La tercera línea como estrategia neoliberal y otras cuestiones
CENAE Mario Ramos 1 de mayo de 2021
En el Nitivakyamrta se lee: Si se puede alcanzar el fin deseado con azúcar, ¿por qué hacerlo con veneno?
“Somos la tercera línea, somos la alternativa, somos la opción”, expresó Yaku Pérez[1], el 17 de abril de 2021 en rueda de prensa en la sede de la CONAIE, misma que tuvo como principal enfoque las acciones jurídicas que realizaría contra el Consejo Nacional Electoral (CNE) frente al supuesto fraude que le hicieron en favor de su compadre Guillermo Lasso[2]. Esta frase, que la consideramos de vital importancia por sus implicaciones, sintetiza un viejo truco, una vieja estrategia, que han utilizado los poderes conservadores desde siempre para confundir y debilitar a las fuerzas que verdaderamente buscan transformaciones en beneficio de los sectores sociales del campo popular y patriótico.
Ya Nietzsche lo advertía, hay que diferenciar entre políticas verdaderamente liberadoras, de los escapes populistas (que no es lo mismo que populares) o (añado) terceras vías. El vendedor de agua virtual, Yaku Pérez, a la tercera vía la llamó, tercera línea, es lo normal, esa añeja estrategia adopta la forma que el escenario o contexto concreto le exige.
Ya Nietzsche lo advertía, hay que diferenciar entre políticas verdaderamente liberadoras, de los escapes populistas (que no es lo mismo que populares) o (añado) terceras vías. El vendedor de agua virtual, Yaku Pérez, a la tercera vía la llamó, tercera línea, es lo normal, esa añeja estrategia adopta la forma que el escenario o contexto concreto le exige.
A pesar de la vasta experiencia histórica que nos han brindado las ‘terceras vías’, todavía hay intelectuales, analistas, dirigentes y militantes de izquierda o del campo progresista que se hechizan con su canto de sirena. Para muestra un botón: Emir Sader[3] en su análisis sobre el desenlace electoral en Ecuador, califica de izquierda tanto a Xavier Hervas (Izquierda Democrática) como a Yaku Pérez (Pachakutik):
“La izquierda ecuatoriana acudió profundamente dividida a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Sus tres candidatos (antineoliberales los tres) obtuvieron 66 por ciento en la suma de los votos: Andrés Arauz 32, Yaku Pérez 19, Xavier Hervas 15. En la segunda vuelta, Arauz subió solamente 17 puntos, llegando a 47. Los otros dos candidatos no dieron apoyo formal a ninguno, pero concentraron sus críticas en Arauz, a quien consideraban el enemigo principal.” (Página 12 - https://www.pagina12.com.ar/335478-la-leccion-de-ecuador)
Como vemos, en el mundo de la posverdad, incluso intelectuales lúcidos como Sader, se confunden. En política, es comparable la tercera vía con el indefinible e indefinido centro político, a la derecha le suele gustar definirse como centro, siempre y cuando todo esté bajo su control, de lo contrario no tiene dudas de recurrir al fascismo si lo considera necesario.
Es increíble que ya ni los hechos efectivos disuaden los análisis de determinados actores políticos. El último suceso de esta ‘tercera vía’ fue viabilizar en la Asamblea Nacional la aprobación de la llamada, -nombre típico con la que camuflan sus verdaderas intenciones las terceras vías- Ley de defensa de la dolarización. Lo que no es sorprendente ya que durante todo el gobierno de Moreno, las ‘terceras vías’ aprobaron todas las leyes anticonstitucionales y neoliberales que impuso Moreno.
¿Por qué es reveladora la expresión de Pérez? En primer lugar porque el camuflaje de la tercera vía facilita, como de hecho ha sucedido, los juegos políticos que el campo neoliberal implementa para sostener su poder político, y en segundo lugar, y esto es lo más importante, nos da señales sobre la estrategia que se implementará para impedir que los sectores sociales agrupados en lo que se conoce como Revolución Ciudadana (RC) tengan opción de un triunfo electoral en la próxima lid presidencial.
¿Qué elementos abarcara esa estrategia? ¿Cuál será su narrativa?
El supuesto ‘ecologismo radical’ de Pérez, no es una creación que se circunscriba únicamente al Ecuador, es un engendro imperialista para contener a las opciones electorales del campo nacional-popular en el mundo, a sabiendas que es un tema importante para la juventud actual. Joe Biden en la reciente Cumbre de Líderes sobre el Clima organizada por la Casa Blanca, expuso su ambicioso objetivo de recortar las emisiones de efecto invernadero un 52% para 2030, esto a oídos de los ingenuos es música celestial, pero en realidad es una propuesta demagógica cuando no se dice una sola palabra sobre qué es lo que produce la crisis ecológica que padece la humanidad, la cual tiene mucho que ver con el modo de producción capitalista[4] (“justicia climática es justicia social” dijo en esa Cumbre, la joven activista mexicana Xiye Bastida), y tampoco considera variables internas que padecen los EEUU, entre la que está, por ejemplo, el grave deterioro de su infraestructura nacional, que también ha sido destacada por los últimos presidentes estadounidenses ofreciendo inversiones billonarias para solucionarlo, sin que hasta el momento nada suceda.
Otros temas que han asumido con ‘radicalidad’ las ‘terceras vías’ en la historia,-cuando no lo ha hecho la izquierda- están por ejemplo, el derecho al voto femenino, el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, la seguridad social, el derecho al sindicalismo, etcétera, que en esencia, todos esos son derechos humanos, pero de ninguna manera cambian la distribución del poder o redistribuyen riqueza. Cuando la lucha se centra únicamente en la demanda de esos derechos, muchas veces con deliberada intención táctico/estratégica, se desplaza u oculta el antagonismo inherente a las relaciones capitalistas. Si se revisa las reivindicaciones que planteaba el Manifiesto Comunista, en gran parte las democracias más desarrolladas lo han adoptado todas.[5] Lasso también empleará, aunque por su propia naturaleza le será más difícil, narrativas de tercera vía, y otorgará uno que otro derecho, después de todo, lo fundamental es hacer buenos negocios neoliberales y comprar gobernabilidad.
Esto obliga a que las izquierdas de Nuestra América tomen conciencia de uno de los juegos que se busca implementar para ‘robarle banderas’ a favor de -versiones ecologistas- que obedecen a agendas globalistas de los poderes hegemónicos.
Triunfo electoral de Lasso
En el marco de unas elecciones en que se disputaban dos proyectos diametralmente opuestos, las posiciones electorales anticorreistas, no fueron de izquierda. Todos los actores del espectro de izquierda, en ese momento crucial, debieron optar por el progresismo. El llamado a votar nulo, coadyuvo al triunfo electoral de Lasso. Posturas políticas, como las de Leónidas Iza[6], también contribuyeron a aquello cuando señaló que se debe enfrentar a la derecha esté donde esté, refiriéndose al correísmo, sin considerar que hay sectores sociales que se identifican con la Revolución Ciudadana como proceso, pero a Iza le resulta al parecer, que todo ese gran sector social o popular es de derecha. No consideró matices, ignoró las necesidades históricas del momento, priorizó sus particulares intereses políticos[7]. En fin, el costo social, económico y político del triunfo electoral de Lasso será muy alto para el pueblo ecuatoriano y para el país, como ya lo ha sido el gobierno de Moreno.
¿Correísmo o Revolución Ciudadana?
¿Tiene sentido la pregunta? Desde el punto de vista de los cambios ontológicos del sujeto que es su protagonista le podemos hallar alguna justificación a la pregunta. Por decirlo de alguna forma, ha habido ‘cambios técnicos’ en la composición del sujeto que todavía le apuesta a ese horizonte político y que busca darle continuidad a ese proceso que toma como nombre Revolución Ciudadana. Pero para que ese acumulado político no se desvanezca y con el cual se identifica ese sujeto, se hace necesario un diseño estructural estratégico. Las necesidades táctico-estratégicas exigen renovación e innovación. La praxis leninista es clara en este aspecto, las posibilidades de todo proceso revolucionario dependen directamente de las capacidades y herramientas que desarrolle el sujeto para defender y/o imponer sus intereses de clase. El leninismo establece una relación dinámica entre estrategia, táctica y organización.
Entonces ¿Revolución Ciudadana es igual a correísmo? Nuestro objetivo en este artículo es dejar planteado el problema, los llamados a resolverlo son los actores políticos relacionados a ese espectro de nuestra política; pero se podría responder en principio que sí y no. Uno de los resultados políticos del gobierno del ex presidente Correa, es haber generado una corriente político electoral fuerte consecuencia de haber respondido a las necesidades y aspiraciones de amplios sectores del campo nacional-popular, que no olvidan aquello. Reconocer toda la modernización del Estado que se llevó a cabo, no significa ignorar en ningún momento, los límites político-filosóficos que tuvo el gobierno de Correa, y el gobierno de Moreno nos ha enseñado lo fácil que se destruyen cuando no se pone atención a los aspectos subjetivos de un proceso de cambio. Esos límites con secuelas estratégicas nos han colocado en la situación en la cual nos encontramos. Pero las amenazas que se vislumbran en el futuro inmediato pueden acabar diluyendo esa fuerte corriente político electoral, si no se hacen los correctivos necesarios.
Somos la primera fuerza política del país ha dicho Correa, me pregunto si tener el bloque de asambleístas más numeroso, necesariamente le convierte a la alianza electoral UNES en la primera fuerza política efectiva. Estamos viendo que las otras fuerzas políticas van a actuar en la práctica juntas para seguir atendiendo los intereses neoliberales, como ya sucedió en el gobierno de Moreno. Entonces el bloque de la Revolución Ciudadana, puede ser neutralizado con relativa facilidad, incluso no se debe descartar que se den ‘bajas’ en el bloque de UNES. Fuerza electoral no es igual a fuerza política, son cuestiones relacionadas/conectadas, pero diferentes[8]. Entre otros elementos, tener fuerza política implica tener fuerza organizativa en varios aspectos y a diferentes niveles. En este sentido yo tengo mi propia opinión, pero es mejor que los directamente involucrados evalúen con sinceridad cuanta fuerza organizativa tienen, y qué se tiene que hacer para traducir esa gran fuerza electoral, en fuerza organizativa, que provoque como efecto, fuerza política en varios escenarios, no solo en la Asamblea Nacional. Por otro lado, ¿se puede liderar realmente un movimiento político a control remoto?, la derecha sabe que no, y a lo que llaman correísmo, lo seguirán utilizando como chivo expiatorio para perseguir y reprimir las luchas del campo nacional-popular. El gran objetivo que se propone es destruir todo el proceso, o por lo menos, domesticarlo.
En la línea de fortalecer organizativamente al movimiento de la Revolución Ciudadana, hubiese sido loable que se aproveche el proceso electoral para generar una selección democrática y participativa de candidatos. Es una forma de sumar voluntades individuales y colectivas, y tejer socialmente, pero primo una vez más el dedazo. Sin desmerecer en absoluto las capacidades y virtudes que ostenta Andrés Arauz, se pudo haber elegido un candidato de forma democrática, con el objetivo insisto, de amasar un proceso político organizativo y sumar mayores voluntades. No haber llevado un proceso de esa naturaleza, por ejemplo, nos condujo al desastre de Moreno en la anterior elección. Embobados con los cantos de sirena de las encuestas y sin escuchar las voces de advertencia, el autogol ha sido tremendamente costoso. Con lo anteriormente señalado, se ratifica el enfoque electoralista que prima en el correísmo. Elemento que a la derecha, le viene muy bien.
Por otro lado, ya es hora de reconocer que el movimiento indígena es policlasista. Esta realidad no acaba de ser asumida para su respectivo tratamiento táctico-estratégico. Es necesario crear un movimiento de pueblos originarios definido ideológicamente, que aborde sus propias temáticas, pero con un claro accionar político y que se articule a RUNASUR, proceso en construcción que busca amasar a los pueblos indígenas, organizaciones y movimientos sociales, de América Latina y el Caribe.
