Anatomía de la Lega de Matteo Salvini
EOM Jon Baldwin 11 de mayo de 2020
Con sus mensajes xenófobos y euroescépticos, la Lega se ha posicionado como el partido de referencia en Italia, y su líder, Matteo Salvini, en una de las figuras políticas más relevantes del país. Esta formación ultraderechista, que nació aspirando a la independencia del norte de Italia, ha abandonado su programa secesionista y apuesta ahora por un nacionalismo dirigido a todos los italianos.
Logo de la Liga. Fuente: Wikimedia.
Los últimos años de la política italiana son la historia de la formación ultraderechista Lega. Se fundó primero como una alianza de partidos en 1989 para convertirse en 1991 en un partido unificado bajo el nombre de Lega Nord, ‘Liga Norte’. Desde entonces, la Lega ha ido pasando de los márgenes a una posición cada vez más central, participando en diferentes Gobiernos de coalición bajo el mando de su fundador, Umberto Bossi, y alcanzando atención internacional a partir de 2013 con la llegada de su actual líder, Matteo Salvini. Definida desde sus orígenes por el regionalismo, el populismo y la xenofobia, con Salvini la Lega se ha adaptado a la nueva realidad política, exprimiendo el rechazo de los italianos hacia la globalización y posicionándose como el primer partido de Italia en intención de voto, y uno de los partidos euroescépticos más importantes de Europa.
Populismo a la italiana: de Bossi a Salvini
Lega Nord nació con una ambición secesionista: separar el norte de Italia del resto del país para fundar Padania. Al contrario que Toscana o Sicilia, Padania no es una región histórica, sino un término popularizado por la propia Lega Nord que deriva de la llanura Padana, el amplio espacio abierto del valle del río Po enclavado entre los Apeninos al sur y los Alpes al norte. Padania nunca existió como entidad política bajo ese nombre, y abarca un territorio que en el pasado ocuparon diferentes reinos, repúblicas y ducados como Lombardía, Piamonte o Véneto. A pesar de carecer de base histórica, la aspiración secesionista del partido en sus inicios fue tal que llegó a declarar unilateralmente la independencia del territorio en 1996 y convocó unas elecciones al “Parlamento Padano”, un órgano creado por el partido y que carecía de legitimidad legislativa o reconocimiento internacional.
Los movimientos secesionistas tienden a basar sus reclamaciones en una identidad nacional, y la ausencia de una identidad padana supuso grandes dificultades para la Lega. El partido intentó centrar su discurso en las similitudes lingüísticas del norte de Italia, donde se hablan lenguas significativamente diferentes a las del centro y sur del país, aunque con poco éxito. Lo que verdaderamente alimentó esa pretensión secesionista fue la gran división económica entre el norte y sur del país, y la xenofobia de los norteños, que acostumbraban a insultar a los italianos del sur llamándoles despectivamente con la palabra terrone. Durante las primeras dos décadas de vida de la formación, los resultados de la Lega Nord vinieron marcados por ese carácter regionalista: rara vez superó el 10% de los votos a nivel nacional, pero se convirtió en una referencia en el norte, haciéndose con alcaldías importantes como la de Milán en 1993.
Populismo a la italiana: de Bossi a Salvini
Lega Nord nació con una ambición secesionista: separar el norte de Italia del resto del país para fundar Padania. Al contrario que Toscana o Sicilia, Padania no es una región histórica, sino un término popularizado por la propia Lega Nord que deriva de la llanura Padana, el amplio espacio abierto del valle del río Po enclavado entre los Apeninos al sur y los Alpes al norte. Padania nunca existió como entidad política bajo ese nombre, y abarca un territorio que en el pasado ocuparon diferentes reinos, repúblicas y ducados como Lombardía, Piamonte o Véneto. A pesar de carecer de base histórica, la aspiración secesionista del partido en sus inicios fue tal que llegó a declarar unilateralmente la independencia del territorio en 1996 y convocó unas elecciones al “Parlamento Padano”, un órgano creado por el partido y que carecía de legitimidad legislativa o reconocimiento internacional.
