26 de mayo de 2025
De las redes sociales:
Los pueblos de América Latina y el Caribe, promover con fuerza que somos una civilización
Mario Ramos
@EstrategoPol
A propósito de la asistencia de Petro a la posesión de Noboa, que en principio declaró que no reconocía los resultados de la elección del 13 de abril en Ecuador, pero que finalmente con su presencia ha legitimado ese resultado “sospechoso”. Bueno, hay que ser “compresivo” con estos presidentes ‘progresistas’ latinoamericanos.
Pero a propósito de su visita quiero resaltar un tema: Petro hace unos días había declarado que se debe reconstruir la Gran Colombia. Una “linda idea”, que desde que salió de su boca, él sabe en el fondo de su conciencia que es inviable por muchas razones geopolíticas y realidades geoestratégicas que acontecen hoy en Nuestra América, lo que convierte a esa “linda idea” en simple demagogia. Vaya a saber por qué lanzó esa “linda idea”, pero si quisiera hacer algo práctico, debería empezar por impedir seriamente que Colombia sea la base de la guerra híbrida contra Venezuela.
Los procesos de integración en América Latina prácticamente están detenidos, por decirlo de alguna manera. En ese marco nuestros pueblos deben promover con fuerza que los pueblos que componen América Latina y el Caribe somos una civilización. Promover esto fomentaría la unidad de nuestros pueblos, entre otros beneficios geopolíticos.
¿Por qué somos una civilización? Cumplimos varios criterios culturales, históricos y sociales para serlo como: a) Idiomas predominantes el castellano y el portugués; b) Religión que prevalece la católica; c) Cosmovisión mestiza similar resultado de la fusión de la herencia indígena, africana y europea; d) Historia compartida ya que fuimos colonizados por los imperios español y portugués, y nuestra lucha por la independencia de España en el siglo XIX fue un esfuerzo común dirigidos por los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín, la independencia de Brasil tiene su particularidad; e) Desde entonces tenemos problemas en gran parte comunes; f) Y algo muy importante, todo esto nos da nuestra propia identidad, NO somos occidentales (por ejemplo Japón, a pesar de su clara diferencia cultural, se considera a sí misma parte de Occidente), aunque geográficamente estamos ubicados en el hemisferio occidental; g) Tenemos valores y símbolos compartidos, como por ejemplo, todas nuestras grandes figuras históricas, literarias e intelectuales en general; h) Nuestra cultura es muy fuerte, por ejemplo en EEUU, aproximadamente 40 millones de personas hablan español, no alemán que fue la primera gran migración que recibió EEUU, no fue la italiana, ni la irlandesa. Tenemos una síntesis cultural de gran fuerza duradera, dando lugar por ejemplo, a nuestra hermosa música, de gran posicionamiento global (salsa, tango, samba, etc.); i )Somos maestros de la resiliencia y alegres a pesar de nuestros problemas; j) Tenemos la gastronomía más sabrosa del planeta; y, k) Finalmente sufrimos la misma opresión del imperialismo gringo.
8:51 p.m. 24 mayo 2025
@EstrategoPol
A propósito de la asistencia de Petro a la posesión de Noboa, que en principio declaró que no reconocía los resultados de la elección del 13 de abril en Ecuador, pero que finalmente con su presencia ha legitimado ese resultado “sospechoso”. Bueno, hay que ser “compresivo” con estos presidentes ‘progresistas’ latinoamericanos.
Pero a propósito de su visita quiero resaltar un tema: Petro hace unos días había declarado que se debe reconstruir la Gran Colombia. Una “linda idea”, que desde que salió de su boca, él sabe en el fondo de su conciencia que es inviable por muchas razones geopolíticas y realidades geoestratégicas que acontecen hoy en Nuestra América, lo que convierte a esa “linda idea” en simple demagogia. Vaya a saber por qué lanzó esa “linda idea”, pero si quisiera hacer algo práctico, debería empezar por impedir seriamente que Colombia sea la base de la guerra híbrida contra Venezuela.
Los procesos de integración en América Latina prácticamente están detenidos, por decirlo de alguna manera. En ese marco nuestros pueblos deben promover con fuerza que los pueblos que componen América Latina y el Caribe somos una civilización. Promover esto fomentaría la unidad de nuestros pueblos, entre otros beneficios geopolíticos.