Cuando la izquierda fracasa, toman fuerza expresiones del tipo: tercera línea, que en otras experiencias históricas más extremas, llevaron incluso al fascismo. Durante todo el siglo XX, la socialdemocracia, -especialmente en Europa esto se vio con muchísima claridad-, fue el instrumento para enfrentar la “amenaza comunista”, mucho más en el contexto geopolítico de la época: la Guerra Fría. Hoy para contener a los gobiernos nacional-populares de Nuestra América, el imperialismo pondrá esmero en crear ‘terceras líneas’, los partidos políticos convencionales de la derecha no tienen viabilidad en el largo plazo. Por su neoliberalismo radical, el gobierno de Lasso terminará muy desgastado, si es que logra culminar su mandato. Recordemos que una buena porción de la oposición más efectiva la ejercieron durante el gobierno de Correa, la supuesta izquierda. Por otro lado, el socialcristianismo en Ecuador, que ‘ha gobernado’ detrás de la cortina y ha sobrevivido como organización política muchos años gracias a esa estrategia, seguirá actuando de esa forma, no tiene mucha fuerza electoral, pero sí fuerza o influencia política.
El señor de los zapatos rojos
El marketing político y la estrategia de comunicación hacen lo suyo en los procesos electorales, sin embargo, evaluar el resultado final, sea positivo o negativo, con esa única variable sería un error. Que quiero decir, tanto Arauz como Lasso tuvieron sus aciertos o sus errores en la campaña electoral, es inútil hacer desde mi punto de vista un balance de quién tuvo más aciertos o cometió más errores. En el fondo hay unas condiciones políticas y un contexto específico que juega independientemente de la calidad estratégica de la campaña de cada uno.
A qué nos referimos cuando hablamos de condiciones del juego antes que inicie el partido, es decir, la elección. Ya se ha dicho mucho sobre todos los factores que buscaron proscribir al correísmo. Aludimos a toda esa persecución política-jurídica y todos los demás obstáculos. ¿Se puede enfrentar todas esas adversas situaciones, solo con una alianza electoral y una eficiente campaña electoral? De la misma manera, la parte contraria se habrá hecho una pregunta similar: ¿Se le puede ganar al correísmo, solo con una eficiente campaña electoral o debemos crear condiciones políticas y psicológicas para debilitarlo? Parece que las respuestas son obvias. Aquí es donde cobra mucho sentido en la preparación del terreno electoral, la aparición de la ‘tercera línea’, el actor que cumple una función específica para favorecer al actor escogido por el poder neoliberal o en general para obstruir las posibilidades de la alternativa nacional-popular.
El MAS boliviano nos dio una muestra clara de efectiva fuerza política cuando revertió el golpe de Estado en menos de un año. ¿Por qué ganó Correa en el año 2007? A más de una innovadora estrategia de comunicación, jugó a favor el contexto político del momento, entre otros elementos recordemos la Rebelión Forajida y en resumen, la crisis orgánica del sistema político ecuatoriano que vivía la nación, con todo lo que esto implica y finalmente produjo.
Otro proceso que nos ha mostrado resultados gracias a una paciente construcción político organizativa con métodos de izquierda, es lo logrado por el Partido Perú Libre. Su candidato presidencial – el profesor Pedro Castillo- ha logrado un hecho histórico en el Perú, pasar a segunda vuelta. Se ha concretado una auténtica alternativa transformadora, algo no visto en la historia política del Perú, prácticamente desde su fundación como república, con la excepción del Gobierno Revolucionario de la Junta Militar liderado por el General Juan Velasco Alvarado. Y se debe señalar que el Partido Perú Libre no ha estado exento de la misma persecución político-jurídica e intentos de proscripción.
Con esta reflexión simplemente hemos querido entregar elementos que pueden vislumbrar cuál podría ser el curso de acción de la derecha en el mediano plazo, por otro lado, creemos que el campo nacional-popular y progresista es consciente de sus problemas político-organizativos, la cuestión es, que hará realmente para superarlos.
“La izquierda ecuatoriana acudió profundamente dividida a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Sus tres candidatos (antineoliberales los tres) obtuvieron 66 por ciento en la suma de los votos: Andrés Arauz 32, Yaku Pérez 19, Xavier Hervas 15. En la segunda vuelta, Arauz subió solamente 17 puntos, llegando a 47. Los otros dos candidatos no dieron apoyo formal a ninguno, pero concentraron sus críticas en Arauz, a quien consideraban el enemigo principal.” (Página 12 - https://www.pagina12.com.ar/335478-la-leccion-de-ecuador)
Como vemos, en el mundo de la posverdad, incluso intelectuales lúcidos como Sader, se confunden. En política, es comparable la tercera vía con el indefinible e indefinido centro político, a la derecha le suele gustar definirse como centro, siempre y cuando todo esté bajo su control, de lo contrario no tiene dudas de recurrir al fascismo si lo considera necesario.
Es increíble que ya ni los hechos efectivos disuaden los análisis de determinados actores políticos. El último suceso de esta ‘tercera vía’ fue viabilizar en la Asamblea Nacional la aprobación de la llamada, -nombre típico con la que camuflan sus verdaderas intenciones las terceras vías- Ley de defensa de la dolarización. Lo que no es sorprendente ya que durante todo el gobierno de Moreno, las ‘terceras vías’ aprobaron todas las leyes anticonstitucionales y neoliberales que impuso Moreno.
¿Por qué es reveladora la expresión de Pérez? En primer lugar porque el camuflaje de la tercera vía facilita, como de hecho ha sucedido, los juegos políticos que el campo neoliberal implementa para sostener su poder político, y en segundo lugar, y esto es lo más importante, nos da señales sobre la estrategia que se implementará para impedir que los sectores sociales agrupados en lo que se conoce como Revolución Ciudadana (RC) tengan opción de un triunfo electoral en la próxima lid presidencial.
¿Qué elementos abarcara esa estrategia? ¿Cuál será su narrativa?
El supuesto ‘ecologismo radical’ de Pérez, no es una creación que se circunscriba únicamente al Ecuador, es un engendro imperialista para contener a las opciones electorales del campo nacional-popular en el mundo, a sabiendas que es un tema importante para la juventud actual. Joe Biden en la reciente Cumbre de Líderes sobre el Clima organizada por la Casa Blanca, expuso su ambicioso objetivo de recortar las emisiones de efecto invernadero un 52% para 2030, esto a oídos de los ingenuos es música celestial, pero en realidad es una propuesta demagógica cuando no se dice una sola palabra sobre qué es lo que produce la crisis ecológica que padece la humanidad, la cual tiene mucho que ver con el modo de producción capitalista[4] (“justicia climática es justicia social” dijo en esa Cumbre, la joven activista mexicana Xiye Bastida), y tampoco considera variables internas que padecen los EEUU, entre la que está, por ejemplo, el grave deterioro de su infraestructura nacional, que también ha sido destacada por los últimos presidentes estadounidenses ofreciendo inversiones billonarias para solucionarlo, sin que hasta el momento nada suceda.
Otros temas que han asumido con ‘radicalidad’ las ‘terceras vías’ en la historia,-cuando no lo ha hecho la izquierda- están por ejemplo, el derecho al voto femenino, el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual, la seguridad social, el derecho al sindicalismo, etcétera, que en esencia, todos esos son derechos humanos, pero de ninguna manera cambian la distribución del poder o redistribuyen riqueza. Cuando la lucha se centra únicamente en la demanda de esos derechos, muchas veces con deliberada intención táctico/estratégica, se desplaza u oculta el antagonismo inherente a las relaciones capitalistas. Si se revisa las reivindicaciones que planteaba el Manifiesto Comunista, en gran parte las democracias más desarrolladas lo han adoptado todas.[5] Lasso también empleará, aunque por su propia naturaleza le será más difícil, narrativas de tercera vía, y otorgará uno que otro derecho, después de todo, lo fundamental es hacer buenos negocios neoliberales y comprar gobernabilidad.
Esto obliga a que las izquierdas de Nuestra América tomen conciencia de uno de los juegos que se busca implementar para ‘robarle banderas’ a favor de -versiones ecologistas- que obedecen a agendas globalistas de los poderes hegemónicos.
Triunfo electoral de Lasso
En el marco de unas elecciones en que se disputaban dos proyectos diametralmente opuestos, las posiciones electorales anticorreistas, no fueron de izquierda. Todos los actores del espectro de izquierda, en ese momento crucial, debieron optar por el progresismo. El llamado a votar nulo, coadyuvo al triunfo electoral de Lasso. Posturas políticas, como las de Leónidas Iza[6], también contribuyeron a aquello cuando señaló que se debe enfrentar a la derecha esté donde esté, refiriéndose al correísmo, sin considerar que hay sectores sociales que se identifican con la Revolución Ciudadana como proceso, pero a Iza le resulta al parecer, que todo ese gran sector social o popular es de derecha. No consideró matices, ignoró las necesidades históricas del momento, priorizó sus particulares intereses políticos[7]. En fin, el costo social, económico y político del triunfo electoral de Lasso será muy alto para el pueblo ecuatoriano y para el país, como ya lo ha sido el gobierno de Moreno.
¿Correísmo o Revolución Ciudadana?
¿Tiene sentido la pregunta? Desde el punto de vista de los cambios ontológicos del sujeto que es su protagonista le podemos hallar alguna justificación a la pregunta. Por decirlo de alguna forma, ha habido ‘cambios técnicos’ en la composición del sujeto que todavía le apuesta a ese horizonte político y que busca darle continuidad a ese proceso que toma como nombre Revolución Ciudadana. Pero para que ese acumulado político no se desvanezca y con el cual se identifica ese sujeto, se hace necesario un diseño estructural estratégico. Las necesidades táctico-estratégicas exigen renovación e innovación. La praxis leninista es clara en este aspecto, las posibilidades de todo proceso revolucionario dependen directamente de las capacidades y herramientas que desarrolle el sujeto para defender y/o imponer sus intereses de clase. El leninismo establece una relación dinámica entre estrategia, táctica y organización.
Entonces ¿Revolución Ciudadana es igual a correísmo? Nuestro objetivo en este artículo es dejar planteado el problema, los llamados a resolverlo son los actores políticos relacionados a ese espectro de nuestra política; pero se podría responder en principio que sí y no. Uno de los resultados políticos del gobierno del ex presidente Correa, es haber generado una corriente político electoral fuerte consecuencia de haber respondido a las necesidades y aspiraciones de amplios sectores del campo nacional-popular, que no olvidan aquello. Reconocer toda la modernización del Estado que se llevó a cabo, no significa ignorar en ningún momento, los límites político-filosóficos que tuvo el gobierno de Correa, y el gobierno de Moreno nos ha enseñado lo fácil que se destruyen cuando no se pone atención a los aspectos subjetivos de un proceso de cambio. Esos límites con secuelas estratégicas nos han colocado en la situación en la cual nos encontramos. Pero las amenazas que se vislumbran en el futuro inmediato pueden acabar diluyendo esa fuerte corriente político electoral, si no se hacen los correctivos necesarios.
Somos la primera fuerza política del país ha dicho Correa, me pregunto si tener el bloque de asambleístas más numeroso, necesariamente le convierte a la alianza electoral UNES en la primera fuerza política efectiva. Estamos viendo que las otras fuerzas políticas van a actuar en la práctica juntas para seguir atendiendo los intereses neoliberales, como ya sucedió en el gobierno de Moreno. Entonces el bloque de la Revolución Ciudadana, puede ser neutralizado con relativa facilidad, incluso no se debe descartar que se den ‘bajas’ en el bloque de UNES. Fuerza electoral no es igual a fuerza política, son cuestiones relacionadas/conectadas, pero diferentes[8]. Entre otros elementos, tener fuerza política implica tener fuerza organizativa en varios aspectos y a diferentes niveles. En este sentido yo tengo mi propia opinión, pero es mejor que los directamente involucrados evalúen con sinceridad cuanta fuerza organizativa tienen, y qué se tiene que hacer para traducir esa gran fuerza electoral, en fuerza organizativa, que provoque como efecto, fuerza política en varios escenarios, no solo en la Asamblea Nacional. Por otro lado, ¿se puede liderar realmente un movimiento político a control remoto?, la derecha sabe que no, y a lo que llaman correísmo, lo seguirán utilizando como chivo expiatorio para perseguir y reprimir las luchas del campo nacional-popular. El gran objetivo que se propone es destruir todo el proceso, o por lo menos, domesticarlo.
