El orden mundial tripartito y una «guerra mundial híbrida»
Observatorio de la crisis DMITRY ORLOV 17 de noviembre de 2021
Recientemente, el general Mark Milley – el oficial militar de más alto rango de Estados Unidos- ha hecho pública su opinión en asuntos geopolíticos estratégicos: el mundo ya no es unilateral (con Estados Unidos como el poder hegemónico incuestionable) o bilateral como lo fue con Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría ha dicho… ahora el poder global es tripartito con Estados Unidos, Rusia y China en guerra. El término que utilizó Milley en el Foro de Seguridad de Aspen el pasado 3 de noviembre fue exactamente “una guerra tripolar”.
Viniendo de quien viene, esta declaración pretende sembrar la confusión en la opinión pública norteamericana: ni Rusia ni China han pensado atacar a Estados Unidos y, este país, otrora única superpotencia, ahora no está en condiciones de atacar ni a Rusia ni a China.
Estados Unidos acaba de ser derrotado en Afganistán de manera humillante, sus fuerzas armadas abandonaron 80 mil millones de dólares en material de guerra y dejaron en el camino a miles de servidores en su apresurada retirada. Algo similar está a punto de ocurrirle en Siria y en Irak . Y, hace un par de semanas los iraníes han humillada a su marina en una escaramuza por un barco petrolero. Patentemente, Estados Unidos no está en condiciones de atacar a nadie.
Entonces, ¿qué nos quiere decir el general Milley? Puede que sus palabras no sean inteligentes, pero Mark Milley está bailando al ritmo que marca la Casa Blanca y muchos pueden entenderlo como una amenaza encubierta.
Nosotros, de partida, no creemos que sea posible una “guerra tripartita”.
En lo que respecta a Rusia, el general Valery Gerasimov, es el autor de una doctrina militar que sostiene que hoy es muy posible obtener objetivos estratégicos utilizando medios no militares, con disciplina, coordinación, seguridad y control.
La doctrina del general Gerasimov tiene un parecido asombroso con la doctrina de “conflictos dilatados” de China. Esto indica que Rusia y China han armonizado sus estrategias defensivas. Estas doctrinas militares están diseñadas para amplificar las ventajas naturales de ambos países, al tiempo que colocan a Estados Unidos en desventaja.
No está claro si Milley es capaz de comprender estos asuntos, sin embargo, dado que es el jefe máximo del Pentágono, debemos tomar sus palabras al pie de la letra y descifrar lo que podría significar su “guerra tripolar”.
La doctrina rusa y china dan una ventaja a los países con estructuras de poder centralizadas (China y Rusia) y perjudican a una nación como Estados Unidos, que tiene una élite de poder dividida y muchas agencias gubernamentales y privadas que compiten entre sí por el control del espionaje y de los medios.
Actualmente Rusia tiene otra importante ventaja: armas avanzadas. Por el momento Estados Unidos no tiene una respuesta eficaz para este armamento. Estoy hablando de misiles hipersónicos, de sistemas de guerra por radio y, de una enorme base de recursos energéticos.
La ventaja de China está en una disciplinada fuerza laboral que produce una amplia gama de productos que Estados Unidos está obligada a importar para evitar que su economía colapse. Por otro lado, tanto China como Rusia están en desventaja si quisieran enfrentarse a la engrasada maquinaria militar que Estados Unidos ha desarrollado para intervenir o invadir a otras naciones.
Las respuestas de China y Rusia a las amenazas estadounidenses son diferentes: mientras los chinos construyen cortafuegos y utilizan estrictos controles sociales, la estrategia de los rusos permite que la infección actúe para que el sistema inmunológico social cree los anticuerpos que neutralicen el ataque norteamericano.
Rusia ha trazado líneas rojas ante la propaganda enemiga, la incitación a la rebelión armada, la promoción del terrorismo, etc. De esta manera, Rusia puede compensar una desventaja y convertirla en una ventaja, sobretodo porque Occidente se está volviendo cada vez más antidemocrático y autoritario.
¿Por qué China y Rusia desarrollan este tipo de estrategias en lugar de prepararse para un conflicto militar convencional o nuclear? La respuesta cae por su peso, tanto una guerra convencional como una guerra nuclear es una locura completa, sin ningún ganador.
