Repliegue internacional de Trump en su pugna por el control de EE.UU.
Diego Pappalardo 21 de enero de 2019
Es sabido que el globalismo quiere recuperar el salón oval de la Casa Blanca desde la misma noche de las elecciones en las que, tras el voto ciudadano, se definió un colegio electoral que votaría por la figura presidencial de Donald Trump. Sus cohortes no esperarían hasta el 20 de enero del año siguiente para activarse, local e internacionalmente, con medios desestabilizadores y fines destituyentes, inyectando millones de dólares y multiplicando las horas para tal misión.
Estaban convencidísimos de que Hillary Clinton sería la presidenta, pero se sorprendieron amarga y atormentadamente cuando su imaginario subjetivo se les desdibujaba viendo a Trump camino a la Casa Blanca. Parece increíble pero es verdad, aún todavía en la base social del antitrumpismo no se halla satisfacción en la autoexplicación que da sobre el por qué pasó lo que pasó. Aunque les duela a muchos contradictores, la presidencia de Trump es la más importante de los últimos 70 años de la historia de los EE.UU. Para bien o para mal, su cuño le está dejando en la historia a diferencia de lo que sucederá con el golpista Lyndon B. Johnson, el histrión Reagan, los bombarderos Bush, el incontinente Bill Clinton o el simulador Obama, íconos de las multitudes zafias y majaderas bipartidarias yanquis y sus repetidoras mundiales.
De esta peculiaridad ya están hablando inclusive los filiados en el encuadramiento globalista como el Financial Times y específicamente, el escritor y comentarista político británico Janan Ganesh. En una pieza1 del 9 de enero del año en curso, Ganesh advierte que no se debe subestimar el sello histórico de Trump. Igualmente, se lamenta porque Trump produce una fractura geopolítica en tiempo real con China y con el statu quo occidental, previo a su arribo a la Casa Blanca. A este señor le molesta Trump por las laceraciones que le ocasiona al tipo de mundo que él profesa, el que, por cierto, es flagelador, expoliador y masacrador de naciones enteras.
Sin duda, conocemos el entramado clánico de dinero, poder e influencia que hay alrededor de Trump y reconocemos que el mandatario no dio los pasos vitales y audaces para desmontar el supremacismo financiero sobre el sector de la economía real, ni procedió a limpiar el hábitat crucial de la Seguridad Nacional de los emisarios de los neocones señores de la guerra del Neoconismo. Aún así, es palpable que Trump no originó la hegemonía de las Altas Finanzas, la amenaza del posindustrialismo y la política exterior del expansionismo unipolar como tampoco es un partidario cerrado y entusiasta de ellos.
Por lo cual, Trump es torpedeado por algunas fracciones de la Élite Financiera Mundial y por sectores del Sionismo, cada vez que avisa la implementación de alguna idea que afectaría a sus objetivos. De manera que no son casuales la política de la FED –tema del que ya hemos hablado en otro artículo-2 y el ataque contra tropas norteamericanas asentadas en Manbij. Referente al atentado perpetrado en el norte de Siria, este hecho estaría relacionado con el intento de torcer la medida anunciada del retiro de las tropas del país árabe y cuya aplicación justa perjudicará al complejo militar-industrial de los EE.UU., la CIA, facciones de poder en Reino Unido y algunas áreas de Israel. Creemos que los promotores verdaderos del atentado no obtendrán lo previsto debido a que el repliegue escalonado de los EE.UU. forma parte de los procesos globales y de la lucha fundamental por el control del poder interno de la superpotencia. Esto obliga a Trump a moverse con escasas opciones, tratando de tener un equilibrio entre sus socios para enfrentar con éxito a las fuerzas enemigas.
Incontrovertiblemente, en 2019, el inquilino de la Casa Blanca tendrá el año más problemático y duro desde que es presidente por el enfrentamiento agudo entre facciones por el control de la gestión de poder en los EE.UU., el desmoronamiento económico, social y demográfico y la remodelación de la superpotencia en la política global de lo que Trump no es culpable, pese a una propaganda torva e interesada que se obstina en adjudicarle esos cargos. Como Trump es consciente de que las élites estadounidenses están en pugna, la casa del Tío Sam desmejorada y que el mundo se hizo demasiado grande para la Pax Americana, creemos que estima necesario focalizarse en los EE.UU. para que el Proyecto no sea derrotado, neutralizando así los planes de sus opuestos y salvaguardando la integridad de sus socios.
Pero, aparentemente, no todos los coaligados con Trump ven esto. Sus componentes no constituyen un solo bloque homogéneo y unidireccional, por más que tengan una coincidencia en precisas ideas y confluyan en gran parte de la praxis, pero es evidente que están segmentados con intereses específicos y, unos y otros, accionan y presionan continuamente.
A pesar de las melodías de flautistas oportunistas y de los relatos de ilusionistas que lo niegan, estamos en las vísperas de la guerra civil que pasará los EE.UU. en todos sus niveles por la exigencia existencial de supervivencia y por el choque ineludible entre factores de poder. Y Trump se prepara para ello.
