Democracia plurinacional o neoliberalismo armado:
¿A quién favorece el voto nulo?
CENAE Juan Proaño Salgado 10 de abril de 2021
El domingo 11 de abril el pueblo ecuatoriano elegirá entre dos proyectos de sociedad: el primero, representado por el joven economista Andrés Arauz y las fuerzas sociales y políticas que constituyen el cambio histórico de una democracia sustantiva, participativa, plurinacional e intercultural, gestada por múltiples luchas populares anti-neoliberales y por el amor del pueblo siempre esperanzado en futuros igualitarios y solidarios. Y un segundo, representado por el sexagenario banquero Guillermo Lasso y los grupos de poder económico y mediático que persiguen el continuismo de un simulacro de democracia formal, elitista y racista que, en distintos momentos de su historia, ha impuesto por la fuerza de las armas, del individualismo, el engaño y el odio, la miseria neoliberal.
Sin lugar a dudas, el primero reivindica y expresa diáfanamente lo que reza nuestra Constitución: somos un pueblo soberano con raíces milenarias, forjado por la sabiduría de todas las culturas que nos enriquecen y por las luchas sociales que nos libraron de la opresión y el colonialismo; una sociedad democrática comprometida con la convivencia pacífica y diversa, amante y respetuosa de la dignidad humana y de la naturaleza, con una voluntad inquebrantable de cooperación y unidad con nuestras hermanas y hermanos latinoamericanos.
Arauz lidera, desde el presente y hacia el futuro, un proyecto histórico emancipatorio que trabajará, tal como establece la carta política, en la consecución de una real justicia social y la edificación de un país intercultural y plurinacional libre de discriminación y pobreza. Reconstruirá el Estado social garante de derechos fundamentales como educación, salud, alimentación y seguridad social, entre otros, para distribuir equitativa e igualitariamente la riqueza socialmente producida en aras de la concreción de la vida en plenitud del pueblo, dejando el pasado atrás y procurando realizar el Sumak Kawsay, el Buen Vivir para todxs.[i]
El proyecto de Lasso, por el contrario, apunta contra todo lo que establece la Constitución, no solo ahora, sino desde hace más de una década. En su actual plan de gobierno[ii] se refiere a ella como la causante de “males”, generadora de un marco inadecuado que erosiona el Estado de Derecho, el funcionamiento de las instituciones y las “libertades” civiles. Palabras más, palabras menos, propugna una evaluación integral de la misma para derogar regulaciones y normativas que impiden la privatización o rentabilización de lo público, que afectan la omnipresente “seguridad jurídica” para vender el país más fácilmente a los “inversores” y que restan poder a los dueños del mercado por sobre la intervención del Estado en la economía y las finanzas.
La retórica neoliberal de su plan es brutal pero persuasiva a la vez: una mano de hierro escondida en un guante de seda.[iii] Nada nuevo para quien ha señalado repetidamente[iv] la imperiosa necesidad de una Asamblea Constituyente para sustituir la actual Carta Magna por una nueva, claro está, a la medida de sus intereses económicos y los de las clases económicamente dominantes, financieras y mercantiles, nacionales e internacionales, a las que se debe. Qué decir de su socio político, Jaime Nebot, que siempre se ha opuesto públicamente en contra de ella y ha intentado mediante distintos mecanismos y acciones jurídico-políticas modificar sus ejes vertebradores.[v] Ambos, finalmente, han insistido permanentemente y de distintos modos, en que la Constitución ha sido el aval de la “dictadura correísta”.
Así como se lee: la Constitución más anti-neoliberal y democrática, que más derechos ha reconocido y mayor bienestar ha generado para el pueblo en la historia de nuestro país ha sido, según ellos, el origen de “males” ¿Alguna vez durante estos años, por ejemplo, habrán opinado o manifestado lo mismo respecto de constituciones neoliberales, como la de la dictadura pinochetista –hoy moribunda— en defensa de las “libertades”, contra el “totalitarismo” y la represión? ¿O, en realidad, han co-gobernado con Moreno en la aplicación del programa neoliberal del FMI que incrementó las tasas de pobreza y desempleo, y destruyó derechos laborales, incluso, en el marco de la actual pandemia? En el “Reino del Revés” Lasso-Nebot son el ladrón y el juez a la vez.
Queda claro, en este sentido, que el objetivo ulterior, más allá del cacareado discurso político y mediático sobre la obligada “des-correización” del Estado y de la sociedad para “recuperar” la democracia, siempre fue, es y será la “des-constitucionalización” –si se nos permite el uso del término— del Estado y de la sociedad, en favor del dominio y los intereses del mercado por sobre dichos ámbitos.
En otras palabras, el odio al “correísmo”, fabricado, gestionado, fagocitado y diseminado por distintos mecanismos y dispositivos es, en el fondo, la aversión y radical rechazo a todos los principios constitucionales que definitivamente establecieron y/o abrieron el camino para un nuevo modelo alternativo de desarrollo histórico[vi] -más allá de sus avances o futuras mejoras—, que posibilitaron la transformación de la sociedad ecuatoriana no solo en términos del funcionamiento y orientación soberana de las instituciones jurídico-políticas o de las dinámicas económicas en relación con el bienestar social erigido desde lo público, lo común; sino, sobre todo, en relación con estructuras socioculturales que permitieron romper con el patrón histórico de dominación política, económica y cultural de la élites, con el imperio del sentido común neoliberal-neocolonial que quisieron arraigar en la población durante décadas y que hoy intenta rearmar el banquero candidato.
Así, no hay interrogantes sino certezas por doquier de que Lasso ha sido co-partícipe de un gobierno que aplicó varios y relevantes ejes de su programa neoliberal a través de “cuadros” políticos[vii] que respondían a su organización e ideología política y económica y mediante “acuerdos” de gobernabilidad en la Asamblea[viii]. Además apoyó y co-gestionó, en conjunto con la Embajada y las empresas de comunicación dominantes, cada uno de los cuatro tiempos del patético gobierno de Moreno, en tanto crónica de una crisis anunciada por la “gobernabilidad del reparto” que, finalmente, estalló por los aires, a saber: (1) el tiempo de la traición, al movimiento y programa político que lo puso en el poder en 2017; (2) el de la des-institucionalización/des-constitucionalización, que avanzó a partir del Referéndum y Consulta Popular de 2018, acelerando las políticas de ajuste neoliberal; (3) el de la persecución y represión, que ejecutó una guerra jurídica contra opositores y el neoliberalismo armado que reprimió a la población en Octubre de 2019; y, finalmente, (4) el de decadencia e implosión, que desde el 2020 hasta la actualidad ha mostrado la más vil y cínica de las caras de un gobierno absolutamente deslegitimado y aborrecido por la sociedad debido, por ejemplo, a la aprobación de la mal llamada “Ley Humanitaria”, que precarizó brutalmente las condiciones de los trabajadores durante la pandemia, y por los múltiples actos de corrupción y negligencias criminales en la gestión de la misma, donde resaltan últimamente los “vacunados VIP”.
