7 de marzo de 2021
¿Hacia una Nueva Civilización Multipolar?
9 de marzo de 2021
10 de marzo de 2021
11 de marzo de 2021
12 de marxo de 2021
14 de marzo de 2021
15 de marzo de 2021
17 de marzo de 2021
"La continua "occidentalización" del mundo -el principal componente del "viejo" globalismo liberal-, aunque empañada y en gran medida desacreditada, sigue siendo obligatoria, como ha quedado claro en el convincente razonamiento presentado recientemente por Robert Kagan: sin el mito justificativo de "sembrar la democracia en todo el mundo" en torno al cual organizar el imperio, la lógica moral de toda la empresa comienza a desmoronarse, argumentó Kagan (con sorprendente franqueza). Así, afirma que el imperio estadounidense en el extranjero es necesario, precisamente para preservar el mito de la "democracia" en casa. Un Estados Unidos que se retira de la hegemonía global, argumenta, ya no poseería la unión cohesiva para preservar a Estados Unidos como democracia liberal, en casa tampoco.
(...)
Sin embargo, lo que diferencia al actual Gran Re-inicio es que se trata de una versión posterior, más actualizada, de los valores occidentales, y no de los mismos valores occidentales de ayer. El hedor del colonialismo ha sido exorcizado del proyecto imperial mediante el lanzamiento de la guerra contra la "supremacía blanca" y contra la injusticia racial y social. El liderazgo mundial se ha reformulado para "salvar al planeta" del cambio climático, salvar a toda la humanidad de la pandemia y salvaguardarnos a todos de una próxima crisis financiera mundial. Leche materna. ¿Quién podría resistirse a una agenda tan bien intencionada?
(...)
Y aquí, la perspicacia de Gurri es destacada: el plan está fuera de control, y se vuelve progresivamente más bizarro. El momento unipolar americano se ha "terminado". Ha creado oposiciones de diversa índole, tanto en el extranjero como en casa. Los impulsos conservadores y tradicionales han reaccionado contra la agenda ideológica radical y, de manera crucial, la crisis financiera de 2008 y el casi colapso del sistema predijeron a las élites el fin definitivo de la hegemonía financiera de Estados Unidos y, concomitantemente, de su primacía. Esto forzó una coyuntura crítica.
Ahora se encuentran en un impasse crucial. Cuando se habla de Re-inicio, esto significa una vuelta forzada a la continuación de la agenda. Pero no es tan sencillo como parece. Hace 20 años, todo parecía casi preparado para encajar; sin embargo, ahora, el establishment tiene que luchar por cada elemento de esta estrategia porque en todas partes encuentra una resistencia creciente. Y no es una resistencia insignificante. Sólo en Estados Unidos, unos 74 millones de estadounidenses rechazan la guerra cultural que se libra contra ellos.
(...)
Las élites siguen aferrándose a la occidentalización ("Estados Unidos ha vuelto", aunque a nadie le entusiasme demasiado). Los obstáculos son muchos y crecientes. Obstáculos y crisis en casa, donde Biden está perdiendo visiblemente su autoridad. La toma de decisiones en Estados Unidos carece aparentemente de una "presidencia", o digamos, de un maestro de ceremonias que funcione. ¿Quién está a cargo de la política exterior? Es opaco. Y los propios Estados Unidos están irremediablemente divididos y debilitados. Pero también, por primera vez, Estados Unidos y la UE son cada vez más vistos en el extranjero como ineptos para gestionar los asuntos más simples.
No obstante, el llamado a las armas de los globalistas es evidente. El mundo ha cambiado claramente durante los últimos cuatro años. Las fuerzas globalistas, por lo tanto, se están movilizando para ganar una última batalla en la "larga guerra", buscando abrirse paso en todas partes. Derrotar a Trump es el primer objetivo. Desacreditar todas las variedades de populismo europeo es otro. Estados Unidos piensa liderar a las potencias marítimas y de la franja costera que rodea Eurasia para imponer una derrota psicológica, tecnológica y económica fulminante a la alianza Rusia-China-Irán. En el pasado, el resultado podría haber sido predecible. Esta vez, Eurasia puede muy bien resistirse a una Oceanía debilitada (y a una Europa pusilánime). Eso haría temblar al Leviatán hasta sus cimientos. Quién sabe lo que podría surgir entonces de las ruinas de la posmodernidad."
(...)
Sin embargo, lo que diferencia al actual Gran Re-inicio es que se trata de una versión posterior, más actualizada, de los valores occidentales, y no de los mismos valores occidentales de ayer. El hedor del colonialismo ha sido exorcizado del proyecto imperial mediante el lanzamiento de la guerra contra la "supremacía blanca" y contra la injusticia racial y social. El liderazgo mundial se ha reformulado para "salvar al planeta" del cambio climático, salvar a toda la humanidad de la pandemia y salvaguardarnos a todos de una próxima crisis financiera mundial. Leche materna. ¿Quién podría resistirse a una agenda tan bien intencionada?
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Y aquí, la perspicacia de Gurri es destacada: el plan está fuera de control, y se vuelve progresivamente más bizarro. El momento unipolar americano se ha "terminado". Ha creado oposiciones de diversa índole, tanto en el extranjero como en casa. Los impulsos conservadores y tradicionales han reaccionado contra la agenda ideológica radical y, de manera crucial, la crisis financiera de 2008 y el casi colapso del sistema predijeron a las élites el fin definitivo de la hegemonía financiera de Estados Unidos y, concomitantemente, de su primacía. Esto forzó una coyuntura crítica.
Ahora se encuentran en un impasse crucial. Cuando se habla de Re-inicio, esto significa una vuelta forzada a la continuación de la agenda. Pero no es tan sencillo como parece. Hace 20 años, todo parecía casi preparado para encajar; sin embargo, ahora, el establishment tiene que luchar por cada elemento de esta estrategia porque en todas partes encuentra una resistencia creciente. Y no es una resistencia insignificante. Sólo en Estados Unidos, unos 74 millones de estadounidenses rechazan la guerra cultural que se libra contra ellos.
