Robert Fisk: Menos de 3 meses después del asesinato de Soleimani, EEUU se vio obligado a evacuar 3 bases en Irak
Al Manar 24 de marzo de 2020
Robert Fisk
En Oriente Medio, Trump habla de “reposicionar” sus tropas. ¡Que al menos tenga el coraje de hablar de “retirada”, si no de “debacle”! La Casa Blanca no tiene tiempo para tratar con Iraq y Afganistán. Tiene otra guerra suprema en sus manos: la del coronavirus.
A medida que la pandemia de coronavirus invade EEUU, Trump ha ordenado a las tropas estadounidenses que abandonen tres bases militares vitales en Iraq para evitar que sean atacadas por los combatientes chiíes iraquíes respaldados por Irán.
Trump siempre se ha jactado de la necesidad de retirar tropas; pero allí sí es una auténtica retirada. La jerga oficial, que afirmó que EEUU “reposicionó (sic) sus tropas de unas pocas bases menores”, es casi tan ridícula esta retórica oficial como el abandono de Beirut por parte de EEUU en 1984 después de meses bajo el fuego de las milicias chiíes (que en particular mataron a más de 250 marines en una sola operación de martirio en Beirut). Hace casi 40 años, los estadounidenses declararon que estaban “reasignándose a embarcaciones en alta mar”.
Igual que el “redespliegue” de Napoleón desde Moscú, supongo. O el “redespliegue” británico de Dunkerque ante el fulgurante avance del ejército nazi. Ahora, las fuerzas estadounidenses se “reposicionarán” desde sus bases (de ninguna manera menores) en Al Qaim, Qayyarah y la base K-1 cerca de Kirkuk en Iraq. Supongo que esto es similar al “reposicionamiento” de George Washington desde las Alturas de Brooklyn Heights en 1776 o al “reposicionamiento” británico de Kabul en 1842.
En 1984, el presidente Reagan declaró que los estadounidenses no “huirían” del Líbano. Pero eso fue lo que hicieron. En enero de este año, Trump dijo sobre Iraq: “Si nos vamos, significaría que Irán tendría un ancla mucho más grande en Iraq (sic). Intentaba así desmentir una carta escrita por el general de brigada del Cuerpo de Marines William Seely, quien acababa de decir la verdad sobre la estrategia estadounidense al subdirector del Comando de Operaciones Conjuntas iraquíes, mayor general Abdul Amir. La coalición liderada por EEUU, dijo Seefy a su homólogo iraquí, “reubicará sus fuerzas en los próximos días y semanas con el fin de prepararse para continuar su retirada”.
¡Uy! Se supone que los generales no siempre dicen la verdad. Pero en este caso, Seely, obviamente un tipo honesto, no escapó de la realidad. Sin embargo, el Pentágono trató de ocultarlo. El general Mark Milley, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, calificó la carta de Seely de “error”. Fue, dijo, una “mala redacción” y añadió que la “retirada” no sucedería. Ahora sabemos que esta retirada sí está sucediendo.
Retirada es exactamente lo que Seely quiso decir. Lejos de estar mal redactada, la carta de Seely era demasiado precisa. Pero esta es, supongo, la vida de un soldado bajo Trump. Di la verdad y el mentiroso de la Casa Blanca te abofeteará, antes de demostrar que efectivamente habías dicho la verdad.
La retirada de Al Qaim, revela un vídeo publicado en medios de comunicación franceses, fue un asunto bastante desorganizado, con soldados estadounidenses plegando carpas cubiertas de polvo junto a los olvidados trenes de carga iraquíes que descarrilaron en la lucha allí hace quince años. Hace apenas tres años, las tropas estadounidenses y los iraquíes a su lado, luchaban en ese lugar contra el apocalíptico Daesh. Ahora, las Fuerzas de Movilización Popular (FMP), incluyendo Kataib Hezbolá, que también luchaban contra los mismos terroristas, están desplegadas allí.
Por supuesto, ellos están apoyados por el Cuerpo de Guardianes de la Revolución iraníes. Un periodista del servicio persa de la BBC fue a Al Qaim hace 15 meses y notó que el campo circundante estaba cubierto con banderas de las FMP.
Ha habido ataques ocasionales contra los estadounidenses. Luego -en una locura para el ejército estadounidense en Iraq, que se suponía que iba a entrenar al Ejército iraquí que ahora integra a las FMP- Trump, el gran comandante en jefe que nunca se retiraría de Iraq, decidió asesinar al general iraní Qassem Soleimani y Abu Mahdi al Muhandis, segundo jefe de las FMP, la milicia más prominente del Ejército iraquí, cuyos hombres rodean las bases estadounidenses.