Los movimientos secesionistas tienden a basar sus reclamaciones en una identidad nacional, y la ausencia de una identidad padana supuso grandes dificultades para la Lega. El partido intentó centrar su discurso en las similitudes lingüísticas del norte de Italia, donde se hablan lenguas significativamente diferentes a las del centro y sur del país, aunque con poco éxito. Lo que verdaderamente alimentó esa pretensión secesionista fue la gran división económica entre el norte y sur del país, y la xenofobia de los norteños, que acostumbraban a insultar a los italianos del sur llamándoles despectivamente con la palabra terrone. Durante las primeras dos décadas de vida de la formación, los resultados de la Lega Nord vinieron marcados por ese carácter regionalista: rara vez superó el 10% de los votos a nivel nacional, pero se convirtió en una referencia en el norte, haciéndose con alcaldías importantes como la de Milán en 1993.
Llanura Padana en un mapa de los años cuarenta. Fuente: CIA
ste relativo éxito electoral está íntimamente relacionado con la crisis política que vivió Italia a principios de los años noventa. Un gran proceso contra la corrupción, conocido como Tangentopoli o Mani pulite, ‘manos limpias’, se saldó con más de 4500 investigados, y 1.200 políticos y empresarios en prisión, sacudiendo el sistema político que había gobernado el país desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Esta crisis afectó a la confianza del votante italiano hacia las fuerzas políticas tradicionales y permitió el ascenso de nuevas fuerzas populistas como Forza Italia, de Silvio Berlusconi, que llegaría al poder en 1994 solo un año después de su fundación. De este descontento también se benefició la Lega Nord, atrayendo a los votantes norteños hastiados con los grandes partidos y que culpaban al sur de los problemas del país.
Bajo la dirección de su fundador, Umberto Bossi, la Lega fue capaz de posicionarse como un partido clave en la formación de Gobiernos, consiguiendo el control de ministerios estratégicos en los gabinetes de Berlusconi entre 1994 y 2011. La participación en coaliciones como socio minoritario puede ser peligroso para partidos populistas, ya que se arriesgan a perder la etiqueta anti-establishment y ver limitadas sus aspiraciones políticas. Sin embargo, la Lega fue capaz de mantenerse en el poder sin caer en contradicciones o perder el apoyo de sus electores. Para conseguirlo, Bossi limitó la actividad del partido a dos temas: reclamar autonomía para el norte y poner el foco en la sicurezza, ‘seguridad’, que incluía la lucha contra la inmigración o la petición de políticas de seguridad más estrictas.
Sin embargo, la Lega sufrió un duro golpe en 2012, cuando se destaparon casos de corrupción que involucraban a Bossi y le obligaron a abandonar el liderazgo de la formación. En diciembre de 2013 un exconcejal milanés, Matteo Salvini, ganó las primarias del partido con el 82% de los votos frente a Bossi, que volvió a presentarse a pesar del escándalo en el que estaba involucrado. La llegada de Salvini supuso la renovación generacional e ideológica de un partido a punto de desaparecer.
Para ampliar: “La divina tragicomedia italiana”, Diego Mourelle en El Orden Mundial, 2018
Il capitano, Matteo Salvini
Cuando Salvini tomó las riendas, el partido se había convertido en poco más que una caricatura ruinosa de lo que un día fue, azotado por los casos de corrupción y con apenas un 4% de los votos. Desde entonces la formación ha experimentado un crecimiento sin precedentes, alcanzando el 34,2% de los votos en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2019.
Salvini lleva en política desde muy joven: se afilió a los diecisiete años a la Liga Lombarda —el partido más importante en la alianza que dio lugar a la Lega Nord—, y fue elegido concejal por primera vez a los veinticuatro años. No obstante, quien es hoy uno de los referentes de la derecha populista europea se inició en política en formaciones comunistas, centros sociales ocupados y movimientos por la legalización de la marihuana, llegando a participar en las elecciones al Parlamento Padano como cabeza de lista por los Comunistas Padanos. Al mismo tiempo, la ambición regionalista de Salvini y su aversión a las organizaciones supranacionales le han llevado simpatizar públicamente en el pasado con movimientos independentistas como el vasco, el catalán o el corso.
