A 171 años de que EE.UU. arrebató la mitad del territorio mexicano
TeleSur 22 de agosto de 2019
EE.UU. justificó su expansión territorial en la teoría del Destino Manifiesto que se sintetizó en la Doctrina Monroe: "América para los americanos".
En 1848, EE.UU. pretendía arrebatar una mayor cantidad de territorio mexicano. | Foto: @Cuauhtemoc_1521
Hace 171 años, Estados Unidos (EE.UU.) le arrebató a México más de la mitad de su territorio (California, Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma), para lo cual se justificó en la teoría del “Destino Manifiesto”.
Esa doctrina justificaba la conquista territorial definiendo la expansión: no sólo por buena sino también que estaba destinada (por una fuerza desconocida que obra sobre los hombres y los sucesos), y era manifiesta (descubierta, clara y patente), según el analista Ricardo Vicente López.
Esta teoría la sintetizó James Monroe (1758-1831), quinto presidente de EE.UU., y que se conoció como Doctrina Monroe: “América para los americanos”.
EE.UU. invade México
Bajo esta premisa, los estadounidense avanzaron en sus “conquistas” territoriales, primero se anexan los territorios de Texas (1845) y, aprovechando los conflictos generados a raíz de esa operación, invaden México (1846), en lo que se conoce como la guerra México-Estados Unidos.
Una vez que el poderoso ejército de EE.UU. derrota al mal apertrechado ejército mexicano, ocurre la anexión de California (1848), Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma.
15 mdd por la mitad del territorio de México
En total fueron dos millones cien mil kilómetros cuadrados (el 55 por ciento del territorio mexicano de entonces). A cambio, Estados Unidos se comprometió a pagar 15 millones de dólares como compensación por los daños al territorio mexicano durante la guerra.
Intentos por recuperar el territorio perdido
A lo largo de estos años, la herida ha cicatrizado poco a poco, sin embargo, existen episodios históricos que actualizan el conflicto.
Por ejemplo, en 2017 el entonces senador mexicano Armando Ríos Piter presentó un proyecto de ley -el cual no prosperó- que buscaba anular tratados firmados con EE.UU., entre ellos el de 1848, oficialmente llamado Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo, y así -en teoría- recuperar los territorios arrebatados.
Esto en razón del peligro que representaba para las comunidades mexicanas residentes en EE.UU. el entonces flamante presidente estadounidense Donald Trump, quien ha llevado a la práctica una política antiinmigrante.
México refuerza política promigrante
Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump, quien asumió la presidencia en enero de 2017, ha arreciado las deportaciones de migrantes que están en EE.UU. en condición irregular, además de aumentar las detenciones de los migrantes.
El Gobierno del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), para hacer frente a esta política antiinmigrante, ha aumentado la asistencia y protección consular que otorga a las familias mexicanas residentes en EE.UU.
Asimismo, ha acogido a gran número de migrantes, en su mayoría de origen centroamericano, que se encuentran en territorio mexicano a la espera de poder ingresar a Estados Unidos.
Esa doctrina justificaba la conquista territorial definiendo la expansión: no sólo por buena sino también que estaba destinada (por una fuerza desconocida que obra sobre los hombres y los sucesos), y era manifiesta (descubierta, clara y patente), según el analista Ricardo Vicente López.
Esta teoría la sintetizó James Monroe (1758-1831), quinto presidente de EE.UU., y que se conoció como Doctrina Monroe: “América para los americanos”.
EE.UU. invade México
Bajo esta premisa, los estadounidense avanzaron en sus “conquistas” territoriales, primero se anexan los territorios de Texas (1845) y, aprovechando los conflictos generados a raíz de esa operación, invaden México (1846), en lo que se conoce como la guerra México-Estados Unidos.
Una vez que el poderoso ejército de EE.UU. derrota al mal apertrechado ejército mexicano, ocurre la anexión de California (1848), Colorado, Arizona, Nuevo México, Nevada, Utah y partes de Wyoming, Kansas y Oklahoma.
15 mdd por la mitad del territorio de México
En total fueron dos millones cien mil kilómetros cuadrados (el 55 por ciento del territorio mexicano de entonces). A cambio, Estados Unidos se comprometió a pagar 15 millones de dólares como compensación por los daños al territorio mexicano durante la guerra.
Intentos por recuperar el territorio perdido
A lo largo de estos años, la herida ha cicatrizado poco a poco, sin embargo, existen episodios históricos que actualizan el conflicto.
