Un mundo que cambia de base 500 años después
Observatorio de la crisis Manolo Monereo Péres 28 de abril de 2022
La decisión fundamental que tienen que tomar los Estados y los pueblos es relativamente simple: aceptar el mundo unipolar organizado y dirigido por un Occidente bajo hegemonía norteamericana o apostar decididamente por un mundo multipolar donde se reconozca su pluralidad esencial, la diversidad de las culturas que lo componen y el derecho de los pueblos a gobernarse según criterios propios.
La importancia de una buena teoría
Entender el mundo para transformarlo. Esa fue siempre la esencia del marxismo, una específica relación entre teoría y práctica desde el punto de vista de las clases trabajadoras. Era tan importante este aspecto que Lenin dio un paso más y nos dijo que sin teoría revolucionaria no había práctica revolucionaria. Conocimiento de lo que hay y voluntad revolucionaria anudaron un tipo de partido, una organización que se proponía ser vanguardia política y vanguardia teórica. Era mucho y, a veces, imposible.
La historia se mueve a saltos, por rupturas. Hoy estamos en una de ellas, similar a otras y, a la vez, radicalmente diferente. Se ponen en cuestión 500 años de historia y una crisis civilizatoria que directamente impugna la relación entre capitalismo, sociedad y naturaleza. El final de los tiempos es siempre el comienzo de lo radicalmente nuevo. En esas estamos sin saberlo. No tenemos una teoría lo suficientemente afinada para que nos guíe en un mundo que cambia aceleradamente.
500 años nos miran
Decía Aníbal Quijano: “Cuando los europeos llegaron a estos territorios y conquistaron a las sociedades aborígenes nacieron, al mismo tiempo y a la misma oportunidad, tres categorías históricas: América —y en aquel primer momento América Latina—, el capitalismo y la modernidad. Después de 500 años los tres están en crisis”. Lo dijo en 1991; era ya verdad en esa fecha. Ahora estamos en su conclusión. Iniciamos una larga transición donde se anudan cuatro grandes cuestiones: la crisis del capitalismo globalizado neoliberal, la gran transición geopolítica, la mutación ecológico social del planeta y el declive del occidentalismo.
Hay que saberlo expresar, hay una acumulación de crisis que se anudan en torno a un cambio de fase que inicia una nueva época. La trampa de Tucídides aparece con toda su fuerza. La gran cuestión de la época: ¿el declive de la hegemonía de Occidente organizada por los EEUU nos llevará a una crisis terminal de la especie? Hay que entenderlo bien, no de la vida; ésta continuará sin la especie del hýbris, de la desmesura, de lo fáustico.
Romper con los códigos vigentes
El modo liberal euroamericano de exponer los problemas es tan conocido que lo asumimos dócilmente. Enumeramos los problemas de la humanidad y luego buscamos quien los solucione. Queda bien pero no sirve para mucho. Se dice que hay una crisis ecológica planetaria; se constata que hay problemas serios de desigualdad y pobreza; a renglón seguido se dice que, dada la riqueza reinante, todo se podía resolver en un espacio corto de tiempo y, sin más, se mira al cielo y se espera que las Naciones Unidas lo resuelvan.
El mundo no funciona así. Por detrás y por delante de los problemas está el poder, la competencia entre grandes potencias, las relaciones determinantes entre poder económico, ideológico y militar y, sobre todo, ordenación jerárquica de la toma de decisiones a nivel mundial. Un mundo que funciona así no es agradable, pero es el que existe.
La fase histórico-social está marcada por una gran transición geopolítica; pasamos de un mundo unipolar organizado y dirigido por los EEUU a otro multipolar que señala como nuevos actores determinantes a China, India, Indonesia, Pakistán y la reconstituida Rusia.
El eje del poder transita, después de 500 años, de Occidente a Oriente. Esto transforma el mundo que hemos conocido. Dicho de otro modo, los “sures” del mundo tendencialmente se organizan frente al imperialismo colectivo de la triada y exigen voz, pluralidad y multiculturalidad. El mundo ya no será solo Occidente. La colonialidad del poder está radicalmente cuestionada. El mundo construido desde la península euroasiática que hemos conocido como Europa, definitivamente se acaba.
Crisis, ¿qué crisis?
El llamado Nuevo Siglo (norte) americano apenas duró 20 años. La guerra contra el terrorismo fue el pretexto perfecto para organizar un mundo a imagen y semejanza de los intereses estratégicos de los EEUU. La gran potencia en declive perdió todas las guerras y vio cómo emergía una China difícil de catalogar según los criterios eurocéntricos dominantes. La globalización fue el gran proyecto político garantizado por una Pax basada en el predominio militar indiscutible e indiscutido de los EEUU. Tres conceptos dominaron el mundo: librecambio, desregulaciones y privatizaciones.
El llamado “Consenso de Washington” se convirtió en la ideología dominante y se prescribió como obligatorio para todos los países. Una vez más, el capitalismo cambió, crecieron las exportaciones, las inversiones extranjeras deslocalizaron los procesos productivos y la financiarización se convirtió en el verdadero motor de un mundo que llegaba, por fin, al final de los tiempos.
Las derrotas militares y la crisis financiera del 2008 pusieron fin a las ensoñaciones de un capitalismo triunfante y sin enemigos. El dato más definitorio es que los EE.UU comprendieron que ya no podían gobernar el mundo a su antojo, que había surgido una potencia que objetivamente los desafiaba y que tenían que prepararse para la confrontación. Afganistán fue la señal de un repliegue y la puesta a punto para una contraofensiva.
Biden contra Trump
Las últimas elecciones norteamericanas evidenciaron varios problemas que no siempre se analizan bien. Primero, una profunda crisis social, económica y racial de eso que se llamó el modo de vida americano. En segundo lugar, la resistencia de una parte significativa de los trabajadores a la desindustrialización, la desigualdad y el declive territorial. En tercer lugar, una alianza firme y transversal del establecimiento contra Donald Trump. Biden fue el presidente más votado de la historia americana, pero el segundo fue Trump. Polarización que hoy sigue existiendo, seguramente ampliada y mucho más ramificada.
Lo que más sorprendía de la política de Trump era la falta de una estrategia coherente, el exceso de pronunciamientos verbales y el desprecio a sus aliados, especialmente europeos. Este lo tenía claro: el enemigo a batir era China y había que llegar a algún tipo de acuerdo con Rusia. Hillary Clinton—y con ella la mayoría de los demócratas— hicieron de la oposición a Rusia su objetivo estratégico fundamental. La llegada de Biden lo cambió todo, se dio cuenta que EE.UU sólo ya no podía gobernar el mundo, que necesitaba alianzas y que había que reforzar su predominio político-militar.
¿De qué hablamos cuando hablamos de gran transición geopolítica?
En primer lugar, de un cuestionamiento de la hegemonía de Occidente organizada y dirigida por los EE.UU. Hablo de cuestionamiento, de declive, no de colapso. Las grandes potencias no desaparecen de un día para otro, y mucho menos cuando tienen un dispositivo político-nuclear de enormes dimensiones. En cierto sentido, son más peligrosas y no darán nunca su brazo a torcer. En segundo lugar, la emergencia de grandes potencias —destacadamente China y la India— que son a su vez grandes civilizaciones, enormes potencias demográficas y, no se puede olvidar, antiguas colonias de los países imperialistas.
Hay que añadir a una Rusia reconstruida económica, política y militarmente. En tercer lugar, esto se tiende a olvidar, EE.UU sigue siendo, con mucho, la potencia político-militar dominante en el mundo. Hay una desigualdad estructural de fuerzas. EEUU gasta el 40% del gasto militar mundial y junto con la OTAN, llegan al 60%. La gran potencia norteamericana tiene más de 800 bases militares en el mundo en 80 países diferentes y con más de 200.000 efectivos fuera de su territorio; nada que ver con los presupuestos militares, el gasto en defensa y la expansión territorial de China o Rusia.
En cuarto lugar, Biden incorpora un viejo elemento en la historia norteamericana, nuevo con respecto a Trump, una estrategia preventiva a nivel global de presión político-militar y de combinación de armas económicas, tecnológicas y cibernéticas al servicio de guerras híbridas y de zona gris. Entiéndase bien, EE.UU toma la iniciativa, quiere sacar ventaja de su potencial económico y militar con el objetivo de bloquear, frenar y derrotar a China antes de que se convierta en una potencia demasiado fuerte.
Hoy es el momento; mañana puede ser demasiado tarde. El Estados Unidos que vuelve es éste, es decir, el que está dispuesto a defender con uñas y dientes su hegemonía, sus valores y sus privilegios económico-monetarios, garantizados siempre por su poderosa flota y el séptimo de caballería. La hegemonía de EE.UU. está en peligro; la guerra está a las puertas. Digo guerra “a lo grande”, las otras siempre han estado ahí.
Ucrania, el inicio catastrófico de una mutación histórica
Los pocos que decíamos estas cosas sufrimos el “mal de Casandra”: dar cuenta de la verdad y que nadie nos creyera. Catastrofista era la palabra usual. Pero los Estados Mayores militares, las grandes agencias y múltiples documentos oficiales advertían de lo que venía. Académicos solventes e intelectuales de nivel señalaron que el conflicto de Ucrania se agravaba y que la respuesta de Rusia no tardaría demasiado. Ésta dijo una y otra vez que su seguridad estratégico-militar y geopolítica estaba en peligro y que no consentiría ser invadida de nuevo.
Occidente, es decir, la Unión Europea, la OTAN, el Reino Unido y los EEUU respondieron al modo de Biden: no atender las razonables propuestas rusas (cumplir los acuerdos de Minsk), armar a fondo y sin límites al ejercito ucraniano y, lo peor, prestar todo tipo de apoyo a un gobierno nacionalista que hacía de la hostilidad a Rusia y su civilización el centro de su política. Echar gasolina al fuego con el objetivo de provocar la guerra.
La OTAN y la Unión Europea apoyaron el golpe de Estado contra el presidente Yanukóvich dirigido por la embajada norteamericana y ejecutado con pericia por milicias militarmente organizadas de clara orientación fascista. Lo que vino después es conocido: secesión de las repúblicas del Donbás —apoyada por Rusia— y recuperación formal de Crimea. Lo que no se quiere reconocer —lo peor es que se sabe— es que la condición de posibilidad de un Estado ucraniano es su neutralidad y hacer de ella fundamento de su viabilidad como país democrático, étnicamente plural y culturalmente diverso.
No se quiso y se jugó descaradamente a acentuar el conflicto y, a mi juicio, a la guerra. ¿Qué gana EEUU? Básicamente: (1) se fortalece la OTAN y su influencia en la UE y —esto es clave— en cada uno de los Estados individualmente considerados; (2) el proceso de subordinación de la Unión Europea se acelera y se convierte en constitutivo de la estructura política profunda; (3) Rusia es demonizada, convertida en los nuevos bárbaros y su presidente, criminalizado.
Nada ayuda más a los poderes dominantes —en momentos de crisis y de definición político-militar— que un “enemigo” existencial que legitime aumentos sustanciales de los presupuestos militares, restringir los derechos sociales y las libertades públicas; (4) acosar y asediar a China. EE.UU nunca se olvida de lo fundamental, subestimarlos es siempre un error fatal. Eso lo aprendí de Fidel Castro. El enemigo es China y la batalla de Ucrania es parte del dispositivo contra China. El viejo imperio está siendo medido, se busca acentuar sus contradicciones y verificar hasta qué punto es firme su alianza con Rusia.