Ahora bien, Octubre de 2019 fue la más palpable y detestable expresión del neoliberalismo armado que, con seguridad, continuará si Lasso-Nebot llegaran al poder. Pero ¿qué es el neoliberalismo armado y qué podemos esperar con la radicalización del programa neoliberal que Lasso quiere implementar? Vale extenderse en las siguientes citas para comprender lo que está en juego hacia el futuro. Al respecto, Murillo y Seoane puntualizan que
(…) el intento de profundización de las políticas neoliberales en la región latinoamericana ha venido acompañado de la promoción de un diagrama sociopolítico tendiente a la militarización de las relaciones sociales (…) verificable en el incremento de la presencia de bases y operativos militares estadounidenses en el continente (…) [y] una política crecientemente represiva que, a través de diferentes instrumentos, persiga particularmente la penalización de la protesta social y la criminalización de los sectores pauperizados y excluidos, aquellos que resultan más castigados y que crecen de manera inevitable bajo la aplicación del recetario neoliberal.[ix]
Boron, por su parte, complementa y nos advierte que
Dada la proliferación y la fortaleza de los movimientos contrarios al neoliberalismo no sorprende su explícita transformación en una doctrina y una práctica fuertemente autoritarias (…) [que] fue progresivamente abandonando su fachada falsamente democrática y demostró que en el fondo no era otra cosa que un proyecto reaccionario y autoritario de contrarreformas que pretendía disimularse en la supuesta racionalidad y anonimato del mercado. (…) [Así] el neoliberalismo elabora estrategias defensivas y comienza a desarrollar un discurso y una práctica orientados a la militarización de la política y a la criminalización de la protesta social. (…) El neoliberalismo, despojado de todas sus artificiosas justificaciones morales, se presenta ahora desnudo, fuertemente armado y dispuesto a todo. Ante esto sería bueno que los movimientos sociales latinoamericanos y, sobre todo, las siempre titubeantes buenas almas progresistas, recordasen la sentencia que el Dante inscribiera en la entrada del Séptimo Círculo del Infierno: “este lugar, el más horrendo y ardiente del infierno, está reservado para aquellos que en tiempos de crisis moral optaron por la neutralidad.[x]
En relación con lo citado, queda claro que la mayoría de las y los ecuatorianos, incluso un porcentaje de honestos votantes engañados por las promesas y mentiras de Lasso, no van a aguantar, ni tolerar, una mayor destrucción de sus vidas, de sus medios de subsistencia, de la salud, educación o seguridad de sus hijxs, como en estos últimos cuatro años del co-gobierno de Lasso y Moreno. Si llegara a ganar la contienda electoral, la única forma que tendrá el banquero de llevar a cabo sus verdaderos objetivos neoliberales –luego de un muy corto periodo de evasivas y simulaciones, tal como hizo Macri en Argentina— será el uso de la fuerza, pura y dura, el “legítimo” uso de la violencia estatal en contra de la población en “defensa” de su democracia secuestrada. Un renovado neoliberalismo armado que se defenderá, como lo hizo en Octubre, de las supuestas “clases peligrosas”, creando enemigos internos y llevando a cabo una política ampliada de disciplinamiento social. Así, en el “Reino del Revés” un año podría durar un mes…
En ese escenario, el voto nulo debe ser abordado muy críticamente, más allá de la vacua antinomia “correísmo-anticorreísmo” en la que han querido encorsetar al candidato a presidente, Andrés Arauz, tanto los medios de comunicación, como actores de distintos signos políticos. En este sentido, podríamos identificar/caracterizar, a grandes rasgos, tres tipos de voto nulo que se sustentan en diferentes razonamientos/posicionamientos, a saber:
El primero, que consideramos el menos “ideológico” y no muy convencido de votar nulo, responde sobre todo a las permanentes campañas mediáticas que durante cuatro años el gobierno de Moreno y sus aliados coyunturales diseminaron para sembrar odio, confusión, indignación y reacción contra quienes fueron identificados como la “mafia correísta”. Este votante, preocupado más de su cotidiano subsistir y “politizado” fundamentalmente en épocas electorales, si bien reconoce moderada pero sensatamente los beneficios de los diez años de Revolución Ciudadana, está “agotado” de la antedicha antinomia o terminó “comprando” parte de la masiva e intensa campaña sucia. Pero, al mismo tiempo, también tiene claro que no quiere otro “feriado bancario” o políticas que terminen por afectar su empleo o sus ingresos, a las que identifica con el candidato banquero.
Por lo tanto, vota nulo como una forma de “protesta” o rechazo ante el “ruido” que un lado y el otro le generan o porque finalmente lo terminaron de orientar hacia la reflexión de que “todos son lo mismo”. Sin embargo, este votante, debilitado por la crisis y el bombardeo mediático, está más cercano de votar por Arauz en última instancia, dada la coyuntura en la que, con claridad, está informado del desastre social que las políticas del co-gobierno de Lasso y Moreno han tenido para él/ella y su familia.
El segundo, es un voto nulo solapado que, más allá de sus manifestaciones públicas, tiende a ir por derecha. Es decir, es un voto que se declara como nulo pero desea fervientemente, por fuerza de la convicción o de la ficción mediática, que pierda Arauz. Lo identifica, a este último, como un sujeto despersonalizado y reducido a múltiples estereotipos personales y políticos basados en desinformación diseminada en redes y por las empresas de comunicación que apoyan la candidatura de Lasso. Si bien el banquero tampoco los convence por razones de la historia, pesa en ellos mucho más su frenético y fabricado odio a la figura de Correa y hacia todo aquel que se relacione con su proyecto.