A pesar que ambos países están ahora bastante por delante de EEUU en el desarrollo de armas de última generación, ni Rusia ni China son naciones especializadas en guerras de agresión. Por su parte, Estados Unidos es un matón que ha escogido agredir sistemáticamente a países débiles, que claramente no representan ninguna amenaza real para su seguridad (ha bombardeado 24 países después de la Segunda Guerra Mundial).
Si Estados Unidos llegará a lanzar un ataque convencional contra Rusia (o China) el resultado para esta ex única súper potencia sería con toda seguridad fatal: centros de mandos destruidos; bombarderos y cohetes derribados; barcos hundidos; bases militares e instalaciones portuarias en el suelo. Entonces, Estados Unidos quedaría a merced de sus oponentes y sus élites políticas, probablemente, serían reemplazados por una nueva generación que se comprometa con la coexistencia pacifica.
En el peor de los caos sí EEUU, en un ataque de locura, utilizara la vieja estrategia denominada MAD (destrucción mutua asegurada) el resultado sería aún peor. Veamos ¿porque?: primero, porque de la tríada de nuclear de Estados Unidos, sólo el componente submarino sigue siendo viable. Ninguno de los misiles Minutemen han sido probados en mucho tiempo. Y, estos misiles balísticos – una vez finalizada su fase de impulso- siguen una trayectoria inercial perfectamente predecible, lo que los convierte en blancos fáciles para los nuevos sistemas de defensa aérea de Rusia.
En cuanto a defensas aéreas, es importante destacar que Rusia y China han integrado sus sistemas de alerta temprana; China tiene hoy en día, al menos, cuatro divisiones de sistemas de defensa aérea rusos S-400 Triumph y planea agregar más.
En el sector nuclear aerotransportado el pilar estadounidense sigue siendo los Boeing B-52, el más joven de estos aviones tiene casi 60 años, navega a 260 nudos y a 34000 pies de altura. Los B-52 son lo opuesto al sigilo en aviones de guerra, hecho que, también, facilita su derribo a una distancia de varios cientos de kilómetros. Por tanto, solo les queda misiles de crucero, que vuelan a Mach 0.65, que son igualmente objetivos fáciles para las defensas aéreas modernas. Y aunque su fuerza aérea tiene bombarderos furtivos nuevos, estos NO son demasiado sigilosos y deberían ser colocados en la misma categoría que los B52.
Aclarando las cosas: los submarinos nucleares estadounidenses si que son eficaces como elemento disuasorio, estos sumergibles tienen capacidad de acercarse y lanzar un ataque de misiles con una alta probabilidad de atravesar las defensas aéreas de Rusia o China. El problema es que una inevitable respuesta causaría daños fatales e inaceptables para la población estadounidense. Esto los hace casi inútiles como arma ofensiva.
Agreguemos a esto la actual doctrina nuclear de Rusia; para los rusos cualquier ataque contra su territorio, abriría la puerta a una represalia nuclear. Lo ha dicho explícitamente Vladimir Putin: Rusia contraatacará no solo los lugares desde los que se lanza el golpe sino también a los centros de toma de decisiones.
Rusia tiene misiles supersónicos, esto significa que pueden llegar mucho antes a sus objetivos que los anticuados misiles de la ex súper potencia. Si EEUU lanzara un ataque, quienes lo hicieran estarían muertos antes de que pudieran descubrir si su ataque logró causar algún daño.
Hay expertos que opinan que una guerra podría estallar al igual que ocurrió con la Primera Guerra Mundial, que se desencadenó por la confluencia de un conjunto de accidentes infelices. Pero, hay una gran diferencia: hace 100 años los líderes militares y civiles no tenían misiles hipersónicos apuntando directamente a sus cabezas. Pensaban que la guerra se libraría lejos de sus palacios, cuarteles generales y mansiones señoriales. Estaban bastante equivocados, pero lamentablemente pensaban algo parecido a esto: ¿por qué no poner a prueba nuestra destreza industrial mientras sacrificamos las vidas de millones de campesinos inútiles?
