24 de febrero de 2025
Elecciones alemanas
Un sistema, dos países
Es una parodia del dicho chino "un país, dos sistemas" adoptado tras la devolución de Hong Kong a la soberanía china por los piratas británicos en 1997. Una parodia que sirve para hablar de Alemania y sus elecciones de este domingo.
Si algo ha quedado claro es que hay un sistema, al borde del colapso, y dos países: el oeste y el este. En el oeste están bien asentados los partidos establecidos, o sea, del sistema; en el este lo están los partidos que con mayor o menor determinación abominan de ese sistema.
Aún no me han escrito mis amigos del cielo y del infierno, así que esto es solo de mi cosecha. Y como recolector, lo que veo es que Alemania no sale del abismo. La única cosa interesante que había es si la victoria de los cristianodemócratas iba a ser suficiente o no. No lo ha sido. O hay un gobierno con los socialdemócratas o tripartito con los belicistas Verdes. En eso andan a partir de ahora. O sea, más de lo mismo en cualquier caso. A nivel interno y externo. Porque nadie en su sano juicio apostaba por que ganasen los neonazis de Alternativa por Alemania (AxA), aunque su resultado ha sido espectacular.
El predominio de la AxA en el este es total, pero también es estructural en todo el oeste. Eso hace que tenga muy al alcance de la mano el triunfo definitivo en otra ocasión. El péndulo oscila entre el 47% logrado en amplias zonas del este y el 6% en algunas del oeste. Unos porcentajes que se invierten en el caso de los cristianodemócratas (del 44% en el oeste al 9% en el este). Si se tiene en cuenta que han tenido en contra a todo el mundo, el porcentaje alcanzado es más que notorio.
Y lo mismo se puede decir de la Alianza Sahra Wagenknecht (ASW), a quien le han faltado 13.435 votos para lograr esa representación parlamentaria. Pero en el este ha tenido porcentajes del 13% en la mayoría de las circunscripciones, aunque en el oeste las ha habido con el 2%.
Die Linke (DL), la "izquierda disponible", como dicen en Alemania, ha sido la gran favorecida porque ha logrado recuperarse bastante bien. Los porcentajes en el este no han sido nada malos (21'7% en Berlín) y en el oeste malos (del 3%). En su haber hay que decir que una parte del electorado de la ASW ha vuelto a DL en el este, en parte por el suicidio político cometido por la ASW al votar junto a la derecha y los neonazis una propuesta de ley para limitar la afluencia de inmigrantes. Pero ese voto a DL no ha sido a DL, sino contra la ASW. Es, por lo tanto, coyuntural y volverá a desaparecer cuando DL reincida en su apoyo a los neonazis del país 404, antes conocido como Ucrania. Porque ese voto ha sido predominantemente joven y ha primado lo interno sobre lo externo cuando en ambos casos se trata de lo mismo: neonazis. La contradicción de apostar por no tener nada que ver con ellos dentro de Alemania y tener todo que ver con ellos fuera de Alemania estallará a los cinco minutos, cuando se les pase la euforia.
Los Verdes son un producto del oeste (con porcentajes del 27%) e irrelevantes en el este (2%) con la excepción de Berlín (19%). Los belicistas esta vez han recogido una buena parte de los votos de los inmigrantes de las grandes ciudades del oeste y por eso han podido mantener un porcentaje aceptable perdiendo solo un poco más del 3%.
Está claro que hay un sistema, pero dos países. Los habitantes de la antigua República Democrática han votado por los partidos anti-establecimiento (AxA y ASW) y no solo es una cuestión de inmigrantes. Tiene su importancia, pero sobre todo son las cuestiones socioeconómicas. Desde la pretendida unificación, hace 35 años, nadie ha hecho nada por equiparar las dos alemanias: el paro es mucho mayor en el este que en el oeste, los salarios son más bajos en el este que en el oeste y así todo. Ya os hice un repaso más amplio de esas diferencias cuando os comenté que tengo amigos tanto en Die Linke como en la Alianza Sahra Wagenknecht.
Pero, además, eso tiene un añadido muy gravoso: el apoyo a los neonazis del país 404. Tanto la AxA como la ASW han hecho una campaña hablando de esto último y de su disposición a reabrir y reparar el gasoducto Corriente del Norte 2 volado, sin que los partidos del establecimiento pestañeasen, por EEUU. Y han abogado porque se llegue a un acuerdo con Rusia para poder centrarse en los asuntos internos.
Los partidos establecidos van a repartirse la tarta, pero no van a poder hacer nada para revertir la desastrosa situación interna a nivel económico y social. Entre el frigorífico y la guerra la gente ha votado por la guerra, por lo que las razones estructurales del desastre siguen ahí: alto costo de la energía por las sanciones a Rusia, de donde llegaba muy barata; cese de las exportaciones a China por el seguidismo estúpido a Biden y sus sanciones; el incremento armamentístico que supone estar en la OTAN...
Nada de eso va a cambiar a medio plazo, y más si Trump cumple su amenaza de imponer aranceles a Europa.
Ahora todos hablan de Trump como del enemigo, pero el enemigo está dentro. Son ellos mismos.
P.D.- Al hilo de esto, y entretenidos con ello, algo mucho más importante aunque yo mismo lo relegue a una postdata: 47'5 millones de europeos no pueden calentar sus hogares, según denuncia la Confederación Europea de Sindicatos. La causa es principalmente la estupidez europea prescindiendo del gas ruso, muy barato, y comprar ahora, sobre todo a EEUU, a un precio cuatro veces mayor.
La Confederación Europea de Sindicatos dice que en los tres años que lleva el conflicto en el país 404 la proporción de personas que no pueden calentar sus hogares ha pasado de 30'8 millones a 47'5 millones. Es un incremento del 50%, ya que hablaba antes de porcentajes.
La CES dice esto en un intento de presionar a la Comisión Europea, que esta semana va a presentar un borrador de "acción de energía asequible" para ver cómo se aborda una situación que va a más. Por eso la CES dice que 363.000 personas mueren cada año de frío en Europa. Es lo que los "progres" suelen llamar "pobreza energética", como si se fuese solo pobre en una cosa y no en las demás.
El Lince
Si algo ha quedado claro es que hay un sistema, al borde del colapso, y dos países: el oeste y el este. En el oeste están bien asentados los partidos establecidos, o sea, del sistema; en el este lo están los partidos que con mayor o menor determinación abominan de ese sistema.
Aún no me han escrito mis amigos del cielo y del infierno, así que esto es solo de mi cosecha. Y como recolector, lo que veo es que Alemania no sale del abismo. La única cosa interesante que había es si la victoria de los cristianodemócratas iba a ser suficiente o no. No lo ha sido. O hay un gobierno con los socialdemócratas o tripartito con los belicistas Verdes. En eso andan a partir de ahora. O sea, más de lo mismo en cualquier caso. A nivel interno y externo. Porque nadie en su sano juicio apostaba por que ganasen los neonazis de Alternativa por Alemania (AxA), aunque su resultado ha sido espectacular.