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Las élites siguen aferrándose a la occidentalización ("Estados Unidos ha vuelto", aunque a nadie le entusiasme demasiado). Los obstáculos son muchos y crecientes. Obstáculos y crisis en casa, donde Biden está perdiendo visiblemente su autoridad. La toma de decisiones en Estados Unidos carece aparentemente de una "presidencia", o digamos, de un maestro de ceremonias que funcione. ¿Quién está a cargo de la política exterior? Es opaco. Y los propios Estados Unidos están irremediablemente divididos y debilitados. Pero también, por primera vez, Estados Unidos y la UE son cada vez más vistos en el extranjero como ineptos para gestionar los asuntos más simples.
No obstante, el llamado a las armas de los globalistas es evidente. El mundo ha cambiado claramente durante los últimos cuatro años. Las fuerzas globalistas, por lo tanto, se están movilizando para ganar una última batalla en la "larga guerra", buscando abrirse paso en todas partes. Derrotar a Trump es el primer objetivo. Desacreditar todas las variedades de populismo europeo es otro. Estados Unidos piensa liderar a las potencias marítimas y de la franja costera que rodea Eurasia para imponer una derrota psicológica, tecnológica y económica fulminante a la alianza Rusia-China-Irán. En el pasado, el resultado podría haber sido predecible. Esta vez, Eurasia puede muy bien resistirse a una Oceanía debilitada (y a una Europa pusilánime). Eso haría temblar al Leviatán hasta sus cimientos. Quién sabe lo que podría surgir entonces de las ruinas de la posmodernidad."
18 de marzo de 2021
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19 de marzo de 2021
20 de marzo de 2021
¿Putin realmente está considerando una alianza militar con China?
The Moscow Times By Alexander Gabuev Dec. 2, 2020
"En los últimos años, Moscú ha intentado explotar el tema de su acercamiento con Pekín para asustar a Occidente con la perspectiva de un bloque chino-ruso."
"En una reunión del Valdai Discussion Club varias semanas antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el presidente ruso Vladimir Putin hizo un comentario interesante. Cuando se le preguntó si era posible concebir una alianza militar entre China y Rusia, Putin respondió: “Es posible imaginar cualquier cosa… No nos hemos fijado ese objetivo. Pero, en principio, tampoco lo vamos a descartar ”.
Durante muchos años, Putin y los altos funcionarios rusos, y también el liderazgo chino, siempre han declarado claramente que ninguna alianza con China estaba en la agenda. Moscú y Pekín saben muy bien que sus intereses no siempre coinciden. China, por ejemplo, no reconoce a Abjasia ni a Osetia del Sur como naciones independientes y oficialmente considera que Crimea es parte de Ucrania. Rusia, por su parte, no reconoce los reclamos chinos sobre el Mar de China Meridional y se mantiene al margen de las disputas territoriales de China.
Ninguna de las partes desea arriesgarse a verse envuelta en un conflicto importante sobre los intereses de su socio. La explicación lógica de la negativa de Putin esta vez a descartar una alianza militar con China puede no estar en la relación de Rusia con China, sino con Occidente. Desde el tan publicitado giro de Rusia hacia el Este tras el colapso de sus relaciones con Estados Unidos y la UE en 2014, Rusia ha dado pasos importantes para fortalecer su asociación con China, centrándose principalmente en la economía y la seguridad. Grandes proyectos como la construcción del oleoducto Power of Siberia y otras empresas energéticas casi han duplicado la participación del comercio chino en el volumen de negocios comercial general de Rusia en menos de una década: del 10 por ciento en 2013 a casi el 18 por ciento en 2019.
La cooperación militar también alcanzó un nuevo nivel, con Rusia vendiendo el último hardware a China, como aviones de combate Su-35 y sistemas de misiles S-400, y los dos países realizaron ejercicios militares conjuntos a una escala cada vez mayor y en un área geográfica en constante expansión., desde el Báltico hasta el Mar de China Meridional.
Pero si para Rusia, bajo las sanciones de Occidente, China se está convirtiendo en un socio cada vez más importante que sería difícil de reemplazar, para Pekín, Moscú podría ser suplantado fácilmente, ya que la mayor parte de lo que abastece a China podría comprarse en otro lugar. Incluso el papel de las armas rusas disminuirá a medida que la tecnología de defensa china progrese inevitablemente.
Además, las sanciones de EEUU y la UE están haciendo que Rusia dependa gradualmente de China para tecnología civil estratégica, como los sistemas 5G: aunque tanto las soluciones europeas (como Ericsson y Nokia) como las chinas (Huawei y ZTE) están presentes en el mercado ruso, en la perspectiva de nuevas sanciones y las consideraciones de seguridad nacional hacen que las empresas chinas sean las favoritas.
La dependencia de Rusia de China aún no ha alcanzado un nivel crítico. Después de todo, el pensamiento en Moscú es que si durante la crisis de Ucrania en 2014 Rusia pudo desafiar a su principal socio, la UE, mientras dependía en gran medida de los mercados, la tecnología y las finanzas europeas, entonces el Kremlin puede defender sus intereses con la misma fiereza en el futuro. caso de una disputa con China.
Y aunque China representa menos del 20 por ciento del volumen de negocios comercial de Rusia y su deuda con los institutos financieros chinos sigue siendo insignificante, esa evaluación parece estar justificada. Pero si las relaciones con la UE y Estados Unidos continúan deteriorándose durante los próximos diez a quince años, y el papel de China como socio comercial y fuente de tecnología continúa creciendo, Beijing podría terminar con los medios para presionar a Moscú.
Y si en 2014 el Kremlin tenía al menos alguna alternativa a Occidente en China, a mediados de la década de 2030 podría no haber alternativa a China, y Rusia podría verse obligada por oleoductos a su único cliente en medio de un mercado de compradores.
Además, Moscú no puede dejar de notar que en los últimos años, Beijing ha adquirido el gusto por el uso de armas económicas como sanciones, embargos y aranceles para aplicar presión a otros países, como lo ilustra la guerra comercial que actualmente se libra entre China y Australia (a pesar de que este último ha sido visto hasta hace poco como un ejemplo exitoso de simbiosis de otro país con la economía china).
Sin duda, el Kremlin recuerda cómo en 2011, China National Petroleum Corporation obtuvo un descuento de Rosneft y Transneft en un contrato previamente acordado al aprovechar las enormes deudas de las compañías petroleras estatales rusas con los bancos chinos y su precaria situación.
