Reflexiones tras el 19º Congreso Nacional del Partido Comunista de China
China y Estados Unidos: Planificación racional y lumpen capitalismo (I)
Rebelión James Petras 10 de noviembre de 2017
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
Fuente: Prensa Latina
Introducción
Periodistas y analistas, políticos y sinólogos estadounidenses dedican una cantidad considerable de tiempo y espacio a especular sobre la personalidad del presidente chino Xi Jinping y las personas por él nombradas para dirigir los principales organismos del gobierno chino, como si esos fueran los aspectos más importantes del 19º Congreso Nacional del Partido Comunista de China (celebrado del 18 al 24 de octubre de 2017)2.
Enredados en los chismes, la especulación ociosa y el menosprecio mezquino por sus dirigentes, la prensa occidental ha sido incapaz, una vez más, de tomar en consideración los cambios históricos que están teniendo lugar en estos momentos en China y en todo el mundo.
Estos cambios históricos a escala mundial, expresados con claridad por el presidente Xi Jinping, están presentes en la visión, la estrategia y el programa del último congreso. Están basados en una evaluación rigurosa del pasado y el presente de China, así como en sus futuros logros.
Las propuestas meditadas, las proyecciones futuras y la presencia del presidente chino ofrecen un agudo contraste con el caos, la demagogia y las calumnias que caracterizaron la campaña presidencial multimillonaria de Trump y sus vergonzosos resultados.
La claridad y la coherencia de un profundo pensador estratégico como el presidente Xi Jinping contrasta con las declaraciones improvisadas, contradictorias e incoherentes del presidente y del Congreso estadounidenses. No es solo una cuestión de estilo, sino de sustancia del contenido.
En este artículo procederemos a comparar el contexto, el contenido y la dirección de ambos sistemas políticos.
China: pensamiento estratégico y resultados positivos
China, antes que nada, ha establecido unas directrices estratégicas bien definidas que subrayan las prioridades macroeconómicas, macrosociales y militares para los próximos cinco, diez y veinte años. Se ha comprometido a reducir la contaminación en todas sus manifestaciones mediante la transformación de una economía basada en la industria pesada en otra basada en los servicios de alta tecnología, pasando de los indicadores cuantitativos a los cualitativos.
En segundo lugar, China quiere aumentar la importancia relativa del mercado interno y reducir su dependencia de las exportaciones. Ampliará la inversión en sanidad, educación, servicios públicos, pensiones y subsidios familiares.
En tercer lugar, China tiene previstas fuertes inversiones en diez sectores económicos prioritarios. Entre ellos se encuentran la maquinaria informatizada, la robótica, vehículos de bajo consumo, aparatos médicos, tecnología aeroespacial y transporte marítimo y ferroviario. Se propone invertir 3 billones de dólares para mejorar la tecnología de los sectores esenciales, incluyendo vehículos eléctricos, ahorro de energía, control numérico (digitalización) y otras diversas áreas. Asimismo, planea incrementar la inversión en investigación y desarrollo del 0,95% al 2% del PIB.
Además de todo eso, China ha comenzado los pasos necesarios para lanzar el “petro-yuan” y poner fin a la dominación financiera global de Estados Unidos.
China se ha convertido en el máximo propulsor de las redes de infraestructura global con su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda3, que atravesará Eurasia. Los puertos, aeropuertos y ferrocarriles de construcción china conectan ya veinte ciudades chinas con Asia Central, Asia Oriental, Sudeste Asiático, África y Europa. China ha propuesto la creación de un banco multilateral, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (que cuenta con más de 60 naciones miembro), contribuyendo con 100.000 millones de dólares para su financiación inicial.
China ha combinado su revolución en la recogida y análisis de datos con la planificación central para derrotar la corrupción y mejorar la eficiencia de la asignación de créditos. La economía digital de Pekín se encuentra en la actualidad en el centro de la economía digital global. Según un experto, “China es el líder mundial en pagos realizados a través de dispositivos móviles” (11 veces más que EE.UU.). Una de cada tres empresas emergentes en el mundo, valoradas en más de 100.000 millones de dólares, nacen en China4. Se ha adaptado la tecnología digital a los bancos estatales con el fin de evaluar los riesgos en los créditos y reducir en gran medida los créditos malos. Esto permitirá crear a la financiación un nuevo modelo dinámico y flexible que combine la planificación racional con el vigor emprendedor5.
Como resultado, el Banco Mundial, controlado por Estados Unidos y la Unión Europea, ha perdido su posición crucial en las finanzas globales. China ya es el principal socio comercial de Alemania y está a punto de convertirse en el principal socio comercial y aliado contra las sanciones de Rusia.
China ha ensanchado y extendido sus misiones comerciales por todo el planeta, reemplazando el papel que desempeñaba Estados Unidos en Irán, Venezuela y Rusia y en todos aquellos lugares en los que Washington ha impuesto sanciones beligerantes.