Es un voto reactivo, individualista, que no le importa las consecuencias de la amplificación de la miseria social sino, incluso, está presto a “pescar” a río revuelto en función de sus intereses que, finalmente, coinciden más con la derecha neoliberal que con el progresismo anti-neoliberal. Aquí encontramos a un voto “nulo” con adscripción política, partidaria u organizativa, más “ideologizado”, si se quiere, en relación con esos marcos de pertenencia; pero con un sentido absolutamente quemeimportista sobre el devenir de la sociedad. A la hora de los papeles, no le importa votar por el neoliberalismo, ni medir las consecuencias sociales de aquello, sino ver derrotado al progresismo, su principal adversario político. Apelan a discursos y vías políticas des-ideologizantes pero con claros objetivos de poder vinculados con los intereses de las clases dominantes, con quienes comparten el “enemigo” y, por ello, son aliados “naturales”.
Finalmente, el tercero, es el voto nulo, diríamos, más complejo de caracterizar y analizar, por su relevancia en la disputa política sobre el horizonte de sociedad contrapuesto al capitalismo neoliberal. Es el auto-denominado voto nulo ideológico que, diáfanamente, se sitúa en la izquierda: marxista, revolucionaria, comunista, anticapitalista, antimperialista, anticolonial, feminista e incluso, anarquista. Es un voto que, consideramos, está más informado y formado en términos del conocimiento sobre la realidad histórico-concreta y más consciente de lo que está en juego en la coyuntura sociopolítica. Es un sujeto, podríamos aseverar, fuertemente comprometido con la necesidad de luchar para lograr el bienestar social integral de las mayorías sociales golpeadas por el neoliberalismo armado. Y es justamente allí donde reside, más allá de matices programáticos y modos de articular la transformación social, la relevante cercanía con la izquierda progresista que representa Andrés Arauz; y, claro está, también el abismo que lo separa de la propuesta de Lasso. Es decir, más allá del grado de radicalidad, existe un horizonte compartido con el proyecto popular anti-neoliberal, el de una sociedad libre de explotación e injusticias sociales.
Pero existe en este posicionamiento, el voto nulo ideológico de izquierda, una limitación y/o consecuencia que termina siendo muy delicada, por no decir grave y fuertemente contradictoria en relación con los resultados que procura a través de sus objetivos anticapitalistas. Sin soslayar una serie de discusiones mucho más extensas sobre, por ejemplo, las tensiones entre reforma o revolución, solo mencionaremos una primerísima idea-fuerza que deberá ser largamente desarrollada en un formato distinto al presente, referida a una cuestión central en la teoría marxista: la lucha de clases.
Si se abreva en el análisis histórico desde la perspectiva de la lucha de clases y cómo ésta permite el avance de las clases explotadas y oprimidas hacia su liberación, modificando la correlación de fuerzas entre la burguesía y el proletariado, el capital y el trabajo, en favor de la unidad e intereses proletarios, cabe preguntarse: ¿quiénes, en la coyuntura política electoral y mucho más allá, están articulando diversas fuerzas sociales y políticas para constituir un bloque histórico contra-hegemónico anti-neoliberal, una voluntad colectiva plurinacional y popular que permita modificar la correlación de fuerzas en función de los intereses de las clases trabajadoras contra el capitalismo neoliberal? Debilitar y no fortalecer dicho bloque es un error histórico y ético de envergadura, dados los padecimientos que las clases populares vienen sufriendo en estos cuatro años y que quieren ser perpetuados por el candidato banquero. Sumarse hoy a esa voluntad colectiva en construcción, que viene disputando la “visión del mundo” del capitalismo neoliberal sin más, que procura modificar la correlación de fuerzas sociales, culturales, políticas y económicas en favor del bloque popular plurinacional, es un deber ético y político.
El purismo ideológico termina desconectándose de la realidad concreta de la lucha de clases. En el momento actual se dirime la posibilidad de reconstruir la prosperidad del pueblo o arraigar la dominación racista y clasista de las oligarquías. El voto nulo ideológico de izquierda no aporta en nada a la lucha de clases contra el fascismo neoliberal en ciernes. Se puede mantener una identidad y praxis revolucionarias, marcar diferencias programáticas con el progresismo anti-neoliberal, pero no estar en contra de este y terminar siendo absolutamente funcional a la derecha anti-popular y pro-imperialista. Así no se acuerde con las lógicas de la democracia liberal y representativa, sin duda el proceso electoral también forma parte de la lucha de clases y es una de las herramientas relevantes para romper con la hegemonía del capital. Aquí no existe “robo de banderas” sino una necesidad de unidad contra la miseria planificada neoliberal.
Por último, dentro de este colectivo hay perspectivas “catastrofistas” que hacen mucho daño: la revolución y la toma de conciencia llegarán cuando la agudización de las contradicciones sean inmanejables y el caos reine en la sociedad. Es una “lectura” que nada contribuye a vencer a los adversarios de clase que, por el contrario, siempre encuentran mecanismos de reconstitución de su poder, sea por la fuerza de las armas o del engaño, o las dos cosas a la vez. Tales “interpretaciones” distorsionan la realidad y terminan, directa o indirectamente, reforzando al bloque de la dominación capitalista y sus soluciones violentas para superar las crisis orgánicas, dado que, por ahora, tienen a su favor los inmensos aparatos represivos del Estado.
En suma, el voto nulo no es opción válida si nos interesa cambiar nuestras condiciones de vida y las de nuestros semejantes. Es un voto funcional al neoliberalismo armado, a Lasso y su proyecto de muerte, cuestión nada exagerada si se observan los hechos que se han suscitado a lo largo de los cuatro años de su co-gobierno con Moreno.
Andrés Arauz, como presidente del Ecuador, y las fuerzas sociales y políticas que lo constituirán como tal, tienen dos desafíos enormes: por un lado, re-constitucionalizar el Estado, la sociedad y, por qué no, el mercado, en función de los intereses de las mayorías sociales hoy vapuleadas por la crisis sanitaria y económica. Es, por tanto, el momento de tomar decisiones sin titubeos sobre quiénes van a asumir los costos de la crisis económica generada no solo por la pandemia sino por el capitalismo neoliberal.