Estaban convencidísimos de que Hillary Clinton sería la presidenta, pero se sorprendieron amarga y atormentadamente cuando su imaginario subjetivo se les desdibujaba viendo a Trump camino a la Casa Blanca. Parece increíble pero es verdad, aún todavía en la base social del antitrumpismo no se halla satisfacción en la autoexplicación que da sobre el por qué pasó lo que pasó. Aunque les duela a muchos contradictores, la presidencia de Trump es la más importante de los últimos 70 años de la historia de los EE.UU. Para bien o para mal, su cuño le está dejando en la historia a diferencia de lo que sucederá con el golpista Lyndon B. Johnson, el histrión Reagan, los bombarderos Bush, el incontinente Bill Clinton o el simulador Obama, íconos de las multitudes zafias y majaderas bipartidarias yanquis y sus repetidoras mundiales.
De esta peculiaridad ya están hablando inclusive los filiados en el encuadramiento globalista como el Financial Times y específicamente, el escritor y comentarista político británico Janan Ganesh. En una pieza1 del 9 de enero del año en curso, Ganesh advierte que no se debe subestimar el sello histórico de Trump. Igualmente, se lamenta porque Trump produce una fractura geopolítica en tiempo real con China y con el statu quo occidental, previo a su arribo a la Casa Blanca. A este señor le molesta Trump por las laceraciones que le ocasiona al tipo de mundo que él profesa, el que, por cierto, es flagelador, expoliador y masacrador de naciones enteras.
Sin duda, conocemos el entramado clánico de dinero, poder e influencia que hay alrededor de Trump y reconocemos que el mandatario no dio los pasos vitales y audaces para desmontar el supremacismo financiero sobre el sector de la economía real, ni procedió a limpiar el hábitat crucial de la Seguridad Nacional de los emisarios de los neocones señores de la guerra del Neoconismo. Aún así, es palpable que Trump no originó la hegemonía de las Altas Finanzas, la amenaza del posindustrialismo y la política exterior del expansionismo unipolar como tampoco es un partidario cerrado y entusiasta de ellos.
Por lo cual, Trump es torpedeado por algunas fracciones de la Élite Financiera Mundial y por sectores del Sionismo, cada vez que avisa la implementación de alguna idea que afectaría a sus objetivos. De manera que no son casuales la política de la FED –tema del que ya hemos hablado en otro artículo-2 y el ataque contra tropas norteamericanas asentadas en Manbij. Referente al atentado perpetrado en el norte de Siria, este hecho estaría relacionado con el intento de torcer la medida anunciada del retiro de las tropas del país árabe y cuya aplicación justa perjudicará al complejo militar-industrial de los EE.UU., la CIA, facciones de poder en Reino Unido y algunas áreas de Israel. Creemos que los promotores verdaderos del atentado no obtendrán lo previsto debido a que el repliegue escalonado de los EE.UU. forma parte de los procesos globales y de la lucha fundamental por el control del poder interno de la superpotencia. Esto obliga a Trump a moverse con escasas opciones, tratando de tener un equilibrio entre sus socios para enfrentar con éxito a las fuerzas enemigas.
Incontrovertiblemente, en 2019, el inquilino de la Casa Blanca tendrá el año más problemático y duro desde que es presidente por el enfrentamiento agudo entre facciones por el control de la gestión de poder en los EE.UU., el desmoronamiento económico, social y demográfico y la remodelación de la superpotencia en la política global de lo que Trump no es culpable, pese a una propaganda torva e interesada que se obstina en adjudicarle esos cargos. Como Trump es consciente de que las élites estadounidenses están en pugna, la casa del Tío Sam desmejorada y que el mundo se hizo demasiado grande para la Pax Americana, creemos que estima necesario focalizarse en los EE.UU. para que el Proyecto no sea derrotado, neutralizando así los planes de sus opuestos y salvaguardando la integridad de sus socios.
Pero, aparentemente, no todos los coaligados con Trump ven esto. Sus componentes no constituyen un solo bloque homogéneo y unidireccional, por más que tengan una coincidencia en precisas ideas y confluyan en gran parte de la praxis, pero es evidente que están segmentados con intereses específicos y, unos y otros, accionan y presionan continuamente.
A pesar de las melodías de flautistas oportunistas y de los relatos de ilusionistas que lo niegan, estamos en las vísperas de la guerra civil que pasará los EE.UU. en todos sus niveles por la exigencia existencial de supervivencia y por el choque ineludible entre factores de poder. Y Trump se prepara para ello.
Notas:
1)https://www.ft.com/content/e534296c-1366-11e9-a581-4ff78404524e
2)https://www.cenae.org/la-reserva-federal-complica-a-trump.html
1)https://www.ft.com/content/e534296c-1366-11e9-a581-4ff78404524e
2)https://www.cenae.org/la-reserva-federal-complica-a-trump.html
26 enero de 2019