La ampliación de la UE en los Balcanes Occidentales
EOM Pol Vila 5 de febrero de 2019
Albania, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia, Montenegro y Serbia buscan ser los próximos Estados en acceder a la Unión Europea. Sin embargo, los desafíos que afectan al corazón de la Unión, así como los problemas internos que aquejan a los países balcánicos, han dilatado el proceso de ampliación en la región.
Fuente: Tirana Today
Desde la conclusión de las guerras yugoslavas a finales de 2001, la UE ha jugado un papel muy destacado en los Balcanes, ya no solo como potencia geoeconómica en materia de reconstrucción, sino también como garante de la estabilidad y la seguridad en la región. Estas políticas, que se han encuadrado en el marco del proceso de ampliación de la UE hacia el sureste europeo, no han conseguido hacer florecer procesos de democratización completos que se alejen de las políticas de etnización de la década de 1990. Ciertamente, este hecho ha influido en la ralentización del proceso de adhesión al club comunitario, con el consecuente desencanto de la población sobre el papel que juega la UE en los Balcanes.
Dicha ralentización ha generado un incremento de la influencia de otras potencias mundiales en los Balcanes, cuyo objetivo principal es allanar el espacio dejado por la UE para consolidar su peso en la región. La UE debería avivar el proceso de ampliación en los Balcanes, siempre y cuando los países de la región cumplan con las reformas democráticas, para evitar el desequilibro y el resurgimiento de disputas entre ellos.
La larga travesía hacia Europa
La perspectiva europea de los países que integran los Balcanes Occidentales se consolidó en la Cumbre de Salónica de 2003, en la que se prometió la futura membresía a la UE de los Estados balcánicos. La declaración final de esta cumbre reivindicó la necesidad de compartir los valores de la UE en la región y puso de manifiesto que la entrada al club europeo dependería exclusivamente de los méritos de cada Estado. Para ello, se estableció que el cumplimiento del artículo 49 del Tratado de la UE, que dicta el ingreso de nuevos Estados en la Unión, así como la consumación de los criterios políticos, económicos y administrativos de Copenhague —estabilidad, democracia, Estado de derecho, derechos humanos, protección de las minorías, libre mercado, capacidad para cumplir los tratados…—, eran aspectos fundamentales para la entrada de estos países en la UE.
Eslovenia fue en 2004 el primer país de los Balcanes en ingresar en la UE junto con otros nueve Estados europeos. El acceso de Croacia, sin embargo, tuvo que esperar casi una década, entre otras razones, por el bloqueo de Eslovenia y por la falta de colaboración con el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia. Esta ha sido la última ampliación hasta la fecha y no se prevé otra hasta al menos 2025, cuando se vaticina una posible entrada de Montenegro y Serbia.
Dicha ralentización ha generado un incremento de la influencia de otras potencias mundiales en los Balcanes, cuyo objetivo principal es allanar el espacio dejado por la UE para consolidar su peso en la región. La UE debería avivar el proceso de ampliación en los Balcanes, siempre y cuando los países de la región cumplan con las reformas democráticas, para evitar el desequilibro y el resurgimiento de disputas entre ellos.
La larga travesía hacia Europa
La perspectiva europea de los países que integran los Balcanes Occidentales se consolidó en la Cumbre de Salónica de 2003, en la que se prometió la futura membresía a la UE de los Estados balcánicos. La declaración final de esta cumbre reivindicó la necesidad de compartir los valores de la UE en la región y puso de manifiesto que la entrada al club europeo dependería exclusivamente de los méritos de cada Estado. Para ello, se estableció que el cumplimiento del artículo 49 del Tratado de la UE, que dicta el ingreso de nuevos Estados en la Unión, así como la consumación de los criterios políticos, económicos y administrativos de Copenhague —estabilidad, democracia, Estado de derecho, derechos humanos, protección de las minorías, libre mercado, capacidad para cumplir los tratados…—, eran aspectos fundamentales para la entrada de estos países en la UE.
Eslovenia fue en 2004 el primer país de los Balcanes en ingresar en la UE junto con otros nueve Estados europeos. El acceso de Croacia, sin embargo, tuvo que esperar casi una década, entre otras razones, por el bloqueo de Eslovenia y por la falta de colaboración con el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia. Esta ha sido la última ampliación hasta la fecha y no se prevé otra hasta al menos 2025, cuando se vaticina una posible entrada de Montenegro y Serbia.
