados autoprorrogados a un supuesto golpe o autogolpe, el pueblo boliviano se hunde en la incertidumbre. Este desorden institucional, donde las autoridades extienden ilegalmente sus mandatos y se socavan los principios democráticos, está llevando al país a una situación de caos y desconfianza, agravando la crisis y amenazando la estabilidad y el bienestar del país». Los coletazos de la asonada continuarán. Lejos de una tregua en el espacio masista, la lucha interna se intensificará.
Parte de la disputa es por la siglas del Movimiento al Socialismo (MAS), un partido de movimientos sociales que mostró, en 2020, su capacidad de movilización electoral incluso en contextos difíciles como el que vivió bajo el gobierno de Áñez -y del ministro de Gobierno Arturo Murillo, luego detenido en Estados Unidos por corrupción-: se han judicializado los congresos de cada ala, con miras a 2025, año del bicentenario boliviano.
La debilidad de la oposición, que quedó asociada al gobierno autoritario, ineficiente y marcado por la corrupción de Jeanine Áñez, y tiene grandes dificultades para encontrar nuevas figuras, atiza la «ch’ampa guerra» entre evistas y arcistas, que piensan el poder como una disputa «interna». Pero en medio de la volatilidad electoral regional y global, esta visión entraña un riesgo, incluso si consideramos que la base electoral alrededor del MAS sigue siendo fuerte y que la experiencia de Áñez funciona como una «dosis de recuerdo» para los movimientos sociales e indígenas.
Aun es pronto para saber cómo impactará el putsch fallido en las relaciones de fuerza en el interior del espacio del MAS (que hoy ya no existe como partido unificado). Tras superar el desafío del grupo militar sublevado, Arce se enfrenta ahora al fuego político cruzado de evistas y opositores, que ya comenzaron a hablar de «show político» para tratar de devaluar el capital político que el presidente podría conseguir por el apoyo nacional e internacional a las instituciones y la vigencia de la democracia, y su decisión de increpar cara a cara al «general golpista».
La tensión había ido escalando luego de que el general Zúñiga se refiriera a la imposibilidad del ex-presidente Evo Morales de volver a presentarse a las elecciones presidenciales (Nota CENAE: ¿Acaso verdadero objetivo del 'intento golpista') y respondiera a varias de sus acusaciones tildándolo de «mitómano». En una entrevista con el programa local No Mentirás del 24 de junio, el jefe castrense dijo que «legalmente Evo Morales está inhabilitado. La CPE [Constitución Política del Estado] dice que no puede ser más de dos gestiones, y el señor fue reelegido. El Ejército y las Fuerzas Armadas tienen la misión de hacer respetar y cumplir la CPE. Ese señor no puede volver a ser presidente de este país».
Zúñiga se refería a un polémico fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que, en una sentencia sobre otra cuestión, incluyó una forzada interpretación de la Constitución de 2009 que dejaría afuera de la carrera presidencial al tres veces presidente. La Constitución señala que solo son posibles dos mandatos consecutivos, pero el tribunal «interpretó» que son dos en total -consecutivos o no-, lo que fue presentado por Morales como un intento de proscripción política por parte de la «derecha endógena», en el marco de lo que denominó un «plan negro» para sacarlo del juego político, orquestado, según él, por los ministros de Justicia, Iván Lima, y de Gobierno, Eduardo del Castillo.
Las declaraciones amenazantes de Zúñiga, nombrado comandante del Ejército a fines de 2022 por el presidente Luis Arce Catacora, enervaron al ex-presidente y al evismo, que comenzó a hablar de un «autogolpe» en ciernes. «El tipo de amenazas hechas por el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga, nunca se dieron en democracia. Si no son desautorizadas por el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas [Luis Arce] se comprobará que lo que en verdad están organizando es un autogolpe», denunció Morales en su cuenta de X, desde donde critica a diario al gobierno de Arce, al que considera un traidor al llamado «Proceso de cambio».
Pero no fue solo el ex-presidente. Las amenazas de Zúñiga violaban los reglamentos militares y la Constitución, lo que explica la decisión de Arce de destituirlo. Pero esto fue considerado por el jefe militar como una expresión de «desprecio» pese a su lealtad al presidente. El miércoles, 26 de junio, según informó el diario El Deber, fue citado para ser relevado formalmente, pero llegó a la Plaza Murillo con blindados y soldados encapuchados. Y el país asistió a un general actuando como «movimiento social», lo que en los hechos constituye un golpe de Estado, increpando cara a cara al presidente Arce tras ingresar por la fuerza al Palacio Quemado, mientras los colaboradores del presidente le gritaban golpista y le exigían a gritos que retirara a los uniformados.
El aislamiento de Zúñiga, sin apoyo político ni social, explica posiblemente su intento de darle un contenido político a su rebelión: dijo que iba a liberar a «presos políticos» como la ex-presidenta Jeanine Áñez y el ex-gobernador de Santa Cruz Fernando Camacho y que iba a restaurar la democracia. «Una elite se ha hecho cargo del país, vándalos que han destruido al país», arengó a las puertas de su vehículo blindado, frente al Palacio Quemado y el Parlamento. Su argumento de que «las Fuerzas Armadas pretenden reestructurar la democracia, [para] que sea una verdadera democracia, no de unos dueños que ya están 30 y 40 años en el poder» cayó en saco roto. La reacción interna y externa fue contundente. Hasta opositores actualmente en prisión como Áñez y Camacho condenaron la acción militar. También lo hicieron los ex-presidentes Carlos D. Mesa y Jorge «Tuto» Quiroga. Fuera del país, mandatarios de diverso signo ideológico -salvo el argentino Javier Milei, que lo dejó en manos de su canciller- llamaron a defender las instituciones y condenaron a los sublevados.
Entretanto, organizaciones matrices como la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) o la Central Obrera Boliviana (COB), al igual que Evo Morales, que sigue siendo el líder de los sindicatos de cultivadores de coca del Chapare en Cochabamba (tiene allí sus oficinas y su emprendimiento de piscicultura), convocaron a la huelga general, el bloqueo de caminos y una gran marcha hacia La Paz.
Arce, por su lado, dio un breve discurso, llamando también a la movilización, en medio de conatos de enfrentamientos en la Plaza Murillo, donde los manifestantes eran expulsados con gases lacrimógenos. Y se dispuso a nombrar un nuevo mando militar en las tres fuerzas.
Sin rebelión en los cuarteles militares ni policiales, la cuerda de Zúñiga para mantener el levantamiento y lograr quedarse en su puesto por la fuerza se iba acabando. Involucrado en al menos un caso de desvío de fondos -del pago del bono Juancito Pinto, en manos de militares- durante el gobierno de Evo Morales, y sin un gran desempeño en su carrera, este militar era considerado muy cercano a Arce y parece haber reaccionado de manera impulsiva. Su retirada de la Plaza Murillo se pareció a una desbandada, con manifestantes persiguiendo a los soldados rezagados.
Tras ser detenido, junto al vicealmirante Juan Arnez, ex-comandante de la Armada, Zúñiga dijo que había actuado por orden del presidente: «El presidente [Arce] me dijo la 'situación está muy jodida, es necesario preparar algo para levantar mi popularidad'». Eso dejó una granada activada para los próximos días. La idea de un autogolpe stricto sensu parece desmentida por el propio hilo de los acontecimientos -¿cuál era exactamente el plan?-, que se parecen más a una sucesión de hechos descarrilados en el marco de una fuerte erosión de la institucionalidad -y de la gestión del oficialismo-, producto en gran medida del enfrentamiento en el interior del MAS.
Luego de su vuelta al poder en diciembre de 2020 de la mano de Luis Arce, el candidato elegido por Morales desde su exilio en Argentina, las relaciones entre el ex-presidente y su ministro de economía durante más de una década se desgastaron rápidamente y terminaron en una disputa abierta por el poder. Arce, quien al parecer se había comprometido a no competir por la reelección en 2025, decidió luego que sí buscará un segundo mandato; y Evo Morales, que intentó una reelección tras otra, sin reparar en la letra y el espíritu de la nueva Carta Magna, considera que fue destituido por un golpe de Estado en 2019 y que tiene el derecho de competir nuevamente por la presidencia. Esa disputa tiene paralizada a la Asamblea Legislativa, en un contexto económico que hoy tiene poco que ver con los años del auge económico pre-2019.
La escasez de dólares y combustibles deja ver un agotamiento del modelo aplicado desde 2006, cuando Evo Morales fue elegido como el primer presidente indígena de Bolivia y, en medio de una espectacular épica política, dio inicio a la «Revolución democrática y cultural», que en el plano económico desplegó un «populismo prudente» muy pendiente de no aumentar el déficit fiscal y acumular reservas de divisas récord en el Banco Central.
El propio Arce reconoció hace poco que la situación del diésel era «patética» y ordenó la militarización del sistema de provisión de combustibles, con el objetivo de evitar el contrabando a los países vecinos de diésel subsidiado por el Estado boliviano. La crisis económica afecta muy especialmente a Arce, quien, sin gran carisma, construyó su legitimidad como el ministro del «milagro económico». En el plano político, la pinza entre el Poder Ejecutivo y el Judicial ha debilitado al Poder Legislativo, cuya mayoría se divide también en arcistas y evistas, y cada bando acusa al otro de «hacerle el juego a la derecha». También se han prolongado los mandatos de las autoridades judiciales, lo que es denunciado a diario por los evistas.
El presidente del senado, Andrónico Rodríguez, un sindicalista cocalero formado por Evo Morales como una suerte de sucesor, tuiteó tras el repliegue de los militares: «De magistrados autoprorrogados a un supuesto golpe o autogolpe, el pueblo boliviano se hunde en la incertidumbre. Este desorden institucional, donde las autoridades extienden ilegalmente sus mandatos y se socavan los principios democráticos, está llevando al país a una situación de caos y desconfianza, agravando la crisis y amenazando la estabilidad y el bienestar del país». Los coletazos de la asonada continuarán. Lejos de una tregua en el espacio masista, la lucha interna se intensificará.
Parte de la disputa es por la siglas del Movimiento al Socialismo (MAS), un partido de movimientos sociales que mostró, en 2020, su capacidad de movilización electoral incluso en contextos difíciles como el que vivió bajo el gobierno de Áñez -y del ministro de Gobierno Arturo Murillo, luego detenido en Estados Unidos por corrupción-: se han judicializado los congresos de cada ala, con miras a 2025, año del bicentenario boliviano.
La debilidad de la oposición, que quedó asociada al gobierno autoritario, ineficiente y marcado por la corrupción de Jeanine Áñez, y tiene grandes dificultades para encontrar nuevas figuras, atiza la «ch’ampa guerra» entre evistas y arcistas, que piensan el poder como una disputa «interna». Pero en medio de la volatilidad electoral regional y global, esta visión entraña un riesgo, incluso si consideramos que la base electoral alrededor del MAS sigue siendo fuerte y que la experiencia de Áñez funciona como una «dosis de recuerdo» para los movimientos sociales e indígenas.