¿Y Rusia? Subestimarla es también un error muy serio. Casi siempre la propaganda oculta el conocimiento. Rusia es de los pocos países en los que el poder de los oligarcas, es decir, de los grandes monopolios, está limitado por el poder político. Occidente podría estar haciendo un gran servicio a la Rusia del futuro: poner fin a su control sobre la economía y facilitar la (re) nacionalización del Estado.
Putin conocía con bastante realismo las consecuencias de su intervención militar en Ucrania. Se trata de una decisión histórica que pone fin a un debate en la clase dirigente rusa, a saber: Rusia nada puede esperar ya de Occidente y se orienta definitivamente hacia Eurasia fortaleciendo sus vínculos con las antiguas repúblicas soviéticas y organizando una alianza estratégica con China.
Las sanciones, en este contexto, son un arma de doble filo y pueden contribuir a la ruptura del mercado mundial, a la renacionalización de los Estados y a poner fin al dominio del dólar en el mundo. China no es la URSS, económicamente es equiparable en muchos sentidos a los EE.UU y, en alianza militar y económica con Rusia, gana mucho poder en las relaciones internacionales.
La guerra de Ucrania no será corta. De nuevo la propaganda oculta la realidad. Los objetivos políticos rusos están claros: desmilitarizar, desnazificar y proteger a la población de etnia y cultura rusa. Eso significaba una guerra de desgaste, de posiciones, que minimizara las bajas civiles y la destrucción de infraestructuras económicas y sociales golpeando con armamento de precisión las instalaciones y unidades militares que han sido enormemente reforzadas en estos últimos años.
Las posibilidades de un arreglo pacífico no son demasiadas. Biden y Zelenski quieren estancar la guerra, someter a un duro desgaste al ejército ruso y, sobre todo, ganar la batalla del relato. Conforme la guerra avance, los costes de la misma se incrementarán con el peligro siempre creciente de que se pierda el control del proceso y que la escalada no tenga límite.
Oriente renace: ¿ha comenzado la decadencia de Occidente?
La realidad ilustra, a veces, más que las teorías más consolidadas. Se afirma, una y otra vez, que las sanciones y el boicot a Rusia la llevará a un cambio de régimen y a la caída de Putin. No entro en la valoración; los deseos, deseos son.
Una pregunta: ¿qué países no secundarán las sanciones a Rusia? India, Pakistán, Indonesia, Filipinas, Sri Lanka, la mayor parte de África con Sudáfrica a la cabeza, casi toda América Latina incluyendo a Brasil, Argentina y Venezuela; Arabia Saudita no parece que esté por la labor y ahora anda debatiendo si cobrar el petróleo que vende a China en yuanes, lo que acentuaría la decadencia del dólar.
La imagen es muy potente porque ahí está la inmensa mayoría de la humanidad, futuras grandes potencias económicas y demográficas, países que fueron colonias o que luchan contra el control y la dominación del imperialismo colectivo de la triada.
Siguiendo con la reflexión de Aníbal Quijano, lo realmente nuevo de esta crisis de hegemonía y de la transición geopolítica que la acompaña es que se clausura el dominio indiscutido e indiscutible de Occidente que tuvo que ver con eso que se llamó el descubrimiento de las Indias. El mundo que hemos conocido ha sido el de los valores, la cultura y el dominio político militar de Occidente que ha usado siempre la guerra como instrumento básico para sus políticas. La guerra no comienza ahora en Europa; ha sido la partera de una historia que tiene al capitalismo imperialista como fundamento y que se ha reproducido con él. Recientemente José Luis Fiori lo ha explicado con mucha precisión, la paz siempre ha sido una tregua entre guerras y ésta nunca ha cesado del todo.
La decisión fundamental que tienen que tomar los Estados y los pueblos es relativamente simple: aceptar el mundo unipolar organizado y dirigido por un Occidente bajo hegemonía norteamericana o apostar decididamente por un mundo multipolar donde se reconozca su pluralidad esencial, la diversidad de las culturas que lo componen y el derecho de los pueblos a gobernarse según criterios propios.
El problema es el que antes se indicó, que EE.UU nunca renunciará pacíficamente a su predominio económico, político y militar. En el horizonte, eso que se ha venido en llamar la trampa de Tucídides; es decir, vivir en el límite entre la paz y la guerra.
Entender el mundo para transformarlo. Esa fue siempre la esencia del marxismo, una específica relación entre teoría y práctica desde el punto de vista de las clases trabajadoras. Era tan importante este aspecto que Lenin dio un paso más y nos dijo que sin teoría revolucionaria no había práctica revolucionaria. Conocimiento de lo que hay y voluntad revolucionaria anudaron un tipo de partido, una organización que se proponía ser vanguardia política y vanguardia teórica. Era mucho y, a veces, imposible.
La historia se mueve a saltos, por rupturas. Hoy estamos en una de ellas, similar a otras y, a la vez, radicalmente diferente. Se ponen en cuestión 500 años de historia y una crisis civilizatoria que directamente impugna la relación entre capitalismo, sociedad y naturaleza. El final de los tiempos es siempre el comienzo de lo radicalmente nuevo. En esas estamos sin saberlo. No tenemos una teoría lo suficientemente afinada para que nos guíe en un mundo que cambia aceleradamente.
500 años nos miran
Decía Aníbal Quijano: “Cuando los europeos llegaron a estos territorios y conquistaron a las sociedades aborígenes nacieron, al mismo tiempo y a la misma oportunidad, tres categorías históricas: América —y en aquel primer momento América Latina—, el capitalismo y la modernidad. Después de 500 años los tres están en crisis”. Lo dijo en 1991; era ya verdad en esa fecha. Ahora estamos en su conclusión. Iniciamos una larga transición donde se anudan cuatro grandes cuestiones: la crisis del capitalismo globalizado neoliberal, la gran transición geopolítica, la mutación ecológico social del planeta y el declive del occidentalismo.
Hay que saberlo expresar, hay una acumulación de crisis que se anudan en torno a un cambio de fase que inicia una nueva época. La trampa de Tucídides aparece con toda su fuerza. La gran cuestión de la época: ¿el declive de la hegemonía de Occidente organizada por los EEUU nos llevará a una crisis terminal de la especie? Hay que entenderlo bien, no de la vida; ésta continuará sin la especie del hýbris, de la desmesura, de lo fáustico.
Romper con los códigos vigentes
El modo liberal euroamericano de exponer los problemas es tan conocido que lo asumimos dócilmente. Enumeramos los problemas de la humanidad y luego buscamos quien los solucione. Queda bien pero no sirve para mucho. Se dice que hay una crisis ecológica planetaria; se constata que hay problemas serios de desigualdad y pobreza; a renglón seguido se dice que, dada la riqueza reinante, todo se podía resolver en un espacio corto de tiempo y, sin más, se mira al cielo y se espera que las Naciones Unidas lo resuelvan.
El mundo no funciona así. Por detrás y por delante de los problemas está el poder, la competencia entre grandes potencias, las relaciones determinantes entre poder económico, ideológico y militar y, sobre todo, ordenación jerárquica de la toma de decisiones a nivel mundial. Un mundo que funciona así no es agradable, pero es el que existe.
La fase histórico-social está marcada por una gran transición geopolítica; pasamos de un mundo unipolar organizado y dirigido por los EEUU a otro multipolar que señala como nuevos actores determinantes a China, India, Indonesia, Pakistán y la reconstituida Rusia.
El eje del poder transita, después de 500 años, de Occidente a Oriente. Esto transforma el mundo que hemos conocido. Dicho de otro modo, los “sures” del mundo tendencialmente se organizan frente al imperialismo colectivo de la triada y exigen voz, pluralidad y multiculturalidad. El mundo ya no será solo Occidente. La colonialidad del poder está radicalmente cuestionada. El mundo construido desde la península euroasiática que hemos conocido como Europa, definitivamente se acaba.
Crisis, ¿qué crisis?
El llamado Nuevo Siglo (norte) americano apenas duró 20 años. La guerra contra el terrorismo fue el pretexto perfecto para organizar un mundo a imagen y semejanza de los intereses estratégicos de los EEUU. La gran potencia en declive perdió todas las guerras y vio cómo emergía una China difícil de catalogar según los criterios eurocéntricos dominantes. La globalización fue el gran proyecto político garantizado por una Pax basada en el predominio militar indiscutible e indiscutido de los EEUU. Tres conceptos dominaron el mundo: librecambio, desregulaciones y privatizaciones.
El llamado “Consenso de Washington” se convirtió en la ideología dominante y se prescribió como obligatorio para todos los países. Una vez más, el capitalismo cambió, crecieron las exportaciones, las inversiones extranjeras deslocalizaron los procesos productivos y la financiarización se convirtió en el verdadero motor de un mundo que llegaba, por fin, al final de los tiempos.
Las derrotas militares y la crisis financiera del 2008 pusieron fin a las ensoñaciones de un capitalismo triunfante y sin enemigos. El dato más definitorio es que los EE.UU comprendieron que ya no podían gobernar el mundo a su antojo, que había surgido una potencia que objetivamente los desafiaba y que tenían que prepararse para la confrontación. Afganistán fue la señal de un repliegue y la puesta a punto para una contraofensiva.
Biden contra Trump
Las últimas elecciones norteamericanas evidenciaron varios problemas que no siempre se analizan bien. Primero, una profunda crisis social, económica y racial de eso que se llamó el modo de vida americano. En segundo lugar, la resistencia de una parte significativa de los trabajadores a la desindustrialización, la desigualdad y el declive territorial. En tercer lugar, una alianza firme y transversal del establecimiento contra Donald Trump. Biden fue el presidente más votado de la historia americana, pero el segundo fue Trump. Polarización que hoy sigue existiendo, seguramente ampliada y mucho más ramificada.
Lo que más sorprendía de la política de Trump era la falta de una estrategia coherente, el exceso de pronunciamientos verbales y el desprecio a sus aliados, especialmente europeos. Este lo tenía claro: el enemigo a batir era China y había que llegar a algún tipo de acuerdo con Rusia. Hillary Clinton—y con ella la mayoría de los demócratas— hicieron de la oposición a Rusia su objetivo estratégico fundamental. La llegada de Biden lo cambió todo, se dio cuenta que EE.UU sólo ya no podía gobernar el mundo, que necesitaba alianzas y que había que reforzar su predominio político-militar.
¿De qué hablamos cuando hablamos de gran transición geopolítica?
En primer lugar, de un cuestionamiento de la hegemonía de Occidente organizada y dirigida por los EE.UU. Hablo de cuestionamiento, de declive, no de colapso. Las grandes potencias no desaparecen de un día para otro, y mucho menos cuando tienen un dispositivo político-nuclear de enormes dimensiones. En cierto sentido, son más peligrosas y no darán nunca su brazo a torcer. En segundo lugar, la emergencia de grandes potencias —destacadamente China y la India— que son a su vez grandes civilizaciones, enormes potencias demográficas y, no se puede olvidar, antiguas colonias de los países imperialistas.
