Carlos Slim, el magnate político
ALAI Silvina Romano 1 de febrero de 2017
En perfiles oficiales, Carlos Slim es presentado como “Magnate mexicano”. Es conocido a nivel mundial por su negocio en telecomunicaciones (de la mano del Grupo Carso) y su fortuna, que en 2014 ascendía a 72 mil millones de dólares (posicionado como uno de los hombres más ricos del mundo, según indicadores de Forbes, América Economía, etc)[1]. Si bien se enriqueció exponencialmente a partir de la década de los ‘90, el comienzo de su emporio se sitúa en los ‘80, la “década perdida” para los mexicanos, pero no para él, que se enriqueció comprando empresas en quiebra[2]. Hacia 1984, Slim se unió a los millonarios Emilio Azcárraga Milmo, Antonio del Valle, Carlos Autrey, Roberto Sertvije y Juan Gallardo, en la compañía “Libre Empresa S.A.”, que tenía como objetivo explícito consolidar una estrategia para hacer viable el proyecto del Partido de la Revolución Institucional (PRI) en el poder y –como se expresó– adquirir todas las empresas operadas por el Estado, para “auxiliarlo en sus responsabilidades”[3].
Pero la “movida clave” del Grupo Carso (la empresa de Slim) fue en el marco del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, también del PRI, que propició más que ningún otro la reestructuración (desindustrialización, desnacionalización, etc.) de México en virtud de las privatizaciones. En ese entonces, el empresario mexicano incursionó en el mercado de las telecomunicaciones, impulsado por la privatización en Teléfonos de México a precios muy bajos, creando Telmex y multiplicando por cuatro la riqueza del ya acaudalado empresario[4]. A partir de allí surge Telcel, la empresa de telefonía móvil más grande de América Latina y la compañía se diversifica: brinda servicios bancarios, de Internet, vende seguros y equipos para la industria petrolera, adquiere la cadena de Hoteles Calinda (OSTAR Grupo Hotelero (1991), Cendumex y la mayoría de General Tire y Grupo Aluminio (1993), Sears Roebuck (1997) y Pastelería Francesa El Globo (1999). También incursionó de lleno en el negocio de la “libre expresión” al comprar acciones del The New York Times[5]. Para principios del 2016 se había convertido en el mayor accionista[6].
Su fortuna llevó a Slim, como a tantos otros millonarios, a desarrollar actividades filantrópicas, inclinación que lo acercó a la familia Clinton, líder en el mercado de la asistencia. El ex presidente estadounidense Bill Clinton, es uno de los que mejor conoce el costado asistencialista de Slim, asegurando que sus dos fundaciones, Carso y Telmex, se dedicaban a pagar cirugías, trasplantes de órganos, donar computadoras y dar becas de estudio[7]. Es decir, Slim se dedica a cubrir las necesidades que debería atender el Estado, funciones que han sido privatizadas en un proceso en el que el mismo Slim fue actor principal, que incluye además la monopolización de servicios clave, como las telecomunicaciones. En efecto, un estudio asegura que entre 2005 y 2009 el monopolio de las empresas de telecomunicación de Slim significó una “pérdida de bienestar” para los mexicanos superior a los US$129.000 millones, alrededor del 1,8% del Producto Interno Bruto (PIB) anual[8]. Pero esto es saldado con asistencia.
Clinton suma a las actividades filantrópicas, los emprendimientos de Slim para mejorar el centro histórico de la Ciudad Autónoma de México. Fue durante el segundo gobierno de Andrés Manuel López Obrador –en ese entonces en el Partido para la Revolución Democrática– cuando Slim participa como “gran Mecenas” de un Fideicomiso para “recuperar” el centro, en una alianza entre capital privado y público, en la que el Grupo Carso adquiriría y rehabilitaría más de 60 edificios para diversos usos, de los cuales 55 albergan 620 departamentos de uso habitacional. Esta “modernización” del centro, tuvo como “daño colateral” la expulsión de habitantes y comerciantes ya no deseados, así como la securitización de la zona en el marco de un claro proceso de gentrificación[9].
La presencia de Slim se extiende también al mundo (negocio) del fútbol. En 2012, el magnate compró el 30%de las acciones del equipo León y los Tuzos. El club León ha sido la plataforma utilizada por Slim, a través de su empresa América Móvil, para adentrarse en este deporte, haciendo alianzas estratégicas que le permitieron revender los derechos de transmisión a diversos medios de comunicación –televisión e Internet–[10].
Slim también está presente en los avances del libre comercio en la región. En una de las reuniones de la Alianza del Pacífico en 2016, se proyectó disminuir al mínimo posible los cargos de llamadas de larga distancia entre los países miembro y eliminar los cargos de roaming de datos, para bajar los costos a Pequeñas y Medianas Empresas. Casualmente, la primera favorecida fue el monopolio de telecomunicaciones de Slim, por medio de la empresa Claro que brinda el servicio[11].
