Análisis histórico de un desdichado “trino” del presidente Iván Duque
ALAI Yldefonso Finol 4 de enero de 2019
En Cartagena, emocionado por la visita del exjefe de la CIA, hoy canciller, Mike Pompeo, el presidente de Colombia Iván Duque, escribió en sus redes sociales: “Hace 200 años el apoyo de los padres fundadores de los Estados Unidos a nuestra independencia fue crucial, por lo que recibir hoy su visita nos llena de alegría y de honor, precisamente este año del Bicentenario, tan importante para nuestro país”.
El breve texto provocó una prolongada controversia en redes y medios digitales, con el autor como epicentro de críticas y burlas de una ciudadanía sorprendida más por los errores que por el enfoque subyacente en el mensaje.
Antes de pasar al análisis de la temática histórica en cuestión, necesito hacer dos aclaraciones previas: a) por un profundo respeto a todo cuanto implique nuestra gesta independentista, intentaré en todo momento alejarme de cualquier sarcasmo, aunque luzca tentador echar una chanza a semejante adversario; b) por las mismas razones éticas, tampoco entraré en calificar el nivel de los comentarios que he visto en el ciberespacio.
Mi aporte en este debate se centrará en diseccionar el contenido del texto presidencial y ofrecer información documentada y verificada sobre la verdad histórica.
1) Primera afirmación: “este año del Bicentenario, tan importante para nuestro país”
Se conmemoran 200 años del glorioso 1819, aquél primer Gobierno Bolivariano de Venezuela con sede en Angostura, a orillas del río Orinoco, desde el cual Simón Bolívar, visualizó, diseño, organizó y ejecutó con su directa dirección político-militar el paso de los Llanos, el salto de los Andes, las victorias de Pantano de Vargas y Boyacá, y la independencia de la Nueva Granada.
Ciertamente, es El Libertador, en su condición de Presidente de la República de Venezuela, quien fue con sus tropas y sus recursos a libertar aquella amplia franja de territorio que había sido reconquistada por la bota colonial. Este es el Bolívar que en 1815, luego de pacificar y liberar Bogotá, no fue apoyado por los generales de Cartagena para completar la misión libertadora. Es el Bolívar refugiado en el archipiélago caribeño, en el que sigue amasando con telúrica fuerza su máxima creación, su Colombia, y así lo anuncia con quenas y zampoñas en la Carta de Jamaica. Es el Simón Bolívar que recibe –dos veces- el apoyo incondicional del General (¿padre fundador?) Petion.
El 15 de febrero de aquel inmortal 1819, El Libertador pronuncia su Discurso de Angostura en el acto de instalación del Congreso de la República de Venezuela, síntesis de su ideario político hasta el momento, donde manifiesta sus grandes preocupaciones sobre la necesidad de constituir instituciones para una nueva sociedad basada en la igualdad, la estabilidad y la felicidad social. Allí reafirma la estrategia emancipadora según la cual, mientras persista la presencia del ejército enemigo en el territorio, la prioridad fundamental es la victoria militar sobre el invasor. No dudó en reiterar su convicción más anhelada, que la unión de Venezuela y la Nueva Granada -“el voto (o deseo) de los ciudadanos de ambos países”- dieran origen a un nuevo Estado llamado Colombia, que sería “la garantía de la libertad de la América del Sur”.
Y así quedó plasmado en la segunda Carta Magna de Venezuela, sancionada en diciembre de 1819. Tal es el parto de la Colombia original, la de Bolívar y su pueblo.
2) Segunda afirmación: “el apoyo de los padres fundadores de los Estados Unidos a nuestra independencia fue crucial”
Esta afirmación pudiera adolecer de dos extremismos: exceso de ignorancia de la historia y/o exceso de (es difícil decirlo sin calificar) obsequiosidad pro estadounidense (¿o servilismo, pitiyanquismo, malinchismo, santanderismo?)
Hace doscientos años el único Padre Fundador crucial para “nuestra independencia” fue Simón Bolívar, y en su nombre van implícitos los de Antonio Nariño y Rafael Urdaneta, Antonio José de Sucre y Camilo Torres, Lara y Zea, Silva y Girardot, Manuela Sáenz y Josefa Camejo, Ana María Campos y la señora que recibió al Libertador en Bogotá tras el triunfo de Boyacá: “¿Volviste? Bendito seas fantasma”; y miles anónimos que se sembraron en la inmensa trepidación de las luchas por un mundo mejor.
Los presidentes y el pueblo deberíamos saber que la Independencia de Nuestra América se logró a pesar de Estados Unidos. Thomas Jefferson señalaba por allá por 1786: “Nuestra Confederación debe ser como el nido desde el cual toda América, así como la del Norte como la del Sur, habrá de ser poblada. Mas cuidémonos (…) de creer que interesa a este gran Continente expulsar a los españoles. Por el momento aquellos países se encuentran en las mejores manos, y sólo temo que éstas resulten demasiado débiles para mantenerlos sujetos hasta que nuestra población haya crecido lo suficiente para írselos arrebatando pedazo a pedazo”.
Ese es el mismo Thomas Jefferson, que en 1806 negó el apoyo al venezolano Francisco de Miranda, quien sirvió con las armas a la independencia de Estados Unidos y es el autor de la original Colombia como denominación genérica del continente una vez liberado del yugo colonial hispano.
Desde 1804, las fauces del “destino manifiesto” se asomaban en John Adams: “La gente de Kentucky está llena de ansias de empresa y aunque no es pobre, siente la misma avidez de saqueo que dominó a los romanos en sus mejores tiempos. México centellea ante nuestros ojos. Lo único que esperamos es ser dueños del mundo”.
Ya el 10 de diciembre de 1810, los Estados Unidos esbozaron el cinismo como estrategia hacia las repúblicas nacientes en doloroso parto de guerra. En resolución conjunta del Congreso yanqui, queda demostrada su hipocresía utilitarista: “los revolucionarios de Hispanoamérica enfrentarían solos el poderío español y cuando hubieran alcanzado la independencia, si la alcanzaban, los Estados Unidos concurrirían entonces a exigirles lo que debía corresponderles. Como pago, accederían al reconocimiento”.
Tempranamente, en junio de 1810, Juan Vicente Bolívar, hermano del Libertador, está en Baltimore al frente de una delegación especial que busca el reconocimiento de Venezuela. Igual gestión fue a realizar por Cartagena, Manuel Palacio Fajardo; ambas fracasaron.
El 29 de octubre de 1812, James Monroe, siendo Canciller, sostuvo: “Los Estados Unidos se encuentran en paz con España y no pueden, con ocasión de la lucha que ésta mantiene con sus diferentes posesiones, dar ningún paso que comprometa su neutralidad”.
En 1813 Manuel García de Sena intentó lograr de las autoridades de Washington colaboración con Venezuela y Nueva Granada, con el argumento de tener “no sólo comunes principios ideológicos y sentimentales de filantropía, sino también el interés bien entendido”. La respuesta fue una bofetada con guante de nieve: “Estamos en paz con España”.
El 20 de agosto de 1815, Pedro Gual, en un intento más de diplomacia de altura, escribe a William Thornton: “nuestros intereses como americanos son los mismos. Vemos a este país como aun no corrompido por las intrigas de los Gabinetes europeos, los vemos como hermanos. Declarad al mundo que vosotros abiertamente protegéis nuestra independencia”. La actitud fue igual de sangre fría a la manifestada en 1813.
Bolívar escribía con ingenuo dolor en 1815 en la Carta de Jamaica: “¡Cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos, sino hasta nuestros hermanos del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos”.
Pero la dirigencia estadounidense está muy clara en sus intereses, que en casi nada coinciden con los Libertadores de Hispanoamérica. El 3 de marzo de 1817, el presidente James Madison, consigue del Congreso la aprobación de una nueva ley de “neutralidad”, que vino a reforzar la más artera conspiración contra la “contienda más justa” que libraban las huestes bolivarianas. La máscara se develó cuando corsarios yanquis violaron flagrantemente la tal “neutralidad”, contrabandeando armas, municiones y bastimentos para el ejército colonialista español; el gobierno estadounidense acudió presuroso y amenazante a protegerlos de las justificadas quejas patrióticas.
“El conflicto no presenta el aspecto de una rebelión o insurrección, sino más bien el de una guerra civil entre partidos o bandos cuyas fuerzas están equilibradas y que son mirados sin preferencia”, afirmaba el Mensaje al Congreso del 2-12-1817.