Ahora la situación es diferente: cualquier provocación sustancial será un disparador automático de autodestrucción y todas las partes lo saben. Por supuesto, habrá provocaciones menores, como la Armada de los Estados Unidos navegando por el Estrecho de Taiwán o en el Mar Negro, cerca de las costas de Crimea.
A su vez, rusos y chinos subirán un poco la apuesta ahuyentándolos con un mensaje de radio o con algunos disparos aislados. Pero ambas partes saben que deben ser muy cuidadosas porque cualquier error grave exige una desescalada inmediata y puede implicar una gran pérdida de prestigio. Y como dice el refrán, “sería peor que un crimen, sería un error”.
Es probable que las provocaciones de Estados Unidos lo debiliten con el tiempo. La ex única potencia mundial ha perdido la carrera armamentista y es poco probable que se ponga al día en el corto plazo.
Una cuestión está clara, ni Rusia ni China tienen la menor intención de atacar a Estados Unidos. No hay ninguna razón para hacerlo. La estrategia que comparten supone, correctamente, que Estados Unidos esta perdiendo influencia, sin recurrir a la acción militar a gran escala.
Mantener una postura defensiva fuerte es suficiente para China y Rusia. Por lo tanto, todo lo que le queda al Pentágono son las llamadas guerras híbridas: guerras financieras en forma de sanciones, impresión masiva de dólares sin respaldo, lavado de dinero a gran escala, guerra informativa de los medios y por Internet, guerras utilizando nuevos patógenos, drogas, etc.
Ahora, si el general Milley cree que puede llegar a provocar un conflicto entre China y Rusia, no solo está totalmente equivocado, está delirando. Estos dos países vecinos son sinérgicos. China tiene una enorme capacidad productiva y exportadora, con una gran industria diversificada, pero tiene recursos naturales limitados. Rusia, tiene recursos naturales virtualmente ilimitados, pero se ha desarrollado sólo en sectores estratégicos como la energía, la exportación de alimentos y los sistemas de armas de defensa.
Con la precipitada salida de Estados Unidos de Afganistán, muchas pequeñas naciones europeas están buscando un nuevo padrino. Tanto los chinos como rusos no están dispuestos a jugar este juego. Mientras el comercio chino y la seguridad rusa (incluida la seguridad energética) estén funcionando estas naciones estarán obligados a ganarse su propio sustento. A las naciones del este de Europa les será muy difícil ganarse la colaboración del pueblo ruso (los rusos se han hartado de su duplicidad). Su única opción será congraciarse con China.
Durante la década de 1990, mientras China se transformaba en la fabrica del mundo y Rusia se recuperaba del colapso de la Unión Soviética, Estados Unidos se posicionó como “la nación indispensable”. Lo hizo llevándose la parte del león de los recursos y productos manufacturados a cambio de dólares sin respaldo y utilizando la amenaza militar contra cualquiera que se atreviera a disputarle su poder hegemónico.
Hoy Rusia y China se complementan y lo más probable es que sigan trabajando entre sí en lugar de enfrentarse. Y, sin embargo, en sus delirios el general Milley desea librar una guerra tripolar contra dos polos que no se pelearán entre sí y que tampoco tienen ganas de pelear con Estados Unidos, solo quieren que la CIA y las tropas estadounidenses hagan las maletas, se vaya a casa y no oscurezca el horizonte de Eurasia.
Estados Unidos no está en posición de desafiar a Rusia ni a China. Menos a ambas naciones juntas. En tales circunstancias, ¿qué puede hacer entonces una burocracia militar gigante, generosamente financiada, corrupta y disfuncional para justificar su existencia? La respuesta es simple: ejecutar pequeñas travesuras como por ejemplo el reconocimiento de Juan Guaidó, presidente fantasma de Venezuela o de la “lideresa” Tikhanovskaya, que no pudo derrotar a Lukashenko en Bielorrusia.
Finalmente, en lo que respecta a la democracia, un concepto valioso que se aplica de manera diferente en cada nación, Estados Unidos sigue dando una imagen lamentable. En las ultimas elecciones no solo voto la mitad de quienes deben ejercer ese derecho sino también más de la mitad del electorado se siente que fue engañado por los políticos de Washington. En la Unión Europea las cosas no pintan mejor, quienes deciden son los pomposos burócratas neoliberales asentados en Bruselas, que no han sido elegidos por sus pueblos.
