2 de noviembre de 2025
TODO NO en la consulta mañosa
En permanente actualización hasta los resultados de la Consulta Popular
La ciudadanía impulsa la campaña por el "No" en la consulta popular, utilizando herramientas digitales y memes para informar y generar conciencia sobre los temas en debate; especialmente, sobre la Asamblea Constituyente y el impacto que esta podría, si se llegara a quitarle los derechos a la naturaleza.
La creatividad y la movilización digital permiten participar activamente en la política y cuestionar promesas oficiales.
La campaña busca que los ciudadanos se informen y voten "No" en rechazo a esta y otras medidas propuestas del régimen de Noboa.
La creatividad y la movilización digital permiten participar activamente en la política y cuestionar promesas oficiales.
La campaña busca que los ciudadanos se informen y voten "No" en rechazo a esta y otras medidas propuestas del régimen de Noboa.
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Persecución a organizaciones sociales que defienden la naturaleza y otros derechos:
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Eliminación de los décimos:
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La exasambleísta y dirigente política Cristina Reyes hizo un llamado público a votar “No” en la consulta popular impulsada por el presidente Daniel Noboa, argumentando que el país “no debe retroceder ni caer en la manipulación del poder”.
En un extenso pronunciamiento, Reyes sostuvo que “saber decir No también es una forma de madurar”, y criticó que el actual gobierno “ha hecho de la confrontación su modo de subsistencia, estigmatizando a quienes piensan distinto y debilitando la institucionalidad”. La exlegisladora recordó que la Constitución es un pacto de convivencia y no un trofeo político, y advirtió que una eventual reforma “no puede ser un acto de revancha ni de improvisación”. Asimismo, rechazó los cuestionamientos a la gratuidad de la educación superior pública, que algunos voceros oficiales han planteado, calificando esa posibilidad como “inaceptable”. Citó al escritor Miguel Donoso Pareja y al músico Gustavo Cerati para reflexionar sobre la identidad nacional. Intelectual Alejandro Moreano:
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La campaña por el “No” en la próxima Consulta Popular y referéndum de Ecuador ha comenzado a ganar fuerza en redes sociales según informó la página oficial del colectivo “No chch No”.
En un comunicado publicado recientemente, el colectivo agradeció la difusión de sus mensajes por parte de la ciudadanía y aclaró que, aunque algunas organizaciones políticas han compartido sus contenidos, “No chch No” no pertenece ni responde a ningún partido político. Destacan que su iniciativa es independiente y surge de la acción directa de los colectivos ciudadanos. El colectivo enfatiza que la campaña es “GUAYACA, COSTEÑA y de la GENTE”, invitando a la población a empoderarse, apropiarse del movimiento y sumarse activamente a la iniciativa. La difusión de la campaña ha crecido rápidamente en redes sociales, reflejando un interés ciudadano activo en el debate sobre la Consulta Popular de 2025. |
Un grupo de reconocidos abogados y juristas del país emitió un pronunciamiento público en el que rechazan la propuesta del Gobierno de Daniel Noboa de convocar una Asamblea Constituyente mediante consulta popular.
Bajo el lema “Una nueva Constitución, no”, los profesionales del Derecho argumentan que esta iniciativa representa un riesgo para los derechos ciudadanos, la democracia y el equilibrio institucional. En el documento, los firmantes sostienen que votar “No” a una nueva Constitución no es votar contra el país, sino a favor de “la defensa de los derechos, la democracia y el futuro de los ecuatorianos”. Señalan que el Ecuador atraviesa una de las peores crisis de violencia de su historia con más de 10.000 asesinatos hasta octubre de 2025 y que, en este contexto, “el problema no son las normas, sino la falta de voluntad política, capacidad y transparencia” por parte del Gobierno. Cinco razones para el rechazo: El manifiesto expone cinco motivos principales para rechazar la consulta: 1. Restricción de derechos fundamentales. Los abogados afirman que la convocatoria “esconde intenciones preocupantes”, pues el Ejecutivo ha mostrado interés en limitar derechos esenciales como la vida, la educación y la libre expresión, bajo el argumento de impulsar “reformas institucionales”. Advierten que una nueva Constitución redactada bajo estas condiciones podría abrir paso a un modelo autoritario donde el poder se concentre en una sola figura. 2. Intento de reelección indefinida. Según el pronunciamiento, la propuesta busca permitir la reelección indefinida, lo que consideran “una maniobra política para controlar las instituciones y debilitar la alternancia democrática, base de toda república libre”. 3. Privatización de sectores estratégicos. El grupo denuncia que el Gobierno pretende usar el proceso constituyente para privatizar servicios públicos como la energía, el agua, la salud y la educación, lo que pondría en riesgo la gratuidad universitaria y la atención médica pública. 4. Explotación minera sin control. Los juristas advierten que la nueva Constitución podría abrir paso a una explotación minera indiscriminada, afectando ecosistemas, ríos y comunidades. “Votar No también es votar por la naturaleza, por el agua y por las generaciones futuras”, señala el texto. 5. Falta de transparencia y riesgo de concentración de poder. Finalmente, los firmantes consideran que una nueva Constitución bajo este Gobierno sería “un cheque en blanco” a una administración que, según ellos, ha demostrado ineficiencia y opacidad. “Ecuador no necesita cambiar la Constitución, sino la forma de gobernar”, subrayan. Las "matemáticas" de Nobita:
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LA MAQUINARIA DEL RELATO: del Reich al Ecuador del espectáculo.
