Guillier: “Chile es un país de centroizquierda, pero no quiere cambios bruscos”
Tras la renuncia del expresidente Ricardo Lagos, la campaña chilena para las elecciones de noviembre es cosa de dos: el periodista Alejandro Guillier (La Serena, 1953), la figura más creíble de la televisión de este país en los años noventa y los 2000, que será el candidato del centroizquierda, y el expresidente Sebastián Piñera, que representará al centroderecha. EL PAÍS ha entrevistado a las dos figuras clave de una campaña imprevisible. Guillier es la gran sorpresa, un senador independiente con poco recorrido político, pero un gran apoyo popular, precisamente porque se ve como algo ajeno a la política tradicional en crisis. Aun así, no es el favorito. De acuerdo con la última encuesta, Guillier tiene un 17% frente al 23% de Piñera. Pero la campaña acaba de empezar y el senador cercano al socialismo ya ha demostrado su capacidad de crecer con muy pocos medios.
Pregunta. ¿Qué ha pasado en Chile para que alguien como usted llegue a ser candidato y acabe con la carrera de Ricardo Lagos, con mucha más trayectoria?
Respuesta. Es un cambio de época. Chile, como todos los países, está viviendo cambios aceleradísimos y las élites no se han percatado a tiempo.
P. ¿Qué buscan en usted?
R. No me ven contaminado con la corrupción política ni desgastado por las prácticas cupulares. Políticos antiguos que no están tocados por la corrupción, como Lagos, pertenecen a un Estado que ya pasó. La sociedad comienza a buscar otros liderazgos en los medios de comunicación, que ve todos los días. Yo trabajé desde 1991 en televisión y todos los días me veían al despertar.
P. ¿Explota la antipolítica?
R. Nunca he sido antipolítico. En torno a mí hay muchos fantasmas. La gente me identifica como una persona de centroizquierda. Pero empezaron a decir que Guillier no tiene programa, es populista. Todo eso caló, me ha causado daño. Sobre todo el fuego amigo. Hay sectores que sienten que si yo gano viene un recambio generacional, donde muchos de estos personajes que han copado la política chilena por 40 o 50 años van quedando fuera. Los populistas proponen cosas irrealizables, ninguna de las cosas que yo he dicho lo son. Son perfectamente lógicas y están en la línea de las reformas que la OCDE le recomendó a Chile.
P. Usted ha dicho que está tan distante de la Administración de Trump como del Gobierno de Venezuela, pero al mismo tiempo ha tenido un discurso fuerte contra los grupos empresariales.
R. Una cosa es decir que está mal que se coludan y otra distinta es hablar contra los empresarios. En Chile el nivel de colusión [acuerdos de precios] de los grandes grupos económicos es escándalo de todas las semanas. Y que yo diga que haya que poner fin a la colusión no es poner fin a la propiedad privada. Es decir: “Señores, respeten las reglas del juego”. No soy revolucionario ni populista.
P. ¿Por qué el centroizquierda chileno, que ha gobernado tantos años, no ha conseguido cambiar uno de los países más desiguales y liberales de América?
R. En los años noventa, cuando se produce la transición a la democracia, la izquierda no tenía un discurso distinto, contestatario, contracultural frente al neoliberalismo que campeaba en todas partes. Empezaron a descubrir los beneficios del poder y a pasar de un lado para otro, y hoy día es ministro el que mañana se va a transformar en ejecutivo de una empresa. Se fue haciendo insostenible. Si tú eres un socialista, tú representa a tu gente y vive como tu gente.
P. Si gana Piñera, el giro hacia la derecha será casi total en la región. ¿Cree que la izquierda latinoamericana desaprovechó los años buenos de las commodities?
R. Lo que pasa es que yo creo que los Gobiernos de izquierda de América Latina no tuvieron un proyecto de desarrollo sustentable que generara una nueva dinámica política y económica, sino que aprovecharon los buenos precios del superciclo de las commodities y hubo más gasto público, pero sin transformar las estructuras sociales. Por lo tanto, quedaron endeudados, con altos compromisos, sin tener cómo financiarlos. Eso sí que tiene atisbos de populismo.
P. ¿Por qué Piñera es favorito? ¿Chile se está derechizando?
R. Yo creo que es un castigo a que hemos tenido dificultades en la gestión del Gobierno de [Michelle] Bachelet. Chile es un país de centroizquierda, pero le gustan los cambios moderados, graduales, no quiere cambios bruscos. Los Gobiernos no hacen ganar elecciones, pero las pueden hacer perder. Y hemos tenido problemas en la gestión y en la gobernanza de las reformas.
P. ¿Por qué ni siquiera se puede en Chile tener pensiones públicas y educación universitaria gratuita, por ejemplo, como reclaman miles de personas?