Aunque China ha modernizado sus programas de defensa militar e incrementado el gasto en dicho campo, casi todo el énfasis está puesto en la “defensa interna” y la protección de las rutas comerciales marítimas. China no ha participado en una sola guerra en las últimas décadas.
El sistema de planificación central chino permite al gobierno asignar recursos a la economía productiva y a sus sectores prioritarios. Bajo la presidencia de Xi Jinping, China se ha dotado de un sistema de investigación y jurídico que ha propiciado la persecución y detención de más de un millón de funcionarios corruptos en el sector público y de empresarios privados. El estatus elevado no es garantía de protección en la campaña anticorrupción del gobierno: más de 150 miembros del Comité Central y plutócratas multimillonarios han sido purgados por la misma. También es significativo que el control central sobre los flujos de capital (hacia el exterior y hacia el interior) permite la asignación de recursos financieros a los sectores productivos high tech al tiempo que limita la fuga de capitales o su desvío hacia la economía especulativa.
Como resultado de todo ello, el PIB de China ha venido creciendo del 6,5% al 6,9%, cuatro veces superior al ritmo de crecimiento de la UE y tres veces el de EE.UU.
En cuanto al ámbito de la demanda, China es el mayor mercado mundial (y sigue creciendo). La renta aumenta, especialmente para los trabajadores asalariados. El presidente Xi Jinping ha afirmado que el capítulo de las desigualdades sociales es el principal objetivo a mejorar en los próximos cinco años.
Estados Unidos: caos, retroceso y reacción
Por el contrario, el presidente y el Congreso de Estados Unidos no han elaborado una visión estratégica para el país, y mucho menos una vinculada a propuestas concretas y prioridades socioeconómicas, que podría beneficiar a la ciudadanía.
Estados Unidos posee 240.000 militares activos y en la reserva, destinados en 172 países. China tiene menos de 5.000 en un solo país, Yibuti. Estados Unidos tiene estacionados 40.000 efectivos en Japón, 23.000 en Corea del Sur, 36.000 en Alemania, 8.000 en Reino Unido y más de 1.000 en Turquía. China, mientras tanto, posee un número equivalente de personal civil muy especializado encargado de actividades productivas por todo el mundo. Las misiones chinas en el extranjero y los expertos que las forman trabajan a favor del crecimiento económico tanto de China como del mundo.
Los múltiples conflictos militares que Estados Unidos tiene abiertos en Afganistán, Irak, Siria, Libia, Yemen, Níger, Somalia, Jordania y otros lugares han absorbido y desviado cientos de miles de millones de dólares de las inversiones productivas en la economía interior. En muy pocos casos, el gasto militar ha sido empleado para construir carreteras e infraestructuras útiles que podrían considerarse de “doble uso”, pero la gran mayoría de las actividades de EE.UU. en el extranjero han sido tremendamente destructivas, como lo demuestra el deliberado desmembramiento de Yugoslavia, Irak y Libia.
Estados Unidos carece de las políticas coherentes y el liderazgo estratégico de China. Aunque el caos es inherente a las políticas de “libre mercado” del sistema financiero de Estados Unidos, durante el régimen de Trump dicho caos se ha generalizado y resulta especialmente peligroso.
Los congresistas demócratas y los republicanos, unidos y divididos, se enfrentan activamente al presidente Trump en cualquier asunto, por insignificante que sea. Trump improvisa y cambia sus políticas a cada momento o, como mucho, cada día. Estados Unidos cuenta con un sistema partidista en el que el partido que gobierna oficialmente tiene dos alas militaristas que representan a las grandes corporaciones.
Estados Unidos ha gastado más de 700.000 millones de dólares al año en siete guerras distintas y en promover “cambios de régimen” o golpes de Estado en cuatro continentes y ocho regiones en las últimas dos décadas. Esto ha provocado una disminución de la inversión en la economía doméstica y el deterioro de infraestructuras fundamentales, pérdida de mercados, declive socioeconómico generalizado y una reducción del gasto en investigación y desarrollo de bienes y servicios.
Las 500 corporaciones más importantes de EE.UU. invierten en el extranjero, principalmente para aprovechar las ventajas fiscales y la mano de obra barata, olvidándose de los trabajadores estadounidenses y evadiendo los impuestos nacionales. Son las mismas corporaciones que comparten la tecnología y el mercado estadounidenses con los chinos.
En la actualidad, el capitalismo estadounidense está dirigido por las instituciones financieras en beneficio propio, que absorben el capital que anteriormente iba dirigido a las inversiones productivas; esto crea una economía desequilibrada y propensa a la crisis. Por el contrario, China determina la planificación temporal y espacial de sus inversiones así como las tasas de interés bancario, marcando las inversiones prioritarias, sobre todo en los sectores avanzados de la tecnología punta.