Pero la verdad histórica persigue a los farsantes: “Cuando el gobierno republicano de Venezuela dispuso –por decreto del 6 de enero de 1817, publicado incluso en los Estados Unidos- el bloqueo de Guayana y Angostura, los buques mercantes norteamericanos hicieron caso omiso y burlaron sistemáticamente el bloqueo. En ese mismo año fueron capturadas por las fuerzas marítimas de Venezuela las goletas norteamericanas Tigre y Libertad, cuando llevaban recursos bélicos a los realistas”.
Este hecho dio pie a un duelo epistolar de antología. El 20 de agosto de 1818, El Libertador Simón Bolívar escribe al agente gringo Bautista Irvine: “Si es libre el comercio de los neutros para suministrar a ambas partes los medios de hacer guerra, ¿por qué se prohíbe en el Norte? ¿Por qué a la prohibición se le añade la severidad de la pena, sin ejemplo en los anales de la república del Norte? ¿No es declararse contra los independientes negarles lo que el derecho de neutralidad les permite exigir? La prohibición no debe entenderse sino directamente contra nosotros que éramos los únicos que necesitábamos protección. Los españoles tenían todo cuanto necesitaban o podían proveerse en otras partes…Mr. Cobbett ha declarado en su semanario la parcialidad de los Estados Unidos a favor de la España en nuestra contienda. Negar a una parte los elementos que no tiene y sin los cuales no puede sostener su pretensión cuando la contraria abunda en ellos, es lo mismo que condenarla a que se someta, y en nuestra guerra con España es destinarnos al suplicio, mandarnos a exterminar”.
Tal fue la conducta de Estados Unidos con el Gobierno de Venezuela, en momentos que se preparaba para ir a libertar a nuestros hermanos de la Nueva Granada.
Bolívar, que es con la pluma tan certero como con la espada, y ante las groseras insistencias del norteño, descarga su viril patriotismo al agente Irvine: “protesto a usted que no permitiré que se ultraje ni desprecie el Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndonos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”.
Como se puede constatar, si hubo un Padre Fundador crucial que defendió hasta lo indecible el honor y la libertad de nuestras naciones. Este Padre Libertador previó todos los detalles: desde los mil fusiles con que armó la vanguardia en el Casanare, hasta la carne con que se alimentaba la tropa; desde el diseño en secreto del plan “Boyacá”, hasta las instrucciones más minuciosas a sus subalternos. Así llegó, hace dos siglos, el Presidente de Venezuela desde las postrimerías del Orinoco a las andinas ondulaciones de Cundinamarca a darle vida a su sueño. Así nació Colombia.
El suceso con las goletas Tigre y Libertad, dio luces a Bolívar sobre las verdaderas intenciones de Estados Unidos. El 25 de mayo de 1820, escribe a José Tomás Revenga: “Jamás conducta ha sido más infame que la de los norteamericanos con nosotros: ya ven decidida la suerte de las cosas y con protestas y ofertas, quien sabe si falsas, nos quieren lisonjear para intimar a los españoles y hacerles entrar en sus intereses…no nos dejemos alucinar con apariencias vanas; sepamos bien lo que debemos hacer y lo que debemos parecer”.
Sobre su otra gran creación, el Congreso de Panamá, le advirtió a Santander el 21 de octubre de 1825: “No creo que los americanos deban estar en el Congreso del Istmo. Jamás seré de opinión que los convidemos a nuestros arreglos americanos”.
El vicepresidente burló esas instrucciones y se frustró aquel plan genial de equilibrio geopolítico y emancipación.
La parcialización antibolivariana de la elite de Estados Unidos, seguía permitiendo aún en 1826, que los barcos norteamericanos introdujeran contrabando de armas para los realistas; y Bolívar se lo comunicó el 13 de junio de ese año a Santander: “yo recomiendo a usted que haga tener la mayor vigilancia sobre estos (norte) americanos que frecuentan las costas; son capaces de vender Colombia por un real”.
Pudiéramos afirmar que, antes que El Libertador vislumbrara esa amenaza para nuestros pueblos, ya las elites políticas de Estados Unidos tenían claro que debían combatir -en las sombras- a Bolívar. Los gringos no descuidaron un minuto la gesta bolivariana, ni menos ahorraron artimañas entorpeciéndola para impedir su éxito total.
Es uno de los hallazgos más complicados de mi investigación sobre la Doctrina Bolivariana. Los Estados Unidos convirtieron en política de Estado al más alto nivel, los planes encubiertos contra la gesta de Simón Bolívar y sus camaradas. No en vano se involucraron los secretarios de Estado y los propios presidentes de aquel peligroso país, haciéndole seguimiento minucioso a nivel continental, para lo cual inauguraron su sistema de inteligencia integrado por ministros plenipotenciarios, cónsules y otros funcionarios, comerciantes, y los infiltrados que lograban captar entre criollos envidiosos y avaros.
Dos asuntos claves que confrontan la posición gringa al proyecto de Bolívar: la ambición expansionista de USA sobre territorios antes españoles, frente a la doctrina bolivariana de la independencia y unión; el otro, la abolición de la esclavitud, frente al interés gringo de mantenerla.
En términos coloquiales, podríamos afirmar que Estados Unidos dedicó su “batería pesada” contra Bolívar; nombres como John Quincy Adams, Henry Clay, James Monroe, Willian Harrison, Joel Poinsett, Willian Tudor, entre otros, todos de la alcurnia de la nación norteña, aparecen involucrados en la trama dirigida a hacer fracasar el plan bolivariano, único que garantizaba la verdadera independencia y fortalecimiento de las nacientes repúblicas latinoamericanas.
Las causas de ese odio, se pueden leer en parte en la carta de 1827 del agente de EU en España, Alexander H. Everett: “Difícilmente podría ser la intención de EU alentar el establecimiento de un despotismo militar en Colombia y Perú, cuyo primer movimiento sería establecer un puesto de avanzada en la isla de Cuba. Si Bolívar realiza su proyecto, será casi completamente con la ayuda de las clases de color; las que naturalmente, bajo esas circunstancias, constituirían las dominantes del país. Un déspota militar de talento y experiencia al frente de un ejército de negros no es ciertamente la clase de vecinos que naturalmente quisiéramos tener”.
Otro de estos “diplomáticos” con funciones conspirativas, el coronel Willian Henry Harrison, quien en 1829 era el representante de los Estados Unidos en Bogotá, fue tan injerencista en los asuntos internos de Colombia, con sus descaradas intrigas antibolivarianas, que hubo de ser declarado persona no grata; a su regreso a Washington, lo premiaron con ascenso a general, y luego fue electo presidente de los Estados Unidos. ¿Cuáles serían esos servicios tan preciados que había prestado a los gestantes intereses imperialistas? Habría que ahondar en los preparativos de la “Noche Septembrina” y el “Crimen de Berruecos”.
Ese año de 1829, en Guayaquil respondiendo cartas a sus subalternos y amigos, Bolívar, angustiado por la situación de ingobernabilidad que acecha las nacientes repúblicas, le dice a Patricio Campbell el 5 de agosto: “y qué no harán los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miseria en nombre de la libertad…”. Predicción consumada que se ha pretendido borrar de los archivos.
“Durante algún tiempo han fermentado en la imaginación de muchos estadistas teóricos los propósitos flotantes e indigestos de esa Gran Confederación Americana”, decían en instrucciones que el 27 de mayo de 1823 impartieron a Richard C. Anderson, ministro de Estados Unidos en Bogotá.
Recordemos que fue apenas el 8 de marzo de 1822, tras doce años de enviar agentes diplomáticos y tenaces esfuerzos, que los EU reconocieron la independencia de Colombia (la original); mientras que Texas fue reconocida al año, y Panamá a los tres días.
Pero con nuestras repúblicas soberanas nacidas de la revolución que condujo El Libertador Simón Bolívar, todavía se dieron el tupé de expresar en carta de John Quincy Adams al ministro español ante el gobierno de Estados Unidos: “Por el hecho del reconocimiento, no se ha de entender que hemos de impedir a España que haga cuanto esté de su parte por restablecer en las colonias el imperio de su autoridad”.
Espero que estos apuntes sean útiles al hermano pueblo colombiano, y que alguna mano amiga los acerque al Presidente Duque, que nunca está demás un esfuerzo adicional por rescatar la historia más admirable que se haya escrito en todos los tiempos.