Hay que añadir a una Rusia reconstruida económica, política y militarmente. En tercer lugar, esto se tiende a olvidar, EE.UU sigue siendo, con mucho, la potencia político-militar dominante en el mundo. Hay una desigualdad estructural de fuerzas. EEUU gasta el 40% del gasto militar mundial y junto con la OTAN, llegan al 60%. La gran potencia norteamericana tiene más de 800 bases militares en el mundo en 80 países diferentes y con más de 200.000 efectivos fuera de su territorio; nada que ver con los presupuestos militares, el gasto en defensa y la expansión territorial de China o Rusia.
En cuarto lugar, Biden incorpora un viejo elemento en la historia norteamericana, nuevo con respecto a Trump, una estrategia preventiva a nivel global de presión político-militar y de combinación de armas económicas, tecnológicas y cibernéticas al servicio de guerras híbridas y de zona gris. Entiéndase bien, EE.UU toma la iniciativa, quiere sacar ventaja de su potencial económico y militar con el objetivo de bloquear, frenar y derrotar a China antes de que se convierta en una potencia demasiado fuerte.
Hoy es el momento; mañana puede ser demasiado tarde. El Estados Unidos que vuelve es éste, es decir, el que está dispuesto a defender con uñas y dientes su hegemonía, sus valores y sus privilegios económico-monetarios, garantizados siempre por su poderosa flota y el séptimo de caballería. La hegemonía de EE.UU. está en peligro; la guerra está a las puertas. Digo guerra “a lo grande”, las otras siempre han estado ahí.
Ucrania, el inicio catastrófico de una mutación histórica
Los pocos que decíamos estas cosas sufrimos el “mal de Casandra”: dar cuenta de la verdad y que nadie nos creyera. Catastrofista era la palabra usual. Pero los Estados Mayores militares, las grandes agencias y múltiples documentos oficiales advertían de lo que venía. Académicos solventes e intelectuales de nivel señalaron que el conflicto de Ucrania se agravaba y que la respuesta de Rusia no tardaría demasiado. Ésta dijo una y otra vez que su seguridad estratégico-militar y geopolítica estaba en peligro y que no consentiría ser invadida de nuevo.
Occidente, es decir, la Unión Europea, la OTAN, el Reino Unido y los EEUU respondieron al modo de Biden: no atender las razonables propuestas rusas (cumplir los acuerdos de Minsk), armar a fondo y sin límites al ejercito ucraniano y, lo peor, prestar todo tipo de apoyo a un gobierno nacionalista que hacía de la hostilidad a Rusia y su civilización el centro de su política. Echar gasolina al fuego con el objetivo de provocar la guerra.
La OTAN y la Unión Europea apoyaron el golpe de Estado contra el presidente Yanukóvich dirigido por la embajada norteamericana y ejecutado con pericia por milicias militarmente organizadas de clara orientación fascista. Lo que vino después es conocido: secesión de las repúblicas del Donbás —apoyada por Rusia— y recuperación formal de Crimea. Lo que no se quiere reconocer —lo peor es que se sabe— es que la condición de posibilidad de un Estado ucraniano es su neutralidad y hacer de ella fundamento de su viabilidad como país democrático, étnicamente plural y culturalmente diverso.
No se quiso y se jugó descaradamente a acentuar el conflicto y, a mi juicio, a la guerra. ¿Qué gana EEUU? Básicamente: (1) se fortalece la OTAN y su influencia en la UE y —esto es clave— en cada uno de los Estados individualmente considerados; (2) el proceso de subordinación de la Unión Europea se acelera y se convierte en constitutivo de la estructura política profunda; (3) Rusia es demonizada, convertida en los nuevos bárbaros y su presidente, criminalizado.
Nada ayuda más a los poderes dominantes —en momentos de crisis y de definición político-militar— que un “enemigo” existencial que legitime aumentos sustanciales de los presupuestos militares, restringir los derechos sociales y las libertades públicas; (4) acosar y asediar a China. EE.UU nunca se olvida de lo fundamental, subestimarlos es siempre un error fatal. Eso lo aprendí de Fidel Castro. El enemigo es China y la batalla de Ucrania es parte del dispositivo contra China. El viejo imperio está siendo medido, se busca acentuar sus contradicciones y verificar hasta qué punto es firme su alianza con Rusia.
¿Y Rusia? Subestimarla es también un error muy serio. Casi siempre la propaganda oculta el conocimiento. Rusia es de los pocos países en los que el poder de los oligarcas, es decir, de los grandes monopolios, está limitado por el poder político. Occidente podría estar haciendo un gran servicio a la Rusia del futuro: poner fin a su control sobre la economía y facilitar la (re) nacionalización del Estado.
Putin conocía con bastante realismo las consecuencias de su intervención militar en Ucrania. Se trata de una decisión histórica que pone fin a un debate en la clase dirigente rusa, a saber: Rusia nada puede esperar ya de Occidente y se orienta definitivamente hacia Eurasia fortaleciendo sus vínculos con las antiguas repúblicas soviéticas y organizando una alianza estratégica con China.
Las sanciones, en este contexto, son un arma de doble filo y pueden contribuir a la ruptura del mercado mundial, a la renacionalización de los Estados y a poner fin al dominio del dólar en el mundo. China no es la URSS, económicamente es equiparable en muchos sentidos a los EE.UU y, en alianza militar y económica con Rusia, gana mucho poder en las relaciones internacionales.
La guerra de Ucrania no será corta. De nuevo la propaganda oculta la realidad. Los objetivos políticos rusos están claros: desmilitarizar, desnazificar y proteger a la población de etnia y cultura rusa. Eso significaba una guerra de desgaste, de posiciones, que minimizara las bajas civiles y la destrucción de infraestructuras económicas y sociales golpeando con armamento de precisión las instalaciones y unidades militares que han sido enormemente reforzadas en estos últimos años.
Las posibilidades de un arreglo pacífico no son demasiadas. Biden y Zelenski quieren estancar la guerra, someter a un duro desgaste al ejército ruso y, sobre todo, ganar la batalla del relato. Conforme la guerra avance, los costes de la misma se incrementarán con el peligro siempre creciente de que se pierda el control del proceso y que la escalada no tenga límite.
Oriente renace: ¿ha comenzado la decadencia de Occidente?
La realidad ilustra, a veces, más que las teorías más consolidadas. Se afirma, una y otra vez, que las sanciones y el boicot a Rusia la llevará a un cambio de régimen y a la caída de Putin. No entro en la valoración; los deseos, deseos son.
Una pregunta: ¿qué países no secundarán las sanciones a Rusia? India, Pakistán, Indonesia, Filipinas, Sri Lanka, la mayor parte de África con Sudáfrica a la cabeza, casi toda América Latina incluyendo a Brasil, Argentina y Venezuela; Arabia Saudita no parece que esté por la labor y ahora anda debatiendo si cobrar el petróleo que vende a China en yuanes, lo que acentuaría la decadencia del dólar.
La imagen es muy potente porque ahí está la inmensa mayoría de la humanidad, futuras grandes potencias económicas y demográficas, países que fueron colonias o que luchan contra el control y la dominación del imperialismo colectivo de la triada.
Siguiendo con la reflexión de Aníbal Quijano, lo realmente nuevo de esta crisis de hegemonía y de la transición geopolítica que la acompaña es que se clausura el dominio indiscutido e indiscutible de Occidente que tuvo que ver con eso que se llamó el descubrimiento de las Indias. El mundo que hemos conocido ha sido el de los valores, la cultura y el dominio político militar de Occidente que ha usado siempre la guerra como instrumento básico para sus políticas. La guerra no comienza ahora en Europa; ha sido la partera de una historia que tiene al capitalismo imperialista como fundamento y que se ha reproducido con él. Recientemente José Luis Fiori lo ha explicado con mucha precisión, la paz siempre ha sido una tregua entre guerras y ésta nunca ha cesado del todo.
La decisión fundamental que tienen que tomar los Estados y los pueblos es relativamente simple: aceptar el mundo unipolar organizado y dirigido por un Occidente bajo hegemonía norteamericana o apostar decididamente por un mundo multipolar donde se reconozca su pluralidad esencial, la diversidad de las culturas que lo componen y el derecho de los pueblos a gobernarse según criterios propios.
El problema es el que antes se indicó, que EE.UU nunca renunciará pacíficamente a su predominio económico, político y militar. En el horizonte, eso que se ha venido en llamar la trampa de Tucídides; es decir, vivir en el límite entre la paz y la guerra.
29 de abril de 2022
Norberto Ceresole, finales de la década de 1990, SIEMPRE ACTUAL:
"-En última instancia la acción y el pensamiento políticos deberían poder representarse como una matriz de producción de poder, en la cual cada "política", cualquiera fuese su escala -municipal, provincial, nacional, regional e internacional-, o su naturaleza -social, cultural, económica, militar, etc-, pueda ser comprendida como un input de un sistema capaz de producir un output llamado poder.
-Por lo tanto, la clave es disponer de una Inteligencia Estratégica adecuada que nos permita aliarnos con los elementos fragmentativos que están operando en el plano internacional. Disponiendo de esa Inteligencia Estratégica lo que hay que hacer de inmediato es regular y administrar los conflictos. Asumir los conflictos que vamos a generar y darles una dimensión 'controlable'. Para ello habrá que hacer alianzas y contraalianzas complejas y rápidas en el plano internacional. Pienso que hay una manera de fracturar ese muro de hostilidad, porque vamos hacia una creciente despolarización del sistema internacional. De lo que se trata es de subsistir hasta que esa apolaridad sea una realidad efectiva.
-Ello quiere decir que los alineamientos internacionales ya no se producen por consenso, sino por necesidad o conveniencia y, por ello mismo, son esencialmente transitorios.
-En definitiva, el mundo global ha dejado de ser -definitivamente- un mundo blanco-occidental. Las estructuras internacionales (políticas, económicas, militares, culturales, etc.) son incapaces de contener las enormes presiones que sobre ellas ejerce la emergencia de multitudes -una inmensa mayoría de la demografía mundial- no blancas. Todas - o casi todas - ellas se asoman a la estrategia global provistas de culturas y religiones diferenciadas y en oposición a la cultura blanca-occidental (¿judeo-cristiana?).
Esas masas están además excluidas por la economía global. Su participación en ella es meramente virtual, es decir tiene que ver más con una imagen que con una realidad concreta.
-La modificación de la estructura global - el pasaje de un orden a un des/orden - se realiza a través del control, por parte de actores secundarios, de los distintos segmentos de poder que la conforman. Los actores pugnan por el control de las áreas más importantes que integran la actividad mundial global. En muchas áreas o segmentos no hay un actor predominante porque se está iniciando un conflicto de licuación de vastas proporciones.
- La difusión (licuación) del poder es el resultado de una represión recíproca entre adversarios cada vez más numerosos e iguales. Cada vez es menor la 'autorepresión de potenciales disturbadores'.
Esto último comenzará a evidenciarse, por ejemplo, con la recomposición y potenciación que en estos momentos se realiza en el mundo árabe musulmán y en otros muchos puntos del planeta.
-El punto final, en el que se encuentra actualmente la 'civilización norteamericana', es la idolización de una tecnología y de una técnica militar efímera.
