45 masacres en Colombia en lo que va el 2020
24 de agosto de 2020
Dejen hablar a Mancuso
Por las FARC-EP, Segunda Marquetalia
Cuando Uribe tomó la decisión de extraditar a los jefes paramilitares a los Estados Unidos, clavándoles el puñal de la traición, lo hizo para silenciarlos y para matar una verdad, que hoy se resiste a morir.
Salvatore Mancuso debe regresar a Colombia para seguir aportando verdad sobre el paramilitarismo. Su extradición debe darse ahora a la inversa, es decir, de EEUU hacia Colombia. Los gringos ya tienen lo que querían, que era la plata, mientras el Estado colombiano se quedó «sin el santo y sin la limosna». Es lo que siempre ha ocurrido. A Estados Unidos le importa un comino investigar crímenes de lesa humanidad, y no ha mostrado ningún interés en establecer quién es el «autor detrás del autor» de tantos crímenes horrorosos. Si Mancuso se va para Italia la verdad quedará enterrada más allá del océano.
La actitud del gobierno de Duque es hipócrita y fingida. Pregona que va interponer todos los recursos del Estado para traer de regreso a Mancuso, pero lo que desea ardientemente es que se quede para siempre en la Calabria, en el sur de Italia.
No quiere este gobierno que Mancuso despierte con su verdad a los demonios del miedo que asustan a los determinadores de la violencia desde las cumbres del Poder. Pero el exjefe paramilitar habló en el 2012 frente a los micrófonos de una cadena radial, y más tarde ante el Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá.
Manifestó que se reunió varias veces con Álvaro Uribe Vélez. Que es cierta la denuncia de Fabio Ochoa Vasco sobre la financiación paramilitar a las campañas presidenciales del abominable hombre del Ubérrimo (Uribe). Que Álvaro Uribe y su hermano Santiago dirigían a los «doce apóstoles», el grupo paramilitar que masacró a mucha gente humilde en el norte de Antioquia. Que el entonces gobernador de ese Departamento, Álvaro Uribe, a través de su secretario de gobierno, Pedro Juan Moreno, utilizó a las Convivir (Cooperativas de vigilancia) como trampolín para el crecimiento y fortalecimiento del paramilitarismo.
Salvatore Mancuso «Cuando se afirma que un paramilitar ocupó también la Vicepresidencia de la República, Dios y Francisco Santos saben que eso es verdad» -lo dice Mancuso-, quien, siendo cabecilla activo, se alojó varios días como huésped de honor, en la residencia de aquél en Bogotá: fue ese Santos, quien pidió insistentemente a Carlos Castaño crear el Bloque Capital del paramilitarismo para ayudar a contener el avance de la guerrilla. Castaño le ofreció la comandancia del Bloque y le propuso asumir como relacionista de los paramilitares… Y hoy, esta «joyita» es el flamante embajador de Colombia en Washington. ¡Qué locura! Colombia tuvo que soportar la maldición de tener a un presidente y a un vicepresidente paramilitares, ambos «pura sangre».
En la sentencia contra el Bloque Catatumbo y contra Salvatore Mancuso, el Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá aseguró que este bloque pudo expandirse en Norte de Santander «gracias a la colaboración de las Fuerzas Militares y del Estado». Este apoyo -comentó Mancuso-, propició la desaparición forzada. Fue el ejército quien le orientó arrojar en hornos crematorios a las víctimas, como solución sicópata para apaciguar tanto escándalo. Toda esa barbarie estimuló el despojo violento de tierras y el desplazamiento forzado de campesinos, y fue el origen de los denominados «falsos positivos». La tristemente célebre Directiva 029 del Ministerio de Defensa de Uribe, estimuló el asesinato impune de miles de campesinos y de jóvenes inocentes que fueron presentados a través de los medios como «guerrilleros muertos en combate».
El Tribunal tuvo en cuenta los testimonios de Mancuso al respecto: «Fui adoctrinado por el Ejército y la Policía, tuve carné del B2 (Inteligencia militar), entraba a la Brigada sin que me requisaran, entraba como lo hacían los comandantes, me abrían la puerta» -afirmó Mancuso en versión libre en agosto de 2013-. «Fue Carlos Castaño quien en el 95 me contó que se había reunido con la cúpula militar y que le pidieron fortalecer las Auc (Autodefensas campesinas) en el norte del país, que iban a colocar allá a comandantes de Policía y a directores seccionales de la Fiscalía, afines a la ideología paramilitar» -también confesó Mancuso-. El Tribunal hizo referencia al político Carlos Holguín Sardi. Según Salvatore Mancuso, en una reunión con Carlos Castaño, un familiar suyo «propuso la creación de las Auc en el Valle».
Por otra parte, el general Mario Montoya, no sólo les entregaba cargamentos de armas, sino que participaba con los paramilitares en acciones conjuntas, como la de la Comuna 13 de Medellín donde resultaron muertos y desaparecidos centenares de pobladores. La actual vicepresidenta, la señora Marta Lucía Ramírez, fungía en ese entonces como ministra de Defensa. Al general Montoya, lo designaron más tarde embajador de Colombia en República Dominicana no tanto para enfriar, sino para recalentar la indignación. Según Mancuso, muchos empresarios del país y multinacionales financiaron al paramilitarismo. La Chiquita Brand y la Dole, por ejemplo, pagaron 3 centavos de dólar por cada caja de banano exportada. Postobón y otras empresas nacionales aportaron recursos voluntariamente a los paramilitares.