El predominio de la AxA en el este es total, pero también es estructural en todo el oeste. Eso hace que tenga muy al alcance de la mano el triunfo definitivo en otra ocasión. El péndulo oscila entre el 47% logrado en amplias zonas del este y el 6% en algunas del oeste. Unos porcentajes que se invierten en el caso de los cristianodemócratas (del 44% en el oeste al 9% en el este). Si se tiene en cuenta que han tenido en contra a todo el mundo, el porcentaje alcanzado es más que notorio.
Y lo mismo se puede decir de la Alianza Sahra Wagenknecht (ASW), a quien le han faltado 13.435 votos para lograr esa representación parlamentaria. Pero en el este ha tenido porcentajes del 13% en la mayoría de las circunscripciones, aunque en el oeste las ha habido con el 2%.
Die Linke (DL), la "izquierda disponible", como dicen en Alemania, ha sido la gran favorecida porque ha logrado recuperarse bastante bien. Los porcentajes en el este no han sido nada malos (21'7% en Berlín) y en el oeste malos (del 3%). En su haber hay que decir que una parte del electorado de la ASW ha vuelto a DL en el este, en parte por el suicidio político cometido por la ASW al votar junto a la derecha y los neonazis una propuesta de ley para limitar la afluencia de inmigrantes. Pero ese voto a DL no ha sido a DL, sino contra la ASW. Es, por lo tanto, coyuntural y volverá a desaparecer cuando DL reincida en su apoyo a los neonazis del país 404, antes conocido como Ucrania. Porque ese voto ha sido predominantemente joven y ha primado lo interno sobre lo externo cuando en ambos casos se trata de lo mismo: neonazis. La contradicción de apostar por no tener nada que ver con ellos dentro de Alemania y tener todo que ver con ellos fuera de Alemania estallará a los cinco minutos, cuando se les pase la euforia.
Los Verdes son un producto del oeste (con porcentajes del 27%) e irrelevantes en el este (2%) con la excepción de Berlín (19%). Los belicistas esta vez han recogido una buena parte de los votos de los inmigrantes de las grandes ciudades del oeste y por eso han podido mantener un porcentaje aceptable perdiendo solo un poco más del 3%.
Está claro que hay un sistema, pero dos países. Los habitantes de la antigua República Democrática han votado por los partidos anti-establecimiento (AxA y ASW) y no solo es una cuestión de inmigrantes. Tiene su importancia, pero sobre todo son las cuestiones socioeconómicas. Desde la pretendida unificación, hace 35 años, nadie ha hecho nada por equiparar las dos alemanias: el paro es mucho mayor en el este que en el oeste, los salarios son más bajos en el este que en el oeste y así todo. Ya os hice un repaso más amplio de esas diferencias cuando os comenté que tengo amigos tanto en Die Linke como en la Alianza Sahra Wagenknecht.
Pero, además, eso tiene un añadido muy gravoso: el apoyo a los neonazis del país 404. Tanto la AxA como la ASW han hecho una campaña hablando de esto último y de su disposición a reabrir y reparar el gasoducto Corriente del Norte 2 volado, sin que los partidos del establecimiento pestañeasen, por EEUU. Y han abogado porque se llegue a un acuerdo con Rusia para poder centrarse en los asuntos internos.
Los partidos establecidos van a repartirse la tarta, pero no van a poder hacer nada para revertir la desastrosa situación interna a nivel económico y social. Entre el frigorífico y la guerra la gente ha votado por la guerra, por lo que las razones estructurales del desastre siguen ahí: alto costo de la energía por las sanciones a Rusia, de donde llegaba muy barata; cese de las exportaciones a China por el seguidismo estúpido a Biden y sus sanciones; el incremento armamentístico que supone estar en la OTAN...
Nada de eso va a cambiar a medio plazo, y más si Trump cumple su amenaza de imponer aranceles a Europa.
Ahora todos hablan de Trump como del enemigo, pero el enemigo está dentro. Son ellos mismos.
P.D.- Al hilo de esto, y entretenidos con ello, algo mucho más importante aunque yo mismo lo relegue a una postdata: 47'5 millones de europeos no pueden calentar sus hogares, según denuncia la Confederación Europea de Sindicatos. La causa es principalmente la estupidez europea prescindiendo del gas ruso, muy barato, y comprar ahora, sobre todo a EEUU, a un precio cuatro veces mayor.
La Confederación Europea de Sindicatos dice que en los tres años que lleva el conflicto en el país 404 la proporción de personas que no pueden calentar sus hogares ha pasado de 30'8 millones a 47'5 millones. Es un incremento del 50%, ya que hablaba antes de porcentajes.
La CES dice esto en un intento de presionar a la Comisión Europea, que esta semana va a presentar un borrador de "acción de energía asequible" para ver cómo se aborda una situación que va a más. Por eso la CES dice que 363.000 personas mueren cada año de frío en Europa. Es lo que los "progres" suelen llamar "pobreza energética", como si se fuese solo pobre en una cosa y no en las demás.
El Lince
Diego Pappalardo: La prensa exageró un posible triunfo contundente de AfD, precisamente, para que Merz pudiese llegar a la Cancillería.
27 de febrero de 2018:
"Del mismo modo que en su país, a nivel continental, Merkel, también está en clara decadencia política ya que el niño mimado de los Rothschild, Emmanuel Macron, está siendo catapultado para ser el rostro conductor de un fotoshopeado bando proglobalista que jugará, frente al trumpismo, con evidente impacto internacional.
En las nuevas e inmediatas batallas no habrá merkelismo, sino macronismo y, principalmente contra éste, continuará el camino ascensorial de AfD.
AfD quiere vivir en la realidad, reconociéndose a sí misma como parte de la realidad y, como tal, será un baluarte en la lucha contra la inmigración descontrolada y atentatoria y, aunque no logre llegar a la Cancillería, obligará al establishment a practicar ciertas correcciones, nuevos injertos y otorgamientos de concesiones para que la destrucción alemana se desacelere".
27 de febrero de 2018:
"Del mismo modo que en su país, a nivel continental, Merkel, también está en clara decadencia política ya que el niño mimado de los Rothschild, Emmanuel Macron, está siendo catapultado para ser el rostro conductor de un fotoshopeado bando proglobalista que jugará, frente al trumpismo, con evidente impacto internacional.
En las nuevas e inmediatas batallas no habrá merkelismo, sino macronismo y, principalmente contra éste, continuará el camino ascensorial de AfD.
AfD quiere vivir en la realidad, reconociéndose a sí misma como parte de la realidad y, como tal, será un baluarte en la lucha contra la inmigración descontrolada y atentatoria y, aunque no logre llegar a la Cancillería, obligará al establishment a practicar ciertas correcciones, nuevos injertos y otorgamientos de concesiones para que la destrucción alemana se desacelere".
Alemania debe ser "independiente" de EEUU, afirma el ganador de las elecciones al Bundestag.