¿Por qué somos una civilización? Cumplimos varios criterios culturales, históricos y sociales para serlo como: a) Idiomas predominantes el castellano y el portugués; b) Religión que prevalece la católica; c) Cosmovisión mestiza similar resultado de la fusión de la herencia indígena, africana y europea; d) Historia compartida ya que fuimos colonizados por los imperios español y portugués, y nuestra lucha por la independencia de España en el siglo XIX fue un esfuerzo común dirigidos por los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín, la independencia de Brasil tiene su particularidad; e) Desde entonces tenemos problemas en gran parte comunes; f) Y algo muy importante, todo esto nos da nuestra propia identidad, NO somos occidentales (por ejemplo Japón, a pesar de su clara diferencia cultural, se considera a sí misma parte de Occidente), aunque geográficamente estamos ubicados en el hemisferio occidental; g) Tenemos valores y símbolos compartidos, como por ejemplo, todas nuestras grandes figuras históricas, literarias e intelectuales en general; h) Nuestra cultura es muy fuerte, por ejemplo en EEUU, aproximadamente 40 millones de personas hablan español, no alemán que fue la primera gran migración que recibió EEUU, no fue la italiana, ni la irlandesa. Tenemos una síntesis cultural de gran fuerza duradera, dando lugar por ejemplo, a nuestra hermosa música, de gran posicionamiento global (salsa, tango, samba, etc.); i )Somos maestros de la resiliencia y alegres a pesar de nuestros problemas; j) Tenemos la gastronomía más sabrosa del planeta; y, k) Finalmente sufrimos la misma opresión del imperialismo gringo.
8:51 p.m. 24 mayo 2025
Comentarios relevantes:
Buenos días con todas y todos:
Quiero iniciar comentando un conjunto de ideas importantes que Mario ha puesto recientemente sobre la mesa a propósito de la asistencia del presidente Gustavo Petro a la posesión de Daniel Noboa en Ecuador. Se trata de una reflexión que va más allá del gesto diplomático: nos interpela sobre la coherencia del progresismo latinoamericano, el sentido real de nuestros proyectos de integración y la posibilidad de afirmarnos como una civilización frente a las lógicas dominantes del imperialismo global.
Es cierto que la presencia de Petro en la toma de posesión de Noboa puede ser interpretada como una forma de legitimación política de un proceso electoral que fue, como mínimo, sospechoso. Petro había anticipado que no reconocía sus resultados y, sin embargo, asistió. ¿Incoherencia? ¿Diplomacia? ¿Realismo? Probablemente un poco de todo. Pero más allá del gesto, lo que revela esta situación es un síntoma más profundo: la dificultad del progresismo regional para sostener una línea estratégica clara frente al avance del conservadurismo y el autoritarismo neoliberal.
Lo mismo ocurre con su declaración reciente sobre la “reconstrucción de la Gran Colombia”. Una idea que suena linda, que apela a la memoria de Bolívar, pero que en el fondo, todos sabemos, es inviable hoy en términos geopolíticos y estratégicos. No porque esté mal soñar, sino porque la realidad actual de América Latina es otra: fragmentación, dependencia, ofensiva imperialista, y organismos de integración casi paralizados. Mientras eso ocurre, Colombia sigue siendo en efecto una plataforma clave para la guerra híbrida contra Venezuela y para los intereses militares de Estados Unidos en la región. La pregunta es entonces: ¿Hasta qué punto ese tipo de declaraciones son solo gestos simbólicos sin voluntad de transformación real?
Pero no quiero quedarme en la crítica fácil. Porque dentro del mismo texto que comentamos hay una afirmación provocadora, potente, profundamente política: América Latina no es solo una región. Somos una civilización.
Esta idea es clave. No somos occidentales aunque estemos en el hemisferio occidental. Tenemos una cosmovisión propia, nacida del mestizaje, de la resistencia, del dolor y de la esperanza. Compartimos lenguas, religiones, símbolos, memorias de lucha, valores culturales, formas de resistencia, y una creatividad que ha impactado al mundo en múltiples planos: música, literatura, gastronomía, espiritualidad, resiliencia.
Nombrarnos como civilización no es un acto romántico: es un acto de afirmación política frente a la imposición de un modelo civilizatorio que nos desprecia, nos fragmenta y nos subordina. Es decir: frente al imperialismo, al eurocentrismo, a la dependencia cultural y económica, lo que necesitamos no es solo más integración comercial entre gobiernos, sino una unidad profunda de los pueblos. Un nuevo internacionalismo popular, tejido desde abajo, con una mirada común y una práctica transformadora compartida.
Por eso, si Petro u otros líderes quieren hablar de “Gran Colombia”, que lo hagan. Pero que no se quede en discursos nostálgicos. Que empiecen por cerrar las bases militares extranjeras, por enfrentar las lógicas extractivas que empobrecen a nuestros pueblos, por abrir caminos reales de soberanía regional. Y si no lo hacen ellos, tendremos que hacerlo nosotros, desde nuestros espacios organizativos, desde la lucha cultural, desde la movilización de base, desde la conciencia crítica.