Proceso de ampliación de la Unión Europea.
Albania y Macedonia son, junto con Montenegro y Serbia, los otros dos países candidatos a entrar en la UE; las negociaciones con Turquía están congeladas desde las purgas que siguieron al fallido golpe de Estado de 2016. Sin embargo, solo Serbia y Montenegro tienen abiertos capítulos de negociaciones con la Comisión —de un total de 35 que abordan distintos ámbitos—. Albania y Macedonia, que parecían preparadas para abrir las negociaciones con la UE en 2018 después de una intensa lucha contra la corrupción, tendrán que esperar a mediados de 2019 para la apertura de las negociaciones.
Para ampliar: “La ampliación de la UE hacia el este”, Enric Rodríguez en El Orden Mundial, 2017
Bosnia y Kosovo, Estados más afectados por la disolución de la antigua Yugoslavia, siguen siendo los más rezagados para ingresar en la UE. Bosnia, cuya administración sigue funcionando de acuerdo con lo establecido en los Acuerdos de Dayton, es candidata potencial, pero necesita una urgente reforma constitucional para acelerar el proceso de integración en la Unión y obtener el estatus de país candidato. Su candidatura, emitida en 2016, sigue a la espera de aprobación. Kosovo, en cambio, continúa siendo el país balcánico más aislado, ya que la UE sigue dilatando la liberalización de visados para los ciudadanos del país. Su principal escollo para acelerar el proceso de integración sigue siendo el reconocimiento de los cinco países de la UE que aún no lo reconocen —sin olvidar las disputas territoriales—, ya que sin este reconocimiento el estatus de país candidato no puede otorgarse.
Para ampliar: “La ampliación de la UE hacia el este”, Enric Rodríguez en El Orden Mundial, 2017
Bosnia y Kosovo, Estados más afectados por la disolución de la antigua Yugoslavia, siguen siendo los más rezagados para ingresar en la UE. Bosnia, cuya administración sigue funcionando de acuerdo con lo establecido en los Acuerdos de Dayton, es candidata potencial, pero necesita una urgente reforma constitucional para acelerar el proceso de integración en la Unión y obtener el estatus de país candidato. Su candidatura, emitida en 2016, sigue a la espera de aprobación. Kosovo, en cambio, continúa siendo el país balcánico más aislado, ya que la UE sigue dilatando la liberalización de visados para los ciudadanos del país. Su principal escollo para acelerar el proceso de integración sigue siendo el reconocimiento de los cinco países de la UE que aún no lo reconocen —sin olvidar las disputas territoriales—, ya que sin este reconocimiento el estatus de país candidato no puede otorgarse.
Avances en la integración de los Balcanes Occidentales en la UE. Montenegro ha abierto tres capítulos más de los que aparecen en el gráfico, mientras que Serbia ha abierto dos más. Fuente: ISSUE
La integración de estos países en el club comunitario supone una inversión económica en la región de gran calado. Las arcas de Bruselas han desembolsado una cantidad ingente de dinero en los últimos años: se calcula que entre 2007 y 2018 la UE invirtió 10.000 millones de euros en la región a través del Instrumento de Ayuda de Preadhesión. La consolidación de Bruselas como protagonista geoeconómico en los Balcanes se explica también con el intercambio comercial entre los dos actores: en 2017 la UE llevó a cabo el 67% de las importaciones y el 84% de las exportaciones en los seis países aspirantes.
El importante desembolso de la Unión en la región queda ensombrecido por el escaso peso económico que jugarían los seis Estados balcánicos dentro del club comunitario. Las cifras son significativas: la media del PIB de los seis tan solo representaría el 0,38% del PIB per cápita de la UE, una cifra inferior a la representada anteriormente por otro Estados que accedieron a la UE, con la excepción de Rumanía.
Aunque se ha avanzado mucho desde la Cumbre de Salónica en la integración de los seis países, las reformas siguen siendo insuficientes. El Proceso de Berlín, que pretendió dar en 2014 un impulso a la ampliación de la UE en los Balcanes, no ha terminado de acelerar la integración y ha congelado el acceso a la UE de los países balcánicos.
El importante desembolso de la Unión en la región queda ensombrecido por el escaso peso económico que jugarían los seis Estados balcánicos dentro del club comunitario. Las cifras son significativas: la media del PIB de los seis tan solo representaría el 0,38% del PIB per cápita de la UE, una cifra inferior a la representada anteriormente por otro Estados que accedieron a la UE, con la excepción de Rumanía.