Por ejemplo, en 2017 el entonces senador mexicano Armando Ríos Piter presentó un proyecto de ley -el cual no prosperó- que buscaba anular tratados firmados con EE.UU., entre ellos el de 1848, oficialmente llamado Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo, y así -en teoría- recuperar los territorios arrebatados.
Esto en razón del peligro que representaba para las comunidades mexicanas residentes en EE.UU. el entonces flamante presidente estadounidense Donald Trump, quien ha llevado a la práctica una política antiinmigrante.
México refuerza política promigrante
Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump, quien asumió la presidencia en enero de 2017, ha arreciado las deportaciones de migrantes que están en EE.UU. en condición irregular, además de aumentar las detenciones de los migrantes.
El Gobierno del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), para hacer frente a esta política antiinmigrante, ha aumentado la asistencia y protección consular que otorga a las familias mexicanas residentes en EE.UU.
Asimismo, ha acogido a gran número de migrantes, en su mayoría de origen centroamericano, que se encuentran en territorio mexicano a la espera de poder ingresar a Estados Unidos.
23 de agosto de 2019
¿Cómo funciona la compraventa de territorio entre Estados?
A raíz de las noticias sobre el interés de Estados Unidos en adquirir el territorio de Groenlandia, Lorena nos han planteado mediante el formulario de EOM explica preguntas acerca del modo en que funciona la compraventa de territorio entre Estados.
Resumen de las varias adquisiciones de territorio de los Estados Unidos. Fuente: Wikimedia.
Con la reciente noticia de los intereses de Trump de hacerse con Groenlandia y la negativa del Gobierno danés, las preguntas sobre la compraventa de territorio —y, con él, su soberanía— abundan. ¿Puede un Estado comprar el territorio de otro y hacerlo suyo?
Si se atiende a la historia, la respuesta es clara: sí, puede. Legalmente también es así, si bien no existe un tratado o convenio que regule el modo en que estos procesos deben llevarse a cabo. Lo más cercano sería el tratado de Viena sobre la sucesión de Estados, pero no incluye supuestos de compraventa —lo que puede deberse a la escasa frecuencia con la que esto se practica en la actualidad—. Aun así, hay algunos juristas que abogan por la creación de un mercado de soberanía en que los Estados serían capaces de comprar y vender territorios nacionales.
En el pasado, la compraventa de territorio se dio mediante tratados entre Estados pacíficos —así, por ejemplo, el Tratado de Adams-Onís, que supuso el traspaso de Florida y Oregón de España a Estados Unidos— o como resultado de un conflicto bélico —como en el caso del Tratado de Guadalupe Hidalgo, por el que EE. UU. adquirió gran parte de lo que es su territorio actual de manos de su vecino del sur, México—.
Aunque los ejemplos más famosos de adquisiciones territoriales por parte de una Administración son probablemente los que se fraguaron en Norteamérica y dieron lugar a las fronteras estadounidenses que hoy se conocen, también hay ejemplos entre naciones europeas y asiáticas. La cesión de ciudades chinas a países como el Reino Unido, Francia, Rusia o Alemania también es de lo más conocida, sobre todo en el caso de Hong Kong. En este sentido, durante el siglo XX, en lugar de ventas de territorio que modificaran las fronteras nacionales, fueron más frecuentes las cesiones de territorios. Un ejemplo de estas sería la bahía de Guantánamo que Cuba cedió a EE. UU. para la construcción de una base militar. Esto sigue ocurriendo hoy en día, como demuestra el acuerdo entre Sudán y Turquía, por el que el primer país cedió la isla de Suakin al segundo durante 99 años, o el realizado entre Sri Lanka y China —el puerto de Hambantota fue entregado a China por otros 99 años—.