El líder de la CDU y ganador proyectado en las elecciones, Friedrich Merz, afirmó que su prioridad es fortalecer la unidad europea y reducir la dependencia de EEUU. "paso a paso". "Nunca pensé que tendría que decir algo así en un programa de televisión", declaró ante los periodistas. En medio de la presión de Trump sobre la OTAN, Merz apuesta por una Europa más fuerte e independiente. Asimismo, criticó la política exterior de Washington, calificándola de "indiferente al destino de Europa". |
El conservador Merz gana las elecciones en Alemania
Los ciudadanos de Alemania acudieron este domingo a las urnas en unas elecciones anticipadas para definir un nuevo Bundestag, el Parlamento del país. Los resultados provisorios indican que el partido de centro-derecha Unión Demócrata Cristiana (CDU) lidera los comicios, seguido por la formación de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que logra un histórico segundo lugar.
Los ciudadanos de Alemania acudieron este domingo a las urnas en unas elecciones anticipadas para definir un nuevo Bundestag, el Parlamento del país. Los resultados provisorios indican que el partido de centro-derecha Unión Demócrata Cristiana (CDU) lidera los comicios, seguido por la formación de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que logra un histórico segundo lugar.
El conservador Merz gana las elecciones en Alemania: ¿Qué rumbo tomará?
El conservador Friedrich Merz (CDU) se perfila como el próximo canciller tras ganar las elecciones anticipadas con el 28,6 % de los votos. La formación de derecha AfD logró un histórico segundo lugar (20,8 %), mientras que el SPD de Olaf Scholz cayó al 16,4 %, su peor resultado desde la Segunda Guerra Mundial.
Nuevo equilibrio de poder
Merz asume el liderazgo en un momento de incertidumbre. Aunque solo un tercio de los alemanes confía en su gestión, su éxito en formar gobierno podría fortalecer su papel en Europa, especialmente ante las tensiones con la administración de Donald Trump.
"Éxito increíble" para la AfD
El crecimiento de AfD, que duplicó su apoyo desde 2021, refleja una tendencia en Europa. En el este de Alemania, supera el 30 % de los votos, alcanzando un 38,6 % en Turingia. Su copresidenta, Alice Weidel, celebró el resultado como un "éxito increíble".
Desafíos para Merz
Merz enfrenta dificultades para formar coalición, especialmente tras la negativa de Markus Söder (CSU) a pactar con Los Verdes. Además, solo el 43 % de los votantes cree que está preparado para el cargo.
¿Qué sigue?
Merz prometió suministrar misiles Taurus a Ucrania, endurecer la política migratoria y devolver "el orgullo" a Alemania.
El conservador Friedrich Merz (CDU) se perfila como el próximo canciller tras ganar las elecciones anticipadas con el 28,6 % de los votos. La formación de derecha AfD logró un histórico segundo lugar (20,8 %), mientras que el SPD de Olaf Scholz cayó al 16,4 %, su peor resultado desde la Segunda Guerra Mundial.
Nuevo equilibrio de poder
Merz asume el liderazgo en un momento de incertidumbre. Aunque solo un tercio de los alemanes confía en su gestión, su éxito en formar gobierno podría fortalecer su papel en Europa, especialmente ante las tensiones con la administración de Donald Trump.
"Éxito increíble" para la AfD
El crecimiento de AfD, que duplicó su apoyo desde 2021, refleja una tendencia en Europa. En el este de Alemania, supera el 30 % de los votos, alcanzando un 38,6 % en Turingia. Su copresidenta, Alice Weidel, celebró el resultado como un "éxito increíble".
Desafíos para Merz
Merz enfrenta dificultades para formar coalición, especialmente tras la negativa de Markus Söder (CSU) a pactar con Los Verdes. Además, solo el 43 % de los votantes cree que está preparado para el cargo.
¿Qué sigue?
Merz prometió suministrar misiles Taurus a Ucrania, endurecer la política migratoria y devolver "el orgullo" a Alemania.
Como se esperaba, Friedrich Merz (CDU), EL CANDIDATO DE BLACKROCK, ha ganado las elecciones en Alemania, con cerca del 30% del voto .
Alternativa Por Alemania, aunque duplica su voto (20%) no consigue dar un vuelco al panorama político quedando como segunda fuerza.
Los socialdemócratas de Scholz tienen el peor resultado de unas generales (16%), pero aún así se mantienen como tercera fuerza
INCOMPRENSIBLEMENTE los BELICISTA pro-otan "ecopacifistas" Los Verdes consiguen un 13%, a pesar de su candidato, Robert Habeck, es el antiguo ministro de Economía y Protección Climatica cuyas políticas energéticas y económicas HAN DESTROZADO la Economía alemana.
Alternativa Por Alemania, aunque duplica su voto (20%) no consigue dar un vuelco al panorama político quedando como segunda fuerza.
Los socialdemócratas de Scholz tienen el peor resultado de unas generales (16%), pero aún así se mantienen como tercera fuerza
INCOMPRENSIBLEMENTE los BELICISTA pro-otan "ecopacifistas" Los Verdes consiguen un 13%, a pesar de su candidato, Robert Habeck, es el antiguo ministro de Economía y Protección Climatica cuyas políticas energéticas y económicas HAN DESTROZADO la Economía alemana.
Este mapa muestra el resultado de las votaciones del Parlamento Europeo en 2024. es.m.wikipedia.org/wiki/Eleccione…
Aclaración: El mapa electoral del primer trino corresponde a las elecciones para el parlamento europeo de 2024. Aquí el mapa de las elecciones generales de 2025. La similitud con el mapa geográfico de las dos Alemanias establecidas en 1949 se mantiene. @fdbedout
(...)
El gobierno alemán ha seguido servilmente las políticas de la alianza occidental de la OTAN y ha puesto fin a su dependencia de la energía barata de Rusia, llegando incluso a consentir la voladura del vital gasoducto Nord Stream. Como resultado, los costes energéticos se han disparado para los hogares alemanes.
(...)
La solución del líder de la CDU, Friedrich Merz, a esta crisis son las políticas neoliberales habituales: reducciones en el gasto público (recortes de prestaciones) y acabar con la “burocracia” empresarial.
(...)
El AfD afirma que la respuesta a la desaparición de Alemania es poner fin a la inmigración, abandonar el euro por completo y reducir sus pagos a la UE. Las contribuciones de la UE a la defensa de Ucrania, que ascienden a 115 000 millones de euros, solo son superadas por las de EEUU, que ascienden a 119 000 millones de euros. El BSW quiere que se ponga fin al apoyo a Ucrania y a las sanciones contra Rusia.
(...)
Pero también muestra que el seguimiento servil del gobierno de coalición alemán a los intereses del imperialismo estadounidense, en nombre de la ‘democracia occidental’, en relación con Ucrania e Israel, ha destruido la hegemonía del capital alemán en Europa y los niveles de vida de sus ciudadanos más pobres.
El gobierno alemán ha seguido servilmente las políticas de la alianza occidental de la OTAN y ha puesto fin a su dependencia de la energía barata de Rusia, llegando incluso a consentir la voladura del vital gasoducto Nord Stream. Como resultado, los costes energéticos se han disparado para los hogares alemanes.