-Los riesgos y las amenazas de hoy no pueden 'sólo' militarizarse, ya que atañen más que nunca a nuevas definiciones del concepto de seguridad nacional. No significa esto descartar postulados del 'realismo' político, ni que el poder deje de ser el factor central de la política internacional, sino y por el contrario, significa que el poder adquiere hoy formas mucho más variadas que las de la simple fuerza militar.
-Estamos presenciando una nueva etapa de la política mundial, en la cual los dos componentes básicos del poder global (Mundo Marítimo/Mundo Continental) iniciarán una competencia planetaria totalmente desprovista de ropajes ideológicos.
-El PEAS (Polo Euroasiático) está en condiciones potenciales de movilizarse hacia el Éufrates, que hoy está geopolíticamente vacío pero donde siempre hubo un poder terrestre muy significativo.
"-En última instancia la acción y el pensamiento políticos deberían poder representarse como una matriz de producción de poder, en la cual cada "política", cualquiera fuese su escala -municipal, provincial, nacional, regional e internacional-, o su naturaleza -social, cultural, económica, militar, etc-, pueda ser comprendida como un input de un sistema capaz de producir un output llamado poder.
-Por lo tanto, la clave es disponer de una Inteligencia Estratégica adecuada que nos permita aliarnos con los elementos fragmentativos que están operando en el plano internacional. Disponiendo de esa Inteligencia Estratégica lo que hay que hacer de inmediato es regular y administrar los conflictos. Asumir los conflictos que vamos a generar y darles una dimensión 'controlable'. Para ello habrá que hacer alianzas y contraalianzas complejas y rápidas en el plano internacional. Pienso que hay una manera de fracturar ese muro de hostilidad, porque vamos hacia una creciente despolarización del sistema internacional. De lo que se trata es de subsistir hasta que esa apolaridad sea una realidad efectiva.
-Ello quiere decir que los alineamientos internacionales ya no se producen por consenso, sino por necesidad o conveniencia y, por ello mismo, son esencialmente transitorios.
-En definitiva, el mundo global ha dejado de ser -definitivamente- un mundo blanco-occidental. Las estructuras internacionales (políticas, económicas, militares, culturales, etc.) son incapaces de contener las enormes presiones que sobre ellas ejerce la emergencia de multitudes -una inmensa mayoría de la demografía mundial- no blancas. Todas - o casi todas - ellas se asoman a la estrategia global provistas de culturas y religiones diferenciadas y en oposición a la cultura blanca-occidental (¿judeo-cristiana?).
Esas masas están además excluidas por la economía global. Su participación en ella es meramente virtual, es decir tiene que ver más con una imagen que con una realidad concreta.
-La modificación de la estructura global - el pasaje de un orden a un des/orden - se realiza a través del control, por parte de actores secundarios, de los distintos segmentos de poder que la conforman. Los actores pugnan por el control de las áreas más importantes que integran la actividad mundial global. En muchas áreas o segmentos no hay un actor predominante porque se está iniciando un conflicto de licuación de vastas proporciones.
- La difusión (licuación) del poder es el resultado de una represión recíproca entre adversarios cada vez más numerosos e iguales. Cada vez es menor la 'autorepresión de potenciales disturbadores'.
Esto último comenzará a evidenciarse, por ejemplo, con la recomposición y potenciación que en estos momentos se realiza en el mundo árabe musulmán y en otros muchos puntos del planeta.
-El punto final, en el que se encuentra actualmente la 'civilización norteamericana', es la idolización de una tecnología y de una técnica militar efímera.
-Los riesgos y las amenazas de hoy no pueden 'sólo' militarizarse, ya que atañen más que nunca a nuevas definiciones del concepto de seguridad nacional. No significa esto descartar postulados del 'realismo' político, ni que el poder deje de ser el factor central de la política internacional, sino y por el contrario, significa que el poder adquiere hoy formas mucho más variadas que las de la simple fuerza militar.
-Estamos presenciando una nueva etapa de la política mundial, en la cual los dos componentes básicos del poder global (Mundo Marítimo/Mundo Continental) iniciarán una competencia planetaria totalmente desprovista de ropajes ideológicos.
-El PEAS (Polo Euroasiático) está en condiciones potenciales de movilizarse hacia el Éufrates, que hoy está geopolíticamente vacío pero donde siempre hubo un poder terrestre muy significativo.
-En el PEAT (Polo Euroatlántico) predominará la defensa del norte contra el sur. Ello es ya perfectamente visible en la actual estrategia de la OTAN. La desaparición del enemigo principal (Este, mundo eslavo, orden comunista) conducirá necesariamente a la fragmentación de esa alianza militar, de mediar un cambio en la política interior alemana, en concordancia con la francesa. En caso contrario, la OTAN actuará no ya contra el orden comunista, sino contra el desorden poscomunista".
30 de abril de 2022
1 de mayo de 2022
El ascenso del Sur Multipolar y la caída del globalismo unipolar
Observatorio de la crisis Wim Dierckxsens y Walter Formento
Introducción
El marxismo, afirma Samir Amin, precisa desarrollar una teoría del poder para las sociedades pre-capitalistas y a partir de allí desarrollar una teoría de la política en general, con perspectiva hacia una futura civilización. En su libro Modernidad, Religión, Democracia: Crítica del eurocentrismo, crítica de los culturalismos (2014, págs. 75 y siguientes), afirma que el marxismo no ha desarrollado una conceptualización del poder y de lo político, es decir, de los modos de dominación, como si lo hizo de lo económico y de los modos de producción. La dominación económica (y su complemento, la dependencia) es el producto de la expansión mundial del capitalismo ´realmente existente´.
No es casualidad el título: el ´fetichismo de la mercancía´, del primer capítulo de El Capital. La alienación economicista define el contenido esencial de la ideología del capitalismo. Lo económico ocupa el primer plano de la escena social que, en su desarrollo, determina las otras dimensiones, que parecen tener que ajustarse a sus exigencias. En la sociedad precapitalista, como el modo de producción tributario, es al revés, afirma Samir, y así también podrá ser en una futura civilización.
En nuestro libro Por una nueva civilización: El proyecto multipolar (2021) hemos teorizado ya sobre la transición en los modos de producción precapitalistas, para luego ver la transición hacia una nueva, otra civilización. Los conceptos de trabajo productivo y trabajo improductivo vistos por su contenido están presentes en todas las culturas de la humanidad en el pasado, presente y el futuro. Bajo la relación social capitalista los conceptos adquieren una modalidad específica como Marx lo desarrolla en el Capítulo VI inédito. Pero el trabajo productivo por lo que realmente es por su contenido (es decir, sin considerar la relación de producción) atraviesa la historia. Marx lo elabora en el primer tomo de su obra Teorías sobre la Plusvalía (capítulo IV, parte primera).
Vimos que en cada modo de producción la clase dominante se torna políticamente superflua cuando su papel en la reproducción económica se transforma en improductivo. Lo anterior, es válido para los modos de producción en la Vía Occidental tanto como en Vía Oriental. Existen también diferencias entre la línea de desarrollo occidental de la oriental.
La Vía Occidental desde el neolítico ha construido sociedad a partir de la individualidad, donde el interés privado está en conflicto con el Bien Común. Por lo cual, no hay forma de construir el Bien Común a partir de las relaciones de producción precapitalistas en Occidente. La clase dominante se impone ante la clase explotada y tiene un papel productivo en lo económico, en su desarrollo. En la relación entre amos y esclavos, la relación de explotación/apropiación del trabajo del otro/s es transparente, es la más visible. Es la negación más absoluta del Bien Común y no existe necesidad de legitimación alguna ante los esclavos. Se reducen a un medio de producción parlante. Esta legitimación si se da ante la tercera clase: los civiles necesarios para proporcionar renta en dinero y trabajo para ir a la guerra.
En la línea ´Oriental´ el Bien Común de la comunidad como un todo y explotación del pueblo por la comunidad superior no son mutuamente excluyentes, sino que coexisten. Con el trabajo productivo en las obras comunes (históricamente las obras hidráulicas), la élite o comunidad superior se legitima y en la sociedad como un todo no es observada como explotación.
El Bien Común se ve confirmado por los hechos. En el modo de producción tributario (China antigua, Mesopotamia, pero también la América Latina precolombina y el África del Antiguo Egipto), se construye sociedad donde el interés de la Comunidad está en el centro y no el individuo, y así es hoy aun en sociedades como China, Corea o Japón. El pensamiento de Oriente tiene como fundamento ‘somos comunidad, luego existimos´, lo que contrasta con el ´pienso luego existo’ del Occidente (moderno).
La ideología comunitaria del paleolítico está en su base y no ha desaparecido aun hasta el día de hoy. Es una ideología de la naturaleza: el ser humano y la sociedad se asimilan a otras expresiones de la naturaleza (la deificación de la tierra, de los animales, etc.) concebidas como tales.
El paso al modo de producción tributario (China antigua, etc.), con una comunidad superior que dirige a las comunidades de base/pueblo, exige una coherencia más fuerte, incluso la integración de los elementos de la ciencia abstracta en una metafísica global, plantea Samir. Es ahí donde nace el fetichismo del Poder, o sea, su no transparencia.
La transición al neolítico en Occidente implicó el desarrollo de la propiedad privada (privar a los otros del acceso a la tierra) sobre la tierra (que en China sigue colectiva incluso aun hoy) generando el conflicto de clases. La clase dominante se impone como clase dominante a través de la propiedad privada sobre los medios de producción (Tierra, Esclavos, etc.), modalidad que adquiere nuevas formas con el tiempo: esclavitud, feudalismo y capitalismo.
En lo político Oriente aparece, ante los ojos occidentales, como un régimen autoritario, sin derechos individuales (tildado como despotismo oriental) cuando en realidad tiene más que un potencial democrático en lo económico y por ende en lo político al orientarse por el Bien Común comunitario, aunque con una dirección política centralizadora potencialmente explotadora. En Oriente, la élite o comunidad superior se legitima a partir del trabajo productivo que-sirve-al Bien Común o a la reproducción de la sociedad como un todo.
En la línea oriental no es inmediatamente claro si un trabajo colectivo es productivo o improductivo, sino que se observa exclusivamente por su resultado positivo o negativo desde y para la comunidad como un todo. Si la comunidad superior se concentra en el desarrollo de obras colectivas de irrigación u otras obras hidráulicas, la economía en su conjunto prospera y la comunidad superior se legitima. Lo contrario sucede con las grandes obras de culto para los Dioses, que implican el deterioro de las obras productivas. El fetichismo del poder en el modo de producción tributario está en la no transparencia de la relación de explotación, es decir, debido al fetichismo del Poder. En Oriente solo las hambrunas acaban con los dioses y sus representantes, porque ya no sirven para nada.
En Oriente, la misma desintegración del Estado central (la comunidad superior) en muchos poderes locales no hace desaparecer el Estado, sino solo ese Estado. Su desaparición completa no brinda solución al problema y más bien resalta la necesidad de una nueva meritocracia para levantar obras productivas para la comunidad como un todo. Una dinastía cae y otra suele levantarse con el tiempo, eventualmente en otro lugar.
El modo de producción tributario resulta ser una relación de producción no fácilmente mutable y aun pone su sello a la sociedad de China hoy. Consideramos que una futura civilización sí es posible en tanto su proyecto político pueda lograr esta transparencia en la relación de poder, democratizándola con inteligencia artificial, como señalamos en nuestro libro ya mencionado (Ver Ref. nota pp2).
