¿Es posible en Venezuela una guerra sucia al estilo colombiano?
CENAE Mario Ramos 20 de marzo de 2019
En los últimos días diversos analistas han especulado sobre las siguientes acciones que llevarán a cabo los gringos y sus lacayos latinoamericanos en Venezuela, en varios casos afirman que se buscará introducir mercenarios o paramilitares en Venezuela promocionándolos como un “ejército libre”, como se hizo en Libia, y usando para ello a desertores venezolanos. ¿Es fácil llevar a cabo una operación de esas características? ¿La actual realidad venezolana permitiría el desarrollo de un ejército mercenario para implementar una guerra por encargo o delegación? Veamos.
Colombia un caso sui generis en Nuestra América
Para responder a la pregunta planteada necesariamente tenemos que hacer un brevísimo recorrido por la historia de Colombia y preguntarnos a la vez: ¿Qué ha hecho posible que el paramilitarismo colombiano se convierta en un fenómeno estructural y permanente en la realidad colombiana? La historia de Colombia está plagada de guerras civiles. Sin embargo, con ese antecedente de base, hay un hecho relevante a destacar, nos referimos a la época conocida como la Violencia, que en la cúspide (entre 1949 y 1953) de ese fenómeno afectó aproximadamente a la mitad de la superficie del país y a la mayoría de su población. No vamos a describir los costos humanos de ese lapso específico, que los historiadores coinciden en lo inenarrable de la violencia desatada, sino destacar, que a partir de ese hecho histórico, Colombia incubó y desarrollo una guerra civil anárquica de larga duración que aún no termina, y dada las actuales circunstancias es posible que cobre desconocido impulso con movimientos guerrilleros de nueva cualidad y visión geoestratégica. También hay que destacar, en esta breve revisión histórica que estamos realizando, que los ‘procesos de paz’ llevados a cabo en Colombia, a pesar que consiguieron el desarme de guerrillas como las FARC-EP o el M-19, por tanto, desde la perspectiva del poder estatal pro-imperialista y contra-insurgente, fueron un éxito para los gobiernos que consiguieron aquello; se debe señalar que esos ‘procesos de paz’ no trajeron ninguna paz a Colombia, como lo demuestra el sistemático asesinato de líderes sociales en ese país y la represión violenta al movimiento social, a más de la ausencia de un mejoramiento sustancial de las condiciones de vida de la población colombiana que ha emigrado o refugiado por millones en otros países, entre ellos, cinco millones en Venezuela y varios cientos de miles en Ecuador. El santismo con el último ‘proceso de paz’ consiguió ‘prescindir’ de una parte del conflicto, es decir, el desarme de las FARC-EP, pero dejó intocado el modelo económico y político, y parte sustancial de ese modelo es justamente el paramilitarismo. En consecuencia, no se ha hecho nada por eliminar las causas del conflicto, que incluye una justicia corroída y una democracia deforme e infiltrada por el narcotráfico hasta el tuétano. Y este es el punto, la guerra sucia que se ha llevado y se lleva a cabo en Colombia, solo es posible, con ese carácter y nivel, en las condiciones de Colombia, producto de su particular historia y realidad socio-política. Exportar ese patrón de estado contra-insurgente o antidemocrático a Venezuela no es factible. Los gringos lo han intentado, pero han fracasado, y esto se explica en parte, por el elemento que hemos expuesto. Hay que añadir, que la conducción política del proceso bolivariano le ha negado condiciones al enemigo para que imponga sus planes de fragmentar a la sociedad y estado venezolanos, no obstante seguirán insistiendo en generar actos violentos con la esperanza de romper su tejido social. El paramilitarismo en Colombia es viable porque cuenta, por decirlo de alguna manera, con una enorme retaguardia estratégica que lo reproduce perpetuamente, que es el mismo descompuesto estado colombiano, una Obra de Fernando Botero
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Obra de Fernando Botero
persistente impunidad y una economía que lo alimenta, el narcotráfico. Así que, si los estrategas gringos quieren repetir modelos de injerencia o invasión, como los puestos en práctica en otros lugares del mundo, como Libia, que también tuvo sus particulares circunstancias, no les será fácil. El paramilitarismo colombiano en Venezuela, no va a encontrar ninguna retaguardia que lo encubra, cualquier brote que busque generar separatismo, subversión o terrorismo será descubierto y neutralizado.
Adicionalmente está demostrado históricamente que los pueblos que son atacados fortalecen su unidad, aun en situación de dificultades y guerra económica, cuando ven que sus líderes y gobierno trabajan sincera y esforzadamente por resolver los problemas que los agresores le imponen, incluso con equivocaciones, no hay proceso revolucionario que no haya cometido errores. Función de la inteligencia social Sin embargo de lo expuesto, en el marco de la doctrina de la “Guerra de todo el pueblo”, es imprescindible que Venezuela desarrolle profundamente la –inteligencia social-, de esta manera prevenir procesos de infiltración paramilitar o mercenaria. La inteligencia como herramienta político-militar se diferencia de otras formas de conocimiento, porque busca la comprensión de la realidad y conflicto vigentes, en el mínimo tiempo posible, para lograr ventaja sobre el enemigo. Los errores o retrasos por lo general traen consecuencias irreversibles. Si la naturaleza es el objeto de estudio de la ciencia, el conflicto lo es de la inteligencia. La fuerza de la inteligencia social reside en la profundidad y extensión de la acción de búsqueda y no en ningún tipo de frente convencional. Nos referimos al hecho que el guerrero social/bolivariano no es apartado de su contexto social y geográfico, como sucede con el soldado profesional, que muchas veces tiene que desplegarse en otras zonas. Aquí utilizamos a propósito el término guerrero como sinónimo de patriota, una noción más amplia desde nuestro punto de vista que la de miliciano, que también debe jugar un rol clave en los planes de inteligencia social. El guerrero se desenvuelve en su hábitat natural lo que le permite potenciar las habilidades, que la localidad impone. Conoce su contexto mejor que nadie y puede detectar de manera más rápida y óptima cualquier señal que indique infiltración enemiga. Bien dirigidos, los guerreros pueden ser tan eficaces como un profesional de la inteligencia, porque además conoce el ambiente psicológico de su entorno. Solo una democracia soberana como la venezolana puede implementar procesos de inteligencia social, porque gobierno, pueblo y ejército, luchan juntos en la defensa integral de la nación. |
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