Aun es pronto para saber cómo impactará el putsch fallido en las relaciones de fuerza en el interior del espacio del MAS (que hoy ya no existe como partido unificado). Tras superar el desafío del grupo militar sublevado, Arce se enfrenta ahora al fuego político cruzado de evistas y opositores, que ya comenzaron a hablar de «show político» para tratar de devaluar el capital político que el presidente podría conseguir por el apoyo nacional e internacional a las instituciones y la vigencia de la democracia, y su decisión de increpar cara a cara al «general golpista».
Nota CENAE: Por favor déjeme darle un golpe de Estado 🤣😜🤭
Notas relacionadas:
"Mis primeras impresiones después de esta noche de insomnio. El intento de golpe militar de ayer en Bolivia fue muy extraño, improvisado y condenado al fracaso desde el principio. Si se realizara un concurso mundial de golpes de Estado mal preparados, este sería el ganador. Los militares sublevados no hicieron prácticamente nada para tomar el poder. Las viejas generaciones de bolivianos, que entienden de golpes de Estado, pueden comparar fácilmente los sangrientos "pronunciamientos" del pasado con la pantomima golpista actual."
"De ahí que no sea casual la convocatoria que hizo la cancillería boliviana, el mismo día lunes 24, a la Encargada de Negocios de la Embajada de EEUU, en La Paz, Debra Hevia, reclamándole la participación “indebida” del personal diplomático estadounidense en la generación de una atmósfera de desestabilización del país.
Apuntamos que la mencionada funcionaria estadounidense es caracterizada, por fuentes solventes, como una experta en procesos desestabilizadores manufacturados por Washington. Hizo escuela teórica en el Centro de Operaciones del Departamento de Estado (DOS) y trabajo de campo en países como Nicaragua, donde formó parte de las redes que fracasaron en el intento de derrocamiento de Daniel Ortega."
Apuntamos que la mencionada funcionaria estadounidense es caracterizada, por fuentes solventes, como una experta en procesos desestabilizadores manufacturados por Washington. Hizo escuela teórica en el Centro de Operaciones del Departamento de Estado (DOS) y trabajo de campo en países como Nicaragua, donde formó parte de las redes que fracasaron en el intento de derrocamiento de Daniel Ortega."
"Descartar casualmente todo como un complot de la CIA pasa por alto los problemas preexistentes que precedieron a este dramático evento y simplifica excesivamente dinámicas complejas."
"El pasado domingo, Morales había acusado por su parte a Zúñiga de ser el jefe del grupo militar Pachajcho, encargado de “un plan oscuro” para eliminar tanto a él como a sus colaboradores, como lo demuestran algunos vídeos y audios en su poder. Pese a haber llamado a movilizarse a las organizaciones progresistas, Evo y sus seguidores creen que el intento de golpe es en realidad un espectáculo organizado por Arce para encubrir la compleja situación de crisis en la que se encuentra el país, que recientemente estalló con la falta de combustible; y, sobre todo, para encubrir la gigantesca corrupción que habría transformado la administración pública en un agujero negro de nepotismo y prebendas.·
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28 de junio de 2024
1 de julio de 2024
Evo Morales y Javier Milei hacen extraños compañeros de cama en el drama golpista de Bolivia
Andrew Korybko
Morales y Milei representan a la extrema izquierda y la extrema derecha respectivamente, sin embargo, cada uno de ellos concluyó de forma independiente que el ex general boliviano Zúñiga estaba diciendo la verdad la semana pasada cuando afirmó que el presidente Arce le pidió que organizara un golpe de estado falso.
El ex presidente boliviano Evo Morales y el actual presidente argentino Javier Milei, que representan a la extrema izquierda y la extrema derecha respectivamente, han salido a acusar oficialmente al actual presidente boliviano, Luis Arce, de falsificar el fallido intento de golpe de la semana pasada. El general Juan José Zúñiga había afirmado anteriormente que Arce le pidió que montara algún drama político para aumentar su popularidad en medio de tensiones intraizquierdistas con Morales y una crisis económico-financiera que empeoraba rápidamente, pero inicialmente no se consideró creíble.
Sin embargo, considerando que dos figuras populares en lados opuestos del espectro político acaban de convertirse en extraños compañeros de cama, ahora hay motivos para reconsiderar lo que afirmó Zúñiga y preguntarse si Arce realmente orquestó este extraño intento de golpe que no tenía ninguno de los rastros habituales de la CIA. Después de todo, Morales y Milei tienen visiones del mundo completamente diferentes, sin embargo, cada uno llegó de forma independiente a la conclusión de que Zúñiga estaba diciendo la verdad.
También podría haber cierto oportunismo político en juego, ya que Morales tiene interés en desacreditar a Arce mientras compite por convertirse en el candidato del partido de izquierda gobernante durante las elecciones del próximo año a pesar de los obstáculos legales, mientras que Milei odia a todos los socialistas sin importar cuán moderados sean. Sin embargo, la óptica de estos dos saliendo y acusando a Arce de dar un “autogolpe” es poderosa, y ciertamente hará que los observadores piensen más profundamente sobre esta teoría.
En el caso de que hubiera algo de verdad en ello, Arce podría haber pensado que aumentaría su popularidad frente a Morales y al mismo tiempo distraería la atención de la actual crisis económico-financiera, la última de la cual podría haber pensado que podría tergiversar, en relación con el presunto golpe de estado. La CIA tiene una larga historia de intromisión en Bolivia por lo que se habrían construido las bases después de ese fallido cambio de régimen para acusarla de haber supuestamente librado una guerra económico-financiera contra Bolivia antes de tiempo.
En este punto, es imposible decir qué sucedió realmente, ya que cada lado del debate tiene argumentos convincentes a su favor, aunque eso no significa que no se pueda presentar un pronóstico general. Las consecuencias de que Morales acuse a Arce de preparar un golpe falso exacerbarán la rivalidad entre esos dos y ampliarán aún más la división intraizquierdista antes de las elecciones presidenciales del próximo año. Es imprevisible que se reconcilien después de esto y sus partidarios ahora probablemente se conviertan en feroces enemigos entre sí.
Dependiendo de cómo se desarrollen las tensiones entre ellos en el futuro próximo, Arce podría depender de los militares para reprimir a los partidarios de Morales, especialmente si organizan protestas a nivel nacional que cierren carreteras principales y empeoren la ya difícil crisis económico-financiera del país. Dicho esto, no se puede dar por sentado que los militares históricamente alineados con Estados Unidos seguirán siendo leales a Arce, existiendo la posibilidad de que algunos miembros de alto rango se sientan profundamente ofendidos porque supuestamente orquestó un golpe falso con Zúñiga.
Su institución parece más débil que nunca y fue humillada después de que Zúñiga obedeciera las exigencias de Arce de abandonar el palacio presidencial. Si sienten que se ha vuelto más vulnerable que antes después de lo que acaba de suceder, en gran parte debido a la creciente división intraizquierdista, entonces podrían dar un golpe de estado real para derrocarlo. En ese caso, muy bien podrían confabularse con la CIA, y no se puede descartar que también busquen el apoyo de Milei debido a su alineación ideológica antisocialista.
En cuanto al líder argentino, no quiere ni a Arce ni a Morales en el poder de al lado, además también tiene razones políticas interesadas para apoyar cualquier golpe contra ellos (aunque sólo sea después, manteniendo abiertos los corredores comerciales si el izquierdista Brasil los bloquea como castigo) para distraer la atención de los problemas domésticos. Milei también podría calcular que le estaría haciendo a Occidente un gran favor que luego podrían devolver de alguna manera que ayude a aliviar la propia crisis económico-financiera de Argentina.
Con estas variables en mente, hay razones para esperar que Bolivia siga sumida en una crisis multilateral que está a punto de intensificarse a medida que el país se acerca a las elecciones presidenciales del próximo año. Arce tendrá que lidiar con un Morales casi literalmente rebelde y además manejar la desconfianza de los militares, sin mencionar garantizar que la crisis económico-financiera no se salga de control. Cada una de estas tareas es extremadamente difícil por sí sola, y mucho menos en conjunto, y es posible que él no pueda llevarla a cabo.
Sin embargo, considerando que dos figuras populares en lados opuestos del espectro político acaban de convertirse en extraños compañeros de cama, ahora hay motivos para reconsiderar lo que afirmó Zúñiga y preguntarse si Arce realmente orquestó este extraño intento de golpe que no tenía ninguno de los rastros habituales de la CIA. Después de todo, Morales y Milei tienen visiones del mundo completamente diferentes, sin embargo, cada uno llegó de forma independiente a la conclusión de que Zúñiga estaba diciendo la verdad.
También podría haber cierto oportunismo político en juego, ya que Morales tiene interés en desacreditar a Arce mientras compite por convertirse en el candidato del partido de izquierda gobernante durante las elecciones del próximo año a pesar de los obstáculos legales, mientras que Milei odia a todos los socialistas sin importar cuán moderados sean. Sin embargo, la óptica de estos dos saliendo y acusando a Arce de dar un “autogolpe” es poderosa, y ciertamente hará que los observadores piensen más profundamente sobre esta teoría.
En el caso de que hubiera algo de verdad en ello, Arce podría haber pensado que aumentaría su popularidad frente a Morales y al mismo tiempo distraería la atención de la actual crisis económico-financiera, la última de la cual podría haber pensado que podría tergiversar, en relación con el presunto golpe de estado. La CIA tiene una larga historia de intromisión en Bolivia por lo que se habrían construido las bases después de ese fallido cambio de régimen para acusarla de haber supuestamente librado una guerra económico-financiera contra Bolivia antes de tiempo.
En este punto, es imposible decir qué sucedió realmente, ya que cada lado del debate tiene argumentos convincentes a su favor, aunque eso no significa que no se pueda presentar un pronóstico general. Las consecuencias de que Morales acuse a Arce de preparar un golpe falso exacerbarán la rivalidad entre esos dos y ampliarán aún más la división intraizquierdista antes de las elecciones presidenciales del próximo año. Es imprevisible que se reconcilien después de esto y sus partidarios ahora probablemente se conviertan en feroces enemigos entre sí.
Dependiendo de cómo se desarrollen las tensiones entre ellos en el futuro próximo, Arce podría depender de los militares para reprimir a los partidarios de Morales, especialmente si organizan protestas a nivel nacional que cierren carreteras principales y empeoren la ya difícil crisis económico-financiera del país. Dicho esto, no se puede dar por sentado que los militares históricamente alineados con Estados Unidos seguirán siendo leales a Arce, existiendo la posibilidad de que algunos miembros de alto rango se sientan profundamente ofendidos porque supuestamente orquestó un golpe falso con Zúñiga.
Su institución parece más débil que nunca y fue humillada después de que Zúñiga obedeciera las exigencias de Arce de abandonar el palacio presidencial. Si sienten que se ha vuelto más vulnerable que antes después de lo que acaba de suceder, en gran parte debido a la creciente división intraizquierdista, entonces podrían dar un golpe de estado real para derrocarlo. En ese caso, muy bien podrían confabularse con la CIA, y no se puede descartar que también busquen el apoyo de Milei debido a su alineación ideológica antisocialista.