Aunque se ha avanzado mucho desde la Cumbre de Salónica en la integración de los seis países, las reformas siguen siendo insuficientes. El Proceso de Berlín, que pretendió dar en 2014 un impulso a la ampliación de la UE en los Balcanes, no ha terminado de acelerar la integración y ha congelado el acceso a la UE de los países balcánicos.
Inversión de la UE en los Balcanes Occidentales. Fuente: Consejo Europeo
El proyecto europeo, en duda
La ampliación de la UE en la región balcánica coincide con la etapa más desafiante para Bruselas, hecho que favorece que la UE priorice su propio fortalecimiento antes que la entrada de nuevos miembros que pudiesen poner en jaque los cimientos europeos. El brexit, el auge de los populismos y la crisis de la gestión migratoria han acaparado los focos de la UE en los últimos cuatro años, mientras que la influencia de la UE en los Balcanes ha ido menguando a costa del ascenso de otros actores geopolíticos en la región. A esto hay que añadir la reticencia de algunos Estados miembros, como Países Bajos, Austria, Francia —o España en el caso de Kosovo—, que se manifiestan ambiguos en torno a la ampliación.
Para ampliar: “Europa en 2019”, Álex Maroño en El Orden Mundial, 2018
La entrada prematura a la UE de otros países balcánicos —en especial de Rumanía y Bulgaria en 2007, con problemas considerables de corrupción en sus instituciones— ha hecho, además, que a los nuevos países candidatos —y potenciales— se los mire con lupa. Incluso Croacia, que se ha visto inmersa en una serie de políticas de segurización --agravado por la crisis de la gestión migratoria en 2016—, parece haber puesto en cuestión los valores de la Unión. Semejante legado, que ya se conoce como la “fatiga de la ampliación”, ha contribuido de manera sustancial a la ralentización del proceso de adhesión ante el miedo a importar una mayor desestabilización dentro de la UE.
Esta fatiga ha favorecido en la región el aumento del desapego hacia Bruselas. Aunque la integración en el club comunitario sigue siendo la prioridad principal en el discurso político de los países balcánicos, las encuestas de opinión muestran que el sentimiento europeísta ha disminuido. En Serbia, por ejemplo, el apoyo popular a la UE cayó del 70% en 2006 al 47% en 2016. Sin embargo, los países con mayoría albanesa —Albania y Kosovo— siguen siendo los principales valedores en la región de la integración.
Actores internacionales como China, Rusia, Turquía o las monarquías del Golfo han sabido copar el espacio abandonado por la UE para establecer su semilla en la región. Rusia, la potencia exterior que más peso tiene en los Balcanes, maneja el poder blando a la perfección para consolidarse como actor indiscutible en Bosnia y Serbia. China, en cambio, hace uso de su poder económico para invertir en infraestructura, como la futura Nueva Ruta de la Seda, que cruzará la región balcánica. En cuanto a Turquía y las monarquías del Golfo, utilizan el nexo del islam para afianzar su condición de potencias regionales en los Balcanes.
Para ampliar: “Yihadismo, un frente común en los Balcanes”, Clara Rodríguez en El Orden Mundial, 2019
La penetración de potencias externas en los Balcanes no ha significado un cambio en la estrategia de la UE hasta la fecha. Desde el final de las guerras yugoslavas de la década de 1990, la exportación de políticas de estabilidad y seguridad a los Balcanes se ha convertido en la herramienta más importante para Bruselas. Esto ha tenido lugar a expensas de un menor énfasis en el proceso de transformación democrática, con todo lo que ello implica. El principal resultado ha sido la emergencia de Estados pseudodemocráticos —fenómeno también conocido como “estabilitocracia”—, que se caracterizan por la prevalencia de la seguridad sobre cuestiones de democracia interna.
Para ampliar: “The Crisis of Democracy in the Western Balkans. Authoritarianism and EU Stabilitocracy”, BiEPAG, 2017
Obstáculos para la ampliación
El fortalecimiento del Estado de derecho en los Balcanes sigue siendo el principal escollo para su integración en la UE. Hasta la fecha, el crimen organizado, la corrupción institucional y el nepotismo son, con variabilidad, endémicos en la región. Aunque los avances han sido significativos en los últimos años, aún queda una ardua tarea por delante. El poder judicial sigue estando muy politizado y, por consiguiente, favorece que los poderosos se vean constantemente beneficiados por el sistema. Kosovo y Bosnia son los países con mayores dificultades en este sentido; en ellos sigue siendo muy fácil medrar en la Administración por el clientelismo político.