La escalera al éxito de Slim ha encontrado algunos obstáculos a raíz de los impuestos propiciados por una nueva ley de telecomunicaciones mexicana que ha buscado imponer el actual Gobierno de Peña Nieto (PRI) –no exenta de problemas– y que parece estar destinada específicamente a limitar el monopolio Slim –quien desea hace tiempo combinar el negocio de las telecomunicaciones con el de la televisión. El magnate declaró sentirse agraviado: “Ve todas las regulaciones que nos han puesto. Velas (…). Cada vez que se quejan de algo, hacen gestiones para que pongan una regulación” expresó el ingeniero de ascendencia libanesa a mediados de 2016[12]. En los hechos, la presión regulatoria derivó en la apertura del mercado de telecomunicaciones, para que entrara otra empresa monopólica, AT&T, que hasta ahora no ha logrado desplazar a América Móvil[13].
En paralelo a esta aparente “pérdida de influencia y poder” de Slim, el magnate adquiere gran visibilidad a partir de sus opiniones con respecto al actual presidente de EE.UU., Donald Trump, ante una clara “inoperancia” mostrada por el Gobierno de Peña Nieto.
Una de las primeras noticias sobre Slim y su postura frente a Trump es de finales de junio de 2015, a raíz de un proyecto de Ora TV, empresa fundada por Slim junto al presentador de TV Larry King y financiada por América Móvil. En ese entonces, Slim desistió de trabajar en un proyecto con Trump, debido a declaraciones “fuera de lugar” del millonario estadounidense, que “hacían referencia a los inmigrantes mexicanos como delincuentes”[14].
Durante las elecciones, Trump arremetió varias veces contra Slim, no solo “por ser Mexicano” sino por su cercanía a los Clinton: en primer lugar, por ser uno de los mayores accionistas del diario “oficialista” de la campaña de Hillary (el New York Times); en segundo lugar, porque Slim es uno de los millonarios más vinculados en términos de financiamiento y organización de eventos con la Fundación de la Familia Clinton, donando entre 1 y 5 millones de dólares[15].
A principios de diciembre, con Trump como presidente electo de EE.UU., Slim comenzó a posicionarse como “voz” pertinente en cuanto a las políticas de Trump hacia México. En ese momento declaró que “Trump no tiene por qué ser malo para México”[16], dando cuenta de que él está pensando en todos los mexicanos, que se “preocupa” por ellos.
Fue sin dudas el 27 de enero de 2017 cuando se concretó la aparición triunfal del magnate como “voz política” autorizada. Las decisiones tibias del presidente Peña Nieto ante las afirmaciones de Trump de que efectivamente construirá un muro en la frontera entre ambos países –en el punto álgido de un contexto de crisis económica y política que viene en aumento, coronada por el aumento del precio de los hidrocarburos, popularizada como el “gasolinazo” –. De este modo, estalló la política mexicana, y en este estallido, hacía falta una voz confiable, sería y creíble como la de Slim. Así que él convocó a su propia conferencia de prensa, en la que llamó a la “unidad nacional”, asegurando que la mejor manera de hacer frente a la situación, es generar oportunidades para los mexicanos en México: “hay que volcarnos de manera completa al desarrollo de la economía interna”. Además, aduce que Trump no es un
Pero la “movida clave” del Grupo Carso (la empresa de Slim) fue en el marco del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, también del PRI, que propició más que ningún otro la reestructuración (desindustrialización, desnacionalización, etc.) de México en virtud de las privatizaciones. En ese entonces, el empresario mexicano incursionó en el mercado de las telecomunicaciones, impulsado por la privatización en Teléfonos de México a precios muy bajos, creando Telmex y multiplicando por cuatro la riqueza del ya acaudalado empresario[4]. A partir de allí surge Telcel, la empresa de telefonía móvil más grande de América Latina y la compañía se diversifica: brinda servicios bancarios, de Internet, vende seguros y equipos para la industria petrolera, adquiere la cadena de Hoteles Calinda (OSTAR Grupo Hotelero (1991), Cendumex y la mayoría de General Tire y Grupo Aluminio (1993), Sears Roebuck (1997) y Pastelería Francesa El Globo (1999). También incursionó de lleno en el negocio de la “libre expresión” al comprar acciones del The New York Times[5]. Para principios del 2016 se había convertido en el mayor accionista[6].
Su fortuna llevó a Slim, como a tantos otros millonarios, a desarrollar actividades filantrópicas, inclinación que lo acercó a la familia Clinton, líder en el mercado de la asistencia. El ex presidente estadounidense Bill Clinton, es uno de los que mejor conoce el costado asistencialista de Slim, asegurando que sus dos fundaciones, Carso y Telmex, se dedicaban a pagar cirugías, trasplantes de órganos, donar computadoras y dar becas de estudio[7]. Es decir, Slim se dedica a cubrir las necesidades que debería atender el Estado, funciones que han sido privatizadas en un proceso en el que el mismo Slim fue actor principal, que incluye además la monopolización de servicios clave, como las telecomunicaciones. En efecto, un estudio asegura que entre 2005 y 2009 el monopolio de las empresas de telecomunicación de Slim significó una “pérdida de bienestar” para los mexicanos superior a los US$129.000 millones, alrededor del 1,8% del Producto Interno Bruto (PIB) anual[8]. Pero esto es saldado con asistencia.