En la línea de fortalecer organizativamente al movimiento de la Revolución Ciudadana, hubiese sido loable que se aproveche el proceso electoral para generar una selección democrática y participativa de candidatos. Es una forma de sumar voluntades individuales y colectivas, y tejer socialmente, pero primo una vez más el dedazo. Sin desmerecer en absoluto las capacidades y virtudes que ostenta Andrés Arauz, se pudo haber elegido un candidato de forma democrática, con el objetivo insisto, de amasar un proceso político organizativo y sumar mayores voluntades. No haber llevado un proceso de esa naturaleza, por ejemplo, nos condujo al desastre de Moreno en la anterior elección. Embobados con los cantos de sirena de las encuestas y sin escuchar las voces de advertencia, el autogol ha sido tremendamente costoso. Con lo anteriormente señalado, se ratifica el enfoque electoralista que prima en el correísmo. Elemento que a la derecha, le viene muy bien.
Por otro lado, ya es hora de reconocer que el movimiento indígena es policlasista. Esta realidad no acaba de ser asumida para su respectivo tratamiento táctico-estratégico. Es necesario crear un movimiento de pueblos originarios definido ideológicamente, que aborde sus propias temáticas, pero con un claro accionar político y que se articule a RUNASUR, proceso en construcción que busca amasar a los pueblos indígenas, organizaciones y movimientos sociales, de América Latina y el Caribe.
Cuando la izquierda fracasa, toman fuerza expresiones del tipo: tercera línea, que en otras experiencias históricas más extremas, llevaron incluso al fascismo. Durante todo el siglo XX, la socialdemocracia, -especialmente en Europa esto se vio con muchísima claridad-, fue el instrumento para enfrentar la “amenaza comunista”, mucho más en el contexto geopolítico de la época: la Guerra Fría. Hoy para contener a los gobiernos nacional-populares de Nuestra América, el imperialismo pondrá esmero en crear ‘terceras líneas’, los partidos políticos convencionales de la derecha no tienen viabilidad en el largo plazo. Por su neoliberalismo radical, el gobierno de Lasso terminará muy desgastado, si es que logra culminar su mandato. Recordemos que una buena porción de la oposición más efectiva la ejercieron durante el gobierno de Correa, la supuesta izquierda. Por otro lado, el socialcristianismo en Ecuador, que ‘ha gobernado’ detrás de la cortina y ha sobrevivido como organización política muchos años gracias a esa estrategia, seguirá actuando de esa forma, no tiene mucha fuerza electoral, pero sí fuerza o influencia política.
El señor de los zapatos rojos
El marketing político y la estrategia de comunicación hacen lo suyo en los procesos electorales, sin embargo, evaluar el resultado final, sea positivo o negativo, con esa única variable sería un error. Que quiero decir, tanto Arauz como Lasso tuvieron sus aciertos o sus errores en la campaña electoral, es inútil hacer desde mi punto de vista un balance de quién tuvo más aciertos o cometió más errores. En el fondo hay unas condiciones políticas y un contexto específico que juega independientemente de la calidad estratégica de la campaña de cada uno.
A qué nos referimos cuando hablamos de condiciones del juego antes que inicie el partido, es decir, la elección. Ya se ha dicho mucho sobre todos los factores que buscaron proscribir al correísmo. Aludimos a toda esa persecución política-jurídica y todos los demás obstáculos. ¿Se puede enfrentar todas esas adversas situaciones, solo con una alianza electoral y una eficiente campaña electoral? De la misma manera, la parte contraria se habrá hecho una pregunta similar: ¿Se le puede ganar al correísmo, solo con una eficiente campaña electoral o debemos crear condiciones políticas y psicológicas para debilitarlo? Parece que las respuestas son obvias. Aquí es donde cobra mucho sentido en la preparación del terreno electoral, la aparición de la ‘tercera línea’, el actor que cumple una función específica para favorecer al actor escogido por el poder neoliberal o en general para obstruir las posibilidades de la alternativa nacional-popular.
El MAS boliviano nos dio una muestra clara de efectiva fuerza política cuando revertió el golpe de Estado en menos de un año. ¿Por qué ganó Correa en el año 2007? A más de una innovadora estrategia de comunicación, jugó a favor el contexto político del momento, entre otros elementos recordemos la Rebelión Forajida y en resumen, la crisis orgánica del sistema político ecuatoriano que vivía la nación, con todo lo que esto implica y finalmente produjo.
Otro proceso que nos ha mostrado resultados gracias a una paciente construcción político organizativa con métodos de izquierda, es lo logrado por el Partido Perú Libre. Su candidato presidencial – el profesor Pedro Castillo- ha logrado un hecho histórico en el Perú, pasar a segunda vuelta. Se ha concretado una auténtica alternativa transformadora, algo no visto en la historia política del Perú, prácticamente desde su fundación como república, con la excepción del Gobierno Revolucionario de la Junta Militar liderado por el General Juan Velasco Alvarado. Y se debe señalar que el Partido Perú Libre no ha estado exento de la misma persecución político-jurídica e intentos de proscripción.
Con esta reflexión simplemente hemos querido entregar elementos que pueden vislumbrar cuál podría ser el curso de acción de la derecha en el mediano plazo, por otro lado, creemos que el campo nacional-popular y progresista es consciente de sus problemas político-organizativos, la cuestión es, que hará realmente para superarlos.
[1] Candidato presidencial por Pachakutik en las pasadas elecciones ecuatorianas
[2] Presidente electo por el Movimiento CREO
[3] Sociólogo brasileño
[4] El capitalismo suele convertir toda catástrofe humana en una fuente de beneficios lucrativos, solo observemos las ganancias que ha generado el COVID 19, entonces ¿Por qué no sucedería lo mismo con la ecología (supuesto capitalismo verde)? Recordemos que el vendedor de agua virtual Pérez en la campaña propuso exportar barriles de agua.
[5] Cuando ya habíamos terminado este artículo, en el noticiero Ecuavisa del 29 de abril, Pérez volvió a mencionar lo de la tercera línea y añadió la expresión tercera vía, dijo: “…ahí debería sintonizar el gobierno, que hay una tercera línea, una tercera vía, una opción, que no está de acuerdo ni con la vieja derecha neoliberal que representa el gobierno actual electo, ni con la nueva derecha populista”; suponemos, aunque es malo suponer, que cuando dice derecha populista se refiere al correísmo. Pero añadió algo revelador, que va a tono con la reflexión que hacemos en este análisis. Refiriéndose a la Constitución, dijo: “Si podemos poner más derechos, aunque sea para que no se cumplan, pero que consten, está bien…”.
[6] Dirigente indígena ecuatoriano, presidente del Movimiento indígena y campesino del Cotopaxi – MICC
[7] Luego de las elecciones, Iza señaló que la dicotomía correísmo – anticorreísmo, solo beneficia a la derecha.
[8] Operan en dos planos distintos y cada plano busca obtener los efectos o resultados que le son inherentes.
[2] Presidente electo por el Movimiento CREO
[3] Sociólogo brasileño
[4] El capitalismo suele convertir toda catástrofe humana en una fuente de beneficios lucrativos, solo observemos las ganancias que ha generado el COVID 19, entonces ¿Por qué no sucedería lo mismo con la ecología (supuesto capitalismo verde)? Recordemos que el vendedor de agua virtual Pérez en la campaña propuso exportar barriles de agua.
[5] Cuando ya habíamos terminado este artículo, en el noticiero Ecuavisa del 29 de abril, Pérez volvió a mencionar lo de la tercera línea y añadió la expresión tercera vía, dijo: “…ahí debería sintonizar el gobierno, que hay una tercera línea, una tercera vía, una opción, que no está de acuerdo ni con la vieja derecha neoliberal que representa el gobierno actual electo, ni con la nueva derecha populista”; suponemos, aunque es malo suponer, que cuando dice derecha populista se refiere al correísmo. Pero añadió algo revelador, que va a tono con la reflexión que hacemos en este análisis. Refiriéndose a la Constitución, dijo: “Si podemos poner más derechos, aunque sea para que no se cumplan, pero que consten, está bien…”.
[6] Dirigente indígena ecuatoriano, presidente del Movimiento indígena y campesino del Cotopaxi – MICC
[7] Luego de las elecciones, Iza señaló que la dicotomía correísmo – anticorreísmo, solo beneficia a la derecha.
[8] Operan en dos planos distintos y cada plano busca obtener los efectos o resultados que le son inherentes.
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Asamblea Nacional eligió a los cuatro vocales del CAL
Punto Noticias. Tras la designación de las autoridades del Legislativo, el Pleno de la Asamblea eligió a los cuatro miembros del Consejo de la Administración Legislativa (CAL).
Además de la presidenta de la Asamblea, Guadalupe Llori (Pachakutik), y sus dos vicepresidentes Virgilio Saquicela (independiente) y Bella Jiméneza (Izquierda Democrática), Darwin Pereira, de PK, fue electo como primer vocal con 128 votos a favor; Nathalie Arias, de CREO, con 111 votos a favor; Ronny Aleaga, de UNES, con 101 votos; y Johanna Moreira, de la ID, con 70 votos.
En medio de la votación de los vocales, una mayoría del Partido Social Cristiano decidió abandonar el Pleno Legislativo, señalando que no hay garantías. Carlos Falquez gritó, con la mascarilla mal puesta, y salió del hemiciclo. El PSC no obtiene ningún puesto dentro de las autoridades.
De acuerdo al registro, hay cinco bancadas legislativas para este nuevo periodo: la Bancada Acuerdo Nacional (BAN), conformada por CREO e Independientes; la del Partido Social Cristiano (PSC); Izquierda Democrática (ID); Pachakutik (PK); y Unión por la Esperanza (UNES).
Llori suspendió la sesión para el martes 18 de mayo, a las 10h00, para continuar con la designación de presidentes e integrantes de las 15 Comisiones Especiales Permanentes.
Además de la presidenta de la Asamblea, Guadalupe Llori (Pachakutik), y sus dos vicepresidentes Virgilio Saquicela (independiente) y Bella Jiméneza (Izquierda Democrática), Darwin Pereira, de PK, fue electo como primer vocal con 128 votos a favor; Nathalie Arias, de CREO, con 111 votos a favor; Ronny Aleaga, de UNES, con 101 votos; y Johanna Moreira, de la ID, con 70 votos.
En medio de la votación de los vocales, una mayoría del Partido Social Cristiano decidió abandonar el Pleno Legislativo, señalando que no hay garantías. Carlos Falquez gritó, con la mascarilla mal puesta, y salió del hemiciclo. El PSC no obtiene ningún puesto dentro de las autoridades.
De acuerdo al registro, hay cinco bancadas legislativas para este nuevo periodo: la Bancada Acuerdo Nacional (BAN), conformada por CREO e Independientes; la del Partido Social Cristiano (PSC); Izquierda Democrática (ID); Pachakutik (PK); y Unión por la Esperanza (UNES).
Llori suspendió la sesión para el martes 18 de mayo, a las 10h00, para continuar con la designación de presidentes e integrantes de las 15 Comisiones Especiales Permanentes.
Virgilio Saquicela y Bella Jiménez, vicepresidentes de la Asamblea Nacional
Punto Noticias. Una vez posesionada como presidenta de la Asamblea Nacional, Guadalupe Llori (PK) continuó con el orden del día de la sesión inaugural. Virgilio Saquicela, asambleísta independiente, fue electo como primer vicepresidente y Bella Jiménez, de la Izquierda Democrática (ID), como segunda vicepresidenta.
17 de mayo de 2021
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18 de mayo de 2021
Además, aseguró que no se volverá a sentar con Guillermo Lasso para dialogar.Luego de la ruptura del acuerdo entre CREO y el Partido Social Cristiano (PSC), Jaime Nebot aseguró que no dialogará nuevamente con el Presidente electo; ya que no cumplió su palabra en el acuerdo legislativo que tenían planificado, por lo cual, Nebot considera que Ecuador pasó del “Andrés no mientas otra vez” a “CREO ya no te CREO”.