Es en las elecciones generales de 2018 cuando Salvini empieza a cambiar el ADN de la Lega Nord, que decidió prescindir del apellido y presentarse solo como Lega. El partido también cambia sus colores y manifiesta su determinación por acabar con su agenda secesionista presentándose de la mano de Noi con Salvini (‘Nosotros con Salvini’), un partido creado en 2014 para servir de franquicia de la Lega en el sur de Italia. Ya no se trataba de independizar Padania, sino de llevar el mensaje de la derecha populista a todo el país.
Para ampliar: “Salvini, dueño de Italia”, Blas Moreno en El Orden Mundial, 2018
Además de cambiar el ideario del partido, Salvini también ha promovido un culto a su propia personalidad. Desde que tomó las riendas, el nombre del partido y el de su líder son inseparables: aparece en el logo, las redes sociales y la propaganda electoral de la formación y su filial sureña. Noi con Salvini, de hecho, dice mucho más de lo que podría parecer: en el sur él es el partido, y las fidelidades se le deben a él y no a la Lega. Además, Salvini ha explotado sus redes sociales, donde se presenta como un italiano afable haciendo pizza y bebiendo vino, alimentando una imagen de cercanía que combina extraordinariamente bien con el mensaje populista del partido.
Bajo la dirección de su fundador, Umberto Bossi, la Lega fue capaz de posicionarse como un partido clave en la formación de Gobiernos, consiguiendo el control de ministerios estratégicos en los gabinetes de Berlusconi entre 1994 y 2011. La participación en coaliciones como socio minoritario puede ser peligroso para partidos populistas, ya que se arriesgan a perder la etiqueta anti-establishment y ver limitadas sus aspiraciones políticas. Sin embargo, la Lega fue capaz de mantenerse en el poder sin caer en contradicciones o perder el apoyo de sus electores. Para conseguirlo, Bossi limitó la actividad del partido a dos temas: reclamar autonomía para el norte y poner el foco en la sicurezza, ‘seguridad’, que incluía la lucha contra la inmigración o la petición de políticas de seguridad más estrictas.
Sin embargo, la Lega sufrió un duro golpe en 2012, cuando se destaparon casos de corrupción que involucraban a Bossi y le obligaron a abandonar el liderazgo de la formación. En diciembre de 2013 un exconcejal milanés, Matteo Salvini, ganó las primarias del partido con el 82% de los votos frente a Bossi, que volvió a presentarse a pesar del escándalo en el que estaba involucrado. La llegada de Salvini supuso la renovación generacional e ideológica de un partido a punto de desaparecer.
Para ampliar: “La divina tragicomedia italiana”, Diego Mourelle en El Orden Mundial, 2018
Il capitano, Matteo Salvini
Cuando Salvini tomó las riendas, el partido se había convertido en poco más que una caricatura ruinosa de lo que un día fue, azotado por los casos de corrupción y con apenas un 4% de los votos. Desde entonces la formación ha experimentado un crecimiento sin precedentes, alcanzando el 34,2% de los votos en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2019.
Salvini lleva en política desde muy joven: se afilió a los diecisiete años a la Liga Lombarda —el partido más importante en la alianza que dio lugar a la Lega Nord—, y fue elegido concejal por primera vez a los veinticuatro años. No obstante, quien es hoy uno de los referentes de la derecha populista europea se inició en política en formaciones comunistas, centros sociales ocupados y movimientos por la legalización de la marihuana, llegando a participar en las elecciones al Parlamento Padano como cabeza de lista por los Comunistas Padanos. Al mismo tiempo, la ambición regionalista de Salvini y su aversión a las organizaciones supranacionales le han llevado simpatizar públicamente en el pasado con movimientos independentistas como el vasco, el catalán o el corso.