Mientras tanto Joe Biden está trabajando para convocar a una asamblea virtual de naciones que él considera democráticas y el general Mark Milley esta limpiando su arma, preparándose para luchar en una inexistente Tercera Guerra Mundial contra Rusia y China.
Viniendo de quien viene, esta declaración pretende sembrar la confusión en la opinión pública norteamericana: ni Rusia ni China han pensado atacar a Estados Unidos y, este país, otrora única superpotencia, ahora no está en condiciones de atacar ni a Rusia ni a China.
Estados Unidos acaba de ser derrotado en Afganistán de manera humillante, sus fuerzas armadas abandonaron 80 mil millones de dólares en material de guerra y dejaron en el camino a miles de servidores en su apresurada retirada. Algo similar está a punto de ocurrirle en Siria y en Irak . Y, hace un par de semanas los iraníes han humillada a su marina en una escaramuza por un barco petrolero. Patentemente, Estados Unidos no está en condiciones de atacar a nadie.
Entonces, ¿qué nos quiere decir el general Milley? Puede que sus palabras no sean inteligentes, pero Mark Milley está bailando al ritmo que marca la Casa Blanca y muchos pueden entenderlo como una amenaza encubierta.
Nosotros, de partida, no creemos que sea posible una “guerra tripartita”.
En lo que respecta a Rusia, el general Valery Gerasimov, es el autor de una doctrina militar que sostiene que hoy es muy posible obtener objetivos estratégicos utilizando medios no militares, con disciplina, coordinación, seguridad y control.
La doctrina del general Gerasimov tiene un parecido asombroso con la doctrina de “conflictos dilatados” de China. Esto indica que Rusia y China han armonizado sus estrategias defensivas. Estas doctrinas militares están diseñadas para amplificar las ventajas naturales de ambos países, al tiempo que colocan a Estados Unidos en desventaja.
No está claro si Milley es capaz de comprender estos asuntos, sin embargo, dado que es el jefe máximo del Pentágono, debemos tomar sus palabras al pie de la letra y descifrar lo que podría significar su “guerra tripolar”.
La doctrina rusa y china dan una ventaja a los países con estructuras de poder centralizadas (China y Rusia) y perjudican a una nación como Estados Unidos, que tiene una élite de poder dividida y muchas agencias gubernamentales y privadas que compiten entre sí por el control del espionaje y de los medios.
Actualmente Rusia tiene otra importante ventaja: armas avanzadas. Por el momento Estados Unidos no tiene una respuesta eficaz para este armamento. Estoy hablando de misiles hipersónicos, de sistemas de guerra por radio y, de una enorme base de recursos energéticos.
La ventaja de China está en una disciplinada fuerza laboral que produce una amplia gama de productos que Estados Unidos está obligada a importar para evitar que su economía colapse. Por otro lado, tanto China como Rusia están en desventaja si quisieran enfrentarse a la engrasada maquinaria militar que Estados Unidos ha desarrollado para intervenir o invadir a otras naciones.
Las respuestas de China y Rusia a las amenazas estadounidenses son diferentes: mientras los chinos construyen cortafuegos y utilizan estrictos controles sociales, la estrategia de los rusos permite que la infección actúe para que el sistema inmunológico social cree los anticuerpos que neutralicen el ataque norteamericano.
Rusia ha trazado líneas rojas ante la propaganda enemiga, la incitación a la rebelión armada, la promoción del terrorismo, etc. De esta manera, Rusia puede compensar una desventaja y convertirla en una ventaja, sobretodo porque Occidente se está volviendo cada vez más antidemocrático y autoritario.
¿Por qué China y Rusia desarrollan este tipo de estrategias en lugar de prepararse para un conflicto militar convencional o nuclear? La respuesta cae por su peso, tanto una guerra convencional como una guerra nuclear es una locura completa, sin ningún ganador.
A pesar que ambos países están ahora bastante por delante de EEUU en el desarrollo de armas de última generación, ni Rusia ni China son naciones especializadas en guerras de agresión. Por su parte, Estados Unidos es un matón que ha escogido agredir sistemáticamente a países débiles, que claramente no representan ninguna amenaza real para su seguridad (ha bombardeado 24 países después de la Segunda Guerra Mundial).