Y, por otra parte, acelerar la historia para concretar una verdadera sociedad plurinacional e intercultural que requiere, según Paulina Palacios, de una radical reforma política del Estado que permita la constitución de la democracia plurinacional como alternativa epistémica a la democracia representativa y liberal. En efecto, nos dice la autora
la democracia plurinacional resinificaría los ámbitos de participación transformando completamente el sistema político ecuatoriano, esto es, modificando la geografía de las relaciones de poder existentes, no en función de la hegemonía de nuevos actores, en este caso, los indios, sino –y justamente– rompiendo esas hegemonías e instaurando relaciones equitativas y justas. La democracia plurinacional implica incorporar el ser comunitario en la construcción y constitución de la polis. La democracia plurinacional es un concepto que tiene que ver con la constitución política del sujeto comunitario y el cambio de las coordenadas más profundas del discurso clásico de la política; y, obviamente, tiene que ver con el rediseño institucional del Estado, incluyendo sus sistemas de representación política. La democracia plurinacional es una propuesta que supondría modificaciones en todas las estructuras estatales, en las normas y procedimientos que rigen las instituciones, la justicia, las políticas públicas. Es el deber-ser político de un sujeto histórico que apela a la diferencia para transformar las relaciones de poder, la exclusión, la explotación, la discriminación y la violencia de un sistema que no sólo ha sido construido sin él, sino, más bien, contra él.[xi]
De este modo, y retomando a Gramsci, nos encontramos ante un viejo mundo que se muere, que está agónico, moribundo, y uno nuevo que tarda en aparecer, en afirmarse, pero que, sin duda, ya nació y está en crecimiento. Es el momento, entonces, de cerrar el féretro del pasado y definitivamente enterrar al capitalismo neoliberal. No podemos ceder ni un solo espacio para que resurjan o se conserven monstruos que atentan contra el pueblo. Hay una generación política que debe extinguirse, para que una nueva se edifique y corrija, enmiende y supere sus errores que tanto han hecho sufrir a la sociedad. Entonces, lo viejo debe terminar de morir pero luchará violentamente por seguir siendo dominante, aunque se sabe perdido. En ese marco, lo nuevo debe estar unido para crecer y florecer permanentemente, encolumnándose detrás de una causa y no de una persona, persuadiendo y convenciendo no con palabras sino con el ejemplo.
En este sentido, podríamos plantear que el miedo que tienen todos los opositores a Arauz es que intuyen que su gobierno, muy posiblemente, cumplirá con las expectativas del pueblo esperanzado, más allá de conflictos o cuestiones problemáticas por resolver, propias de la gestión y dinámica estatal y social. Muchos de ellos desean, por ese motivo, el triunfo de Lasso, porque saben que su gobierno radicalizará la miseria y en ese escenario ellos podrían presentarse, supuestamente, como la alternativa frente al caos ¿a costa de la destrucción del país? El gran objetivo, por lo tanto, no es solo que no triunfe Arauz, sino debilitar al máximo al progresismo porque tienen resentimiento que hoy y mañana, muy posiblemente, siga siendo la principal fuerza social, política y electoral del Ecuador anti-neoliberal.
Para finalizar, coincidimos y hacemos nuestras las palabras de García Linera en torno de los temas que la izquierda progresista debe asumir en la batalla por el sentido común, por el horizonte predictivo de la sociedad, de aquí en adelante: la democratización política y económica, teniendo a la lucha contra la explotación como eje fundamental pero no solo en términos de la redistribución de la riqueza, sino también de la democratización de la formas de concentración de la gran propiedad; la des-racialización y la des-colonizacion de las relaciones sociales, de los vínculos entre los pueblos y las personas, incluso al interior de las propias organizaciones; los procesos de des-patriarcalización y la reivindicación de las soberanía de las mujeres sobre la gestión de sus cuerpos y de sus vínculos; un ecologismo social que no mire a la naturaleza como un parque, sino como una relación con la sociedad, por ello, un ecologismo social enfocado en el restablecimiento del metabolismo racional entre ser humano y naturaleza, tomando en cuenta las necesidades sociales, la satisfacción de necesidades básicas e imprescindibles de la gente más humilde, de los pobres, de los trabajadores. Y, finalmente, un internacionalismo entre las fuerzas progresistas, entre los pueblos y las luchas sociales. En estos convulsos tiempos sociales, hay que innovar colectivamente/asociativamente la lucha colectiva, para inventar nuestro propio destino y producir lo que queremos hacia el futuro.[xii]
Jpsnp/4.10.21
Sin lugar a dudas, el primero reivindica y expresa diáfanamente lo que reza nuestra Constitución: somos un pueblo soberano con raíces milenarias, forjado por la sabiduría de todas las culturas que nos enriquecen y por las luchas sociales que nos libraron de la opresión y el colonialismo; una sociedad democrática comprometida con la convivencia pacífica y diversa, amante y respetuosa de la dignidad humana y de la naturaleza, con una voluntad inquebrantable de cooperación y unidad con nuestras hermanas y hermanos latinoamericanos.
Arauz lidera, desde el presente y hacia el futuro, un proyecto histórico emancipatorio que trabajará, tal como establece la carta política, en la consecución de una real justicia social y la edificación de un país intercultural y plurinacional libre de discriminación y pobreza. Reconstruirá el Estado social garante de derechos fundamentales como educación, salud, alimentación y seguridad social, entre otros, para distribuir equitativa e igualitariamente la riqueza socialmente producida en aras de la concreción de la vida en plenitud del pueblo, dejando el pasado atrás y procurando realizar el Sumak Kawsay, el Buen Vivir para todxs.[i]
El proyecto de Lasso, por el contrario, apunta contra todo lo que establece la Constitución, no solo ahora, sino desde hace más de una década. En su actual plan de gobierno[ii] se refiere a ella como la causante de “males”, generadora de un marco inadecuado que erosiona el Estado de Derecho, el funcionamiento de las instituciones y las “libertades” civiles. Palabras más, palabras menos, propugna una evaluación integral de la misma para derogar regulaciones y normativas que impiden la privatización o rentabilización de lo público, que afectan la omnipresente “seguridad jurídica” para vender el país más fácilmente a los “inversores” y que restan poder a los dueños del mercado por sobre la intervención del Estado en la economía y las finanzas.
La retórica neoliberal de su plan es brutal pero persuasiva a la vez: una mano de hierro escondida en un guante de seda.[iii] Nada nuevo para quien ha señalado repetidamente[iv] la imperiosa necesidad de una Asamblea Constituyente para sustituir la actual Carta Magna por una nueva, claro está, a la medida de sus intereses económicos y los de las clases económicamente dominantes, financieras y mercantiles, nacionales e internacionales, a las que se debe. Qué decir de su socio político, Jaime Nebot, que siempre se ha opuesto públicamente en contra de ella y ha intentado mediante distintos mecanismos y acciones jurídico-políticas modificar sus ejes vertebradores.[v] Ambos, finalmente, han insistido permanentemente y de distintos modos, en que la Constitución ha sido el aval de la “dictadura correísta”.
