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Centro Andino de Estudios Estratégicos

Las prácticas asesinas de la CIA, las campañas de desinformación y las injerencias en otros países siguen configurando el orden mundial y la política estadounidense

Rebelión          Glenn Greenwald        1 de junio de 2020
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En las semanas previas a las elecciones presidenciales de 2016 los más poderosos exdirigentes de la Central Intelligence Agency (CIA) hicieron cuanto pudieron para que Hillary Clinton resultara elegida y Donald Trump derrotado. El exdirector interino de la CIA del presidente Obama, Michael Morrell, publicó en el New York Times un apoyo incondicional a Clinton y afirmó que “Putin ha reclutado a Trump como agente involuntario de la Federación Rusa”, mientras que el director de la CIA y de la NSA [siglas en inglés de Agencia de Seguridad Nacional] de George W. Bush tras el 11 de septiembre de 2001, el general Michael Hayden, se abstuvo en un artículo del Washington Post de apoyar claramente a Clinton aunque se hizo eco de las palabras de Morrell al acusar a Trump de ser un “tonto útil, algo ingenuo, manipulado por Moscú” y que parecía “un poco un marxista conspirador”. Mientras tanto, la comunidad de inteligencia dirigida por James Clapper y John Brennan ofreció datos tanto al Departamento de Justicia de Obama como a los medios de comunicación estadounidenses para sugerir una conspiración de Trump y Moscú, y alimentar lo que se convirtió en la investigación del Rusiagate.

En su extraordinario artículo de opinión sobre las elecciones Hayden, director de la CIA de Bush/Cheney, explicó francamente las razones de la antipatía de la CIA por Trump, esto es, la oposición declarada del candidato republicano a permitir intensificar las campañas de cambio de régimen de la CIA en Siria, así como su oposición a armar a los ucranianos con armas letales para luchar contra Rusia (unas posturas supuestamente “pro-Putin” que Obama compartía en gran parte, algo que ahora se supone todos olvidamos).

Como ha ocurrido desde que el presidente Harry Truman creara la CIA tras a Segunda Guerra Mundial, se considera un derecho divino, inherente a la excepcionalidad estadounidense, el inmiscuirse en otros países e imponer o cambiar sus gobiernos por medio de campañas de asesinatos masivos y de golpes militares, armando grupos de guerrilla, aboliendo la democracia, utilizando la desinformación sistémica y la imposición de déspotas salvajes. En el mejor de los casos, se pone en duda la lealtad de cualquier persona que lo discuta o, peor, se oponga y trate de impedirlo (como a la CIA le pareció que estaba haciendo Trump).

La antipatía de la CIA por Trump continuó tras su victoria electoral. La agencia se convirtió en el principal vector de filtraciones anónimas ilegales destinadas a caracterizar a Trump como un agente del Kremlim y/o una víctima de chantaje. La CIA se esforzó por asegurar la filtración del Dossier Steele (1) que ensombreció al menos los dos primeros años de la presidencia de Trump. Dirigió el fraude de las teorías de la conspiración del Rusiagate. E incluso antes de que Trump asumiera el cargo estalló una guerra abierta entre el presidente electo y la agencia hasta el punto de que el líder de la mayoría demócrata del Senado, Chuck Schumer, advirtió explícitamente a Trump en el “Show de Rachel Maddow” de que se arriesgaba a que la agencia se sublevara totalmente durante su presidencia.

Al principio de la presidencia de Trump los demócratas vieron claramente que la CIA se había convertido en uno de los enemigos más devotos de Trump, de modo que empezaron a considerarla una aliada valiosa. Las principales élites demócratas de la política exterior del gobierno Obama y de la campaña de Clinton que estaban fuera de poder unieron sus fuerzas no sólo con los neoconservadores de Bush/Cheney sino también con antiguos agentes de la CIA para crear nuevos grupos de promoción de la política exterior destinados a difamar y minar a Trump, y a promover una dura confrontación con la Rusia poseedora de armas nucleares. Mientras tanto, otros exagentes de la CIA y de Seguridad Nacional, como John Brennan y James Clapper, se convirtieron en apreciadas celebridades liberales al ser contratados por [los canales de noticias estadounidenses] MSNBC y CNN para ofrecer casi a diario unos mensajes anti-Trump que complacieran a los liberales y que se disfrazaban de noticias.