(...)
La solución del líder de la CDU, Friedrich Merz, a esta crisis son las políticas neoliberales habituales: reducciones en el gasto público (recortes de prestaciones) y acabar con la “burocracia” empresarial.
(...)
El AfD afirma que la respuesta a la desaparición de Alemania es poner fin a la inmigración, abandonar el euro por completo y reducir sus pagos a la UE. Las contribuciones de la UE a la defensa de Ucrania, que ascienden a 115 000 millones de euros, solo son superadas por las de EEUU, que ascienden a 119 000 millones de euros. El BSW quiere que se ponga fin al apoyo a Ucrania y a las sanciones contra Rusia.
(...)
Pero también muestra que el seguimiento servil del gobierno de coalición alemán a los intereses del imperialismo estadounidense, en nombre de la ‘democracia occidental’, en relación con Ucrania e Israel, ha destruido la hegemonía del capital alemán en Europa y los niveles de vida de sus ciudadanos más pobres.
Ines Schwerdtner es la recién elegida copresidenta del partido alemán de izquierda Die Linke. En una entrevista con Jacobin, explica cómo quiere reconectar el partido con una base de clase trabajadora.
¿QUIÉN TIENE MIEDO A SAHRA WAGENKNECHT?
La "izquierdista conservadora" de Alemania que redefinió el populismo
Thomas Fazi,
31/08/24, unherd.com
31/08/24, unherd.com
Pocos habrían predicho que Alemania –conocida desde hace mucho tiempo por tener la política más aburrida del continente– se convertiría en el epicentro de la nueva revuelta populista de Europa, y mucho menos de una que provendría tanto de la derecha como de la izquierda. Y, sin embargo, eso es exactamente lo que está sucediendo. En las recientes elecciones europeas, como se esperaba, el populista de derecha Alternativa para Alemania (AfD) superó por primera vez al SPD de centroizquierda, convirtiéndose en el segundo partido más grande del país después de la alianza de centroderecha CDU/CSU.
Mientras tanto, los dos partidos principales obtuvieron menos del 45% de los votos, frente al 70% hace apenas 20 años. Fue el mayor colapso de la corriente política alemana desde la reunificación. La verdadera sorpresa, sin embargo, fue el impresionante desempeño de un nuevo partido populista de izquierda lanzado unos meses antes por el ícono de la izquierda radical alemana: la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW). En total, el partido obtuvo el 6,2% de los votos; pero, al igual que AfD en elecciones anteriores, obtuvo resultados mucho mejores en el este del país, con cifras de dos dígitos en todos estos estados, pero sólo el 5% en el oeste. Más que nada, las elecciones revelaron que la Alemania posterior a la reunificación sigue profundamente dividida a lo largo de su antigua frontera: mientras que los alemanes occidentales también están dando señales de una creciente insatisfacción con la actual coalición SPD-Verdes-FDP, pero permanecen dentro de las fronteras políticas, los alemanes orientales se están rebelando. contra su propio establishment político.
Así pues, con elecciones estatales que se celebrarán en tres estados del este el próximo mes (en Sajonia y Turingia este fin de semana, y en Brandeburgo el 22 de septiembre), no es de extrañar que el centro alemán se esté preparando para el colapso. Pero si bien es una conclusión inevitable que el AfD obtendrá avances masivos, con el partido liderando las encuestas en dos de los tres estados, la verdadera sorpresa puede ser una vez más el nuevo partido de Sahra Wagenknecht, que actualmente obtiene entre el 11% y el 19% en las encuestas. Por ahora, Wagenknecht ha descartado formar gobiernos de coalición regionales con el AfD, así como con cualquier partido que apoye las entregas de armas a Ucrania (lo que significa la mayoría de los partidos tradicionales). Pero su mera presencia en las urnas erosionará aún más el apoyo a la coalición gobernante y hará muy difícil, si no imposible, que esta última forme gobiernos de coalición centristas a nivel estatal. El fenómeno Wagenknecht es fascinante (y único) por varias razones. No sólo ha logrado establecer a BSW como una de las principales fuerzas políticas del país en cuestión de meses, sino que también se presenta con una plataforma única en el panorama político occidental, al menos entre los partidos electoralmente relevantes. Aunque Wagenknecht tiende a evitar enmarcar a su partido en términos cansados de izquierda-derecha, su plataforma puede describirse mejor como de izquierda conservadora.
En resumen, esto significa que mezcla demandas que anteriormente estarían asociadas con la izquierda socialista-laborista (políticas gubernamentales intervencionistas y redistributivas para regular las fuerzas del mercado capitalista, pensiones y salarios mínimos más altos, generosas políticas de bienestar y seguridad social, impuestos sobre la riqueza) con posiciones que hoy se caracterizarían como culturalmente conservadoras: ante todo, un reconocimiento de la importancia de preservar y promover las tradiciones, la estabilidad, la seguridad y el sentido de comunidad. Esto implica inevitablemente políticas de inmigración más restrictivas y un rechazo del dogma multiculturalista, en el que las minorías se niegan a reconocer la superioridad de las reglas comunes, amenazando la cohesión social. Como dice el texto fundacional del partido: “La inmigración y la convivencia de diferentes culturas pueden ser enriquecedoras. Sin embargo, esto sólo se aplica mientras la afluencia se limite a un nivel que no abrume a nuestro país y su infraestructura, y mientras la integración se promueva activamente y sea exitosa”. Cómo se ve esto en la práctica quedó claro en 2015, cuando Wagenknecht criticó duramente la decisión de la entonces canciller Angela Merkel de dejar entrar a cientos de miles de solicitantes de asilo, invocando el mantra “¡Wir schaffen das!” (“¡Podemos hacer esto!”). Un año más tarde, tras una serie de ataques terroristas perpetrados por inmigrantes, Wagenknecht emitió un comunicado que decía: “La acogida e integración de un gran número de refugiados e inmigrantes está asociada a problemas considerables y es más difícil que el frívolo 'Podemos hacerlo'. ¡de!' Merkel”.
Más recientemente, tras un ataque mortal con cuchillo en Mannheim, Wagenknecht volvió a atacar las políticas de inmigración del gobierno: “Básicamente, también financiamos la radicalización [del atacante migrante]. Vivía a costa nuestra, del dinero de los ciudadanos”. Su enfoque en los beneficios aquí es crucial. Para Wagenknecht, la promoción de la cohesión social, incluida la restricción de los flujos de inmigración, no sólo debe verse como un fin positivo en sí mismo, por ejemplo por razones de seguridad pública, sino también como una condición previa para la aplicación de políticas económicamente redistributivas. la democracia misma. Sólo una comunidad política definida por una identidad colectiva –un demos– es capaz de comprometerse con un discurso democrático y un proceso de toma de decisiones relacionado, y de generar los vínculos emocionales y de solidaridad necesarios para legitimar y sostener políticas redistributivas entre clases y/o regiones. En pocas palabras, si no hay demos, no puede haber democracia efectiva, y mucho menos socialdemocracia. Por supuesto, lo contrario también es cierto: la cohesión social necesaria para sostener al demos sólo puede florecer en un contexto en el que el Estado interviene para frenar los efectos socialmente destructivos del capitalismo desenfrenado (incluido el impulso hacia el libre flujo de mano de obra). En otras palabras, no hay contradicción entre ser económicamente de izquierdas y culturalmente conservador, dice Wagenknecht; más bien, las dos cosas van de la mano. Ninguno de los dos es un concepto particularmente nuevo, añade: ésta era básicamente la plataforma (ganadora) de la mayoría de los partidos socialistas y socialdemócratas europeos de la vieja escuela.