El breve texto provocó una prolongada controversia en redes y medios digitales, con el autor como epicentro de críticas y burlas de una ciudadanía sorprendida más por los errores que por el enfoque subyacente en el mensaje.
Antes de pasar al análisis de la temática histórica en cuestión, necesito hacer dos aclaraciones previas: a) por un profundo respeto a todo cuanto implique nuestra gesta independentista, intentaré en todo momento alejarme de cualquier sarcasmo, aunque luzca tentador echar una chanza a semejante adversario; b) por las mismas razones éticas, tampoco entraré en calificar el nivel de los comentarios que he visto en el ciberespacio.
Mi aporte en este debate se centrará en diseccionar el contenido del texto presidencial y ofrecer información documentada y verificada sobre la verdad histórica.
1) Primera afirmación: “este año del Bicentenario, tan importante para nuestro país”
Se conmemoran 200 años del glorioso 1819, aquél primer Gobierno Bolivariano de Venezuela con sede en Angostura, a orillas del río Orinoco, desde el cual Simón Bolívar, visualizó, diseño, organizó y ejecutó con su directa dirección político-militar el paso de los Llanos, el salto de los Andes, las victorias de Pantano de Vargas y Boyacá, y la independencia de la Nueva Granada.
Ciertamente, es El Libertador, en su condición de Presidente de la República de Venezuela, quien fue con sus tropas y sus recursos a libertar aquella amplia franja de territorio que había sido reconquistada por la bota colonial. Este es el Bolívar que en 1815, luego de pacificar y liberar Bogotá, no fue apoyado por los generales de Cartagena para completar la misión libertadora. Es el Bolívar refugiado en el archipiélago caribeño, en el que sigue amasando con telúrica fuerza su máxima creación, su Colombia, y así lo anuncia con quenas y zampoñas en la Carta de Jamaica. Es el Simón Bolívar que recibe –dos veces- el apoyo incondicional del General (¿padre fundador?) Petion.
El 15 de febrero de aquel inmortal 1819, El Libertador pronuncia su Discurso de Angostura en el acto de instalación del Congreso de la República de Venezuela, síntesis de su ideario político hasta el momento, donde manifiesta sus grandes preocupaciones sobre la necesidad de constituir instituciones para una nueva sociedad basada en la igualdad, la estabilidad y la felicidad social. Allí reafirma la estrategia emancipadora según la cual, mientras persista la presencia del ejército enemigo en el territorio, la prioridad fundamental es la victoria militar sobre el invasor. No dudó en reiterar su convicción más anhelada, que la unión de Venezuela y la Nueva Granada -“el voto (o deseo) de los ciudadanos de ambos países”- dieran origen a un nuevo Estado llamado Colombia, que sería “la garantía de la libertad de la América del Sur”.
Y así quedó plasmado en la segunda Carta Magna de Venezuela, sancionada en diciembre de 1819. Tal es el parto de la Colombia original, la de Bolívar y su pueblo.
2) Segunda afirmación: “el apoyo de los padres fundadores de los Estados Unidos a nuestra independencia fue crucial”
Esta afirmación pudiera adolecer de dos extremismos: exceso de ignorancia de la historia y/o exceso de (es difícil decirlo sin calificar) obsequiosidad pro estadounidense (¿o servilismo, pitiyanquismo, malinchismo, santanderismo?)
Hace doscientos años el único Padre Fundador crucial para “nuestra independencia” fue Simón Bolívar, y en su nombre van implícitos los de Antonio Nariño y Rafael Urdaneta, Antonio José de Sucre y Camilo Torres, Lara y Zea, Silva y Girardot, Manuela Sáenz y Josefa Camejo, Ana María Campos y la señora que recibió al Libertador en Bogotá tras el triunfo de Boyacá: “¿Volviste? Bendito seas fantasma”; y miles anónimos que se sembraron en la inmensa trepidación de las luchas por un mundo mejor.
Los presidentes y el pueblo deberíamos saber que la Independencia de Nuestra América se logró a pesar de Estados Unidos. Thomas Jefferson señalaba por allá por 1786: “Nuestra Confederación debe ser como el nido desde el cual toda América, así como la del Norte como la del Sur, habrá de ser poblada. Mas cuidémonos (…) de creer que interesa a este gran Continente expulsar a los españoles. Por el momento aquellos países se encuentran en las mejores manos, y sólo temo que éstas resulten demasiado débiles para mantenerlos sujetos hasta que nuestra población haya crecido lo suficiente para írselos arrebatando pedazo a pedazo”.
Ese es el mismo Thomas Jefferson, que en 1806 negó el apoyo al venezolano Francisco de Miranda, quien sirvió con las armas a la independencia de Estados Unidos y es el autor de la original Colombia como denominación genérica del continente una vez liberado del yugo colonial hispano.
Desde 1804, las fauces del “destino manifiesto” se asomaban en John Adams: “La gente de Kentucky está llena de ansias de empresa y aunque no es pobre, siente la misma avidez de saqueo que dominó a los romanos en sus mejores tiempos. México centellea ante nuestros ojos. Lo único que esperamos es ser dueños del mundo”.
Ya el 10 de diciembre de 1810, los Estados Unidos esbozaron el cinismo como estrategia hacia las repúblicas nacientes en doloroso parto de guerra. En resolución conjunta del Congreso yanqui, queda demostrada su hipocresía utilitarista: “los revolucionarios de Hispanoamérica enfrentarían solos el poderío español y cuando hubieran alcanzado la independencia, si la alcanzaban, los Estados Unidos concurrirían entonces a exigirles lo que debía corresponderles. Como pago, accederían al reconocimiento”.
Tempranamente, en junio de 1810, Juan Vicente Bolívar, hermano del Libertador, está en Baltimore al frente de una delegación especial que busca el reconocimiento de Venezuela. Igual gestión fue a realizar por Cartagena, Manuel Palacio Fajardo; ambas fracasaron.
El 29 de octubre de 1812, James Monroe, siendo Canciller, sostuvo: “Los Estados Unidos se encuentran en paz con España y no pueden, con ocasión de la lucha que ésta mantiene con sus diferentes posesiones, dar ningún paso que comprometa su neutralidad”.
En 1813 Manuel García de Sena intentó lograr de las autoridades de Washington colaboración con Venezuela y Nueva Granada, con el argumento de tener “no sólo comunes principios ideológicos y sentimentales de filantropía, sino también el interés bien entendido”. La respuesta fue una bofetada con guante de nieve: “Estamos en paz con España”.
El 20 de agosto de 1815, Pedro Gual, en un intento más de diplomacia de altura, escribe a William Thornton: “nuestros intereses como americanos son los mismos. Vemos a este país como aun no corrompido por las intrigas de los Gabinetes europeos, los vemos como hermanos. Declarad al mundo que vosotros abiertamente protegéis nuestra independencia”. La actitud fue igual de sangre fría a la manifestada en 1813.
Bolívar escribía con ingenuo dolor en 1815 en la Carta de Jamaica: “¡Cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos, sino hasta nuestros hermanos del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos”.
Pero la dirigencia estadounidense está muy clara en sus intereses, que en casi nada coinciden con los Libertadores de Hispanoamérica. El 3 de marzo de 1817, el presidente James Madison, consigue del Congreso la aprobación de una nueva ley de “neutralidad”, que vino a reforzar la más artera conspiración contra la “contienda más justa” que libraban las huestes bolivarianas. La máscara se develó cuando corsarios yanquis violaron flagrantemente la tal “neutralidad”, contrabandeando armas, municiones y bastimentos para el ejército colonialista español; el gobierno estadounidense acudió presuroso y amenazante a protegerlos de las justificadas quejas patrióticas.
“El conflicto no presenta el aspecto de una rebelión o insurrección, sino más bien el de una guerra civil entre partidos o bandos cuyas fuerzas están equilibradas y que son mirados sin preferencia”, afirmaba el Mensaje al Congreso del 2-12-1817.
Pero la verdad histórica persigue a los farsantes: “Cuando el gobierno republicano de Venezuela dispuso –por decreto del 6 de enero de 1817, publicado incluso en los Estados Unidos- el bloqueo de Guayana y Angostura, los buques mercantes norteamericanos hicieron caso omiso y burlaron sistemáticamente el bloqueo. En ese mismo año fueron capturadas por las fuerzas marítimas de Venezuela las goletas norteamericanas Tigre y Libertad, cuando llevaban recursos bélicos a los realistas”.