Es en las elecciones generales de 2018 cuando Salvini empieza a cambiar el ADN de la Lega Nord, que decidió prescindir del apellido y presentarse solo como Lega. El partido también cambia sus colores y manifiesta su determinación por acabar con su agenda secesionista presentándose de la mano de Noi con Salvini (‘Nosotros con Salvini’), un partido creado en 2014 para servir de franquicia de la Lega en el sur de Italia. Ya no se trataba de independizar Padania, sino de llevar el mensaje de la derecha populista a todo el país.
Para ampliar: “Salvini, dueño de Italia”, Blas Moreno en El Orden Mundial, 2018
Además de cambiar el ideario del partido, Salvini también ha promovido un culto a su propia personalidad. Desde que tomó las riendas, el nombre del partido y el de su líder son inseparables: aparece en el logo, las redes sociales y la propaganda electoral de la formación y su filial sureña. Noi con Salvini, de hecho, dice mucho más de lo que podría parecer: en el sur él es el partido, y las fidelidades se le deben a él y no a la Lega. Además, Salvini ha explotado sus redes sociales, donde se presenta como un italiano afable haciendo pizza y bebiendo vino, alimentando una imagen de cercanía que combina extraordinariamente bien con el mensaje populista del partido.
Evolución del logo de Lega Nord a Lega. Fuente: Wikipedia
La primera gran victoria de Salvini se produjo tras las elecciones generales de 2018, en las que la Lega se convirtió en la tercera fuerza más votada, por detrás del populista Movimiento 5 Estrellas (M5S) y del socialdemócrata Partido Democrático, que llevaba en el poder desde 2013. La negociación de un Gobierno de coalición entre el M5S y la Lega, como socio minoritario, convirtió a Salvini en vicepresidente y ministro del Interior en junio de 2018. El nuevo Gobierno sería dirigido por un candidato de consenso, Giuseppe Conte, un abogado hasta entonces desconocido y sin afiliación política; y también incluiría al líder del M5S, Luigi di Maio, que ocuparía otra cartera ministerial y compartiría vicepresidencia con Salvini.
El paso de la Lega por el Gobierno fue breve, y la coalición estuvo desde el principio marcada por la complicada convivencia entre los dos partidos. Sin embargo, los apoyos a la Lega no dejaban de aumentar mientras caían los del M5S, y Salvini pronto vió la posibilidad de gobernar en solitario. En agosto de 2019, apenas un año después de llegar al poder, la Lega lanzó una moción de censura contra un Gobierno del que seguía formando, pero Conte se adelantó y disolvió el Ejecutivo. Tan solo unos días después se anunció el segundo Gobierno de Conte, ya sin ministros de la Lega. Un error de cálculo o un exceso de confianza llevó a Salvini a no tener en cuenta la posibilidad de que el M5S cerrara un acuerdo de coalición con el Partido Democrático para evitar que Salvini gobernara en solitario.
No obstante, la salida de la Lega del Gobierno no se explica por un fracaso en la nueva agenda ideológica del partido, pues la Lega ha seguido manteniéndose como primera fuerza en las encuestas pese a estar en la oposición, y ha mejorado sus resultados en varias elecciones regionales por todo el país. Bajo la dirección de Salvini, la lucha por la independencia de Padania es ya un sueño lejano, oscurecido bajo la sombra del federalismo fiscal. Abandonando el secesionismo, Salvini ha conseguido lo imposible: seducir a unos votantes sureños que habían sido denostados una y otra vez por la Lega desde sus orígenes.
Para ampliar: “Por qué la caída del Gobierno en Italia no es una sorpresa”, Blas Moreno en El Orden Mundial, 2019
De la independencia al federalismo fiscal
Lega Nord se comprometió desde su fundación con la lucha por el autogobierno del norte de Italia, aunque ese objetivo ha ido cambiando a lo largo de los años. Después del temprano fracaso del secesionismo padano, la Lega pasó a reclamar un federalismo con fuerte énfasis en la autonomía fiscal. La primera gran victoria en ese campo llegó en 2009, durante el cuarto mandato de Berlusconi, cuando la Lega consiguió aprobar una reforma fiscal de carácter federal.