En cuanto al líder argentino, no quiere ni a Arce ni a Morales en el poder de al lado, además también tiene razones políticas interesadas para apoyar cualquier golpe contra ellos (aunque sólo sea después, manteniendo abiertos los corredores comerciales si el izquierdista Brasil los bloquea como castigo) para distraer la atención de los problemas domésticos. Milei también podría calcular que le estaría haciendo a Occidente un gran favor que luego podrían devolver de alguna manera que ayude a aliviar la propia crisis económico-financiera de Argentina.
Con estas variables en mente, hay razones para esperar que Bolivia siga sumida en una crisis multilateral que está a punto de intensificarse a medida que el país se acerca a las elecciones presidenciales del próximo año. Arce tendrá que lidiar con un Morales casi literalmente rebelde y además manejar la desconfianza de los militares, sin mencionar garantizar que la crisis económico-financiera no se salga de control. Cada una de estas tareas es extremadamente difícil por sí sola, y mucho menos en conjunto, y es posible que él no pueda llevarla a cabo.
El gobierno de La Paz ha denunciado “un negacionismo inaceptable” por parte de la oficina del presidente argentino, que puso en duda el domingo que los militares intentasen realmente derrocar el Ejecutivo.
(...)
La Presidencia argentina habló de “falsa denuncia de golpe de Estado” y consideró “poco creíbles” los hechos, en un contundente comunicado que se ha sumado a las dudas expresadas también este mismo domingo por el ex mandatario boliviano Evo Morales y de las que no se han presentado pruebas.
(...)
La posición argentina
El portavoz del Ejecutivo argentino, Manuel Adorni, justificó sin embargo la versión de Buenos Aires, alegando que inicialmente optaron por la “cautela” a la hora de valorar lo ocurrido en La Paz y que sólo cuando tuvieron más datos optaron por un pronunciamiento de este calado.
Adorni dijo en rueda de prensa que no prevé “absolutamente ningún conflicto” con el Gobierno de Bolivia, ya que la parte argentina “simplemente” hace “una descripción de los hechos”, a partir de las informaciones que se han ido recopilando en estos últimos días. Ha sugerido que parte de estas informaciones no serían públicas.
La Presidencia argentina habló de “falsa denuncia de golpe de Estado” y consideró “poco creíbles” los hechos, en un contundente comunicado que se ha sumado a las dudas expresadas también este mismo domingo por el ex mandatario boliviano Evo Morales y de las que no se han presentado pruebas.
(...)
La posición argentina
El portavoz del Ejecutivo argentino, Manuel Adorni, justificó sin embargo la versión de Buenos Aires, alegando que inicialmente optaron por la “cautela” a la hora de valorar lo ocurrido en La Paz y que sólo cuando tuvieron más datos optaron por un pronunciamiento de este calado.
Adorni dijo en rueda de prensa que no prevé “absolutamente ningún conflicto” con el Gobierno de Bolivia, ya que la parte argentina “simplemente” hace “una descripción de los hechos”, a partir de las informaciones que se han ido recopilando en estos últimos días. Ha sugerido que parte de estas informaciones no serían públicas.
Evo Morales acusa a Luis Arce de organizar el golpe de Estado en Bolivia
"El presidente Luis Arce engañó y mintió al pueblo boliviano y al mundo. Es lamentable que se use un tema tan sensible como la denuncia de un golpe. Debo pedir disculpas a la comunidad internacional por la alarma generada y agradecer por su solidaridad con nuestro país. Es importante que una investigación completa e independiente demuestre la verdad de este hecho". El presidente de Bolivia le respondió con unas duras palabras: "Evo Morales, ¡no te equivoques una vez más! Claramente lo que ocurrió el 26 de junio fue un golpe militar fallido en Bolivia. ¡No te pongas del lado del fascismo que niega lo ocurrido! Los responsables que buscaron tomar el poder por las armas, están siendo procesados y serán juzgados, como fue el caso de los golpistas de 2019". |
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Bolivia, golpe militar y autogolpe político
Marcelo Caruso Azcárate
El golpe de Estado clásico lo intentaron militares promovidos desde afuera y desde adentro. El autogolpe es el que genera la división interna del MAS, debilita al gobierno progresista y de izquierda y permite que sus diferencias sean aprovechadas por los sectores de ultraderecha.
Un golpe largamente preparado por exmilitares y civiles que contaba con el apoyo de quienes, como la generala Richardson del Comando Sur de Estados Unidos, consideran un problema de seguridad nacional el control del mayor yacimiento de Litio y tierras raras en el mundo, dada su importancia en la disputa por la hegemonía del nuevo orden mundial. Conspiración que se aceleró por varios detonantes: en lo inmediato, por la decisión del presidente Arce de anunciar a los 3 comandantes de las fuerzas armadas su inmimente cese de funciones. Esto implicó que, si bien se cumplió el acuartelamiento general, no llegaran a tiempo los carros blindados esperados para rodear la casa de gobierno; unos por la premura y las distancias y otros por no estar de acuerdo con la aventura. Y en esto influyó mucho el rápido y espontaneo apoyo popular, algo que no había sucedido con el golpe de 2019.
Si bien fracasó el intento de derrocar al gobierno, su intención política de dividir definitivamente al partido de gobierno -MAS, al parecer logró su objetivo, pues los mayores impulsores de la absurda campaña mediática que hablan de un posible autogolpe fueron parlamentarios del bloque de Evo Morales, quien hoy se burla de un golpe sin muertos ni heridos. Muchos han sido los esfuerzos de presidentes y expresidentes progresistas y de izquierda por detener esa división, y cuando se esperaba se concretara el acuerdo en un congreso unitario que definiera la futura candidatura presidencial, lanzan este golpe para abortarla. Creían que la crisis económica, agudizada desde el Congreso, y la división política del movimiento social, paralizarían la respuesta popular en La Paz; pero, otra vez, los pueblos demostraron más sabiduría que sus dirigentes, y el llamado de la Central Obrera a la Huelga General y el bloqueo de carreteras y cuarteles por las comunidades campesinas e indígenas, hicieron dudar a muchos de los mandos intermedios. Priorizar a quienes se la jugaron por defender el proceso democrático deberá ser parte de la contraofensiva política y social.
Existen otros antecedentes recientes que marcan posibles causas ocultas. En primer lugar, el viaje del presidente Arce a Moscú, donde se acuerda el apoyo decidido de Rusia por medio de la venta barata de combustibles -escasos- que, de seguir el modelo acordado recientemente con Cuba, implicaría operaciones por fuera del sistema Swift basado en el dolar, también escazo en Bolivia. A esto se agrega un llamado a reunión por la cancillería a la representante del gobierno de EEUU, en el que, según trascendidos, se le presentaron sustentadas quejas por sus ingerencias en los asuntos internos de Bolivia.
Y como cierre del fracaso, la audacia de Arce y su gabinete de enfrentar al que se hacía llamar “el general del pueblo” y poner a dudar a los otros dos altos mandos que lo acompañaban. Con el resultado que, sin buscarlo, sale fortalecido en el imaginario popular, lo cual deberán aprovechar para moverse en los territorios promoviendo el fortalecimiento de las comunidades, en un escenario incierto donde el golpismo no ha acabado y las conspiraciones para adelantar elecciones también continuan. Será importante la decisión de llamar a la unidad desde las bases de los sectores que hoy todavía conforman el MAS y su agrupamiento en un gran Parlamento Social que, a semejanza del que funcionó durante el gobierno de J. J. Torres, realice un contrapeso popular frente a las ostilidades de un Congreso regresivo. La urgencia es abrir un proceso unitario de reflexiones críticas y autocríticas, liderado por quienes han creido y apoyado todas las experiencias de gobierno del MAS. Cualquier similitud con Colombia es pura casualidad.
Un golpe largamente preparado por exmilitares y civiles que contaba con el apoyo de quienes, como la generala Richardson del Comando Sur de Estados Unidos, consideran un problema de seguridad nacional el control del mayor yacimiento de Litio y tierras raras en el mundo, dada su importancia en la disputa por la hegemonía del nuevo orden mundial. Conspiración que se aceleró por varios detonantes: en lo inmediato, por la decisión del presidente Arce de anunciar a los 3 comandantes de las fuerzas armadas su inmimente cese de funciones. Esto implicó que, si bien se cumplió el acuartelamiento general, no llegaran a tiempo los carros blindados esperados para rodear la casa de gobierno; unos por la premura y las distancias y otros por no estar de acuerdo con la aventura. Y en esto influyó mucho el rápido y espontaneo apoyo popular, algo que no había sucedido con el golpe de 2019.
Si bien fracasó el intento de derrocar al gobierno, su intención política de dividir definitivamente al partido de gobierno -MAS, al parecer logró su objetivo, pues los mayores impulsores de la absurda campaña mediática que hablan de un posible autogolpe fueron parlamentarios del bloque de Evo Morales, quien hoy se burla de un golpe sin muertos ni heridos. Muchos han sido los esfuerzos de presidentes y expresidentes progresistas y de izquierda por detener esa división, y cuando se esperaba se concretara el acuerdo en un congreso unitario que definiera la futura candidatura presidencial, lanzan este golpe para abortarla. Creían que la crisis económica, agudizada desde el Congreso, y la división política del movimiento social, paralizarían la respuesta popular en La Paz; pero, otra vez, los pueblos demostraron más sabiduría que sus dirigentes, y el llamado de la Central Obrera a la Huelga General y el bloqueo de carreteras y cuarteles por las comunidades campesinas e indígenas, hicieron dudar a muchos de los mandos intermedios. Priorizar a quienes se la jugaron por defender el proceso democrático deberá ser parte de la contraofensiva política y social.
Existen otros antecedentes recientes que marcan posibles causas ocultas. En primer lugar, el viaje del presidente Arce a Moscú, donde se acuerda el apoyo decidido de Rusia por medio de la venta barata de combustibles -escasos- que, de seguir el modelo acordado recientemente con Cuba, implicaría operaciones por fuera del sistema Swift basado en el dolar, también escazo en Bolivia. A esto se agrega un llamado a reunión por la cancillería a la representante del gobierno de EEUU, en el que, según trascendidos, se le presentaron sustentadas quejas por sus ingerencias en los asuntos internos de Bolivia.
Y como cierre del fracaso, la audacia de Arce y su gabinete de enfrentar al que se hacía llamar “el general del pueblo” y poner a dudar a los otros dos altos mandos que lo acompañaban. Con el resultado que, sin buscarlo, sale fortalecido en el imaginario popular, lo cual deberán aprovechar para moverse en los territorios promoviendo el fortalecimiento de las comunidades, en un escenario incierto donde el golpismo no ha acabado y las conspiraciones para adelantar elecciones también continuan. Será importante la decisión de llamar a la unidad desde las bases de los sectores que hoy todavía conforman el MAS y su agrupamiento en un gran Parlamento Social que, a semejanza del que funcionó durante el gobierno de J. J. Torres, realice un contrapeso popular frente a las ostilidades de un Congreso regresivo. La urgencia es abrir un proceso unitario de reflexiones críticas y autocríticas, liderado por quienes han creido y apoyado todas las experiencias de gobierno del MAS. Cualquier similitud con Colombia es pura casualidad.