Washington ha destinado cientos de miles de millones a construir infraestructura para uso militar cara e improductiva (bases militares, puertos, bases aéreas, etc.) con el fin de reforzar regímenes aliados estancados y corruptos. Como consecuencia, Estados Unidos no posee nada comparable al proyecto de infraestructura de la Nueva Ruta de la Seda, que cuenta con un presupuesto de 10 billones de dólares, que unirá los continentes y los principales mercados regionales y creará millones de empleos productivos.
Estados Unidos ha roto los vínculos globales con los centros dinámicos de crecimiento. Washington recurre a la retórica chovinista irracional para imponer su política comercial, mientras que China promueve redes globales mediante empresas conjuntas. China incorpora conexiones de abastecimiento internacionales que les permiten trabajar con la tecnología punta de Occidente y la mano de obra de bajo coste de Oriente.
Las ganancias de las grandes corporaciones industriales estadounidenses y sus acciones en alza tanto en el sector de la construcción como en el aeroespacial son producto de sus fuertes vínculos con China. Según informaciones propias, Caterpillar, United Technologies 3M y las compañías de automoción de EE.UU. experimentaron un crecimiento de dos dígitos en sus ventas a China.
Por el contrario, el régimen de Trump ha asignado (y gastado) cientos de miles de millones a compras militares que le sitúen en posición de amenazar con la guerra a los países periféricos de China e interferir en su comercio marítimo.
La decadencia estadounidense y el frenesí mediático
El retroceso y la decadencia del poderío económico de Estados Unidos han provocado un frenesí de estúpidos ataques personales al líder político chino Xi Jinping en los medios de comunicación. Entre ellos, los escribas del Financial Times se llevan la palma por su mordacidad descerebrada. Describen a los mercenarios y a los santones del Tíbet como modelo de democracia y “víctimas” de un floreciente Estado chino modernizador ¡que no posee los “valores occidentales” (sic) de los tambaleantes belicistas angloamericanos!
Con el fin de denigrar el sistema de planificación nacional de China y sus iniciativas para vincular su economía de alta tecnología con la mejora de las condiciones de vida de la población, los periodistas del Financial Times critican al presidente Xi Jinping por los siguientes defectos:
-No ser un comunista tan entregado como Mao Zedong o Deng Xiaoping.
-Ser demasiado “autoritario” (o tener demasiado éxito) en su campaña para deshacerse de los funcionarios corruptos.
-Por establecer objetivos serios a largo plazo al tiempo que se enfrenta y supera los problemas económicos abordando el “peligroso” nivel de deuda.
Mientras China ensancha su horizonte cultural, la élite global anglosajona incide en la posibilidad de una guerra nuclear. El Financial Times menosprecia el despliegue cultural y económico chino por todo el mundo calificándolo de “poder blando subversivo”. Las mentes y los medios de comunicación propios de un estado policial en Occidente consideran el despliegue chino como un complot o una conspiración. Cualquier escritor, pensador o legislador que haya estudiado y alabado el éxito chino es considerado con desdén un ingenuo o un agente del taimado presidente chino. Sin aportar datos ni reflexiones, el Financial Times (27/10/2017) advierte a sus lectores y a los agentes de policía de que tengan cuidado ¡para que no les seduzcan las historias del éxito chino!
El avance de China en la producción automovilística es evidente cuando se consideran sus progresos en el dominio del mercado de vehículos eléctricos. Todos los principales fabricantes europeos y estadounidenses han ignorado las advertencias de los ideólogos mediáticos occidentales y se han apresurado a crear empresas mixtas con China.
China cuenta con una política industrial. Estados Unidos cuenta con una política bélica. China tiene previsto superar a Estados Unidos y Alemania en inteligencia artificial, robótica, semiconductores y vehículos eléctricos para 2025. Y lo conseguirá, porque esas son sus prioridades científicas y económicas, claramente especificadas.
Por increíble y desvergonzado que parezca, la prensa estadounidense prefiere difundir historias de los despreciables violadores de Hollywood, como el poderoso magnate cinematográfico Harvey Weinstein, y sus cientos de víctimas, al tiempo que ignoran la novedad histórica de alcance mundial que suponen los rápidos avances económicos chinos.
Las élites empresariales estadounidenses están muy ocupadas presionando a su presidente y al Congreso para que bajen los impuestos a los multimillonarios, ¡mientras 100 millones de ciudadanos de este país continúan sin disfrutar de atención sanitaria y sufren un descenso en la esperanza de vida! Parece que Washington está decidido a lograr un retroceso planificado por el Estado.
Mientras las bombas estadounidenses continúan cayendo sobre Yemen y los contribuyentes de Estados Unidos financian el gigantesco campo de concentración israelí antes conocido como Palestina, China construye redes de carreteras y ferrocarril para unir el Himalaya y Asia Central con Europa.