Cartel propagandístico mostrando a Roma aprovechándose de la riqueza de Padania, que es representada como una gallina de huevos de oro. “¡Despierta padano! Con la Liga Norte, contra la Roma ladrona”. Fuente: Lega Nord La obsesión del norte con el control de sus propias finanzas es el resultado de una profunda grieta que separa a la sociedad italiana: la desigualdad económica entre el norte y el sur del país. El tercio norte del país, el más rico, aporta la mitad del PIB nacional, un porcentaje que va disminuyendo con la latitud: cortando el país en dos mitades a la altura de Roma, la porción septentrional aporta cerca del 80% del PIB. Estas diferencias económicas han generado tensiones regionales y, en ocasiones, han alimentado comportamientos xenófobos desde el norte hacia los sureños, extendiendo estereotipos como el del carácter agrícola y rural del sur frente al industrializado y desarrollado norte.
Con todo, el odio de la Lega no estaba reservado solo a los que llaman terrone: también los ataques al Gobierno central de Roma definieron la identidad del partido, incluso cuando la Lega participaba en esos Gobiernos. Con lemas como “Roma ladrona, la Lega no perdona”, el partido señalaba al centralismo italiano como la máquina burocrática que, a través del expolio fiscal, se dedicaba a quitarle la riqueza al norte para dársela al sur.
Cuando los malos resultados de la Lega en las elecciones de 2013 demostraron que la fórmula regionalista había dejado de funcionar, Salvini decidió sustituirla por nacionalismo italiano, convirtiendo a la Lega en el partido de referencia de la derecha euroescéptica y xenófoba del país. Un discurso que ha sido incapaz de abordar los problemas socioeconómicos derivados de la división norte-sur, pero que le ha dado grandes réditos electorales. La simple comparativa entre los eslóganes desde sus orígenes hasta hoy muestra la evolución del partido a la perfección: en tiempos de “¡los italianos primero!”, pocos se acuerdan de “Roma ladrona”. En la Italia de Salvini el enemigo, el burócrata, el ladrón ya no está en Roma, sino en Bruselas; y el objetivo de los insultos ya no es el terrone del sur, sino el inmigrante que llega a las costas italianas en lancha neumática desde el norte de África.
Euroescepticismo y retórica antinmigración
Bajo la dirección de Salvini, la Lega ha mantenido el estilo populista del partido, pero cambiando de objetivo, centrando las críticas ya no en Roma, sino en la Unión Europea. Siendo uno de los países fundadores del club europeo, es significativo que Italia sea también uno de los Estados miembros más euroescépticos: el 38% de los italianos tiene una opinión desfavorable de la UE. Además, en Italia las consecuencias de la globalización ha traído consigo una respuesta nacionalista: tan solo el 16% de los italianos considera que la globalización ha tenido efectos positivos en el país. La Lega ha sabido capitalizar políticamente la profunda insatisfacción del votante con la situación en Italia, que percibe como un país débil y dividido.
En paralelo a su gesta euroescéptica, Salvini ha endurecido la habitual hostilidad de la Lega frente a il clandestini (‘los clandestinos’). El rechazo a la inmigración irregular ya era una seña de identidad de la Lega en los tiempos de Bossi, que llegó a proponer mandar a Alemania y Francia a los inmigrantes que cruzaban el Mediterráneo o incluso recibirlos a cañonazos. Ahora, Salvini ha sabido canalizar el creciente descontento de los italianos ante la inmigración: el 74% de la población piensa que este fenómeno ha empeorado la seguridad en el país, el 58% que los inmigrantes roban el trabajo a los italianos y el 62% que son una carga para el Estado.