En Occidente la relación de explotación fue totalmente transparente en la transición del neolítico a la relación esclavista, pero se torna cada vez menos visible en los modos de producción posteriores. En el modo de producción esclavista el esclavo percibe que el 100% de su trabajo es ajeno. No percibe que el amo proporciona su sostén diario por miserable que fuera.
En las relaciones feudales con la renta en trabajo (50% para el Señor y 50% en parcela propia), el trabajo ajeno se distingue claramente del trabajo para sí. La renta en especie, en esencia es una nueva modalidad de explotación, ya algo más disimulada (Tanto % del producto de la cosecha es para el Señor Feudal, mientras el resto es para el Campesino (Siervo-de-la-Tierra), lo que más lo motiva). Con la renta en dinero dicha proporción se torna aún más difícil de calcular: Si el campesino, ahora libre, no logra obtener las ventas necesarias para pagar la renta en dinero al Señor-de-la-Tierra, la culpa podrá parecer del mercado o del campesino incluso.
En la relación capitalista, el tiempo-de-trabajo social-ajeno está en función de la reproducción del capital donde, aunque en apariencia al trabajador asalariado se le reconoce todo su trabajo individual con el salario, en realidad solo se le reconoce la reposición de su fuerza de trabajo, pero no se le reconoce el rendimiento de la capacidad productiva del trabajo social cooperativo.
En el capitalismo, cuando la fuerza de trabajo se torna mercancía, la relación-de-explotación de la fuerza de social-cooperativa del trabajo queda oculta. Si en la esclavitud el esclavo cree que todo su trabajo es trabajo ajeno, en el capitalismo sucede todo lo contrario, al “creer” el trabajador-asalariado que es pagado por su trabajo (para sí) y no percibir que solo se le retribuye por la reproducción de su fuerza física de trabajo, dejando un plus que es propio del trabajo social-cooperativo (enajenado). El fetichismo está en la relación de explotación económica misma.
En Occidente se obtiene exactamente lo contrario que en Oriente, ya que en apariencias el individuo es libre y goza de derechos políticos (para votar, para expresarse, etc.) pero en lo económico impera el despotismo del capital, que define lo que precisa hacerse para la reproducción del capital como un todo, sin tomar en cuenta realmente lo que necesita y piensan los individuos (pueblo). La libertad individual entonces, es libertad en apariencias –formas- y no en esencia –fondo-, por lo tanto, es una ´libertad fetiche´.
La Vía Occidental ha sido presentada, incluso por la izquierda, como “La Historia de la Humanidad” hacia la ´libertad´ desfetichizada posterior al capitalismo. Un proceso lineal, de manera des-fetichizada hacia el comunismo.
En nuestro libro La Perestroika en Estados Unidos: Réquiem para la civilización occidental (2021a), dejamos claro cómo es difícil para Occidente realizar la transición hacia el comunismo, así como lo define Marx a partir del capitalismo realmente existente, construido sobre la base de intereses individuales en conflicto. Para lograr orientarse por el Bien Común, Occidente ha de hacer un viraje de 180 grados en la contemplación del mundo: anteponer la comunidad-mundo a los derechos e intereses individuales de las personas, empresas, etc. Es una tarea monumental, que ha intentado impulsar sin éxito la élite de Davos con la pandemia Covid-19 para poder imponer su Economic Reset.
Hemos dejado claro en nuestro libro que, la China de hoy tiene todas las características de una sociedad inspirada por el confucionismo, es decir, de un modo de producción tributario a nivel político, con el partido funcionando como la meritocracia y con sus comunidades de base/pueblo. Es un proyecto que cuenta con un pasado socialista a nivel económico y con una cohabitación de empresas capitalistas en el presente actual.
Es cierto que existe hoy cohabitación de (grandes) empresas capitalistas nacionales y transnacionales –globales- pero, en última instancia, dichas empresas no “controlan” el poder político. Desde el poder político se regulan hoy cada vez más las empresas capitalistas, por lo que tampoco esa élite globalista presente en China logra imponerse en lo económico, como queda cada vez más claro.
Si a China le ha sido difícil pasar del modo de producción tributario para “acoplarse” al modo de producción capitalista, no es porque hubiese requerido un cambio de 180 grados en una dirección opuesta a su filosofía de base, a la cual no ha renunciado: somos primero comunidad y solo así existimos. Sin embargo, la cohabitación capitalista le ha servido a China para poder desarrollar las fuerzas productivas al mismo nivel, o incluso mayor, que las de los países capitalistas occidentales llamados altamente desarrollados.
La transición hacia el comunismo (en los términos de Marx) se hace más plausible en y a partir de China que en Occidente, ya que no existe barrera real para poder democratizar aún más la economía hacia adentro, ni existen barreras para hacerlo integrando otras naciones o bloques económicos en un mundo multipolar, sin necesidad de imponerse y subordinarlos, como es la realidad histórica en Occidente.
Lo que sí es aún un tema pendiente en Oriente, no imposible de lograr, es poder enfocarse hacia un mayor grado de libertad personal no en el sentido occidental, a partir intereses y derechos individuales, sino desarrollando mayores libertades como persona. Siendo ésta un ser integral de la comunidad con obligaciones comunitarias, pero a la vez con posibilidades plenas de desarrollo personal, sin que pierda de vista que existe primero que nada como miembro de la (gran) comunidad.
La síntesis de los dos contrarios entre Occidente y Oriente en un mundo multipolar, si se puede lograr a partir del proyecto multipolar del mundo. Lograrlo con iniciativa occidental supone renunciar a tener partir de la individualidad con intereses en conflicto, por lo cual no es factible. Esto terminaría en una batalla por sostener a la civilización occidental en una crisis existencial.
En este contexto es que vemos surgir, a partir del conflicto global en Ucrania, a la Gran Comunidad del ´Sur Global´ representando el 90% de la población mundial, apostando por otra civilización. Es nuestra tesis que, la lucha por un mundo multipolar con China, Rusia e India como las grandes locomotoras, constituye el camino más probable para poder realizar la transición hacia una nueva civilización que logre orientarse por el Bien Común Mundial, sin excluir a nadie incluso a los Estados Unidos de Norteamérica.
La realidad del capitalismo actual, realmente existente, ya no es la acumulación de capital, sino implica vivir improductivamente de renta mundial sin crear riqueza. La élite de Davos, con la financiarización, se ha tornado improductiva económicamente y con ello obsoleta en lo político mundial. EEUU está enviando a su campo de batalla en Ucrania todo el equipo bélico obsoleto. Incluso a los países de la ex Europa Oriental, sobre todo, no están haciendo otra cosa. Un ex oficial de inteligencia de la Marina de los EEUU, Scott Ritter afirma en Liberty Report de mediados de abril que: “Puedo decir con absoluta certeza que incluso si esta ayuda llega al campo de batalla, no tendrá ningún impacto en la batalla. Y Joe Biden lo sabe”.
En el corto plazo nos espera una crisis monetaria fiduciaria, es decir del Dólar, el Euro y el Yen, sobre todo. Que será no solo la crisis del propio sistema monetario internacional existente, sino de la civilización occidental. En nuestro libro La Perestroika en Estados Unidos (2021ª) hemos señalado la necesidad e inevitabilidad de un proceso de desintegración de Occidente, es decir su propia Perestroika. El sistema monetario se hunde generando una crisis de legitimidad en Occidente. Mientras desde Oriente, el Multipolarismo se presenta como posibilidad y necesidad. Esto requiere un proceso de transición hacia un nuevo régimen monetario.
El reemplazo del Sistema SWIFT
Los Actores Globalistas luchan por mantener su dominio. Al igual que antes Gran Bretaña, en medio de las dos guerras mundiales, no pudo mantener su imperio y su posición central en el mundo y esto debido a la obsolescencia de su sistema económico colonial. El nuevo sistema económico convergente que surgió en la RPC (República Popular China) y la India emerge y asciende a la próxima etapa inevitable de desarrollo, que combina los beneficios de la planificación estratégica centralizada y la economía de mercado, y del control estatal de la infraestructura monetaria, física y de emprendimiento.
La élite globalista financiera-militar-tecnológica que aún controla, de modo inestable, el gobierno de los Estados Unidos jugó su última “carta de triunfo” en la guerra híbrida contra Rusia, imponiendo a Ucrania como campo de batalla. También en Kazajistán pretendió hacerlo, pero fue desarticulado anticipadamente en enero de 2022. La guerra también se da en el campo económico. Con el «congelamiento» de las reservas de divisas rusas en cuentas de custodia de los bancos centrales occidentales, la estructura de reguladores financieros de los EEUU, la UE y el Reino Unido en realidad lograron más bien debilitar estructuralmente el estatus del dólar, el euro y la libra como monedas de reserva global.
Cuando los actores unipolares globalistas “congelaron” las reservas de Rusia en dólares, euros, libras y yenes, se cerró el periodo en que algún país soberano pudiera continuar acumulando reservas en estas monedas. Se aceleró más bien la necesidad de su reemplazo inmediato por las que ya son las monedas nacionales y el oro. La segunda etapa de la transición, implicará que ya no tomen como referencia al dólar. La formación de precios en monedas nacionales, significa la decisión de desplazar la fijación de precios en monedas que expresan al poder e interés transnacional global como son los dólares, libras, euros y yenes.
El yuan (China) que parecía tener las capacidades para ser reemplazo de la moneda mundial que queda, no ocupará ese lugar aunque fuera ya debido a su inconvertibilidad. El uso del oro como precio de referencia tiene la inconveniencia de su uso para los pagos. Debido a lo anterior se requiere una tercera y última etapa en la transición del nuevo orden económico que implicará la creación de una nueva moneda de pago digital fundada en un acuerdo internacional y China lleva la delantera en ello, por el momento como experimento en zonas del país.
Se trata de una moneda que puede ser emitida por un grupo de monedas de reservas de los países BRICS ampliado. El peso de cada moneda en la canasta podría ser proporcional al PIB de cada país (basado en la paridad del poder adquisitivo, por ejemplo), su participación en el comercio internacional, así como la población y el tamaño del territorio de los países participantes.
La canasta podría contener un índice de precios de los principales productos básicos cotizados en una bolsa de oro y otros metales preciosos, metales industriales clave, hidrocarburos, granos, azúcar, así como agua dulce y otros recursos naturales. Para brindar respaldo y hacer que la moneda sea más resistente, se pueden crear reservas de recursos internacionales relevantes y a su debido tiempo.
Esta transición al nuevo orden económico mundial probablemente estará acompañada por una negativa sistemática a cumplir con las obligaciones en dólares, euros, libras y yenes. Los países emisores de estas monedas crearon las condiciones para ello cuando se apropiaron de las reservas de divisas de Irak, Irán, Venezuela, Afganistán y Rusia por una suma de billones de dólares.
Los países del Sur Global pueden ser participantes plenos del nuevo sistema, independientemente de sus deudas acumuladas en dólares, euros, libras y yenes, incluso si incumplieran sus obligaciones en esas monedas. Tal situación no afectaría su calificación crediticia en el nuevo sistema financiero multipolar. Con la nacionalización de la industria extractiva es preciso reservar una parte de sus recursos naturales para sustentar el nuevo sistema económico. El resultado será que su peso respectivo en la nueva unidad monetaria aumentaría.