Así como Sherlock Holmes aplicaba la ciencia de la observación y la deducción, los medios y los políticos estadounidenses perfeccionan el arte de la ofuscación y el engaño.
En China, los científicos y los innovadores desempeñan un papel fundamental en la producción y el aumento de disponibilidad de bienes y servicios para las pujantes clases media y trabajadora. En Estados Unidos, la élite económica desempeña un papel fundamental en el agravamiento de las desigualdades, aumento de los beneficios gracias a la reducción de la carga fiscal y la transformación del trabajador estadounidense en mano de obra temporal y mal remunerada, destinada a morir prematuramente debido a condiciones prevenibles.
Mientras el presidente Xi Jinping trabaja codo con codo con los mejores tecnócratas de la nación para subordinar el ejército a los objetivos civiles, el presidente Trump y su Administración subordinan sus decisiones económicas al complejo militar-industrial-financiero-proisraelí.
Pekín invierte en redes globales de científicos, investigadores y académicos. En Estados Unidos, la “oposición” demócrata y los republicanos descontentos trabajan junto a los grandes medios corporativos (incluyendo al respetable Financial Times) para financiar y fabricar conspiraciones y complots bajo la cama presidencial de Trump.
Conclusión
China despide y persigue a los funcionarios corruptos y apoya a los innovadores. Su economía crece mediante inversiones, empresas mistas y una gran capacidad para aprender de la experiencia y una espléndida recogida de datos. Estados Unidos despilfarra sus recursos internos en múltiples guerras, especulación financiera y la desenfrenada corrupción de Wall Street.
China investiga y castiga a sus empresas y funcionarios corruptos, mientras que la corrupción parece seguir siendo el principal criterio para la elección o el nombramiento de altos cargos en Estados Unidos. Los medios de comunicación estadounidenses adoran a sus multimillonarios evasores de impuestos y piensan que pueden cautivar al público con una exhibición deslumbrante de fanfarronadas, incompetencia y arrogancia.
China dirige su economía planificada para abordar sus prioridades internas. Utiliza sus recursos financieros para crear proyectos de infraestructuras globales históricos, que servirán para mejorar sus asociaciones internacionales mutuamente beneficiosas.
No resulta sorprendente que se considere que China se dirige hacia el futuro con paso decidido mientras se contemple a Estados Unidos como una amenaza aterradora y caótica para la paz mundial y a sus propagandistas como cómplices voluntarios.
China no está exenta de limitaciones en el campo de la expresión política y los derechos civiles. Sus fracasos a la hora de rectificar las desigualdades sociales y detener la sangría de miles de millones de dólares de riqueza ilícita, y los problemas de corrupción del régimen no resueltos seguirán generando conflictos de clase. Pero lo más importante es señalar el rumbo que China ha decidido tomar y su capacidad y compromiso para identificar y corregir los principales problemas a los que se enfrenta.
Estados Unidos ha renunciado a asumir sus responsabilidades. Carece de la voluntad o la capacidad para convencer a sus bancos de que inviertan en producción interna con el fin de expandir su mercado nacional. No tiene ninguna intención de identificar y purgar a los absolutamente incompetentes y de encarcelar a los descaradamente corruptos funcionarios y políticos de ambos partidos y de las élites.
A día de hoy, una inmensa mayoría de ciudadanos estadounidenses desprecia, desconfía y rechaza a la élite política de su país. Más del 70% considera que las ridículas discrepancias de las facciones políticas han alcanzado su mayor nivel en cincuenta años y han paralizado al gobierno. El 80% de la opinión pública cree que el Congreso es disfuncional y el 86% cree firmemente que Washington miente.
Jamás un imperio con un poder tan ilimitado entró en decadencia y se vino abajo con tan pocos logros.
China es un imperio económico en ascenso, pero avanza gracias a su compromiso activo con el mercado de las ideas y no mediante guerras inútiles contra competidores y adversarios competentes.
Según avanza la decadencia de Estados Unidos, así lo hace la degeneración de sus propagandistas.
La constante denigración que realizan los medios de comunicación de los desafíos a los que se enfrenta China y de sus logros es un pobre sustituto del análisis. Las defectuosas estructuras política y legislativa de Estados Unidos y sus incompetentes líderes políticos defensores del libre mercado y carentes de cualquier visión estratégica se desmoronan cuando se les compara con el progreso de China.
Periodistas y analistas, políticos y sinólogos estadounidenses dedican una cantidad considerable de tiempo y espacio a especular sobre la personalidad del presidente chino Xi Jinping y las personas por él nombradas para dirigir los principales organismos del gobierno chino, como si esos fueran los aspectos más importantes del 19º Congreso Nacional del Partido Comunista de China (celebrado del 18 al 24 de octubre de 2017)2.