Ocupar el Ministerio del Interior durante su paso por el Gobierno permitió a Salvini abanderar la lucha contra la inmigración cerrando los puertos e impidiendo el desembarco de barcos de rescate de inmigrantes en el Mediterráneo, incluyendo buques con bandera italiana. Salvini ha definido en multitud de ocasiones a las ONG responsables de esos rescates como “piratas”, “agencias de viajes” 0 “cómplices del tráfico de personas”. En la misma línea aprobó en agosto de 2019 el conocido como “Decreto Salvini”, que endurecía las condiciones de asilo, facilitaba las expulsiones, preveía el cierre de la mayoría de puertos a barcos de salvamento y, en la práctica, desmantelaba el sistema de protección para solicitantes de asilo y refugiados. La fórmula funcionó: la retórica antinmigración está íntimamente ligada al espectacular crecimiento electoral de la Liga.
A nivel europeo, la Lega está integrada en el grupo Identidad y Democracia (ID), una unión de partidos ultraderechistas y euroescépticos formada en el Parlamento Europeo tras las elecciones de mayo de 2019, y que también incluye a la Reagrupación Nacional francesa de Marine Le Pen o Alternativa para Alemania. El grupo europarlamentario está encabezado por el joven legista Marco Zanni y cuenta con 76 asientos, lo que le convierte en el cuarto mayor grupo de la cámara y en el grupo euroescéptico más grande. De los 76 escaños, 29 son de la Lega, que salió de esas elecciones convertido en el primer partido de Italia con el 34,2% de los votos y en la formación euroescéptica más importante de Europa.
El mensaje populista, euroescéptico y beligerante contra la inmigración la Lega ha calado en Italia y no parece que vaya a perder inercia en los próximos años. Matteo Salvini ha sido capaz de transformar un partido en ruinas en una fórmula de éxito electoral, y se ha convertido en una de las figuras más relevantes de la política italiana y europea. Mientras espera a una nueva oportunidad para llegar al Gobierno, las encuestas siguen situando a la Lega como la primera fuerza política; sus apoyos solo se han visto amenazados durante la crisis del coronavirus, que ha afectado duramente a Italia y es una crisis que no encaja con la retórica de Salvini. La evolución de la Lega marcará indudablemente la política italiana y europea de los próximos años en un contexto en el que están en auge las reacciones nacionalistas frente a la globalización y las organizaciones supranacionales.
Para ampliar: “Entre establishment y escépticos: las nuevas alianzas en el Parlamento Europeo”, Arsenio Cuenca en El Orden Mundial, 2019
El paso de la Lega por el Gobierno fue breve, y la coalición estuvo desde el principio marcada por la complicada convivencia entre los dos partidos. Sin embargo, los apoyos a la Lega no dejaban de aumentar mientras caían los del M5S, y Salvini pronto vió la posibilidad de gobernar en solitario. En agosto de 2019, apenas un año después de llegar al poder, la Lega lanzó una moción de censura contra un Gobierno del que seguía formando, pero Conte se adelantó y disolvió el Ejecutivo. Tan solo unos días después se anunció el segundo Gobierno de Conte, ya sin ministros de la Lega. Un error de cálculo o un exceso de confianza llevó a Salvini a no tener en cuenta la posibilidad de que el M5S cerrara un acuerdo de coalición con el Partido Democrático para evitar que Salvini gobernara en solitario.
No obstante, la salida de la Lega del Gobierno no se explica por un fracaso en la nueva agenda ideológica del partido, pues la Lega ha seguido manteniéndose como primera fuerza en las encuestas pese a estar en la oposición, y ha mejorado sus resultados en varias elecciones regionales por todo el país. Bajo la dirección de Salvini, la lucha por la independencia de Padania es ya un sueño lejano, oscurecido bajo la sombra del federalismo fiscal. Abandonando el secesionismo, Salvini ha conseguido lo imposible: seducir a unos votantes sureños que habían sido denostados una y otra vez por la Lega desde sus orígenes.