R. Hay un libro que dice Por qué fracasan las naciones y te dice que los países que son basados en economías primaria-exportadoras, su élite está conforme con ese modelo, y es difícil que quieran abrir las estructuras económicas, la participación social y política, porque mueren en ese proceso. En Chile dar el salto hacia una economía moderna, con cadenas de valor, con una sociedad más libertaria y más participativa, es destruir ese modelo que ellos controlan.
P. ¿Chile vive aún el modelo que dejó armado Pinochet?
R. Pinochet dejó armada la parte más radical, pero los Gobiernos progresistas creyeron que su papel era humanizar al capitalismo, administrar un modelo ajeno. No tenían una respuesta hacia el neoliberalismo.
P. Usted en la década pasada le hizo propaganda a las isapres, el sistema privado de salud, que ahora una parte de la población critica en Chile. ¿Se arrepiente de haberlo hecho?
R. Esa misma semana pedí excusas públicas y dije que había sido un error de mi parte, aun cuando en ese momento no era tanto el rechazo a las isapres. Eso desentonó y fue un descriterio.
P. El gran pacto centroizquierda-centroderecha chileno, que muchos vieron como modelo en el mundo, ¿ha sido un fracaso?
R. No es fracaso, es agotamiento de una etapa del desarrollo. Chile hizo lo que podía hacer bajo un modelo de una economía primaria-exportadora. Ahora hay que dar algo totalmente nuevo, imaginativo, entrar a la nueva economía del siglo XXI, centrada en los servicios y en la digitalización de la información.
P. ¿Qué opina de la creación del Frente Amplio, la coalición al estilo uruguayo que se está formando en la izquierda?
R. No creo que la competencia política sea peligrosa, ayuda a renovar las clases políticas. Ese duopolio de dos grandes coaliciones no era bueno.
P. Parece tener más dificultades para capturar a un electorado más de centro que quedó huérfano con la salida de Lagos de la competencia. Hay democristianos que han dicho que no votarán por usted.
R. Son lo que saben que se van a retiro por edad, porque ya pasó su cuarto de hora. Recuerdo cuando José Luis Rodríguez Zapatero gana en España, en un maravilloso discurso le decía a toda la élite del PSOE que muchas gracias por lo que aportaron, pero llegó la hora y aquí llegamos nosotros.
P. ¿Es un moderado?
R. Soy una persona de provincia, no pertenezco a la élite de la sociedad chilena. Sin buscarlo me encontré como candidato por la falta de liderazgo dentro de la clase política tradicional. La gente te percibe como un chileno más, que ha conocido el desempleo, las lagunas previsionales, que no siempre llegó a fin de mes tranquilamente. Las sociedades recelan de las élites, buscan alguien similar. Lo dice muy bien el expresidente uruguayo Pepe Mujica: no se puede representar a la gente si no vives como la gente. Yo soy un hombre de centroizquierda de acento socialista.
Pregunta. ¿Qué ha pasado en Chile para que alguien como usted llegue a ser candidato y acabe con la carrera de Ricardo Lagos, con mucha más trayectoria?
Respuesta. Es un cambio de época. Chile, como todos los países, está viviendo cambios aceleradísimos y las élites no se han percatado a tiempo.
P. ¿Qué buscan en usted?
R. No me ven contaminado con la corrupción política ni desgastado por las prácticas cupulares. Políticos antiguos que no están tocados por la corrupción, como Lagos, pertenecen a un Estado que ya pasó. La sociedad comienza a buscar otros liderazgos en los medios de comunicación, que ve todos los días. Yo trabajé desde 1991 en televisión y todos los días me veían al despertar.
P. ¿Explota la antipolítica?
R. Nunca he sido antipolítico. En torno a mí hay muchos fantasmas. La gente me identifica como una persona de centroizquierda. Pero empezaron a decir que Guillier no tiene programa, es populista. Todo eso caló, me ha causado daño. Sobre todo el fuego amigo. Hay sectores que sienten que si yo gano viene un recambio generacional, donde muchos de estos personajes que han copado la política chilena por 40 o 50 años van quedando fuera. Los populistas proponen cosas irrealizables, ninguna de las cosas que yo he dicho lo son. Son perfectamente lógicas y están en la línea de las reformas que la OCDE le recomendó a Chile.
P. Usted ha dicho que está tan distante de la Administración de Trump como del Gobierno de Venezuela, pero al mismo tiempo ha tenido un discurso fuerte contra los grupos empresariales.
R. Una cosa es decir que está mal que se coludan y otra distinta es hablar contra los empresarios. En Chile el nivel de colusión [acuerdos de precios] de los grandes grupos económicos es escándalo de todas las semanas. Y que yo diga que haya que poner fin a la colusión no es poner fin a la propiedad privada. Es decir: “Señores, respeten las reglas del juego”. No soy revolucionario ni populista.