Johnny Jara Jaramillo
Hay gobiernos que no gobiernan: narran. No administran un país, sino su relato. Y en ese relato todo parece ordenado, luminoso, casi perfecto. La política se convierte entonces en una película cuidadosamente editada donde el presidente aparece siempre en el centro del encuadre, saludando a los pobres, repartiendo máquinas, abrazando a los campesinos y con uniforme militar. No importa lo que ocurre fuera del plano: lo esencial es la imagen.
Joseph Goebbels, el siniestro ministro de Propaganda de Hitler, entendió hace casi un siglo que el poder no se sostiene en la fuerza, sino en la emoción. Su tarea fue inventar un mundo que pareciera verdadero, aunque no lo fuera. Fabricar una fe. Convertir la mentira en atmósfera. La propaganda nazi no buscó convencer: buscó sustituir la realidad. Cada imagen, cada cartel, cada discurso del Führer era una puesta en escena cuidadosamente diseñada para generar una emoción colectiva, un trance patriótico que anulaba el pensamiento.
El siglo XXI no necesita ya de Goebbels. Las redes sociales, los algoritmos y los asesores de imagen han perfeccionado su legado. La mentira ya no se impone: se hace deseable. No se grita en altavoces; se filtra en la música de fondo de los videos oficiales, en las sonrisas presidenciales a cámara lenta, en los eslóganes que prometen paz y prosperidad mientras se desmantela el Estado.
En Ecuador, Daniel Noboa ha comprendido con precisión que la política del siglo ya no pasa por los debates ni por la deliberación pública, sino por la gestión de la percepción. Su gobierno ha hecho de la propaganda una política de Estado. No hay semana sin video épico, sin frase publicitaria, sin promesa en formato de reel. El poder se vuelve espectáculo, y el espectáculo se confunde con el poder.
Mientras los hospitales se quedan sin medicinas, las escuelas sin profesores, y las universidades sin presupuesto, la maquinaria comunicacional multiplica imágenes de abundancia. Se entregan tractores, se reparten bonos, se graban escenas de aplausos. Todo cuidadosamente medido, coreografiado, editado. Los números importan menos que los encuadres. En un país fragmentado por la violencia y la pobreza, se fabrica una ficción de bienestar, un simulacro de paz que oculta la precariedad real.
El principio es el mismo que movía al viejo Reich: controlar la emoción colectiva, borrar la crítica, suplantar la conversación pública con el mito de la unidad nacional. Noboa no tiene campos de concentración ni discursos raciales, pero ha entendido la misma lógica del control simbólico: quien domina el relato, domina el país.
La diferencia está en la forma. Goebbels utilizó el miedo; Noboa utiliza la distracción. La propaganda moderna no necesita gritar: basta con seducir. Ya no se busca crear fanáticos, sino consumidores de esperanza. El poder se camufla en la estética del optimismo. Se presenta como un espectáculo inofensivo, casi inocente, mientras la estructura del Estado se privatiza y la soberanía se negocia.
El enemigo, en ambos casos, es necesario. Hitler lo encontró en los judíos, en los comunistas, en los disidentes. Noboa lo encuentra en “los del pasado”, en “los violentos”, en todo aquel que no aplauda su versión del país. El relato necesita una sombra para que la luz del héroe brille. La simplificación binaria —nosotros los buenos, ellos los malos— es la esencia de toda propaganda.
Goebbels tenía ministerios; Noboa tiene algoritmos. Pero ambos trabajan sobre la misma materia: el miedo, la fe, la necesidad de creer. Y el peligro es el mismo. Porque cuando la propaganda sustituye la verdad, la política deja de ser un espacio de debate para convertirse en una puesta en escena. Lo que está en juego no es solo la información, sino la conciencia.
Un país que deja de pensar y empieza solo a mirar, ya ha sido conquistado. El desafío de nuestro tiempo no es distinguir entre derecha e izquierda, entre ricos y pobres, sino entre verdad y artificio. Entre la realidad y su doble mediático. Entre lo que somos y lo que la pantalla nos dice que somos.
