Fin de la era Merkel
Diego Pappalardo 24 de noviembre de 2018
Fuente imagen: El Español
La canciller alemana, Angela Merkel, por propia cuenta, comunicó que ya no buscará la reelección como presidenta del Partido Unión Demócrata Cristiana (CDU) y que no se postulará para la Cancillería en 2021, avisando el fin de la era Merkel debido a que la realidad nacional germana erosiona su papel y, a su vez, porque se inicia una nueva etapa en la política global, en la cual, Merkel ya no es útil por las grietas, estropicios y estragos que, como comodín de la élite transnacional, acarreó en Alemania y en el resto de Europa.
Las narrativas gigantescas que elogian desmesuradamente a la política nacida en Hamburgo se hallan acopladas a la maquinaria globalista, retratando a Merkel con un espejo curvo.
La decisión que tomó Merkel corrobora nuestra apreciación que formulamos en el artículo "Debilitamiento de Merkel frente al auge de AFD” –del mes de febrero del corriente año- donde asegurábamos que "muy pronto, Merkel será historia" porque ya no tiene el atractivo y la capacidad de convencimiento para unir las voluntades en torno suyo y porque “a nivel continental, Merkel, también está en clara decadencia política ya que el niño mimado de los Rothschild, Emmanuel Macron, está siendo catapultado para ser el rostro conductor de un fotoshopeado bando globalista que jugará, frente al trumpismo, con evidente impacto internacional.”
Merkel ha liderado la CDU durante 18 años y manejó política y específicamente Alemania durante 13 años, prescindiendo de la fidelidad a los intereses estatales alemanes, adhiriendo a puntuales constituyentes de la sociedad alemana al plan globalista para emboscarlos y conducirles, como mínimo, a la discordia intestina, la astenia social y el vasallaje económico perpetuo.
En la negociación con los elementos de poder nacional, la “canciller de hierro” tiene una base flácida, puesto que a varios de ellos no les ha materializado, al menos en la medida de sus aspiraciones, la expansión de sus planes más ambiciosos y otros se empeñan animosamente en subir en la escalera para lograr ser quienes gestionen la entidad estatal nacional, acatando el libre comercio y la globalización.
Merkel ya no tiene el control del disciplinamiento de su partido y, por más que su opción para ganar la presidencia de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer, llegase a triunfar, no será un clon de su impulsora debido a las exigencias de modificaciones que hay dentro y fuera de la formación política. La CDU presenta inconvenientes serios para llegar al 30% de los votos del electorado nacional, situación espinosa que explota para sí el candidato empinado de la corporación de gestión de inversiones globales BlackRock, el millonario Friedrich Merz, de 63 años de edad, que promete un cambio de curso en la CDU y la recuperación de la mitad de los votantes que se inclinaron por Alternativa para Alemania en las últimas elecciones. Tanto para Kramp-Karrenbauer como para Merz, liderar la CDU expresaría conducir la Cancillería post Merkel.
Los problemas políticos, económicos, sociales, culturales y de seguridad, que la Unión Europea tiene hoy, produjeron la repulsa y la hostilidad de capas voluminosas de clases medias y bajas para con la delineación globalista que Merkel encarna, debido a lo cual la imagen de la canciller aparece depreciada y despreciada.
Por otra parte, esta fisura fastidia y entorpece el proceso de integración europeo bajo el formato del globalismo, entablándose una maciza y recrudecida lucha entre rivales de poder para cambiar el patrón de administración en varias naciones del continente.
De esta refriega, como no podía ser de otro modo, no están apartados totalmente Estados Unidos, Rusia y China; menos aún, la City de Londres que se esfuerza por sacar ventajas de la Europa turbulenta y para imposibilitar que se expanda la influencia continental de Putin.