Esta es también la razón por la que Wagenknecht pone gran énfasis en la importancia de la soberanía nacional y es muy crítico con la Unión Europea: no sólo porque la UE es fundamentalmente antidemocrática y propensa a la captura oligárquica, sino porque no puede ser de otra manera, dado que hoy en día el Estado-nación sigue siendo la principal fuente de identidad colectiva y del sentido de pertenencia de las personas y, por tanto, la única institución territorial (o al menos la más grande) a través de la cual es posible organizar la democracia y lograr el equilibrio social. Como expresó: “El llamado a 'el fin del Estado-nación' es, en última instancia, un llamado a 'el fin de la democracia y el Estado de bienestar'”. En resumen, Sahra Wagenknecht es todo menos una típica izquierdista occidental.
Ahora bien, esto tiene que ver en parte con el hecho de que nació al otro lado del Telón de Acero, en la antigua Alemania Oriental, en 1969. Se interesó por la filosofía y la economía marxistas cuando era adolescente, pero el fin de la RDA socialista en 1989 fue, según su biógrafo Christian Schneider, "el momento en el que nació el político Wagenknecht". Lo experimentó como un "horror único": como muchos alemanes orientales, creía en un socialismo reformado, no en abrazar el camino capitalista de Alemania Occidental. Ese mismo año se unió al Partido Comunista de Alemania Oriental, poco antes de la caída del Muro de Berlín, y luego, después de la reunificación, se convirtió en una de las principales figuras del sucesor del partido, el Partido del Socialismo Democrático (PDS). Ya entonces destacaba por ser más radical y conservadora que sus pares comunistas. "Había ahora una joven que deseaba desesperadamente volver a los viejos tiempos" de la RDA, como dijo un ex líder del PDS.
Cuando, en 2007, el PDS se fusionó con un SPD dividido para formar Die Linke (La Izquierda), Wagenknecht emergió rápidamente como una de las voces principales del partido y el rostro de la izquierda radical de Alemania. El apoyo a Die Linke se disparó hasta el 12% de los votos en las elecciones al Bundestag de 2009, y se mantuvo cerca de esa cifra durante casi una década. Wagenknecht también se convirtió en una figura clave en el parlamento alemán, ocupando el cargo de copresidente parlamentario de su partido de 2015 a 2019 y como líder de la oposición (contra la gran coalición de la canciller Angela Merkel) hasta 2017. Fue allí donde se ganó una reputación por su poderosa retórica y capacidad para desafiar las narrativas políticas tradicionales. Su relación con Die Linke, sin embargo, se volvió cada vez más tensa con el paso de los años: mientras el partido estaba atrapado por el tipo de "neoliberalismo progresista" que ha infectado, en un grado u otro, a todos los partidos de izquierda occidentales, Wagenknecht se mantuvo fiel a su raíces socialistas de la vieja escuela. Sus opiniones sobre la inmigración y otras cuestiones, que antes no habrían sido motivo de controversia en los círculos socialistas, se estaban convirtiendo rápidamente en un anatema en la izquierda. Finalmente, en noviembre de 2019, Wagenknecht anunció su dimisión como líder parlamentario, alegando agotamiento. Dos años más tarde, en las elecciones federales, Die Linke obtuvo menos del 5% de los votos y perdió casi la mitad de sus escaños: el peor resultado de su historia. Para Wagenknecht esto no fue una sorpresa.
En un libro ampliamente discutido publicado el mismo año, Die Selbstgerechten (“Autojusticia”), Wagenknecht explicó las razones de su creciente alienación de la izquierda dominante. “Izquierda”, sostiene, solía ser sinónimo de mejorar las vidas de la gente común y corriente obligada a mantenerse a sí misma a través de su (a menudo agotador) trabajo; Sin embargo, el movimiento progresista actual ha llegado a estar dominado por lo que Wagenknecht llama la “izquierda del estilo de vida”, cuyos miembros “ya no sitúan los problemas sociales y político-económicos en el centro de la política de izquierda. En lugar de tales preocupaciones, promueven preguntas sobre el estilo de vida, los hábitos de consumo y las actitudes morales”. Señala además que, lejos de ser liberales, los izquierdistas actuales tienden a ser cruelmente autoritarios. Para Wagenknecht, el tono autoritario de este nuevo movimiento quedó claro durante la pandemia. A diferencia de prácticamente todos sus colegas (y de la mayor parte de la izquierda alemana), Wagenknecht se convirtió en una dura crítica de los “bloqueos interminables” del gobierno y del programa coercitivo de vacunación masiva (se negó a vacunarse). Desde la invasión rusa de Ucrania, Wagenknecht también se ha convertido en el crítico más acérrimo del apoyo militar de Alemania a Ucrania y del régimen de sanciones. Esto aumentó su enemistad con Die Linke, que votó a favor de sanciones económicas contra Rusia. En ese momento, su división se volvió inevitable y, finalmente, a finales del año pasado, Wagenknecht anunció el lanzamiento de su nuevo partido. La elección llevó al desmantelamiento de Die Linke, que se vio obligada a disolver su facción parlamentaria y prácticamente ha desaparecido del mapa político, obteniendo sólo el 2,7% de los votos en las elecciones europeas de junio.
Desde el lanzamiento de BSW, Wagenknecht ha situado la cuestión de la distensión con Rusia en el centro de la plataforma de su partido. En varias ocasiones, ha destacado cómo la subordinación de Alemania a la estrategia de guerra por poderes de Estados Unidos y la OTAN en Ucrania y la negativa a entablar negociaciones diplomáticas con Rusia son contraproducentes tanto desde el punto de vista económico como geopolítico. No sólo el embargo de petróleo y gas contra Rusia es la principal razón del colapso de la economía alemana, sino que el gobierno, dijo ante el Bundestag, "está jugando negligentemente con la seguridad y, en el peor de los casos, con las vidas de millones de personas en Alemania". Más recientemente, condenó enérgicamente el plan del gobierno de desplegar misiles estadounidenses de largo alcance en territorio alemán y, quizás de manera más dramática, cuestionó la historia que rodea al ataque Nord Stream. De hecho, tras las recientes revelaciones sobre el posible encubrimiento de la participación ucraniana por parte del gobierno alemán, pidió una investigación pública, diciendo que "si las autoridades alemanas hubieran sabido de antemano sobre el plan para atacar Nord Stream 1 y 2, habríamos tenido el escándalo del siglo en la política alemana". Es importante señalar que Wagenknecht ve la oposición a la guerra por poderes contra Rusia como parte de una remodelación mucho más profunda de la estrategia geopolítica de Alemania. Su objetivo, como escribió Wolfgang Streeck, es "liberarlo del control geoestratégico de Estados Unidos, guiado por los intereses de supervivencia nacional alemanes en lugar de Nibelungentreue, o la lealtad al reclamo estadounidense de dominación política global". Esto implica necesariamente el restablecimiento de relaciones políticas y económicas de largo plazo con Rusia, lo que potencialmente podría sentar las bases de una nueva arquitectura de seguridad euroasiática, e incluso de una comunidad euroasiática de estados y economías.