Con las medidas anteriores se crearía “un sistema de pago y liquidación en las monedas nacionales de los estados miembros de la EAEU” y el desarrollo e implementación de “un sistema independiente de liquidaciones internacionales en la EAEU (Unión-Económica-Euro-asiática), SCO (Organización-de-Cooperación-de-Shanghái) y BRICS, que podría eliminar la dependencia crítica del Sistema SWIFT controlado por los poderes que conforman el unipolarismo global financiero.
La recuperación de los Bancos Centrales
En el despliegue y desarrollo de esta iniciativa, es importante reconocer que las autoridades monetarias del Banco Central y sus áreas controladas (Ministerio de Economía-Agricultura-Minería-Comercio Exterior-etc.) que viabilizan la producción y exportación de bienes materias primas de Rusia (de todos los países) son y siguen siendo parte del programa financiero de la Oligarquía Global. Los cuadros económico-políticos occidentales globalistas todavía controlan los bancos centrales de la mayoría de los países, obligándolos a aplicar las políticas prescritas por sus técnicos en el FMI. Esto no se cambia por decreto.
Este es el modo como se coordina, impone y manifiesta el poder financiero globalista desde el Banco-Central-de-los-Bancos-Centrales, el BIS (Davos, etc.) como vértice superior, en relación directa con todas las áreas de exportación (de materias primas con bajo valor agregado) e importación (de bienes ciencia y tecnología con alto valor agregado) de modo que permite que funcionen y operen en beneficio de una plataforma global financiera que opera como estado global –como territorio financiero sin fronteras, no mediado e indivisible. Opera por sobre y negando la institucionalidad de las naciones, reduciéndolas a simples espacios locales de lo Global (Glocal).
Su institucionalidad se conforma a partir del control de la presidencia del BC, de cada nación reducida a país, y apoyada en la red de funcionarios de bancas transnacionales que constituyen cada City-Financiera, con un status-de-hecho superior al Estado-Nación. Aquí aparecen como desconectados y enfrentados el presidente de la nación y el presidente del BC.
Con sus funcionarios propios operando como dos poderes que responden a intereses estratégicos distintos: Los Unipolares Globalistas y los Nacionales que se fortalecen y, por ello, hoy reconocen en lo multipolar su alternativa ante los globalistas. En América Latina se expresa en el Pluri-Versalismo de pueblos-naciones-regiones (Bolivia-Celac-BRICS) en la Asamblea General de la ONU –Organización de Naciones-Unidas con sede central en Sur-Global (Egipto-Venezuela-Indonesia-Serbia-etc.).
Las políticas unipolares globalistas son tan obviamente contrarias a los intereses nacionales porque son parte del esquema principal de su poder (Nueva York-Londres-Paris-Tokio). La participación potencialmente central de China y Rusia en la génesis del nuevo orden económico mundial se encuentra aún en desarrollo, porque aun los bancos centrales se ´encuentran en general ´con influencias de los intereses Globalistas.
El Banco Central de Rusia –CBR- permanece aún amarrado en la red global de telarañas del paradigma de DAVOS (en su estrategia de imponer su global economic reset). Por ello, es aún un actor (CBR) enfrentado al proyecto multipolar dentro de Rusia. No puede convertirse aun en un socio fundador de un nuevo marco económico y financiero universal multipolar. La realidad del Banco Central de Rusia no es exclusiva, ya que es similar a la del Banco Central de Argentina, por ejemplo. El BC aún está regido por la globalista ley de entidades financieras, impuesta por acción de la OTAN-Kissinger-y-Martínez de Hoz en 1977.
Objetivo que lograron por medio de golpes de estado y de mercado financiero contra la política y la democracia, asesinatos políticos y de la política. Imponiendo escenarios de guerra prefabricados y pre-controlados, para montar una campaña mediática de toda índole, que les permitiera imponer una constitución-a-la-carta, donde los acuerdos jurídicos internacionales (financieros), tengan prevalencia sobre los nacionales. Habían “forzado” éstos acuerdos años antes para luego hacer lo mismo, mediante escenarios bélicos de inflación-hiperinflación lograr la imposición de la reforma constitucional-a-su-medida (1976-1994).
Es cierto que el Banco Centra de Rusia ya tuvo que enfrentar la realidad de dar un paso adelante y crear un sistema nacional de mensajería interbancaria que no dependa del SWIFT, y lo abrió también para los bancos extranjeros. Con ello muestra que los intereses globalistas en Rusia ya han empezado a ceder posiciones que controlaban claramente desde 1991-1997.
Es la época que se desplego la perestroika soviética, la caída de la estrategia soviética y el ascenso del paradigma e intereses unipolares financieros globales, cuyo primer objetivo fue controlar profundamente el Banco Central de Rusia. La subordinación en la Red Financiera Global de Bancos Centrales (a las Citíes Financieras anglosajonas principales de NY-Ln-HK), está particularmente afectada por la caída del Status preferencial de la City de HK en 2020. Gracias a la política anti globalista de Trump y, luego, de Xi Jimping 2021, se inicia una nueva etapa, la de la caída del globalismo financiero unipolar.
Desde 2010, empezó a verse la posibilidad de una transición a un sistema económico multipolar basado en una nueva moneda comercial sintética, basada en un índice de monedas de las naciones participantes. Para lograrlo había necesidad de crear una amplia coalición internacional de resistencia en la guerra híbrida que la élite financiera Globalista (desde la OTAN) desataría (1999-2001) sobre los países que se mantienen fuera de su control. La derrota y la obsolescencia del antiguo poder financiero dominante es inevitable por la naturaleza improductiva de esta guerra.
El nuevo sistema económico multipolar
El nuevo sistema económico multipolar que está surgiendo en Oriente con la República Popular China y la India como locomotoras, es la transición hacia una nueva civilización, que combina los beneficios de la planificación estratégica centralizada y la economía de mercado, con el poder o control estatal de la infraestructura monetaria y física, así como del emprendimiento.
Es una transición económica que une a una heterogeneidad de actores económico-sociales con el objetivo de aumentar el Bien Común sobre la base de igualdad y soberanía entre las naciones en vez de la imposición unilateral anglosajona al mundo entero. Por ello, los globalistas no podrán ganar la guerra híbrida global que iniciaron.
Esta es también la razón principal por la cual el actual sistema financiero global centrado en el dólar será reemplazado por uno nuevo, basado en el consenso de una canasta de monedas de los países que se suman al nuevo orden económico mundial. Esta fase casi ha terminado. Su reemplazo inmediato son las monedas nacionales y el oro.
La siguiente etapa de la transición implicará nuevos mecanismos de fijación de precios que no tomen como referencia el dólar. Una fijación de precios en monedas ‘no ancladas’ en las controladas por el poder Globalista -dólares, libras, euros y yenes- con sus respectivos BC. Para lograrlo hay necesidad de democratizar la totalidad de los bancos centrales controlados a partir de los Bancos Centrales de esas 4 monedas (Dólar-Euro-Libra-Yen), junto con sus respectivas citíes financieras y sus cortesanos de altos gerentes, funcionarios privados y públicos, como lacayos bien pagados.
La última etapa en la transición implicará la creación de una nueva moneda de pago digital fundada a partir de un acuerdo internacional. Una moneda como esta puede ser emitida por un grupo de reservas de moneda de los países BRICS, al que todos los países interesados podrán unirse. Es el proyecto del Sur Global que representa el 90% de la población mundial.
El peso de cada moneda en la canasta podría ser proporcional al PIB de cada país (basado en la paridad del poder adquisitivo, por ejemplo), su participación en el comercio internacional, así como la población y el tamaño del territorio de los países participantes.
Implica la creación de un sistema de pago y liquidación en las monedas nacionales de los estados miembros de la EAEU –Unión Económica EuroAsiática- y el desarrollo e implementación de un sistema independiente de liquidaciones internacionales en la EAEU, SCO y BRICS, que elimina la dependencia crítica de la Sistema SWIFT controlado por EEUU. Es una transición aún mercantilista pero un paso necesario en camino a una nueva civilización.
El marxismo, afirma Samir Amin, precisa desarrollar una teoría del poder para las sociedades pre-capitalistas y a partir de allí desarrollar una teoría de la política en general, con perspectiva hacia una futura civilización. En su libro Modernidad, Religión, Democracia: Crítica del eurocentrismo, crítica de los culturalismos (2014, págs. 75 y siguientes), afirma que el marxismo no ha desarrollado una conceptualización del poder y de lo político, es decir, de los modos de dominación, como si lo hizo de lo económico y de los modos de producción. La dominación económica (y su complemento, la dependencia) es el producto de la expansión mundial del capitalismo ´realmente existente´.
No es casualidad el título: el ´fetichismo de la mercancía´, del primer capítulo de El Capital. La alienación economicista define el contenido esencial de la ideología del capitalismo. Lo económico ocupa el primer plano de la escena social que, en su desarrollo, determina las otras dimensiones, que parecen tener que ajustarse a sus exigencias. En la sociedad precapitalista, como el modo de producción tributario, es al revés, afirma Samir, y así también podrá ser en una futura civilización.
En nuestro libro Por una nueva civilización: El proyecto multipolar (2021) hemos teorizado ya sobre la transición en los modos de producción precapitalistas, para luego ver la transición hacia una nueva, otra civilización. Los conceptos de trabajo productivo y trabajo improductivo vistos por su contenido están presentes en todas las culturas de la humanidad en el pasado, presente y el futuro. Bajo la relación social capitalista los conceptos adquieren una modalidad específica como Marx lo desarrolla en el Capítulo VI inédito. Pero el trabajo productivo por lo que realmente es por su contenido (es decir, sin considerar la relación de producción) atraviesa la historia. Marx lo elabora en el primer tomo de su obra Teorías sobre la Plusvalía (capítulo IV, parte primera).
Vimos que en cada modo de producción la clase dominante se torna políticamente superflua cuando su papel en la reproducción económica se transforma en improductivo. Lo anterior, es válido para los modos de producción en la Vía Occidental tanto como en Vía Oriental. Existen también diferencias entre la línea de desarrollo occidental de la oriental.
La Vía Occidental desde el neolítico ha construido sociedad a partir de la individualidad, donde el interés privado está en conflicto con el Bien Común. Por lo cual, no hay forma de construir el Bien Común a partir de las relaciones de producción precapitalistas en Occidente. La clase dominante se impone ante la clase explotada y tiene un papel productivo en lo económico, en su desarrollo. En la relación entre amos y esclavos, la relación de explotación/apropiación del trabajo del otro/s es transparente, es la más visible. Es la negación más absoluta del Bien Común y no existe necesidad de legitimación alguna ante los esclavos. Se reducen a un medio de producción parlante. Esta legitimación si se da ante la tercera clase: los civiles necesarios para proporcionar renta en dinero y trabajo para ir a la guerra.
En la línea ´Oriental´ el Bien Común de la comunidad como un todo y explotación del pueblo por la comunidad superior no son mutuamente excluyentes, sino que coexisten. Con el trabajo productivo en las obras comunes (históricamente las obras hidráulicas), la élite o comunidad superior se legitima y en la sociedad como un todo no es observada como explotación.