La propaganda siempre promete orden, pero lo que entrega es obediencia. Por eso, el acto más radical hoy es volver a pensar, volver a hablar, volver a desconfiar del relato. Porque la verdad, a diferencia del espectáculo, no busca gustar: busca despertar.
Johnny Jara Jaramillo
Hay gobiernos que no gobiernan: narran. No administran un país, sino su relato. Y en ese relato todo parece ordenado, luminoso, casi perfecto. La política se convierte entonces en una película cuidadosamente editada donde el presidente aparece siempre en el centro del encuadre, saludando a los pobres, repartiendo máquinas, abrazando a los campesinos y con uniforme militar. No importa lo que ocurre fuera del plano: lo esencial es la imagen.
Joseph Goebbels, el siniestro ministro de Propaganda de Hitler, entendió hace casi un siglo que el poder no se sostiene en la fuerza, sino en la emoción. Su tarea fue inventar un mundo que pareciera verdadero, aunque no lo fuera. Fabricar una fe. Convertir la mentira en atmósfera. La propaganda nazi no buscó convencer: buscó sustituir la realidad. Cada imagen, cada cartel, cada discurso del Führer era una puesta en escena cuidadosamente diseñada para generar una emoción colectiva, un trance patriótico que anulaba el pensamiento.
El siglo XXI no necesita ya de Goebbels. Las redes sociales, los algoritmos y los asesores de imagen han perfeccionado su legado. La mentira ya no se impone: se hace deseable. No se grita en altavoces; se filtra en la música de fondo de los videos oficiales, en las sonrisas presidenciales a cámara lenta, en los eslóganes que prometen paz y prosperidad mientras se desmantela el Estado.
En Ecuador, Daniel Noboa ha comprendido con precisión que la política del siglo ya no pasa por los debates ni por la deliberación pública, sino por la gestión de la percepción. Su gobierno ha hecho de la propaganda una política de Estado. No hay semana sin video épico, sin frase publicitaria, sin promesa en formato de reel. El poder se vuelve espectáculo, y el espectáculo se confunde con el poder.
Mientras los hospitales se quedan sin medicinas, las escuelas sin profesores, y las universidades sin presupuesto, la maquinaria comunicacional multiplica imágenes de abundancia. Se entregan tractores, se reparten bonos, se graban escenas de aplausos. Todo cuidadosamente medido, coreografiado, editado. Los números importan menos que los encuadres. En un país fragmentado por la violencia y la pobreza, se fabrica una ficción de bienestar, un simulacro de paz que oculta la precariedad real.
El principio es el mismo que movía al viejo Reich: controlar la emoción colectiva, borrar la crítica, suplantar la conversación pública con el mito de la unidad nacional. Noboa no tiene campos de concentración ni discursos raciales, pero ha entendido la misma lógica del control simbólico: quien domina el relato, domina el país.
La diferencia está en la forma. Goebbels utilizó el miedo; Noboa utiliza la distracción. La propaganda moderna no necesita gritar: basta con seducir. Ya no se busca crear fanáticos, sino consumidores de esperanza. El poder se camufla en la estética del optimismo. Se presenta como un espectáculo inofensivo, casi inocente, mientras la estructura del Estado se privatiza y la soberanía se negocia.
El enemigo, en ambos casos, es necesario. Hitler lo encontró en los judíos, en los comunistas, en los disidentes. Noboa lo encuentra en “los del pasado”, en “los violentos”, en todo aquel que no aplauda su versión del país. El relato necesita una sombra para que la luz del héroe brille. La simplificación binaria —nosotros los buenos, ellos los malos— es la esencia de toda propaganda.
Goebbels tenía ministerios; Noboa tiene algoritmos. Pero ambos trabajan sobre la misma materia: el miedo, la fe, la necesidad de creer. Y el peligro es el mismo. Porque cuando la propaganda sustituye la verdad, la política deja de ser un espacio de debate para convertirse en una puesta en escena. Lo que está en juego no es solo la información, sino la conciencia.
Un país que deja de pensar y empieza solo a mirar, ya ha sido conquistado. El desafío de nuestro tiempo no es distinguir entre derecha e izquierda, entre ricos y pobres, sino entre verdad y artificio. Entre la realidad y su doble mediático. Entre lo que somos y lo que la pantalla nos dice que somos.
La propaganda siempre promete orden, pero lo que entrega es obediencia. Por eso, el acto más radical hoy es volver a pensar, volver a hablar, volver a desconfiar del relato. Porque la verdad, a diferencia del espectáculo, no busca gustar: busca despertar.
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Universidad Central - Quito
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4 de noviembre de 2025
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6 de noviembre de 2025
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Las mentiras de Noboa:
Los señalados en AZUL, empleados del Consulado, y en rojo, el ñañito de la chacha del Narco, el Cónsul: Vinicio Kar Atamaint.!!!
El Gallo de la Catedral @Huaira_Runa |
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