Por otra parte, Wagenknecht criticó las políticas “verdes” y de afirmación de género del gobierno, argumentando que “el suministro de energía de Alemania no puede actualmente garantizarse únicamente con energías renovables” y votó en contra de un proyecto de ley aprobado por el parlamento alemán a principios de este año para facilitar el cambio legal de género. “Su ley convierte a padres e hijos en conejillos de indias de una ideología que sólo beneficia al lobby farmacéutico”, afirmó. Si esto parece sencillo es porque lo es. Pero en conjunto, la economía izquierdista de la vieja escuela de Wagenknecht, su política exterior pro paz y anti-OTAN y su perspectiva cultural conservadora están resonando entre los votantes. Y como resultado, ahora se encuentra en la mira tanto del establishment como de sus competidores populistas. De hecho, en la derecha en particular, la crítica común que se le dirige es que, al alejar a los votantes del AfD, está debilitando y dividiendo el frente populista de Alemania.
Sin embargo, la evidencia de esto es algo inestable. En cambio, las encuestas de opinión muestran que el surgimiento del BSW no parece haber afectado demasiado a AfD, que sigue manteniendo una cuota de voto del 30% en varios estados del este de Alemania y del 20% a nivel nacional. De hecho, según un estudio reciente de la Fundación Hans Böckler, el BSW está atrayendo a votantes principalmente del centro y la izquierda (Die Linke y el SPD) más que del AfD. La agenda económica incondicionalmente izquierdista del BSW, que lo pone en desacuerdo con la política económica neoliberal del AfD, parece ser clave en este caso: el estudio muestra que el BSW atrae apoyo principalmente de grupos socialmente marginados y de bajos ingresos (tradicionalmente, el grupo) objetivo clásico de los partidos socialdemócratas. Esto también explica por qué disfruta de un apoyo mucho más fuerte en Alemania Oriental, que tiene un PIB per cápita y salarios significativamente más bajos, y tasas de desempleo y pobreza más altas que Alemania Occidental. Esto sugiere que la agenda conservadora de izquierda de Wagenknecht está llenando un espacio político previamente vacante, atrayendo a los votantes alemanes que están desilusionados con la política dominante e incluso muy críticos con la inmigración, pero que todavía se sienten incómodos votando por un partido que tiene innegablemente rasgos xenófobos o racistas.
BSW, por otro lado, representa una opción “no extremista” mucho más aceptable para estos potenciales votantes populistas. Esto se ve confirmado aún más por el hecho de que a pesar de su postura dura sobre la inmigración, el BSW parece estar ganando un número superior al promedio de votantes de origen migrante, un grupo demográfico que tradicionalmente vota por partidos de centro izquierda. En resumen, la evidencia sugiere que Wagenknecht en realidad está ampliando el frente populista en lugar de simplemente expulsar al grupo populista existente.
Es esto, junto con el hecho de que Wagenknecht se encuentra entre los tres políticos más populares de Alemania, lo que explica por qué el establishment decidió atacar. En las últimas semanas, los medios de comunicación han lanzado una campaña implacable contra Wagenknecht y la BSW, como era de esperar, centrada en acusaciones de que ella es una "propagandista rusa" o "Vladimir Putinova", como la llamó un artículo. Aún más desesperadamente, algunos han tratado de pintar a Wagenknecht, un comunista literal, como un "extremista de extrema derecha". Esta misma semana, Politico, propiedad del titán de los medios alemanes Axel Springer, preguntó sin ironía: "¿Está la superestrella en ascenso de Alemania tan de izquierda que es de extrema derecha?". La respuesta, por supuesto, es aburrido nein. Y sin duda, los resultados de este fin de semana plantearán una pregunta mucho más interesante: con las elecciones generales programadas para el próximo año, ¿Ha encontrado Alemania finalmente un político capaz de romper su muro ideológico?
Mientras tanto, los dos partidos principales obtuvieron menos del 45% de los votos, frente al 70% hace apenas 20 años. Fue el mayor colapso de la corriente política alemana desde la reunificación. La verdadera sorpresa, sin embargo, fue el impresionante desempeño de un nuevo partido populista de izquierda lanzado unos meses antes por el ícono de la izquierda radical alemana: la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW). En total, el partido obtuvo el 6,2% de los votos; pero, al igual que AfD en elecciones anteriores, obtuvo resultados mucho mejores en el este del país, con cifras de dos dígitos en todos estos estados, pero sólo el 5% en el oeste. Más que nada, las elecciones revelaron que la Alemania posterior a la reunificación sigue profundamente dividida a lo largo de su antigua frontera: mientras que los alemanes occidentales también están dando señales de una creciente insatisfacción con la actual coalición SPD-Verdes-FDP, pero permanecen dentro de las fronteras políticas, los alemanes orientales se están rebelando. contra su propio establishment político.
Así pues, con elecciones estatales que se celebrarán en tres estados del este el próximo mes (en Sajonia y Turingia este fin de semana, y en Brandeburgo el 22 de septiembre), no es de extrañar que el centro alemán se esté preparando para el colapso. Pero si bien es una conclusión inevitable que el AfD obtendrá avances masivos, con el partido liderando las encuestas en dos de los tres estados, la verdadera sorpresa puede ser una vez más el nuevo partido de Sahra Wagenknecht, que actualmente obtiene entre el 11% y el 19% en las encuestas. Por ahora, Wagenknecht ha descartado formar gobiernos de coalición regionales con el AfD, así como con cualquier partido que apoye las entregas de armas a Ucrania (lo que significa la mayoría de los partidos tradicionales). Pero su mera presencia en las urnas erosionará aún más el apoyo a la coalición gobernante y hará muy difícil, si no imposible, que esta última forme gobiernos de coalición centristas a nivel estatal. El fenómeno Wagenknecht es fascinante (y único) por varias razones. No sólo ha logrado establecer a BSW como una de las principales fuerzas políticas del país en cuestión de meses, sino que también se presenta con una plataforma única en el panorama político occidental, al menos entre los partidos electoralmente relevantes. Aunque Wagenknecht tiende a evitar enmarcar a su partido en términos cansados de izquierda-derecha, su plataforma puede describirse mejor como de izquierda conservadora.