Si China pudo presionar con éxito a Rusia en 2010, cuando la brecha entre las economías de los dos países era menor, ¿qué impedirá que haga lo mismo en 2036? En los últimos años, Moscú ha intentado explotar el tema de su acercamiento con Pekín para asustar a Occidente con la perspectiva de que se forme un bloque chino-ruso, con el objetivo de obligarlo a suavizar su política hacia Rusia.
Este enfoque está comenzando a dar frutos con la UE, como lo demuestra la entrevista del presidente francés Emmanuel Macron con The Economist el año pasado, y el gran interés en las relaciones chino-rusas en Berlín y muchas otras capitales europeas. Pero ni la UE ni los países europeos individuales, incluso algunos tan poderosos como Alemania y Francia, pueden limitar el acercamiento ruso-chino sin coordinar sus esfuerzos con Estados Unidos.
Las actitudes estadounidenses hacia la entente emergente entre Moscú y Beijing son mixtas. Durante la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, muchos altos funcionarios creían que no había mucho que hacer y que el acercamiento no era sincero, ya que los dos países no confían el uno en el otro y hay temores en Rusia de una expansión demográfica china en el Lejano Oriente. La administración de Donald Trump se tomó el desafío más en serio e incluso entretuvo la idea del exsecretario de Estado Henry Kissinger de un gran triángulo de poder.
Pero los intentos de Estados Unidos de posicionarse en la cima del triángulo fracasaron, y las acciones de la administración Trump solo fortalecieron el eje Rusia-China. Es poco probable que responder a la creciente cercanía de China y Rusia sea una prioridad para el equipo de política exterior de Joe Biden, pero el tema inevitablemente surgirá en las discusiones entre su equipo de seguridad nacional.
El presidente electo considera a China como un "competidor serio" de Estados Unidos en la batalla por el liderazgo global, y a Rusia como un "oponente" y la más hostil de las grandes potencias, por lo que Washington no puede ignorar la relación entre Beijing y Moscú.
En cualquier caso, el tema estará en el radar de la Casa Blanca, ya que el nuevo equipo planea hacer que el restablecimiento de las relaciones con los aliados de Estados Unidos sea una prioridad, y la relación entre China y Rusia es objeto de creciente atención en Berlín, París, Londres, Tokio y Seúl.
La tarea clave será comprender qué es precisamente lo que el acercamiento Moscú-Pekín es indeseable para Estados Unidos y sus aliados, en qué aspectos puede influir Occidente para sus propios fines y qué métodos puede utilizar para hacerlo.
Moscú sabe muy bien que la principal preocupación de Estados Unidos es el acercamiento militar de Moscú y Beijing, específicamente, el uso de tecnología rusa y la adaptación de la experiencia rusa en campañas militares recientes para impulsar el potencial del Ejército Popular de Liberación de China.
Una perspectiva aún más alarmante es la transición de un pacto de no agresión entre Rusia y China, que ya restringe a Estados Unidos y sus aliados, a operaciones militares conjuntas como la patrulla de bombarderos estratégicos del año pasado en el noreste de Asia.
El siguiente paso podría ser la formación de una asociación de seguridad más profunda que se asemejaría cada vez más a una alianza militar.
Probablemente no sea una coincidencia que Putin tocara este punto delicado en particular en sus comentarios recientes en el evento de Valdai.
El principal problema para Estados Unidos y sus aliados europeos es esbozar una estrategia realista que tenga en cuenta la importancia para cualquier gobierno ruso de las buenas relaciones con China, la inmovilidad de las sanciones occidentales actuales, intereses occidentales clave como el apoyo a la integridad territorial de Ucrania. y las líneas rojas de Moscú.
Para el Kremlin, el desafío clave es no dar demasiada importancia a los temores occidentales sobre el acercamiento chino-ruso, y ser capaz de cambiar de política para estabilizar los lazos con Estados Unidos y Europa, mientras que al mismo tiempo se preserva el bien. relaciones con Beijing.
"En una reunión del Valdai Discussion Club varias semanas antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el presidente ruso Vladimir Putin hizo un comentario interesante. Cuando se le preguntó si era posible concebir una alianza militar entre China y Rusia, Putin respondió: “Es posible imaginar cualquier cosa… No nos hemos fijado ese objetivo. Pero, en principio, tampoco lo vamos a descartar ”.
Durante muchos años, Putin y los altos funcionarios rusos, y también el liderazgo chino, siempre han declarado claramente que ninguna alianza con China estaba en la agenda. Moscú y Pekín saben muy bien que sus intereses no siempre coinciden. China, por ejemplo, no reconoce a Abjasia ni a Osetia del Sur como naciones independientes y oficialmente considera que Crimea es parte de Ucrania. Rusia, por su parte, no reconoce los reclamos chinos sobre el Mar de China Meridional y se mantiene al margen de las disputas territoriales de China.
Ninguna de las partes desea arriesgarse a verse envuelta en un conflicto importante sobre los intereses de su socio. La explicación lógica de la negativa de Putin esta vez a descartar una alianza militar con China puede no estar en la relación de Rusia con China, sino con Occidente. Desde el tan publicitado giro de Rusia hacia el Este tras el colapso de sus relaciones con Estados Unidos y la UE en 2014, Rusia ha dado pasos importantes para fortalecer su asociación con China, centrándose principalmente en la economía y la seguridad. Grandes proyectos como la construcción del oleoducto Power of Siberia y otras empresas energéticas casi han duplicado la participación del comercio chino en el volumen de negocios comercial general de Rusia en menos de una década: del 10 por ciento en 2013 a casi el 18 por ciento en 2019.
La cooperación militar también alcanzó un nuevo nivel, con Rusia vendiendo el último hardware a China, como aviones de combate Su-35 y sistemas de misiles S-400, y los dos países realizaron ejercicios militares conjuntos a una escala cada vez mayor y en un área geográfica en constante expansión., desde el Báltico hasta el Mar de China Meridional.
Pero si para Rusia, bajo las sanciones de Occidente, China se está convirtiendo en un socio cada vez más importante que sería difícil de reemplazar, para Pekín, Moscú podría ser suplantado fácilmente, ya que la mayor parte de lo que abastece a China podría comprarse en otro lugar. Incluso el papel de las armas rusas disminuirá a medida que la tecnología de defensa china progrese inevitablemente.