Nebot indicó que esta ruptura con CREO no se puede calificar como un traspié, sino que es algo definitivo y es una relación que no se puede retomar, debido a que ya no confían en la palabra del Presidente electo.
De la misma manera, indicó que, aunque ya no tienen ninguna alianza, respaldará las mociones de CREO que sean beneficiosas para el pueblo ecuatoriano, sin importar sus rencillas personales. “Si el Gobierno presenta cosas que beneficien al pueblo ecuatoriano nosotros apoyaremos a cambio de nada, no queremos cargos ni nada. No somos un partido con hambre”.
Nebot indicó que esta ruptura con CREO no se puede calificar como un traspié, sino que es algo definitivo y es una relación que no se puede retomar, debido a que ya no confían en la palabra del Presidente electo.
De la misma manera, indicó que, aunque ya no tienen ninguna alianza, respaldará las mociones de CREO que sean beneficiosas para el pueblo ecuatoriano, sin importar sus rencillas personales. “Si el Gobierno presenta cosas que beneficien al pueblo ecuatoriano nosotros apoyaremos a cambio de nada, no queremos cargos ni nada. No somos un partido con hambre”.
El Presidente electo ya habría buscado a varios miembros del partido, luego de la ruptura, indicó el exalcalde de Guayaquil.Jaime Nebot advirtió a los miembros de su partido que, si aceptan algún cargo en el Gobierno de Guillermo Lasso, serán expulsados del Partido Social Cristiano. De igual forma, comentó que Lasso ya habría llamado a Vicente Almeida para proponerle la Gobernación del Guayas, en lugar de Henry Cucalón, pero él tampoco aceptó.Nebot indicó que ya existirían negociaciones entre CREO y otras organizaciones políticas a cambio de ministerios y cargos públicos, por lo cual no permitirá que eso se repita en el PSC.
“Ya cedieron ministerios y perdieron un aliado. Lasso los entrega a quienes no quería entregarlo porque sabía que no iban a apoyar sus leyes”. De la misma manera, ratificó que, si alguien acepta un cargo en este Gobierno, será expulsado del partido. Con esto quedarían insubsistentes las propuestas a Pascual del Cioppo como Embajador en España y a Henry Cucalón como Gobernador del Guayas.“Si alguien acepta algún cargo en el Gobierno de Lasso lo expulsaremos del partido. Si quieren un cargo pueden renunciar y aceptar”.
“Ya cedieron ministerios y perdieron un aliado. Lasso los entrega a quienes no quería entregarlo porque sabía que no iban a apoyar sus leyes”. De la misma manera, ratificó que, si alguien acepta un cargo en este Gobierno, será expulsado del partido. Con esto quedarían insubsistentes las propuestas a Pascual del Cioppo como Embajador en España y a Henry Cucalón como Gobernador del Guayas.“Si alguien acepta algún cargo en el Gobierno de Lasso lo expulsaremos del partido. Si quieren un cargo pueden renunciar y aceptar”.
Así lo develó el líder del Partido Social Cristiano, Jaime Nebot.
Jaime Nebot contó que mientras se desarrollaba la campaña electoral, para las elecciones 2021, Pablo Celi estaba fraguando un golpe de Estado, si Andrés Arauz ganaba la Presidencia de la República. Esta trama se habría denominado como “Plan Yerovi de Imbabura” y contaba con el respaldo de varios empresarios.Nebot indicó que mientras se realizaba el recuento de votos, para saber si Lasso pasaba a segunda vuelta, se buscaba «iniciar un fraude», para que Yaku Pérez pase y sea el “candidato que pueda vencer al correísmo”, pero el Partido Social Cristiano no apoyó este plan y ratificó su respaldo a Guillermo Lasso.
“Eso se llama hacerle fraude al ganador legítimo y al ganador de la segunda vuelta, en segundo puesto, que era él”.
Posterior a esto, le informaron que se estaba desarrollando un posible golpe de Estado, si Arauz ganaba los comicios, incluso lo habrían bautizado como “Plan Yerovi de Imbabura” y tenía a Pablo Celi, contralor subrogante, a la cabeza.
“Quisieron hacer un golpe de Estado, ya tenían hasta el que llamaban el “Yerovi de Imbabura”, con Pablo Celi a la cabeza. En esa época Celi no estaba preso, pero estaba en el plan con muchos empresarios y gente. Nosotros luchamos para que eso no suceda, defendimos la democracia”.
Jaime Nebot contó que mientras se desarrollaba la campaña electoral, para las elecciones 2021, Pablo Celi estaba fraguando un golpe de Estado, si Andrés Arauz ganaba la Presidencia de la República. Esta trama se habría denominado como “Plan Yerovi de Imbabura” y contaba con el respaldo de varios empresarios.Nebot indicó que mientras se realizaba el recuento de votos, para saber si Lasso pasaba a segunda vuelta, se buscaba «iniciar un fraude», para que Yaku Pérez pase y sea el “candidato que pueda vencer al correísmo”, pero el Partido Social Cristiano no apoyó este plan y ratificó su respaldo a Guillermo Lasso.
“Eso se llama hacerle fraude al ganador legítimo y al ganador de la segunda vuelta, en segundo puesto, que era él”.
Posterior a esto, le informaron que se estaba desarrollando un posible golpe de Estado, si Arauz ganaba los comicios, incluso lo habrían bautizado como “Plan Yerovi de Imbabura” y tenía a Pablo Celi, contralor subrogante, a la cabeza.
“Quisieron hacer un golpe de Estado, ya tenían hasta el que llamaban el “Yerovi de Imbabura”, con Pablo Celi a la cabeza. En esa época Celi no estaba preso, pero estaba en el plan con muchos empresarios y gente. Nosotros luchamos para que eso no suceda, defendimos la democracia”.
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19 de mayo de 2021
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23 de mayo de 2021
A los millones de votantes, a la militancia del progresismo:
He renunciado a la presidencia del movimiento F. Compromiso Social. Fui encargado de la presidencia en medio de la campaña electoral. La campaña ha concluido y con ello, mi encargo. Salgo muy agradecido y motivado por las cualidades enormes y el profundo compromiso de nuestra militancia en todas las provincias. Desde hace algunas semanas estoy fuera del país concentrado en atender la salud de mi familia y en concluir mis estudios de doctorado. Aspiro a concluir mis estudios en los próximos meses para poder servir mejor al pueblo ecuatoriano.
Mientras no tengamos un "Decidim" para la comunicación interna del movimiento, comparto por este medio este texto. Antes de renunciar había preparado publicar lo siguiente, que lo comparto ahora como un militante más, como siempre lo fui y como siempre lo seré.
Aportes desde la militancia
El 24 de mayo debemos iniciar la oposición democrática. Apoyaremos lo positivo que beneficie al pueblo ecuatoriano y nos opondremos con vehemencia a lo que perjudique a las grandes mayorías. A partir de hoy relanzamos y nos reapropiamos de nuestro movimiento, luego de haberlo recuperado luego de la desaparición, producto de la persecución. A partir del 24 comenzamos el camino para recuperar la unión por la esperanza. Le exigimos al gobierno de Lasso que se comprometa a enfrentar una oposición democrática sin amenazas de persecución, de aniquilación, de erradicación ni de proscripción, como ya lo vivimos en los últimos cuatro años. Confiamos en nuestra capacidad de representación de 48% del Ecuador y más de 4 millones de votantes; en un movimiento con una militancia activa, crítica y formada; en un pueblo que se concibe y se entiende en el trayecto de la historia.
El movimiento requiere cerrar el capítulo de ser víctima de la persecución. En los últimos días se hizo un esfuerzo enorme y sacrificado para lograr ese cometido, pero, por el momento, no se logró. Nunca más a la persecución política, al odio y a la justicia parcializada. Cuando Lula estuvo preso en Brasil, el resto del PT se dedicó a seguir trabajando en territorio, incluso en medio de allanamientos y persecución. Mientras nos seguimos organizando para lograr la plena libertad de nuestros rehenes políticos y la verdad salga a la luz de forma paulatina, el movimiento debe ser relanzado y renovado. Compartiremos con el país el proceso de construcción y renovación de nuestro manifiesto ideológico y convocamos a la juventud ecuatoriana a apropiarnos del futuro. Hacemos un llamado a quienes nos junta una visión compartida del desarrollo y el buen vivir, la ampliación de los derechos sociales, la plena vigencia de los derechos humanos, la democratización del poder y la innovación y la tecnología como fuerzas transformadoras.
Mientras tanto, compartimos nuestro plan de oposición democrática que se basará en cinco pilares, como la lista de nuestro movimiento.
El primer pilar es el de los derechos humanos: verdad, justicia y reparación. Fuimos víctimas de la persecución política y de la violación de derechos humanos. Debemos rechazar si se cometieron atentados contra los derechos humanos, más aún si se dieron en nuestro gobierno. El pedir perdón y el perdonar no significan impunidad. Incorporaremos la defensa de los derechos humanos, incluyendo la defensa del derecho a la protesta social y a la defensa participativa de los territorios como un pilar de nuestro ideario y un eje programático concreto. Apoyaremos todo ejercicio de transparencia y verdad sobre derechos humanos de los ecuatorianos. Lograremos la realización de la Comisión de la Verdad en función de los estándares del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
El segundo pilar: un observatorio permanente de política pública. Realizaremos análisis críticos de todas las medidas de política pública del gobierno de un presidente banquero. Observaremos las actuaciones y señalaremos las que entren en conflicto con la ética pública. Saludaremos las iniciativas positivas y propondremos alternativas de forma permanente. No permitiremos que se instale el relato de que “no hay alternativa”. Generaremos contenido para nuestra militancia, para las redes y para los medios de comunicación, con nuestros voceros especializados. Nuestros asambleístas y sus equipos de asesoría serán un puntal de este pilar. A ellos se sumarán nuestros cuadros con experiencia política y académica.
El tercer pilar: servicios comunitarios alrededor de causas. Hay causas nuevas y causas vigentes que no lograron ser representadas por el progresismo de la Revolución Ciudadana. Necesitamos renovar la relación con la ciudadanía en los barrios, en las comunas, en la comunidad. Necesitamos abordar las realidades territoriales y las nuevas expresiones y subjetividades. Debemos establecer brigadas permanentes en territorio para resolver los problemas concretos de la ciudadanía: brigadas para apoyar a mujeres víctimas de la violencia de género, brigadas de alfabetización digital y militancia digital, brigadas de contabilidad y emprendimiento, brigadas de reciclaje y brigadas de salud comunitaria. Uno de los resultados debe ser lograr la afiliación y la adherencia de millones de ecuatorianos, principalmente jóvenes, y de la identificación de cuadros. Otro de los resultados será la tecnificación de las habilidades de campaña en territorio.
El cuarto pilar: formación de cuadros. Además de una formación política en términos ideológicos, debemos pasar a la formación para encontrar soluciones a la ciudadanía y a la comunidad. Definiremos colectivamente perfiles de candidatos. Formaremos a nuestros cuadros e identificaremos a los más aptos para ejercer la función pública. Con perspectivas de las candidaturas seccionales del 2023, implementaremos urgentemente un plan de capacitación en derecho público, administración pública, presupuesto público, competencias de los gobiernos autónomos, conocimiento pormenorizado del territorio y liderazgo territorial. Un elemento sustancial de la formación será la comunicación política. Juntando méritos y voluntades democráticas internas, lograremos definir las mejores candidaturas. Las circunstancias de la historia se encargarán de plantearnos retos electorales más pronto de lo que nos imaginamos. Nuestro movimiento estará sustancialmente fortalecido para el escenario electoral del 2023 y tendrá una fuerza contundente en la elección presidencial del 2025. La candidatura del 2025 no debe esperar mucho más. A más tardar, en el año 2023 ya debemos tener a nuestra candidata definida y debería ser una compañera.
