20 años después del 11 de septiembre
Observatorio de la crisis Pepe Escobar 9 de septiembre de 2021
Es difícil no sentir escalofríos por los impresionantes terremotos geopolíticos de los últimos días.
Exactamente hace 20 años, después del 11 de septiembre – y del inicio de la Guerra Global contra el Terrorismo- los talibanes llevarán a cabo una ceremonia en Kabul para celebrar su victoria sobre la idiota “Guerra para Siempre” de Estados Unidos.
Cuatro exponentes de la integración de Eurasia – China, Rusia, Irán y Pakistán – así como Turquía y Qatar, estarán representados oficialmente en el acto de regreso Oficial del Emirato Islámico de Afganistán. Como van las cosas, esto se puede calificar como «nada menos que intergaláctico».
La historia reciente se ha complicado. El portavoz de los talibanes, Zabihullah, acaba de afirmar que “no hay pruebas suficientes "que Osama bin Laden estuviera involucrado en el 11 de septiembre" y que "no hay ninguna justificación para la guerra contra el terror" . Esta fue una "excusa para la ocupación estadounidense".
Pocos días después del 11 de septiembre, Osama bin Laden – nunca timorato con la publicidad – hizo una declaración a Al Jazeera: “Quiero asegurar al mundo que no elabore los recientes ataques, estos parecen haber sido planificados por motivos políticos internos de EEUU (…) he estado viviendo en el Emirato Islámico de Afganistán y siguiendo las normas dictadas por sus gobernantes, el actual líder no me permite realizar este tipo de operaciones”.
El 28 de septiembre, Osama bin Laden fue entrevistado por el periódico, Karachi Ummat. Mientras viajaba entre Islamabad y Peshawar, mi compañero de viaje, Saleem Shahzad, me rogó que analizara con atención la información publicada en urdú.
Esta es una traducción aproximada del Servicio de Información de Estados Unidos, una agencia de noticias, vinculada directamente con la CIA:
“Ya he dicho que no estoy involucrado en los ataques del 11 de septiembre. Como musulmán, hago todo lo posible por no mentir. No tenía conocimiento de estos ataques, ni considero que el asesinato de mujeres y niños inocentes sea un acto justificable. El islam prohíbe estrictamente causar daño a mujeres, niños y a personas inocentes. He dicho que estamos contra del sistema estadounidense, no contra de su pueblo."
"Washington debería rastrear a los autores de estos ataques dentro de su propia gente, son personas que son parte del sistema estadounidense, pero que están en desacuerdo como Estados Unidos está llevando las cosas. Personas que quieren hacer de este siglo un conflicto permanente entre el islam y el cristianismo. Lo hacen para que su civilización, nación, país o ideología pueda sobrevivir. Luego están las agencias de inteligencia de EEUU, que requieren miles de millones de dólares en fondos del gobierno (…) Necesitan urgentemente un enemigo".
Esta fue la última vez que Osama bin Laden habló en público. Después, desapareció, y aparentemente se escondió en Tora Bora: estuve allí en 2001 y años después revisé el contexto completo de lo que ocurría esos días.
Casi como un James Bond islámico o un personaje de fantasía, Osama siguió realizando el milagro de morir una vez tras otra, comenzando en Tora Bora, según lo informado por la cadena de extrema derecha , Fox News.
Así que el 11 de septiembre sigue siendo un enigma, entonces, ¿Qué pasaba antes del 11 de septiembre de 2001?
Luz verde de un jeque tuerto
Esos años ponerse en contacto con la región del Panjshir era prácticamente imposible: no funcionaba el teléfono satelital. Solo después de varios días me fue posible comunicarme con Ahmad Shah Massoud, el legendario León de Panjshir, asesinado por dos yihadistas de al-Qaeda que se hicieron pasar por periodistas.
En una entrevista con Massou – para Asia Times el 20 de agosto- el León de Panjshir me dijo que estaba luchando contra una tríada: al-Qaeda, los talibanes y el ISI paquistaní. Después de la entrevista, partió en un Land Cruiser y luego tomó un helicóptero a Kwaja-Bahauddin, donde terminaría los detalles de una contraofensiva contra los talibanes.
Esta fue la penúltima entrevista antes de su asesinato y posiblemente las últimas imágenes, tomadas por Jason Florio con Massoud vivo.
Un año después del asesinato, volví a Panjshir para una investigación in situ, confiaba sólo en fuentes locales. La investigación aparece en la primera parte de mi libro electrónico: Asia Times Forever Wars.