Además, las sanciones de EEUU y la UE están haciendo que Rusia dependa gradualmente de China para tecnología civil estratégica, como los sistemas 5G: aunque tanto las soluciones europeas (como Ericsson y Nokia) como las chinas (Huawei y ZTE) están presentes en el mercado ruso, en la perspectiva de nuevas sanciones y las consideraciones de seguridad nacional hacen que las empresas chinas sean las favoritas.
La dependencia de Rusia de China aún no ha alcanzado un nivel crítico. Después de todo, el pensamiento en Moscú es que si durante la crisis de Ucrania en 2014 Rusia pudo desafiar a su principal socio, la UE, mientras dependía en gran medida de los mercados, la tecnología y las finanzas europeas, entonces el Kremlin puede defender sus intereses con la misma fiereza en el futuro. caso de una disputa con China.
Y aunque China representa menos del 20 por ciento del volumen de negocios comercial de Rusia y su deuda con los institutos financieros chinos sigue siendo insignificante, esa evaluación parece estar justificada. Pero si las relaciones con la UE y Estados Unidos continúan deteriorándose durante los próximos diez a quince años, y el papel de China como socio comercial y fuente de tecnología continúa creciendo, Beijing podría terminar con los medios para presionar a Moscú.
Y si en 2014 el Kremlin tenía al menos alguna alternativa a Occidente en China, a mediados de la década de 2030 podría no haber alternativa a China, y Rusia podría verse obligada por oleoductos a su único cliente en medio de un mercado de compradores.
Además, Moscú no puede dejar de notar que en los últimos años, Beijing ha adquirido el gusto por el uso de armas económicas como sanciones, embargos y aranceles para aplicar presión a otros países, como lo ilustra la guerra comercial que actualmente se libra entre China y Australia (a pesar de que este último ha sido visto hasta hace poco como un ejemplo exitoso de simbiosis de otro país con la economía china).
Sin duda, el Kremlin recuerda cómo en 2011, China National Petroleum Corporation obtuvo un descuento de Rosneft y Transneft en un contrato previamente acordado al aprovechar las enormes deudas de las compañías petroleras estatales rusas con los bancos chinos y su precaria situación.
Si China pudo presionar con éxito a Rusia en 2010, cuando la brecha entre las economías de los dos países era menor, ¿qué impedirá que haga lo mismo en 2036? En los últimos años, Moscú ha intentado explotar el tema de su acercamiento con Pekín para asustar a Occidente con la perspectiva de que se forme un bloque chino-ruso, con el objetivo de obligarlo a suavizar su política hacia Rusia.
Este enfoque está comenzando a dar frutos con la UE, como lo demuestra la entrevista del presidente francés Emmanuel Macron con The Economist el año pasado, y el gran interés en las relaciones chino-rusas en Berlín y muchas otras capitales europeas. Pero ni la UE ni los países europeos individuales, incluso algunos tan poderosos como Alemania y Francia, pueden limitar el acercamiento ruso-chino sin coordinar sus esfuerzos con Estados Unidos.
Las actitudes estadounidenses hacia la entente emergente entre Moscú y Beijing son mixtas. Durante la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, muchos altos funcionarios creían que no había mucho que hacer y que el acercamiento no era sincero, ya que los dos países no confían el uno en el otro y hay temores en Rusia de una expansión demográfica china en el Lejano Oriente. La administración de Donald Trump se tomó el desafío más en serio e incluso entretuvo la idea del exsecretario de Estado Henry Kissinger de un gran triángulo de poder.
Pero los intentos de Estados Unidos de posicionarse en la cima del triángulo fracasaron, y las acciones de la administración Trump solo fortalecieron el eje Rusia-China. Es poco probable que responder a la creciente cercanía de China y Rusia sea una prioridad para el equipo de política exterior de Joe Biden, pero el tema inevitablemente surgirá en las discusiones entre su equipo de seguridad nacional.
El presidente electo considera a China como un "competidor serio" de Estados Unidos en la batalla por el liderazgo global, y a Rusia como un "oponente" y la más hostil de las grandes potencias, por lo que Washington no puede ignorar la relación entre Beijing y Moscú.
En cualquier caso, el tema estará en el radar de la Casa Blanca, ya que el nuevo equipo planea hacer que el restablecimiento de las relaciones con los aliados de Estados Unidos sea una prioridad, y la relación entre China y Rusia es objeto de creciente atención en Berlín, París, Londres, Tokio y Seúl.
La tarea clave será comprender qué es precisamente lo que el acercamiento Moscú-Pekín es indeseable para Estados Unidos y sus aliados, en qué aspectos puede influir Occidente para sus propios fines y qué métodos puede utilizar para hacerlo.
Moscú sabe muy bien que la principal preocupación de Estados Unidos es el acercamiento militar de Moscú y Beijing, específicamente, el uso de tecnología rusa y la adaptación de la experiencia rusa en campañas militares recientes para impulsar el potencial del Ejército Popular de Liberación de China.
Una perspectiva aún más alarmante es la transición de un pacto de no agresión entre Rusia y China, que ya restringe a Estados Unidos y sus aliados, a operaciones militares conjuntas como la patrulla de bombarderos estratégicos del año pasado en el noreste de Asia.
El siguiente paso podría ser la formación de una asociación de seguridad más profunda que se asemejaría cada vez más a una alianza militar.
Probablemente no sea una coincidencia que Putin tocara este punto delicado en particular en sus comentarios recientes en el evento de Valdai.
El principal problema para Estados Unidos y sus aliados europeos es esbozar una estrategia realista que tenga en cuenta la importancia para cualquier gobierno ruso de las buenas relaciones con China, la inmovilidad de las sanciones occidentales actuales, intereses occidentales clave como el apoyo a la integridad territorial de Ucrania. y las líneas rojas de Moscú.
Para el Kremlin, el desafío clave es no dar demasiada importancia a los temores occidentales sobre el acercamiento chino-ruso, y ser capaz de cambiar de política para estabilizar los lazos con Estados Unidos y Europa, mientras que al mismo tiempo se preserva el bien. relaciones con Beijing.
Nota de Andrés Pierantoni: Lo que llama la atención es la pretensión de mantener esa política con una China mucho más musculosa económicamente que la URSS y en negociaciones con Rusia para un formal pacto militar que podría rápidamente pasar del Lo que llama la atención es la pretensión de mantener esa política con un China mucho más musculosa económicamente que la URSS y en negociaciones con Rusia para un formal pacto militar que podrían rápidamente pasar del “back” al “front burner”
* Por parte de países de la OTAN que sí han sido y son “patrocinadores” (caso ISIS, por ej.).