Este hecho dio pie a un duelo epistolar de antología. El 20 de agosto de 1818, El Libertador Simón Bolívar escribe al agente gringo Bautista Irvine: “Si es libre el comercio de los neutros para suministrar a ambas partes los medios de hacer guerra, ¿por qué se prohíbe en el Norte? ¿Por qué a la prohibición se le añade la severidad de la pena, sin ejemplo en los anales de la república del Norte? ¿No es declararse contra los independientes negarles lo que el derecho de neutralidad les permite exigir? La prohibición no debe entenderse sino directamente contra nosotros que éramos los únicos que necesitábamos protección. Los españoles tenían todo cuanto necesitaban o podían proveerse en otras partes…Mr. Cobbett ha declarado en su semanario la parcialidad de los Estados Unidos a favor de la España en nuestra contienda. Negar a una parte los elementos que no tiene y sin los cuales no puede sostener su pretensión cuando la contraria abunda en ellos, es lo mismo que condenarla a que se someta, y en nuestra guerra con España es destinarnos al suplicio, mandarnos a exterminar”.
Tal fue la conducta de Estados Unidos con el Gobierno de Venezuela, en momentos que se preparaba para ir a libertar a nuestros hermanos de la Nueva Granada.
Bolívar, que es con la pluma tan certero como con la espada, y ante las groseras insistencias del norteño, descarga su viril patriotismo al agente Irvine: “protesto a usted que no permitiré que se ultraje ni desprecie el Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndonos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”.
Como se puede constatar, si hubo un Padre Fundador crucial que defendió hasta lo indecible el honor y la libertad de nuestras naciones. Este Padre Libertador previó todos los detalles: desde los mil fusiles con que armó la vanguardia en el Casanare, hasta la carne con que se alimentaba la tropa; desde el diseño en secreto del plan “Boyacá”, hasta las instrucciones más minuciosas a sus subalternos. Así llegó, hace dos siglos, el Presidente de Venezuela desde las postrimerías del Orinoco a las andinas ondulaciones de Cundinamarca a darle vida a su sueño. Así nació Colombia.
El suceso con las goletas Tigre y Libertad, dio luces a Bolívar sobre las verdaderas intenciones de Estados Unidos. El 25 de mayo de 1820, escribe a José Tomás Revenga: “Jamás conducta ha sido más infame que la de los norteamericanos con nosotros: ya ven decidida la suerte de las cosas y con protestas y ofertas, quien sabe si falsas, nos quieren lisonjear para intimar a los españoles y hacerles entrar en sus intereses…no nos dejemos alucinar con apariencias vanas; sepamos bien lo que debemos hacer y lo que debemos parecer”.
Sobre su otra gran creación, el Congreso de Panamá, le advirtió a Santander el 21 de octubre de 1825: “No creo que los americanos deban estar en el Congreso del Istmo. Jamás seré de opinión que los convidemos a nuestros arreglos americanos”.
El vicepresidente burló esas instrucciones y se frustró aquel plan genial de equilibrio geopolítico y emancipación.
La parcialización antibolivariana de la elite de Estados Unidos, seguía permitiendo aún en 1826, que los barcos norteamericanos introdujeran contrabando de armas para los realistas; y Bolívar se lo comunicó el 13 de junio de ese año a Santander: “yo recomiendo a usted que haga tener la mayor vigilancia sobre estos (norte) americanos que frecuentan las costas; son capaces de vender Colombia por un real”.
Pudiéramos afirmar que, antes que El Libertador vislumbrara esa amenaza para nuestros pueblos, ya las elites políticas de Estados Unidos tenían claro que debían combatir -en las sombras- a Bolívar. Los gringos no descuidaron un minuto la gesta bolivariana, ni menos ahorraron artimañas entorpeciéndola para impedir su éxito total.
Es uno de los hallazgos más complicados de mi investigación sobre la Doctrina Bolivariana. Los Estados Unidos convirtieron en política de Estado al más alto nivel, los planes encubiertos contra la gesta de Simón Bolívar y sus camaradas. No en vano se involucraron los secretarios de Estado y los propios presidentes de aquel peligroso país, haciéndole seguimiento minucioso a nivel continental, para lo cual inauguraron su sistema de inteligencia integrado por ministros plenipotenciarios, cónsules y otros funcionarios, comerciantes, y los infiltrados que lograban captar entre criollos envidiosos y avaros.
Dos asuntos claves que confrontan la posición gringa al proyecto de Bolívar: la ambición expansionista de USA sobre territorios antes españoles, frente a la doctrina bolivariana de la independencia y unión; el otro, la abolición de la esclavitud, frente al interés gringo de mantenerla.
En términos coloquiales, podríamos afirmar que Estados Unidos dedicó su “batería pesada” contra Bolívar; nombres como John Quincy Adams, Henry Clay, James Monroe, Willian Harrison, Joel Poinsett, Willian Tudor, entre otros, todos de la alcurnia de la nación norteña, aparecen involucrados en la trama dirigida a hacer fracasar el plan bolivariano, único que garantizaba la verdadera independencia y fortalecimiento de las nacientes repúblicas latinoamericanas.
Las causas de ese odio, se pueden leer en parte en la carta de 1827 del agente de EU en España, Alexander H. Everett: “Difícilmente podría ser la intención de EU alentar el establecimiento de un despotismo militar en Colombia y Perú, cuyo primer movimiento sería establecer un puesto de avanzada en la isla de Cuba. Si Bolívar realiza su proyecto, será casi completamente con la ayuda de las clases de color; las que naturalmente, bajo esas circunstancias, constituirían las dominantes del país. Un déspota militar de talento y experiencia al frente de un ejército de negros no es ciertamente la clase de vecinos que naturalmente quisiéramos tener”.
Otro de estos “diplomáticos” con funciones conspirativas, el coronel Willian Henry Harrison, quien en 1829 era el representante de los Estados Unidos en Bogotá, fue tan injerencista en los asuntos internos de Colombia, con sus descaradas intrigas antibolivarianas, que hubo de ser declarado persona no grata; a su regreso a Washington, lo premiaron con ascenso a general, y luego fue electo presidente de los Estados Unidos. ¿Cuáles serían esos servicios tan preciados que había prestado a los gestantes intereses imperialistas? Habría que ahondar en los preparativos de la “Noche Septembrina” y el “Crimen de Berruecos”.
Ese año de 1829, en Guayaquil respondiendo cartas a sus subalternos y amigos, Bolívar, angustiado por la situación de ingobernabilidad que acecha las nacientes repúblicas, le dice a Patricio Campbell el 5 de agosto: “y qué no harán los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miseria en nombre de la libertad…”. Predicción consumada que se ha pretendido borrar de los archivos.
“Durante algún tiempo han fermentado en la imaginación de muchos estadistas teóricos los propósitos flotantes e indigestos de esa Gran Confederación Americana”, decían en instrucciones que el 27 de mayo de 1823 impartieron a Richard C. Anderson, ministro de Estados Unidos en Bogotá.
Recordemos que fue apenas el 8 de marzo de 1822, tras doce años de enviar agentes diplomáticos y tenaces esfuerzos, que los EU reconocieron la independencia de Colombia (la original); mientras que Texas fue reconocida al año, y Panamá a los tres días.
Pero con nuestras repúblicas soberanas nacidas de la revolución que condujo El Libertador Simón Bolívar, todavía se dieron el tupé de expresar en carta de John Quincy Adams al ministro español ante el gobierno de Estados Unidos: “Por el hecho del reconocimiento, no se ha de entender que hemos de impedir a España que haga cuanto esté de su parte por restablecer en las colonias el imperio de su autoridad”.
Espero que estos apuntes sean útiles al hermano pueblo colombiano, y que alguna mano amiga los acerque al Presidente Duque, que nunca está demás un esfuerzo adicional por rescatar la historia más admirable que se haya escrito en todos los tiempos.