El quinto pilar: la organización por redes. Si bien el movimiento requiere jerarquías y organización territorial vertical pero con espacios de decisión diagonales y horizontales, no podemos ignorar la organización por redes en función de causas, afinidades y dinámicas contemporáneas. Se vuelve trascendental crear espacios de articulación de mujeres, jóvenes, pueblos y nacionalidades, entre otros. Adicionalmente, nuestro movimiento debe estar plenamente articulado a compañeros progresistas afines en América Latina y el Caribe. La organización en redes nos debe permitir incidir en otras estructuras sociales como las universidades, medios, organizaciones estudiantiles, sindicatos, colegios profesionales, gremios, entre muchos otros espacios. Nos debe permitir un diálogo constructivo con organizaciones católicas y evangélicas de base. Nos debe permitir una conversación democrática de la tendencia, preferiblemente entre jóvenes y en territorio: debates o cineforos organizados con las juventudes de otros movimientos sociales y políticos de la tendencia.
Vamos por la democracia, la renovación y el fortalecimiento de nuestro movimiento, heredero de luchas populares de la historia, portador del legado de la transformación tangible, orgulloso de su unidad en la diversidad, poderoso porque representa a su pueblo y a la vez generoso en la construcción de un frente común por el buen vivir. En estos momentos, y en estas circunstancias de la historia, nos comprometemos a una oposición democrática junto con y en representación de nuestro pueblo.
ANDRÉS ARAUZ GALARZA
He renunciado a la presidencia del movimiento F. Compromiso Social. Fui encargado de la presidencia en medio de la campaña electoral. La campaña ha concluido y con ello, mi encargo. Salgo muy agradecido y motivado por las cualidades enormes y el profundo compromiso de nuestra militancia en todas las provincias. Desde hace algunas semanas estoy fuera del país concentrado en atender la salud de mi familia y en concluir mis estudios de doctorado. Aspiro a concluir mis estudios en los próximos meses para poder servir mejor al pueblo ecuatoriano.
Mientras no tengamos un "Decidim" para la comunicación interna del movimiento, comparto por este medio este texto. Antes de renunciar había preparado publicar lo siguiente, que lo comparto ahora como un militante más, como siempre lo fui y como siempre lo seré.
Aportes desde la militancia
El 24 de mayo debemos iniciar la oposición democrática. Apoyaremos lo positivo que beneficie al pueblo ecuatoriano y nos opondremos con vehemencia a lo que perjudique a las grandes mayorías. A partir de hoy relanzamos y nos reapropiamos de nuestro movimiento, luego de haberlo recuperado luego de la desaparición, producto de la persecución. A partir del 24 comenzamos el camino para recuperar la unión por la esperanza. Le exigimos al gobierno de Lasso que se comprometa a enfrentar una oposición democrática sin amenazas de persecución, de aniquilación, de erradicación ni de proscripción, como ya lo vivimos en los últimos cuatro años. Confiamos en nuestra capacidad de representación de 48% del Ecuador y más de 4 millones de votantes; en un movimiento con una militancia activa, crítica y formada; en un pueblo que se concibe y se entiende en el trayecto de la historia.
El movimiento requiere cerrar el capítulo de ser víctima de la persecución. En los últimos días se hizo un esfuerzo enorme y sacrificado para lograr ese cometido, pero, por el momento, no se logró. Nunca más a la persecución política, al odio y a la justicia parcializada. Cuando Lula estuvo preso en Brasil, el resto del PT se dedicó a seguir trabajando en territorio, incluso en medio de allanamientos y persecución. Mientras nos seguimos organizando para lograr la plena libertad de nuestros rehenes políticos y la verdad salga a la luz de forma paulatina, el movimiento debe ser relanzado y renovado. Compartiremos con el país el proceso de construcción y renovación de nuestro manifiesto ideológico y convocamos a la juventud ecuatoriana a apropiarnos del futuro. Hacemos un llamado a quienes nos junta una visión compartida del desarrollo y el buen vivir, la ampliación de los derechos sociales, la plena vigencia de los derechos humanos, la democratización del poder y la innovación y la tecnología como fuerzas transformadoras.
Mientras tanto, compartimos nuestro plan de oposición democrática que se basará en cinco pilares, como la lista de nuestro movimiento.
El primer pilar es el de los derechos humanos: verdad, justicia y reparación. Fuimos víctimas de la persecución política y de la violación de derechos humanos. Debemos rechazar si se cometieron atentados contra los derechos humanos, más aún si se dieron en nuestro gobierno. El pedir perdón y el perdonar no significan impunidad. Incorporaremos la defensa de los derechos humanos, incluyendo la defensa del derecho a la protesta social y a la defensa participativa de los territorios como un pilar de nuestro ideario y un eje programático concreto. Apoyaremos todo ejercicio de transparencia y verdad sobre derechos humanos de los ecuatorianos. Lograremos la realización de la Comisión de la Verdad en función de los estándares del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
El segundo pilar: un observatorio permanente de política pública. Realizaremos análisis críticos de todas las medidas de política pública del gobierno de un presidente banquero. Observaremos las actuaciones y señalaremos las que entren en conflicto con la ética pública. Saludaremos las iniciativas positivas y propondremos alternativas de forma permanente. No permitiremos que se instale el relato de que “no hay alternativa”. Generaremos contenido para nuestra militancia, para las redes y para los medios de comunicación, con nuestros voceros especializados. Nuestros asambleístas y sus equipos de asesoría serán un puntal de este pilar. A ellos se sumarán nuestros cuadros con experiencia política y académica.
El tercer pilar: servicios comunitarios alrededor de causas. Hay causas nuevas y causas vigentes que no lograron ser representadas por el progresismo de la Revolución Ciudadana. Necesitamos renovar la relación con la ciudadanía en los barrios, en las comunas, en la comunidad. Necesitamos abordar las realidades territoriales y las nuevas expresiones y subjetividades. Debemos establecer brigadas permanentes en territorio para resolver los problemas concretos de la ciudadanía: brigadas para apoyar a mujeres víctimas de la violencia de género, brigadas de alfabetización digital y militancia digital, brigadas de contabilidad y emprendimiento, brigadas de reciclaje y brigadas de salud comunitaria. Uno de los resultados debe ser lograr la afiliación y la adherencia de millones de ecuatorianos, principalmente jóvenes, y de la identificación de cuadros. Otro de los resultados será la tecnificación de las habilidades de campaña en territorio.
El cuarto pilar: formación de cuadros. Además de una formación política en términos ideológicos, debemos pasar a la formación para encontrar soluciones a la ciudadanía y a la comunidad. Definiremos colectivamente perfiles de candidatos. Formaremos a nuestros cuadros e identificaremos a los más aptos para ejercer la función pública. Con perspectivas de las candidaturas seccionales del 2023, implementaremos urgentemente un plan de capacitación en derecho público, administración pública, presupuesto público, competencias de los gobiernos autónomos, conocimiento pormenorizado del territorio y liderazgo territorial. Un elemento sustancial de la formación será la comunicación política. Juntando méritos y voluntades democráticas internas, lograremos definir las mejores candidaturas. Las circunstancias de la historia se encargarán de plantearnos retos electorales más pronto de lo que nos imaginamos. Nuestro movimiento estará sustancialmente fortalecido para el escenario electoral del 2023 y tendrá una fuerza contundente en la elección presidencial del 2025. La candidatura del 2025 no debe esperar mucho más. A más tardar, en el año 2023 ya debemos tener a nuestra candidata definida y debería ser una compañera.
El quinto pilar: la organización por redes. Si bien el movimiento requiere jerarquías y organización territorial vertical pero con espacios de decisión diagonales y horizontales, no podemos ignorar la organización por redes en función de causas, afinidades y dinámicas contemporáneas. Se vuelve trascendental crear espacios de articulación de mujeres, jóvenes, pueblos y nacionalidades, entre otros. Adicionalmente, nuestro movimiento debe estar plenamente articulado a compañeros progresistas afines en América Latina y el Caribe. La organización en redes nos debe permitir incidir en otras estructuras sociales como las universidades, medios, organizaciones estudiantiles, sindicatos, colegios profesionales, gremios, entre muchos otros espacios. Nos debe permitir un diálogo constructivo con organizaciones católicas y evangélicas de base. Nos debe permitir una conversación democrática de la tendencia, preferiblemente entre jóvenes y en territorio: debates o cineforos organizados con las juventudes de otros movimientos sociales y políticos de la tendencia.
Vamos por la democracia, la renovación y el fortalecimiento de nuestro movimiento, heredero de luchas populares de la historia, portador del legado de la transformación tangible, orgulloso de su unidad en la diversidad, poderoso porque representa a su pueblo y a la vez generoso en la construcción de un frente común por el buen vivir. En estos momentos, y en estas circunstancias de la historia, nos comprometemos a una oposición democrática junto con y en representación de nuestro pueblo.
ANDRÉS ARAUZ GALARZA
24 de mayo de 2021
#Ecuador
Lenin Moreno deja un saldo rojo en su mandato, un país cuyo PIB ha estado en decrecimiento y la deuda pública no ha dejado de incrementar desde que asumió la presidencia. Las cifras de pobreza y empleo han empeorado, y hay 60 000 muertes por el manejo ineficiente de la pandemia. Datos: *Tasa de variación PIB anual* -2017: 2,4% -2018: 1,3% 🔻 -2019: 0,0% 🔻 -2020 -7,8% 🔻 Fuente: Banco Central del Ecuador *Deuda pública en relación al PIB* -2016: 38,2% -2017: 44,6% 🔺 -2018: 45,2% 🔺 -2019: 53,35% 🔺 -2020: 65,33% 🔺 Fuente: Banco Central del Ecuador *Pobreza* -Dic2016: 22,9% -Dic2017: 21,5% -Dic2018: 23,3% 🔺 -Dic2019: 25,0% 🔺 -Dic2020: 32,4% 🔺 Fuente: INEC *Empleo adecuado* -Dic2016: 41,2% -Dic2017: 42,32% -Dic2018: 40,6% 🔻 -Dic2019: 38,8% 🔻 -Dic2020: 30,8% 🔻 Fuente: INEC Moreno deja 60 000 muertes sobre lo esperado debido a la pandemia. El manejo ineficiente de la emergencia sanitaria ubica a Ecuador como el tercer país con más fallecidos en exceso del mundo. |
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30 de mayo de 2021
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5 de junio de 2021
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6 de junio de 2021
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7 de junio de 2021
8 de junio de 2021
10 de junio de 2021
Caricatura del año 2015
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14 de junio de 2021
30 de julio de 2021
A REVOLUCIÓN CIUDADANA LE ESTA CONTAMINANDO LA CODICIA POLÍTICA
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28 de agosto de 2021
CONVENCIÓN DE LA REVOLUCIÓN CIUDADANA MINUTO A MINUTO
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4 de diciembre de 2021
David Chávez: Últimas actuaciones del correísmo están generando resistencia en su propia militancia
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7 de enero de 2022
La abstención de Correa no fue un error
Jacobin Franklin Ramírez Gallegos 7 de enero de 2022
El problema de la abstención del correísmo el 26 de noviembre no reside solo en haber viabilizado una reforma tributaria en tiempos en que el Estado austero ha abandonado toda voluntad redistributiva. Reside, sobre todo, en haber encapsulado la agenda democrática en un intercambio inconfesable.
El pasado 26 de noviembre, el bloque de la Revolución Ciudadana (RC) facilitó con su abstención la aprobación de un proyecto de ley fundamental para la sostenibilidad política del acuerdo del Ecuador con el FMI. Tal votación, además, dio oxígeno al gobierno de Guillermo Lasso, entrampado desde su posesión entre la voluntad refundacional de las clases dominantes y la estrechez de su propia representación legislativa (10% de las curules).
Desde la izquierda, y en particular desde la propia RC, las críticas estallaron: el correísmo, primera minoría parlamentaria, viabilizó la principal iniciativa reformista de la derecha gobernante en su primer tramo de mandato. Son contadas las veces en que una decisión del más alto nivel ha recibido tan extensa impugnación militante. Correa fue desbordado.