El Bien Común se ve confirmado por los hechos. En el modo de producción tributario (China antigua, Mesopotamia, pero también la América Latina precolombina y el África del Antiguo Egipto), se construye sociedad donde el interés de la Comunidad está en el centro y no el individuo, y así es hoy aun en sociedades como China, Corea o Japón. El pensamiento de Oriente tiene como fundamento ‘somos comunidad, luego existimos´, lo que contrasta con el ´pienso luego existo’ del Occidente (moderno).
La ideología comunitaria del paleolítico está en su base y no ha desaparecido aun hasta el día de hoy. Es una ideología de la naturaleza: el ser humano y la sociedad se asimilan a otras expresiones de la naturaleza (la deificación de la tierra, de los animales, etc.) concebidas como tales.
El paso al modo de producción tributario (China antigua, etc.), con una comunidad superior que dirige a las comunidades de base/pueblo, exige una coherencia más fuerte, incluso la integración de los elementos de la ciencia abstracta en una metafísica global, plantea Samir. Es ahí donde nace el fetichismo del Poder, o sea, su no transparencia.
La transición al neolítico en Occidente implicó el desarrollo de la propiedad privada (privar a los otros del acceso a la tierra) sobre la tierra (que en China sigue colectiva incluso aun hoy) generando el conflicto de clases. La clase dominante se impone como clase dominante a través de la propiedad privada sobre los medios de producción (Tierra, Esclavos, etc.), modalidad que adquiere nuevas formas con el tiempo: esclavitud, feudalismo y capitalismo.
En lo político Oriente aparece, ante los ojos occidentales, como un régimen autoritario, sin derechos individuales (tildado como despotismo oriental) cuando en realidad tiene más que un potencial democrático en lo económico y por ende en lo político al orientarse por el Bien Común comunitario, aunque con una dirección política centralizadora potencialmente explotadora. En Oriente, la élite o comunidad superior se legitima a partir del trabajo productivo que-sirve-al Bien Común o a la reproducción de la sociedad como un todo.
En la línea oriental no es inmediatamente claro si un trabajo colectivo es productivo o improductivo, sino que se observa exclusivamente por su resultado positivo o negativo desde y para la comunidad como un todo. Si la comunidad superior se concentra en el desarrollo de obras colectivas de irrigación u otras obras hidráulicas, la economía en su conjunto prospera y la comunidad superior se legitima. Lo contrario sucede con las grandes obras de culto para los Dioses, que implican el deterioro de las obras productivas. El fetichismo del poder en el modo de producción tributario está en la no transparencia de la relación de explotación, es decir, debido al fetichismo del Poder. En Oriente solo las hambrunas acaban con los dioses y sus representantes, porque ya no sirven para nada.
En Oriente, la misma desintegración del Estado central (la comunidad superior) en muchos poderes locales no hace desaparecer el Estado, sino solo ese Estado. Su desaparición completa no brinda solución al problema y más bien resalta la necesidad de una nueva meritocracia para levantar obras productivas para la comunidad como un todo. Una dinastía cae y otra suele levantarse con el tiempo, eventualmente en otro lugar.
El modo de producción tributario resulta ser una relación de producción no fácilmente mutable y aun pone su sello a la sociedad de China hoy. Consideramos que una futura civilización sí es posible en tanto su proyecto político pueda lograr esta transparencia en la relación de poder, democratizándola con inteligencia artificial, como señalamos en nuestro libro ya mencionado (Ver Ref. nota pp2).
En Occidente la relación de explotación fue totalmente transparente en la transición del neolítico a la relación esclavista, pero se torna cada vez menos visible en los modos de producción posteriores. En el modo de producción esclavista el esclavo percibe que el 100% de su trabajo es ajeno. No percibe que el amo proporciona su sostén diario por miserable que fuera.
En las relaciones feudales con la renta en trabajo (50% para el Señor y 50% en parcela propia), el trabajo ajeno se distingue claramente del trabajo para sí. La renta en especie, en esencia es una nueva modalidad de explotación, ya algo más disimulada (Tanto % del producto de la cosecha es para el Señor Feudal, mientras el resto es para el Campesino (Siervo-de-la-Tierra), lo que más lo motiva). Con la renta en dinero dicha proporción se torna aún más difícil de calcular: Si el campesino, ahora libre, no logra obtener las ventas necesarias para pagar la renta en dinero al Señor-de-la-Tierra, la culpa podrá parecer del mercado o del campesino incluso.
En la relación capitalista, el tiempo-de-trabajo social-ajeno está en función de la reproducción del capital donde, aunque en apariencia al trabajador asalariado se le reconoce todo su trabajo individual con el salario, en realidad solo se le reconoce la reposición de su fuerza de trabajo, pero no se le reconoce el rendimiento de la capacidad productiva del trabajo social cooperativo.
En el capitalismo, cuando la fuerza de trabajo se torna mercancía, la relación-de-explotación de la fuerza de social-cooperativa del trabajo queda oculta. Si en la esclavitud el esclavo cree que todo su trabajo es trabajo ajeno, en el capitalismo sucede todo lo contrario, al “creer” el trabajador-asalariado que es pagado por su trabajo (para sí) y no percibir que solo se le retribuye por la reproducción de su fuerza física de trabajo, dejando un plus que es propio del trabajo social-cooperativo (enajenado). El fetichismo está en la relación de explotación económica misma.
En Occidente se obtiene exactamente lo contrario que en Oriente, ya que en apariencias el individuo es libre y goza de derechos políticos (para votar, para expresarse, etc.) pero en lo económico impera el despotismo del capital, que define lo que precisa hacerse para la reproducción del capital como un todo, sin tomar en cuenta realmente lo que necesita y piensan los individuos (pueblo). La libertad individual entonces, es libertad en apariencias –formas- y no en esencia –fondo-, por lo tanto, es una ´libertad fetiche´.
La Vía Occidental ha sido presentada, incluso por la izquierda, como “La Historia de la Humanidad” hacia la ´libertad´ desfetichizada posterior al capitalismo. Un proceso lineal, de manera des-fetichizada hacia el comunismo.
En nuestro libro La Perestroika en Estados Unidos: Réquiem para la civilización occidental (2021a), dejamos claro cómo es difícil para Occidente realizar la transición hacia el comunismo, así como lo define Marx a partir del capitalismo realmente existente, construido sobre la base de intereses individuales en conflicto. Para lograr orientarse por el Bien Común, Occidente ha de hacer un viraje de 180 grados en la contemplación del mundo: anteponer la comunidad-mundo a los derechos e intereses individuales de las personas, empresas, etc. Es una tarea monumental, que ha intentado impulsar sin éxito la élite de Davos con la pandemia Covid-19 para poder imponer su Economic Reset.
Hemos dejado claro en nuestro libro que, la China de hoy tiene todas las características de una sociedad inspirada por el confucionismo, es decir, de un modo de producción tributario a nivel político, con el partido funcionando como la meritocracia y con sus comunidades de base/pueblo. Es un proyecto que cuenta con un pasado socialista a nivel económico y con una cohabitación de empresas capitalistas en el presente actual.
Es cierto que existe hoy cohabitación de (grandes) empresas capitalistas nacionales y transnacionales –globales- pero, en última instancia, dichas empresas no “controlan” el poder político. Desde el poder político se regulan hoy cada vez más las empresas capitalistas, por lo que tampoco esa élite globalista presente en China logra imponerse en lo económico, como queda cada vez más claro.
Si a China le ha sido difícil pasar del modo de producción tributario para “acoplarse” al modo de producción capitalista, no es porque hubiese requerido un cambio de 180 grados en una dirección opuesta a su filosofía de base, a la cual no ha renunciado: somos primero comunidad y solo así existimos. Sin embargo, la cohabitación capitalista le ha servido a China para poder desarrollar las fuerzas productivas al mismo nivel, o incluso mayor, que las de los países capitalistas occidentales llamados altamente desarrollados.
La transición hacia el comunismo (en los términos de Marx) se hace más plausible en y a partir de China que en Occidente, ya que no existe barrera real para poder democratizar aún más la economía hacia adentro, ni existen barreras para hacerlo integrando otras naciones o bloques económicos en un mundo multipolar, sin necesidad de imponerse y subordinarlos, como es la realidad histórica en Occidente.
Lo que sí es aún un tema pendiente en Oriente, no imposible de lograr, es poder enfocarse hacia un mayor grado de libertad personal no en el sentido occidental, a partir intereses y derechos individuales, sino desarrollando mayores libertades como persona. Siendo ésta un ser integral de la comunidad con obligaciones comunitarias, pero a la vez con posibilidades plenas de desarrollo personal, sin que pierda de vista que existe primero que nada como miembro de la (gran) comunidad.
La síntesis de los dos contrarios entre Occidente y Oriente en un mundo multipolar, si se puede lograr a partir del proyecto multipolar del mundo. Lograrlo con iniciativa occidental supone renunciar a tener partir de la individualidad con intereses en conflicto, por lo cual no es factible. Esto terminaría en una batalla por sostener a la civilización occidental en una crisis existencial.
En este contexto es que vemos surgir, a partir del conflicto global en Ucrania, a la Gran Comunidad del ´Sur Global´ representando el 90% de la población mundial, apostando por otra civilización. Es nuestra tesis que, la lucha por un mundo multipolar con China, Rusia e India como las grandes locomotoras, constituye el camino más probable para poder realizar la transición hacia una nueva civilización que logre orientarse por el Bien Común Mundial, sin excluir a nadie incluso a los Estados Unidos de Norteamérica.
La realidad del capitalismo actual, realmente existente, ya no es la acumulación de capital, sino implica vivir improductivamente de renta mundial sin crear riqueza. La élite de Davos, con la financiarización, se ha tornado improductiva económicamente y con ello obsoleta en lo político mundial. EEUU está enviando a su campo de batalla en Ucrania todo el equipo bélico obsoleto. Incluso a los países de la ex Europa Oriental, sobre todo, no están haciendo otra cosa. Un ex oficial de inteligencia de la Marina de los EEUU, Scott Ritter afirma en Liberty Report de mediados de abril que: “Puedo decir con absoluta certeza que incluso si esta ayuda llega al campo de batalla, no tendrá ningún impacto en la batalla. Y Joe Biden lo sabe”.
En el corto plazo nos espera una crisis monetaria fiduciaria, es decir del Dólar, el Euro y el Yen, sobre todo. Que será no solo la crisis del propio sistema monetario internacional existente, sino de la civilización occidental. En nuestro libro La Perestroika en Estados Unidos (2021ª) hemos señalado la necesidad e inevitabilidad de un proceso de desintegración de Occidente, es decir su propia Perestroika. El sistema monetario se hunde generando una crisis de legitimidad en Occidente. Mientras desde Oriente, el Multipolarismo se presenta como posibilidad y necesidad. Esto requiere un proceso de transición hacia un nuevo régimen monetario.
El reemplazo del Sistema SWIFT
Los Actores Globalistas luchan por mantener su dominio. Al igual que antes Gran Bretaña, en medio de las dos guerras mundiales, no pudo mantener su imperio y su posición central en el mundo y esto debido a la obsolescencia de su sistema económico colonial. El nuevo sistema económico convergente que surgió en la RPC (República Popular China) y la India emerge y asciende a la próxima etapa inevitable de desarrollo, que combina los beneficios de la planificación estratégica centralizada y la economía de mercado, y del control estatal de la infraestructura monetaria, física y de emprendimiento.