NOTA: Las negrillas son del CENAE
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5 de enero de 2019
Iván Duque y el Capitán América
APORREA Alí Ramón Rojas Olaya
El presidente neogranadino, Iván Duque, notoriamente excitado ante la presencia de Mike Pompeo, escribió el 2 de enero de 2019 en su cuenta de Twitter dos mensajes. El primero: "Los países que defendemos el valor de la democracia, debemos unirnos para rechazar la dictadura en Venezuela y restablecer el orden constitucional. La ayuda humanitaria es necesaria, por eso destacamos el respaldo de Estados Unidos a la atención de migrantes". El segundo: "Hace 200 años el apoyo de los padres fundadores de los Estados Unidos a nuestra independencia fue crucial, por lo que recibir hoy su visita nos llena de alegría y de honor, precisamente este año del bicentenario, tan importante para nuestro país".
Duque estudió su licenciatura en la Universidad Sergio Arboleda en Bogotá y postgrados en la Universidad Americana y en la Universidad de Georgetown, ambas en Washington. Al parecer, en estos centros educativos privados no le enseñaron a Ivancito que para 1819 la mayoría de los padres fundadores de Estados Unidos ya habían muerto y los pocos que quedaban vivos eran octogenarios. Es nuestra función, como pedagogos rodrigueanos, enseñarle a Ivancito, la verdadera historia:
El nombre de Colombia
La palabra Colombia, Ivancito, nace como utopía de integración latinoamericana y caribeña en la visión de Francisco de Miranda. La primera Constitución de Venezuela (1811) en su artículo 228 alude al "Continente colombiano", "los pueblos de Colombia" y "Congreso General de Colombia". En la Carta de Jamaica (1815) el Libertador Simón Bolívar escribirá "Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo". Bolívar concretará el sueño mirandino cuando el 17 de diciembre de 1819, a través de la Ley Fundamental de la República discutida por el congreso reunido en Angostura, une a las anteriores entidades coloniales del Virreinato de la Nueva Granada y la Capitanía General de Venezuela, y más tarde la presidencia de Quito y la Provincia Libre de Guayaquil, bajo el nombre de República de Colombia. Esta ley será ratificada por el Congreso de Cúcuta en 1821. Simón Rodríguez dirá en 1828 que "Colombia debería ser el patronímico, y el gentilicio colombiano, no América ni americano".
Lamentablemente el Libertador no pudo bajar tranquilo al sepulcro, porque no cesaron los partidos ni se consolidó la unión. Al desmembrarse Colombia cada país retomó su nombre: Venezuela, Ecuador y Nueva Granada. Este se denominó oficialmente República de la Nueva Granada entre 1831 y 1858 y Confederación Granadina entre 1858 y 1863. Este último año se hace del nombre mirandino en la convención de Rionegro, población de Antioquia, pasándose a llamar Estados Unidos de Colombia hasta 1886 y desde este año usurpará oficialmente el nombre bolivariano de República de Colombia. No hubo quejas por parte de Venezuela y Ecuador. Para diferenciarlo del nombre original los historiadores violaron el nombre nacido en Angostura y lo sustituyeron por el de la Gran Colombia, nombre que nunca existió.
La Colombia grande
Iván, hay una Colombia grande y una diminuta. La primera, como ya explicamos, es creada por el Libertador Simón Bolívar en Angostura, hoy Ciudad Bolívar, el 17 de diciembre de 1819 y existió hasta la muerte física del Libertador. Es ésta la de Atanasio Girardot y Antonio Ricaurte, inmolados en suelo venezolano por la libertad de todo un continente (¿Lo sabías?). Es la de Antonio Nariño, Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliézer Gaitán, Bárbara Forero, Policarpa Salavarrieta, Orlando Fals Borda, Camilo Torres Restrepo, Gabriel García Márquez, René Vega Cantor, Iván Márquez, Piedad Córdoba, Ramón Martínez y Antonio Castro Avellaneda, entre otras personalidades. Es la Colombia donde enseña el venezolano Simón Rodríguez, quien nos dice que "la sabiduría de la Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son dos enemigos de la libertad de pensar en América".
La Colombia diminuta
La segunda, culturalmente antibolivariana, está anclada al virreinato de la Nueva Granada. Es la tuya, Ivancito. Tiene en el minúsculo Francisco de Paula Santander (1792-1840) su mayor exponente. El 13 de junio de 1826 el presidente de Colombia, el venezolano Simón Bolívar (ten en cuenta esto, no lo olvides), le recomienda a Santander "tener la mayor vigilancia sobre estos [norte] americanos que frecuentan las costas" porque "son capaces de vender a Colombia por un real". El 17 de diciembre de 2014 el historiador colombiano William Hernández Ospino sentencia que "Santander en Washington planea con el alto Gobierno de los Estados Unidos un complot para desaparecer finalmente a Simón Bolívar del escenario político".
Los apellidos de abolengo
Esta diminuta Colombia es la de los apellidos de abolengo, como es el caso de los Lleras. El vicepresidente colombiano Germán Vargas Lleras forma parte de ésta. Su abuelo Carlos Lleras Restrepo fue uno de los presidentes del Frente Nacional (1958-1974), pacto bipartidista entre liberales y conservadores, que consistió en gobernar Colombia en forma alternada y sucesiva sin que esto generara oposición alguna. Esta alianza imposibilitaba la llegada al palacio de Nariño y al congreso de terceros actores. Alberto Lleras Camargo (1958-1962), Guillermo León Valencia (1962-1966), Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) y Misael Pastrana Borrero (1970-1974) pusieron en marcha complejas dinámicas gubernamentales: neutralizar al Partido Comunista, generar el paramilitarismo y entregarse el monroísmo tal y como lo expresa el canciller Julio Cesar Turbay en 1959: "los Estados Unidos tienen la doble condición de ser nuestro más grande y poderoso vecino y la primera potencia económica, científica y militar de los tiempos modernos. Nos movemos en la misma órbita y con ellos compartimos nosotros en la pequeña porción que corresponde a nuestras reducidas y limitadas capacidades la defensa de la civilización occidental".
¡Vivan los yanquis!
No era la primera vez que un funcionario lamía las botas gringas. En 1858 el periodista y político Florentino González Vargas (1805-1874) consideraba ideal "ser parte de la Unión Americana" porque "los Estados Granadinos se hallarían en la misma condición que los Estados de Nueva York, Pensilvania y los demás de la Confederación" ya que "gozarían de la protección que en el exterior puede darles el poder de aquel gran pueblo, y conservarían su gobierno propio y los medios de mejorar su condición interior, sin los riesgos de esas incursiones vandálicas de que ahora estamos amenazados". Para él "Perderíamos una nacionalidad nominal para adquirir una real, potente y considerada por todos los pueblos", así "nuestra raza se mezclaría gradualmente con la raza anglosajona". Florentino González y Mariano Ospina Rodríguez (1895-1885), eran fieles seguidores de la doctrina capitalista del Laissez faire que se traduce en libre mercado, bajos o nulos impuestos, explotación del hombre por el hombre y mínima intervención de los gobiernos.
Durante el gobierno de Marco Fidel Suárez (1918-1921) se desarrolló la Doctrina Suárez, cuyo lema "réspice polum" (mirar hacia la estrella del norte), indica su reptilismo: "el norte de nuestra política exterior debe estar allá, en esa poderosa nación, que más que ninguna otra ejerce atracción respecto de los pueblos de América".
En noviembre de 1928 el presidente Miguel Abadía Méndez (1867-1947) recibe una llamada de Washington en la que su amo Calvin Coolidge seguramente le dijo: ¡invadiré Colombia con el Cuerpo de Marines si tú no proteges los intereses de la United Fruit Company de mis amigos John Foster y Allen Dulles! El diminuto y obediente neogranadino probablemente le respondió: ¡Disculpe usted, mi amo, inmediatamente pondré fin a la huelga de los obreros y si siguen molestando los mando a masacrar! Entre el 5 y 6 de diciembre de 1828 eran exterminados miles de trabajadores en el municipio de Ciénaga en Magdalena cerca de Santa Marta. Gabriel García Márquez recogería este triste episodio en Cien años de soledad: "Tratando de fugarse de la pesadilla, José Arcadio Segundo se arrastró de un vagón a otro, en la dirección en que avanzaba el tren, y en los relámpagos que estallaban por entre los listones de madera al pasar por los pueblos dormidos veía los muertos hombres, los muertos mujeres, los muertos niños, que iban a ser arrojados al mar como el banano de rechazo". Al año siguiente el microscópico Miguel Abadía Méndez postra a Colombia ante Estados Unidos para que el gigante de siete leguas planifique la defensa del canal de Panamá, país que era parte de Colombia en 1903 cuando el minúsculo José Manuel Marroquín (1827-1908) se la "obsequió" a su amo Theodore Roosevelt.