Así como se lee: la Constitución más anti-neoliberal y democrática, que más derechos ha reconocido y mayor bienestar ha generado para el pueblo en la historia de nuestro país ha sido, según ellos, el origen de “males” ¿Alguna vez durante estos años, por ejemplo, habrán opinado o manifestado lo mismo respecto de constituciones neoliberales, como la de la dictadura pinochetista –hoy moribunda— en defensa de las “libertades”, contra el “totalitarismo” y la represión? ¿O, en realidad, han co-gobernado con Moreno en la aplicación del programa neoliberal del FMI que incrementó las tasas de pobreza y desempleo, y destruyó derechos laborales, incluso, en el marco de la actual pandemia? En el “Reino del Revés” Lasso-Nebot son el ladrón y el juez a la vez.
Queda claro, en este sentido, que el objetivo ulterior, más allá del cacareado discurso político y mediático sobre la obligada “des-correización” del Estado y de la sociedad para “recuperar” la democracia, siempre fue, es y será la “des-constitucionalización” –si se nos permite el uso del término— del Estado y de la sociedad, en favor del dominio y los intereses del mercado por sobre dichos ámbitos.
En otras palabras, el odio al “correísmo”, fabricado, gestionado, fagocitado y diseminado por distintos mecanismos y dispositivos es, en el fondo, la aversión y radical rechazo a todos los principios constitucionales que definitivamente establecieron y/o abrieron el camino para un nuevo modelo alternativo de desarrollo histórico[vi] -más allá de sus avances o futuras mejoras—, que posibilitaron la transformación de la sociedad ecuatoriana no solo en términos del funcionamiento y orientación soberana de las instituciones jurídico-políticas o de las dinámicas económicas en relación con el bienestar social erigido desde lo público, lo común; sino, sobre todo, en relación con estructuras socioculturales que permitieron romper con el patrón histórico de dominación política, económica y cultural de la élites, con el imperio del sentido común neoliberal-neocolonial que quisieron arraigar en la población durante décadas y que hoy intenta rearmar el banquero candidato.
Así, no hay interrogantes sino certezas por doquier de que Lasso ha sido co-partícipe de un gobierno que aplicó varios y relevantes ejes de su programa neoliberal a través de “cuadros” políticos[vii] que respondían a su organización e ideología política y económica y mediante “acuerdos” de gobernabilidad en la Asamblea[viii]. Además apoyó y co-gestionó, en conjunto con la Embajada y las empresas de comunicación dominantes, cada uno de los cuatro tiempos del patético gobierno de Moreno, en tanto crónica de una crisis anunciada por la “gobernabilidad del reparto” que, finalmente, estalló por los aires, a saber: (1) el tiempo de la traición, al movimiento y programa político que lo puso en el poder en 2017; (2) el de la des-institucionalización/des-constitucionalización, que avanzó a partir del Referéndum y Consulta Popular de 2018, acelerando las políticas de ajuste neoliberal; (3) el de la persecución y represión, que ejecutó una guerra jurídica contra opositores y el neoliberalismo armado que reprimió a la población en Octubre de 2019; y, finalmente, (4) el de decadencia e implosión, que desde el 2020 hasta la actualidad ha mostrado la más vil y cínica de las caras de un gobierno absolutamente deslegitimado y aborrecido por la sociedad debido, por ejemplo, a la aprobación de la mal llamada “Ley Humanitaria”, que precarizó brutalmente las condiciones de los trabajadores durante la pandemia, y por los múltiples actos de corrupción y negligencias criminales en la gestión de la misma, donde resaltan últimamente los “vacunados VIP”.
Ahora bien, Octubre de 2019 fue la más palpable y detestable expresión del neoliberalismo armado que, con seguridad, continuará si Lasso-Nebot llegaran al poder. Pero ¿qué es el neoliberalismo armado y qué podemos esperar con la radicalización del programa neoliberal que Lasso quiere implementar? Vale extenderse en las siguientes citas para comprender lo que está en juego hacia el futuro. Al respecto, Murillo y Seoane puntualizan que
(…) el intento de profundización de las políticas neoliberales en la región latinoamericana ha venido acompañado de la promoción de un diagrama sociopolítico tendiente a la militarización de las relaciones sociales (…) verificable en el incremento de la presencia de bases y operativos militares estadounidenses en el continente (…) [y] una política crecientemente represiva que, a través de diferentes instrumentos, persiga particularmente la penalización de la protesta social y la criminalización de los sectores pauperizados y excluidos, aquellos que resultan más castigados y que crecen de manera inevitable bajo la aplicación del recetario neoliberal.[ix]
Boron, por su parte, complementa y nos advierte que
Dada la proliferación y la fortaleza de los movimientos contrarios al neoliberalismo no sorprende su explícita transformación en una doctrina y una práctica fuertemente autoritarias (…) [que] fue progresivamente abandonando su fachada falsamente democrática y demostró que en el fondo no era otra cosa que un proyecto reaccionario y autoritario de contrarreformas que pretendía disimularse en la supuesta racionalidad y anonimato del mercado. (…) [Así] el neoliberalismo elabora estrategias defensivas y comienza a desarrollar un discurso y una práctica orientados a la militarización de la política y a la criminalización de la protesta social. (…) El neoliberalismo, despojado de todas sus artificiosas justificaciones morales, se presenta ahora desnudo, fuertemente armado y dispuesto a todo. Ante esto sería bueno que los movimientos sociales latinoamericanos y, sobre todo, las siempre titubeantes buenas almas progresistas, recordasen la sentencia que el Dante inscribiera en la entrada del Séptimo Círculo del Infierno: “este lugar, el más horrendo y ardiente del infierno, está reservado para aquellos que en tiempos de crisis moral optaron por la neutralidad.[x]
En relación con lo citado, queda claro que la mayoría de las y los ecuatorianos, incluso un porcentaje de honestos votantes engañados por las promesas y mentiras de Lasso, no van a aguantar, ni tolerar, una mayor destrucción de sus vidas, de sus medios de subsistencia, de la salud, educación o seguridad de sus hijxs, como en estos últimos cuatro años del co-gobierno de Lasso y Moreno. Si llegara a ganar la contienda electoral, la única forma que tendrá el banquero de llevar a cabo sus verdaderos objetivos neoliberales –luego de un muy corto periodo de evasivas y simulaciones, tal como hizo Macri en Argentina— será el uso de la fuerza, pura y dura, el “legítimo” uso de la violencia estatal en contra de la población en “defensa” de su democracia secuestrada. Un renovado neoliberalismo armado que se defenderá, como lo hizo en Octubre, de las supuestas “clases peligrosas”, creando enemigos internos y llevando a cabo una política ampliada de disciplinamiento social. Así, en el “Reino del Revés” un año podría durar un mes…
En ese escenario, el voto nulo debe ser abordado muy críticamente, más allá de la vacua antinomia “correísmo-anticorreísmo” en la que han querido encorsetar al candidato a presidente, Andrés Arauz, tanto los medios de comunicación, como actores de distintos signos políticos. En este sentido, podríamos identificar/caracterizar, a grandes rasgos, tres tipos de voto nulo que se sustentan en diferentes razonamientos/posicionamientos, a saber:
El primero, que consideramos el menos “ideológico” y no muy convencido de votar nulo, responde sobre todo a las permanentes campañas mediáticas que durante cuatro años el gobierno de Moreno y sus aliados coyunturales diseminaron para sembrar odio, confusión, indignación y reacción contra quienes fueron identificados como la “mafia correísta”. Este votante, preocupado más de su cotidiano subsistir y “politizado” fundamentalmente en épocas electorales, si bien reconoce moderada pero sensatamente los beneficios de los diez años de Revolución Ciudadana, está “agotado” de la antedicha antinomia o terminó “comprando” parte de la masiva e intensa campaña sucia. Pero, al mismo tiempo, también tiene claro que no quiere otro “feriado bancario” o políticas que terminen por afectar su empleo o sus ingresos, a las que identifica con el candidato banquero.