La conclusión fue que la luz verde se materializó con un falso equipo de periodistas que supuestamente entrevistaban a Massoud. El “mafioso” encargo lo hizo el agente de la CIA y señor de la guerra Abdul Rasul Sayyaf. Para las apariencias el asesinato lo había planificado Al Queda.
En diciembre de 2020, el diplomático canadiense Peter Dale Scott (autor de The Road to 9/11) y Aarón Good (editor de la revista Covert-Action) publicaron una notable investigación sobre el asesinato de Massoud, este trabajo estaba cimentado en fuentes estadounidenses.
Establecieron que Sayyaf, el autor intelectual del asesinato del jeque Omar, cumplía teóricamente cadena perpetua en una prisión federal de EEUU por su participación en el atentado contra el World Trade Center de 1993.
Entre otras pepitas de oro, Dale Scott y Aarón Good recordaron que el ex ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, Niaz Naik, declaró a los medios pakistaníes: “los estadounidenses tenían todo listo para atacar Afganistán mucho antes del 11 de septiembre. Entonces, les preguntamos, ¿Cuándo atacarán Afganistán? … Respondieron: antes que caiga la nieve en Kabul. Eso significa octubre, más o menos".
Muchos de nosotros (los corresponsales) entendimos que después del 11 de septiembre, todo el conflicto se trataba que Estados Unidos quería imponer su poder en Asia Central. Peter Dale Scott explicaba hace una semana: “las dos invasiones estadounidenses (Afganistán en 2001 e Irak en 2003) se efectuaron desde el principio con dudosos pretextos. Estos pretextos han sido desacreditados con el paso de los años. Detrás de ambas guerras estaba la necesidad de Estados Unidos de controlar los combustibles fósiles que son el fundamento del petrodólar estadounidense".
Massoud contra el Mullah Omar
A fines de la última década de 1990 el Mullah Omar recibió a los yihadistas en Afganistán. No solo recibió a los árabes de al-Qaeda, también recibió a los uzbecos, chechenos, indonesios, yemeníes. (algunos de ellos los conocí en la prisión en agosto de 2001).
Los talibanes en ese momento proporcionaron bases de apoyo, pero, como son profundamente etnocéntricos, nunca manifestaron ningún interés por una yihad global, que Osama había declarado en 1996.
La posición oficial de los talibanes era que la yihad era asunto de sus invitados y esa guerra no tenía nada que ver con Afganistán. No había afganos en Yihad Inc. Muy pocos afganos hablan árabe. Los talibanes nunca se dejaron seducir por prácticas como el martirio o con el sueño de un paraíso lleno de vírgenes: prefirieron ser “ghazi”, vencedores absolutamente vivos.
El Mullah Omar no podía expulsar a Osama bin Laden, la ética Pashtunwali se lo impedía; este código de honor pashtun, valora la hospitalidad como sagrada. Cuando ocurrió el 11 de septiembre, el Mullah Omar rechazó las amenazas estadounidenses y llamó a una asamblea de 300 altos mulás para ratificar su posición.
La conclusión de la asamblea fue bastante matizada: por supuesto, había que proteger al invitado, pero Osama no debía causar problemas. Por lo tanto, “el invitado” tendría que irse de Afganistán voluntariamente.
Los talibanes también siguieron un camino paralelo: pidieron a los estadounidenses pruebas de la culpabilidad de Osama. No se les proporcionó ninguna. La decisión de bombardear e invadir ya se había tomado.
Esto nunca hubiera sido posible con Massoud vivo. Ese personaje era guerrero nacionalista que se hizo famoso por sus acciones militares anti-URSS y su lucha incesante contra los talibanes.
Cuando en Afganistán el gobierno progresista del PDPA, colapsó tres años después del final de la Yihad (1992) Massoud podría haberse convertido en primer ministro o en un gobernante al viejo estilo turco-persa.
Pero, el León de Panjshir cometió un grave error: temiendo una conflagración étnica, dejó que los muyahidines, con base en Peshawar, se hicieran con el poder. Esto condujo a una guerra civil (de 1992 a 1995) que terminó con un despiadado bombardeo de Kabul, por parte de todas las facciones en lucha. Este caos allanó el camino para que los talibanes – que prometían «ley y orden»- se tomarán el poder.
Massoud fue un buen comandante, pero un mal político. Un ejemplo de lo que sucedió es cuando los talibanes conquistaron Kabul: Massoud fue sorprendido, pero logró retirarse a las montañas y, sin perder su pequeño ejército consiguió derrotar a los talibanes que lo perseguían.
El León estableció una línea de defensa en la llanura de Shomali al norte de Kabul. Visité esa línea unas semanas antes del 11 de septiembre, de camino a Bagram que en ese momento era una base de la Alianza del Norte prácticamente vacía.