En resumen, esto significa que mezcla demandas que anteriormente estarían asociadas con la izquierda socialista-laborista (políticas gubernamentales intervencionistas y redistributivas para regular las fuerzas del mercado capitalista, pensiones y salarios mínimos más altos, generosas políticas de bienestar y seguridad social, impuestos sobre la riqueza) con posiciones que hoy se caracterizarían como culturalmente conservadoras: ante todo, un reconocimiento de la importancia de preservar y promover las tradiciones, la estabilidad, la seguridad y el sentido de comunidad. Esto implica inevitablemente políticas de inmigración más restrictivas y un rechazo del dogma multiculturalista, en el que las minorías se niegan a reconocer la superioridad de las reglas comunes, amenazando la cohesión social. Como dice el texto fundacional del partido: “La inmigración y la convivencia de diferentes culturas pueden ser enriquecedoras. Sin embargo, esto sólo se aplica mientras la afluencia se limite a un nivel que no abrume a nuestro país y su infraestructura, y mientras la integración se promueva activamente y sea exitosa”. Cómo se ve esto en la práctica quedó claro en 2015, cuando Wagenknecht criticó duramente la decisión de la entonces canciller Angela Merkel de dejar entrar a cientos de miles de solicitantes de asilo, invocando el mantra “¡Wir schaffen das!” (“¡Podemos hacer esto!”). Un año más tarde, tras una serie de ataques terroristas perpetrados por inmigrantes, Wagenknecht emitió un comunicado que decía: “La acogida e integración de un gran número de refugiados e inmigrantes está asociada a problemas considerables y es más difícil que el frívolo 'Podemos hacerlo'. ¡de!' Merkel”.
Más recientemente, tras un ataque mortal con cuchillo en Mannheim, Wagenknecht volvió a atacar las políticas de inmigración del gobierno: “Básicamente, también financiamos la radicalización [del atacante migrante]. Vivía a costa nuestra, del dinero de los ciudadanos”. Su enfoque en los beneficios aquí es crucial. Para Wagenknecht, la promoción de la cohesión social, incluida la restricción de los flujos de inmigración, no sólo debe verse como un fin positivo en sí mismo, por ejemplo por razones de seguridad pública, sino también como una condición previa para la aplicación de políticas económicamente redistributivas. la democracia misma. Sólo una comunidad política definida por una identidad colectiva –un demos– es capaz de comprometerse con un discurso democrático y un proceso de toma de decisiones relacionado, y de generar los vínculos emocionales y de solidaridad necesarios para legitimar y sostener políticas redistributivas entre clases y/o regiones. En pocas palabras, si no hay demos, no puede haber democracia efectiva, y mucho menos socialdemocracia. Por supuesto, lo contrario también es cierto: la cohesión social necesaria para sostener al demos sólo puede florecer en un contexto en el que el Estado interviene para frenar los efectos socialmente destructivos del capitalismo desenfrenado (incluido el impulso hacia el libre flujo de mano de obra). En otras palabras, no hay contradicción entre ser económicamente de izquierdas y culturalmente conservador, dice Wagenknecht; más bien, las dos cosas van de la mano. Ninguno de los dos es un concepto particularmente nuevo, añade: ésta era básicamente la plataforma (ganadora) de la mayoría de los partidos socialistas y socialdemócratas europeos de la vieja escuela.
Esta es también la razón por la que Wagenknecht pone gran énfasis en la importancia de la soberanía nacional y es muy crítico con la Unión Europea: no sólo porque la UE es fundamentalmente antidemocrática y propensa a la captura oligárquica, sino porque no puede ser de otra manera, dado que hoy en día el Estado-nación sigue siendo la principal fuente de identidad colectiva y del sentido de pertenencia de las personas y, por tanto, la única institución territorial (o al menos la más grande) a través de la cual es posible organizar la democracia y lograr el equilibrio social. Como expresó: “El llamado a 'el fin del Estado-nación' es, en última instancia, un llamado a 'el fin de la democracia y el Estado de bienestar'”. En resumen, Sahra Wagenknecht es todo menos una típica izquierdista occidental.
Ahora bien, esto tiene que ver en parte con el hecho de que nació al otro lado del Telón de Acero, en la antigua Alemania Oriental, en 1969. Se interesó por la filosofía y la economía marxistas cuando era adolescente, pero el fin de la RDA socialista en 1989 fue, según su biógrafo Christian Schneider, "el momento en el que nació el político Wagenknecht". Lo experimentó como un "horror único": como muchos alemanes orientales, creía en un socialismo reformado, no en abrazar el camino capitalista de Alemania Occidental. Ese mismo año se unió al Partido Comunista de Alemania Oriental, poco antes de la caída del Muro de Berlín, y luego, después de la reunificación, se convirtió en una de las principales figuras del sucesor del partido, el Partido del Socialismo Democrático (PDS). Ya entonces destacaba por ser más radical y conservadora que sus pares comunistas. "Había ahora una joven que deseaba desesperadamente volver a los viejos tiempos" de la RDA, como dijo un ex líder del PDS.
Cuando, en 2007, el PDS se fusionó con un SPD dividido para formar Die Linke (La Izquierda), Wagenknecht emergió rápidamente como una de las voces principales del partido y el rostro de la izquierda radical de Alemania. El apoyo a Die Linke se disparó hasta el 12% de los votos en las elecciones al Bundestag de 2009, y se mantuvo cerca de esa cifra durante casi una década. Wagenknecht también se convirtió en una figura clave en el parlamento alemán, ocupando el cargo de copresidente parlamentario de su partido de 2015 a 2019 y como líder de la oposición (contra la gran coalición de la canciller Angela Merkel) hasta 2017. Fue allí donde se ganó una reputación por su poderosa retórica y capacidad para desafiar las narrativas políticas tradicionales. Su relación con Die Linke, sin embargo, se volvió cada vez más tensa con el paso de los años: mientras el partido estaba atrapado por el tipo de "neoliberalismo progresista" que ha infectado, en un grado u otro, a todos los partidos de izquierda occidentales, Wagenknecht se mantuvo fiel a su raíces socialistas de la vieja escuela. Sus opiniones sobre la inmigración y otras cuestiones, que antes no habrían sido motivo de controversia en los círculos socialistas, se estaban convirtiendo rápidamente en un anatema en la izquierda. Finalmente, en noviembre de 2019, Wagenknecht anunció su dimisión como líder parlamentario, alegando agotamiento. Dos años más tarde, en las elecciones federales, Die Linke obtuvo menos del 5% de los votos y perdió casi la mitad de sus escaños: el peor resultado de su historia. Para Wagenknecht esto no fue una sorpresa.