Bolivia rechaza las "inamistosas" declaraciones de Argentina tras la intentona golpista
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia rechaza "enérgicamente las inamistosas y temerarias declaraciones vertidas por la Oficina del Presidente de la República Argentina, en su comunicado de fecha 30 de junio, en referencia al golpe de Estado militar fallido ocurrido el 26 de junio de 2024", comunicó el organismo.
https://es-rt.com/JbXC
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia rechaza "enérgicamente las inamistosas y temerarias declaraciones vertidas por la Oficina del Presidente de la República Argentina, en su comunicado de fecha 30 de junio, en referencia al golpe de Estado militar fallido ocurrido el 26 de junio de 2024", comunicó el organismo.
https://es-rt.com/JbXC
2 de julio de 2024
Bolivia: ¿Intento de golpe o autogolpe?
En este artículo revisamos el intento de golpe de Estado liderado por el destituido jefe del Ejército de Bolivia Juan José Zúñiga contra el gobierno de Luis Arce.
Por Roberto Chambi Calle, jurista, teólogo y analista en RRII
Hispan TV
Por Roberto Chambi Calle, jurista, teólogo y analista en RRII
Hispan TV
La población boliviana el día miércoles 26 de junio por la tarde, vivió momentos tensos, aun marcados por los traumas del reciente golpe de estado de 2019, cuando las fuerzas armadas y los grupos fascistoides de la ultraderecha defenestraron al 1er Presidente Indígena del Estado Plurinacional de Bolivia Evo Morales Ayma, con un saldo de más de 37 víctimas, las mismas que incluso dentro de sus féretros fueron gasificadas por las fuerzas represoras del “gobierno transitorio”, impuesto por las oligarquías ortodoxas del viejo sistema colonial y las nuevas élites empresariales apostadas en la ciudad de Santa Cruz.
Tropas de militares comandadas por el general Juan José Zúñiga, quien dentro una tanqueta junto a sus soldados ingresaban a la Plaza Murillo, forzando y estrellando uno de los vehículos militares contra la puerta principal de Palacio Quemado, siendo este uno de los acontecimientos más oprobiosos para la democracia latinoamericana, en un escenario en donde la población boliviana corría hacia los mercados para aprovisionarse de víveres, hacia los cajeros de bancos para retirar su dinero, empeorándose la misma con la subida abrupta del dólar en el mercado negro en más de 10 bolivianos, y que fruto de la “aventura golpista”, Bolivia según EMBI (Indicador de Bonos de Mercados Emergentes por sus siglas en ingles) el riesgo país de Bolivia pasó de 1.980 a 2.027 puntos el jueves 27 de junio en materia de inversiones.
Las posiciones y percepciones pueden tener diversos ángulos, tanto para los que sostienen que fue un Golpe de Estado, así como un autogolpe; a tal fin podemos desmenuzar estas posturas en varios puntos.
Por ejemplo, en la primera hipótesis se sostiene que fue un golpe de estado, entre ellos al actual mandatario y su cúpula más cercana:
1ro. Que este ha sido producto de los grupos oligarcas de poder que quieren desestabilizar la gestión del gobierno de Luis Arce Catacora, debido a directrices que se han dado desde Washington, a partir de querer apropiarse de los recursos naturales y energéticos como el litio, el gas, así como la explotación de las tierras raras que tiene Bolivia, tal cual la ha señalado el mandatario boliviano
2do. Orquestado por la oligarquía y la derecha neoliberal, quienes desde hace más de 16 años están en la búsqueda de retomar el poder, que se ha perdido desde el gobierno de los movimientos sociales, el año 2006, con Evo Morales como presidente del Estado boliviano.
3ro. El 6 de junio Luis Arce Catacora se reunió con Vladímir Putin en el Foro Económico de San Petersburgo para la cooperación bilateral del litio, así como sumarse a los BRICS, lo cual va contra los intereses de EE.UU en el continente, peor aun cuando Rusia quiere cooperar con la explotación de este recurso.
No obstante, en la segunda hipótesis se pone en el tintero que fue un autogolpe para fortalecer la figura y el liderazgo de Luis Arce Catacora como presidente, siendo los puntos más abordados:
1ro. Un golpe de estado bajo la égida de los militares es violento, sangriento e inmediato, paradójicamente el “golpe” llevado por el ex general Zúñiga, fue anunciado días antes cuando él mismo en un programa de televisión le dijo a la periodista Jimena Antelo; “Nosotros somos el brazo armado del pueblo, un brazo armado de la Patria” y que la misión de los militares “es velar por la estabilidad del país”. Al referirse a Evo Morales, dijo que “no puede volver a ser más presidente de este país”, añadiendo que “es un personaje que tiene en su naturaleza la mentira, el insulto, la difamación. (…) un verdadero mitómano, (que) utiliza la mentira como estrategia para intentar retornar al poder”.
2do. Las fuerzas militares, de acuerdo a los procesos históricos que ha tenido Bolivia, nunca fueron de diálogo, ni asaltaban el poder de día, sino de noche o de madrugada, en donde el militar insurrecto —cuyo fin es claro— no dialogaba, sino imponía con fusil, balas y tanques sus determinaciones, tomando inmediatamente el poder y militarizando las principales capitales del país. En el caso del ex comandante, entró a plaza murillo por la tarde, a plena luz del día y permitiendo que los medios de comunicación trasmitan en vivo y directo —cual fuera un espectáculo— todas las acciones, como por ejemplo el choque de una tanqueta contra la puerta del Palacio quemado.
3ro. La UTOP (Unidad Táctica de Operaciones Policiales, que está al frente del palacio de gobierno) estaba casi ausente, en otras oportunidades a la mínima escaramuza de cualquier acto sospechosa o una marcha por más miserable que fuese cerraba inmediatamente el perímetro y la seguridad de palacio.
4to. El ministro de Defensa, Edmundo Novillo, conocía de esta sublevación militar, pues manifestó que “Ese día del 26 de julio, entre las 8:30 y las 9:00, (le) informaron de un movimiento inusual de tropas conformado por instructores, aproximadamente 40 efectivos, que se dirigían en seis camionetas desde Challapata (Oruro) hacia La Paz. En otras oportunidades cuando un ministro de estado tiene conocimiento de ello, inmediatamente actúa en coordinación con el presidente para tomar acciones contundentes. ¿Por qué no se lo hizo?
5to. El ex general Zúñiga después de haber conversado en los pasillos de palacio quemado con el presidente Luis Arce, sale de palacio y da una pequeña conferencia a los medios, en donde declaró: “Vamos a restituir la democracia, vamos a liberar a nuestros presos políticos. Todas las unidades están acuarteladas en todo el país”, añadiendo: “Queremos restablecer la democracia”, y que pronto se recuperaría a todos los presos políticos, desde Fernando Camacho, Jeaninne Añez, coroneles, generales y otros.
6to. Una vez que el general Zúñiga fracasó en su intento de golpe, se retira con sus tropas al Estado Mayor, en donde más tarde se entrega él mismo en el estado mayor al ex general de la Policía ahora viceministro de Régimen Interior, Jhonny Aguilera. Siendo transferido a la FELCC, Zúñiga dijo: “En el colegio La Salle, me reuní con el presidente (Luis Arce) y el presidente me dijo que la situación está muy jodida, que esta semana sería crítica y es necesario preparar algo para levantar mi popularidad”, así mismo Zúñiga añadió que Arce le habría pedido realizar un movimiento militar: “Yo le pregunté: ¿sacamos los blindados? y él (Arce) respondió ‘sacá’”.
No cabe duda que ambas hipótesis están sobre la mesa de discusión, sin embargo por los hechos observados en estos días, la segunda hipótesis de que era un autogolpe, es la que más se está expandiendo en los círculos sociales de distinta estratificación social, y es que los bolivianos son hijos de las dictaduras, quienes aún tienen marcado en sus vidas los procedimientos y la trayectoria cuando se realiza un golpe de estado, y ante los hechos sucedidos el miércoles 26 de junio, las opiniones de la mayoría de los bolivianos no cuadran ni encajan en la figura de golpe de estado, en tal sentido, por ahora los bolivianos tendrán que esperar el esclarecimiento de los hechos, siendo que en algún momento la verdad saldrá a flote, dijo al respecto el ahora ex comandante Juan José Zúñiga durante su traslado a la cárcel de máxima seguridad en Chonchocoro: en “Algún momento se va a saber la verdad histórica, hay gente inocente”. ¿Cuál será la verdad?
Tropas de militares comandadas por el general Juan José Zúñiga, quien dentro una tanqueta junto a sus soldados ingresaban a la Plaza Murillo, forzando y estrellando uno de los vehículos militares contra la puerta principal de Palacio Quemado, siendo este uno de los acontecimientos más oprobiosos para la democracia latinoamericana, en un escenario en donde la población boliviana corría hacia los mercados para aprovisionarse de víveres, hacia los cajeros de bancos para retirar su dinero, empeorándose la misma con la subida abrupta del dólar en el mercado negro en más de 10 bolivianos, y que fruto de la “aventura golpista”, Bolivia según EMBI (Indicador de Bonos de Mercados Emergentes por sus siglas en ingles) el riesgo país de Bolivia pasó de 1.980 a 2.027 puntos el jueves 27 de junio en materia de inversiones.
Las posiciones y percepciones pueden tener diversos ángulos, tanto para los que sostienen que fue un Golpe de Estado, así como un autogolpe; a tal fin podemos desmenuzar estas posturas en varios puntos.
Por ejemplo, en la primera hipótesis se sostiene que fue un golpe de estado, entre ellos al actual mandatario y su cúpula más cercana:
1ro. Que este ha sido producto de los grupos oligarcas de poder que quieren desestabilizar la gestión del gobierno de Luis Arce Catacora, debido a directrices que se han dado desde Washington, a partir de querer apropiarse de los recursos naturales y energéticos como el litio, el gas, así como la explotación de las tierras raras que tiene Bolivia, tal cual la ha señalado el mandatario boliviano
2do. Orquestado por la oligarquía y la derecha neoliberal, quienes desde hace más de 16 años están en la búsqueda de retomar el poder, que se ha perdido desde el gobierno de los movimientos sociales, el año 2006, con Evo Morales como presidente del Estado boliviano.
3ro. El 6 de junio Luis Arce Catacora se reunió con Vladímir Putin en el Foro Económico de San Petersburgo para la cooperación bilateral del litio, así como sumarse a los BRICS, lo cual va contra los intereses de EE.UU en el continente, peor aun cuando Rusia quiere cooperar con la explotación de este recurso.
No obstante, en la segunda hipótesis se pone en el tintero que fue un autogolpe para fortalecer la figura y el liderazgo de Luis Arce Catacora como presidente, siendo los puntos más abordados:
1ro. Un golpe de estado bajo la égida de los militares es violento, sangriento e inmediato, paradójicamente el “golpe” llevado por el ex general Zúñiga, fue anunciado días antes cuando él mismo en un programa de televisión le dijo a la periodista Jimena Antelo; “Nosotros somos el brazo armado del pueblo, un brazo armado de la Patria” y que la misión de los militares “es velar por la estabilidad del país”. Al referirse a Evo Morales, dijo que “no puede volver a ser más presidente de este país”, añadiendo que “es un personaje que tiene en su naturaleza la mentira, el insulto, la difamación. (…) un verdadero mitómano, (que) utiliza la mentira como estrategia para intentar retornar al poder”.