**El “multilateralismo” de Biden y su equipo en realidad es solamente la recomposición de las tradicionales alianzas y/o vasallajes del Atlántico y del Pacífico
* Por parte de países de la OTAN que sí han sido y son “patrocinadores” (caso ISIS, por ej.).
**El “multilateralismo” de Biden y su equipo en realidad es solamente la recomposición de las tradicionales alianzas y/o vasallajes del Atlántico y del Pacífico
El País Berna González Harbour 13 de marzo de 2021
Yanis Varoufakis: “En la UE hay tanta democracia como oxígeno en la Luna, cero”
El exministro de Finanzas griego cree que ya no estamos en el capitalismo, sino en un tecnofeudalismo más propio de una distopía
Yanis Varoufakis
Ministro, activista, político, economista, catedrático, ensayista de éxito y hoy, en un nuevo giro de guion que añade una nueva capa a su figura carismática y contestataria, Yanis Varoufakis se ha hecho novelista. Probablemente nunca un ministro de Finanzas tan breve —lo fue entre enero y julio de 2015, en la etapa más dramática de la Grecia contemporánea— ha perdurado más tiempo en el imaginario de la opinión pública, pero ahí está de nuevo, con su estética de camiseta, jovialidad y gran humor, intentando cabalgar un movimiento internacional de izquierdas y con su novela, Otra realidad (Ediciones Deusto), a punto de publicarse en España. Recibe a EL PAÍS en su pantalla desde Atenas, donde es uno de los nueve diputados de su pequeño partido, MeRA25.
Pregunta. Su libro crea una realidad alternativa que nace para ser esclava del mundo y no al revés. ¿Somos esclavos?
Respuesta. Sí y no. La esencia humana es que siempre tenemos la capacidad para liberarnos, aunque estemos en medio de la peor esclavitud, y esto no puede ser destruido por ningún tipo de autoritarismo. Si ahora que cumplo 60 años sigo siendo marxista y me sigue importando Marx es por la descripción que hace del capitalismo. A diferencia de los comunistas que le siguieron, él era un verdadero liberal y lo interesante para él era que el capitalismo simultáneamente nos liberaba y nos esclavizaba. Nos libera porque crea una maquinaria que trabaja para nosotros, pero que terminamos alimentando y nos esclaviza. Por ejemplo, Google hoy nos libera de la estupidez porque tenemos acceso a toda la información del mundo, pero al mismo tiempo nos esclaviza porque alimentamos su maquinaria de anuncios sin darnos cuenta.
P. Entonces se sigue definiendo como marxista. ¿La palabra aún sirve?
R. Siempre me he definido como marxista libertario, raro, inconsistente, en el sentido de que estoy en desacuerdo conmigo mismo, como Marx. Sin él yo no entendería el capitalismo ni los mercados.
P. ¿Cómo interpreta la crisis que ha provocado la pandemia?
R. No es una nueva crisis. El verdadero inicio fue la crisis financiera de 2008, que ha sido el 1929 de nuestra generación. Sabemos lo que 1929 provocó en todo el mundo hasta desembocar en la II Guerra Mundial y ambas son muy similares. La única diferencia es que en 2008 los bancos centrales inyectaron gran cantidad de dinero para salvar a los bancos privados y ese dinero creó un tipo de capitalismo de Estado, un feudalismo de Estado que yo llamo tecnofeudalismo y que consiste en aplicar la austeridad para las masas y a la vez mucho dinero del Estado, es decir, socialismo, para los banqueros y las corporaciones. Y en esto llegó la covid-19. ¿Y qué hicieron los gobiernos? Más de lo mismo: más dinero del Banco Central para el sector financiero y un poco de ayuda a la población para mantenerse, no para empoderar a los que no tienen poder. Así que la pandemia va a ser una extensión y una profundización de lo ocurrido en los últimos 12 años.
P. ¿No cree que la reacción de la UE hoy ha sido más rápida y proactiva que en 2008?
R. Han mejorado en propaganda en comparación con esos días locos de 2010. Pero cuando vas a la realidad, te encuentras humo, espejismos, aire. En marzo, Sánchez, Mitsotakis o Macron pedían el eurobono, la unión fiscal efectiva y una deuda europea. Pero Merkel dijo “nein”, igual que en 2010 y el resultado son unos fondos de recuperación que son como fondos estructurales reforzados, y ya sabemos a dónde van a ir, a grandes negocios, a grandes corporaciones, mientras los pequeños negocios, los medianos, los jóvenes y los desempleados no conseguirán nada.
P. ¿Tal vez trabajo?
R. Algunos sí, pero macroeconómicamente es insignificante. Al no tener una unión fiscal dejamos a los gobiernos la distribución de ese dinero y eso genera corrupción, más toxicidad entre holandeses, alemanes, griegos, españoles… Nos señalarán con el dedo: mira lo que habéis hecho con el dinero que os hemos dado. No es una buena receta para unir a los europeos.
P. ¿Cuál es su solución para Europa?
R. Para crear una unión necesitas un tesoro común, una deuda común, un Parlamento real y un verdadero Gobierno federal que puedas despedir, no una Ursula von der Leyen a la que nadie puede destituir y que nadie nombró salvo Merkel y Macron. La gente dice que la UE tiene déficit democrático, pero eso no es así, lo que tiene exactamente es cero democracia. Es una zona libre de democracia. Si digo que en la Luna hay déficit de oxígeno, no es verdad, no hay déficit de oxígeno en la Luna, simplemente no hay oxígeno. Y lo digo como europeísta, yo quiero democratizar la UE.
P. ¿Cree que el euro está entonces aún en riesgo?
R. Absolutamente. No es sostenible. Europa es rica, pero tenemos un sistema insostenible que se mantiene porque hay una voluntad política muy fuerte para hacerlo. Cada día que pasa la riqueza europea merma, estamos derrochándola y creando más tensiones. Después de la pandemia vamos a tener más diferencias: auge de Vox en España; los holandeses mirando a los españoles o griegos con mayor recelo; Hungría, Polonia o República Checa cada vez más derechistas, racistas y antieuropeos, más abiertos a Putin y a la democracia iliberal. Las fuerzas centrífugas se hacen más fuertes. Vamos a salir de esta pandemia más desiguales aún de lo que entramos.