Ivancito, el minúsculo Mariano Ospina Pérez (1891-1976) en 1948 pone a Colombia en posición genuflexa y autoriza misiones de entrenamiento del ejército y la aviación de los Estados Unidos. Al año siguiente, este nieto de Mariano Ospina Rodríguez, firma en Bogotá el Pacto de Asistencia y Asesoría Militar con los gringos para dotar de armamento a sus militares súbditos. Para este momento el réspice polum es "una visión ideológica del papel de Colombia en el mundo. Un férreo anticomunismo y una identificación sin matices con Estados Unidos" como lo señala Juan Gabriel Tokatlian.
A comienzos de los años sesenta muchos campesinos se acomunaban en toparquías en regiones como Marquetalia. En 1961 el congresista conservador Álvaro Gómez propuso acabarlas y someterlas al control del Estado burgués. El 27 de mayo de 1964, durante el gobierno del conservador Guillermo León Valencia (1909-1971), los gringos y sus súbditos arremeten contra ella en el marco del Plan LASO (Latin American Security Operation). Este mínimo hombre días después de ser juramentado dijo: "desde el punto de vista de la política internacional el gobierno seguirá las luminosas huellas de mi ilustre antecesor, que corresponden a la más egregia tradición colombiana en esta materia. Ubicada dentro de la organización hemisférica y del lado del mundo libre nos consideramos dentro de la órbita de los Estados Unidos de América, como potencia hegemónica, y hoy lo hacemos además con fervor y entusiasmo porque la gran democracia del norte ha rectificado con nobleza, justicia y valor indiscutibles viejos métodos imperialistas".
Guerra cultural antibolivariana
El arraigo cultural al colonialismo es de vieja data. El pastuso Agustín Agualongo defendía los intereses virreinales contra Bolívar. Estados Unidos era una deidad para Santander y Florentino González. En el plano intelectual también pululan en esa Colombia diminutos hombres que agreden a Bolívar, como los escritores Sergio Elías Ortiz y su libro "Agustín Agualongo y su tiempo", José Rafael Sañudo y sus "Estudios sobre la vida de Bolívar", Evelio Rosero y "La Carroza de Bolívar" y Pablo Victoria Wilches y "La otra cara de Bolívar". Germán Guzmán explica que "en Colombia se nace conservador o liberal por una especie de determinismo uterino. La filosofía de los partidos no juega papel alguno en la filiación política de sus adherentes de base. Se es liberal o conservador por tradición de familia o por motivaciones emocionales, no en virtud de una asimilación racional de principios. Pero los campesinos se matan entre sí porque unos son liberales y otros conservadores".
Cero viviendas a los venecos
La Colombia del diminuto vicepresidente Germán Vargas Lleras que le niega viviendas a los venecos, sabe que en Colombia residen 97 mil venezolanos (0,32%), mientras que 6 millones de colombianos viven en Venezuela (12%). También sabe que 18 millones de colombianos que viven en los departamentos de la Guajira, Cesar, Norte de Santander, Arauca, Vichada y Guainía (36%) dependen del Estado venezolano porque Colombia está más interesada en los once tratados del libre comercio con Estados Unidos que velar por su pueblo. Su molestia es mayúscula porque el presidente Hugo Chávez cuando visitó el barrio La Lucha en Santa Marta en agosto de 2010 hizo lo que ningún presidente colombiano ha hecho, romper el protocolo al bajarse del carro para abrazar al pueblo, dialogar con el pueblo. En sus palabras hay grandeza "Santa Marta, tierra sagrada, ¡este es el espíritu de Bolívar que está vivo!". Estados Unidos es enemigo de Bolívar. Su cuerpo diplomático en Bogotá y Lima organizó magnicidios y saboteos económicos con la ayuda de minúsculos hombres como Santander.
Ivancito, esos venecos que a tu casta les molesta tanto, fueron descritos por Pablo Morillo en una carta que le escribió el 27 de marzo de 1816 al Ministro de Guerra de España: "El habitante de Santa Fe se ha mostrado tímido; el de Venezuela, audaz. Probablemente los habitantes del Virreinato no nos habrían resistido con tanta obstinación si no hubieran estado ayudado por los venezolanos. Por igual motivo ha sido que Cartagena se ha sostenido tanto tiempo contra nosotros. Al lado derecho de las márgenes del Magdalena han dado algunos combates: los que más se han distinguido en ellos han sido igualmente los venezolanos. La estéril provincia de Antioquia nos ha declarado una guerra a muerte por dos ocasiones, y ha cerrado el paso de sus montañas: los venezolanos han sido lo que a ello la han excitado. Santa Fe ha tomado las resoluciones más desesperadas en virtud de las insinuaciones de los emisarios de Venezuela. En una palabra, todo en la lucha actual es la obra de este maldito pueblo".
Pantano de Vargas
Luego estos venezolanos que tanto desprecias al igual que tu otrora jefe Morillo, Ivancito, en el Pantano de Vargas, en 1819, el Ejército Liberador, al mando de Simón Bolívar, pretendía cerrar el paso a las fuerzas enemigas comandadas por José María Barreiro, que se dirigía a la ciudad de Bogotá. Esta batalla resultó muy difícil para los hombres al mando del Libertador, que estuvieron cerca de la derrota, ya que el ejército se encontraba agotado tras el difícil ascenso al páramo de Pisba. El 25 de julio de 1819, en el epílogo de la batalla, José María Barreiro quiso dar la estocada final con la infantería y caballería, y entreviendo el triunfo, gritó: ¡Ni Dios me quita la victoria! Bolívar, desconcertado, dijo: ¡esto se perdió! A su lado, el Coronel Juan José Rondón le reclamó: ¿Por qué dice eso, general, si todavía los llaneros de Rondón no han peleado? Fue en ese angustioso instante que Bolívar le responde: ¡Coronel Rondón, salve usted la patria! Inmediatamente Rondón se dirigió a sus 14 lanceros: ¡Que los valientes me sigan! Una carga de caballería, seguido de cerca por el resto de los llaneros, dispersó a las tropas españolas, poniéndolas en retirada, con lo que finalmente los republicanos obtienen la victoria. ¿Sabes, Ivancito, dónde nació Rondón? En Santa Rita de Manapire, actual estado Guárico, en 1790.
Batalla de Boyacá
El Ejército Libertador, formado por negros, zambos, mujeres, indios de estirpe Caribe y Toromaima, inició una campaña desde Venezuela de 78 días con el firme propósito de independizar el Virreinato de Nueva Granada. El 7 de agosto de 1819 en el cruce del río Teatinos, en inmediaciones de Tunja, nuestras guerreras y guerreros venezolanos se enfrentaron y le ganaron a los realistas garantizando el triunfo de la Campaña Libertadora de Nueva Granada. El 14 de agosto de ese año, Bolívar le escribe a Francisco Antonio Zea: "La jornada de Boyacá, la más completa victoria que acabo de obtener, ha decidido de la suerte de estos habitantes: y después de haber destruido hasta en sus elementos el ejército del Rey, he volado a esta capital, por entre las multitudes de hombres que, a porfía, nos prodigaban las expresiones de la más tierna gratitud, y que, precipitándose entre las partidas dispersas de los enemigos, no hacían caso de su propia indefensión por cooperar activamente al absoluto exterminio de aquéllas, tomándoles las armas y haciendo un gran número de prisioneros".
La estrella del norte
Esta idolatría por la estrella del norte que sientes tú, Ivancito, así como Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe Vélez y demás diminutos neogranadinos, el gigante Gabriel García Márquez la muestra en Cien años de soledad cuando escribió: "de acuerdo con los cálculos de José Arcadio Buendía, la única posibilidad de contacto con la civilización era la ruta del Norte".
Ivancito, como has podido ver, hace doscientos años tus amigos gringos no le dieron la libertad a la Nueva Granada. Sigue con tus gringuitos y cuando hables con tu jefe Donald Trump, dile que ni con ayuda de Rambo, Hulk, Ironman, Supermán, Ojo de Halcón, Thor, Viuda Negra, los Cuatro Fantásticos, Batman, Rocky, Mickey Mouse, el Pato Donald, Popeye, la Pantera Rosa, Mandrake y el Capitán América, podrán derrotar a Venezuela. Dile además, por favor Ivancito, que si siguen jodiendo, van a salir con el rabo entre las piernas como acaban de salir de Siria y como salieron de Bahía de Cochinos, Vietnam y Corea. ¡Estudia, Ivancito! ¡Hasta la próxima clase!