Desde la desconexión de la UE con la región, el autoritarismo y el nacionalismo étnico han resurgido como fuerzas pujantes en los Balcanes. En Montenegro Milo Đukanović lleva afianzado en el poder casi tres décadas y en la República Srpska —una de las dos entidades políticas que forman la actual Bosnia y Herzegovina— Milorad Dodik, presidente de Bosnia y antiguo cachorro de la ex secretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright, lleva tiempo convertido al putinismo, sin apenas ocultar la compra de votos durante las últimas elecciones, en octubre de 2018. Sus socios bosniacos y croatas en el Gobierno tampoco son ajenos a este nacionalismo descomedido.
Mientras tanto, los Gobiernos de Serbia y de su antigua provincia, Kosovo, se han afianzado en el poder menoscabando las libertades fundamentales que predica la UE. En Serbia el presidente, Aleksandar Vučić, ha reforzado el control sobre los medios de comunicación y dejado la pluralidad periodística hecha cenizas. En cuanto a Kosovo, la abundante legislación para la protección e integración de la comunidad romaní es papel mojado. La discriminación contra las minorías —incluida la comunidad LGTB— impera en toda la región. La economía tampoco es una cuestión baladí en el fenómeno de la ampliación: la UE ya señaló en su informe de 2018 que las economías de la región no son competitivas; así lo demuestran la alta tasa de desempleo y la carencia de infraestructura de transporte por toda la región balcánica.
Para ampliar: “Un toque de color sobre el telón de acero”, Nacho Esteban en El Orden Mundial, 2018
La ampliación de la UE en la región balcánica coincide con la etapa más desafiante para Bruselas, hecho que favorece que la UE priorice su propio fortalecimiento antes que la entrada de nuevos miembros que pudiesen poner en jaque los cimientos europeos. El brexit, el auge de los populismos y la crisis de la gestión migratoria han acaparado los focos de la UE en los últimos cuatro años, mientras que la influencia de la UE en los Balcanes ha ido menguando a costa del ascenso de otros actores geopolíticos en la región. A esto hay que añadir la reticencia de algunos Estados miembros, como Países Bajos, Austria, Francia —o España en el caso de Kosovo—, que se manifiestan ambiguos en torno a la ampliación.
Para ampliar: “Europa en 2019”, Álex Maroño en El Orden Mundial, 2018
La entrada prematura a la UE de otros países balcánicos —en especial de Rumanía y Bulgaria en 2007, con problemas considerables de corrupción en sus instituciones— ha hecho, además, que a los nuevos países candidatos —y potenciales— se los mire con lupa. Incluso Croacia, que se ha visto inmersa en una serie de políticas de segurización --agravado por la crisis de la gestión migratoria en 2016—, parece haber puesto en cuestión los valores de la Unión. Semejante legado, que ya se conoce como la “fatiga de la ampliación”, ha contribuido de manera sustancial a la ralentización del proceso de adhesión ante el miedo a importar una mayor desestabilización dentro de la UE.
Esta fatiga ha favorecido en la región el aumento del desapego hacia Bruselas. Aunque la integración en el club comunitario sigue siendo la prioridad principal en el discurso político de los países balcánicos, las encuestas de opinión muestran que el sentimiento europeísta ha disminuido. En Serbia, por ejemplo, el apoyo popular a la UE cayó del 70% en 2006 al 47% en 2016. Sin embargo, los países con mayoría albanesa —Albania y Kosovo— siguen siendo los principales valedores en la región de la integración.
Actores internacionales como China, Rusia, Turquía o las monarquías del Golfo han sabido copar el espacio abandonado por la UE para establecer su semilla en la región. Rusia, la potencia exterior que más peso tiene en los Balcanes, maneja el poder blando a la perfección para consolidarse como actor indiscutible en Bosnia y Serbia. China, en cambio, hace uso de su poder económico para invertir en infraestructura, como la futura Nueva Ruta de la Seda, que cruzará la región balcánica. En cuanto a Turquía y las monarquías del Golfo, utilizan el nexo del islam para afianzar su condición de potencias regionales en los Balcanes.