Por lo tanto, vota nulo como una forma de “protesta” o rechazo ante el “ruido” que un lado y el otro le generan o porque finalmente lo terminaron de orientar hacia la reflexión de que “todos son lo mismo”. Sin embargo, este votante, debilitado por la crisis y el bombardeo mediático, está más cercano de votar por Arauz en última instancia, dada la coyuntura en la que, con claridad, está informado del desastre social que las políticas del co-gobierno de Lasso y Moreno han tenido para él/ella y su familia.
El segundo, es un voto nulo solapado que, más allá de sus manifestaciones públicas, tiende a ir por derecha. Es decir, es un voto que se declara como nulo pero desea fervientemente, por fuerza de la convicción o de la ficción mediática, que pierda Arauz. Lo identifica, a este último, como un sujeto despersonalizado y reducido a múltiples estereotipos personales y políticos basados en desinformación diseminada en redes y por las empresas de comunicación que apoyan la candidatura de Lasso. Si bien el banquero tampoco los convence por razones de la historia, pesa en ellos mucho más su frenético y fabricado odio a la figura de Correa y hacia todo aquel que se relacione con su proyecto.
Es un voto reactivo, individualista, que no le importa las consecuencias de la amplificación de la miseria social sino, incluso, está presto a “pescar” a río revuelto en función de sus intereses que, finalmente, coinciden más con la derecha neoliberal que con el progresismo anti-neoliberal. Aquí encontramos a un voto “nulo” con adscripción política, partidaria u organizativa, más “ideologizado”, si se quiere, en relación con esos marcos de pertenencia; pero con un sentido absolutamente quemeimportista sobre el devenir de la sociedad. A la hora de los papeles, no le importa votar por el neoliberalismo, ni medir las consecuencias sociales de aquello, sino ver derrotado al progresismo, su principal adversario político. Apelan a discursos y vías políticas des-ideologizantes pero con claros objetivos de poder vinculados con los intereses de las clases dominantes, con quienes comparten el “enemigo” y, por ello, son aliados “naturales”.
Finalmente, el tercero, es el voto nulo, diríamos, más complejo de caracterizar y analizar, por su relevancia en la disputa política sobre el horizonte de sociedad contrapuesto al capitalismo neoliberal. Es el auto-denominado voto nulo ideológico que, diáfanamente, se sitúa en la izquierda: marxista, revolucionaria, comunista, anticapitalista, antimperialista, anticolonial, feminista e incluso, anarquista. Es un voto que, consideramos, está más informado y formado en términos del conocimiento sobre la realidad histórico-concreta y más consciente de lo que está en juego en la coyuntura sociopolítica. Es un sujeto, podríamos aseverar, fuertemente comprometido con la necesidad de luchar para lograr el bienestar social integral de las mayorías sociales golpeadas por el neoliberalismo armado. Y es justamente allí donde reside, más allá de matices programáticos y modos de articular la transformación social, la relevante cercanía con la izquierda progresista que representa Andrés Arauz; y, claro está, también el abismo que lo separa de la propuesta de Lasso. Es decir, más allá del grado de radicalidad, existe un horizonte compartido con el proyecto popular anti-neoliberal, el de una sociedad libre de explotación e injusticias sociales.
Pero existe en este posicionamiento, el voto nulo ideológico de izquierda, una limitación y/o consecuencia que termina siendo muy delicada, por no decir grave y fuertemente contradictoria en relación con los resultados que procura a través de sus objetivos anticapitalistas. Sin soslayar una serie de discusiones mucho más extensas sobre, por ejemplo, las tensiones entre reforma o revolución, solo mencionaremos una primerísima idea-fuerza que deberá ser largamente desarrollada en un formato distinto al presente, referida a una cuestión central en la teoría marxista: la lucha de clases.
Si se abreva en el análisis histórico desde la perspectiva de la lucha de clases y cómo ésta permite el avance de las clases explotadas y oprimidas hacia su liberación, modificando la correlación de fuerzas entre la burguesía y el proletariado, el capital y el trabajo, en favor de la unidad e intereses proletarios, cabe preguntarse: ¿quiénes, en la coyuntura política electoral y mucho más allá, están articulando diversas fuerzas sociales y políticas para constituir un bloque histórico contra-hegemónico anti-neoliberal, una voluntad colectiva plurinacional y popular que permita modificar la correlación de fuerzas en función de los intereses de las clases trabajadoras contra el capitalismo neoliberal? Debilitar y no fortalecer dicho bloque es un error histórico y ético de envergadura, dados los padecimientos que las clases populares vienen sufriendo en estos cuatro años y que quieren ser perpetuados por el candidato banquero. Sumarse hoy a esa voluntad colectiva en construcción, que viene disputando la “visión del mundo” del capitalismo neoliberal sin más, que procura modificar la correlación de fuerzas sociales, culturales, políticas y económicas en favor del bloque popular plurinacional, es un deber ético y político.