¿Cómo leer semejante decisión? ¿Se trata de un traspié táctico o de un cambio en las orientaciones generales del movimiento? ¿El violento retorno neoliberal ha esterilizado ya el potencial de contestación de la RC? ¿Es el desvío del trayecto antineoliberal su principal enredo? ¿Abrirá la crítica interna alguna dinámica de reconducción organizativa? ¿Qué tipo de oposición política puede operar en un régimen que desprecia las garantías democráticas de su existencia?
Recambio de prioridades
La votación correísta del 26N no fue un error. El 12 de abril, un día después del balotaje, Correa dejó sentada su disposición a dar gobernabilidad al presidente electo, Guillermo Lasso. Luego, a días de la posesión presidencial del 24 de mayo, una megacoalición entre el oficialismo (CREO), el Partido Social Cristiano (PSC) y la Revolución Ciudadana (RC) estuvo a punto de tomar forma en la Asamblea Nacional. El radical antiprogresismo de influyentes círculos presidenciales dinamitó tal opción a última hora. Seis meses después, dichos círculos oscilan entre un atronador silencio o la confesión vergonzante de que Lasso no tuvo otra salida que apoyarse en la bancada de la RC para pasar, por ministerio de la ley, una reforma tributaria que golpea duramente a las clases medias y blanquea el ingreso a la economía de capitales fugados. La abstención de la RC, ante la moción de archivar la ley, permitió al gobierno cumplir con uno de los acuerdos centrales del Ecuador con el FMI y reactivó, de forma velada y restringida, las conversaciones interrumpidas en mayo.
La votación no es, entonces, un error de coyuntura, ni un desliz técnico, ni una opción intempestiva. No. Se trata de una decisión atada a la reorientación estratégica de las prioridades y tareas políticas que Correa asume como imperativas para su organización tras la derrota de abril.
Frente al giro político y a la reconducción económica de Lenin Moreno (2017-2021), la RC asumió la oposición en todos los frentes como infranqueable línea estratégica. En el nuevo ciclo gubernativo, mientras tanto, Correa está concentrado en aliviar la situación judicial de quienes fueran sus altos funcionarios —en particular, de su vicepresidente, Jorge Glas, en prisión desde 2017—, procesados muchos de ellos en el marco de la confrontación a Moreno. De este modo, la procura de fórmulas pactistas, de colaboraciones episódicas o de intercambios puntuales con el régimen son lógicas derivaciones de la nueva escala de prioridades del expresidente.
Su extensa y disciplinada bancada aparece como moneda de cambio ante una derecha que gobierna en minoría pero que no quiere ceder un centímetro en su radical proyecto antipopular. Así, no es que la confrontación político-ideológica a las élites desaparece, sino que pasa a subordinarse a los objetivos mayores de la «operación rescate» de Correa. En un primer episodio, la reforma tributaria ha sido concedida a Lasso. El específico desenlace de la permuta se sabrá más pronto que tarde.
Pero esta no sería la primera vez que el gobierno canjea detenidos por márgenes de gobernabilidad. El expresidente de CONAIE, Antonio Vargas, fue indultado por Lasso (junto a otros activistas apresados durante las protestas de 2019) pocas horas antes del segundo diálogo con la principal organización indígena del país a inicios de noviembre. Entre los/as sentenciados/as por el Paro Nacional de octubre 2019 —entre los que se cuentan indígenas y militantes de RC— y quienes han sido acosados por la justicia a cuenta de sus funciones gubernativas con Correa, el régimen tiene a su disposición un extenso reservorio de procesados/as y detenidos/as políticos/as en torno a los cuales encarar favorables negociaciones.
Y es que, desde el viraje de Moreno a espaldas del sufragio popular, el retorno del neoliberalismo se acompaña de enormes dosis de violencia, judicialización del conflicto y cierre del espacio democrático. El particular encono contra el «ogro correísta» —que mixtura intentos de proscripción política y persecución estatal— se ha revelado finalmente como una expansiva dinámica de contención por la fuerza del conjunto de alternativas populares. El antipopulismo del siglo XXI siempre actuó como el maquillaje, ahora corrido, de la histórica intolerancia antizquierdista de las élites.
Ante su primera frustración legislativa, de hecho, Lasso acusó de conspiración al movimiento indígena e incluso a quienes se le ofrecieron (RC y PSC) como soportes de gobernabilidad. Al tiempo, la Fiscalía abrió un expediente contra la Comisión parlamentaria que investiga el entramado presidencial en el escándalo de los Pandora Papers. Similar operación fue ejecutada contra el excandidato presidencial de RC, Andrés Arauz, que reapareció, tras un pesado silencio, para denunciar la dilatada trayectoria del banquero con los paraísos fiscales.
Los ejemplos se multiplican. Con el activismo del aparato judicial afín al Ejecutivo, la construcción política del miedo trabaja como eficaz mecanismo disuasivo del ejercicio de oposición democrática en el país. En una carta a la militancia, que trata de justificar el voto de la bancada, un asambleísta de RC señalaba precisamente que apoyar el archivo del proyecto tributario hubiera significado señalamientos por golpismo y más persecución. Muy probablemente… aunque en este caso el legislador desvía el problema y apela a las emociones. Como sea, un sistema político en que las Leyes de la República se trocan por sentencias judiciales o se instauran por temor tiene mucho más que ver con un régimen extorsivo que con el imperio de la voluntad democrática del soberano.
Malestar militante y extravío estratégico
Una de las críticas que han planteado extensos circuitos de la RC a Correa y su bancada tras la votación del 26N es, precisamente, que el movimiento dio la espalda a electores y militantes y quebró así su trayectoria como fuerza antineoliberal. La rebelión del coro desbordó al expresidente, habituado a un comando exento de controversias públicas en su frente interno. Las respuestas de Correa y su guardia pretoriana han sido erráticas, confusas y evasivas. Nadie alude explícitamente al contenido y alcance del cambalache con el oficialismo. El hermetismo del gobierno también es absoluto. Por lo alto y en sigilo: así suelen tranzarse las transiciones de régimen, la dejación de armas o el cese de hostilidades. Pero si algo tan grande estuviera en juego, los lenguajes de la transacción podrían asumir más claridad y, por qué no, optimismo.
Negociar la reconstrucción de la normalidad democrática y del Estado de derecho a cambio de ciertas concesiones programáticas sería más comprensible, ética y políticamente, que un intercambio puntual de votos por auxilios de la justicia. Gonzalo Paredes acierta al sostener que la resistencia al neoliberalismo es inviable si no se pone fin al acoso a la oposición política. Sin embargo, suponer que esto último se alcanza a partir de intercambios fragmentados es un abultado error estratégico que refuerza el marco en que el poder impone sus condiciones.
Hasta donde pudo saberse —las coaliciones vergonzantes no hablan de sí mismas—, en el intento de forjar un frente parlamentario con CREO y el PSC, la dirigencia de la RC sí invocó cuestiones de orden general (comisión internacional de la verdad sobre casos de corrupción/persecución, reconducción de instituciones claves) indispensables para poner fin a la guerra de las élites contra toda disidencia y asegurar las garantías democráticas a la oposición. Ese umbral de generalidad luce, por el contrario, ausente en las negociaciones de la reforma tributaria.
En efecto, de entre el balbuceo correísta para intentar controlar los daños causados por la abstención del 26N no se distinguen más pistas que alusiones a las condiciones de Glas, a ciertos presos y, acaso, al conjunto de perseguidos/as. Nada hay que refiera a demandas para reconfigurar el régimen y las prácticas políticas que engendran los demonios que pretende combatir. Se percibe así cierto renunciamiento a disputar la reversión integral del autoritarismo neoliberal mientras se amplía el espacio de una «política de causa única», que hace del salvamento del ex vicepresidente el fin último del despliegue correísta.
Semejante pérdida de horizonte se encarna justo cuando Lasso y su gobierno parecían más frágiles e incapaces de sostener alianzas predecibles y apoyo popular. La debilidad del consenso democrático en su torno había intensificado, eso sí, el recurso a la maquinaria autoritaria contra todo intento colectivo de resistencia. La concesión que Correa acaba de hacer a la derecha sucede en tales condiciones. De un régimen recién estrenado, prestigioso y fuerte esperó mucho (mayo); de uno golpeado y en declive —crisis social, masacres carcelarias, precariedad— apenas un canje puntual (noviembre). ¿La distancia escamotea la capacidad de percibir los tiempos de la política? ¿O es que, acaso, Correa aún pretende sincronizar todos los relojes del país político en torno al suyo?
Como fuere, el expresidente acelera, pierde el carril y se lleva consigo a propios y ajenos. El desgaste de Lasso, no obstante, no redituará a la RC. Aceleración sin horizonte es pura urgencia. La votación del 26N indica que, como en octubre de 2019, ese es el único tiempo en el que opera Correa: la urgencia. ¿Por qué? ¿Qué plazos se agotan? ¿Qué fechas límite se aproximan? ¿Qué condición irrepetible «aprovechó» el correísmo para encaminar una intervención tan controversial?
Conviene repetirlo: cuando la RC retomaba impulso como fuerza articuladora del espacio antineoliberal, luego de la derrota de abril, el bloque parlamentario más grande y consistente de la Asamblea se entrega a un gobierno endeble y casi sin margen de maniobra para que éste alcance uno de sus objetivos más preciados. Lo hace, además, sin colocar unas mínimas líneas rojas sobre la reforma tributaria y sin poner sobre la mesa, nuevamente, la discusión sobre la reparación de la democracia y del Estado de derecho. Toda huella de preocupación por el interés público borrada del mapa.
Otro orden de la crítica de la militancia y de las más amplias izquierdas atañe, justamente, al particularismo de la decisión. No hay causa personal alguna, dicen, que justifique el sacrificio de los derechos generales de la sociedad. El rescate de ningún militante, insisten, está por encima del bienestar de las mayorías. Todo revolucionario/a, agregan, debe saber que la cárcel es parte de la lucha. Se habla de traición. «Algo se rompió el 26N». Desde dentro del movimiento se pone en duda, entonces, la voluntad de la RC para representar a los extensos sectores que vienen soportando y resistiendo el embate de las élites desde hace cinco años.
La «política de causa única» choca, pues, con los más amplios sentidos y objetos de disputa de parte de circuitos de su organización. Las vigentes prioridades del expresidente no hacen causa común entre los suyos. El secretismo del intercambio se explicaría en ese déficit de consenso. La lógica de la persecución no permitió aclarar las dudas, y ayudó incluso a evitar el debate respecto a los sospechados/as por mal uso de bienes públicos durante su mandato.
Fiel a sí mismo, ante el embrollo Correa pide a su militancia fe en sus decisiones y no evoca ninguna discusión o consulta interna sobre el ajuste estratégico del movimiento. El cortocircuito entre correísmo y revolución ciudadana —ya evidente en los embates a la reciente renovación de la dirigencia y a la organización de la última «convención»— luce cada vez más inocultable. Dicho de otro modo, en circunstancias en que gobierna una derecha radicalizada y violenta, el ensimismamiento de Correa sobre su pequeña agenda sigue abriendo las fisuras de una organización cuya heterogeneidad siempre trató de ser contenida desde arriba (e ignorada desde fuera).
La sujeción al crono de Correa merma, pues, la capacidad del movimiento para acompañar la explosión de demandas y conflictos en una sociedad atravesada por extremos niveles de padecimiento. La votación del 26N remarcó, sobre todo, dicha incapacidad. Resulta inaudito, en tal contexto, que ninguno/a de los/as cuarenta y siete asambleístas de la bancada haya efectuado algún gesto de diferenciación con una decisión a todas luces desconectada de los intereses de las clases a las que pretenden representar. ¿Opera aún el arrastre electoral de Correa como espada de Damócles sobre dirigentes y representantes de la RC a la hora de expresarse con autonomía del líder? ¿O es que acaso, tras la experiencia con Moreno, impera el temor a acusaciones de traición y al ostracismo político ante manifestaciones de discordia?