Enredados en los chismes, la especulación ociosa y el menosprecio mezquino por sus dirigentes, la prensa occidental ha sido incapaz, una vez más, de tomar en consideración los cambios históricos que están teniendo lugar en estos momentos en China y en todo el mundo.
Estos cambios históricos a escala mundial, expresados con claridad por el presidente Xi Jinping, están presentes en la visión, la estrategia y el programa del último congreso. Están basados en una evaluación rigurosa del pasado y el presente de China, así como en sus futuros logros.
Las propuestas meditadas, las proyecciones futuras y la presencia del presidente chino ofrecen un agudo contraste con el caos, la demagogia y las calumnias que caracterizaron la campaña presidencial multimillonaria de Trump y sus vergonzosos resultados.
La claridad y la coherencia de un profundo pensador estratégico como el presidente Xi Jinping contrasta con las declaraciones improvisadas, contradictorias e incoherentes del presidente y del Congreso estadounidenses. No es solo una cuestión de estilo, sino de sustancia del contenido.
En este artículo procederemos a comparar el contexto, el contenido y la dirección de ambos sistemas políticos.
China: pensamiento estratégico y resultados positivos
China, antes que nada, ha establecido unas directrices estratégicas bien definidas que subrayan las prioridades macroeconómicas, macrosociales y militares para los próximos cinco, diez y veinte años. Se ha comprometido a reducir la contaminación en todas sus manifestaciones mediante la transformación de una economía basada en la industria pesada en otra basada en los servicios de alta tecnología, pasando de los indicadores cuantitativos a los cualitativos.
En segundo lugar, China quiere aumentar la importancia relativa del mercado interno y reducir su dependencia de las exportaciones. Ampliará la inversión en sanidad, educación, servicios públicos, pensiones y subsidios familiares.
En tercer lugar, China tiene previstas fuertes inversiones en diez sectores económicos prioritarios. Entre ellos se encuentran la maquinaria informatizada, la robótica, vehículos de bajo consumo, aparatos médicos, tecnología aeroespacial y transporte marítimo y ferroviario. Se propone invertir 3 billones de dólares para mejorar la tecnología de los sectores esenciales, incluyendo vehículos eléctricos, ahorro de energía, control numérico (digitalización) y otras diversas áreas. Asimismo, planea incrementar la inversión en investigación y desarrollo del 0,95% al 2% del PIB.
Además de todo eso, China ha comenzado los pasos necesarios para lanzar el “petro-yuan” y poner fin a la dominación financiera global de Estados Unidos.
China se ha convertido en el máximo propulsor de las redes de infraestructura global con su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda3, que atravesará Eurasia. Los puertos, aeropuertos y ferrocarriles de construcción china conectan ya veinte ciudades chinas con Asia Central, Asia Oriental, Sudeste Asiático, África y Europa. China ha propuesto la creación de un banco multilateral, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (que cuenta con más de 60 naciones miembro), contribuyendo con 100.000 millones de dólares para su financiación inicial.
China ha combinado su revolución en la recogida y análisis de datos con la planificación central para derrotar la corrupción y mejorar la eficiencia de la asignación de créditos. La economía digital de Pekín se encuentra en la actualidad en el centro de la economía digital global. Según un experto, “China es el líder mundial en pagos realizados a través de dispositivos móviles” (11 veces más que EE.UU.). Una de cada tres empresas emergentes en el mundo, valoradas en más de 100.000 millones de dólares, nacen en China4. Se ha adaptado la tecnología digital a los bancos estatales con el fin de evaluar los riesgos en los créditos y reducir en gran medida los créditos malos. Esto permitirá crear a la financiación un nuevo modelo dinámico y flexible que combine la planificación racional con el vigor emprendedor5.
Como resultado, el Banco Mundial, controlado por Estados Unidos y la Unión Europea, ha perdido su posición crucial en las finanzas globales. China ya es el principal socio comercial de Alemania y está a punto de convertirse en el principal socio comercial y aliado contra las sanciones de Rusia.
China ha ensanchado y extendido sus misiones comerciales por todo el planeta, reemplazando el papel que desempeñaba Estados Unidos en Irán, Venezuela y Rusia y en todos aquellos lugares en los que Washington ha impuesto sanciones beligerantes.
Aunque China ha modernizado sus programas de defensa militar e incrementado el gasto en dicho campo, casi todo el énfasis está puesto en la “defensa interna” y la protección de las rutas comerciales marítimas. China no ha participado en una sola guerra en las últimas décadas.
El sistema de planificación central chino permite al gobierno asignar recursos a la economía productiva y a sus sectores prioritarios. Bajo la presidencia de Xi Jinping, China se ha dotado de un sistema de investigación y jurídico que ha propiciado la persecución y detención de más de un millón de funcionarios corruptos en el sector público y de empresarios privados. El estatus elevado no es garantía de protección en la campaña anticorrupción del gobierno: más de 150 miembros del Comité Central y plutócratas multimillonarios han sido purgados por la misma. También es significativo que el control central sobre los flujos de capital (hacia el exterior y hacia el interior) permite la asignación de recursos financieros a los sectores productivos high tech al tiempo que limita la fuga de capitales o su desvío hacia la economía especulativa.