El omnipresente relato del Rusiagate que dominó los tres primeros años de la presidencia de Trump sirvió además para ensalzar a la CIA como una institución noble y admirable al tiempo que se embellecía su atroz historia. La sabiduría convencional liberal mantuvo que los anuncios rusos en Facebook, los bots de Twitter y la piratería informática y la publicación de auténticos e incriminatorios correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata (DNC, por sus siglas en inglés) fue una especie de ataque sin precedentes, fuera de serie y al margen del crimen ordinario del siglo, y varios líderes demócratas (incluida Hillary Clinton) lo compararon con el 11 de septiembre y Pearl Harbor.
Link: Rebelión

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Exclusive: 9/11, It’s Not in the Details by Dr. Francois Roby, Forget the Details!
No es ninguna novedad para los lectores de VT que la demolición del World Trade Center el 11 de septiembre fue nuclear. Sin embargo, tampoco es una noticia que la gran mayoría de las personas fuera de los lectores de TV sigan siendo reacias a entretener o incluso creer esta idea. Ahora es el momento de pasar a la corriente principal, gracias a Heinz Pommer y al Modelo de Zona Cero (GZM). ¡Sí, ahora es posible! El GZM se basa únicamente en las leyes de física, que comprenderá incluso si no es físico o ingeniero. Porque no es ciencia espacial, sino leyes simples que puedes experimentar en la vida cotidiana. Sabes lo que es un retroceso de arma de fuego, ¿no? Sabes que no es una buena idea poner las manos en el motor de tu motocicleta justo después de un viaje de 50 millas, ¿no? Bueno, ya sabes suficiente física para empezar. Dejaremos los detalles a expertos, expertos en inteligencia o expertos en explosivos nucleares, y nos concentraremos en el núcleo del problema. ¿Recuerdas a Newton? Mirando con una manzana y entendiendo que no es diferente de la Luna, ¿desde el punto de vista gravitacional, por supuesto? Si esta historia es cierta o no, muestra que tienes que olvidar todo menos los elementos necesarios para comprender profundamente un problema desconcertante. Así que hagamos lo mismo con Ground Zero y GZM, y consideremos que la situación no es muy diferente a una placa caliente. ¿Por qué un plato caliente? Porque, como ya sabes, hacía mucho calor en la Zona Cero, y durante mucho tiempo. Probablemente sepa que los arquitectos e ingenieros de 911 Truth empujan el arenque rojo de nanotermita. Ahora esa no es una razón para ignorar todo su trabajo; Una parte muy útil de su investigación es la de Andrea Dreger sobre "Fuentes relacionadas con temperaturas excepcionalmente altas y / o calor persistente en la Zona Cero" 1. Da una gran cantidad de datos que respaldan el GZM y una demolición nuclear. El proceso de enfriamiento de cualquier tipo de material es un fenómeno extremadamente conocido: desde una taza de café hasta el motor de su motocicleta, las leyes de la física, las leyes de enfriamiento, son las mismas. Incluso si no puede hacer cálculos como lo hacen los ingenieros, puede comprender las ideas principales porque el libro GZM fue escrito específicamente para que la persona promedio entienda la física, la ciencia. Cuanto mayor sea la diferencia de temperatura con el entorno, más rápido será el enfriamiento; cuanto mayor es la superficie de intercambio de calor, más rápido es el enfriamiento (de ahí las aletas de enfriamiento en los cilindros del motor de su motocicleta en caso de enfriamiento por aire). Esto conduce a curvas de enfriamiento dependientes del tiempo muy universales que se ven así:


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