P. ¿Quién lo está haciendo mejor en el mundo?
R. Claramente China. Yo soy demócrata y liberal, soy marxista libertario y si estuviera en China estaría encarcelado, seamos claros en esto, es un régimen muy autoritario y cada vez más. Pero son muy buenos en la gestión de sus asuntos. El secretismo y la opacidad del régimen provocó que al principio la pandemia se expandiera, pero una vez que reaccionaron cerraron todo y lo erradicaron, crearon sus hospitales, su vacuna, mientras Sanofi en Francia o el Instituto Pasteur que lleva siglos de experiencia no lo consiguieron. Han logrado dirigir inversión. La educación en China es próspera, producen ingenieros, expertos en lenguas, inteligencia artificial, hacen investigaciones que en Europa no hacemos, tecnología de baterías… están a años de luz de Europa porque están invirtiendo. Y también estamos detrás de Estados Unidos, que es un país de una gran desigualdad pero con espacios en Seattle, Texas o Silicon Valley donde se invierte mucho dinero en el futuro.
P. Las grandes tecnológicas nos proletarizan, afirma en su libro.
R. Los gigantes tecnológicos han conseguido ampliar la fuerza laboral convirtiendo a cada usuario en un trabajador gratis. Frente a una empresa de coches, por ejemplo, en Google, Facebook, Apple y Amazon la mayoría de la producción de capital la realizan los consumidores. Cada vez que llevamos el teléfono, Google está actualizando sus mapas y haciéndolos más útiles. Tú consigues un producto gratis, claro, los mapas o lo que sea, pero ellos captan tu atención y venden tus datos a los anunciantes así que nos han convertido en proletarios sin siquiera pagar. Es un gran cambio en la división del trabajo. Todos somos productores de capital y solo una mínima proporción recibe un salario. Cuando entras en Facebook o Amazon sales del capitalismo. Yo lo sentí físicamente cuando visité Google. Entras en una empresa que está más cerca de la Unión Soviética: hay una estética, un politburó, una ideología. Hay un KGB en Google: muy amable, muy agradable, pero hay una política sobre qué puedes decir y qué no. Es como una ciencia ficción, como si anduvieras por la calle y toda fuera propiedad de una sola persona. Si esta no quiere que veas algo, no lo verás. Y si la compañía quiere que lo veas, lo verás. Esa es la vida en Facebook, en Amazon, en Google. Eso no es competencia, no es capitalismo, eso es feudalismo, una forma distópica de ciencia ficción de feudalismo de alta tecnología. Ya no estamos en el capitalismo, hay que encontrar otra palabra y yo lo llamo tecnofeudalismo.
P. El sector tecnológico y el sanitario han sido beneficiados por la pandemia. ¿Cuáles son los riesgos?
R. Hay una enorme concentración de poder. Las tres empresas que están produciendo las vacunas tienen capacidad para extraer enormes cantidades de dinero de la humanidad. Han podido producir las vacunas tan rápido porque Trump les dio 10.000 millones de dólares y sin embargo no van a devolver nada. Están usando dinero del Estado para crear una inmensa capacidad para extraer dinero del resto del mundo. Cuando se inventó la vacuna de la polio en los cincuenta se dio la patente al mundo porque los niños estaban muriendo. Hoy eso no está pasando. Así que las grandes tecnológicas, las compañías del sector sanitario y la industria de defensa están adquiriendo más poder respecto al resto de la población que el que nadie tuvo en la historia de la humanidad. Y sus intereses no son los mismos que los del resto de la humanidad. Hay una guerra entre los intereses de los más fuertes y los de la mayoría.
P. ¿Mantiene alguna relación con Tsipras [primer ministro de Grecia con Syriza, la coalición de izquierda radical]?
R. Cero. El pueblo griego nos dio un mandato para decir que no a la troika y él se rindió la misma noche del referéndum. Por eso dimití, él se rindió y el resultado fue la pérdida total de la dignidad y credibilidad de la izquierda, no solo en Grecia, sino en toda Europa. Podemos también se acabó esa noche. Rajoy salió con el papel que Tsipras firmó en la mano y dijo: esto es lo que conseguiréis si votáis por el Syriza español y ese fue el fin de Podemos. Esa noche se produjo un fracaso de la democracia. Así que mi relación es cero.
P. ¿Y con Podemos?
R. Creo que la participación de Podemos en el Gobierno de Sánchez es un error. Y antes de eso fue un fallo no tener un programa europeo. Intenté convencerles ante las elecciones al Parlamento Europeo de 2019 de que la derecha tiene un programa para Europa, los fascistas tienen un programa para Europa. Pero Podemos nunca ha estado interesado.
P. El exbanquero central al que se enfrentó Grecia, Draghi, está hoy al mando de Italia. ¿Es una solución?
R. Es una solución para el sector bancario, para la troika, para asegurar que la democracia está formalmente acabada en Italia. Cuando el proceso político no puede producir un primer ministro y necesitas a un extecnócrata de Goldman Sachs, del Banco Central Europeo, para resolver los problemas que los políticos no pueden resolver, estás declarando que la democracia ha fracasado, es la mejor noticia para el Partido Comunista Chino, porque ellos tampoco creen en la democracia sino en los tecnócratas al servicio de la gente, pero sin las preocupaciones de la gente. Draghi ha fichado a la consultora McKinsey para distribuir en Italia los fondos de recuperación así que ya tienes el Tesoro en manos de Goldman Sachs, los fondos de recuperación en manos de McKinsey y lo siguiente puede ser dar a la mafia el Ministerio de Justicia porque saben de ley mucho más que yo. Es un fracaso total de la democracia en Italia.
Yanis Varoufakis
Ministro, activista, político, economista, catedrático, ensayista de éxito y hoy, en un nuevo giro de guion que añade una nueva capa a su figura carismática y contestataria, Yanis Varoufakis se ha hecho novelista. Probablemente nunca un ministro de Finanzas tan breve —lo fue entre enero y julio de 2015, en la etapa más dramática de la Grecia contemporánea— ha perdurado más tiempo en el imaginario de la opinión pública, pero ahí está de nuevo, con su estética de camiseta, jovialidad y gran humor, intentando cabalgar un movimiento internacional de izquierdas y con su novela, Otra realidad (Ediciones Deusto), a punto de publicarse en España. Recibe a EL PAÍS en su pantalla desde Atenas, donde es uno de los nueve diputados de su pequeño partido, MeRA25.