Para ampliar: “Yihadismo, un frente común en los Balcanes”, Clara Rodríguez en El Orden Mundial, 2019
La penetración de potencias externas en los Balcanes no ha significado un cambio en la estrategia de la UE hasta la fecha. Desde el final de las guerras yugoslavas de la década de 1990, la exportación de políticas de estabilidad y seguridad a los Balcanes se ha convertido en la herramienta más importante para Bruselas. Esto ha tenido lugar a expensas de un menor énfasis en el proceso de transformación democrática, con todo lo que ello implica. El principal resultado ha sido la emergencia de Estados pseudodemocráticos —fenómeno también conocido como “estabilitocracia”—, que se caracterizan por la prevalencia de la seguridad sobre cuestiones de democracia interna.
Para ampliar: “The Crisis of Democracy in the Western Balkans. Authoritarianism and EU Stabilitocracy”, BiEPAG, 2017
Obstáculos para la ampliación
El fortalecimiento del Estado de derecho en los Balcanes sigue siendo el principal escollo para su integración en la UE. Hasta la fecha, el crimen organizado, la corrupción institucional y el nepotismo son, con variabilidad, endémicos en la región. Aunque los avances han sido significativos en los últimos años, aún queda una ardua tarea por delante. El poder judicial sigue estando muy politizado y, por consiguiente, favorece que los poderosos se vean constantemente beneficiados por el sistema. Kosovo y Bosnia son los países con mayores dificultades en este sentido; en ellos sigue siendo muy fácil medrar en la Administración por el clientelismo político.
Desde la desconexión de la UE con la región, el autoritarismo y el nacionalismo étnico han resurgido como fuerzas pujantes en los Balcanes. En Montenegro Milo Đukanović lleva afianzado en el poder casi tres décadas y en la República Srpska —una de las dos entidades políticas que forman la actual Bosnia y Herzegovina— Milorad Dodik, presidente de Bosnia y antiguo cachorro de la ex secretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright, lleva tiempo convertido al putinismo, sin apenas ocultar la compra de votos durante las últimas elecciones, en octubre de 2018. Sus socios bosniacos y croatas en el Gobierno tampoco son ajenos a este nacionalismo descomedido.
Mientras tanto, los Gobiernos de Serbia y de su antigua provincia, Kosovo, se han afianzado en el poder menoscabando las libertades fundamentales que predica la UE. En Serbia el presidente, Aleksandar Vučić, ha reforzado el control sobre los medios de comunicación y dejado la pluralidad periodística hecha cenizas. En cuanto a Kosovo, la abundante legislación para la protección e integración de la comunidad romaní es papel mojado. La discriminación contra las minorías —incluida la comunidad LGTB— impera en toda la región. La economía tampoco es una cuestión baladí en el fenómeno de la ampliación: la UE ya señaló en su informe de 2018 que las economías de la región no son competitivas; así lo demuestran la alta tasa de desempleo y la carencia de infraestructura de transporte por toda la región balcánica.
Para ampliar: “Un toque de color sobre el telón de acero”, Nacho Esteban en El Orden Mundial, 2018
Indicadores sobre el desempleo y la libertad de prensa en los Balcanes Occidentales. Fuente: ISSUE
Los criterios de Copenhague para la ampliación de la UE también hacen referencia al mantenimiento de relaciones amistosas con los países vecinos, principio muy lejos de cumplirse hasta el momento. Los conflictos de finales del siglo XX rompieron las afables relaciones interétnicas y abrieron numerosas disputas territoriales en la región. Volver a unir lazos comunitarios entre los ciudadanos de los Balcanes y resolver las disputas territoriales en los países de la ex-Yugoslavia —en especial, la normalización de las relaciones entre Kosovo y Serbia y la creación de un Estado funcional, inclusivo y alejado de las políticas de etnización en Bosnia— serán objetivos primordiales para estimular el proceso de ampliación.
Queda por ver si el acuerdo histórico entre Macedonia y Grecia por el cambio de nombre de la primera tendrá un efecto positivo en la región y si será premiado por Bruselas acelerando el proceso de integración de Macedonia. La resolución de disputas territoriales en los Balcanes es una cuestión de suma importancia para la ampliación; sin ella, los países balcánicos tendrán muy difícil alcanzar la membresía. Bruselas no aceptará añadir más disputas e inestabilidad a las ya reinantes.