El antineoliberalismo y sus límites
Ahora bien, cuando diversos sectores militantes emplazan a Correa por la pérdida de los horizontes generales, parece evidente que lo único que para ellos detenta un incontrovertible carácter general es el combate al neoliberalismo. Aunque el monotemático acento en dicha causa explica, en parte, la derrota de Arauz en abril, los segmentos que impugnan al correísmo tras su actuación en el parlamento solo confieren legitimidad a la disputa contra las reformas favorables al mercado y las élites. No en vano, en la campaña para el balotaje, incluso el conservador Lasso prestó más atención a las agendas progresistas. Ese restringido antineoliberalismo (¿otra política de causa única?) observa con desprecio, entre otras cosas, la lucha democrática. Hay allí una vieja tergiversación de cierta izquierda: el conflicto por las instituciones de la república se subordina a la disputa contra la precarización y expresa deslices liberales. El debate sigue abierto. En la coyuntura, no obstante, dicha perspectiva contribuye a subestimar el andamiaje autoritario que asfixia la política local. Es tan sistemático el ejercicio de fuerza contra toda acción contraria al bloque dominante que parece normal exigir a la oposición que actúe hasta el martirio. El hostigamiento político se normaliza: son solo faltos de carácter quienes hacen política con temor a terminar en prisión. Algo está absolutamente distorsionado cuando se espera permanente heroicidad o inmolación de quienes detentan cargos de representación popular.
En democracia no es normal, sin embargo, que existan más de 260 presos políticos (CONAIE), que la justicia abra procesos a los críticos del poder en cada situación adversa, que el presidente acuse de conspiración a las fuerzas legislativas contrarias, que toda protesta sea enmarcada como desestabilización, que se haya preparado un golpe (el «plan Yerovi») si el candidato del establishment era derrotado, que nadie investigue esa tentativa golpista, que la fiscalía enjuicie asambleístas por ejercer su deber de control, que la primera fuerza del país no sea reconocida políticamente y se procure su exterminio, que el presidente se rehúse a rendir cuentas y justificar sus capitales en el exterior, que se dé protección especial y se indulte a las fuerzas del orden por si, «en el ejercicio de su deber», son acusadas por violaciones a los derechos humanos, y un largo etcétera. Salir de estas prácticas de guerra nada tiene que ver con reivindicaciones particularistas ni con políticas que favorecen a unos pocos.
El problema no reside entonces, apenas en haber viabilizado una reforma tributaria en tiempos en que el Estado austero ha abandonado toda voluntad redistributiva, sino también en haber encapsulado la agenda democrática en un intercambio inconfesable más allá de restringidos círculos dirigenciales. En determinadas circunstancias, anteponer la disputa por el cabal reconocimiento de la oposición democrática a cualquier otra «gran demanda social» es condición ineludible para impedir la clausura del espacio político y, por tanto, garantizar la continuidad de todos los frentes de lucha. Tales son las circunstancias del Ecuador de hoy. Un antineoliberalismo que no toma en serio la defensa de la vitalidad democrática restringe su proyección como agente de cambio y abandona el terreno del conflicto político en que la sociedad inscribe sus demandas.
Izquierdas agotadas
El voto correísta en la reforma tributaria expresa, en suma, el particularismo de su máxima dirigencia en tiempos en que un nuevo engranaje estratégico hace mutar a la organización política a espaldas de sí misma. Si la narrativa de la RC como fuerza de gobierno supo engarzarse con la representación de los intereses generales, en su faceta de oposición política (bajo asedio) tiende a acomodarse con una más vulgar defensa de sus propios intereses o, mejor dicho, de las causas de su comandancia. En la coyuntura, dicho particularismo se hizo evidente tanto por su desconexión con los intereses sociales afectados por las reformas oficialistas como por su eventual abandono de la disputa global por la reconstrucción de la democracia.
El canje político del 26N no atraviesa ni una ni otra cuestión. Peor aún: refuerza los términos de negociación que acomodan al poder y recorta —dentro y fuera del movimiento— las simpatías difusas que pudiera tener la causa de los «rehenes» políticos. Quién sabe si el presidente, con un muy pequeño gesto en favor de las mejores condiciones de aquellos, termina ungido como figura respetuosa del derecho humanitario. Al hacerlo, eso sí, habrá revelado en el acto cuánta razón tienen quienes denuncian el uso político de la justicia para eliminar adversarios.
El movimiento no quedaría absuelto, aún así, de la responsabilidad ético-política sobre su devenir. Si el neoliberalismo autoritario ha arrojado a la RC a una condición en que no puede dejar de negociar porciones de estado de derecho para garantizar su supervivencia política —el 26N está atado a dicho condicionamiento—, es la ausencia de procesamiento de las ambivalencias de su pasado la que bloquea su relanzamiento como auspiciosa fuerza popular en el presente.
Hasta el momento, sin embargo, las razonadas impugnaciones, los anuncios de desafiliación o las deserciones militantes han sido subestimadas por una dirigencia que solo alude al pasado para refrendarlo. ¿Qué cabe esperar de una organización incapaz de escucharse a sí misma? El desprecio de la crítica congela al correísmo en el tiempo.
En tales condiciones, no alcanza con retomar la diatriba antineoliberal para que su despliegue como oposición democrática encuentre rumbo cierto, reconecte con la sociedad y recupere credibilidad. La operación expansiva y violenta de una derecha radicalizada exige más amplios y audaces reacomodos en las fuerzas populares. El gobierno cierra 2021 tras haberlas neutralizado, a pesar de su larga mayoría, en la arena parlamentaria. El 26N y la abstención de gran parte de Pachakutik —aparato electoral cercano al movimiento indígena— en la sesión sobre los Pandora Papers del presidente y en aquella que rechazaba la querella de Fiscalía contra la acción de control del parlamento revelan en toda su magnitud el agotamiento de los habituales guiones políticos de una izquierda fragmentada.
La sonrisa de Lasso ya no luce tan forzada como en campaña. El potencial de insubordinación y antagonismo de sus adversarios habría sido solo una exageración de historiadores bienpensantes.
Desde la izquierda, y en particular desde la propia RC, las críticas estallaron: el correísmo, primera minoría parlamentaria, viabilizó la principal iniciativa reformista de la derecha gobernante en su primer tramo de mandato. Son contadas las veces en que una decisión del más alto nivel ha recibido tan extensa impugnación militante. Correa fue desbordado.
¿Cómo leer semejante decisión? ¿Se trata de un traspié táctico o de un cambio en las orientaciones generales del movimiento? ¿El violento retorno neoliberal ha esterilizado ya el potencial de contestación de la RC? ¿Es el desvío del trayecto antineoliberal su principal enredo? ¿Abrirá la crítica interna alguna dinámica de reconducción organizativa? ¿Qué tipo de oposición política puede operar en un régimen que desprecia las garantías democráticas de su existencia?
Recambio de prioridades
La votación correísta del 26N no fue un error. El 12 de abril, un día después del balotaje, Correa dejó sentada su disposición a dar gobernabilidad al presidente electo, Guillermo Lasso. Luego, a días de la posesión presidencial del 24 de mayo, una megacoalición entre el oficialismo (CREO), el Partido Social Cristiano (PSC) y la Revolución Ciudadana (RC) estuvo a punto de tomar forma en la Asamblea Nacional. El radical antiprogresismo de influyentes círculos presidenciales dinamitó tal opción a última hora. Seis meses después, dichos círculos oscilan entre un atronador silencio o la confesión vergonzante de que Lasso no tuvo otra salida que apoyarse en la bancada de la RC para pasar, por ministerio de la ley, una reforma tributaria que golpea duramente a las clases medias y blanquea el ingreso a la economía de capitales fugados. La abstención de la RC, ante la moción de archivar la ley, permitió al gobierno cumplir con uno de los acuerdos centrales del Ecuador con el FMI y reactivó, de forma velada y restringida, las conversaciones interrumpidas en mayo.
La votación no es, entonces, un error de coyuntura, ni un desliz técnico, ni una opción intempestiva. No. Se trata de una decisión atada a la reorientación estratégica de las prioridades y tareas políticas que Correa asume como imperativas para su organización tras la derrota de abril.
Frente al giro político y a la reconducción económica de Lenin Moreno (2017-2021), la RC asumió la oposición en todos los frentes como infranqueable línea estratégica. En el nuevo ciclo gubernativo, mientras tanto, Correa está concentrado en aliviar la situación judicial de quienes fueran sus altos funcionarios —en particular, de su vicepresidente, Jorge Glas, en prisión desde 2017—, procesados muchos de ellos en el marco de la confrontación a Moreno. De este modo, la procura de fórmulas pactistas, de colaboraciones episódicas o de intercambios puntuales con el régimen son lógicas derivaciones de la nueva escala de prioridades del expresidente.
Su extensa y disciplinada bancada aparece como moneda de cambio ante una derecha que gobierna en minoría pero que no quiere ceder un centímetro en su radical proyecto antipopular. Así, no es que la confrontación político-ideológica a las élites desaparece, sino que pasa a subordinarse a los objetivos mayores de la «operación rescate» de Correa. En un primer episodio, la reforma tributaria ha sido concedida a Lasso. El específico desenlace de la permuta se sabrá más pronto que tarde.
Pero esta no sería la primera vez que el gobierno canjea detenidos por márgenes de gobernabilidad. El expresidente de CONAIE, Antonio Vargas, fue indultado por Lasso (junto a otros activistas apresados durante las protestas de 2019) pocas horas antes del segundo diálogo con la principal organización indígena del país a inicios de noviembre. Entre los/as sentenciados/as por el Paro Nacional de octubre 2019 —entre los que se cuentan indígenas y militantes de RC— y quienes han sido acosados por la justicia a cuenta de sus funciones gubernativas con Correa, el régimen tiene a su disposición un extenso reservorio de procesados/as y detenidos/as políticos/as en torno a los cuales encarar favorables negociaciones.
Y es que, desde el viraje de Moreno a espaldas del sufragio popular, el retorno del neoliberalismo se acompaña de enormes dosis de violencia, judicialización del conflicto y cierre del espacio democrático. El particular encono contra el «ogro correísta» —que mixtura intentos de proscripción política y persecución estatal— se ha revelado finalmente como una expansiva dinámica de contención por la fuerza del conjunto de alternativas populares. El antipopulismo del siglo XXI siempre actuó como el maquillaje, ahora corrido, de la histórica intolerancia antizquierdista de las élites.
Ante su primera frustración legislativa, de hecho, Lasso acusó de conspiración al movimiento indígena e incluso a quienes se le ofrecieron (RC y PSC) como soportes de gobernabilidad. Al tiempo, la Fiscalía abrió un expediente contra la Comisión parlamentaria que investiga el entramado presidencial en el escándalo de los Pandora Papers. Similar operación fue ejecutada contra el excandidato presidencial de RC, Andrés Arauz, que reapareció, tras un pesado silencio, para denunciar la dilatada trayectoria del banquero con los paraísos fiscales.
Los ejemplos se multiplican. Con el activismo del aparato judicial afín al Ejecutivo, la construcción política del miedo trabaja como eficaz mecanismo disuasivo del ejercicio de oposición democrática en el país. En una carta a la militancia, que trata de justificar el voto de la bancada, un asambleísta de RC señalaba precisamente que apoyar el archivo del proyecto tributario hubiera significado señalamientos por golpismo y más persecución. Muy probablemente… aunque en este caso el legislador desvía el problema y apela a las emociones. Como sea, un sistema político en que las Leyes de la República se trocan por sentencias judiciales o se instauran por temor tiene mucho más que ver con un régimen extorsivo que con el imperio de la voluntad democrática del soberano.
Malestar militante y extravío estratégico
Una de las críticas que han planteado extensos circuitos de la RC a Correa y su bancada tras la votación del 26N es, precisamente, que el movimiento dio la espalda a electores y militantes y quebró así su trayectoria como fuerza antineoliberal. La rebelión del coro desbordó al expresidente, habituado a un comando exento de controversias públicas en su frente interno. Las respuestas de Correa y su guardia pretoriana han sido erráticas, confusas y evasivas. Nadie alude explícitamente al contenido y alcance del cambalache con el oficialismo. El hermetismo del gobierno también es absoluto. Por lo alto y en sigilo: así suelen tranzarse las transiciones de régimen, la dejación de armas o el cese de hostilidades. Pero si algo tan grande estuviera en juego, los lenguajes de la transacción podrían asumir más claridad y, por qué no, optimismo.