Los muchos ataques contra los norteamericanos desde entonces deben verse a la luz de la muerte de estos dos hombres. Un mercenario estadounidense fue muerto por el lanzamiento de cohetes. Luego, otros dos soldados norteamericanos y un soldado británico fallecieron en la base de Tayi (que no está, al menos aún, en la lista de bases evacuadas).
Un ataque con misiles iraníes hirió gravemente a un centenar de militares estadounidenses, todos los cuales sufrieron “daños cerebrales”, según el Pentágono, pero Trump dijo que no hubo soldados heridos. El fuego de misiles balísticos de Irán fue el primer ataque contra una base norteamericana por un estado extranjero desde Pearl Harbor (pero la administración de EEUU continúa argumentando que Irán fue “disuadido” por el asesinato de Soleimani), Trump había afirmado lo mismo sobre los más de 100 soldados estadounidenses heridos: “He oído que tienen dolores de cabeza”, dijo. Si un presidente puede descalificar alegremente las heridas de su propio ejército, puede cerrar fácilmente una o dos bases. O tres.
Para agregar más insulto a sus acciones, los estadounidenses atacaron el aeropuerto de Kerbala, en construcción para dar cabida a futuros peregrinos a este importante santuario chií, y otros sitios en todo Iraq, matando a tres soldados de la 19 División de Comando del Ejército iraquí, dos policías y un civil. Los guardianes del santuario, dedicado al Imam Hussein y a su hermano Abbas, cuyos restos alberga, condenaron el asalto, y el Ministerio de Relaciones Exteriores iraquí presentó una queja ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Los estadounidenses afirmaron que las armas de las milicias chiíes se almacenaban en el sitio del aeropuerto.
Mike Pompeo, el secretario de Estado, ha amenazado con que “EEUU no tolerará ser atacado”, pero sobre todo parece que son las milicias chiíes las que ya no tolerarán más ataques. Después de todo, al estar en su propio país, no van a “reposicionarse”. Pero los estadounidenses sí. Y cuando un funcionario del Departamento de Defensa de EEUU le dijo a la BBC que la proximidad de las principales milicias chiíes a la base de Al Qaim era “un factor clave en la decisión de reubicar las fuerzas en otro lugar”, el mundo entendió que los estadounidenses habían perdido.
Pero en el mundo invertido de Trumpland, esta es otra victoria más. Al igual que el acuerdo entre EEUU y los talibanes de este mes para retirar a las tropas estadounidenses de Afganistán, 8.500 militares en un plazo de 135 días, a cambio de una promesa de las guerrillas enemigas desde hace 19 años de mantener Al Qaida, el Daesh y otros grupos terroristas fuera del país. Se nos dice que los estadounidenses seguirán teniendo fuerzas suficientes para llevar a cabo “operaciones antiterroristas”. En la jerga del Pentágono, un idioma disociado de la vida real, pero no más que los otros idiomas del cementerio de imperios, se dice que “la USFOR-A (Fuerzas estadounidenses en Afganistán) está en vías de alcanzar los niveles de fuerza requeridos para mantener las capacidades necesarias. Bueno, como dijimos, ve y díselo a los marines.
Ah, sí, y si los talibanes cumplen su palabra, los estadounidenses retirarán el resto de sus tropas en 14 meses. Y todo esto, debemos recordar, está sucediendo en una nación tan dividida que dos presidentes rivales celebraron ceremonias de entronización distintas en Kabul, como los emperadores romanos, burlándose así de cualquier pretensión estadounidense de haber creado una democracia en Afganistán.
Todavía recuerdo al funcionario estadounidense en 2002, después de que los talibanes fueron “destruidos”, que declaró que esta nueva democracia afgana podría no ser “jeffersoniana”. (Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores de la “democracia” estadounidense). Todos pueden asumir lo que este padre fundador en particular habría pensado del acuerdo entre EEUU y los talibanes.
Pero todo está en línea con la “huella” de EEUU en Oriente Medio. Durante un momento, la vemos, y al siguiente, ella desapareció. Después de todo, no fue hace tanto tiempo que Trump declaró que no abandonaría a los kurdos en Siria; poco después, abandonó a los kurdos en Siria después de que terminaran de luchar y morir por EEUU en la campaña contra el Daesh. Pobres kurdos. Pobres afganos también. Y pobres iraquíes. Realmente no merecían a los estadounidenses.
EEUU, en cualquier caso, no tiene tiempo para preocuparse por ellos. Parece que tiene otra guerra en sus manos, contra este molesto coronavirus. Y frente a él, es imposible “reposicionarse”, ni siquiera retirarse.