Todo lo anterior, contrasta con el papel de Massoud hijo, quien en teoría es el líder de la «resistencia» contra los talibanes. Ahora el joven Massoud está completamente derrotado.
Massoud Jr. no tiene experiencia ni como comandante ni como político. Pese a ser elogiado en París por el inefable Macron, cometió un imperdonable traspié al aceptar ser dirigido por el agente de la CIA, Amrullah Saleh, quien como exjefe del Directorio Nacional de Seguridad (NDS), fue jefe de los escuadrones de la muerte del régimen afgano títere.
Masoud Jr. podría haber jugado un papel en un gobierno talibán 2.0. Sin embargo, arruinó su futuro al rechazar las negociaciones de una delegación de 40 clérigos islámicos enviados por los talibanes a la región del Panjshir.
Ahora ya está confirmado: Saleh huyó en un helicóptero (puede que esté en Tashkent) y Masoud Jr. está escondido en algún lugar del norte de Panjshir.
La máquina de propaganda del 11 de septiembre está a punto de alcanzar su punto más álgido este fin de semana. Ahora, está utilizando el regreso al poder con descalificaciones de todo tipo: no respetaran los derechos humanos, sin terroristas talibanes; son razonamientos perfectos para esconder la vergonzosa humillación del Imperio del Caos.
Aunque los medios oficiales publicitan los argumentos del Estado Profundo, su machacona narrativa tiene más agujeros que el lado oscuro de la luna. El mito del siglo americano ha sido desacreditado por los porfiados hechos. Lo que es evidente es su permanente retroceso: en estos días la debacle imperial ha permitido el regreso del Emirato Islámico en Afganistán… a la exacta posición que tenía hace 20 años.
Ahora sabemos que los talibanes no tuvieron nada que ver con el 11 de septiembre. Y que Osama bin Laden, oculto en una cueva afgana, pudo no haber sido el inspirador del 11 de septiembre. Ahora, también, sabemos que el asesinato de Massoud fue el preludio del 11 de septiembre, ¿su objetivo? : facilitar la invasión de Afganistán, una ocupación planificada varios años antes por el estado profundo norteamericano.
Sin embargo, al igual que con el asesinato de JFK, es posible que nunca sepamos todos los aspectos ocultos de este enigma. Tenía razón F. Scott. Fitzgerald cuando escribió, “así seguimos avanzando, contra la corriente y llevados incesantemente al pasado”
Exactamente hace 20 años, después del 11 de septiembre – y del inicio de la Guerra Global contra el Terrorismo- los talibanes llevarán a cabo una ceremonia en Kabul para celebrar su victoria sobre la idiota “Guerra para Siempre” de Estados Unidos.
Cuatro exponentes de la integración de Eurasia – China, Rusia, Irán y Pakistán – así como Turquía y Qatar, estarán representados oficialmente en el acto de regreso Oficial del Emirato Islámico de Afganistán. Como van las cosas, esto se puede calificar como «nada menos que intergaláctico».
La historia reciente se ha complicado. El portavoz de los talibanes, Zabihullah, acaba de afirmar que “no hay pruebas suficientes "que Osama bin Laden estuviera involucrado en el 11 de septiembre" y que "no hay ninguna justificación para la guerra contra el terror" . Esta fue una "excusa para la ocupación estadounidense".
Pocos días después del 11 de septiembre, Osama bin Laden – nunca timorato con la publicidad – hizo una declaración a Al Jazeera: “Quiero asegurar al mundo que no elabore los recientes ataques, estos parecen haber sido planificados por motivos políticos internos de EEUU (…) he estado viviendo en el Emirato Islámico de Afganistán y siguiendo las normas dictadas por sus gobernantes, el actual líder no me permite realizar este tipo de operaciones”.
El 28 de septiembre, Osama bin Laden fue entrevistado por el periódico, Karachi Ummat. Mientras viajaba entre Islamabad y Peshawar, mi compañero de viaje, Saleem Shahzad, me rogó que analizara con atención la información publicada en urdú.
Esta es una traducción aproximada del Servicio de Información de Estados Unidos, una agencia de noticias, vinculada directamente con la CIA:
“Ya he dicho que no estoy involucrado en los ataques del 11 de septiembre. Como musulmán, hago todo lo posible por no mentir. No tenía conocimiento de estos ataques, ni considero que el asesinato de mujeres y niños inocentes sea un acto justificable. El islam prohíbe estrictamente causar daño a mujeres, niños y a personas inocentes. He dicho que estamos contra del sistema estadounidense, no contra de su pueblo."