En un libro ampliamente discutido publicado el mismo año, Die Selbstgerechten (“Autojusticia”), Wagenknecht explicó las razones de su creciente alienación de la izquierda dominante. “Izquierda”, sostiene, solía ser sinónimo de mejorar las vidas de la gente común y corriente obligada a mantenerse a sí misma a través de su (a menudo agotador) trabajo; Sin embargo, el movimiento progresista actual ha llegado a estar dominado por lo que Wagenknecht llama la “izquierda del estilo de vida”, cuyos miembros “ya no sitúan los problemas sociales y político-económicos en el centro de la política de izquierda. En lugar de tales preocupaciones, promueven preguntas sobre el estilo de vida, los hábitos de consumo y las actitudes morales”. Señala además que, lejos de ser liberales, los izquierdistas actuales tienden a ser cruelmente autoritarios. Para Wagenknecht, el tono autoritario de este nuevo movimiento quedó claro durante la pandemia. A diferencia de prácticamente todos sus colegas (y de la mayor parte de la izquierda alemana), Wagenknecht se convirtió en una dura crítica de los “bloqueos interminables” del gobierno y del programa coercitivo de vacunación masiva (se negó a vacunarse). Desde la invasión rusa de Ucrania, Wagenknecht también se ha convertido en el crítico más acérrimo del apoyo militar de Alemania a Ucrania y del régimen de sanciones. Esto aumentó su enemistad con Die Linke, que votó a favor de sanciones económicas contra Rusia. En ese momento, su división se volvió inevitable y, finalmente, a finales del año pasado, Wagenknecht anunció el lanzamiento de su nuevo partido. La elección llevó al desmantelamiento de Die Linke, que se vio obligada a disolver su facción parlamentaria y prácticamente ha desaparecido del mapa político, obteniendo sólo el 2,7% de los votos en las elecciones europeas de junio.
Desde el lanzamiento de BSW, Wagenknecht ha situado la cuestión de la distensión con Rusia en el centro de la plataforma de su partido. En varias ocasiones, ha destacado cómo la subordinación de Alemania a la estrategia de guerra por poderes de Estados Unidos y la OTAN en Ucrania y la negativa a entablar negociaciones diplomáticas con Rusia son contraproducentes tanto desde el punto de vista económico como geopolítico. No sólo el embargo de petróleo y gas contra Rusia es la principal razón del colapso de la economía alemana, sino que el gobierno, dijo ante el Bundestag, "está jugando negligentemente con la seguridad y, en el peor de los casos, con las vidas de millones de personas en Alemania". Más recientemente, condenó enérgicamente el plan del gobierno de desplegar misiles estadounidenses de largo alcance en territorio alemán y, quizás de manera más dramática, cuestionó la historia que rodea al ataque Nord Stream. De hecho, tras las recientes revelaciones sobre el posible encubrimiento de la participación ucraniana por parte del gobierno alemán, pidió una investigación pública, diciendo que "si las autoridades alemanas hubieran sabido de antemano sobre el plan para atacar Nord Stream 1 y 2, habríamos tenido el escándalo del siglo en la política alemana". Es importante señalar que Wagenknecht ve la oposición a la guerra por poderes contra Rusia como parte de una remodelación mucho más profunda de la estrategia geopolítica de Alemania. Su objetivo, como escribió Wolfgang Streeck, es "liberarlo del control geoestratégico de Estados Unidos, guiado por los intereses de supervivencia nacional alemanes en lugar de Nibelungentreue, o la lealtad al reclamo estadounidense de dominación política global". Esto implica necesariamente el restablecimiento de relaciones políticas y económicas de largo plazo con Rusia, lo que potencialmente podría sentar las bases de una nueva arquitectura de seguridad euroasiática, e incluso de una comunidad euroasiática de estados y economías.
Por otra parte, Wagenknecht criticó las políticas “verdes” y de afirmación de género del gobierno, argumentando que “el suministro de energía de Alemania no puede actualmente garantizarse únicamente con energías renovables” y votó en contra de un proyecto de ley aprobado por el parlamento alemán a principios de este año para facilitar el cambio legal de género. “Su ley convierte a padres e hijos en conejillos de indias de una ideología que sólo beneficia al lobby farmacéutico”, afirmó. Si esto parece sencillo es porque lo es. Pero en conjunto, la economía izquierdista de la vieja escuela de Wagenknecht, su política exterior pro paz y anti-OTAN y su perspectiva cultural conservadora están resonando entre los votantes. Y como resultado, ahora se encuentra en la mira tanto del establishment como de sus competidores populistas. De hecho, en la derecha en particular, la crítica común que se le dirige es que, al alejar a los votantes del AfD, está debilitando y dividiendo el frente populista de Alemania.
Sin embargo, la evidencia de esto es algo inestable. En cambio, las encuestas de opinión muestran que el surgimiento del BSW no parece haber afectado demasiado a AfD, que sigue manteniendo una cuota de voto del 30% en varios estados del este de Alemania y del 20% a nivel nacional. De hecho, según un estudio reciente de la Fundación Hans Böckler, el BSW está atrayendo a votantes principalmente del centro y la izquierda (Die Linke y el SPD) más que del AfD. La agenda económica incondicionalmente izquierdista del BSW, que lo pone en desacuerdo con la política económica neoliberal del AfD, parece ser clave en este caso: el estudio muestra que el BSW atrae apoyo principalmente de grupos socialmente marginados y de bajos ingresos (tradicionalmente, el grupo) objetivo clásico de los partidos socialdemócratas. Esto también explica por qué disfruta de un apoyo mucho más fuerte en Alemania Oriental, que tiene un PIB per cápita y salarios significativamente más bajos, y tasas de desempleo y pobreza más altas que Alemania Occidental. Esto sugiere que la agenda conservadora de izquierda de Wagenknecht está llenando un espacio político previamente vacante, atrayendo a los votantes alemanes que están desilusionados con la política dominante e incluso muy críticos con la inmigración, pero que todavía se sienten incómodos votando por un partido que tiene innegablemente rasgos xenófobos o racistas.
BSW, por otro lado, representa una opción “no extremista” mucho más aceptable para estos potenciales votantes populistas. Esto se ve confirmado aún más por el hecho de que a pesar de su postura dura sobre la inmigración, el BSW parece estar ganando un número superior al promedio de votantes de origen migrante, un grupo demográfico que tradicionalmente vota por partidos de centro izquierda. En resumen, la evidencia sugiere que Wagenknecht en realidad está ampliando el frente populista en lugar de simplemente expulsar al grupo populista existente.
Es esto, junto con el hecho de que Wagenknecht se encuentra entre los tres políticos más populares de Alemania, lo que explica por qué el establishment decidió atacar. En las últimas semanas, los medios de comunicación han lanzado una campaña implacable contra Wagenknecht y la BSW, como era de esperar, centrada en acusaciones de que ella es una "propagandista rusa" o "Vladimir Putinova", como la llamó un artículo. Aún más desesperadamente, algunos han tratado de pintar a Wagenknecht, un comunista literal, como un "extremista de extrema derecha". Esta misma semana, Politico, propiedad del titán de los medios alemanes Axel Springer, preguntó sin ironía: "¿Está la superestrella en ascenso de Alemania tan de izquierda que es de extrema derecha?". La respuesta, por supuesto, es aburrido nein. Y sin duda, los resultados de este fin de semana plantearán una pregunta mucho más interesante: con las elecciones generales programadas para el próximo año, ¿Ha encontrado Alemania finalmente un político capaz de romper su muro ideológico?
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