P. ¿Por qué el centroizquierda chileno, que ha gobernado tantos años, no ha conseguido cambiar uno de los países más desiguales y liberales de América?
R. En los años noventa, cuando se produce la transición a la democracia, la izquierda no tenía un discurso distinto, contestatario, contracultural frente al neoliberalismo que campeaba en todas partes. Empezaron a descubrir los beneficios del poder y a pasar de un lado para otro, y hoy día es ministro el que mañana se va a transformar en ejecutivo de una empresa. Se fue haciendo insostenible. Si tú eres un socialista, tú representa a tu gente y vive como tu gente.
P. Si gana Piñera, el giro hacia la derecha será casi total en la región. ¿Cree que la izquierda latinoamericana desaprovechó los años buenos de las commodities?
R. Lo que pasa es que yo creo que los Gobiernos de izquierda de América Latina no tuvieron un proyecto de desarrollo sustentable que generara una nueva dinámica política y económica, sino que aprovecharon los buenos precios del superciclo de las commodities y hubo más gasto público, pero sin transformar las estructuras sociales. Por lo tanto, quedaron endeudados, con altos compromisos, sin tener cómo financiarlos. Eso sí que tiene atisbos de populismo.
P. ¿Por qué Piñera es favorito? ¿Chile se está derechizando?
R. Yo creo que es un castigo a que hemos tenido dificultades en la gestión del Gobierno de [Michelle] Bachelet. Chile es un país de centroizquierda, pero le gustan los cambios moderados, graduales, no quiere cambios bruscos. Los Gobiernos no hacen ganar elecciones, pero las pueden hacer perder. Y hemos tenido problemas en la gestión y en la gobernanza de las reformas.
P. ¿Por qué ni siquiera se puede en Chile tener pensiones públicas y educación universitaria gratuita, por ejemplo, como reclaman miles de personas?
R. Hay un libro que dice Por qué fracasan las naciones y te dice que los países que son basados en economías primaria-exportadoras, su élite está conforme con ese modelo, y es difícil que quieran abrir las estructuras económicas, la participación social y política, porque mueren en ese proceso. En Chile dar el salto hacia una economía moderna, con cadenas de valor, con una sociedad más libertaria y más participativa, es destruir ese modelo que ellos controlan.
P. ¿Chile vive aún el modelo que dejó armado Pinochet?
R. Pinochet dejó armada la parte más radical, pero los Gobiernos progresistas creyeron que su papel era humanizar al capitalismo, administrar un modelo ajeno. No tenían una respuesta hacia el neoliberalismo.
P. Usted en la década pasada le hizo propaganda a las isapres, el sistema privado de salud, que ahora una parte de la población critica en Chile. ¿Se arrepiente de haberlo hecho?
R. Esa misma semana pedí excusas públicas y dije que había sido un error de mi parte, aun cuando en ese momento no era tanto el rechazo a las isapres. Eso desentonó y fue un descriterio.
P. El gran pacto centroizquierda-centroderecha chileno, que muchos vieron como modelo en el mundo, ¿ha sido un fracaso?
R. No es fracaso, es agotamiento de una etapa del desarrollo. Chile hizo lo que podía hacer bajo un modelo de una economía primaria-exportadora. Ahora hay que dar algo totalmente nuevo, imaginativo, entrar a la nueva economía del siglo XXI, centrada en los servicios y en la digitalización de la información.
P. ¿Qué opina de la creación del Frente Amplio, la coalición al estilo uruguayo que se está formando en la izquierda?
R. No creo que la competencia política sea peligrosa, ayuda a renovar las clases políticas. Ese duopolio de dos grandes coaliciones no era bueno.
P. Parece tener más dificultades para capturar a un electorado más de centro que quedó huérfano con la salida de Lagos de la competencia. Hay democristianos que han dicho que no votarán por usted.
R. Son lo que saben que se van a retiro por edad, porque ya pasó su cuarto de hora. Recuerdo cuando José Luis Rodríguez Zapatero gana en España, en un maravilloso discurso le decía a toda la élite del PSOE que muchas gracias por lo que aportaron, pero llegó la hora y aquí llegamos nosotros.
P. ¿Es un moderado?
R. Soy una persona de provincia, no pertenezco a la élite de la sociedad chilena. Sin buscarlo me encontré como candidato por la falta de liderazgo dentro de la clase política tradicional. La gente te percibe como un chileno más, que ha conocido el desempleo, las lagunas previsionales, que no siempre llegó a fin de mes tranquilamente. Las sociedades recelan de las élites, buscan alguien similar. Lo dice muy bien el expresidente uruguayo Pepe Mujica: no se puede representar a la gente si no vives como la gente. Yo soy un hombre de centroizquierda de acento socialista.