Negociar la reconstrucción de la normalidad democrática y del Estado de derecho a cambio de ciertas concesiones programáticas sería más comprensible, ética y políticamente, que un intercambio puntual de votos por auxilios de la justicia. Gonzalo Paredes acierta al sostener que la resistencia al neoliberalismo es inviable si no se pone fin al acoso a la oposición política. Sin embargo, suponer que esto último se alcanza a partir de intercambios fragmentados es un abultado error estratégico que refuerza el marco en que el poder impone sus condiciones.
Hasta donde pudo saberse —las coaliciones vergonzantes no hablan de sí mismas—, en el intento de forjar un frente parlamentario con CREO y el PSC, la dirigencia de la RC sí invocó cuestiones de orden general (comisión internacional de la verdad sobre casos de corrupción/persecución, reconducción de instituciones claves) indispensables para poner fin a la guerra de las élites contra toda disidencia y asegurar las garantías democráticas a la oposición. Ese umbral de generalidad luce, por el contrario, ausente en las negociaciones de la reforma tributaria.
En efecto, de entre el balbuceo correísta para intentar controlar los daños causados por la abstención del 26N no se distinguen más pistas que alusiones a las condiciones de Glas, a ciertos presos y, acaso, al conjunto de perseguidos/as. Nada hay que refiera a demandas para reconfigurar el régimen y las prácticas políticas que engendran los demonios que pretende combatir. Se percibe así cierto renunciamiento a disputar la reversión integral del autoritarismo neoliberal mientras se amplía el espacio de una «política de causa única», que hace del salvamento del ex vicepresidente el fin último del despliegue correísta.
Semejante pérdida de horizonte se encarna justo cuando Lasso y su gobierno parecían más frágiles e incapaces de sostener alianzas predecibles y apoyo popular. La debilidad del consenso democrático en su torno había intensificado, eso sí, el recurso a la maquinaria autoritaria contra todo intento colectivo de resistencia. La concesión que Correa acaba de hacer a la derecha sucede en tales condiciones. De un régimen recién estrenado, prestigioso y fuerte esperó mucho (mayo); de uno golpeado y en declive —crisis social, masacres carcelarias, precariedad— apenas un canje puntual (noviembre). ¿La distancia escamotea la capacidad de percibir los tiempos de la política? ¿O es que, acaso, Correa aún pretende sincronizar todos los relojes del país político en torno al suyo?
Como fuere, el expresidente acelera, pierde el carril y se lleva consigo a propios y ajenos. El desgaste de Lasso, no obstante, no redituará a la RC. Aceleración sin horizonte es pura urgencia. La votación del 26N indica que, como en octubre de 2019, ese es el único tiempo en el que opera Correa: la urgencia. ¿Por qué? ¿Qué plazos se agotan? ¿Qué fechas límite se aproximan? ¿Qué condición irrepetible «aprovechó» el correísmo para encaminar una intervención tan controversial?
Conviene repetirlo: cuando la RC retomaba impulso como fuerza articuladora del espacio antineoliberal, luego de la derrota de abril, el bloque parlamentario más grande y consistente de la Asamblea se entrega a un gobierno endeble y casi sin margen de maniobra para que éste alcance uno de sus objetivos más preciados. Lo hace, además, sin colocar unas mínimas líneas rojas sobre la reforma tributaria y sin poner sobre la mesa, nuevamente, la discusión sobre la reparación de la democracia y del Estado de derecho. Toda huella de preocupación por el interés público borrada del mapa.
Otro orden de la crítica de la militancia y de las más amplias izquierdas atañe, justamente, al particularismo de la decisión. No hay causa personal alguna, dicen, que justifique el sacrificio de los derechos generales de la sociedad. El rescate de ningún militante, insisten, está por encima del bienestar de las mayorías. Todo revolucionario/a, agregan, debe saber que la cárcel es parte de la lucha. Se habla de traición. «Algo se rompió el 26N». Desde dentro del movimiento se pone en duda, entonces, la voluntad de la RC para representar a los extensos sectores que vienen soportando y resistiendo el embate de las élites desde hace cinco años.
La «política de causa única» choca, pues, con los más amplios sentidos y objetos de disputa de parte de circuitos de su organización. Las vigentes prioridades del expresidente no hacen causa común entre los suyos. El secretismo del intercambio se explicaría en ese déficit de consenso. La lógica de la persecución no permitió aclarar las dudas, y ayudó incluso a evitar el debate respecto a los sospechados/as por mal uso de bienes públicos durante su mandato.
Fiel a sí mismo, ante el embrollo Correa pide a su militancia fe en sus decisiones y no evoca ninguna discusión o consulta interna sobre el ajuste estratégico del movimiento. El cortocircuito entre correísmo y revolución ciudadana —ya evidente en los embates a la reciente renovación de la dirigencia y a la organización de la última «convención»— luce cada vez más inocultable. Dicho de otro modo, en circunstancias en que gobierna una derecha radicalizada y violenta, el ensimismamiento de Correa sobre su pequeña agenda sigue abriendo las fisuras de una organización cuya heterogeneidad siempre trató de ser contenida desde arriba (e ignorada desde fuera).
La sujeción al crono de Correa merma, pues, la capacidad del movimiento para acompañar la explosión de demandas y conflictos en una sociedad atravesada por extremos niveles de padecimiento. La votación del 26N remarcó, sobre todo, dicha incapacidad. Resulta inaudito, en tal contexto, que ninguno/a de los/as cuarenta y siete asambleístas de la bancada haya efectuado algún gesto de diferenciación con una decisión a todas luces desconectada de los intereses de las clases a las que pretenden representar. ¿Opera aún el arrastre electoral de Correa como espada de Damócles sobre dirigentes y representantes de la RC a la hora de expresarse con autonomía del líder? ¿O es que acaso, tras la experiencia con Moreno, impera el temor a acusaciones de traición y al ostracismo político ante manifestaciones de discordia?
El antineoliberalismo y sus límites
Ahora bien, cuando diversos sectores militantes emplazan a Correa por la pérdida de los horizontes generales, parece evidente que lo único que para ellos detenta un incontrovertible carácter general es el combate al neoliberalismo. Aunque el monotemático acento en dicha causa explica, en parte, la derrota de Arauz en abril, los segmentos que impugnan al correísmo tras su actuación en el parlamento solo confieren legitimidad a la disputa contra las reformas favorables al mercado y las élites. No en vano, en la campaña para el balotaje, incluso el conservador Lasso prestó más atención a las agendas progresistas. Ese restringido antineoliberalismo (¿otra política de causa única?) observa con desprecio, entre otras cosas, la lucha democrática. Hay allí una vieja tergiversación de cierta izquierda: el conflicto por las instituciones de la república se subordina a la disputa contra la precarización y expresa deslices liberales. El debate sigue abierto. En la coyuntura, no obstante, dicha perspectiva contribuye a subestimar el andamiaje autoritario que asfixia la política local. Es tan sistemático el ejercicio de fuerza contra toda acción contraria al bloque dominante que parece normal exigir a la oposición que actúe hasta el martirio. El hostigamiento político se normaliza: son solo faltos de carácter quienes hacen política con temor a terminar en prisión. Algo está absolutamente distorsionado cuando se espera permanente heroicidad o inmolación de quienes detentan cargos de representación popular.
En democracia no es normal, sin embargo, que existan más de 260 presos políticos (CONAIE), que la justicia abra procesos a los críticos del poder en cada situación adversa, que el presidente acuse de conspiración a las fuerzas legislativas contrarias, que toda protesta sea enmarcada como desestabilización, que se haya preparado un golpe (el «plan Yerovi») si el candidato del establishment era derrotado, que nadie investigue esa tentativa golpista, que la fiscalía enjuicie asambleístas por ejercer su deber de control, que la primera fuerza del país no sea reconocida políticamente y se procure su exterminio, que el presidente se rehúse a rendir cuentas y justificar sus capitales en el exterior, que se dé protección especial y se indulte a las fuerzas del orden por si, «en el ejercicio de su deber», son acusadas por violaciones a los derechos humanos, y un largo etcétera. Salir de estas prácticas de guerra nada tiene que ver con reivindicaciones particularistas ni con políticas que favorecen a unos pocos.
El problema no reside entonces, apenas en haber viabilizado una reforma tributaria en tiempos en que el Estado austero ha abandonado toda voluntad redistributiva, sino también en haber encapsulado la agenda democrática en un intercambio inconfesable más allá de restringidos círculos dirigenciales. En determinadas circunstancias, anteponer la disputa por el cabal reconocimiento de la oposición democrática a cualquier otra «gran demanda social» es condición ineludible para impedir la clausura del espacio político y, por tanto, garantizar la continuidad de todos los frentes de lucha. Tales son las circunstancias del Ecuador de hoy. Un antineoliberalismo que no toma en serio la defensa de la vitalidad democrática restringe su proyección como agente de cambio y abandona el terreno del conflicto político en que la sociedad inscribe sus demandas.
Izquierdas agotadas
El voto correísta en la reforma tributaria expresa, en suma, el particularismo de su máxima dirigencia en tiempos en que un nuevo engranaje estratégico hace mutar a la organización política a espaldas de sí misma. Si la narrativa de la RC como fuerza de gobierno supo engarzarse con la representación de los intereses generales, en su faceta de oposición política (bajo asedio) tiende a acomodarse con una más vulgar defensa de sus propios intereses o, mejor dicho, de las causas de su comandancia. En la coyuntura, dicho particularismo se hizo evidente tanto por su desconexión con los intereses sociales afectados por las reformas oficialistas como por su eventual abandono de la disputa global por la reconstrucción de la democracia.
El canje político del 26N no atraviesa ni una ni otra cuestión. Peor aún: refuerza los términos de negociación que acomodan al poder y recorta —dentro y fuera del movimiento— las simpatías difusas que pudiera tener la causa de los «rehenes» políticos. Quién sabe si el presidente, con un muy pequeño gesto en favor de las mejores condiciones de aquellos, termina ungido como figura respetuosa del derecho humanitario. Al hacerlo, eso sí, habrá revelado en el acto cuánta razón tienen quienes denuncian el uso político de la justicia para eliminar adversarios.
El movimiento no quedaría absuelto, aún así, de la responsabilidad ético-política sobre su devenir. Si el neoliberalismo autoritario ha arrojado a la RC a una condición en que no puede dejar de negociar porciones de estado de derecho para garantizar su supervivencia política —el 26N está atado a dicho condicionamiento—, es la ausencia de procesamiento de las ambivalencias de su pasado la que bloquea su relanzamiento como auspiciosa fuerza popular en el presente.
Hasta el momento, sin embargo, las razonadas impugnaciones, los anuncios de desafiliación o las deserciones militantes han sido subestimadas por una dirigencia que solo alude al pasado para refrendarlo. ¿Qué cabe esperar de una organización incapaz de escucharse a sí misma? El desprecio de la crítica congela al correísmo en el tiempo.
En tales condiciones, no alcanza con retomar la diatriba antineoliberal para que su despliegue como oposición democrática encuentre rumbo cierto, reconecte con la sociedad y recupere credibilidad. La operación expansiva y violenta de una derecha radicalizada exige más amplios y audaces reacomodos en las fuerzas populares. El gobierno cierra 2021 tras haberlas neutralizado, a pesar de su larga mayoría, en la arena parlamentaria. El 26N y la abstención de gran parte de Pachakutik —aparato electoral cercano al movimiento indígena— en la sesión sobre los Pandora Papers del presidente y en aquella que rechazaba la querella de Fiscalía contra la acción de control del parlamento revelan en toda su magnitud el agotamiento de los habituales guiones políticos de una izquierda fragmentada.
La sonrisa de Lasso ya no luce tan forzada como en campaña. El potencial de insubordinación y antagonismo de sus adversarios habría sido solo una exageración de historiadores bienpensantes.