Pregunta. Su libro crea una realidad alternativa que nace para ser esclava del mundo y no al revés. ¿Somos esclavos?
Respuesta. Sí y no. La esencia humana es que siempre tenemos la capacidad para liberarnos, aunque estemos en medio de la peor esclavitud, y esto no puede ser destruido por ningún tipo de autoritarismo. Si ahora que cumplo 60 años sigo siendo marxista y me sigue importando Marx es por la descripción que hace del capitalismo. A diferencia de los comunistas que le siguieron, él era un verdadero liberal y lo interesante para él era que el capitalismo simultáneamente nos liberaba y nos esclavizaba. Nos libera porque crea una maquinaria que trabaja para nosotros, pero que terminamos alimentando y nos esclaviza. Por ejemplo, Google hoy nos libera de la estupidez porque tenemos acceso a toda la información del mundo, pero al mismo tiempo nos esclaviza porque alimentamos su maquinaria de anuncios sin darnos cuenta.
P. Entonces se sigue definiendo como marxista. ¿La palabra aún sirve?
R. Siempre me he definido como marxista libertario, raro, inconsistente, en el sentido de que estoy en desacuerdo conmigo mismo, como Marx. Sin él yo no entendería el capitalismo ni los mercados.
P. ¿Cómo interpreta la crisis que ha provocado la pandemia?
R. No es una nueva crisis. El verdadero inicio fue la crisis financiera de 2008, que ha sido el 1929 de nuestra generación. Sabemos lo que 1929 provocó en todo el mundo hasta desembocar en la II Guerra Mundial y ambas son muy similares. La única diferencia es que en 2008 los bancos centrales inyectaron gran cantidad de dinero para salvar a los bancos privados y ese dinero creó un tipo de capitalismo de Estado, un feudalismo de Estado que yo llamo tecnofeudalismo y que consiste en aplicar la austeridad para las masas y a la vez mucho dinero del Estado, es decir, socialismo, para los banqueros y las corporaciones. Y en esto llegó la covid-19. ¿Y qué hicieron los gobiernos? Más de lo mismo: más dinero del Banco Central para el sector financiero y un poco de ayuda a la población para mantenerse, no para empoderar a los que no tienen poder. Así que la pandemia va a ser una extensión y una profundización de lo ocurrido en los últimos 12 años.
P. ¿No cree que la reacción de la UE hoy ha sido más rápida y proactiva que en 2008?
R. Han mejorado en propaganda en comparación con esos días locos de 2010. Pero cuando vas a la realidad, te encuentras humo, espejismos, aire. En marzo, Sánchez, Mitsotakis o Macron pedían el eurobono, la unión fiscal efectiva y una deuda europea. Pero Merkel dijo “nein”, igual que en 2010 y el resultado son unos fondos de recuperación que son como fondos estructurales reforzados, y ya sabemos a dónde van a ir, a grandes negocios, a grandes corporaciones, mientras los pequeños negocios, los medianos, los jóvenes y los desempleados no conseguirán nada.
P. ¿Tal vez trabajo?
R. Algunos sí, pero macroeconómicamente es insignificante. Al no tener una unión fiscal dejamos a los gobiernos la distribución de ese dinero y eso genera corrupción, más toxicidad entre holandeses, alemanes, griegos, españoles… Nos señalarán con el dedo: mira lo que habéis hecho con el dinero que os hemos dado. No es una buena receta para unir a los europeos.
P. ¿Cuál es su solución para Europa?
R. Para crear una unión necesitas un tesoro común, una deuda común, un Parlamento real y un verdadero Gobierno federal que puedas despedir, no una Ursula von der Leyen a la que nadie puede destituir y que nadie nombró salvo Merkel y Macron. La gente dice que la UE tiene déficit democrático, pero eso no es así, lo que tiene exactamente es cero democracia. Es una zona libre de democracia. Si digo que en la Luna hay déficit de oxígeno, no es verdad, no hay déficit de oxígeno en la Luna, simplemente no hay oxígeno. Y lo digo como europeísta, yo quiero democratizar la UE.
P. ¿Cree que el euro está entonces aún en riesgo?
R. Absolutamente. No es sostenible. Europa es rica, pero tenemos un sistema insostenible que se mantiene porque hay una voluntad política muy fuerte para hacerlo. Cada día que pasa la riqueza europea merma, estamos derrochándola y creando más tensiones. Después de la pandemia vamos a tener más diferencias: auge de Vox en España; los holandeses mirando a los españoles o griegos con mayor recelo; Hungría, Polonia o República Checa cada vez más derechistas, racistas y antieuropeos, más abiertos a Putin y a la democracia iliberal. Las fuerzas centrífugas se hacen más fuertes. Vamos a salir de esta pandemia más desiguales aún de lo que entramos.
P. ¿Quién lo está haciendo mejor en el mundo?
R. Claramente China. Yo soy demócrata y liberal, soy marxista libertario y si estuviera en China estaría encarcelado, seamos claros en esto, es un régimen muy autoritario y cada vez más. Pero son muy buenos en la gestión de sus asuntos. El secretismo y la opacidad del régimen provocó que al principio la pandemia se expandiera, pero una vez que reaccionaron cerraron todo y lo erradicaron, crearon sus hospitales, su vacuna, mientras Sanofi en Francia o el Instituto Pasteur que lleva siglos de experiencia no lo consiguieron. Han logrado dirigir inversión. La educación en China es próspera, producen ingenieros, expertos en lenguas, inteligencia artificial, hacen investigaciones que en Europa no hacemos, tecnología de baterías… están a años de luz de Europa porque están invirtiendo. Y también estamos detrás de Estados Unidos, que es un país de una gran desigualdad pero con espacios en Seattle, Texas o Silicon Valley donde se invierte mucho dinero en el futuro.