"Washington debería rastrear a los autores de estos ataques dentro de su propia gente, son personas que son parte del sistema estadounidense, pero que están en desacuerdo como Estados Unidos está llevando las cosas. Personas que quieren hacer de este siglo un conflicto permanente entre el islam y el cristianismo. Lo hacen para que su civilización, nación, país o ideología pueda sobrevivir. Luego están las agencias de inteligencia de EEUU, que requieren miles de millones de dólares en fondos del gobierno (…) Necesitan urgentemente un enemigo".
Esta fue la última vez que Osama bin Laden habló en público. Después, desapareció, y aparentemente se escondió en Tora Bora: estuve allí en 2001 y años después revisé el contexto completo de lo que ocurría esos días.
Casi como un James Bond islámico o un personaje de fantasía, Osama siguió realizando el milagro de morir una vez tras otra, comenzando en Tora Bora, según lo informado por la cadena de extrema derecha , Fox News.
Así que el 11 de septiembre sigue siendo un enigma, entonces, ¿Qué pasaba antes del 11 de septiembre de 2001?
Luz verde de un jeque tuerto
Esos años ponerse en contacto con la región del Panjshir era prácticamente imposible: no funcionaba el teléfono satelital. Solo después de varios días me fue posible comunicarme con Ahmad Shah Massoud, el legendario León de Panjshir, asesinado por dos yihadistas de al-Qaeda que se hicieron pasar por periodistas.
En una entrevista con Massou – para Asia Times el 20 de agosto- el León de Panjshir me dijo que estaba luchando contra una tríada: al-Qaeda, los talibanes y el ISI paquistaní. Después de la entrevista, partió en un Land Cruiser y luego tomó un helicóptero a Kwaja-Bahauddin, donde terminaría los detalles de una contraofensiva contra los talibanes.
Esta fue la penúltima entrevista antes de su asesinato y posiblemente las últimas imágenes, tomadas por Jason Florio con Massoud vivo.
Un año después del asesinato, volví a Panjshir para una investigación in situ, confiaba sólo en fuentes locales. La investigación aparece en la primera parte de mi libro electrónico: Asia Times Forever Wars.
La conclusión fue que la luz verde se materializó con un falso equipo de periodistas que supuestamente entrevistaban a Massoud. El “mafioso” encargo lo hizo el agente de la CIA y señor de la guerra Abdul Rasul Sayyaf. Para las apariencias el asesinato lo había planificado Al Queda.
En diciembre de 2020, el diplomático canadiense Peter Dale Scott (autor de The Road to 9/11) y Aarón Good (editor de la revista Covert-Action) publicaron una notable investigación sobre el asesinato de Massoud, este trabajo estaba cimentado en fuentes estadounidenses.
Establecieron que Sayyaf, el autor intelectual del asesinato del jeque Omar, cumplía teóricamente cadena perpetua en una prisión federal de EEUU por su participación en el atentado contra el World Trade Center de 1993.
Entre otras pepitas de oro, Dale Scott y Aarón Good recordaron que el ex ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, Niaz Naik, declaró a los medios pakistaníes: “los estadounidenses tenían todo listo para atacar Afganistán mucho antes del 11 de septiembre. Entonces, les preguntamos, ¿Cuándo atacarán Afganistán? … Respondieron: antes que caiga la nieve en Kabul. Eso significa octubre, más o menos".
Muchos de nosotros (los corresponsales) entendimos que después del 11 de septiembre, todo el conflicto se trataba que Estados Unidos quería imponer su poder en Asia Central. Peter Dale Scott explicaba hace una semana: “las dos invasiones estadounidenses (Afganistán en 2001 e Irak en 2003) se efectuaron desde el principio con dudosos pretextos. Estos pretextos han sido desacreditados con el paso de los años. Detrás de ambas guerras estaba la necesidad de Estados Unidos de controlar los combustibles fósiles que son el fundamento del petrodólar estadounidense".
Massoud contra el Mullah Omar
A fines de la última década de 1990 el Mullah Omar recibió a los yihadistas en Afganistán. No solo recibió a los árabes de al-Qaeda, también recibió a los uzbecos, chechenos, indonesios, yemeníes. (algunos de ellos los conocí en la prisión en agosto de 2001).
Los talibanes en ese momento proporcionaron bases de apoyo, pero, como son profundamente etnocéntricos, nunca manifestaron ningún interés por una yihad global, que Osama había declarado en 1996.
La posición oficial de los talibanes era que la yihad era asunto de sus invitados y esa guerra no tenía nada que ver con Afganistán. No había afganos en Yihad Inc. Muy pocos afganos hablan árabe. Los talibanes nunca se dejaron seducir por prácticas como el martirio o con el sueño de un paraíso lleno de vírgenes: prefirieron ser “ghazi”, vencedores absolutamente vivos.