Para ampliar: “Por qué la caída del Gobierno en Italia no es una sorpresa”, Blas Moreno en El Orden Mundial, 2019
De la independencia al federalismo fiscal
Lega Nord se comprometió desde su fundación con la lucha por el autogobierno del norte de Italia, aunque ese objetivo ha ido cambiando a lo largo de los años. Después del temprano fracaso del secesionismo padano, la Lega pasó a reclamar un federalismo con fuerte énfasis en la autonomía fiscal. La primera gran victoria en ese campo llegó en 2009, durante el cuarto mandato de Berlusconi, cuando la Lega consiguió aprobar una reforma fiscal de carácter federal.
Cartel propagandístico mostrando a Roma aprovechándose de la riqueza de Padania, que es representada como una gallina de huevos de oro. “¡Despierta padano! Con la Liga Norte, contra la Roma ladrona”. Fuente: Lega Nord La obsesión del norte con el control de sus propias finanzas es el resultado de una profunda grieta que separa a la sociedad italiana: la desigualdad económica entre el norte y el sur del país. El tercio norte del país, el más rico, aporta la mitad del PIB nacional, un porcentaje que va disminuyendo con la latitud: cortando el país en dos mitades a la altura de Roma, la porción septentrional aporta cerca del 80% del PIB. Estas diferencias económicas han generado tensiones regionales y, en ocasiones, han alimentado comportamientos xenófobos desde el norte hacia los sureños, extendiendo estereotipos como el del carácter agrícola y rural del sur frente al industrializado y desarrollado norte.
Con todo, el odio de la Lega no estaba reservado solo a los que llaman terrone: también los ataques al Gobierno central de Roma definieron la identidad del partido, incluso cuando la Lega participaba en esos Gobiernos. Con lemas como “Roma ladrona, la Lega no perdona”, el partido señalaba al centralismo italiano como la máquina burocrática que, a través del expolio fiscal, se dedicaba a quitarle la riqueza al norte para dársela al sur.
Cuando los malos resultados de la Lega en las elecciones de 2013 demostraron que la fórmula regionalista había dejado de funcionar, Salvini decidió sustituirla por nacionalismo italiano, convirtiendo a la Lega en el partido de referencia de la derecha euroescéptica y xenófoba del país. Un discurso que ha sido incapaz de abordar los problemas socioeconómicos derivados de la división norte-sur, pero que le ha dado grandes réditos electorales. La simple comparativa entre los eslóganes desde sus orígenes hasta hoy muestra la evolución del partido a la perfección: en tiempos de “¡los italianos primero!”, pocos se acuerdan de “Roma ladrona”. En la Italia de Salvini el enemigo, el burócrata, el ladrón ya no está en Roma, sino en Bruselas; y el objetivo de los insultos ya no es el terrone del sur, sino el inmigrante que llega a las costas italianas en lancha neumática desde el norte de África.
Euroescepticismo y retórica antinmigración
Bajo la dirección de Salvini, la Lega ha mantenido el estilo populista del partido, pero cambiando de objetivo, centrando las críticas ya no en Roma, sino en la Unión Europea. Siendo uno de los países fundadores del club europeo, es significativo que Italia sea también uno de los Estados miembros más euroescépticos: el 38% de los italianos tiene una opinión desfavorable de la UE. Además, en Italia las consecuencias de la globalización ha traído consigo una respuesta nacionalista: tan solo el 16% de los italianos considera que la globalización ha tenido efectos positivos en el país. La Lega ha sabido capitalizar políticamente la profunda insatisfacción del votante con la situación en Italia, que percibe como un país débil y dividido.
En paralelo a su gesta euroescéptica, Salvini ha endurecido la habitual hostilidad de la Lega frente a il clandestini (‘los clandestinos’). El rechazo a la inmigración irregular ya era una seña de identidad de la Lega en los tiempos de Bossi, que llegó a proponer mandar a Alemania y Francia a los inmigrantes que cruzaban el Mediterráneo o incluso recibirlos a cañonazos. Ahora, Salvini ha sabido canalizar el creciente descontento de los italianos ante la inmigración: el 74% de la población piensa que este fenómeno ha empeorado la seguridad en el país, el 58% que los inmigrantes roban el trabajo a los italianos y el 62% que son una carga para el Estado.