Duque estudió su licenciatura en la Universidad Sergio Arboleda en Bogotá y postgrados en la Universidad Americana y en la Universidad de Georgetown, ambas en Washington. Al parecer, en estos centros educativos privados no le enseñaron a Ivancito que para 1819 la mayoría de los padres fundadores de Estados Unidos ya habían muerto y los pocos que quedaban vivos eran octogenarios. Es nuestra función, como pedagogos rodrigueanos, enseñarle a Ivancito, la verdadera historia:
El nombre de Colombia
La palabra Colombia, Ivancito, nace como utopía de integración latinoamericana y caribeña en la visión de Francisco de Miranda. La primera Constitución de Venezuela (1811) en su artículo 228 alude al "Continente colombiano", "los pueblos de Colombia" y "Congreso General de Colombia". En la Carta de Jamaica (1815) el Libertador Simón Bolívar escribirá "Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo". Bolívar concretará el sueño mirandino cuando el 17 de diciembre de 1819, a través de la Ley Fundamental de la República discutida por el congreso reunido en Angostura, une a las anteriores entidades coloniales del Virreinato de la Nueva Granada y la Capitanía General de Venezuela, y más tarde la presidencia de Quito y la Provincia Libre de Guayaquil, bajo el nombre de República de Colombia. Esta ley será ratificada por el Congreso de Cúcuta en 1821. Simón Rodríguez dirá en 1828 que "Colombia debería ser el patronímico, y el gentilicio colombiano, no América ni americano".
Lamentablemente el Libertador no pudo bajar tranquilo al sepulcro, porque no cesaron los partidos ni se consolidó la unión. Al desmembrarse Colombia cada país retomó su nombre: Venezuela, Ecuador y Nueva Granada. Este se denominó oficialmente República de la Nueva Granada entre 1831 y 1858 y Confederación Granadina entre 1858 y 1863. Este último año se hace del nombre mirandino en la convención de Rionegro, población de Antioquia, pasándose a llamar Estados Unidos de Colombia hasta 1886 y desde este año usurpará oficialmente el nombre bolivariano de República de Colombia. No hubo quejas por parte de Venezuela y Ecuador. Para diferenciarlo del nombre original los historiadores violaron el nombre nacido en Angostura y lo sustituyeron por el de la Gran Colombia, nombre que nunca existió.
La Colombia grande
Iván, hay una Colombia grande y una diminuta. La primera, como ya explicamos, es creada por el Libertador Simón Bolívar en Angostura, hoy Ciudad Bolívar, el 17 de diciembre de 1819 y existió hasta la muerte física del Libertador. Es ésta la de Atanasio Girardot y Antonio Ricaurte, inmolados en suelo venezolano por la libertad de todo un continente (¿Lo sabías?). Es la de Antonio Nariño, Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliézer Gaitán, Bárbara Forero, Policarpa Salavarrieta, Orlando Fals Borda, Camilo Torres Restrepo, Gabriel García Márquez, René Vega Cantor, Iván Márquez, Piedad Córdoba, Ramón Martínez y Antonio Castro Avellaneda, entre otras personalidades. Es la Colombia donde enseña el venezolano Simón Rodríguez, quien nos dice que "la sabiduría de la Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son dos enemigos de la libertad de pensar en América".
La Colombia diminuta
La segunda, culturalmente antibolivariana, está anclada al virreinato de la Nueva Granada. Es la tuya, Ivancito. Tiene en el minúsculo Francisco de Paula Santander (1792-1840) su mayor exponente. El 13 de junio de 1826 el presidente de Colombia, el venezolano Simón Bolívar (ten en cuenta esto, no lo olvides), le recomienda a Santander "tener la mayor vigilancia sobre estos [norte] americanos que frecuentan las costas" porque "son capaces de vender a Colombia por un real". El 17 de diciembre de 2014 el historiador colombiano William Hernández Ospino sentencia que "Santander en Washington planea con el alto Gobierno de los Estados Unidos un complot para desaparecer finalmente a Simón Bolívar del escenario político".
Los apellidos de abolengo
Esta diminuta Colombia es la de los apellidos de abolengo, como es el caso de los Lleras. El vicepresidente colombiano Germán Vargas Lleras forma parte de ésta. Su abuelo Carlos Lleras Restrepo fue uno de los presidentes del Frente Nacional (1958-1974), pacto bipartidista entre liberales y conservadores, que consistió en gobernar Colombia en forma alternada y sucesiva sin que esto generara oposición alguna. Esta alianza imposibilitaba la llegada al palacio de Nariño y al congreso de terceros actores. Alberto Lleras Camargo (1958-1962), Guillermo León Valencia (1962-1966), Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) y Misael Pastrana Borrero (1970-1974) pusieron en marcha complejas dinámicas gubernamentales: neutralizar al Partido Comunista, generar el paramilitarismo y entregarse el monroísmo tal y como lo expresa el canciller Julio Cesar Turbay en 1959: "los Estados Unidos tienen la doble condición de ser nuestro más grande y poderoso vecino y la primera potencia económica, científica y militar de los tiempos modernos. Nos movemos en la misma órbita y con ellos compartimos nosotros en la pequeña porción que corresponde a nuestras reducidas y limitadas capacidades la defensa de la civilización occidental".
¡Vivan los yanquis!
No era la primera vez que un funcionario lamía las botas gringas. En 1858 el periodista y político Florentino González Vargas (1805-1874) consideraba ideal "ser parte de la Unión Americana" porque "los Estados Granadinos se hallarían en la misma condición que los Estados de Nueva York, Pensilvania y los demás de la Confederación" ya que "gozarían de la protección que en el exterior puede darles el poder de aquel gran pueblo, y conservarían su gobierno propio y los medios de mejorar su condición interior, sin los riesgos de esas incursiones vandálicas de que ahora estamos amenazados". Para él "Perderíamos una nacionalidad nominal para adquirir una real, potente y considerada por todos los pueblos", así "nuestra raza se mezclaría gradualmente con la raza anglosajona". Florentino González y Mariano Ospina Rodríguez (1895-1885), eran fieles seguidores de la doctrina capitalista del Laissez faire que se traduce en libre mercado, bajos o nulos impuestos, explotación del hombre por el hombre y mínima intervención de los gobiernos.
Durante el gobierno de Marco Fidel Suárez (1918-1921) se desarrolló la Doctrina Suárez, cuyo lema "réspice polum" (mirar hacia la estrella del norte), indica su reptilismo: "el norte de nuestra política exterior debe estar allá, en esa poderosa nación, que más que ninguna otra ejerce atracción respecto de los pueblos de América".
En noviembre de 1928 el presidente Miguel Abadía Méndez (1867-1947) recibe una llamada de Washington en la que su amo Calvin Coolidge seguramente le dijo: ¡invadiré Colombia con el Cuerpo de Marines si tú no proteges los intereses de la United Fruit Company de mis amigos John Foster y Allen Dulles! El diminuto y obediente neogranadino probablemente le respondió: ¡Disculpe usted, mi amo, inmediatamente pondré fin a la huelga de los obreros y si siguen molestando los mando a masacrar! Entre el 5 y 6 de diciembre de 1828 eran exterminados miles de trabajadores en el municipio de Ciénaga en Magdalena cerca de Santa Marta. Gabriel García Márquez recogería este triste episodio en Cien años de soledad: "Tratando de fugarse de la pesadilla, José Arcadio Segundo se arrastró de un vagón a otro, en la dirección en que avanzaba el tren, y en los relámpagos que estallaban por entre los listones de madera al pasar por los pueblos dormidos veía los muertos hombres, los muertos mujeres, los muertos niños, que iban a ser arrojados al mar como el banano de rechazo". Al año siguiente el microscópico Miguel Abadía Méndez postra a Colombia ante Estados Unidos para que el gigante de siete leguas planifique la defensa del canal de Panamá, país que era parte de Colombia en 1903 cuando el minúsculo José Manuel Marroquín (1827-1908) se la "obsequió" a su amo Theodore Roosevelt.