Para ampliar: “La larga disputa entre Grecia y Macedonia”, Andrea G. Rodríguez en El Orden Mundial, 2018
Un cambio interno para avivar la ampliación
La perspectiva europea de la región está ante todo en manos de los propios países que aspiran a entrar en la UE. Pero la entrada en la Unión no es una obligación, sino una alternativa a la situación de desilusión que viven los ciudadanos de la región, un deseo o sentimiento que debe emerger de los habitantes de Macedonia, Kosovo, Serbia, Montenegro, Bosnia y Albania y deben capitanear los líderes políticos de estos países. Ellos deben jugar además un papel trascendental a la hora de comunicar a los ciudadanos la importancia de acceder a la UE, así como la influencia de esta en su economía.
Ante el auge de los populismos en los países de la Unión, los Estados de los Balcanes deben tener claro cuáles son los valores fundamentales de la UE. La resolución de disputas territoriales, el proceso de reconciliación y la transformación democrática son objetivos que pueden y deben ser amparados por la UE, pero no liderados ni impuestos por ella. Estos propósitos deben nacer de los propios Estados interesados en acceder a una comunidad cuyos valores son los derechos humanos, el Estado de derecho, la dignidad humana, la libertad, la democracia y la igualdad. No debe haber lugar en la UE para la retórica nacionalista de preguerra ni tampoco para la glorificación de criminales de guerra de cualquier bando, tan predominante en la región.
Con la salida del Reino Unido a finales de marzo y la formación de una nueva Comisión a mediados de 2019, la UE deberá seguir muy de cerca el proceso de transformación de los Balcanes Occidentales y acelerar el proceso de adhesión, siempre y cuando se cumplan los requisitos y tareas impuestos a estos Estados. De lo contrario, podría causar una mayor desilusión hacia el proyecto europeo, un incremento de la injerencia de otras potencias y un aumento de la inestabilidad en la región que penalizaría directamente los intereses de Bruselas.
Queda por ver si el acuerdo histórico entre Macedonia y Grecia por el cambio de nombre de la primera tendrá un efecto positivo en la región y si será premiado por Bruselas acelerando el proceso de integración de Macedonia. La resolución de disputas territoriales en los Balcanes es una cuestión de suma importancia para la ampliación; sin ella, los países balcánicos tendrán muy difícil alcanzar la membresía. Bruselas no aceptará añadir más disputas e inestabilidad a las ya reinantes.
Para ampliar: “La larga disputa entre Grecia y Macedonia”, Andrea G. Rodríguez en El Orden Mundial, 2018
Un cambio interno para avivar la ampliación
La perspectiva europea de la región está ante todo en manos de los propios países que aspiran a entrar en la UE. Pero la entrada en la Unión no es una obligación, sino una alternativa a la situación de desilusión que viven los ciudadanos de la región, un deseo o sentimiento que debe emerger de los habitantes de Macedonia, Kosovo, Serbia, Montenegro, Bosnia y Albania y deben capitanear los líderes políticos de estos países. Ellos deben jugar además un papel trascendental a la hora de comunicar a los ciudadanos la importancia de acceder a la UE, así como la influencia de esta en su economía.
Ante el auge de los populismos en los países de la Unión, los Estados de los Balcanes deben tener claro cuáles son los valores fundamentales de la UE. La resolución de disputas territoriales, el proceso de reconciliación y la transformación democrática son objetivos que pueden y deben ser amparados por la UE, pero no liderados ni impuestos por ella. Estos propósitos deben nacer de los propios Estados interesados en acceder a una comunidad cuyos valores son los derechos humanos, el Estado de derecho, la dignidad humana, la libertad, la democracia y la igualdad. No debe haber lugar en la UE para la retórica nacionalista de preguerra ni tampoco para la glorificación de criminales de guerra de cualquier bando, tan predominante en la región.
Con la salida del Reino Unido a finales de marzo y la formación de una nueva Comisión a mediados de 2019, la UE deberá seguir muy de cerca el proceso de transformación de los Balcanes Occidentales y acelerar el proceso de adhesión, siempre y cuando se cumplan los requisitos y tareas impuestos a estos Estados. De lo contrario, podría causar una mayor desilusión hacia el proyecto europeo, un incremento de la injerencia de otras potencias y un aumento de la inestabilidad en la región que penalizaría directamente los intereses de Bruselas.