2do. Las fuerzas militares, de acuerdo a los procesos históricos que ha tenido Bolivia, nunca fueron de diálogo, ni asaltaban el poder de día, sino de noche o de madrugada, en donde el militar insurrecto —cuyo fin es claro— no dialogaba, sino imponía con fusil, balas y tanques sus determinaciones, tomando inmediatamente el poder y militarizando las principales capitales del país. En el caso del ex comandante, entró a plaza murillo por la tarde, a plena luz del día y permitiendo que los medios de comunicación trasmitan en vivo y directo —cual fuera un espectáculo— todas las acciones, como por ejemplo el choque de una tanqueta contra la puerta del Palacio quemado.
3ro. La UTOP (Unidad Táctica de Operaciones Policiales, que está al frente del palacio de gobierno) estaba casi ausente, en otras oportunidades a la mínima escaramuza de cualquier acto sospechosa o una marcha por más miserable que fuese cerraba inmediatamente el perímetro y la seguridad de palacio.
4to. El ministro de Defensa, Edmundo Novillo, conocía de esta sublevación militar, pues manifestó que “Ese día del 26 de julio, entre las 8:30 y las 9:00, (le) informaron de un movimiento inusual de tropas conformado por instructores, aproximadamente 40 efectivos, que se dirigían en seis camionetas desde Challapata (Oruro) hacia La Paz. En otras oportunidades cuando un ministro de estado tiene conocimiento de ello, inmediatamente actúa en coordinación con el presidente para tomar acciones contundentes. ¿Por qué no se lo hizo?
5to. El ex general Zúñiga después de haber conversado en los pasillos de palacio quemado con el presidente Luis Arce, sale de palacio y da una pequeña conferencia a los medios, en donde declaró: “Vamos a restituir la democracia, vamos a liberar a nuestros presos políticos. Todas las unidades están acuarteladas en todo el país”, añadiendo: “Queremos restablecer la democracia”, y que pronto se recuperaría a todos los presos políticos, desde Fernando Camacho, Jeaninne Añez, coroneles, generales y otros.
6to. Una vez que el general Zúñiga fracasó en su intento de golpe, se retira con sus tropas al Estado Mayor, en donde más tarde se entrega él mismo en el estado mayor al ex general de la Policía ahora viceministro de Régimen Interior, Jhonny Aguilera. Siendo transferido a la FELCC, Zúñiga dijo: “En el colegio La Salle, me reuní con el presidente (Luis Arce) y el presidente me dijo que la situación está muy jodida, que esta semana sería crítica y es necesario preparar algo para levantar mi popularidad”, así mismo Zúñiga añadió que Arce le habría pedido realizar un movimiento militar: “Yo le pregunté: ¿sacamos los blindados? y él (Arce) respondió ‘sacá’”.
No cabe duda que ambas hipótesis están sobre la mesa de discusión, sin embargo por los hechos observados en estos días, la segunda hipótesis de que era un autogolpe, es la que más se está expandiendo en los círculos sociales de distinta estratificación social, y es que los bolivianos son hijos de las dictaduras, quienes aún tienen marcado en sus vidas los procedimientos y la trayectoria cuando se realiza un golpe de estado, y ante los hechos sucedidos el miércoles 26 de junio, las opiniones de la mayoría de los bolivianos no cuadran ni encajan en la figura de golpe de estado, en tal sentido, por ahora los bolivianos tendrán que esperar el esclarecimiento de los hechos, siendo que en algún momento la verdad saldrá a flote, dijo al respecto el ahora ex comandante Juan José Zúñiga durante su traslado a la cárcel de máxima seguridad en Chonchocoro: en “Algún momento se va a saber la verdad histórica, hay gente inocente”. ¿Cuál será la verdad?
Extracto entrevista
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3 de julio de 2024
El golpe de tres horas. ¿Qué acaba de pasar en Bolivia?
Uno de los intentos de golpe más extraños e incomprensibles acaba de desarrollarse en Bolivia. No sólo no están claros los motivos, sino que ni siquiera está claro quién lo ordenó: el general que dirigió el golpe contra el presidente o el presidente. Pero el escenario en el que se desarrolló estuvo preparado en parte por un golpe de estado apoyado por Estados Unidos que tuvo lugar hace cuatro años.
El 26 de junio, el general boliviano Juan José Zúñiga utilizó las propias fuerzas armadas del país para rodear el palacio presidencial y otros edificios gubernamentales. Colocó tanques y vehículos blindados en la Plaza Murillo, la plaza principal de la capital de La Paz y sede del gobierno de Bolivia. Un tanque atravesó la puerta del palacio presidencial para que los soldados pudieran entrar.
En una escena extraña, el presidente de Bolivia, Luis Arce, con los ministros del gabinete a su lado, confrontó heroicamente al general Zúñiga, diciendo: “Soy su capitán y le ordeno que retire a sus soldados y no permitiré esta insubordinación”. Momentos después, Zúñiga, derrotado, se dio la vuelta y se fue, detenido y escoltado en un vehículo militar a prueba de balas. También fue detenido el comandante de la Armada, vicealmirante Juan Arnez Salvador.
Arce nombró rápidamente nuevos líderes del ejército, la marina y la fuerza aérea. El nuevo comandante del ejército ordenó a las tropas que regresaran a sus cuarteles y el intento de golpe de tres horas terminó.
Desde entonces han surgido dos versiones muy diferentes del golpe. La primera es que se trató de un auténtico intento de golpe emprendido por el comandante del ejército, que al parecer había sido destituido de su cargo por Arce el día anterior, y un cerebro civil llamado Aníbal Aguilar Gómez.
Según este relato, retomar la lucha por una nación con una crisis económica que ha generado protestas en las calles y una lucha por el poder en el partido gobernante entre el presidente Arce y el expresidente Evo Morales que ha frenado el funcionamiento del gobierno, El general Zúñiga se levantó “para restaurar la democracia en Bolivia”. Zúñiga exigió nuevos ministros del gabinete y la liberación de los presos políticos.
El ex aliado de Arce y actual oponente político, Evo Morales, condenó inmediatamente el intento de golpe y pidió que se presentaran cargos penales contra Zúñiga. Los países latinoamericanos, incluidos Venezuela, Brasil, México, Cuba y Honduras, condenaron el golpe y expresaron su apoyo a Arce. El secretario general de la Organización de Estados Americanos también condenó el golpe.
Pero en un giro sorprendente, tras su arresto, el general Zúñiga dio la vuelta a la situación y acusó al presidente Arce de intentar un autogolpe. El general afirmó que “el presidente me dijo: ‘La situación está muy jodida, muy crítica. Es necesario preparar algo para aumentar mi popularidad’”. Cuando Zúñiga le preguntó si debía “sacar los vehículos blindados”, Arce le dijo que “los sacara”.
Según este relato, Arce orquestó el autogolpe para presentarse como el campeón de la democracia boliviana con el fin de impulsar su menguante popularidad.
Arce ha negado la acusación y los funcionarios bolivianos la han desestimado como una mentira ideada rápidamente para justificar las acciones de Zúñiga.
Pero no todos han desestimado la acusación. Los miembros de la oposición se han hecho eco de ello. La senadora opositora Andrea Barrientos estuvo entre las primeras. Carlos Romero, ex funcionario del gobierno de Morales, calificó el intento de golpe como “un montaje” y dijo que Zúñiga obedientemente “siguió el guión tal como se le ordenó”. Alejandro Reyes, legislador del bloque opositor Comunidad Cívica, dijo que existen “indicios, pruebas y declaraciones que permiten pensar que este [golpe] ha sido premeditado, e incluso podría involucrar la participación del Ejecutivo”.
El analista político boliviano Carlos Toranzo dijo a la BBC: “Ahora hay muy poca claridad sobre si fue un intento de golpe de Estado o, llamativamente, un espectáculo montado por el propio gobierno”. Tomó en serio la posibilidad de la acusación de Zúñiga y señaló que “es extraño” que mientras se desarrollaban los acontecimientos que condujeron al intento de golpe, hubiera “total tranquilidad por parte del presidente y su gabinete”.
En el giro más impactante, Evo Morales cambió su posición y acusó a Arce de un autogolpe. El 30 de junio, Morales dijo que Arce “faltó el respeto a la verdad, nos engañó, mintió, no sólo al pueblo boliviano sino al mundo entero”. Gerardo García, vicepresidente del partido al que pertenecen Arce y Morales, dijo que Arce fue el “autor intelectual” del golpe y que hizo una “burla del país”.
Bolivia tiene una historia turbulenta de golpes de estado, y el último golpe preparó el escenario para el actual golpe. En 2019, después de ganar de manera convincente las elecciones en la primera vuelta, Morales fue derrocado en un golpe de estado apoyado por Estados Unidos. Las acusaciones de fraude de la oposición y de la Organización de los Estados Americanos fueron rápidamente refutadas.
Bolivia es rica en litio, y el litio es para los autos eléctricos lo que el petróleo para los autos convencionales. Morales estaba contento de tener empresas extranjeras en Bolivia, pero estipuló que cualquier extracción de litio debía llevarse a cabo en igualdad de condiciones con la empresa minera nacional de Bolivia y la empresa nacional de litio de Bolivia. De acuerdo con esta política, Morales canceló un acuerdo de litio con la alemana ACI Systems. Días después, ya no estaba.
El golpe actual es tan confuso como breve. Parece encaminado a conducir a un mayor conflicto político en Bolivia. El paso del tiempo puede aclarar si este extraño intento de golpe fue un golpe genuino o un autogolpe teatral extrañamente escenificado.
El 26 de junio, el general boliviano Juan José Zúñiga utilizó las propias fuerzas armadas del país para rodear el palacio presidencial y otros edificios gubernamentales. Colocó tanques y vehículos blindados en la Plaza Murillo, la plaza principal de la capital de La Paz y sede del gobierno de Bolivia. Un tanque atravesó la puerta del palacio presidencial para que los soldados pudieran entrar.
En una escena extraña, el presidente de Bolivia, Luis Arce, con los ministros del gabinete a su lado, confrontó heroicamente al general Zúñiga, diciendo: “Soy su capitán y le ordeno que retire a sus soldados y no permitiré esta insubordinación”. Momentos después, Zúñiga, derrotado, se dio la vuelta y se fue, detenido y escoltado en un vehículo militar a prueba de balas. También fue detenido el comandante de la Armada, vicealmirante Juan Arnez Salvador.
Arce nombró rápidamente nuevos líderes del ejército, la marina y la fuerza aérea. El nuevo comandante del ejército ordenó a las tropas que regresaran a sus cuarteles y el intento de golpe de tres horas terminó.
Desde entonces han surgido dos versiones muy diferentes del golpe. La primera es que se trató de un auténtico intento de golpe emprendido por el comandante del ejército, que al parecer había sido destituido de su cargo por Arce el día anterior, y un cerebro civil llamado Aníbal Aguilar Gómez.