Clinton suma a las actividades filantrópicas, los emprendimientos de Slim para mejorar el centro histórico de la Ciudad Autónoma de México. Fue durante el segundo gobierno de Andrés Manuel López Obrador –en ese entonces en el Partido para la Revolución Democrática– cuando Slim participa como “gran Mecenas” de un Fideicomiso para “recuperar” el centro, en una alianza entre capital privado y público, en la que el Grupo Carso adquiriría y rehabilitaría más de 60 edificios para diversos usos, de los cuales 55 albergan 620 departamentos de uso habitacional. Esta “modernización” del centro, tuvo como “daño colateral” la expulsión de habitantes y comerciantes ya no deseados, así como la securitización de la zona en el marco de un claro proceso de gentrificación[9].
La presencia de Slim se extiende también al mundo (negocio) del fútbol. En 2012, el magnate compró el 30%de las acciones del equipo León y los Tuzos. El club León ha sido la plataforma utilizada por Slim, a través de su empresa América Móvil, para adentrarse en este deporte, haciendo alianzas estratégicas que le permitieron revender los derechos de transmisión a diversos medios de comunicación –televisión e Internet–[10].
Slim también está presente en los avances del libre comercio en la región. En una de las reuniones de la Alianza del Pacífico en 2016, se proyectó disminuir al mínimo posible los cargos de llamadas de larga distancia entre los países miembro y eliminar los cargos de roaming de datos, para bajar los costos a Pequeñas y Medianas Empresas. Casualmente, la primera favorecida fue el monopolio de telecomunicaciones de Slim, por medio de la empresa Claro que brinda el servicio[11].
La escalera al éxito de Slim ha encontrado algunos obstáculos a raíz de los impuestos propiciados por una nueva ley de telecomunicaciones mexicana que ha buscado imponer el actual Gobierno de Peña Nieto (PRI) –no exenta de problemas– y que parece estar destinada específicamente a limitar el monopolio Slim –quien desea hace tiempo combinar el negocio de las telecomunicaciones con el de la televisión. El magnate declaró sentirse agraviado: “Ve todas las regulaciones que nos han puesto. Velas (…). Cada vez que se quejan de algo, hacen gestiones para que pongan una regulación” expresó el ingeniero de ascendencia libanesa a mediados de 2016[12]. En los hechos, la presión regulatoria derivó en la apertura del mercado de telecomunicaciones, para que entrara otra empresa monopólica, AT&T, que hasta ahora no ha logrado desplazar a América Móvil[13].
En paralelo a esta aparente “pérdida de influencia y poder” de Slim, el magnate adquiere gran visibilidad a partir de sus opiniones con respecto al actual presidente de EE.UU., Donald Trump, ante una clara “inoperancia” mostrada por el Gobierno de Peña Nieto.
Una de las primeras noticias sobre Slim y su postura frente a Trump es de finales de junio de 2015, a raíz de un proyecto de Ora TV, empresa fundada por Slim junto al presentador de TV Larry King y financiada por América Móvil. En ese entonces, Slim desistió de trabajar en un proyecto con Trump, debido a declaraciones “fuera de lugar” del millonario estadounidense, que “hacían referencia a los inmigrantes mexicanos como delincuentes”[14].
Durante las elecciones, Trump arremetió varias veces contra Slim, no solo “por ser Mexicano” sino por su cercanía a los Clinton: en primer lugar, por ser uno de los mayores accionistas del diario “oficialista” de la campaña de Hillary (el New York Times); en segundo lugar, porque Slim es uno de los millonarios más vinculados en términos de financiamiento y organización de eventos con la Fundación de la Familia Clinton, donando entre 1 y 5 millones de dólares[15].
A principios de diciembre, con Trump como presidente electo de EE.UU., Slim comenzó a posicionarse como “voz” pertinente en cuanto a las políticas de Trump hacia México. En ese momento declaró que “Trump no tiene por qué ser malo para México”[16], dando cuenta de que él está pensando en todos los mexicanos, que se “preocupa” por ellos.
Fue sin dudas el 27 de enero de 2017 cuando se concretó la aparición triunfal del magnate como “voz política” autorizada. Las decisiones tibias del presidente Peña Nieto ante las afirmaciones de Trump de que efectivamente construirá un muro en la frontera entre ambos países –en el punto álgido de un contexto de crisis económica y política que viene en aumento, coronada por el aumento del precio de los hidrocarburos, popularizada como el “gasolinazo” –. De este modo, estalló la política mexicana, y en este estallido, hacía falta una voz confiable, sería y creíble como la de Slim. Así que él convocó a su propia conferencia de prensa, en la que llamó a la “unidad nacional”, asegurando que la mejor manera de hacer frente a la situación, es generar oportunidades para los mexicanos en México: “hay que volcarnos de manera completa al desarrollo de la economía interna”. Además, aduce que Trump no es un