En Oriente Medio, Trump habla de “reposicionar” sus tropas. ¡Que al menos tenga el coraje de hablar de “retirada”, si no de “debacle”! La Casa Blanca no tiene tiempo para tratar con Iraq y Afganistán. Tiene otra guerra suprema en sus manos: la del coronavirus.
A medida que la pandemia de coronavirus invade EEUU, Trump ha ordenado a las tropas estadounidenses que abandonen tres bases militares vitales en Iraq para evitar que sean atacadas por los combatientes chiíes iraquíes respaldados por Irán.
Trump siempre se ha jactado de la necesidad de retirar tropas; pero allí sí es una auténtica retirada. La jerga oficial, que afirmó que EEUU “reposicionó (sic) sus tropas de unas pocas bases menores”, es casi tan ridícula esta retórica oficial como el abandono de Beirut por parte de EEUU en 1984 después de meses bajo el fuego de las milicias chiíes (que en particular mataron a más de 250 marines en una sola operación de martirio en Beirut). Hace casi 40 años, los estadounidenses declararon que estaban “reasignándose a embarcaciones en alta mar”.
Igual que el “redespliegue” de Napoleón desde Moscú, supongo. O el “redespliegue” británico de Dunkerque ante el fulgurante avance del ejército nazi. Ahora, las fuerzas estadounidenses se “reposicionarán” desde sus bases (de ninguna manera menores) en Al Qaim, Qayyarah y la base K-1 cerca de Kirkuk en Iraq. Supongo que esto es similar al “reposicionamiento” de George Washington desde las Alturas de Brooklyn Heights en 1776 o al “reposicionamiento” británico de Kabul en 1842.
En 1984, el presidente Reagan declaró que los estadounidenses no “huirían” del Líbano. Pero eso fue lo que hicieron. En enero de este año, Trump dijo sobre Iraq: “Si nos vamos, significaría que Irán tendría un ancla mucho más grande en Iraq (sic). Intentaba así desmentir una carta escrita por el general de brigada del Cuerpo de Marines William Seely, quien acababa de decir la verdad sobre la estrategia estadounidense al subdirector del Comando de Operaciones Conjuntas iraquíes, mayor general Abdul Amir. La coalición liderada por EEUU, dijo Seefy a su homólogo iraquí, “reubicará sus fuerzas en los próximos días y semanas con el fin de prepararse para continuar su retirada”.
¡Uy! Se supone que los generales no siempre dicen la verdad. Pero en este caso, Seely, obviamente un tipo honesto, no escapó de la realidad. Sin embargo, el Pentágono trató de ocultarlo. El general Mark Milley, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, calificó la carta de Seely de “error”. Fue, dijo, una “mala redacción” y añadió que la “retirada” no sucedería. Ahora sabemos que esta retirada sí está sucediendo.
Retirada es exactamente lo que Seely quiso decir. Lejos de estar mal redactada, la carta de Seely era demasiado precisa. Pero esta es, supongo, la vida de un soldado bajo Trump. Di la verdad y el mentiroso de la Casa Blanca te abofeteará, antes de demostrar que efectivamente habías dicho la verdad.
La retirada de Al Qaim, revela un vídeo publicado en medios de comunicación franceses, fue un asunto bastante desorganizado, con soldados estadounidenses plegando carpas cubiertas de polvo junto a los olvidados trenes de carga iraquíes que descarrilaron en la lucha allí hace quince años. Hace apenas tres años, las tropas estadounidenses y los iraquíes a su lado, luchaban en ese lugar contra el apocalíptico Daesh. Ahora, las Fuerzas de Movilización Popular (FMP), incluyendo Kataib Hezbolá, que también luchaban contra los mismos terroristas, están desplegadas allí.
Por supuesto, ellos están apoyados por el Cuerpo de Guardianes de la Revolución iraníes. Un periodista del servicio persa de la BBC fue a Al Qaim hace 15 meses y notó que el campo circundante estaba cubierto con banderas de las FMP.
Ha habido ataques ocasionales contra los estadounidenses. Luego -en una locura para el ejército estadounidense en Iraq, que se suponía que iba a entrenar al Ejército iraquí que ahora integra a las FMP- Trump, el gran comandante en jefe que nunca se retiraría de Iraq, decidió asesinar al general iraní Qassem Soleimani y Abu Mahdi al Muhandis, segundo jefe de las FMP, la milicia más prominente del Ejército iraquí, cuyos hombres rodean las bases estadounidenses.