En resumen: no se trata de negar los sueños bolivarianos, sino de actualizarlos. De comprender que el mundo ha cambiado, pero que la necesidad de unidad sigue vigente. Hoy más que nunca, América Latina necesita recuperar su fuerza civilizatoria para resistir, proponer y construir un horizonte común de emancipación. Esto implica incluso desmontar o descolonizar nuestra imaginación política significa liberarnos de los límites impuestos por el pensamiento hegemónico.
Saludos a tod@s y agradecer y felicitar a Mario por exponer y suscitar un debate pendiente en el Progresismo.
Por: Oswaldo Galarza
Quiero iniciar comentando un conjunto de ideas importantes que Mario ha puesto recientemente sobre la mesa a propósito de la asistencia del presidente Gustavo Petro a la posesión de Daniel Noboa en Ecuador. Se trata de una reflexión que va más allá del gesto diplomático: nos interpela sobre la coherencia del progresismo latinoamericano, el sentido real de nuestros proyectos de integración y la posibilidad de afirmarnos como una civilización frente a las lógicas dominantes del imperialismo global.
Es cierto que la presencia de Petro en la toma de posesión de Noboa puede ser interpretada como una forma de legitimación política de un proceso electoral que fue, como mínimo, sospechoso. Petro había anticipado que no reconocía sus resultados y, sin embargo, asistió. ¿Incoherencia? ¿Diplomacia? ¿Realismo? Probablemente un poco de todo. Pero más allá del gesto, lo que revela esta situación es un síntoma más profundo: la dificultad del progresismo regional para sostener una línea estratégica clara frente al avance del conservadurismo y el autoritarismo neoliberal.
Lo mismo ocurre con su declaración reciente sobre la “reconstrucción de la Gran Colombia”. Una idea que suena linda, que apela a la memoria de Bolívar, pero que en el fondo, todos sabemos, es inviable hoy en términos geopolíticos y estratégicos. No porque esté mal soñar, sino porque la realidad actual de América Latina es otra: fragmentación, dependencia, ofensiva imperialista, y organismos de integración casi paralizados. Mientras eso ocurre, Colombia sigue siendo en efecto una plataforma clave para la guerra híbrida contra Venezuela y para los intereses militares de Estados Unidos en la región. La pregunta es entonces: ¿Hasta qué punto ese tipo de declaraciones son solo gestos simbólicos sin voluntad de transformación real?
Pero no quiero quedarme en la crítica fácil. Porque dentro del mismo texto que comentamos hay una afirmación provocadora, potente, profundamente política: América Latina no es solo una región. Somos una civilización.
Esta idea es clave. No somos occidentales aunque estemos en el hemisferio occidental. Tenemos una cosmovisión propia, nacida del mestizaje, de la resistencia, del dolor y de la esperanza. Compartimos lenguas, religiones, símbolos, memorias de lucha, valores culturales, formas de resistencia, y una creatividad que ha impactado al mundo en múltiples planos: música, literatura, gastronomía, espiritualidad, resiliencia.
Nombrarnos como civilización no es un acto romántico: es un acto de afirmación política frente a la imposición de un modelo civilizatorio que nos desprecia, nos fragmenta y nos subordina. Es decir: frente al imperialismo, al eurocentrismo, a la dependencia cultural y económica, lo que necesitamos no es solo más integración comercial entre gobiernos, sino una unidad profunda de los pueblos. Un nuevo internacionalismo popular, tejido desde abajo, con una mirada común y una práctica transformadora compartida.
Por eso, si Petro u otros líderes quieren hablar de “Gran Colombia”, que lo hagan. Pero que no se quede en discursos nostálgicos. Que empiecen por cerrar las bases militares extranjeras, por enfrentar las lógicas extractivas que empobrecen a nuestros pueblos, por abrir caminos reales de soberanía regional. Y si no lo hacen ellos, tendremos que hacerlo nosotros, desde nuestros espacios organizativos, desde la lucha cultural, desde la movilización de base, desde la conciencia crítica.
En resumen: no se trata de negar los sueños bolivarianos, sino de actualizarlos. De comprender que el mundo ha cambiado, pero que la necesidad de unidad sigue vigente. Hoy más que nunca, América Latina necesita recuperar su fuerza civilizatoria para resistir, proponer y construir un horizonte común de emancipación. Esto implica incluso desmontar o descolonizar nuestra imaginación política significa liberarnos de los límites impuestos por el pensamiento hegemónico.
Saludos a tod@s y agradecer y felicitar a Mario por exponer y suscitar un debate pendiente en el Progresismo.
Por: Oswaldo Galarza
28 de mayo de 2025