Como resultado de todo ello, el PIB de China ha venido creciendo del 6,5% al 6,9%, cuatro veces superior al ritmo de crecimiento de la UE y tres veces el de EE.UU.
En cuanto al ámbito de la demanda, China es el mayor mercado mundial (y sigue creciendo). La renta aumenta, especialmente para los trabajadores asalariados. El presidente Xi Jinping ha afirmado que el capítulo de las desigualdades sociales es el principal objetivo a mejorar en los próximos cinco años.
Estados Unidos: caos, retroceso y reacción
Por el contrario, el presidente y el Congreso de Estados Unidos no han elaborado una visión estratégica para el país, y mucho menos una vinculada a propuestas concretas y prioridades socioeconómicas, que podría beneficiar a la ciudadanía.
Estados Unidos posee 240.000 militares activos y en la reserva, destinados en 172 países. China tiene menos de 5.000 en un solo país, Yibuti. Estados Unidos tiene estacionados 40.000 efectivos en Japón, 23.000 en Corea del Sur, 36.000 en Alemania, 8.000 en Reino Unido y más de 1.000 en Turquía. China, mientras tanto, posee un número equivalente de personal civil muy especializado encargado de actividades productivas por todo el mundo. Las misiones chinas en el extranjero y los expertos que las forman trabajan a favor del crecimiento económico tanto de China como del mundo.
Los múltiples conflictos militares que Estados Unidos tiene abiertos en Afganistán, Irak, Siria, Libia, Yemen, Níger, Somalia, Jordania y otros lugares han absorbido y desviado cientos de miles de millones de dólares de las inversiones productivas en la economía interior. En muy pocos casos, el gasto militar ha sido empleado para construir carreteras e infraestructuras útiles que podrían considerarse de “doble uso”, pero la gran mayoría de las actividades de EE.UU. en el extranjero han sido tremendamente destructivas, como lo demuestra el deliberado desmembramiento de Yugoslavia, Irak y Libia.
Estados Unidos carece de las políticas coherentes y el liderazgo estratégico de China. Aunque el caos es inherente a las políticas de “libre mercado” del sistema financiero de Estados Unidos, durante el régimen de Trump dicho caos se ha generalizado y resulta especialmente peligroso.
Los congresistas demócratas y los republicanos, unidos y divididos, se enfrentan activamente al presidente Trump en cualquier asunto, por insignificante que sea. Trump improvisa y cambia sus políticas a cada momento o, como mucho, cada día. Estados Unidos cuenta con un sistema partidista en el que el partido que gobierna oficialmente tiene dos alas militaristas que representan a las grandes corporaciones.
Estados Unidos ha gastado más de 700.000 millones de dólares al año en siete guerras distintas y en promover “cambios de régimen” o golpes de Estado en cuatro continentes y ocho regiones en las últimas dos décadas. Esto ha provocado una disminución de la inversión en la economía doméstica y el deterioro de infraestructuras fundamentales, pérdida de mercados, declive socioeconómico generalizado y una reducción del gasto en investigación y desarrollo de bienes y servicios.
Las 500 corporaciones más importantes de EE.UU. invierten en el extranjero, principalmente para aprovechar las ventajas fiscales y la mano de obra barata, olvidándose de los trabajadores estadounidenses y evadiendo los impuestos nacionales. Son las mismas corporaciones que comparten la tecnología y el mercado estadounidenses con los chinos.
En la actualidad, el capitalismo estadounidense está dirigido por las instituciones financieras en beneficio propio, que absorben el capital que anteriormente iba dirigido a las inversiones productivas; esto crea una economía desequilibrada y propensa a la crisis. Por el contrario, China determina la planificación temporal y espacial de sus inversiones así como las tasas de interés bancario, marcando las inversiones prioritarias, sobre todo en los sectores avanzados de la tecnología punta.
Washington ha destinado cientos de miles de millones a construir infraestructura para uso militar cara e improductiva (bases militares, puertos, bases aéreas, etc.) con el fin de reforzar regímenes aliados estancados y corruptos. Como consecuencia, Estados Unidos no posee nada comparable al proyecto de infraestructura de la Nueva Ruta de la Seda, que cuenta con un presupuesto de 10 billones de dólares, que unirá los continentes y los principales mercados regionales y creará millones de empleos productivos.
Estados Unidos ha roto los vínculos globales con los centros dinámicos de crecimiento. Washington recurre a la retórica chovinista irracional para imponer su política comercial, mientras que China promueve redes globales mediante empresas conjuntas. China incorpora conexiones de abastecimiento internacionales que les permiten trabajar con la tecnología punta de Occidente y la mano de obra de bajo coste de Oriente.