La élite globalista financiera-militar-tecnológica que aún controla, de modo inestable, el gobierno de los Estados Unidos jugó su última “carta de triunfo” en la guerra híbrida contra Rusia, imponiendo a Ucrania como campo de batalla. También en Kazajistán pretendió hacerlo, pero fue desarticulado anticipadamente en enero de 2022. La guerra también se da en el campo económico. Con el «congelamiento» de las reservas de divisas rusas en cuentas de custodia de los bancos centrales occidentales, la estructura de reguladores financieros de los EEUU, la UE y el Reino Unido en realidad lograron más bien debilitar estructuralmente el estatus del dólar, el euro y la libra como monedas de reserva global.
Cuando los actores unipolares globalistas “congelaron” las reservas de Rusia en dólares, euros, libras y yenes, se cerró el periodo en que algún país soberano pudiera continuar acumulando reservas en estas monedas. Se aceleró más bien la necesidad de su reemplazo inmediato por las que ya son las monedas nacionales y el oro. La segunda etapa de la transición, implicará que ya no tomen como referencia al dólar. La formación de precios en monedas nacionales, significa la decisión de desplazar la fijación de precios en monedas que expresan al poder e interés transnacional global como son los dólares, libras, euros y yenes.
El yuan (China) que parecía tener las capacidades para ser reemplazo de la moneda mundial que queda, no ocupará ese lugar aunque fuera ya debido a su inconvertibilidad. El uso del oro como precio de referencia tiene la inconveniencia de su uso para los pagos. Debido a lo anterior se requiere una tercera y última etapa en la transición del nuevo orden económico que implicará la creación de una nueva moneda de pago digital fundada en un acuerdo internacional y China lleva la delantera en ello, por el momento como experimento en zonas del país.
Se trata de una moneda que puede ser emitida por un grupo de monedas de reservas de los países BRICS ampliado. El peso de cada moneda en la canasta podría ser proporcional al PIB de cada país (basado en la paridad del poder adquisitivo, por ejemplo), su participación en el comercio internacional, así como la población y el tamaño del territorio de los países participantes.
La canasta podría contener un índice de precios de los principales productos básicos cotizados en una bolsa de oro y otros metales preciosos, metales industriales clave, hidrocarburos, granos, azúcar, así como agua dulce y otros recursos naturales. Para brindar respaldo y hacer que la moneda sea más resistente, se pueden crear reservas de recursos internacionales relevantes y a su debido tiempo.
Esta transición al nuevo orden económico mundial probablemente estará acompañada por una negativa sistemática a cumplir con las obligaciones en dólares, euros, libras y yenes. Los países emisores de estas monedas crearon las condiciones para ello cuando se apropiaron de las reservas de divisas de Irak, Irán, Venezuela, Afganistán y Rusia por una suma de billones de dólares.
Los países del Sur Global pueden ser participantes plenos del nuevo sistema, independientemente de sus deudas acumuladas en dólares, euros, libras y yenes, incluso si incumplieran sus obligaciones en esas monedas. Tal situación no afectaría su calificación crediticia en el nuevo sistema financiero multipolar. Con la nacionalización de la industria extractiva es preciso reservar una parte de sus recursos naturales para sustentar el nuevo sistema económico. El resultado será que su peso respectivo en la nueva unidad monetaria aumentaría.
Con las medidas anteriores se crearía “un sistema de pago y liquidación en las monedas nacionales de los estados miembros de la EAEU” y el desarrollo e implementación de “un sistema independiente de liquidaciones internacionales en la EAEU (Unión-Económica-Euro-asiática), SCO (Organización-de-Cooperación-de-Shanghái) y BRICS, que podría eliminar la dependencia crítica del Sistema SWIFT controlado por los poderes que conforman el unipolarismo global financiero.
La recuperación de los Bancos Centrales
En el despliegue y desarrollo de esta iniciativa, es importante reconocer que las autoridades monetarias del Banco Central y sus áreas controladas (Ministerio de Economía-Agricultura-Minería-Comercio Exterior-etc.) que viabilizan la producción y exportación de bienes materias primas de Rusia (de todos los países) son y siguen siendo parte del programa financiero de la Oligarquía Global. Los cuadros económico-políticos occidentales globalistas todavía controlan los bancos centrales de la mayoría de los países, obligándolos a aplicar las políticas prescritas por sus técnicos en el FMI. Esto no se cambia por decreto.
Este es el modo como se coordina, impone y manifiesta el poder financiero globalista desde el Banco-Central-de-los-Bancos-Centrales, el BIS (Davos, etc.) como vértice superior, en relación directa con todas las áreas de exportación (de materias primas con bajo valor agregado) e importación (de bienes ciencia y tecnología con alto valor agregado) de modo que permite que funcionen y operen en beneficio de una plataforma global financiera que opera como estado global –como territorio financiero sin fronteras, no mediado e indivisible. Opera por sobre y negando la institucionalidad de las naciones, reduciéndolas a simples espacios locales de lo Global (Glocal).
Su institucionalidad se conforma a partir del control de la presidencia del BC, de cada nación reducida a país, y apoyada en la red de funcionarios de bancas transnacionales que constituyen cada City-Financiera, con un status-de-hecho superior al Estado-Nación. Aquí aparecen como desconectados y enfrentados el presidente de la nación y el presidente del BC.
Con sus funcionarios propios operando como dos poderes que responden a intereses estratégicos distintos: Los Unipolares Globalistas y los Nacionales que se fortalecen y, por ello, hoy reconocen en lo multipolar su alternativa ante los globalistas. En América Latina se expresa en el Pluri-Versalismo de pueblos-naciones-regiones (Bolivia-Celac-BRICS) en la Asamblea General de la ONU –Organización de Naciones-Unidas con sede central en Sur-Global (Egipto-Venezuela-Indonesia-Serbia-etc.).
Las políticas unipolares globalistas son tan obviamente contrarias a los intereses nacionales porque son parte del esquema principal de su poder (Nueva York-Londres-Paris-Tokio). La participación potencialmente central de China y Rusia en la génesis del nuevo orden económico mundial se encuentra aún en desarrollo, porque aun los bancos centrales se ´encuentran en general ´con influencias de los intereses Globalistas.
El Banco Central de Rusia –CBR- permanece aún amarrado en la red global de telarañas del paradigma de DAVOS (en su estrategia de imponer su global economic reset). Por ello, es aún un actor (CBR) enfrentado al proyecto multipolar dentro de Rusia. No puede convertirse aun en un socio fundador de un nuevo marco económico y financiero universal multipolar. La realidad del Banco Central de Rusia no es exclusiva, ya que es similar a la del Banco Central de Argentina, por ejemplo. El BC aún está regido por la globalista ley de entidades financieras, impuesta por acción de la OTAN-Kissinger-y-Martínez de Hoz en 1977.
Objetivo que lograron por medio de golpes de estado y de mercado financiero contra la política y la democracia, asesinatos políticos y de la política. Imponiendo escenarios de guerra prefabricados y pre-controlados, para montar una campaña mediática de toda índole, que les permitiera imponer una constitución-a-la-carta, donde los acuerdos jurídicos internacionales (financieros), tengan prevalencia sobre los nacionales. Habían “forzado” éstos acuerdos años antes para luego hacer lo mismo, mediante escenarios bélicos de inflación-hiperinflación lograr la imposición de la reforma constitucional-a-su-medida (1976-1994).
Es cierto que el Banco Centra de Rusia ya tuvo que enfrentar la realidad de dar un paso adelante y crear un sistema nacional de mensajería interbancaria que no dependa del SWIFT, y lo abrió también para los bancos extranjeros. Con ello muestra que los intereses globalistas en Rusia ya han empezado a ceder posiciones que controlaban claramente desde 1991-1997.
Es la época que se desplego la perestroika soviética, la caída de la estrategia soviética y el ascenso del paradigma e intereses unipolares financieros globales, cuyo primer objetivo fue controlar profundamente el Banco Central de Rusia. La subordinación en la Red Financiera Global de Bancos Centrales (a las Citíes Financieras anglosajonas principales de NY-Ln-HK), está particularmente afectada por la caída del Status preferencial de la City de HK en 2020. Gracias a la política anti globalista de Trump y, luego, de Xi Jimping 2021, se inicia una nueva etapa, la de la caída del globalismo financiero unipolar.
Desde 2010, empezó a verse la posibilidad de una transición a un sistema económico multipolar basado en una nueva moneda comercial sintética, basada en un índice de monedas de las naciones participantes. Para lograrlo había necesidad de crear una amplia coalición internacional de resistencia en la guerra híbrida que la élite financiera Globalista (desde la OTAN) desataría (1999-2001) sobre los países que se mantienen fuera de su control. La derrota y la obsolescencia del antiguo poder financiero dominante es inevitable por la naturaleza improductiva de esta guerra.
El nuevo sistema económico multipolar
El nuevo sistema económico multipolar que está surgiendo en Oriente con la República Popular China y la India como locomotoras, es la transición hacia una nueva civilización, que combina los beneficios de la planificación estratégica centralizada y la economía de mercado, con el poder o control estatal de la infraestructura monetaria y física, así como del emprendimiento.
Es una transición económica que une a una heterogeneidad de actores económico-sociales con el objetivo de aumentar el Bien Común sobre la base de igualdad y soberanía entre las naciones en vez de la imposición unilateral anglosajona al mundo entero. Por ello, los globalistas no podrán ganar la guerra híbrida global que iniciaron.
Esta es también la razón principal por la cual el actual sistema financiero global centrado en el dólar será reemplazado por uno nuevo, basado en el consenso de una canasta de monedas de los países que se suman al nuevo orden económico mundial. Esta fase casi ha terminado. Su reemplazo inmediato son las monedas nacionales y el oro.
La siguiente etapa de la transición implicará nuevos mecanismos de fijación de precios que no tomen como referencia el dólar. Una fijación de precios en monedas ‘no ancladas’ en las controladas por el poder Globalista -dólares, libras, euros y yenes- con sus respectivos BC. Para lograrlo hay necesidad de democratizar la totalidad de los bancos centrales controlados a partir de los Bancos Centrales de esas 4 monedas (Dólar-Euro-Libra-Yen), junto con sus respectivas citíes financieras y sus cortesanos de altos gerentes, funcionarios privados y públicos, como lacayos bien pagados.
La última etapa en la transición implicará la creación de una nueva moneda de pago digital fundada a partir de un acuerdo internacional. Una moneda como esta puede ser emitida por un grupo de reservas de moneda de los países BRICS, al que todos los países interesados podrán unirse. Es el proyecto del Sur Global que representa el 90% de la población mundial.
El peso de cada moneda en la canasta podría ser proporcional al PIB de cada país (basado en la paridad del poder adquisitivo, por ejemplo), su participación en el comercio internacional, así como la población y el tamaño del territorio de los países participantes.
Implica la creación de un sistema de pago y liquidación en las monedas nacionales de los estados miembros de la EAEU –Unión Económica EuroAsiática- y el desarrollo e implementación de un sistema independiente de liquidaciones internacionales en la EAEU, SCO y BRICS, que elimina la dependencia crítica de la Sistema SWIFT controlado por EEUU. Es una transición aún mercantilista pero un paso necesario en camino a una nueva civilización.
Bibliografía
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