Desde el mundialista Project Syndicate y con la firma del sociólogo polaco Slawomir Sierakowski, se advierte del fin del bipartidismo en Alemania y que la nación podría estar dirigiéndose a una nueva etapa de parálisis e inestabilidad, socavando la hegemonía alemana en Europa. Pero eso sí, el mismo Project Syndicate, uno de los viudos de la personalidad política de Merkel, la exhorta mediante un artículo de Javier Solana a continuar robusteciendo el eje franco-alemán que, en código globalista, significa cooperar con Macron, el niño mimado de los Rothschild.
Las narrativas gigantescas que elogian desmesuradamente a la política nacida en Hamburgo se hallan acopladas a la maquinaria globalista, retratando a Merkel con un espejo curvo.
La decisión que tomó Merkel corrobora nuestra apreciación que formulamos en el artículo "Debilitamiento de Merkel frente al auge de AFD” –del mes de febrero del corriente año- donde asegurábamos que "muy pronto, Merkel será historia" porque ya no tiene el atractivo y la capacidad de convencimiento para unir las voluntades en torno suyo y porque “a nivel continental, Merkel, también está en clara decadencia política ya que el niño mimado de los Rothschild, Emmanuel Macron, está siendo catapultado para ser el rostro conductor de un fotoshopeado bando globalista que jugará, frente al trumpismo, con evidente impacto internacional.”
Merkel ha liderado la CDU durante 18 años y manejó política y específicamente Alemania durante 13 años, prescindiendo de la fidelidad a los intereses estatales alemanes, adhiriendo a puntuales constituyentes de la sociedad alemana al plan globalista para emboscarlos y conducirles, como mínimo, a la discordia intestina, la astenia social y el vasallaje económico perpetuo.
En la negociación con los elementos de poder nacional, la “canciller de hierro” tiene una base flácida, puesto que a varios de ellos no les ha materializado, al menos en la medida de sus aspiraciones, la expansión de sus planes más ambiciosos y otros se empeñan animosamente en subir en la escalera para lograr ser quienes gestionen la entidad estatal nacional, acatando el libre comercio y la globalización.
Merkel ya no tiene el control del disciplinamiento de su partido y, por más que su opción para ganar la presidencia de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer, llegase a triunfar, no será un clon de su impulsora debido a las exigencias de modificaciones que hay dentro y fuera de la formación política. La CDU presenta inconvenientes serios para llegar al 30% de los votos del electorado nacional, situación espinosa que explota para sí el candidato empinado de la corporación de gestión de inversiones globales BlackRock, el millonario Friedrich Merz, de 63 años de edad, que promete un cambio de curso en la CDU y la recuperación de la mitad de los votantes que se inclinaron por Alternativa para Alemania en las últimas elecciones. Tanto para Kramp-Karrenbauer como para Merz, liderar la CDU expresaría conducir la Cancillería post Merkel.
Los problemas políticos, económicos, sociales, culturales y de seguridad, que la Unión Europea tiene hoy, produjeron la repulsa y la hostilidad de capas voluminosas de clases medias y bajas para con la delineación globalista que Merkel encarna, debido a lo cual la imagen de la canciller aparece depreciada y despreciada.
Por otra parte, esta fisura fastidia y entorpece el proceso de integración europeo bajo el formato del globalismo, entablándose una maciza y recrudecida lucha entre rivales de poder para cambiar el patrón de administración en varias naciones del continente.
De esta refriega, como no podía ser de otro modo, no están apartados totalmente Estados Unidos, Rusia y China; menos aún, la City de Londres que se esfuerza por sacar ventajas de la Europa turbulenta y para imposibilitar que se expanda la influencia continental de Putin.
Desde el mundialista Project Syndicate y con la firma del sociólogo polaco Slawomir Sierakowski, se advierte del fin del bipartidismo en Alemania y que la nación podría estar dirigiéndose a una nueva etapa de parálisis e inestabilidad, socavando la hegemonía alemana en Europa. Pero eso sí, el mismo Project Syndicate, uno de los viudos de la personalidad política de Merkel, la exhorta mediante un artículo de Javier Solana a continuar robusteciendo el eje franco-alemán que, en código globalista, significa cooperar con Macron, el niño mimado de los Rothschild.