El Mullah Omar no podía expulsar a Osama bin Laden, la ética Pashtunwali se lo impedía; este código de honor pashtun, valora la hospitalidad como sagrada. Cuando ocurrió el 11 de septiembre, el Mullah Omar rechazó las amenazas estadounidenses y llamó a una asamblea de 300 altos mulás para ratificar su posición.
La conclusión de la asamblea fue bastante matizada: por supuesto, había que proteger al invitado, pero Osama no debía causar problemas. Por lo tanto, “el invitado” tendría que irse de Afganistán voluntariamente.
Los talibanes también siguieron un camino paralelo: pidieron a los estadounidenses pruebas de la culpabilidad de Osama. No se les proporcionó ninguna. La decisión de bombardear e invadir ya se había tomado.
Esto nunca hubiera sido posible con Massoud vivo. Ese personaje era guerrero nacionalista que se hizo famoso por sus acciones militares anti-URSS y su lucha incesante contra los talibanes.
Cuando en Afganistán el gobierno progresista del PDPA, colapsó tres años después del final de la Yihad (1992) Massoud podría haberse convertido en primer ministro o en un gobernante al viejo estilo turco-persa.
Pero, el León de Panjshir cometió un grave error: temiendo una conflagración étnica, dejó que los muyahidines, con base en Peshawar, se hicieran con el poder. Esto condujo a una guerra civil (de 1992 a 1995) que terminó con un despiadado bombardeo de Kabul, por parte de todas las facciones en lucha. Este caos allanó el camino para que los talibanes – que prometían «ley y orden»- se tomarán el poder.
Massoud fue un buen comandante, pero un mal político. Un ejemplo de lo que sucedió es cuando los talibanes conquistaron Kabul: Massoud fue sorprendido, pero logró retirarse a las montañas y, sin perder su pequeño ejército consiguió derrotar a los talibanes que lo perseguían.
El León estableció una línea de defensa en la llanura de Shomali al norte de Kabul. Visité esa línea unas semanas antes del 11 de septiembre, de camino a Bagram que en ese momento era una base de la Alianza del Norte prácticamente vacía.
Todo lo anterior, contrasta con el papel de Massoud hijo, quien en teoría es el líder de la «resistencia» contra los talibanes. Ahora el joven Massoud está completamente derrotado.
Massoud Jr. no tiene experiencia ni como comandante ni como político. Pese a ser elogiado en París por el inefable Macron, cometió un imperdonable traspié al aceptar ser dirigido por el agente de la CIA, Amrullah Saleh, quien como exjefe del Directorio Nacional de Seguridad (NDS), fue jefe de los escuadrones de la muerte del régimen afgano títere.
Masoud Jr. podría haber jugado un papel en un gobierno talibán 2.0. Sin embargo, arruinó su futuro al rechazar las negociaciones de una delegación de 40 clérigos islámicos enviados por los talibanes a la región del Panjshir.
Ahora ya está confirmado: Saleh huyó en un helicóptero (puede que esté en Tashkent) y Masoud Jr. está escondido en algún lugar del norte de Panjshir.
La máquina de propaganda del 11 de septiembre está a punto de alcanzar su punto más álgido este fin de semana. Ahora, está utilizando el regreso al poder con descalificaciones de todo tipo: no respetaran los derechos humanos, sin terroristas talibanes; son razonamientos perfectos para esconder la vergonzosa humillación del Imperio del Caos.
Aunque los medios oficiales publicitan los argumentos del Estado Profundo, su machacona narrativa tiene más agujeros que el lado oscuro de la luna. El mito del siglo americano ha sido desacreditado por los porfiados hechos. Lo que es evidente es su permanente retroceso: en estos días la debacle imperial ha permitido el regreso del Emirato Islámico en Afganistán… a la exacta posición que tenía hace 20 años.
Ahora sabemos que los talibanes no tuvieron nada que ver con el 11 de septiembre. Y que Osama bin Laden, oculto en una cueva afgana, pudo no haber sido el inspirador del 11 de septiembre. Ahora, también, sabemos que el asesinato de Massoud fue el preludio del 11 de septiembre, ¿su objetivo? : facilitar la invasión de Afganistán, una ocupación planificada varios años antes por el estado profundo norteamericano.
Sin embargo, al igual que con el asesinato de JFK, es posible que nunca sepamos todos los aspectos ocultos de este enigma. Tenía razón F. Scott. Fitzgerald cuando escribió, “así seguimos avanzando, contra la corriente y llevados incesantemente al pasado”
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