En la actualidad, varias entidades reclaman la compra de territorio soberano como una vía para los países más necesitados de lograr dinero fácil. Este es el caso del Partido Libertario de EE. UU., que defiende la venta de territorio ya no solo a otros Estados, sino también a empresas privadas que puedan fundar sus propios “países privados”. Otros proyectos como FreeSociety se dedican por entero a este objetivo. Pero, más allá de estas propuestas aún anecdóticas, también hay quien plantea que pueden ser soluciones más que aceptables para naciones en riesgo de desaparecer —como ocurre con islas como Kiribati o Maldivas, que año tras año pierden territorio en favor del mar—. De hecho, el Gobierno kiribatiano ya se ha embarcado en proyectos similares comprando terrenos en Fiji. Otras naciones en situaciones desesperadas, como aquellas con exorbitantes niveles de deuda, también se han planteado esta opción. Así se lo han propuesto en repetidas ocasiones a Estados Unidos o Grecia. Ahora bien, ¿cuál es el último caso de compraventa de territorio por parte de un Estado? Probablemente la adquisición de China de un territorio de mil kilómetros cuadrados —el equivalente al Principado de Mónaco 500 veces— a Tayikistán llevada a cabo en 2011 o la anunciada cesión de unas islas egipcias en el mar Rojo a Arabia Saudí. En definitiva, la compra de Groenlandia por parte de Estados Unidos no resulta una maniobra tan alejada de los movimientos políticos actuales, dado que, aunque infrecuentes, los cambios fronterizos siguen produciéndose a golpe de cheques.
Si se atiende a la historia, la respuesta es clara: sí, puede. Legalmente también es así, si bien no existe un tratado o convenio que regule el modo en que estos procesos deben llevarse a cabo. Lo más cercano sería el tratado de Viena sobre la sucesión de Estados, pero no incluye supuestos de compraventa —lo que puede deberse a la escasa frecuencia con la que esto se practica en la actualidad—. Aun así, hay algunos juristas que abogan por la creación de un mercado de soberanía en que los Estados serían capaces de comprar y vender territorios nacionales.
En el pasado, la compraventa de territorio se dio mediante tratados entre Estados pacíficos —así, por ejemplo, el Tratado de Adams-Onís, que supuso el traspaso de Florida y Oregón de España a Estados Unidos— o como resultado de un conflicto bélico —como en el caso del Tratado de Guadalupe Hidalgo, por el que EE. UU. adquirió gran parte de lo que es su territorio actual de manos de su vecino del sur, México—.
Aunque los ejemplos más famosos de adquisiciones territoriales por parte de una Administración son probablemente los que se fraguaron en Norteamérica y dieron lugar a las fronteras estadounidenses que hoy se conocen, también hay ejemplos entre naciones europeas y asiáticas. La cesión de ciudades chinas a países como el Reino Unido, Francia, Rusia o Alemania también es de lo más conocida, sobre todo en el caso de Hong Kong. En este sentido, durante el siglo XX, en lugar de ventas de territorio que modificaran las fronteras nacionales, fueron más frecuentes las cesiones de territorios. Un ejemplo de estas sería la bahía de Guantánamo que Cuba cedió a EE. UU. para la construcción de una base militar. Esto sigue ocurriendo hoy en día, como demuestra el acuerdo entre Sudán y Turquía, por el que el primer país cedió la isla de Suakin al segundo durante 99 años, o el realizado entre Sri Lanka y China —el puerto de Hambantota fue entregado a China por otros 99 años—.
En la actualidad, varias entidades reclaman la compra de territorio soberano como una vía para los países más necesitados de lograr dinero fácil. Este es el caso del Partido Libertario de EE. UU., que defiende la venta de territorio ya no solo a otros Estados, sino también a empresas privadas que puedan fundar sus propios “países privados”. Otros proyectos como FreeSociety se dedican por entero a este objetivo. Pero, más allá de estas propuestas aún anecdóticas, también hay quien plantea que pueden ser soluciones más que aceptables para naciones en riesgo de desaparecer —como ocurre con islas como Kiribati o Maldivas, que año tras año pierden territorio en favor del mar—. De hecho, el Gobierno kiribatiano ya se ha embarcado en proyectos similares comprando terrenos en Fiji. Otras naciones en situaciones desesperadas, como aquellas con exorbitantes niveles de deuda, también se han planteado esta opción. Así se lo han propuesto en repetidas ocasiones a Estados Unidos o Grecia. Ahora bien, ¿cuál es el último caso de compraventa de territorio por parte de un Estado? Probablemente la adquisición de China de un territorio de mil kilómetros cuadrados —el equivalente al Principado de Mónaco 500 veces— a Tayikistán llevada a cabo en 2011 o la anunciada cesión de unas islas egipcias en el mar Rojo a Arabia Saudí. En definitiva, la compra de Groenlandia por parte de Estados Unidos no resulta una maniobra tan alejada de los movimientos políticos actuales, dado que, aunque infrecuentes, los cambios fronterizos siguen produciéndose a golpe de cheques.