P. Las grandes tecnológicas nos proletarizan, afirma en su libro.
R. Los gigantes tecnológicos han conseguido ampliar la fuerza laboral convirtiendo a cada usuario en un trabajador gratis. Frente a una empresa de coches, por ejemplo, en Google, Facebook, Apple y Amazon la mayoría de la producción de capital la realizan los consumidores. Cada vez que llevamos el teléfono, Google está actualizando sus mapas y haciéndolos más útiles. Tú consigues un producto gratis, claro, los mapas o lo que sea, pero ellos captan tu atención y venden tus datos a los anunciantes así que nos han convertido en proletarios sin siquiera pagar. Es un gran cambio en la división del trabajo. Todos somos productores de capital y solo una mínima proporción recibe un salario. Cuando entras en Facebook o Amazon sales del capitalismo. Yo lo sentí físicamente cuando visité Google. Entras en una empresa que está más cerca de la Unión Soviética: hay una estética, un politburó, una ideología. Hay un KGB en Google: muy amable, muy agradable, pero hay una política sobre qué puedes decir y qué no. Es como una ciencia ficción, como si anduvieras por la calle y toda fuera propiedad de una sola persona. Si esta no quiere que veas algo, no lo verás. Y si la compañía quiere que lo veas, lo verás. Esa es la vida en Facebook, en Amazon, en Google. Eso no es competencia, no es capitalismo, eso es feudalismo, una forma distópica de ciencia ficción de feudalismo de alta tecnología. Ya no estamos en el capitalismo, hay que encontrar otra palabra y yo lo llamo tecnofeudalismo.
P. El sector tecnológico y el sanitario han sido beneficiados por la pandemia. ¿Cuáles son los riesgos?
R. Hay una enorme concentración de poder. Las tres empresas que están produciendo las vacunas tienen capacidad para extraer enormes cantidades de dinero de la humanidad. Han podido producir las vacunas tan rápido porque Trump les dio 10.000 millones de dólares y sin embargo no van a devolver nada. Están usando dinero del Estado para crear una inmensa capacidad para extraer dinero del resto del mundo. Cuando se inventó la vacuna de la polio en los cincuenta se dio la patente al mundo porque los niños estaban muriendo. Hoy eso no está pasando. Así que las grandes tecnológicas, las compañías del sector sanitario y la industria de defensa están adquiriendo más poder respecto al resto de la población que el que nadie tuvo en la historia de la humanidad. Y sus intereses no son los mismos que los del resto de la humanidad. Hay una guerra entre los intereses de los más fuertes y los de la mayoría.
P. ¿Mantiene alguna relación con Tsipras [primer ministro de Grecia con Syriza, la coalición de izquierda radical]?
R. Cero. El pueblo griego nos dio un mandato para decir que no a la troika y él se rindió la misma noche del referéndum. Por eso dimití, él se rindió y el resultado fue la pérdida total de la dignidad y credibilidad de la izquierda, no solo en Grecia, sino en toda Europa. Podemos también se acabó esa noche. Rajoy salió con el papel que Tsipras firmó en la mano y dijo: esto es lo que conseguiréis si votáis por el Syriza español y ese fue el fin de Podemos. Esa noche se produjo un fracaso de la democracia. Así que mi relación es cero.
P. ¿Y con Podemos?
R. Creo que la participación de Podemos en el Gobierno de Sánchez es un error. Y antes de eso fue un fallo no tener un programa europeo. Intenté convencerles ante las elecciones al Parlamento Europeo de 2019 de que la derecha tiene un programa para Europa, los fascistas tienen un programa para Europa. Pero Podemos nunca ha estado interesado.
P. El exbanquero central al que se enfrentó Grecia, Draghi, está hoy al mando de Italia. ¿Es una solución?
R. Es una solución para el sector bancario, para la troika, para asegurar que la democracia está formalmente acabada en Italia. Cuando el proceso político no puede producir un primer ministro y necesitas a un extecnócrata de Goldman Sachs, del Banco Central Europeo, para resolver los problemas que los políticos no pueden resolver, estás declarando que la democracia ha fracasado, es la mejor noticia para el Partido Comunista Chino, porque ellos tampoco creen en la democracia sino en los tecnócratas al servicio de la gente, pero sin las preocupaciones de la gente. Draghi ha fichado a la consultora McKinsey para distribuir en Italia los fondos de recuperación así que ya tienes el Tesoro en manos de Goldman Sachs, los fondos de recuperación en manos de McKinsey y lo siguiente puede ser dar a la mafia el Ministerio de Justicia porque saben de ley mucho más que yo. Es un fracaso total de la democracia en Italia.
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21 de marzo de 2021
Según el líder comunista, Guennady Zyuganov, en su momento figuras como Lenin, Stalin o incluso Krushov respondieron a las pretensiones estadounidenses con la conformación de un Estado poderoso.
En entrevista para el diario ruso «Prensa Libre», Guennady Zyuganov, presidente del Comité Central del Partido Comunista de Rusia, dió sus interpretaciones de los últimos acontecimientos en torno a las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Rusia, en particular sobre la calificación de «asesino» que en relación al presidente de Rusia, Vladimir Putin, ofreció su homólogo estadounidense, Joe Biden, en trasmisión televisiva esta semana.
En entrevista para el diario ruso «Prensa Libre», Guennady Zyuganov, presidente del Comité Central del Partido Comunista de Rusia, dió sus interpretaciones de los últimos acontecimientos en torno a las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Rusia, en particular sobre la calificación de «asesino» que en relación al presidente de Rusia, Vladimir Putin, ofreció su homólogo estadounidense, Joe Biden, en trasmisión televisiva esta semana.
22 de marzo de 2021
23 de marzo de 2021
24 de marzo de 2021
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25 de marzo de 2021
"¿Y qué tipo de vida llevan estas personas, que se hacen pasar por morales? Querido amigo, olvidas que estamos en la tierra natal del hipócrita". ~ Oscar Wilde
En una entrevista televisiva reciente, se le preguntó al presidente Joseph Biden si creía que el presidente ruso Vladimir Putin es un asesino. En una muestra de valentía en política exterior y con poca vacilación, respondió "sí". Es revelador que los comentaristas rara vez cuestionen el comportamiento violento de los presidentes de Estados Unidos.
Estados Unidos ha asumido el papel de árbitro del bien y del mal, presentándose inevitablemente como una nación de lo más decente con derecho a condenar y castigar a los demás.
La historia ha demostrado que la creencia estadounidense en el excepcionalismo ha engendrado una arrogancia que ha acostumbrado a sus líderes a creer que tienen derecho a utilizar su poder político y militar de forma destructiva en todo el mundo.
25 de marzo de 2021
26 de marzo de 2021
28 de marzo de 2021
31 de marzo de 2021