Altos mandos militares retirados de EEUU muestran preocupación por la política que pueda adoptar Trump frente a Cuba
CENAE Mario Ramos 21 de abril de 2017
En abril de 1959, el líder de la Revolución Cubana, comandante Fidel Castro, realizó su primer viaje a los EE.UU. En esa ocasión Fidel recibió una invitación para que impartiera una conferencia en la Universidad de Princeton. En ese momento, la juventud estadounidense, apenas empezaba a tener algo de conciencia sobre el rol imperial de los EE.UU en el mundo, y su sociedad atravesaba por una situación crítica en materia de derechos civiles y humanos (macartismo, movimiento afroamericano, etcétera). Cuba en 1959 buscaba sostener una política amistosa con EE.UU y que esa relación de mutuo respeto contribuya al desarrollo social de Cuba ¿Qué sucedió que eso nunca fue posible?
Los neoyorquinos se han considerado algo diferentes a los demás estadounidenses. Nueva York terminó conformándose como una ciudad cosmopolita, lo que permitió la generación de un movimiento cultural y político sui generis en varios sentidos. En esa ciudad la Revolución cubana fue comentada con mucho interés como antes lo habían sido la Revolución mexicana y la República española. Se produjo una importante diversidad de ideas sobre el socialismo cubano, pero la riqueza intelectual de aquellos debates fue desaprovechado por los dos gobiernos, el estadounidense y el cubano. En un principio, varios círculos liberales de la izquierda neoyorquina[1], evaluaban a la Revolución cubana como un movimiento nacionalista al estilo del peronismo argentino o el cardenismo mexicano y no se comprendía la excesiva hostilidad que ejercía su gobierno sobre Cuba. Por lo demás, el nacionalismo en América Latina adquiere un fuerte contenido anti-estadounidense, y con mucha razón, existe un permanente intervencionismo en nuestra región. En el caso concreto de Cuba se tiene que tener presente la intervención militar de 1898 y las ocupaciones de la isla en 1902, 1906 y 1909 en mucho inspiradas por la Enmienda Platt (1901-1934), entre otros hechos históricos, como por ejemplo el tema de Guantánamo. Otra particularidad de los neoyorquinos fue que ahí se creó una célula importante del Movimiento 26 de Julio para ayudar a la lucha insurreccional que se desarrolló en Cuba entre los años 1956-59. Artistas que lucharon en las filas del ejército estadounidense en la II Guerra Mundial como el destacado pintor Julio Girona fueron parte luego de los intelectuales que se movilizaron para apoyar a la Revolución cubana[2]. |
Muchos de los intelectuales estadounidenses involucrados en el debate señalado, y que habían defendido la opción socialista adoptada por la dirigencia cubana, terminaron distanciándose cuando constataron los efectos sobre la economía y la cultura de la isla, la reproducción de instituciones y estilos del ‘socialismo real’ de la ex URSS y Europa del Este. Para las izquierdas neoyorquinas en un principio la Revolución cubana simbolizaba un proyecto político diferente a ese ‘socialismo real’, el socialismo cubano al menos en su primera década adquirió una naturaleza experimental que causó simpatía en aquellas izquierdas y que luego, señalaron, terminó institucionalizándose a lo soviético, en los años setenta. Recordemos que Ernesto Guevara fue uno de los que cuestionaba los socialismos reales y a los partidos comunistas latinoamericanos, pero como sabemos el Che dejó la política interna cubana para emprender nuevos proyectos revolucionarios. El Che personificaba la idea de revolución socialista a la que aspiraba la izquierda neoyorquina, la ausencia del Che de la esfera pública cubana hacía temer una estatización indiscriminada de la vida económica, social y cultural que produciría la burocratización del socialismo cubano.
[1] A propósito el New York Times ha sido por lo general el periódico más involucrado con el proceso político de la isla. [2] http://www.granma.cu/cuba/2015-07-21/en-la-misma-trinchera-complejidades-de-una-historia-comun?page=2 Descargue el artículo completo:
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