Si Estados Unidos llegará a lanzar un ataque convencional contra Rusia (o China) el resultado para esta ex única súper potencia sería con toda seguridad fatal: centros de mandos destruidos; bombarderos y cohetes derribados; barcos hundidos; bases militares e instalaciones portuarias en el suelo. Entonces, Estados Unidos quedaría a merced de sus oponentes y sus élites políticas, probablemente, serían reemplazados por una nueva generación que se comprometa con la coexistencia pacifica.
En el peor de los caos sí EEUU, en un ataque de locura, utilizara la vieja estrategia denominada MAD (destrucción mutua asegurada) el resultado sería aún peor. Veamos ¿porque?: primero, porque de la tríada de nuclear de Estados Unidos, sólo el componente submarino sigue siendo viable. Ninguno de los misiles Minutemen han sido probados en mucho tiempo. Y, estos misiles balísticos – una vez finalizada su fase de impulso- siguen una trayectoria inercial perfectamente predecible, lo que los convierte en blancos fáciles para los nuevos sistemas de defensa aérea de Rusia.
En cuanto a defensas aéreas, es importante destacar que Rusia y China han integrado sus sistemas de alerta temprana; China tiene hoy en día, al menos, cuatro divisiones de sistemas de defensa aérea rusos S-400 Triumph y planea agregar más.
En el sector nuclear aerotransportado el pilar estadounidense sigue siendo los Boeing B-52, el más joven de estos aviones tiene casi 60 años, navega a 260 nudos y a 34000 pies de altura. Los B-52 son lo opuesto al sigilo en aviones de guerra, hecho que, también, facilita su derribo a una distancia de varios cientos de kilómetros. Por tanto, solo les queda misiles de crucero, que vuelan a Mach 0.65, que son igualmente objetivos fáciles para las defensas aéreas modernas. Y aunque su fuerza aérea tiene bombarderos furtivos nuevos, estos NO son demasiado sigilosos y deberían ser colocados en la misma categoría que los B52.
Aclarando las cosas: los submarinos nucleares estadounidenses si que son eficaces como elemento disuasorio, estos sumergibles tienen capacidad de acercarse y lanzar un ataque de misiles con una alta probabilidad de atravesar las defensas aéreas de Rusia o China. El problema es que una inevitable respuesta causaría daños fatales e inaceptables para la población estadounidense. Esto los hace casi inútiles como arma ofensiva.
Agreguemos a esto la actual doctrina nuclear de Rusia; para los rusos cualquier ataque contra su territorio, abriría la puerta a una represalia nuclear. Lo ha dicho explícitamente Vladimir Putin: Rusia contraatacará no solo los lugares desde los que se lanza el golpe sino también a los centros de toma de decisiones.
Rusia tiene misiles supersónicos, esto significa que pueden llegar mucho antes a sus objetivos que los anticuados misiles de la ex súper potencia. Si EEUU lanzara un ataque, quienes lo hicieran estarían muertos antes de que pudieran descubrir si su ataque logró causar algún daño.
Hay expertos que opinan que una guerra podría estallar al igual que ocurrió con la Primera Guerra Mundial, que se desencadenó por la confluencia de un conjunto de accidentes infelices. Pero, hay una gran diferencia: hace 100 años los líderes militares y civiles no tenían misiles hipersónicos apuntando directamente a sus cabezas. Pensaban que la guerra se libraría lejos de sus palacios, cuarteles generales y mansiones señoriales. Estaban bastante equivocados, pero lamentablemente pensaban algo parecido a esto: ¿por qué no poner a prueba nuestra destreza industrial mientras sacrificamos las vidas de millones de campesinos inútiles?
Ahora la situación es diferente: cualquier provocación sustancial será un disparador automático de autodestrucción y todas las partes lo saben. Por supuesto, habrá provocaciones menores, como la Armada de los Estados Unidos navegando por el Estrecho de Taiwán o en el Mar Negro, cerca de las costas de Crimea.