Según este relato, retomar la lucha por una nación con una crisis económica que ha generado protestas en las calles y una lucha por el poder en el partido gobernante entre el presidente Arce y el expresidente Evo Morales que ha frenado el funcionamiento del gobierno, El general Zúñiga se levantó “para restaurar la democracia en Bolivia”. Zúñiga exigió nuevos ministros del gabinete y la liberación de los presos políticos.
El ex aliado de Arce y actual oponente político, Evo Morales, condenó inmediatamente el intento de golpe y pidió que se presentaran cargos penales contra Zúñiga. Los países latinoamericanos, incluidos Venezuela, Brasil, México, Cuba y Honduras, condenaron el golpe y expresaron su apoyo a Arce. El secretario general de la Organización de Estados Americanos también condenó el golpe.
Pero en un giro sorprendente, tras su arresto, el general Zúñiga dio la vuelta a la situación y acusó al presidente Arce de intentar un autogolpe. El general afirmó que “el presidente me dijo: ‘La situación está muy jodida, muy crítica. Es necesario preparar algo para aumentar mi popularidad’”. Cuando Zúñiga le preguntó si debía “sacar los vehículos blindados”, Arce le dijo que “los sacara”.
Según este relato, Arce orquestó el autogolpe para presentarse como el campeón de la democracia boliviana con el fin de impulsar su menguante popularidad.
Arce ha negado la acusación y los funcionarios bolivianos la han desestimado como una mentira ideada rápidamente para justificar las acciones de Zúñiga.
Pero no todos han desestimado la acusación. Los miembros de la oposición se han hecho eco de ello. La senadora opositora Andrea Barrientos estuvo entre las primeras. Carlos Romero, ex funcionario del gobierno de Morales, calificó el intento de golpe como “un montaje” y dijo que Zúñiga obedientemente “siguió el guión tal como se le ordenó”. Alejandro Reyes, legislador del bloque opositor Comunidad Cívica, dijo que existen “indicios, pruebas y declaraciones que permiten pensar que este [golpe] ha sido premeditado, e incluso podría involucrar la participación del Ejecutivo”.
El analista político boliviano Carlos Toranzo dijo a la BBC: “Ahora hay muy poca claridad sobre si fue un intento de golpe de Estado o, llamativamente, un espectáculo montado por el propio gobierno”. Tomó en serio la posibilidad de la acusación de Zúñiga y señaló que “es extraño” que mientras se desarrollaban los acontecimientos que condujeron al intento de golpe, hubiera “total tranquilidad por parte del presidente y su gabinete”.
En el giro más impactante, Evo Morales cambió su posición y acusó a Arce de un autogolpe. El 30 de junio, Morales dijo que Arce “faltó el respeto a la verdad, nos engañó, mintió, no sólo al pueblo boliviano sino al mundo entero”. Gerardo García, vicepresidente del partido al que pertenecen Arce y Morales, dijo que Arce fue el “autor intelectual” del golpe y que hizo una “burla del país”.
Bolivia tiene una historia turbulenta de golpes de estado, y el último golpe preparó el escenario para el actual golpe. En 2019, después de ganar de manera convincente las elecciones en la primera vuelta, Morales fue derrocado en un golpe de estado apoyado por Estados Unidos. Las acusaciones de fraude de la oposición y de la Organización de los Estados Americanos fueron rápidamente refutadas.
Bolivia es rica en litio, y el litio es para los autos eléctricos lo que el petróleo para los autos convencionales. Morales estaba contento de tener empresas extranjeras en Bolivia, pero estipuló que cualquier extracción de litio debía llevarse a cabo en igualdad de condiciones con la empresa minera nacional de Bolivia y la empresa nacional de litio de Bolivia. De acuerdo con esta política, Morales canceló un acuerdo de litio con la alemana ACI Systems. Días después, ya no estaba.
El golpe actual es tan confuso como breve. Parece encaminado a conducir a un mayor conflicto político en Bolivia. El paso del tiempo puede aclarar si este extraño intento de golpe fue un golpe genuino o un autogolpe teatral extrañamente escenificado.
7 de julio de 2024
Bolivia: la conjura de los necios
La Jornada Marcos Roitman Rosenmann
Bochorno y desazón, no de otra manera se puede conceptualizar el rifirrafe en la dirigencia del Movimiento al Socialismo boliviano. ¿Golpe-autogolpe? No hay nada que justifique el cúmulo de acusaciones lanzadas por el ex presidente Evo Morales. Antes de realizarlas, debió medir sus consecuencias. La deriva generada es peligrosa, compromete a la ciudadanía y desnuda rencillas de patio de colegio.
Si se permite un símil, podríamos definirla como La Conjura de los necios, título de la novela de John Kennedy Toole. No de otra manera podría interpretarse la polémica desatada por un sector del MAS contra el gobierno de Luis Arce. Así, podríamos afirmar, como lo hace el personaje de Toole, Ignatius, que “la estupidez humana no tiene límites” y que “la mediocridad es el enemigo silencioso que acecha en cada esquina”.
Los golpes de Estado son una técnica para hacer saltar por los aires el orden constitucional imperante. Tal objetivo lo es desde la fundación del Estado moderno. En América Latina, triunfantes o fracasados, ha contado con la participación de las fuerzas armadas, única institución capaz de inclinar la balanza hacia uno y otro lado.
La razón: poseen un mando centralizado, tienen una jerarquía única, comparten una disciplina en el cumplimiento de las órdenes y están presentes en todo el territorio nacional. Y, por si fuera poco, son un poder fáctico cuyo monopolio en el armamento les confiere un poder único. Tanques, aviones de combate, misiles.
Tras el fin de la guerra fría, las fuerzas armadas, protagonistas de excepción en la historia en el continente, se han situado en un segundo plano. Han preferido recibir órdenes del Poder Judicial o Legislativo para actuar en un golpe de Estado. Sin ir más lejos, Bolivia en 2019. Pero en el recuerdo, Honduras en 2009, con la destitución del presidente Manuel Zelaya.
La técnica del golpe de Estado ha sido la opción preferida por las plutocracias latinoamericanas para revertir procesos democráticos. La unidad de los golpistas suele ser el punto de inflexión para lograr el éxito.
Fue el caso de Chile, donde el derrocamiento del presidente Salvador Allende no fue posible hasta conseguir la renuncia del general Carlos Prats y desplazar los generales constitucionalistas con mando en tropa el 11 de septiembre de 1973. En España, el golpe de Estado de 1936 fracasó, derivando en una guerra civil. Las fuerzas armadas se dividieron, unos apoyaron el orden constitucional republicano y otros se sumaron al general golpista Francisco Franco.
En Bolivia, en este fallido golpe de Estado, las fuerzas armadas no actuaron al unísono. El plan urdido por el general Juan José Zúñiga, destituido días antes del cargo de comandante general del Ejército de Bolivia, fue un disparate estratégica y tácticamente. Iniciar una asonada para, a continuación, lograr el apoyo del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas no es el mejor de los planes, más bien asegura su fracaso. Buscar explicaciones al margen de la mala planificación no tiene pies ni cabeza. Sin un consenso que le preceda, resulta inviable.
No es de extrañar que el presidente Luis Arce, para revertir la asonada militar, decida nombrar a una nueva comandancia en las tres armas de las fuerzas armadas, dejando en manos de sus generales abortar el push militar encabezado por el general Juan José Zúñiga.
Los motivos del golpe se pueden estudiar, pero negar y plantear que se trataba de un autogolpe, es mentir bajo un manto de verdad superficial. Juan Carlos Onetti, en El Pozo, reflexiona sobre el significado de la frágil línea que separa la verdad y la mentira: “Se dice que hay varias maneras de mentir, pero la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos.
Porque los hechos son siempre vacíos; son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene”. Carlos Fazio, en su columna de La Jornada del jueves 27 de junio, “Dos horas que conmovieron a Bolivia”, explica los motivos reales que subyacen a la intentona golpista y facilita su comprensión en medio de una guerra híbrida en la que Estados Unidos busca hacerse con la propiedad del litio, las tierras raras y desarticular los acuerdos del gobierno boliviano alcanzados con China.
No existen autogolpes en la historia de América Latina llevados a cabo por gobiernos de izquierda. La única manera de asumir su existencia es avalar las tesis del intelectual fascista Curzio Malaparte, quien en su ensayo “Técnica del golpe de Estado” (1931) equipara revoluciones con golpes de Estados, afirmando que la revolución rusa fue un golpe de Estado comunista. Así habría golpes de Estado fascistas y comunistas. De tal forma que la Revolución Mexicana y la cubana se transformarían en golpes de Estado, un absurdo.
Por consiguiente, aceptar que las acciones del general Juan José Zúñiga fueron una maniobra orquestada por el gobierno, constituye un absurdo que sólo beneficia a la plutocracia boliviana, Estados Unidos, el Comando Sur y sus aliados, a quienes exonera de responsabilidad en su elaboración.
La versión del autogolpe no se sostiene. La conjura de los necios se rescribe en Bolivia.
Si se permite un símil, podríamos definirla como La Conjura de los necios, título de la novela de John Kennedy Toole. No de otra manera podría interpretarse la polémica desatada por un sector del MAS contra el gobierno de Luis Arce. Así, podríamos afirmar, como lo hace el personaje de Toole, Ignatius, que “la estupidez humana no tiene límites” y que “la mediocridad es el enemigo silencioso que acecha en cada esquina”.
Los golpes de Estado son una técnica para hacer saltar por los aires el orden constitucional imperante. Tal objetivo lo es desde la fundación del Estado moderno. En América Latina, triunfantes o fracasados, ha contado con la participación de las fuerzas armadas, única institución capaz de inclinar la balanza hacia uno y otro lado.
La razón: poseen un mando centralizado, tienen una jerarquía única, comparten una disciplina en el cumplimiento de las órdenes y están presentes en todo el territorio nacional. Y, por si fuera poco, son un poder fáctico cuyo monopolio en el armamento les confiere un poder único. Tanques, aviones de combate, misiles.
Tras el fin de la guerra fría, las fuerzas armadas, protagonistas de excepción en la historia en el continente, se han situado en un segundo plano. Han preferido recibir órdenes del Poder Judicial o Legislativo para actuar en un golpe de Estado. Sin ir más lejos, Bolivia en 2019. Pero en el recuerdo, Honduras en 2009, con la destitución del presidente Manuel Zelaya.
La técnica del golpe de Estado ha sido la opción preferida por las plutocracias latinoamericanas para revertir procesos democráticos. La unidad de los golpistas suele ser el punto de inflexión para lograr el éxito.
Fue el caso de Chile, donde el derrocamiento del presidente Salvador Allende no fue posible hasta conseguir la renuncia del general Carlos Prats y desplazar los generales constitucionalistas con mando en tropa el 11 de septiembre de 1973. En España, el golpe de Estado de 1936 fracasó, derivando en una guerra civil. Las fuerzas armadas se dividieron, unos apoyaron el orden constitucional republicano y otros se sumaron al general golpista Francisco Franco.