El purismo ideológico termina desconectándose de la realidad concreta de la lucha de clases. En el momento actual se dirime la posibilidad de reconstruir la prosperidad del pueblo o arraigar la dominación racista y clasista de las oligarquías. El voto nulo ideológico de izquierda no aporta en nada a la lucha de clases contra el fascismo neoliberal en ciernes. Se puede mantener una identidad y praxis revolucionarias, marcar diferencias programáticas con el progresismo anti-neoliberal, pero no estar en contra de este y terminar siendo absolutamente funcional a la derecha anti-popular y pro-imperialista. Así no se acuerde con las lógicas de la democracia liberal y representativa, sin duda el proceso electoral también forma parte de la lucha de clases y es una de las herramientas relevantes para romper con la hegemonía del capital. Aquí no existe “robo de banderas” sino una necesidad de unidad contra la miseria planificada neoliberal.
Por último, dentro de este colectivo hay perspectivas “catastrofistas” que hacen mucho daño: la revolución y la toma de conciencia llegarán cuando la agudización de las contradicciones sean inmanejables y el caos reine en la sociedad. Es una “lectura” que nada contribuye a vencer a los adversarios de clase que, por el contrario, siempre encuentran mecanismos de reconstitución de su poder, sea por la fuerza de las armas o del engaño, o las dos cosas a la vez. Tales “interpretaciones” distorsionan la realidad y terminan, directa o indirectamente, reforzando al bloque de la dominación capitalista y sus soluciones violentas para superar las crisis orgánicas, dado que, por ahora, tienen a su favor los inmensos aparatos represivos del Estado.
En suma, el voto nulo no es opción válida si nos interesa cambiar nuestras condiciones de vida y las de nuestros semejantes. Es un voto funcional al neoliberalismo armado, a Lasso y su proyecto de muerte, cuestión nada exagerada si se observan los hechos que se han suscitado a lo largo de los cuatro años de su co-gobierno con Moreno.
Andrés Arauz, como presidente del Ecuador, y las fuerzas sociales y políticas que lo constituirán como tal, tienen dos desafíos enormes: por un lado, re-constitucionalizar el Estado, la sociedad y, por qué no, el mercado, en función de los intereses de las mayorías sociales hoy vapuleadas por la crisis sanitaria y económica. Es, por tanto, el momento de tomar decisiones sin titubeos sobre quiénes van a asumir los costos de la crisis económica generada no solo por la pandemia sino por el capitalismo neoliberal.
Y, por otra parte, acelerar la historia para concretar una verdadera sociedad plurinacional e intercultural que requiere, según Paulina Palacios, de una radical reforma política del Estado que permita la constitución de la democracia plurinacional como alternativa epistémica a la democracia representativa y liberal. En efecto, nos dice la autora
la democracia plurinacional resinificaría los ámbitos de participación transformando completamente el sistema político ecuatoriano, esto es, modificando la geografía de las relaciones de poder existentes, no en función de la hegemonía de nuevos actores, en este caso, los indios, sino –y justamente– rompiendo esas hegemonías e instaurando relaciones equitativas y justas. La democracia plurinacional implica incorporar el ser comunitario en la construcción y constitución de la polis. La democracia plurinacional es un concepto que tiene que ver con la constitución política del sujeto comunitario y el cambio de las coordenadas más profundas del discurso clásico de la política; y, obviamente, tiene que ver con el rediseño institucional del Estado, incluyendo sus sistemas de representación política. La democracia plurinacional es una propuesta que supondría modificaciones en todas las estructuras estatales, en las normas y procedimientos que rigen las instituciones, la justicia, las políticas públicas. Es el deber-ser político de un sujeto histórico que apela a la diferencia para transformar las relaciones de poder, la exclusión, la explotación, la discriminación y la violencia de un sistema que no sólo ha sido construido sin él, sino, más bien, contra él.[xi]
De este modo, y retomando a Gramsci, nos encontramos ante un viejo mundo que se muere, que está agónico, moribundo, y uno nuevo que tarda en aparecer, en afirmarse, pero que, sin duda, ya nació y está en crecimiento. Es el momento, entonces, de cerrar el féretro del pasado y definitivamente enterrar al capitalismo neoliberal. No podemos ceder ni un solo espacio para que resurjan o se conserven monstruos que atentan contra el pueblo. Hay una generación política que debe extinguirse, para que una nueva se edifique y corrija, enmiende y supere sus errores que tanto han hecho sufrir a la sociedad. Entonces, lo viejo debe terminar de morir pero luchará violentamente por seguir siendo dominante, aunque se sabe perdido. En ese marco, lo nuevo debe estar unido para crecer y florecer permanentemente, encolumnándose detrás de una causa y no de una persona, persuadiendo y convenciendo no con palabras sino con el ejemplo.
En este sentido, podríamos plantear que el miedo que tienen todos los opositores a Arauz es que intuyen que su gobierno, muy posiblemente, cumplirá con las expectativas del pueblo esperanzado, más allá de conflictos o cuestiones problemáticas por resolver, propias de la gestión y dinámica estatal y social. Muchos de ellos desean, por ese motivo, el triunfo de Lasso, porque saben que su gobierno radicalizará la miseria y en ese escenario ellos podrían presentarse, supuestamente, como la alternativa frente al caos ¿a costa de la destrucción del país? El gran objetivo, por lo tanto, no es solo que no triunfe Arauz, sino debilitar al máximo al progresismo porque tienen resentimiento que hoy y mañana, muy posiblemente, siga siendo la principal fuerza social, política y electoral del Ecuador anti-neoliberal.