Los muchos ataques contra los norteamericanos desde entonces deben verse a la luz de la muerte de estos dos hombres. Un mercenario estadounidense fue muerto por el lanzamiento de cohetes. Luego, otros dos soldados norteamericanos y un soldado británico fallecieron en la base de Tayi (que no está, al menos aún, en la lista de bases evacuadas).
Un ataque con misiles iraníes hirió gravemente a un centenar de militares estadounidenses, todos los cuales sufrieron “daños cerebrales”, según el Pentágono, pero Trump dijo que no hubo soldados heridos. El fuego de misiles balísticos de Irán fue el primer ataque contra una base norteamericana por un estado extranjero desde Pearl Harbor (pero la administración de EEUU continúa argumentando que Irán fue “disuadido” por el asesinato de Soleimani), Trump había afirmado lo mismo sobre los más de 100 soldados estadounidenses heridos: “He oído que tienen dolores de cabeza”, dijo. Si un presidente puede descalificar alegremente las heridas de su propio ejército, puede cerrar fácilmente una o dos bases. O tres.
Para agregar más insulto a sus acciones, los estadounidenses atacaron el aeropuerto de Kerbala, en construcción para dar cabida a futuros peregrinos a este importante santuario chií, y otros sitios en todo Iraq, matando a tres soldados de la 19 División de Comando del Ejército iraquí, dos policías y un civil. Los guardianes del santuario, dedicado al Imam Hussein y a su hermano Abbas, cuyos restos alberga, condenaron el asalto, y el Ministerio de Relaciones Exteriores iraquí presentó una queja ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Los estadounidenses afirmaron que las armas de las milicias chiíes se almacenaban en el sitio del aeropuerto.
Mike Pompeo, el secretario de Estado, ha amenazado con que “EEUU no tolerará ser atacado”, pero sobre todo parece que son las milicias chiíes las que ya no tolerarán más ataques. Después de todo, al estar en su propio país, no van a “reposicionarse”. Pero los estadounidenses sí. Y cuando un funcionario del Departamento de Defensa de EEUU le dijo a la BBC que la proximidad de las principales milicias chiíes a la base de Al Qaim era “un factor clave en la decisión de reubicar las fuerzas en otro lugar”, el mundo entendió que los estadounidenses habían perdido.
Pero en el mundo invertido de Trumpland, esta es otra victoria más. Al igual que el acuerdo entre EEUU y los talibanes de este mes para retirar a las tropas estadounidenses de Afganistán, 8.500 militares en un plazo de 135 días, a cambio de una promesa de las guerrillas enemigas desde hace 19 años de mantener Al Qaida, el Daesh y otros grupos terroristas fuera del país. Se nos dice que los estadounidenses seguirán teniendo fuerzas suficientes para llevar a cabo “operaciones antiterroristas”. En la jerga del Pentágono, un idioma disociado de la vida real, pero no más que los otros idiomas del cementerio de imperios, se dice que “la USFOR-A (Fuerzas estadounidenses en Afganistán) está en vías de alcanzar los niveles de fuerza requeridos para mantener las capacidades necesarias. Bueno, como dijimos, ve y díselo a los marines.
Ah, sí, y si los talibanes cumplen su palabra, los estadounidenses retirarán el resto de sus tropas en 14 meses. Y todo esto, debemos recordar, está sucediendo en una nación tan dividida que dos presidentes rivales celebraron ceremonias de entronización distintas en Kabul, como los emperadores romanos, burlándose así de cualquier pretensión estadounidense de haber creado una democracia en Afganistán.
Todavía recuerdo al funcionario estadounidense en 2002, después de que los talibanes fueron “destruidos”, que declaró que esta nueva democracia afgana podría no ser “jeffersoniana”. (Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores de la “democracia” estadounidense). Todos pueden asumir lo que este padre fundador en particular habría pensado del acuerdo entre EEUU y los talibanes.
Pero todo está en línea con la “huella” de EEUU en Oriente Medio. Durante un momento, la vemos, y al siguiente, ella desapareció. Después de todo, no fue hace tanto tiempo que Trump declaró que no abandonaría a los kurdos en Siria; poco después, abandonó a los kurdos en Siria después de que terminaran de luchar y morir por EEUU en la campaña contra el Daesh. Pobres kurdos. Pobres afganos también. Y pobres iraquíes. Realmente no merecían a los estadounidenses.
EEUU, en cualquier caso, no tiene tiempo para preocuparse por ellos. Parece que tiene otra guerra en sus manos, contra este molesto coronavirus. Y frente a él, es imposible “reposicionarse”, ni siquiera retirarse.
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