Ivancito, el minúsculo Mariano Ospina Pérez (1891-1976) en 1948 pone a Colombia en posición genuflexa y autoriza misiones de entrenamiento del ejército y la aviación de los Estados Unidos. Al año siguiente, este nieto de Mariano Ospina Rodríguez, firma en Bogotá el Pacto de Asistencia y Asesoría Militar con los gringos para dotar de armamento a sus militares súbditos. Para este momento el réspice polum es "una visión ideológica del papel de Colombia en el mundo. Un férreo anticomunismo y una identificación sin matices con Estados Unidos" como lo señala Juan Gabriel Tokatlian.
A comienzos de los años sesenta muchos campesinos se acomunaban en toparquías en regiones como Marquetalia. En 1961 el congresista conservador Álvaro Gómez propuso acabarlas y someterlas al control del Estado burgués. El 27 de mayo de 1964, durante el gobierno del conservador Guillermo León Valencia (1909-1971), los gringos y sus súbditos arremeten contra ella en el marco del Plan LASO (Latin American Security Operation). Este mínimo hombre días después de ser juramentado dijo: "desde el punto de vista de la política internacional el gobierno seguirá las luminosas huellas de mi ilustre antecesor, que corresponden a la más egregia tradición colombiana en esta materia. Ubicada dentro de la organización hemisférica y del lado del mundo libre nos consideramos dentro de la órbita de los Estados Unidos de América, como potencia hegemónica, y hoy lo hacemos además con fervor y entusiasmo porque la gran democracia del norte ha rectificado con nobleza, justicia y valor indiscutibles viejos métodos imperialistas".
Guerra cultural antibolivariana
El arraigo cultural al colonialismo es de vieja data. El pastuso Agustín Agualongo defendía los intereses virreinales contra Bolívar. Estados Unidos era una deidad para Santander y Florentino González. En el plano intelectual también pululan en esa Colombia diminutos hombres que agreden a Bolívar, como los escritores Sergio Elías Ortiz y su libro "Agustín Agualongo y su tiempo", José Rafael Sañudo y sus "Estudios sobre la vida de Bolívar", Evelio Rosero y "La Carroza de Bolívar" y Pablo Victoria Wilches y "La otra cara de Bolívar". Germán Guzmán explica que "en Colombia se nace conservador o liberal por una especie de determinismo uterino. La filosofía de los partidos no juega papel alguno en la filiación política de sus adherentes de base. Se es liberal o conservador por tradición de familia o por motivaciones emocionales, no en virtud de una asimilación racional de principios. Pero los campesinos se matan entre sí porque unos son liberales y otros conservadores".
Cero viviendas a los venecos
La Colombia del diminuto vicepresidente Germán Vargas Lleras que le niega viviendas a los venecos, sabe que en Colombia residen 97 mil venezolanos (0,32%), mientras que 6 millones de colombianos viven en Venezuela (12%). También sabe que 18 millones de colombianos que viven en los departamentos de la Guajira, Cesar, Norte de Santander, Arauca, Vichada y Guainía (36%) dependen del Estado venezolano porque Colombia está más interesada en los once tratados del libre comercio con Estados Unidos que velar por su pueblo. Su molestia es mayúscula porque el presidente Hugo Chávez cuando visitó el barrio La Lucha en Santa Marta en agosto de 2010 hizo lo que ningún presidente colombiano ha hecho, romper el protocolo al bajarse del carro para abrazar al pueblo, dialogar con el pueblo. En sus palabras hay grandeza "Santa Marta, tierra sagrada, ¡este es el espíritu de Bolívar que está vivo!". Estados Unidos es enemigo de Bolívar. Su cuerpo diplomático en Bogotá y Lima organizó magnicidios y saboteos económicos con la ayuda de minúsculos hombres como Santander.
Ivancito, esos venecos que a tu casta les molesta tanto, fueron descritos por Pablo Morillo en una carta que le escribió el 27 de marzo de 1816 al Ministro de Guerra de España: "El habitante de Santa Fe se ha mostrado tímido; el de Venezuela, audaz. Probablemente los habitantes del Virreinato no nos habrían resistido con tanta obstinación si no hubieran estado ayudado por los venezolanos. Por igual motivo ha sido que Cartagena se ha sostenido tanto tiempo contra nosotros. Al lado derecho de las márgenes del Magdalena han dado algunos combates: los que más se han distinguido en ellos han sido igualmente los venezolanos. La estéril provincia de Antioquia nos ha declarado una guerra a muerte por dos ocasiones, y ha cerrado el paso de sus montañas: los venezolanos han sido lo que a ello la han excitado. Santa Fe ha tomado las resoluciones más desesperadas en virtud de las insinuaciones de los emisarios de Venezuela. En una palabra, todo en la lucha actual es la obra de este maldito pueblo".
Pantano de Vargas
Luego estos venezolanos que tanto desprecias al igual que tu otrora jefe Morillo, Ivancito, en el Pantano de Vargas, en 1819, el Ejército Liberador, al mando de Simón Bolívar, pretendía cerrar el paso a las fuerzas enemigas comandadas por José María Barreiro, que se dirigía a la ciudad de Bogotá. Esta batalla resultó muy difícil para los hombres al mando del Libertador, que estuvieron cerca de la derrota, ya que el ejército se encontraba agotado tras el difícil ascenso al páramo de Pisba. El 25 de julio de 1819, en el epílogo de la batalla, José María Barreiro quiso dar la estocada final con la infantería y caballería, y entreviendo el triunfo, gritó: ¡Ni Dios me quita la victoria! Bolívar, desconcertado, dijo: ¡esto se perdió! A su lado, el Coronel Juan José Rondón le reclamó: ¿Por qué dice eso, general, si todavía los llaneros de Rondón no han peleado? Fue en ese angustioso instante que Bolívar le responde: ¡Coronel Rondón, salve usted la patria! Inmediatamente Rondón se dirigió a sus 14 lanceros: ¡Que los valientes me sigan! Una carga de caballería, seguido de cerca por el resto de los llaneros, dispersó a las tropas españolas, poniéndolas en retirada, con lo que finalmente los republicanos obtienen la victoria. ¿Sabes, Ivancito, dónde nació Rondón? En Santa Rita de Manapire, actual estado Guárico, en 1790.
Batalla de Boyacá
El Ejército Libertador, formado por negros, zambos, mujeres, indios de estirpe Caribe y Toromaima, inició una campaña desde Venezuela de 78 días con el firme propósito de independizar el Virreinato de Nueva Granada. El 7 de agosto de 1819 en el cruce del río Teatinos, en inmediaciones de Tunja, nuestras guerreras y guerreros venezolanos se enfrentaron y le ganaron a los realistas garantizando el triunfo de la Campaña Libertadora de Nueva Granada. El 14 de agosto de ese año, Bolívar le escribe a Francisco Antonio Zea: "La jornada de Boyacá, la más completa victoria que acabo de obtener, ha decidido de la suerte de estos habitantes: y después de haber destruido hasta en sus elementos el ejército del Rey, he volado a esta capital, por entre las multitudes de hombres que, a porfía, nos prodigaban las expresiones de la más tierna gratitud, y que, precipitándose entre las partidas dispersas de los enemigos, no hacían caso de su propia indefensión por cooperar activamente al absoluto exterminio de aquéllas, tomándoles las armas y haciendo un gran número de prisioneros".
La estrella del norte
Esta idolatría por la estrella del norte que sientes tú, Ivancito, así como Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe Vélez y demás diminutos neogranadinos, el gigante Gabriel García Márquez la muestra en Cien años de soledad cuando escribió: "de acuerdo con los cálculos de José Arcadio Buendía, la única posibilidad de contacto con la civilización era la ruta del Norte".
Ivancito, como has podido ver, hace doscientos años tus amigos gringos no le dieron la libertad a la Nueva Granada. Sigue con tus gringuitos y cuando hables con tu jefe Donald Trump, dile que ni con ayuda de Rambo, Hulk, Ironman, Supermán, Ojo de Halcón, Thor, Viuda Negra, los Cuatro Fantásticos, Batman, Rocky, Mickey Mouse, el Pato Donald, Popeye, la Pantera Rosa, Mandrake y el Capitán América, podrán derrotar a Venezuela. Dile además, por favor Ivancito, que si siguen jodiendo, van a salir con el rabo entre las piernas como acaban de salir de Siria y como salieron de Bahía de Cochinos, Vietnam y Corea. ¡Estudia, Ivancito! ¡Hasta la próxima clase!
NOTA: Las negrillas son del CENAE
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