Ocupar el Ministerio del Interior durante su paso por el Gobierno permitió a Salvini abanderar la lucha contra la inmigración cerrando los puertos e impidiendo el desembarco de barcos de rescate de inmigrantes en el Mediterráneo, incluyendo buques con bandera italiana. Salvini ha definido en multitud de ocasiones a las ONG responsables de esos rescates como “piratas”, “agencias de viajes” 0 “cómplices del tráfico de personas”. En la misma línea aprobó en agosto de 2019 el conocido como “Decreto Salvini”, que endurecía las condiciones de asilo, facilitaba las expulsiones, preveía el cierre de la mayoría de puertos a barcos de salvamento y, en la práctica, desmantelaba el sistema de protección para solicitantes de asilo y refugiados. La fórmula funcionó: la retórica antinmigración está íntimamente ligada al espectacular crecimiento electoral de la Liga.
A nivel europeo, la Lega está integrada en el grupo Identidad y Democracia (ID), una unión de partidos ultraderechistas y euroescépticos formada en el Parlamento Europeo tras las elecciones de mayo de 2019, y que también incluye a la Reagrupación Nacional francesa de Marine Le Pen o Alternativa para Alemania. El grupo europarlamentario está encabezado por el joven legista Marco Zanni y cuenta con 76 asientos, lo que le convierte en el cuarto mayor grupo de la cámara y en el grupo euroescéptico más grande. De los 76 escaños, 29 son de la Lega, que salió de esas elecciones convertido en el primer partido de Italia con el 34,2% de los votos y en la formación euroescéptica más importante de Europa.
El mensaje populista, euroescéptico y beligerante contra la inmigración la Lega ha calado en Italia y no parece que vaya a perder inercia en los próximos años. Matteo Salvini ha sido capaz de transformar un partido en ruinas en una fórmula de éxito electoral, y se ha convertido en una de las figuras más relevantes de la política italiana y europea. Mientras espera a una nueva oportunidad para llegar al Gobierno, las encuestas siguen situando a la Lega como la primera fuerza política; sus apoyos solo se han visto amenazados durante la crisis del coronavirus, que ha afectado duramente a Italia y es una crisis que no encaja con la retórica de Salvini. La evolución de la Lega marcará indudablemente la política italiana y europea de los próximos años en un contexto en el que están en auge las reacciones nacionalistas frente a la globalización y las organizaciones supranacionales.
Para ampliar: “Entre establishment y escépticos: las nuevas alianzas en el Parlamento Europeo”, Arsenio Cuenca en El Orden Mundial, 2019
16 de mayo de 2020
"Matteo Salvini y Giorgia Meloni han decidido unirse al General Antonio Pappalardo en la realización de la Marcha en Roma, el 2 de junio de 2020, organizada por los Chalecos Naranjas, plataforma que tiene al General como líder.
La protesta del 2 de junio pretende ser una especie de una Revolución Naranja, ya que buscará la caída de todo el Gobierno de Giuseppe Conte.
Salvini es el líder del Partido Liga, que lidera las encuestas nacionales.
Meloni es el líder del partido Hermanos de Italia, que también está en la oposición.
Esta decisión de Salvini y Meloni es un terremoto de magnitud 7.0 en la política italiana.
También significa que Roma se verá desbordada de manifestantes"
La protesta del 2 de junio pretende ser una especie de una Revolución Naranja, ya que buscará la caída de todo el Gobierno de Giuseppe Conte.
Salvini es el líder del Partido Liga, que lidera las encuestas nacionales.
Meloni es el líder del partido Hermanos de Italia, que también está en la oposición.
Esta decisión de Salvini y Meloni es un terremoto de magnitud 7.0 en la política italiana.
También significa que Roma se verá desbordada de manifestantes"