En Bolivia, en este fallido golpe de Estado, las fuerzas armadas no actuaron al unísono. El plan urdido por el general Juan José Zúñiga, destituido días antes del cargo de comandante general del Ejército de Bolivia, fue un disparate estratégica y tácticamente. Iniciar una asonada para, a continuación, lograr el apoyo del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas no es el mejor de los planes, más bien asegura su fracaso. Buscar explicaciones al margen de la mala planificación no tiene pies ni cabeza. Sin un consenso que le preceda, resulta inviable.
No es de extrañar que el presidente Luis Arce, para revertir la asonada militar, decida nombrar a una nueva comandancia en las tres armas de las fuerzas armadas, dejando en manos de sus generales abortar el push militar encabezado por el general Juan José Zúñiga.
Los motivos del golpe se pueden estudiar, pero negar y plantear que se trataba de un autogolpe, es mentir bajo un manto de verdad superficial. Juan Carlos Onetti, en El Pozo, reflexiona sobre el significado de la frágil línea que separa la verdad y la mentira: “Se dice que hay varias maneras de mentir, pero la más repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos.
Porque los hechos son siempre vacíos; son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene”. Carlos Fazio, en su columna de La Jornada del jueves 27 de junio, “Dos horas que conmovieron a Bolivia”, explica los motivos reales que subyacen a la intentona golpista y facilita su comprensión en medio de una guerra híbrida en la que Estados Unidos busca hacerse con la propiedad del litio, las tierras raras y desarticular los acuerdos del gobierno boliviano alcanzados con China.
No existen autogolpes en la historia de América Latina llevados a cabo por gobiernos de izquierda. La única manera de asumir su existencia es avalar las tesis del intelectual fascista Curzio Malaparte, quien en su ensayo “Técnica del golpe de Estado” (1931) equipara revoluciones con golpes de Estados, afirmando que la revolución rusa fue un golpe de Estado comunista. Así habría golpes de Estado fascistas y comunistas. De tal forma que la Revolución Mexicana y la cubana se transformarían en golpes de Estado, un absurdo.
Por consiguiente, aceptar que las acciones del general Juan José Zúñiga fueron una maniobra orquestada por el gobierno, constituye un absurdo que sólo beneficia a la plutocracia boliviana, Estados Unidos, el Comando Sur y sus aliados, a quienes exonera de responsabilidad en su elaboración.
La versión del autogolpe no se sostiene. La conjura de los necios se rescribe en Bolivia.
8 de julio de 2024
11 de julio de 2024
Bolivia 2024
Sin permiso Farit L. Rojas Tudela
La noche del pasado martes 25 de junio, los portales web de los periódicos bolivianos publicaban que el comandante general del ejército boliviano había sido destituido de su cargo, sin embargo, al día siguiente estos mismos portales dudaban si la destitución había sido efectiva o no. Un día antes, el lunes 24 de junio, este comandante había señalado en un programa de televisión que las fuerzas armadas no permitirían la participación política de Evo Morales en las nuevas elecciones generales bolivianas de 2025, vulnerando la prohibición constitucional de deliberación política de las fuerzas armadas.
Días antes se decía que la última semana del mes de junio se caracterizaría por ser una de conflictos sociales, bloqueos y marchas. Había diversas agendas de movilización no solo en la sede de gobierno, sino en otras ciudades y en particular en el eje carretero del país (La Paz, Cochabamba y Santa Cruz). Se anunciaba que la policía y el ejército participarían en un conjunto de medidas para evitar que los conflictos sociales se extiendan, entonces, tanto policía como fuerzas armadas se encontraban movilizadas.
Sin embargo, la tarde del miércoles 26 de junio, una facción del ejército bajo el mando del comandante aparentemente destituido cercó la plaza Murillo, el centro político de la sede de gobierno. En consecuencia, se empezó a hablar de golpe de estado. Las redes sociales estallaron con imágenes de los militares cercando las esquinas de la plaza, los canales de televisión entraron en cadena transmitiendo lo que en apariencia era un golpe de estado, se entrevistaba a comentaristas y se revisaba lo que distintos personajes políticos tanto bolivianos como extranjeros escribían en la plataforma ex twitter ahora X . Una tanqueta intentó derribar la puerta del palacio de gobierno –un edificio simbólico, pues el presidente y sus ministros habitan en un edificio llamado casa grande del pueblo–y la posibilidad de que se tratase de un golpe de estado se volvió viral. El comandante aparentemente destituido daba declaraciones a los medios de comunicación, y claramente señalaba que estaba dando un golpe de estado. Como en todos los golpes de estado el mensaje de los golpistas se resumía a que se buscaba recuperar la democracia. Se transmitieron declaraciones, comunicados y hasta un intercambio de palabras entre el presidente del Estado boliviano y el comandante aparentemente destituido en puertas del palacio. El primero le ordenaba desmovilizar las tropas, el segundo se negaba. Unos minutos más tarde, el presidente boliviano posesionaba a un nuevo alto mando militar, quienes ordenaron a las tropas desmovilizarse y los militares abandonaron la plaza Murillo junto con el comandante, esta vez con certeza, destituido. Minutos más tarde los canales de televisión transmitían el operativo policial en el cual apresaban al ex comandante y éste decía que el presidente le había solicitado que desarrolle esta actuación porque la popularidad del gobierno había caído.
Ésta es la breve narración de hechos a partir de la cual se han llevado a cabo una cantidad de análisis y comentarios que van de golpe de estado fallido a autogolpe. Lógicamente el gobierno boliviano apuesta a la primera interpretación arguyendo que los mandos militares desobedecieron al comandante golpista. Por otro lado los opositores tanto bolivianos como extranjeros apuestan a la segunda interpretación, arguyendo la cercanía de amistad que tenían el comandante destituido y el presidente del Estado. Sin embargo, ¿Qué otras lecturas son posibles?
A riesgo de simplificar los hechos del pasado miércoles 26 de junio, veamos algunos contextos en los que se dieron estos hechos.
Bolivia, como la mayoría de los estados latinoamericanos, tiene un diseño constitucional presidencialista, es decir, que una buena parte de la acción política se concentra en el órgano ejecutivo. La figura del presidente arrastra a la del vicepresidente –que en el diseño constitucional boliviano es parte del órgano ejecutivo. La tradición caudillista de los presidentes es parte de la historia política de Bolivia, incluso los libros más populares de historia de Bolivia se organizan internamente para contar la historia por presidentes. La figura del presidente arrastra en las elecciones generales la elección del vicepresidente y de una parte de los diputados y senadores del órgano legislativo. Es decir, que cuando se vota por el presidente implícitamente se vota por el vicepresidente, los senadores y por la mitad de los diputados, pues la otra mitad se la elige en circunscripciones uninominales (en el que se define un territorio y una población y gana el que más votos consigue). La Constitución otorga al presidente boliviano una serie amplísima de atribuciones, y las últimas décadas (porque decir los últimos años queda corto) los ministerios y ministros gobiernan la totalidad de la vida política institucional. El diseño constitucional de la llamada separación y división de poderes no deja en claro la cabeza de los otros órganos. Por ejemplo, la cabeza del órgano legislativo parece ser el vicepresidente, pero como se mencionó éste es parte del órgano ejecutivo. Respecto al órgano judicial, en teoría el presidente del tribunal supremo de justicia es la cabeza del judicial, sin embargo esto no lo señala la Constitución y guarda silencio sobre el tema. En lo legal, es decir en lo que señala una ley pero no la Constitución, una dirección administrativa financiera del órgano judicial responde a las responsabilidades como máxima autoridad ejecutiva y cabeza del mismo.
Desde hace algunos meses el tribunal constitucional ha ido cercenando las atribuciones del órgano legislativo, al punto que a la fecha no ha podido desarrollar regularmente sus tareas, entre ellas la renovación del órgano judicial y del tribunal constitucional, los cuales debían cesar de sus funciones el pasado 31 de diciembre de 2023. El tribunal constitucional determinó en una declaración constitucional –un instrumento poco idóneo para estos temas– prorrogar el mandato de los magistrados y autoridades tanto del órgano judicial como del mismo tribunal bajo el argumento de que no se podía dejar acéfalo un órgano de poder. El referido tribunal constitucional ha puesto en suspenso las facultades de fiscalización del órgano legislativo y cada semana suspende con alguna decisión alguna actividad que pretende realizar el legislativo, generando ya no un modelo presidencialista sino uno hiper-presidencialista, con un legislativo casi simbólico y un órgano judicial sin legitimidad y con muchas dudas de su constitucionalidad.
Asistimos también a una transformación de la noción de lawfare, que generalmente es comprendida como el uso de acciones legales para causar problemas a un oponente político, hacia una versión de lawfare en el que acciones de tinte jurídico se usan para desbaratar la misma constitución y para casi anular la división de poderes a nombre de la constitución, como los golpes de estado que se hacen a nombre de la democracia. En la práctica, en Bolivia, parece solo existir el ejecutivo y el tribunal constitucional que endosa al ejecutivo su primacía.
Según los estudios llevados a cabo por Juan Linz, estadísticamente los modelos presidencialistas de América Latina son los que han tenido más golpes de estado, sean los clásicos golpes de estado o los llamados golpes de estado blandos, en los que una élite busca apoderarse del órgano ejecutivo y los poderes militares y policiales aparecen silenciosamente en segundo plano.
Un golpe de estado, sea éste fallido o incluso un curioso autogolpe, es un punto de llegada de un proceso de desinstitucionalización y de-constitucionalización de un Estado. Es un proceso en el que las instituciones democráticas que garantizan la pluralidad de actores en el juego político están cercenadas y obstaculizadas, al punto de no poder desarrollar sus funciones.
En Bolivia se encuentra en riesgo no solo la elección de las autoridades del órgano judicial y del tribunal constitucional por esta inactividad del órgano legislativo, sino también se encuentra en riesgo las elecciones primarias, necesarias para las consecutivas elecciones generales de 2025, las cuales, por efecto, también se encuentran en riesgo. Un conjunto de acciones jurídicas han impedido que algunos partidos políticos, como el Movimiento al Socialismo (MAS), puedan llevar a cabo la renovación de sus directivas para avanzar a la definición de candidatos para las elecciones primarias, y una vez más, otro órgano de poder como lo es el órgano electoral no está logrando avanzar en sus actividades, una vez más con influencia de este nuevo lawfare que en apariencia logra la gobernabilidad al órgano ejecutivo, que se muestra interesado en que el Movimiento al Socialismo y otros partidos políticos no puedan avanzar en el juego político democrático.
Hace algunas semanas, antes del curioso episodio de la tarde del 26 de junio, el presidente de la cámara de senadores, en aplicación de la Constitución y del reglamento de la cámara de senadores y en ausencia del vicepresidente del Estado, que suplía al presidente debido a un viaje de éste al extranjero, convocó, como era usual, a una reunión de la asamblea legislativa plurinacional, es decir, del órgano legislativo, sin embargo, una decisión del tribunal constitucional desautorizó esta convocatoria y puso en duda la constitucionalidad y legalidad de esta sesión legislativa, en la que se cumplió con el quorum de ley, y se sancionaron normas que cesaban a las autoridades prorrogadas del órgano judicial y del tribunal constitucional.