A su vez, rusos y chinos subirán un poco la apuesta ahuyentándolos con un mensaje de radio o con algunos disparos aislados. Pero ambas partes saben que deben ser muy cuidadosas porque cualquier error grave exige una desescalada inmediata y puede implicar una gran pérdida de prestigio. Y como dice el refrán, “sería peor que un crimen, sería un error”.
Es probable que las provocaciones de Estados Unidos lo debiliten con el tiempo. La ex única potencia mundial ha perdido la carrera armamentista y es poco probable que se ponga al día en el corto plazo.
Una cuestión está clara, ni Rusia ni China tienen la menor intención de atacar a Estados Unidos. No hay ninguna razón para hacerlo. La estrategia que comparten supone, correctamente, que Estados Unidos esta perdiendo influencia, sin recurrir a la acción militar a gran escala.
Mantener una postura defensiva fuerte es suficiente para China y Rusia. Por lo tanto, todo lo que le queda al Pentágono son las llamadas guerras híbridas: guerras financieras en forma de sanciones, impresión masiva de dólares sin respaldo, lavado de dinero a gran escala, guerra informativa de los medios y por Internet, guerras utilizando nuevos patógenos, drogas, etc.
Ahora, si el general Milley cree que puede llegar a provocar un conflicto entre China y Rusia, no solo está totalmente equivocado, está delirando. Estos dos países vecinos son sinérgicos. China tiene una enorme capacidad productiva y exportadora, con una gran industria diversificada, pero tiene recursos naturales limitados. Rusia, tiene recursos naturales virtualmente ilimitados, pero se ha desarrollado sólo en sectores estratégicos como la energía, la exportación de alimentos y los sistemas de armas de defensa.
Con la precipitada salida de Estados Unidos de Afganistán, muchas pequeñas naciones europeas están buscando un nuevo padrino. Tanto los chinos como rusos no están dispuestos a jugar este juego. Mientras el comercio chino y la seguridad rusa (incluida la seguridad energética) estén funcionando estas naciones estarán obligados a ganarse su propio sustento. A las naciones del este de Europa les será muy difícil ganarse la colaboración del pueblo ruso (los rusos se han hartado de su duplicidad). Su única opción será congraciarse con China.
Durante la década de 1990, mientras China se transformaba en la fabrica del mundo y Rusia se recuperaba del colapso de la Unión Soviética, Estados Unidos se posicionó como “la nación indispensable”. Lo hizo llevándose la parte del león de los recursos y productos manufacturados a cambio de dólares sin respaldo y utilizando la amenaza militar contra cualquiera que se atreviera a disputarle su poder hegemónico.
Hoy Rusia y China se complementan y lo más probable es que sigan trabajando entre sí en lugar de enfrentarse. Y, sin embargo, en sus delirios el general Milley desea librar una guerra tripolar contra dos polos que no se pelearán entre sí y que tampoco tienen ganas de pelear con Estados Unidos, solo quieren que la CIA y las tropas estadounidenses hagan las maletas, se vaya a casa y no oscurezca el horizonte de Eurasia.
Estados Unidos no está en posición de desafiar a Rusia ni a China. Menos a ambas naciones juntas. En tales circunstancias, ¿qué puede hacer entonces una burocracia militar gigante, generosamente financiada, corrupta y disfuncional para justificar su existencia? La respuesta es simple: ejecutar pequeñas travesuras como por ejemplo el reconocimiento de Juan Guaidó, presidente fantasma de Venezuela o de la “lideresa” Tikhanovskaya, que no pudo derrotar a Lukashenko en Bielorrusia.
Finalmente, en lo que respecta a la democracia, un concepto valioso que se aplica de manera diferente en cada nación, Estados Unidos sigue dando una imagen lamentable. En las ultimas elecciones no solo voto la mitad de quienes deben ejercer ese derecho sino también más de la mitad del electorado se siente que fue engañado por los políticos de Washington. En la Unión Europea las cosas no pintan mejor, quienes deciden son los pomposos burócratas neoliberales asentados en Bruselas, que no han sido elegidos por sus pueblos.
Mientras tanto Joe Biden está trabajando para convocar a una asamblea virtual de naciones que él considera democráticas y el general Mark Milley esta limpiando su arma, preparándose para luchar en una inexistente Tercera Guerra Mundial contra Rusia y China.
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