Las ganancias de las grandes corporaciones industriales estadounidenses y sus acciones en alza tanto en el sector de la construcción como en el aeroespacial son producto de sus fuertes vínculos con China. Según informaciones propias, Caterpillar, United Technologies 3M y las compañías de automoción de EE.UU. experimentaron un crecimiento de dos dígitos en sus ventas a China.
Por el contrario, el régimen de Trump ha asignado (y gastado) cientos de miles de millones a compras militares que le sitúen en posición de amenazar con la guerra a los países periféricos de China e interferir en su comercio marítimo.
La decadencia estadounidense y el frenesí mediático
El retroceso y la decadencia del poderío económico de Estados Unidos han provocado un frenesí de estúpidos ataques personales al líder político chino Xi Jinping en los medios de comunicación. Entre ellos, los escribas del Financial Times se llevan la palma por su mordacidad descerebrada. Describen a los mercenarios y a los santones del Tíbet como modelo de democracia y “víctimas” de un floreciente Estado chino modernizador ¡que no posee los “valores occidentales” (sic) de los tambaleantes belicistas angloamericanos!
Con el fin de denigrar el sistema de planificación nacional de China y sus iniciativas para vincular su economía de alta tecnología con la mejora de las condiciones de vida de la población, los periodistas del Financial Times critican al presidente Xi Jinping por los siguientes defectos:
-No ser un comunista tan entregado como Mao Zedong o Deng Xiaoping.
-Ser demasiado “autoritario” (o tener demasiado éxito) en su campaña para deshacerse de los funcionarios corruptos.
-Por establecer objetivos serios a largo plazo al tiempo que se enfrenta y supera los problemas económicos abordando el “peligroso” nivel de deuda.
Mientras China ensancha su horizonte cultural, la élite global anglosajona incide en la posibilidad de una guerra nuclear. El Financial Times menosprecia el despliegue cultural y económico chino por todo el mundo calificándolo de “poder blando subversivo”. Las mentes y los medios de comunicación propios de un estado policial en Occidente consideran el despliegue chino como un complot o una conspiración. Cualquier escritor, pensador o legislador que haya estudiado y alabado el éxito chino es considerado con desdén un ingenuo o un agente del taimado presidente chino. Sin aportar datos ni reflexiones, el Financial Times (27/10/2017) advierte a sus lectores y a los agentes de policía de que tengan cuidado ¡para que no les seduzcan las historias del éxito chino!
El avance de China en la producción automovilística es evidente cuando se consideran sus progresos en el dominio del mercado de vehículos eléctricos. Todos los principales fabricantes europeos y estadounidenses han ignorado las advertencias de los ideólogos mediáticos occidentales y se han apresurado a crear empresas mixtas con China.
China cuenta con una política industrial. Estados Unidos cuenta con una política bélica. China tiene previsto superar a Estados Unidos y Alemania en inteligencia artificial, robótica, semiconductores y vehículos eléctricos para 2025. Y lo conseguirá, porque esas son sus prioridades científicas y económicas, claramente especificadas.
Por increíble y desvergonzado que parezca, la prensa estadounidense prefiere difundir historias de los despreciables violadores de Hollywood, como el poderoso magnate cinematográfico Harvey Weinstein, y sus cientos de víctimas, al tiempo que ignoran la novedad histórica de alcance mundial que suponen los rápidos avances económicos chinos.
Las élites empresariales estadounidenses están muy ocupadas presionando a su presidente y al Congreso para que bajen los impuestos a los multimillonarios, ¡mientras 100 millones de ciudadanos de este país continúan sin disfrutar de atención sanitaria y sufren un descenso en la esperanza de vida! Parece que Washington está decidido a lograr un retroceso planificado por el Estado.
Mientras las bombas estadounidenses continúan cayendo sobre Yemen y los contribuyentes de Estados Unidos financian el gigantesco campo de concentración israelí antes conocido como Palestina, China construye redes de carreteras y ferrocarril para unir el Himalaya y Asia Central con Europa.
Así como Sherlock Holmes aplicaba la ciencia de la observación y la deducción, los medios y los políticos estadounidenses perfeccionan el arte de la ofuscación y el engaño.
En China, los científicos y los innovadores desempeñan un papel fundamental en la producción y el aumento de disponibilidad de bienes y servicios para las pujantes clases media y trabajadora. En Estados Unidos, la élite económica desempeña un papel fundamental en el agravamiento de las desigualdades, aumento de los beneficios gracias a la reducción de la carga fiscal y la transformación del trabajador estadounidense en mano de obra temporal y mal remunerada, destinada a morir prematuramente debido a condiciones prevenibles.