Para finalizar, coincidimos y hacemos nuestras las palabras de García Linera en torno de los temas que la izquierda progresista debe asumir en la batalla por el sentido común, por el horizonte predictivo de la sociedad, de aquí en adelante: la democratización política y económica, teniendo a la lucha contra la explotación como eje fundamental pero no solo en términos de la redistribución de la riqueza, sino también de la democratización de la formas de concentración de la gran propiedad; la des-racialización y la des-colonizacion de las relaciones sociales, de los vínculos entre los pueblos y las personas, incluso al interior de las propias organizaciones; los procesos de des-patriarcalización y la reivindicación de las soberanía de las mujeres sobre la gestión de sus cuerpos y de sus vínculos; un ecologismo social que no mire a la naturaleza como un parque, sino como una relación con la sociedad, por ello, un ecologismo social enfocado en el restablecimiento del metabolismo racional entre ser humano y naturaleza, tomando en cuenta las necesidades sociales, la satisfacción de necesidades básicas e imprescindibles de la gente más humilde, de los pobres, de los trabajadores. Y, finalmente, un internacionalismo entre las fuerzas progresistas, entre los pueblos y las luchas sociales. En estos convulsos tiempos sociales, hay que innovar colectivamente/asociativamente la lucha colectiva, para inventar nuestro propio destino y producir lo que queremos hacia el futuro.[xii]
Jpsnp/4.10.21
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[1] Constitución de la República del Ecuador (2008)
[1] CREO-PSC (2021). Plan de trabajo 2021-2025 de Guillermo Lasso. https://guillermolasso.ec/wp-content/uploads/2020/10/Plan-de-Gobierno-Lasso-Borrero-2021-2025-1.pdf
[1] Ansaldi, W. (2017). ¿Clase social o categoría política? Una propuesta para conceptualizar el término oligarquía en América Latina. Revista e-l@tina, 15(60), 40-47. https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/elatina/article/view/2349/pdf_14
[1] S/N (7 de marzo de 2017). Ecuador: candidato opositor propone reformar la constitución. Deutsche Welle. https://www.dw.com/es/ecuador-candidato-opositor-propone-reformar-la-constituci%C3%B3n/a-37833495
[1] Albán, A. (29 de enero de 2021). La consulta popular del exalcalde Jaime Nebot y grupos sociales se queda sin el visto bueno de la Corte Constitucional. Diario Expreso. https://www.expreso.ec/actualidad/consulta-popular-exalcalde-jaime-nebot-otros-queda-visto-bueno-corte-constitucional-97898.html
[1] Quintero, R. (2008). La Constitución del 2008.Un análisis político. Quito: Abya-Yala.
[1] Aguilar, R. (8 de marzo de 2021) Moreno entregó a Lasso el manejo de la policía y de la economía», expresa Ramiro Aguilar. Radio LaCalle. https://radiolacalle.com/moreno-entrego-a-lasso-el-manejo-de-la-policia-y-de-la-economia-expresa-ramiro-aguilar/
[1] Burbano, M. I. (6 de agosto de 2019). Guillermo Lasso reconoce que hubo un acuerdo de ‘gobernabilidad’ con el Presidente Moreno. Pichincha Comunicaciones. http://www.pichinchacomunicaciones.com.ec/guillermo-lasso-reconoce-que-hubo-un-acuerdo-de-gobernabilidad-con-el-presidente-moreno/
[1] Murillo, S. (2012). Posmodernidad y Neoliberalismo: reflexiones críticas desde los proyectos emancipatorios de América Latina. Buenos Aires: Luxemburg.
[1] Boron, A. (2005). Raíces de la resistencia al neoliberalismo. Voltairenet.org. https://www.voltairenet.org/article123663.html
[1] Palacios, P. (2005). Construyendo la diferencia en la diferencia: mujeres indígenas y democracia plurinacional, en Pablo Dávalos (comp.), Pueblos Indígenas, Estado y democracia, Buenos Aires: CLACSO. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20101026012655/14Palacios.pdf
[1] García Linera, A. Curso Internacional Formación Política 2021 (5 de marzo de 2021). Conferencia desde la primera línea: Álvaro García Linera https://www.youtube.com/watch?v=s9-pUOH6VIw
[1] CREO-PSC (2021). Plan de trabajo 2021-2025 de Guillermo Lasso. https://guillermolasso.ec/wp-content/uploads/2020/10/Plan-de-Gobierno-Lasso-Borrero-2021-2025-1.pdf
[1] Ansaldi, W. (2017). ¿Clase social o categoría política? Una propuesta para conceptualizar el término oligarquía en América Latina. Revista e-l@tina, 15(60), 40-47. https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/elatina/article/view/2349/pdf_14
[1] S/N (7 de marzo de 2017). Ecuador: candidato opositor propone reformar la constitución. Deutsche Welle. https://www.dw.com/es/ecuador-candidato-opositor-propone-reformar-la-constituci%C3%B3n/a-37833495
[1] Albán, A. (29 de enero de 2021). La consulta popular del exalcalde Jaime Nebot y grupos sociales se queda sin el visto bueno de la Corte Constitucional. Diario Expreso. https://www.expreso.ec/actualidad/consulta-popular-exalcalde-jaime-nebot-otros-queda-visto-bueno-corte-constitucional-97898.html
[1] Quintero, R. (2008). La Constitución del 2008.Un análisis político. Quito: Abya-Yala.
[1] Aguilar, R. (8 de marzo de 2021) Moreno entregó a Lasso el manejo de la policía y de la economía», expresa Ramiro Aguilar. Radio LaCalle. https://radiolacalle.com/moreno-entrego-a-lasso-el-manejo-de-la-policia-y-de-la-economia-expresa-ramiro-aguilar/
[1] Burbano, M. I. (6 de agosto de 2019). Guillermo Lasso reconoce que hubo un acuerdo de ‘gobernabilidad’ con el Presidente Moreno. Pichincha Comunicaciones. http://www.pichinchacomunicaciones.com.ec/guillermo-lasso-reconoce-que-hubo-un-acuerdo-de-gobernabilidad-con-el-presidente-moreno/
[1] Murillo, S. (2012). Posmodernidad y Neoliberalismo: reflexiones críticas desde los proyectos emancipatorios de América Latina. Buenos Aires: Luxemburg.
[1] Boron, A. (2005). Raíces de la resistencia al neoliberalismo. Voltairenet.org. https://www.voltairenet.org/article123663.html
[1] Palacios, P. (2005). Construyendo la diferencia en la diferencia: mujeres indígenas y democracia plurinacional, en Pablo Dávalos (comp.), Pueblos Indígenas, Estado y democracia, Buenos Aires: CLACSO. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20101026012655/14Palacios.pdf
[1] García Linera, A. Curso Internacional Formación Política 2021 (5 de marzo de 2021). Conferencia desde la primera línea: Álvaro García Linera https://www.youtube.com/watch?v=s9-pUOH6VIw