Es por todo esto que le tienen miedo al regreso de Mancuso. Colombia necesita escuchar ese testimonio y al mismo tiempo ver en acción a la justicia derrotando la impunidad.
¡Dejen hablar a Mancuso!
Salvatore Mancuso debe regresar a Colombia para seguir aportando verdad sobre el paramilitarismo. Su extradición debe darse ahora a la inversa, es decir, de EEUU hacia Colombia. Los gringos ya tienen lo que querían, que era la plata, mientras el Estado colombiano se quedó «sin el santo y sin la limosna». Es lo que siempre ha ocurrido. A Estados Unidos le importa un comino investigar crímenes de lesa humanidad, y no ha mostrado ningún interés en establecer quién es el «autor detrás del autor» de tantos crímenes horrorosos. Si Mancuso se va para Italia la verdad quedará enterrada más allá del océano.
La actitud del gobierno de Duque es hipócrita y fingida. Pregona que va interponer todos los recursos del Estado para traer de regreso a Mancuso, pero lo que desea ardientemente es que se quede para siempre en la Calabria, en el sur de Italia.
No quiere este gobierno que Mancuso despierte con su verdad a los demonios del miedo que asustan a los determinadores de la violencia desde las cumbres del Poder. Pero el exjefe paramilitar habló en el 2012 frente a los micrófonos de una cadena radial, y más tarde ante el Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá.
Manifestó que se reunió varias veces con Álvaro Uribe Vélez. Que es cierta la denuncia de Fabio Ochoa Vasco sobre la financiación paramilitar a las campañas presidenciales del abominable hombre del Ubérrimo (Uribe). Que Álvaro Uribe y su hermano Santiago dirigían a los «doce apóstoles», el grupo paramilitar que masacró a mucha gente humilde en el norte de Antioquia. Que el entonces gobernador de ese Departamento, Álvaro Uribe, a través de su secretario de gobierno, Pedro Juan Moreno, utilizó a las Convivir (Cooperativas de vigilancia) como trampolín para el crecimiento y fortalecimiento del paramilitarismo.
Salvatore Mancuso «Cuando se afirma que un paramilitar ocupó también la Vicepresidencia de la República, Dios y Francisco Santos saben que eso es verdad» -lo dice Mancuso-, quien, siendo cabecilla activo, se alojó varios días como huésped de honor, en la residencia de aquél en Bogotá: fue ese Santos, quien pidió insistentemente a Carlos Castaño crear el Bloque Capital del paramilitarismo para ayudar a contener el avance de la guerrilla. Castaño le ofreció la comandancia del Bloque y le propuso asumir como relacionista de los paramilitares… Y hoy, esta «joyita» es el flamante embajador de Colombia en Washington. ¡Qué locura! Colombia tuvo que soportar la maldición de tener a un presidente y a un vicepresidente paramilitares, ambos «pura sangre».
En la sentencia contra el Bloque Catatumbo y contra Salvatore Mancuso, el Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá aseguró que este bloque pudo expandirse en Norte de Santander «gracias a la colaboración de las Fuerzas Militares y del Estado». Este apoyo -comentó Mancuso-, propició la desaparición forzada. Fue el ejército quien le orientó arrojar en hornos crematorios a las víctimas, como solución sicópata para apaciguar tanto escándalo. Toda esa barbarie estimuló el despojo violento de tierras y el desplazamiento forzado de campesinos, y fue el origen de los denominados «falsos positivos». La tristemente célebre Directiva 029 del Ministerio de Defensa de Uribe, estimuló el asesinato impune de miles de campesinos y de jóvenes inocentes que fueron presentados a través de los medios como «guerrilleros muertos en combate».
El Tribunal tuvo en cuenta los testimonios de Mancuso al respecto: «Fui adoctrinado por el Ejército y la Policía, tuve carné del B2 (Inteligencia militar), entraba a la Brigada sin que me requisaran, entraba como lo hacían los comandantes, me abrían la puerta» -afirmó Mancuso en versión libre en agosto de 2013-. «Fue Carlos Castaño quien en el 95 me contó que se había reunido con la cúpula militar y que le pidieron fortalecer las Auc (Autodefensas campesinas) en el norte del país, que iban a colocar allá a comandantes de Policía y a directores seccionales de la Fiscalía, afines a la ideología paramilitar» -también confesó Mancuso-. El Tribunal hizo referencia al político Carlos Holguín Sardi. Según Salvatore Mancuso, en una reunión con Carlos Castaño, un familiar suyo «propuso la creación de las Auc en el Valle».
Por otra parte, el general Mario Montoya, no sólo les entregaba cargamentos de armas, sino que participaba con los paramilitares en acciones conjuntas, como la de la Comuna 13 de Medellín donde resultaron muertos y desaparecidos centenares de pobladores. La actual vicepresidenta, la señora Marta Lucía Ramírez, fungía en ese entonces como ministra de Defensa. Al general Montoya, lo designaron más tarde embajador de Colombia en República Dominicana no tanto para enfriar, sino para recalentar la indignación. Según Mancuso, muchos empresarios del país y multinacionales financiaron al paramilitarismo. La Chiquita Brand y la Dole, por ejemplo, pagaron 3 centavos de dólar por cada caja de banano exportada. Postobón y otras empresas nacionales aportaron recursos voluntariamente a los paramilitares.
Es por todo esto que le tienen miedo al regreso de Mancuso. Colombia necesita escuchar ese testimonio y al mismo tiempo ver en acción a la justicia derrotando la impunidad.
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