Mientras el presidente Xi Jinping trabaja codo con codo con los mejores tecnócratas de la nación para subordinar el ejército a los objetivos civiles, el presidente Trump y su Administración subordinan sus decisiones económicas al complejo militar-industrial-financiero-proisraelí.
Pekín invierte en redes globales de científicos, investigadores y académicos. En Estados Unidos, la “oposición” demócrata y los republicanos descontentos trabajan junto a los grandes medios corporativos (incluyendo al respetable Financial Times) para financiar y fabricar conspiraciones y complots bajo la cama presidencial de Trump.
Conclusión
China despide y persigue a los funcionarios corruptos y apoya a los innovadores. Su economía crece mediante inversiones, empresas mistas y una gran capacidad para aprender de la experiencia y una espléndida recogida de datos. Estados Unidos despilfarra sus recursos internos en múltiples guerras, especulación financiera y la desenfrenada corrupción de Wall Street.
China investiga y castiga a sus empresas y funcionarios corruptos, mientras que la corrupción parece seguir siendo el principal criterio para la elección o el nombramiento de altos cargos en Estados Unidos. Los medios de comunicación estadounidenses adoran a sus multimillonarios evasores de impuestos y piensan que pueden cautivar al público con una exhibición deslumbrante de fanfarronadas, incompetencia y arrogancia.
China dirige su economía planificada para abordar sus prioridades internas. Utiliza sus recursos financieros para crear proyectos de infraestructuras globales históricos, que servirán para mejorar sus asociaciones internacionales mutuamente beneficiosas.
No resulta sorprendente que se considere que China se dirige hacia el futuro con paso decidido mientras se contemple a Estados Unidos como una amenaza aterradora y caótica para la paz mundial y a sus propagandistas como cómplices voluntarios.
China no está exenta de limitaciones en el campo de la expresión política y los derechos civiles. Sus fracasos a la hora de rectificar las desigualdades sociales y detener la sangría de miles de millones de dólares de riqueza ilícita, y los problemas de corrupción del régimen no resueltos seguirán generando conflictos de clase. Pero lo más importante es señalar el rumbo que China ha decidido tomar y su capacidad y compromiso para identificar y corregir los principales problemas a los que se enfrenta.
Estados Unidos ha renunciado a asumir sus responsabilidades. Carece de la voluntad o la capacidad para convencer a sus bancos de que inviertan en producción interna con el fin de expandir su mercado nacional. No tiene ninguna intención de identificar y purgar a los absolutamente incompetentes y de encarcelar a los descaradamente corruptos funcionarios y políticos de ambos partidos y de las élites.
A día de hoy, una inmensa mayoría de ciudadanos estadounidenses desprecia, desconfía y rechaza a la élite política de su país. Más del 70% considera que las ridículas discrepancias de las facciones políticas han alcanzado su mayor nivel en cincuenta años y han paralizado al gobierno. El 80% de la opinión pública cree que el Congreso es disfuncional y el 86% cree firmemente que Washington miente.
Jamás un imperio con un poder tan ilimitado entró en decadencia y se vino abajo con tan pocos logros.
China es un imperio económico en ascenso, pero avanza gracias a su compromiso activo con el mercado de las ideas y no mediante guerras inútiles contra competidores y adversarios competentes.
Según avanza la decadencia de Estados Unidos, así lo hace la degeneración de sus propagandistas.
La constante denigración que realizan los medios de comunicación de los desafíos a los que se enfrenta China y de sus logros es un pobre sustituto del análisis. Las defectuosas estructuras política y legislativa de Estados Unidos y sus incompetentes líderes políticos defensores del libre mercado y carentes de cualquier visión estratégica se desmoronan cuando se les compara con el progreso de China.
Notas:
1- El término lumpen capitalismo hace referencia a un sistema económico en el que el sector financiero y el militar explotan la tesorería del Estado y la economía productiva para beneficio del 1 por ciento de la población.
2- Al 19º Congreso Nacional asistieron 2.280 delegados en representación de 89 millones de miembros del partido.
3- También conocido como Puente Terrestre Eurasiático, es una ruta de ferrocarril para pasajeros y mercancías que unirá los puertos del Pacífico del Lejano Oriente ruso y chino con los puertos marítimos europeos.
4- Financial Times, 28/10/2017, p. 7.
5- Ídem.
1- El término lumpen capitalismo hace referencia a un sistema económico en el que el sector financiero y el militar explotan la tesorería del Estado y la economía productiva para beneficio del 1 por ciento de la población.
2- Al 19º Congreso Nacional asistieron 2.280 delegados en representación de 89 millones de miembros del partido.
3- También conocido como Puente Terrestre Eurasiático, es una ruta de ferrocarril para pasajeros y mercancías que unirá los puertos del Pacífico del Lejano Oriente ruso y chino con los puertos marítimos europeos.
4- Financial Times, 28/10/2017, p. 7.
5- Ídem.