A este escenario complejo de gobernabilidad se debe añadir la crisis económica que enfrenta el Estado boliviano, que ya no cuenta con el mismo ingreso de recursos económicos de años pasados para el subsidio a la gasolina y el diesel, así como para cubrir el gasto ordinario de la administración pública y las empresas del estado. En lo cotidiano esta crisis económica se expresa en la falta de dólares en los bancos y la aparición de un mercado ilegal y paralelo de dólares. Esta crisis afecta directamente a la figura del presidente boliviano, quien llegó al gobierno como el artífice del milagro económico, es decir, quien diseñó un modelo económico que en los años de gobierno de Evo Morales fue exitoso.
En este contexto económico, la popularidad del actual presidente boliviano, efectivamente, se encuentra en caída, no se puede ser el abanderado de la buena economía de años pasados y a la vez gobernar bajo una crisis económica compleja, si a ello le sumamos el conflicto político interno del partido de gobierno.
En consecuencia, el curioso episodio de la tarde del 26 de junio se inscribe como parte de este proceso complejo de desinstitucionalización y de-constitucionalización, de crisis económica y caída en la popularidad del gobierno, que ahora cabe sumar el cuestionamiento a la pobre y precaria institucionalidad de las fuerzas armadas en Bolivia, que junto con las instituciones de administración de justicia, se derrumban ante la mirada triste y atónita de la población.
Se dice que Bolivia siempre que llega al borde del abismo se recupera y retrocede, sin embargo, un mal gobierno puede llevarla a que dé un paso al frente.
Días antes se decía que la última semana del mes de junio se caracterizaría por ser una de conflictos sociales, bloqueos y marchas. Había diversas agendas de movilización no solo en la sede de gobierno, sino en otras ciudades y en particular en el eje carretero del país (La Paz, Cochabamba y Santa Cruz). Se anunciaba que la policía y el ejército participarían en un conjunto de medidas para evitar que los conflictos sociales se extiendan, entonces, tanto policía como fuerzas armadas se encontraban movilizadas.
Sin embargo, la tarde del miércoles 26 de junio, una facción del ejército bajo el mando del comandante aparentemente destituido cercó la plaza Murillo, el centro político de la sede de gobierno. En consecuencia, se empezó a hablar de golpe de estado. Las redes sociales estallaron con imágenes de los militares cercando las esquinas de la plaza, los canales de televisión entraron en cadena transmitiendo lo que en apariencia era un golpe de estado, se entrevistaba a comentaristas y se revisaba lo que distintos personajes políticos tanto bolivianos como extranjeros escribían en la plataforma ex twitter ahora X . Una tanqueta intentó derribar la puerta del palacio de gobierno –un edificio simbólico, pues el presidente y sus ministros habitan en un edificio llamado casa grande del pueblo–y la posibilidad de que se tratase de un golpe de estado se volvió viral. El comandante aparentemente destituido daba declaraciones a los medios de comunicación, y claramente señalaba que estaba dando un golpe de estado. Como en todos los golpes de estado el mensaje de los golpistas se resumía a que se buscaba recuperar la democracia. Se transmitieron declaraciones, comunicados y hasta un intercambio de palabras entre el presidente del Estado boliviano y el comandante aparentemente destituido en puertas del palacio. El primero le ordenaba desmovilizar las tropas, el segundo se negaba. Unos minutos más tarde, el presidente boliviano posesionaba a un nuevo alto mando militar, quienes ordenaron a las tropas desmovilizarse y los militares abandonaron la plaza Murillo junto con el comandante, esta vez con certeza, destituido. Minutos más tarde los canales de televisión transmitían el operativo policial en el cual apresaban al ex comandante y éste decía que el presidente le había solicitado que desarrolle esta actuación porque la popularidad del gobierno había caído.
Ésta es la breve narración de hechos a partir de la cual se han llevado a cabo una cantidad de análisis y comentarios que van de golpe de estado fallido a autogolpe. Lógicamente el gobierno boliviano apuesta a la primera interpretación arguyendo que los mandos militares desobedecieron al comandante golpista. Por otro lado los opositores tanto bolivianos como extranjeros apuestan a la segunda interpretación, arguyendo la cercanía de amistad que tenían el comandante destituido y el presidente del Estado. Sin embargo, ¿Qué otras lecturas son posibles?
A riesgo de simplificar los hechos del pasado miércoles 26 de junio, veamos algunos contextos en los que se dieron estos hechos.
Bolivia, como la mayoría de los estados latinoamericanos, tiene un diseño constitucional presidencialista, es decir, que una buena parte de la acción política se concentra en el órgano ejecutivo. La figura del presidente arrastra a la del vicepresidente –que en el diseño constitucional boliviano es parte del órgano ejecutivo. La tradición caudillista de los presidentes es parte de la historia política de Bolivia, incluso los libros más populares de historia de Bolivia se organizan internamente para contar la historia por presidentes. La figura del presidente arrastra en las elecciones generales la elección del vicepresidente y de una parte de los diputados y senadores del órgano legislativo. Es decir, que cuando se vota por el presidente implícitamente se vota por el vicepresidente, los senadores y por la mitad de los diputados, pues la otra mitad se la elige en circunscripciones uninominales (en el que se define un territorio y una población y gana el que más votos consigue). La Constitución otorga al presidente boliviano una serie amplísima de atribuciones, y las últimas décadas (porque decir los últimos años queda corto) los ministerios y ministros gobiernan la totalidad de la vida política institucional. El diseño constitucional de la llamada separación y división de poderes no deja en claro la cabeza de los otros órganos. Por ejemplo, la cabeza del órgano legislativo parece ser el vicepresidente, pero como se mencionó éste es parte del órgano ejecutivo. Respecto al órgano judicial, en teoría el presidente del tribunal supremo de justicia es la cabeza del judicial, sin embargo esto no lo señala la Constitución y guarda silencio sobre el tema. En lo legal, es decir en lo que señala una ley pero no la Constitución, una dirección administrativa financiera del órgano judicial responde a las responsabilidades como máxima autoridad ejecutiva y cabeza del mismo.
Desde hace algunos meses el tribunal constitucional ha ido cercenando las atribuciones del órgano legislativo, al punto que a la fecha no ha podido desarrollar regularmente sus tareas, entre ellas la renovación del órgano judicial y del tribunal constitucional, los cuales debían cesar de sus funciones el pasado 31 de diciembre de 2023. El tribunal constitucional determinó en una declaración constitucional –un instrumento poco idóneo para estos temas– prorrogar el mandato de los magistrados y autoridades tanto del órgano judicial como del mismo tribunal bajo el argumento de que no se podía dejar acéfalo un órgano de poder. El referido tribunal constitucional ha puesto en suspenso las facultades de fiscalización del órgano legislativo y cada semana suspende con alguna decisión alguna actividad que pretende realizar el legislativo, generando ya no un modelo presidencialista sino uno hiper-presidencialista, con un legislativo casi simbólico y un órgano judicial sin legitimidad y con muchas dudas de su constitucionalidad.
Asistimos también a una transformación de la noción de lawfare, que generalmente es comprendida como el uso de acciones legales para causar problemas a un oponente político, hacia una versión de lawfare en el que acciones de tinte jurídico se usan para desbaratar la misma constitución y para casi anular la división de poderes a nombre de la constitución, como los golpes de estado que se hacen a nombre de la democracia. En la práctica, en Bolivia, parece solo existir el ejecutivo y el tribunal constitucional que endosa al ejecutivo su primacía.
Según los estudios llevados a cabo por Juan Linz, estadísticamente los modelos presidencialistas de América Latina son los que han tenido más golpes de estado, sean los clásicos golpes de estado o los llamados golpes de estado blandos, en los que una élite busca apoderarse del órgano ejecutivo y los poderes militares y policiales aparecen silenciosamente en segundo plano.
Un golpe de estado, sea éste fallido o incluso un curioso autogolpe, es un punto de llegada de un proceso de desinstitucionalización y de-constitucionalización de un Estado. Es un proceso en el que las instituciones democráticas que garantizan la pluralidad de actores en el juego político están cercenadas y obstaculizadas, al punto de no poder desarrollar sus funciones.
En Bolivia se encuentra en riesgo no solo la elección de las autoridades del órgano judicial y del tribunal constitucional por esta inactividad del órgano legislativo, sino también se encuentra en riesgo las elecciones primarias, necesarias para las consecutivas elecciones generales de 2025, las cuales, por efecto, también se encuentran en riesgo. Un conjunto de acciones jurídicas han impedido que algunos partidos políticos, como el Movimiento al Socialismo (MAS), puedan llevar a cabo la renovación de sus directivas para avanzar a la definición de candidatos para las elecciones primarias, y una vez más, otro órgano de poder como lo es el órgano electoral no está logrando avanzar en sus actividades, una vez más con influencia de este nuevo lawfare que en apariencia logra la gobernabilidad al órgano ejecutivo, que se muestra interesado en que el Movimiento al Socialismo y otros partidos políticos no puedan avanzar en el juego político democrático.
Hace algunas semanas, antes del curioso episodio de la tarde del 26 de junio, el presidente de la cámara de senadores, en aplicación de la Constitución y del reglamento de la cámara de senadores y en ausencia del vicepresidente del Estado, que suplía al presidente debido a un viaje de éste al extranjero, convocó, como era usual, a una reunión de la asamblea legislativa plurinacional, es decir, del órgano legislativo, sin embargo, una decisión del tribunal constitucional desautorizó esta convocatoria y puso en duda la constitucionalidad y legalidad de esta sesión legislativa, en la que se cumplió con el quorum de ley, y se sancionaron normas que cesaban a las autoridades prorrogadas del órgano judicial y del tribunal constitucional.
A este escenario complejo de gobernabilidad se debe añadir la crisis económica que enfrenta el Estado boliviano, que ya no cuenta con el mismo ingreso de recursos económicos de años pasados para el subsidio a la gasolina y el diesel, así como para cubrir el gasto ordinario de la administración pública y las empresas del estado. En lo cotidiano esta crisis económica se expresa en la falta de dólares en los bancos y la aparición de un mercado ilegal y paralelo de dólares. Esta crisis afecta directamente a la figura del presidente boliviano, quien llegó al gobierno como el artífice del milagro económico, es decir, quien diseñó un modelo económico que en los años de gobierno de Evo Morales fue exitoso.
En este contexto económico, la popularidad del actual presidente boliviano, efectivamente, se encuentra en caída, no se puede ser el abanderado de la buena economía de años pasados y a la vez gobernar bajo una crisis económica compleja, si a ello le sumamos el conflicto político interno del partido de gobierno.
En consecuencia, el curioso episodio de la tarde del 26 de junio se inscribe como parte de este proceso complejo de desinstitucionalización y de-constitucionalización, de crisis económica y caída en la popularidad del gobierno, que ahora cabe sumar el cuestionamiento a la pobre y precaria institucionalidad de las fuerzas armadas en Bolivia, que junto con las instituciones de administración de justicia, se derrumban ante la mirada triste y atónita de la población.
Se dice que Bolivia siempre que llega al borde del abismo se recupera y retrocede, sin embargo, un mal gobierno puede llevarla a que dé un paso al frente.
Farit L. Rojas Tudela es profesor de teoría del Derecho y teorías de la democracia en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz – Bolivia)
12 de julio de 2024
13 de julio de 2024